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El anhelo y un árbol de cerezas [Thibaut Beaudelaire y Emma Zwaan] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Mina Zwaan Mar Abr 03, 2012 4:53 am


Ya era conocido por muchos que la mejor elección a la hora de realizar una reunión para la alta alcurnia en horarios matutinos era el jardín interno del Museo de Drent, una joya sumamente destacable en Assen, a la que nada se le comparaba visualmente.
El amplio y natural espacio contaba con una incontable botánica fragante y frondosa que teñía al paisaje mayormente en diferentes tonos esmeraldinos a perfecto juego con el colorido propio de las diferentes especiales florales, aquellas que alegraban el exquisito retrato óptico conformado y que como centro de atención atesoraba un cristalino estanque de agua, que situado en la mitad del vergel, poseía numerosos peces de tornasolados matices que gustosamente residían allí como meros adornos vivientes.

Siendo su elegante carruaje uno de los últimos de arribar a las nombradas instalaciones, Emma fue protocolarmente recibida por el organizador de la fiesta, un acaudalado y excéntrico negociante al cual le fascinaba hacer alarde de su fortuna en aquellas reuniones impregnadas en detalles, gastos y presencias extraordinarias.
Pero esa no era la razón por la que la Condesa había decidido asistir al evento. Días atrás su mayordomo, Sven, un hombre que había servido a la dama fielmente desde años antes a la perdida de sus padres, le había comentado que un representante de una familia francesa amiga a la suya concurría a la velada. Sin embargo ese no era motivo suficiente para aquella que llevaba a Francia en su corazón tanto como a su patria natal.

Beaudelaire. Ese había sido el apellido que le convenció de su asistencia por completo.
Les conoció a través de sus padres en aquellos intermitentes viajes a Francia por cuestiones de índole oficial, en el cual los Condes mantenían claros y fiables negocios con los oriundos de Rhône-Alpes, vanguardistas en todo lo referido al tema armamentístico, del que los progenitores de Emma siempre debían estar al tanto por el bien de su nación dados los pasados choques guerrilleros con Gran Bretaña.
Dejando el vínculo de los negocios a un lado y como simples humanos, necesitados antropológicamente del relacionamiento con otros pares, ambas familias formaron una virtuosa amistad que perduro a lo largo de los años y las fronteras. Más lo cierto es que tras el fallecimiento de los padres de la Condesa, aquella había perdido la asiduidad de las visitas francesas a su país, sin saber realmente el porqué. Toda una pena, que lentamente fue sobrellevada.

La fiesta seguía su esperado curso, donde las risas, las copas y la elegancia competían sin descanso por el protagonismo del evento, mientras la fémina reposaba sosegada en una marmolada banca situada bajo un frondoso árbol de cerezo. Aquellas flores de tonalidad rosa lavado hacían perfecto juego con el delicado atuendo de ella, caracterizada por su frágil y tersa femineidad a la hora de escoger el vestuario adecuado para cada gala.
Sus azulados orbes perdidos en el estanque no vislumbraban nada, pues el panorama de atención radicaba en su mente para aquellos instantes.
“¿Qué será de los hijos de Monsieur Henri y Madame Aurore?“ se cuestionaba la mente de quien había quedado atada a los recuerdos despertados por el dato que Sven le había proferido. Aún recordaba sus rostros y las charlas que años atrás tuvo con ellos. Sobre todo con el hijo mayor de la familia, que pese a tener unos años menos que ella reflejaba una madurez e intelecto asombrosos, mismos que le permitían mantener la altura del dialogo complejo que para aquellas instancias Emma impartía debido a la estricta disciplina y educación otorgada por parte de sus mayores.

Volvió en sí, despojando al aire un leve suspiro en el preciso instante que una de las tantas flores del cerezo caía grácilmente sobre su trenzado y dorado cabello sin que ésta lo notase siquiera. Aun yaciendo en la banca se dio el gusto de posar su atención en los hermosos tonos que las escamas de los peces proyectaban y que, con el movimiento del agua, variaban sutilmente de color.
Sonrió levemente al notar dos cosas; la distancia que aun mantenía con su hija perdida y la tonta ilusión que había generado creyendo volver a ver luego de tanto tiempo a una familia que conocía algo de su solitaria persona, rodeada de una aristocracia de lujos abundantes a la que poco se le podía compartir sobre el mundo de las emociones sinceras, aquellas alejadas de lo material.



Última edición por Emma Zwaan el Miér Abr 11, 2012 7:40 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Thibaut Beaudelaire Mar Abr 03, 2012 12:27 pm

Thibaut era un hombre hogareño. Era del tipo de personas que disfrutaban el hecho de instalarse en un lugar específico por un buen tiempo y aprender todo lo que se pudiera de las personas que lo rodeaban. Disfrutaba de gran manera el viajar y conocer distintos lugares, pero solo cuando esto significaba viajes largos, con la oportunidad de conocer a la gente, de recorrer con calma sus alrededores, de poder apreciar la verdadera belleza de los rincones inhóspitos de pequeñas ciudades y las grandes plazas y pequeñas boticas de las capitales. Aquellos viajes eran los que disfrutaba. No aquellos que duraban un par de días, en donde se pasaba más tiempo en el trayecto que en el destino. Sin embargo, todas las cunas venían con obligaciones y esta era una de las que le había tocado a él. Siendo el heredero de todas las propiedades de su padre y del prestigio que significaba formar parte de la familia Beaudelaire de Rhône-Alpes, tenía que eventualmente empezar a asumir que las responsabilidades de esa distinción llegarían a su puerta.

Originalmente, aquella invitación había sido extendida a toda su familia, siendo ellos antiguos conocidos y amigos del excéntrico anfitrión de aquella reunión. Pero el delicado estado de salud de su madre había prevenido que su padre pudiera hacer un viaje tan largo, ya que no se despegaría del lado de su mujer por nada. El reciente compromiso de su hermana la mantenía en Saint-Étienne, como si estuviera viviendo en las nubes y Noella se estaba encargando de ayudarla todo lo que pudiera con las preparaciones de su boda. Dominic, su hermano menor, era demasiado pequeño como para ser enviado a una función de ese estilo por su cuenta. No quedaba otra opción que Thibaut, por mucho que hubiera deseado otro tipo de compromiso. Había llegado el día anterior y se hospedó en uno de los hoteles de Assen, deseando haber aprendido más holandés cuando era pequeño. Podía musitar algunas palabras en ese idioma, pero le era igual de difícil que el alemán. La recepcionista si sabía francés, pero solo algunos de los camareros practicaban el idioma, no muy bien. A veces le iba mejor cuando hablaba inglés, pero su acento británico con el que había aprendido a pronunciar las palabras a veces conllevaba miradas airadas de holandeses que estuvieran cerca.

Llegado el día del evento, tomó uno de los caballos del carruaje familiar que lo había trasladado desde París a Assen y partió en dirección al Museo de Drent. No había necesidad de ir con el carruaje si solo se trataba de una persona y el disfrutaba la cabalgata. Con una vestimenta muy elegante, varias mujeres que llegaban a lugar al mismo tiempo que Thibaut desviaron su mirada hacia el muchacho. La visión era formidable, por mucho que el francés no se diera cuenta. Se bajó del magnífico equino blanco, entregando las riendas a uno de los criados que se encontraban en la entrada del museo para que lo llevara a los establos. Una radiante sonrisa decoraba el rostro de Thibaut, porque mal que mal, el lugar era hermoso. El gordo anfitrión se acercó a grandes zancadas, con una sonrisa aun más grande que la del chico, exclamando a viva voz '¡Vaya, Thibaut, como has crecido! La última vez que me viniste a ver debes haberme llegado hasta acá...' señalando un punto en su abultado estómago donde debería estar su ombligo. Estrechando la mano del hombre, riendo ante la demostración de familiaridad, Thibaut extendió los saludos de su familia y se disculpó por el hecho de que solo el había podido llegar.

Pero la atención del anfitrión no se quedó en él por mucho más tiempo, ya que la gente seguía llegando. El francés fue conducido hacia el magnífico jardín del museo, en donde ya había mucha gente. Aquel lugar era como un sueño, como si alguien se hubiera propuesto congelar el tiempo y haber creado una eterna primavera. El día estaba extrañamente soleado, con bancos de nubes que correteaban a través del cielo. Y el tiempo, a pesar de parecer como si se hubiera detenido, pasaba rápido. Una hora transcurrió sin que el muchacho se diera cuenta, entre conversaciones con antiguos conocidos holandeses, introducciones a nuevas relaciones que seguramente complacerían a su padre y actualizaciones en noticias que no habían llegado aun a Saint-Étienne. Una hora en que habló en francés, en inglés, hizo el intento de hablar alemán y chapurreó algunas frases en holandés. Todo con una sonrisa en el rostro, tratando de recordar todos los nombres nuevos y muy extranjeros que le habían dicho.

Y cansaba. Suspiró y disculpándose del grupo en donde se encontraba, se retiró un poco de la multitud. Escuchaba como un cuarteto de cuerdas tocaba una amena melodía para deleite de muchos. Se dirigió hacia uno de los meseros que llevaban bandejas con copas de vino y cogió una para el mismo. Dejándose llevar por sus pasos, poco a poco fue acercándose a estanque donde se observaban peces de todos los colores del arcoiris. Mirando a su alrededor, una sonrisa se abrió camino en su rostro al reconocer a la persona que menos hubiera imaginado encontrarse en ese lugar al otro lado del estanque. Se apresuró en hacer desaparecer la distancia que los separaba, rodeando el estanque.

-¡Oh, fortuna! Bendita seas por permitir que mi camino se cruzara con el de alguien que guarda un espacio tan especial en mi corazón- exclamó en francés con una gran sonrisa, cuando aun quedaban un par de metros para llegar a donde estaba sentada Emma. Hacía tanto tiempo que no posaba su mirada en la mujer, que casi había olvidado lo azules que eran sus ojos y lo dorado que era su cabello, pero ahora todos los recuerdos habían vuelto a él. Emma era una mujer extremadamente hermosa, y con aquel marco de árboles y flores de cerezo, aquella cualidad se veía resaltada de gran manera.
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Mensaje por Mina Zwaan Miér Abr 11, 2012 9:20 pm

"No te dejes abatir por las despedidas.
Son indispensables como preparación para el anhelado reencuentro.
Y es seguro que los amigos se reencontrarán, después de algunos momentos o de todo un ciclo vital".


Seis años atrás…


El viaje había sido algo extenuante. Lejano a lo placentero era en aquellos días el atravesar fronteras por medio de carruajes, que con el transcurso de las jornadas parecían volverse molestos, agobiantes, difíciles de tolerar.
Y sí, el recorrido desde Francia a su tierra natal era todo un periplo al que Emma no había podido acostumbrarse aún. Todo lo contrario sus padres, que de cierta forma proyectaban una paciencia irrevocable, sobre todo al perder horas vislumbrando sosegadamente el limitado abanico de paisajes transitados entre las dos naciones.

“- Vamos preciosa, deberías estar feliz de este viaje, pues es muy diferente a todos los anteriores-“ le confería cada tanto su padre, utilizando siempre las mismas palabras como si de un discurso memorizado se tratase. Aquella humilde intención esbozada en son de generar serenidad en la fémina parecía impartir todo lo contrario en ésta que, ante dichos vocablos mofaba por el aturdimiento provocado al sentirse rodeada de tantos elementos constantemente repetidos; palabras, caballos e interminables praderas, acompañadas siempre de todas las eventualidades negativas propias de un viaje tan extenso.

Sin embargo, cuando la noche recaía y el silencio se expandía por los alrededores, una particular y aun indescifrable sensación invadía a la ansiosa damisela, sumergiéndola en un estado de paz tal que le permitida descansar plácidamente con el arrullo creado a partir del suave resonar por parte de los cascos equinos sobre alguna que otro superficie rígida.

Un nuevo día trajo consigo en una esplendida mañana de cielo azul la esperada llegada. La diligencia ya transitaba los suelos neerlandeses, más precisamente aquellos de donde era oriunda la familia Zwaan; Assen.
En medio de las risas paternas y las emocionadas lagrimas por parte de su progenitora, Emma descifró en su interior aquella incomprendida sensación que cada noche le posibilitaba un sueño apacible. Era la tranquilidad despojada por el callado anhelo en volver a su tierra natal, esa por la que sus padres habían luchado tanto, desembocando sus actos en un obligado e inesperado exilio que tras años de disyuntivas dentro de los Países Bajos, concluían con un merecido regreso de éstos al adorado hogar, testigo de sus respectivos nacimientos, crecimientos, triunfos y perdidas entre muchas cosas más.
Respiró por una de las ventanillas del carruaje el fresco aire que su tierra le brindaba en son de bienvenida, sintiendo nuevamente la caricia de aquel especial viento matutino sobre su rostro. Sonrió de forma alegre, sincera. Y en su memoria resguardó aquel singular sentimiento despertado en su interior.

Presente…

Aquellos resonantes y afrancesados vocablos masculinos evocaron una sensación similar a la de esa añeja mañana, sellada en la mente y corazón de la Condesa, quien ahora se reflejaba atónita, verdaderamente asombrada por lo que sus azulados ópalos vislumbraban con atención.
- Dadivoso el destino que me permite verle luego de tanto tiempo moniseur Beaudelaire - impartió a la par que erguía su delicada y femenil anatomía de la banca, llevando ambas manos a la altura de su pecho y así apoyar éstas, una encima de la otra sobre su corazón, en un gesto exponente de autentica alegría.

Tan fugaz ápice de tiempo bastó para que los ojos de la Condesa denotaran algunos de aquellos cambios y permanencias en el exterior de Thibaut, convertido tanto por las buenas enseñanzas de su familia, como por las venidas experiencias propias del tiempo en todo un hombre. De pies a cabeza. No había duda de ello.
Más tanto la sonrisa, como las dulces pecas en aquél rostro, mantenían aún dejo de la candidez característica del mancebo y conocida por Emma tiempo atrás, cuando claramente ninguno de los dos poseía responsabilidades de peso a las cuales cumplir. Sin embargo, con una vida completamente distinta a la de años atrás, el aprecio de ella por el joven no había cambiado en absoluto, es más, ahora se veía reforzado por la intriga de conocer más sobre el presente del galante joven frente a su persona.

Emma, siempre tan ligada a la lógica, no pudo evitar el denotar de como hasta su propio animo cambiaba tan rotundamente frente a un suceso de especial emocionalidad para ella. Después de todo, no podía ser una mujer cien por ciento abocada a lo racional como se proyectaba ante los fariseísmos aristocráticos. Y de cierta forma, su interior se contentaba en que Thibaut fuese el encargado de aquella conclusión.


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Mensaje por Thibaut Beaudelaire Miér Abr 18, 2012 9:41 pm

Aquel encuentro implicaba muchísimo más para Thibaut de lo que dejaba entrever. Ciertamente, jamás iba a dejar que todos los invitados de la fiesta se enteraran de lo que pasaba por su mente, pero la felicidad de ver a Emma una vez más era difícil de esconder. Ahora todos los kilómetros recorridos valían la pena y estaba más que seguro de que su padre estaría feliz de escuchar noticias de la familia Zwaan. Daba por sentado que al cabo de un tiempo tendría las mejillas algo adoloridas de tanto sonreírle a la mujer, pero no le importaba. Si tan solo hubiera sabido que iba a estar en ese lugar desde antes... Podría incluso haber concertado una visita a tu morada y quizás podrían haber llegado al museo juntos, como los buenos amigos que eran. Aunque también daba por seguro de que todo el tiempo que habían pasado sin verse importaba. Ya no eran niños ni adolescentes que exploraban los bosques de Saint-Étienne ni que se enseñaban mutuamente a hablar el idioma natal del otro. Eran adultos con responsabilidades y heridas, más sabios y más cautelosos. Habían soportado grandes pérdidas y felicidades más grandes aun. Pero, al fin y al cabo, ¿cómo iba a decir que todo el cariño que una vez sintió por la holandesa que tenía al frente había desaparecido del todo? Porque eso ciertamente era una gran mentira.

Un par de zancadas por parte de sus largas piernas fueron más que suficientes para cerrar la distancia que lo separaba de Emma. Los años definitivamente habían sido generosos con la muchacha, ya que pareciera que con el pasar del tiempo solo belleza se había agregado a su semblante. Y cuando llegó a su lado, extendió ambas manos para estrechar las de ella. -Queridísima Emma, si tan solo hubiera sabido que estarías aquí, me hubiera esmerado en encontrarte con más anticipación- exclamó contento, aunque sin alzar demasiado su voz. Aunque supiera que todos en ese lugar contaban con el holandés como su lengua natal, no quería que escucharan su conversación. Algunas felicidades eran mejor disfrutadas en privado. Y tenía por seguro que más de algún invitado manejaba un grado de francés lo suficientemente bueno como para entenderlo.

-Los años que han pasado solo han agregado belleza a tu rostro, Emma- agregó, tomando por fin las manos de la mujer y besando el dorso de ambas. De manera suave y sutil, de la manera que dictaban los modales de campo de Francia. Los recuerdos inundaban su mente. Recuerdos de visitas fugases en donde sus padres hablaban de negocios y ellos hablaban de bailes y amigos. De desayunos repletos de risas, de botas llenas de barro después de recorrer la campiña francesa, de la primera visita a los diques holandeses guiada por la misma Emma. De ceremonias en Assen y en Saint-Étienne, de bailes en donde batallaban sobre quién era más diestro en la pista de baile. De tardes tranquilas en donde los libros y la conversación eran los protagonistas. De noches que se convertían en madrugadas de tanto conversar, mientras en el fondo se escuchabas risas de sus padres, que habían sido tan amigos como ellos. El porque de la pérdida de contacto todavía no era claro para Thibaut, aunque tenía la impresión que la muerte de los padres de Emma había jugado un rol fundamental en ese acontecimiento. Que, por supuesto, debía ser corregido de inmediato. No dejaría que pasara nuevamente.

-Espero, mon ami, que te encuentres bien...- dijo Thibaut, medio preguntando, medio afirmando. Ciertamente, Emma se veía bien. Aunque nunca se sabía que había bajo la superficie de una persona a menos de que se intentara averiguar. Y después de tanto tiempo sin verla, el francés estaba más que dispuesto a intentarlo por lo menos.
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Mensaje por Mina Zwaan Lun Abr 30, 2012 7:03 pm

"Nuestra conducta es la única prueba
de la sinceridad residente en nuestro corazón."


Sosteniendo con delicadeza las templadas manos de su apreciado amigo, Emma no pudo evitar imaginar en su fugaz mente, lo alegres y orgullosos que se hubiesen sentido sus padres al observar a Thibaut presente en los Países Bajos por sí solo, siendo parte de una fiesta de la sociedad neerlandesa como todo un caballero de la alta alcurnia. Sin dudas a los ojos del padre de la Condesa, aquel estimado joven sería el estereotipo perfecto del hijo varón que nunca tuvo.

- El tiempo ha sido bondadoso con ambos entonces, querido amigo - confirió en forma de halago recíproco con una moderada risa, al tiempo que liberaba aquellas cálidas y varoniles manos ajenas antes de que las miradas ajenas levantaran alguna ceja al respecto de las acciones de ellos dos. La rubia no podía evitar morder su lengua cada vez que notaba aquellas ridiculeces propias de una protocolaria hipócrita que solo buscaba generar apariencias falsas ante la vista foránea. Había faltas mucho más relevantes que juzgar a alguien por la forma en que ésta demuestra apego hacia un ser querido, pero claro, para los fariseísmos aristócratas lo importante era solo aquellos que se daba ante los pares, no a espaldas de ellos.

Anulando que aquellos cotidianos pesares opacasen su palpable alegría, posó su azulada mirada en los sinceros orbes de su compañero. Aún mantenía cierta incredulidad por aquel inesperado acontecimiento. La vida de Emma estaba tan meticulosamente organizada, que aquellas sorpresas la sacan de lugar, felizmente en esta ocasión, de la manera más agradable posible.
Con un leve movimiento de su mano tomó el brazo del joven sin su consentimiento y sonriendo, le invito a dar un paseo por aquellos hermosos y fragantes jardines pertenecientes al Museo.

- Uno siempre puede encontrarse mejor Thibaut, pero bien sabes que no soy una persona codiciosa - respondió serena mientras sus taconados zapatos pisaban lentamente la verde hierba, comenzando así aquellas dos figuras ha alejarse del chismoso tumulto neerlandés, del cual, Emma ya parecía bastante hastiada.
- Seguramente resguardes un millar de historias que compartir, pero antes debo saber como se encuentran todos en Saint-Étienne. Tengo gratos recuerdos de tus padres, así como de Angelique, Noella y el inquieto Dominic - con su mano libre dio dos suaves golpecillos sobre el brazo del caballero que su otra extremidad sostenía, como si aquel delicado gesto reflejase además de cierta estima y nostalgia, el alborozo de que él contase con una familia tan numerosa y especial. Emma creía que éste no podía contar con un regalo en vida mejor que ese.

Generado el conocido ápice silencioso entre pregunta y respuesta, detuvo su andar, posando atención en la estructura externa del Museo, más precisamente sus inmensos y traslucidos ventanales, a los que contemplo por unos instantes, denotando el reflejo de las nubes y el cielo en estos. Una leve sonrisa se dibujo en su paciente semblante al creer que la mirada de su compañero mantenía aquella sinceridad, aquella transparencia de años atrás. Un detalle admirable que de permanecer puro e intacto le haría alguien diferente en esta vida de seguro. Y ella estaría complacida de ser parte del recorrido de alguien con dicha característica en un mundo que cada día se tornaba más retorcido y falso.


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Mensaje por Thibaut Beaudelaire Jue Mayo 03, 2012 11:14 pm

Respondió con una gran sonrisa el halago que Emma le devolvía, pensando en que distaba mucho del adolescente que había sido cuando mantenían un contacto mucho más seguido. Por mucho que Basile le dijera una y otra vez que seguía comportándose como un niño, el sabía que había cambiado. Madurado, crecido, todo lo que significaba convertirse en un adulto. Y aunque sabía que en algunas ocasiones debería demostrar algo más del decoro propio de alguien de su posición social, lentamente se iba adaptando al rol que le había tocado. Y Thibaut suponía que lo mismo pasaba con la holandesa: las características más infantiles de su conducta iban desapareciendo para dar lugar a rasgos típicos de la adultez. Aunque esperaba, por el bien de sus recuerdos y de la imagen que guardaba de la mujer en su corazón, que algunos rasgos que conocía tan bien cuando eran más jóvenes no hubieran desaparecido del todo.

Sin oponer ninguna resistencia, dejó que la joven se tomara de su brazo y dejó que lo guiara por aquellos sutiles caminos que delineaban los recorridos de aquel lugar tan bonito. Las conversaciones de la gente que había asistido a aquella reunión pasaron a ser simple ruido de fondo que ya no lo iba a distraer de lo que Emma tuviera que contarle. Ella había pasado a ser la prioridad esa ocasión. Ella y sus bellos ojos azules.

-Se encuentran todos bien, gracias por preguntar- empezó a explicar, mientras la alusión a su familia hacía aflorar otra gran sonrisa en su rostro. -Mi padre se encuentra en buena salud, y mi madre delicada como siempre, eso previene que haga viajes largos- si tan solo sus padres hubieran podido hacer ese viaje con él, estarían tan contentos al haberla visto. 'Ma petite Emma', como solía llamarla su padre, hubiera avivado tiernos recuerdos de la amistad que habían tenido con sus padres. Sin duda, algo así sería perfecto para la salud de su madre. Los bellos recuerdos siempre parecían hacerle bien.

-Dominic ya cumplió los quince años- agregó, sin poderlo creer demasiado. Habiendo siempre sido el bebé del Château d'Beaudelaire, costaba pensar que iba creciendo igual que todos. No se darían ni cuenta y ya estaría convertido en un hombre. -Y la noticia más reciente es que Angelique se ha comprometido con Monsieur Pontmercy, no se si lo recuerdas, también vive en Saint-Étienne- finalizó, notándose en su tono de voz lo entusiasmado que estaba al respecto. Pontmercy era un gran amigo y había estado cortejando a su hermana desde hacía ya más de un año. El lazo entre ellos dos era del más profundo cariño y estaba segurísimo de que esa unión solo proporcionaría dicha a todos los involucrados. Se habían detenido frente a unos trabajados ventanales, pero la mirada del francés no se desvió del rostro de la mujer. Según su parecer, el tiempo había hecho de su rostro una obra de arte muchísimo más bella. Valía la pena quedarse mirando unos segundos más.
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Mensaje por Mina Zwaan Lun Mayo 07, 2012 2:33 pm

"Un secreto compartido
es una complicidad enlazante."


Las novedades con las que Thibaut había arribado a Assen no eran más que excelentes noticias que seguramente tendrían a la familia Beaudelaire en un estado de regocijo absoluto. Aquellos tiempos pasados donde la salud de madame Aurore había traído tantas preocupaciones opacando el espíritu familiar ahora parecían quedar plenamente atrás, recibiendo aquel grupo de personas tan adorables y atentas la nueva y merecida ola de felicidad que desembocaba en su cálida morada de Saint-Éttiene.

- Les enviaré un obsequio en muestra de mi contento por tan buena noticia - comentó algo mecánica, aún atrapada su vista en el reflejo de aquellos cristales que parecían cautivarla de una forma particular seguramente. Pero no era ninguna novedad de que Emma solía prestar particular atención en ciertas cosas que la mayoría de la gente vislumbraba cotidianamente sin encontrarle gracia alguna.
Aquel reflejo del Sol, del cielo y las nubes sobre la placa traslucida del cristal habían llevado a la condesa a un vago estado de reflexión, tomando como partida el rencuentro con su tan preciado amigo.
¿Hasta que punto somos sinceros y transparentes con aquellos que apreciamos sin interés? Era la pregunta que retumbaba en la mente de la rubia, repentinamente atormentada por sucesos de su vida que solamente ella conocía. Y eran esos secretos los que hacían dudar a la dama de si su mirar revelaría algo de ello, algo de eso que aún no estaba lista para confesarle a Thibaut.

Una suave ráfaga de viento golpeo grácilmente su rostro, haciéndola volver en sí. Sus azulados orbes se posaron nuevamente en el rostro de su estimado, notando como éste aún mantenía su mirar en ella, inamovible, contemplativo por quien sabe que razón.
- ¿Y cuáles son tus novedades personales, querido Thibaut? Un hombre tan apuesto e interesante seguramente no debe tener una vida tan sosegada - profirió, abocando nuevamente por completo su mente en el francés, quien indudablemente poseería consigo más de una anécdota que compartir. Los años traían siempre consigo sucesos y experiencias inolvidables. Y Emma se negaba a creer que Thibaut no fuese participe de dichos elementos propios de la vida de todo humano.
Conociendo un poco más de aquel renovado hombre frente a sus ojos, puede que en el interior de la neerlandesa aquella necesidad de sincerarse con alguien se viese fortalecida y respaldada por la comprensión de alguien apreciado por ésta. O puede que todo lo contrario, continuando aquellas peculiares revelaciones sumergidas en lo más oscuro de aquella que a la vista de todos se proyectaba como una dama serena y sobre todo pensante, abrazada por la bendición de una armoniosa belleza.



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Mensaje por Thibaut Beaudelaire Miér Mayo 09, 2012 11:46 am

-Espero que sepas que el mejor regalo que podrías darnos, mon ami, sería una visita tuya a Saint-Étienne, nos haría a todos un enorme bien- le respondió, esperando sacarle una sonrisa a aquel rostro que se había vuelto algo melancólico de un momento a otro. Demasiado para su gusto, y no le gustaba ver a la mujer así. Recordaba con claridad inusitada en él, la manera en que el rostro de su madre se iluminaba cuando escuchaba las noticias que Emma le traía de los Países Bajos o cuando hablaban de la última moda que se había visto en Londres o en París. Y estaba más que seguro que Noella estaría encantada de ver a aquella mujer que hacía tantos años encontraba como la fémina más elegante de toda Europa. A pesar de la diferencia de edad que había entre su hermana menor y Emma, la presencia de la neerlandesa sería de gran ayuda, tanto como para tener alguien a quién imitar como para beneficiarse de sus opiniones. Y obviamente que el resto de su familia también estaría más que contenta de verla, después de todos esos años.

Emma debería saber que Thibaut en realidad no disfrutaba mucho hablando de si mismo, pero después de tanto tiempo sin tener noticias contundentes del otro, aquella pregunta era casi de rigor. Tan solo no esperaba que el fuera el primero que tuviera que responderla. -¿Mis novedades personales? Bueno, ciertamente no son tan grandes como las de Noella. Me he trasladado a París por el momento, en busca del beneficio de los maestros de las leyes- empezó a explicar, mientras tranquilamente comenzaba de nuevo a caminar, siguiendo un sutil camino dentro de los mismos jardines, dirigiéndose al lugar en donde estaba una hermosa exposición de estatuas. Las figuras de ninfas del bosque y de los ríos en mármol blanco eran de una delicadeza tal que era imposible no fijarse hasta el más mínimo detalle. -Y mi padre ya empezó el adoctrinamiento sobre la administración de los territorios familiares y la fábrica, nada demasiado heroico ni interesante- terminó diciendo, aun dándole vueltas en su cabeza que lo hubiera llamado un 'hombre tan apuesto e interesante'. Definitivamente el no se veía así mismo de esa manera, y le parecía extremadamente extraño cuando otras personas si lo hacían. El se limitaba, simplemente, a no darle demasiado crédito a sus palabras.

-Pero ya basta de este monólogo desvergonzado, ya que tus novedades deben ser infinitamente más interesantes que las mías- le dijo, mientras se detenían frente a una pequeña estatua que describía la fábula de Apolo y Dafne. Se podía observar a la ninfa corriendo del dios griego, mientras sus pies echaban raíces y sus dedos se convertían en ramas y hojas de un laurel. -Dime, querida Emma- empezó diciendo, mientras se volteaba hacia la mujer y con una sonrisa descubría la flor del cerezo que se cobijaba entre sus dorados cabellos. Con delicadeza la tomó y la depositó en las manos de aquella Dafne de mármol. -¿Qué ha llenado tus sueños y ambiciones desde la última vez que nos vimos?-.
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Mensaje por Mina Zwaan Sáb Mayo 19, 2012 4:18 am


Sonrió levemente ante aquellas palabras que no podían ser dilucidadas de otra forma sino como una amable solicitud de su amigo en visitar tanto sus tierras, así como a la familia Beaudelaire.
No pudo evitar pensar como reaccionarían aquellos que tanto estimaba al verla ahora. Los años habían transcurrido y con ello los cambios habían arribado ¿Aún podrían denotar las pequeñeces que tanto agradaban en su persona? Ella esperaba que sí. En muchos aspectos aún se sentía idéntica a como se proyectaba en las reuniones de Saint-Étienne. Por otra parte era consciente de que tanto Thibaut, como sus padres y hermanos ni siquiera imaginarían todos y cada uno de los particulares acontecimientos que moldearon la personalidad de Emma desde aquella última visita a su caluroso hogar.
¿Estarían al tanto por voces ajena de que Emma había dado a luz a una niña que no tenía ahora consigo? La idea la aterró un poco, por el hecho de no saber explicarse. De no saber como excusar aquella falta. Nunca lo había hecho con nadie, pues el tema jamás había sido tocado. Pero como todo en la vida, algún día llegaría el momento y notó que al presente aún ni tenia idea de por donde empezar.

- Tengo la buena noticia de que pronto recibirán mi visita. Es una promesa mi estimado - replicó amable y gustosa de marcarse aquel compromiso, pues ningún temor le haría perder el cariño por quienes le habían abierto las puertas de su casa tan humildemente.

Thibaut, como siempre escapaba a toda aquella cuestión que le hiciese proyectar algo de su interior. Parece que el transcurso del tiempo no podía modificar ciertas cosas en las personas ¿Acaso se avergonzaba de algo? Era un joven apuesto, inteligente, proveniente de una familia con valores firmes. Un ser humano excepcional. Tal vez la razón de su inhibición fuese no haberlo notado aún, o no creérselo en todo caso.
La rubia sonrió prometiéndose internamente buscar la forma mas propicia para conocer un poco más del nuevo Thibaut, ese que aún no se atrevía a asomar frente a los ocelos de ella.

Una inevitable sonrisa se dibujó en el rostro de la neerlandesa al enterarse del traslado de su amigo a la capital francesa. Pese a no creer mucho en las casualidades, ese día se había hecho con una al encontrarse con el joven y ahora se veía sorprendida con otra, una más interesante sin dudas.
Tras la caminata, denotó la atención del francés por las esculturas presentes en aquella sección del jardín del Museo, dedicada a la exposición de obras relacionadas a la época del mito griego y romano. Sus ojos pasaron fugazmente por encima del blanco mármol tallado, pues de memoria conocía cada una de aquellas esculturas, a las que tantas veces había contemplado, por curiosidad, investigación y hasta por simple ocio. Sin embargo, aquel día la representación de Dafne y Apolo había tomado una gracia particular, con algo tan diminuto como era aquella flor de cerezo que de sus cabellos, fue a descansar entre las manos talladas de la ninfa gracias a la atención del mancebo.

- Como siempre uno de mis más grandes anhelos es el mantenerme siempre con alguna incertidumbre mi querido amigo. Solo a base de preguntas la mente funciona y reflexiona - y era cierto, abocada al plano racional cuan filosofa, había adquirido la necesidad de desglosar todo aquello de lo que dudara, buscando explicaciones mas concretas, mas fácticas. Más lógicas.
- Pero creo te alegrará saber que la próxima semana viajo a París, pues he sido nombrada Sub Directora del prestigioso College de France - sus vocablos fueron proferidos con alegría y orgullo, tanto por el logro alcanzado tras su postulación a dicho cargo, así también por la regocijante idea de tener cercano así al que por tanto tiempo dadas algunas circunstancias mantuvo a la distancia.
- ¿Qué más se puede desear que una amiga cercana reprendiendo en calidad de superior? - rio moderadamente por el chiste comentado. Ojalá su compañero jamás cayera en eso de verle como una autoridad severa y malhumorada simplemente por el cargo que ésta había decidido aceptar.



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Mensaje por Thibaut Beaudelaire Dom Mayo 27, 2012 2:03 am

Un gesto gracioso con la mano que casi denotaba como una expresión de triunfo se dejó ver después de que Emma le prometiera una visita a él y a su familia en un futuro más concreto. No se demoraría en enviarle la noticia a sus padres, que estaba seguro que la recibirían con el mismo gusto que él. Especialmente con la boda que había que empezar a planear sería una visita realmente apreciada. La mano que llevaba en el bolsillo de su chaqueta, la opuesta a la que le ofrecía a Emma para que se apoyara mientras caminaban, tomó por unos segundos la mano de la mujer que descansaba en su brazo. Un ligero apretón acompañado de la cálida sonrisa que le dedicó fue su manera de sellar aquella promesa. Lástima que solo sus oídos la habían escuchado, aunque confiaba lo suficiente en el sentido de honor de la neerlandesa como para no creer ni siquiera por un segundo que podría echarse para atrás.

-Pues pregunta lo que gustes, Emma, y estaré feliz de saciar tu curiosidad y ojalá poder ejercitar tu mente- le respondió, esperando que el tuviera el permiso para hacer lo mismo. Creía recordar aquel ligero ceño fruncido que se formaba en el tierno rostro de la joven cada vez que le preguntaba algo que no quería responder. Aunque tantos años habían pasado... Sin embargo, ese era el tipo de expresiones que no se cambiaban por mucho que se quisiera. Se realizaban de manera inconsciente y solo pocos podían adivinar cual era el significado para el que lo demostraba. Quizás cuantos gestos tenía él que delataban perfectamente lo que pasaba por su mente a quién supiera verlos bien. La mano que había estrechado la ajena todavía se encontraba ahí. Los dedos de Emma se encontraban fríos a su tacto y si se lo permitía, Thibaut quería cambiarlo. Nada más se podía esperar de viejos amigos que se reecontraban después de años de no verse.

Una carcajada de júbilo se dejó escuchar en el paseo de las estatuas, proveniente de la boca del francés. ¡Aquellas si que eran excelentes noticias! Su queridísima amiga estaría en París, tan cerca de él, e incluso trabajando en aquel lugar donde pasaba la gran mayoría de su tiempo. ¿Qué más hubiera podido pedir?

-¡Mon ami, felicitaciones!- exclamó, soltando otra carcajada de puro gusto. -¡Jamás hubieran encontrado a alguien más indicada para el puesto, estoy seguro de que lo harás fantástico!- agregó deteniendo su marcha, imaginándose a la holandesa paseándose por los pasillos y patios interiores de aquel edificio tan magnífico. Sería extraño verla como una superior. Bueno, por lo menos en ese sentido, ya que siempre la había sentido superior. Más elegante, con más mundo. Más inteligente, con más clase que él. Pero ahora sería su superior en la universidad. Y si hubiera sido cualquier otra persona, se hubiera sentido increíblemente intimidado. Con Emma era diferente. Era como si estuviera destinada a situaciones así en la vida. Como si estuviera destinada a la grandeza.

-Nunca pediré algún trato especial, pero si me ves llegando alguna vez tarde a clases, no me reprendas demasiado, por favor- continuó, volviendo a estrechar con un poco más de fuerza la mano de la mujer, como para transmitirle lo contento que estaba por ella. Además, eso significaba que la frecuencia de sus encuentros se vería aumentada. Y si todas esas potenciales reuniones llegaban a ser igual de agradables que esta, las esperaría a todas y cada una con ansias.
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Mensaje por Mina Zwaan Jue Jun 21, 2012 1:29 pm



En aquellos instantes Emma no podía explicar con palabras certeras el regocijo que le daba ver a su viejo amigo tan feliz por sus novedades, por aquel nuevo camino que su vida emprendería con decisión, con sentimiento curioso por ver que nuevas sorpresas arribarían en su trecho residiendo en la capital francesa.
La mano del joven se sentía templada, con una calidez solamente comparable al acogedor espíritu que él poseía innatamente para con casi todo el mundo. Thibaut tenía la dulce característica de siempre reflejar júbilo ante los avances de otros, le beneficiase a o no, él solo velaba por el progreso de aquellos que le importaban.

No pudo evitar reír, aunque mucho más medida en expresión que su acompañante. No podía dejar completamente de lado aquellas preocupaciones que se presentaban en su cabeza de forma de vaivén, dando paz por ciertos periodos de tiempo pero siempre regresando para acecharle.
Mantuvo la sonrisa en su rostro solo para acreditar que su limitación se debía a la proyección de su persona que debía generar frente a ciertos conocidos de su familia, pues la realidad también demarcaba que Emma aún seguía soltera y sus padres inquietos por eso siempre le habían recomendado reflejarse como una dama excelsa y medida frente a otros pares. Inmensas tonterías para la mente de la neerlandesa quien solo cumplía aquellas solicitudes para el no disgusto de sus progenitores, pues la verdad era que ella no estaba siquiera consciente de no poseer pretendiente alguno, bueno no de la clase de hombre que le agradase.

Aún sentía sobre su piel gélida como de costumbre en sus manos, el tacto que imprimía la atenta presión de la palma de Thibaut. Aquel gesto tierno llevó los ojos azulados de la rubia hasta los de él, a quien le dedico una mirada particular, como si ante el reflejo de sus ópalos Emma contemplara todo el transcurso evolutivo del muchacho hasta ese preciso instante. El jardín se torno silencioso y ellos dos también, pareciendo dos nuevas estatuas. Para ella esos momentos en los que el silencio decía mucho más que las palabras eran exquisitos. Sonrió levemente al pensar si su amigo sabría descifrar aquellos vocablos que estaban allí, flotando en el mismo aire pero que ni siquiera en pronunciados.

- El anfitrión de la fiesta les invita a ingresar al salón principal del Museo junto a los demás invitados para degustar algún platillo y bebida de su gusto - la voz quebró bruscamente y sin permiso alguna aquella particular escena, generando que la rubia voltease repentinamente fijando sus orbes en la joven emisaria que con la cabeza gacha aún aguardaba por la confirmación de que sus palabras habían sido comprendidas.
- Muchas gracias, no tardaremos - replicó con una sonrisa que iba acompañada de un descenso de su frente en dirección a la jovencilla. Pese a su posición social Emma no gustaba de ser de aquellas mujeres que trataban a la servidumbre como meros esclavos. Y sí tenía presente que los mismos recibían una remuneración para cumplir con ciertos deberes impuestos, pero no por eso aquellas personas perdían su condición humana por unos cuantos francos. “Los hombres son todos pares, es su fortuna, mente y sentimiento hacia los otros lo que los diferencia, para bien o mal”. Aquel pensamiento surcó fugazmente su cabeza, deseando poder hacer algo para que su idea de una sociedad más homogénea se presentase ante sus ojos.
Con un suspiro, se prometió reflexionar al respecto de aquel tema de índole social, volviendo su mirar nuevamente a su querido amigo.
- ¿Gusta de acompañarme? Puedo jurarle que su presencia en esta fiesta ha sido mi bendición, de lo contrario no quisiera imaginar mi solitario semblante para estas horas - confirió con un dejo cómico en sus palabras a la par que se aferraba al firme y ofrecido brazo de su estimado. Ese tipo de confesiones solo podían darse cuando la confianza sobraba.

La invitación estaba hecha y sinceramente Emma estaría encantada de continuar aquel intercambio de palabras con aquel joven tan querido, importándole poco que pensaría su grupo al verla tan abocada en atención hacia él. Thibaut merecía eso y mucho más.


Off: Lamento mucho la demora, esperando no vuelva a suceder. Saludos!


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Mensaje por Thibaut Beaudelaire Jue Jun 28, 2012 1:44 am

Una sensación de regocijo llenaba a Thibaut de una manera que no hubiera esperado que le sucediera en una reunión social como aquella. Quizás después de todo, aquellos viajes breves no fueran tan malos como pensaba, aunque dudaba de que todos trajeran tantos beneficios como aquella corta visita que estaba haciendo en los Países Bajos. Pero después de pensarlo algunos segundos, a partir de la próxima semana tendría aun menos razones para abandonar Francia. Su amiga estaría ahí más seguido, y no tendría que abandonar su patria para ir a visitarla. Estaría residiendo cómodamente en la misma ciudad donde lo hacía él. ¿Qué más necesitaría para sentirse así de feliz cuando tantas buenas noticias llegaban de improvisto?

Con su mano aun posada en la de Emma, se dedicó unos segundo a observarla, sin hacer nada más que conectar sus ojos con los de ella. El resto de los invitados de la fiesta no presentaban ninguna característica de interés que hiciera que quisiera desviar su atención de la mujer y la sonrisa que ella le devolvía, esa que tantos años había pasado sin ver, volvía a estar ahí. Dirigida a él. Solo a él.

Con increíble facilidad pudo perderse en esos extensos mares azules que presentaban las orbes de su amiga. ¿Cómo es que jamás se había dando cuenta antes de la verdadera extensión de su belleza? Quizás hubiera sido que su memoria en todos aquellos años que habían pasado desde la última vez que se habían visto hubiera empezado a obviar ciertos detalles, como aquel brillo tan característico de su mirada, como su rostro se expresaba sin que tuviera que vocalizar nada. O quizás fuera que antes la había observado siendo un chiquillo. Mucho podría cambiar en un par de años y el cambio en ambos era notorio. Y Thibaut cada vez era más consciente de la gélida mano que tenía sujeta y de lo mucho que Emma pareciera querer expresar pero sin encontrar las palabras adecuadas. O el contexto.

Y sin que se diera casi ni cuenta, aquel momento tan especial fue interrumpido. Cuando Emma rompió el contacto visual con él, Thibaut no pudo más que quedarse un par de segundos más mirando su perfil, como reclamando que ese par de segundos no habían sido suficientes. Pero pudo colectarse rápidamente y asintió mirando a la criada, para darle a entender que la había escuchado. Observó sin moverse aun como la muchacha se empezaba a retirar en dirección del salón principal, para luego volver su atención a su acompañante, que había hablado.

-Por supuesto, sería un gran placer- le respondió el hombre, soltando una pequeña risita. Empezó a caminar en dirección a la edificación, notando que casi todos los invitados ya se encontraban en aquel lugar. No había notado el momento en el que la reunión había cambiado de escenario, tan absorto había estado en su conversación con la holandesa. -Debo confesar que igualmente su presencia ha sido como caída del cielo, ya me estaba avergonzando lo suficiente por mi deficiente neerlandés- agregó, pensando en que debería haber aprovechado más en su infancia el aprendizaje de diferentes lenguas. En ocasiones como aquella hubiera sido de extrema utilidad.

-Aunque ahora quizás el rodearnos del resto de los invitados tenga sus dificultades para mi, ya que tendré que pelear por su atención cuando los demás jóvenes se den cuenta de que he estado acaparando a la muchacha más bella de todas las presentes por demasiado tiempo- continuó diciendo, mientras seguía caminando. Y bueno, si es que se daba esa situación, tendría que ingeniárselas para que no le alejaran de Emma. Aunque ya era un misterio el porque no estaba rodeada de pretendientes, no se quejaba. No la había visto en años y todavía tenían miles de cosas de las cuales conversar. Definitivamente no andaba con el ánimo de andar traduciendo su conversación para que otras personas no tan versadas en el idioma francés pudieran comprenderlos.
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Mensaje por Mina Zwaan Jue Jul 12, 2012 7:09 pm



Los bastos y profundos estudios en disciplinas tales como la filosofía habían enseñado a Emma con el pasar del tiempo el inmenso poder que tenia la retorica a la hora de expresarse en toda reunión aristócrata. A la gente de clase le gustaba oír los halagos mas hipócritas que toda mente pudiese generar, incluso cuando sus receptores fueran totalmente conscientes de la falsedad impresa en tales dichos, pero frente a los demás lo que realmente importaba era hacerse con una cantidad numerosa de halagos que llegasen a oídos ajenos. Era por esa simple razón que la neerlandesa había perdido cierta confianza en toda atención oral que las personas tuviesen con ella y aunque supiese que los vocablos de Thibaut nunca serian proyectados con falsedad, ella no sabia reaccionar de otra manera que sonriendo agradecida, aunque sus pensamientos siempre finalizarían por creer que tales agasajos eran exagerados.

No tardaron en adentrarse juntos al salón principal del Museo, adornado exquisitamente para la ocasión. La mezcla de arte y elegancia siempre habían sido la firma del organizador de aquellas refinadas fiestas donde solamente gente de peso e importancia en el continente tenían honor de ser invitadas. Se alegró mucho al denotar que su amigo era ya un hombre con todas las letras y que algún día sería el quien llevase adelante el progreso de la inmensa fábrica que generaciones anteriores de su propia familia habían alzado orgullosamente, mereciendo sin dudas el reconocimiento que se les daba en toda Europa.

Los ojos ajenos, veloces y en movimiento no tardaron en hacerse con ellos curiosamente. Alguna que otra ceja se alzó junto a ciertos murmureos al observar a la futura Condesa de Assen enlazada del brazo con un caballero, acto que la sociedad neerlandesa no estaba acostumbrada a ver, por lo menos no con la solitaria Emma. Tanto los pasos de ella como los de Thibaut parecieron resonar en aquel espacio repentinamente silencioso que los recibía. Finalmente la necesidad de disimulo se hizo presente y el bullicio de conversación superfluas se hizo presente nuevamente.

- Me ocuparé de ser su acompañante y traductora por esta velada. La próxima será para una clase intensiva de neerlandés. Y ten por seguro no aceptare una negativa de tu parte - otra tarea a cumplirse, pero esta vez no habría una distancia entre ambos que le impidiera a la rubia llevar a cabo sus dichos. Internamente ya deseaba el momento de ver nuevamente a los Beaudelaire y claramente, jamás tendría excusa alguna para darle una mano a su querido amigo en algo que ésta fuese capacitada. Era necesario que Thibaut se hiciese con el idioma, podría generar muy buenos contactos y negociaciones con los locales. Solo necesitaba el empujón y Emma no dudaría en dárselo.

Los saludos, los halagos hipócritamente confeccionados no tardaron en arribar. Las parejas mayores se acercaban a los dos jóvenes para felicitarlos por su educación y prolijidad a la hora de presentarse en el evento. Algunos muchachos promovían agasajos para la rubia y otras jovencitas pasaban frente a Thibaut solo para brindarle una mirada picaresca, pues eran pocas las que se atrevían a saludarle.

- Parece la aristocracia neerlandesa tiene cierto apego hacia su persona amigo mío ¿Usted sabrá el por qué? - cuestionó aún con la sonrisa en el rostro, ejerciendo gestos con su cabeza en símbolo de saludo hacia algunas personas alejadas de donde éstos se encontraban. Emma tenía muy presente la respuesta a su propia pregunta, pero estaba claro que la rubia había denotado cierta falta de seguridad en si mismo por parte de su estimado, como si éste no creyese absolutamente todo lo que en verdad era. Como si fuese demasiado bueno para ser cierto. Pero así lo era, Thibaut era una persona maravillosa y casi todo el mundo parecía notarlo salvo él.


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Mensaje por Thibaut Beaudelaire Lun Jul 30, 2012 10:41 pm

Entrar con Emma tomada de su brazo al salón principal del festejo desde el jardín definitivamente iba a llamar la atención de los asistentes. Debería haber pensando en algo así antes. ¿Quién era aquel joven que no hablaba holandés, acaparando la atención de una de las muchachas más ilustres de su país? Los murmullos que se dejaron escuchar en la estancia, además de las miradas de las personas que se encontraban más cerca de ellos, dejaban muy en claro que aquello no era lo esperado. Jamás se había sentido cómodo en situaciones como aquellas, en donde se suponía que el fuera el centro de atención. Y a pesar de que pasados algunos segundos la normalidad volvió a tomar dominio del salón, aquella sensación de estar haciendo algo de manera incorrecta no se iba de su lado. Pero por lo menos la voz de su querida Emma lograba un efecto tranquilizante en sus nervios. Podía concentrarse en ella y hacer oídos sordos frente a algunos comentarios que amenazaban a incomodarlo aun más. -¿Crees que sería capaz de negarme a cualquier cosa que me propongas, Emma? Especialmente a algo que tiene tanto sentido...- dejó la frase en el aire, notando como su rápido francés atraía aun más miradas. Si estuviera su padre ahí con ellos, sería capaz de escapar un poco de la atención, pero se encontraba a cientos de kilómetros de distancia. Nada había por hacer más que soportarlo con entereza. Y si es que la suerte estaba con él, quizás hasta con un poco de gracia.

Y los minutos transcurrían mientras algunas personas se acercaban a hablarles. Entendía algunas palabras en holandés, pero nunca como para poder formular una respuesta que tuviera sentido. Thibaut se remitía a sonreír y a responder preguntar simples con su rudimentario manejo del idioma neerlandés. Cuando le preguntaban como se encontraba, respondía con un vacilante 'Ik voel me heel goed, meneer, bedankt' y sonreía. Aquella era la única frase más larga que podía musitar en el idioma del país anfitrión. Al parecer todo eso bastaba de parte de un extranjero para ganarse las simpatías de los más adultos que se acercaban a hablarles. Aunque el resto de la conversación le fuera dilucidada por su amiga, así logró sobrevivir aquellas interacciones. Con los hombres más jóvenes era distinto, ya que definitivamente no se estaban concentrando en él. Y con las jovencitas era todo sonrisas e inclinaciones de cabeza, aunque parecían no querer acercarse hacia donde estaban. Las influencias y acciones ceremoniosas de la sociedad de la época siempre prevalecían en esas circunstancias.

-Curiosidad, supongo. Todos quieren averiguar que hace este francés delgaducho aquí, en lugar de su padre- le respondió con una risita, mientras caminaban a una mesa donde se encontraban los refrescos. Thibaut tomó una copa con champagne y le dio un sorbo a esta, apreciando el exquisito gusto de su anfitrión. La velada era bastante tranquila, y los músicos llenaban el ambiente de tonadas hermosas. La verdadera nata y crema de la sociedad holandesa se encontraba ahí, y el chico todavía no era capaz de apreciar la verdadera envergadura del poder de las influencias. Construir redes que te favorecieran era un arte que todavía no dominaba, pero que poco a poco empezaba a practicar. Y si no hubiera sido por la ayuda de Emma, la ocasión hubiera sido mucho más difícil para él. Formaban un par poderoso a los ojos de las personas que habían asistido a aquella reunión, a pesar de la juventud que se reflejaba en sus facciones. -Y creo que para futuras visitas, estas clases que me ofreces serían de gran ayuda- agregó, mientras tomaba una nueva copa de aquel licor burbujeante y se lo ofrecía a la joven.
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Mensaje por Mina Zwaan Jue Ago 16, 2012 9:25 am


Para aquellas épocas existía un número grupo de personas que pensaban que los contactos influyentes lentamente iban robando la inocencia de las personas. Según algunos, la alta alcurnia tenía esa contraparte peligrosa, que tornaba a sus conformantes seres sumamente filosos, de ojos avariciosos y mentes maliciosas. Pero eso no era así, por lo menos no para Emma. Ella creía que en cierta parte el abocarse en temas serios donde los intereses personales y grupales se manejaban, obligaba indirectamente a “endurecer” un poco el cascarón de la juventud, sí, habían asuntos que eran imposibles de tratar bajo el ángulo de la completa candidez. Pero en general para la rubia, todo el mundo podía llegar a ser una persona firme a la hora de negociar sin que ello implicase perder su esencia como tal. Ese sería el caso de Thibaut, ojala, que pese a las responsabilidades que comenzaba a asumir, jamás perdiera su toque personal, ese que lo hacia tan especial y distinto al resto. De ser posible, la neerlandesa se ocuparía de que eso no ocurriera y que lo más profundo del alma de su querido amigo continuase igual de pura que siempre.

Las personas continuaban con sus charlas recurrente de lado a lado, el salón estaba abajo un clima sereno, donde la música y los murmurios adornaban el aire cálido que se adentraba por los inmensos ventanales abiertos que permitían grácilmente a través del danzar de las refinadas cortinas, el paso de aquel clima ameno y hasta alegre al aposento majestuoso donde se llevaba la sesión de degustaciones de bocadillos y bebidas mientras se daba la típica sociabilización de aquellas reuniones. Emma seguía afianzada en el brazo de su amigo, acompañándolo con un paso lento y contemplativo, reflejo de su comodidad ante tal momento.

Tomó la copa ofrecida, con la cual empapó levemente sus labios por pura cortesía. Apoyó el cristal sobre la mesa de refrigerios y tras analizar visualmente el panorama a su alrededor, volvió con atención la mirada a su estimado - ¿Por qué no ha venido el señor Henri, acaso es por la salud de tu madre? - se atrevió a cuestionar, los azulinos ópalos de la neerlandesa se tornaron levemente preocupados. La salud de la señora Aurore siempre fue una preocupación para toda aquella familia, pero tras tantos años de no saber de ellos, Emma ciertamente no sabia como la tan amable mujer había evolucionado a nivel de sus dolencias. Respiró profundamente y tras temer incomodar a su querido amigo, acaricio su brazo con su mano libre para reconfortarlo, cambiando drásticamente la dirección el tema - Hagamos a tu familia aún más orgullosa. Sé que un importante militar de la zona Este de la nación se encuentra en la fiesta, si gustas puedo presentártelo y ver que charla de negocios puede surgir de tal encuentro - aquel gesto iba más allá del lazo que ellos dos tenían entre si, la rubia quería ver como su amigo se desenvolvía a la hora de pactar tratos con gente bastante diferente a él. Tenía presente que el Mariscal Leeuw era un hombre recio y bastante complicado de convencer, no cualquiera le quitaba una sonrisa al veterano y menos aún, un sí como respuesta a la hora de concretar un negocio. Pero el desafío sería bueno, nada malo podría resultar de aquella prueba que Emma le tendía simpáticamente a su acompañante. Ahora la neerlandesa solamente se cuestionaba en su inquieta mente si él se animaría a dar el paso y sobre todo, si aquella pregunta anterior no le había generado algún tipo de malestar. Emma debía ir cuanto antes a Saint-Étienne cuanto antes, su consciencia se lo solicitaba con notoriedad.


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El anhelo y un árbol de cerezas [Thibaut Beaudelaire y Emma Zwaan] Empty Re: El anhelo y un árbol de cerezas [Thibaut Beaudelaire y Emma Zwaan]

Mensaje por Thibaut Beaudelaire Sáb Ago 25, 2012 4:16 pm

El cuarteto de cuerdas que en ese momento armonizaba las conversaciones de los asistentes a esa reunión parecía estar en el máximo de sus habilidades, porque la música que tocaban era verdaderamente un deleite para los oídos. No interrumpían las conversaciones, pero ciertas conversaciones se detenían solo para oírlos. Aquel anfitrión sabía lo que estaba haciendo al organizar reuniones como aquella, sabía que músicos conseguirse, el momento preciso en el que debía sacar la comida desde las cocinas, como orquestar verdaderas sinfonías sociales. Todo aquello parecía ideal, con las infalibles corrientes de influencias que se tejían entre todos los asistentes. Era casi como una competencia de la que nadie hablaba, y el vencedor sería aquel que saliera mejor parado de aquello. El que consiguiera más sonrisas de parte de las damas y más apretones de manos de los caballeros, y del que se hablara en mejores términos después de que todo acabase. Era casi un arte. Y su anfitrión era el director de orquesta.

-Has adivinado bien, lamentablemente mi madre no hubiera podido resistir un viaje así de largo y mi padre no tuvo el corazón para venir sin ella, así que me envió en su lugar- le explicó a Emma, viendo la preocupación en sus ojos. Ciertamente, si madre nunca había sido de una fuerte constitución, pero estos últimos años parecía más debilitada que nunca. Quizás una temporada cerca de la playa le haría bien, ya que todos las personas que conocía parecían coincidir en las facultades que tenía el agua de mar en los debilitados. Le devolvió una sonrisa al sentir la caricia confortadora de Emma en su brazo, mientras escuchaba su proposición de su parte. Aquello si que sería una ventaja, aunque no estaba tan seguro de que tan bien podría hacerlo. Podría quizás proponer alguna visita de negocios, dejar alguna proposición a futuro para discutir más en profundidad distintos puntos de vista y quizás alguna promesa de contactos. Aquello se atrevería a hacer, aunque jamás lo había hecho. La seguridad y el tanto de independencia que había ganado en sus meses de estadía en París podrían ayudarlo a salir del paso.

-No sé como te las arreglas, Emma, para siempre lograr que haga cosas que jamás he intentado antes- le dijo en tono de broma, mientras miraba a su alrededor tratando de ubicar al destinatario del desafío que le proponía su amiga. Habían varios caballeros con uniforme militar, y sus condecoraciones los distinguían los unos de los otros, pero Thibaut no podría saber a quién se refería Emma hasta que se lo presentara. -Aunque si no habla francés, espero que sepas que tendrás un papel protagónico en el desenlace de todo esto- le advirtió, dejando su copa en una de las bandejas que llevaban los criados de un lado para otro.


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