Étienne Fournier: La sonrisa del Demonio.

por **Étienne Fournier** Sáb Mayo 05, 2012 10:08 am

Étienne Fournier
La sonrisa del Demonio

• Edad aparente: 10 años
• Fecha de nacimiento: 13 de Agosto de 1799
• Especie: Humano; brujo.
• Tipo, Clase Social o Cargo: Clase alta
• Lugar de Origen: Alepo, Siria, Imperio otomano
• Poderes: Hechicería, Nigromancia y Apatía

Descripción Física

Enclenque; esa es la palabra que piensa uno al ver ese cuerpo, que apenas es un suspiro. Rondando el metro y medio de altura, no supera los cuarenta kilogramos de peso, por lo que se le notan las costillas al mero tacto, ya que, además, apenas tiene músculo alguno. Los brazos y piernas, por lo tanto, son alargados, algo que se refleja también en sus manos, herencia de su padre.

Su rostro es levemente rectangular, con una mandíbula marcada y una nariz recta y pequeña. Los labios son finos, en especial el superior, que casi llega a ocultarse por completo en algunos tramos, y unos pómulos más marcados de lo normal nos guían hasta unas orejas, levemente salidas. La mirada no es especial en cuanto a color, castaña, pero su forma es algo agraciada, alargada y algo estrecha. Su cabello, por último, es castaño y corto.

Ahora que su crecimiento se ha refrenado, tiene un vestuario propio de alguien con un padre pudiente, que, en realidad, eran una versión pequeña de la ropa de adulto, al menos en su caso. Calzas, medias, zapatos con leve tacón, camisa con pañuelo al cuello y casaca. Quizás un tricornio cubriendo su cabeza en ocasiones.

Una marca extraña que tiene, aunque la oculte fervientemente por órdenes de Anna y de su padre, es la quemadura que tiene en forma del sello re Foras en la parte izquierda del abdomen, justo encima de la cresta iliaca.

Descripción Psicológica

Étienne es un niño y, por lo tanto, guarda varios rasgos que a éstos caracterizan. Es bastante curioso, aunque a veces no tenga la seguridad de preguntar, algo que se fomenta por la mayor amalgama de sensaciones que experimenta, debido a su condición. Es algo tímido y retraído y le da miedo contrariar a las personas, lo cual ha adquirido por el carácter de su padre, poco paciente con él.

La casa donde reside se caracteriza, a parte de ser amplia, por el silencio reinante, a excepción de cuando su padre duerme, pues sus fuertes pesadillas resuenan en la mitad cercana a su dormitorio. Por lo tanto, no le suelen gustar las multitudes, pudiendo sentirse realmente agobiado por éstas, y es alguien, igualmente, callado, por regla general. Pero, de todas formas, sigue siendo un infante y le gusta jugar, en especial con otros niños, aunque no sea especialmente fácil para entablar amistad con otros niños… sobretodo desde que ven que le habla ”al viento”, por ser sólo él capaz de ver a los muertos.

No siempre la calma es lo que caracteriza a Étienne, al menos no a su físico, pues, en ocasiones, sufre de ataques a su voluntad, provenientes de aquellos entes que pueden amenazarle. Es algo que ha vivido desde que tiene memoria y ni siquiera Anna puede prevenir siempre de que eso suceda; en esos casos, es él quien tiene que luchar por el cuerpo que le corresponde. Además, no es raro que demonios usen su cuerpo para comunicarse con el mundo de los vivos o que se formulen predicciones a través de él. Eso es algo que puede asustar a otros y su padre tema que algún cura quiera exorcizarlo. No es que crea que vayan a triunfar en ello, pero sí que puedan dar fin a su vida en el proceso.

Aún no controla bien sus poderes, pues es demasiado joven, y tampoco le han enseñado a hacer rituales para convocar demonios. De todas formas, no es algo estrictamente necesario para él, pues puede hablar con ellos normalmente, aunque no obligarlos a presentarse ante él.

En estos meses ha aprendido dos lenguas: un francés mal hablado, ensuciado por las palabras occitanas que habla su padre, y el checo que le enseñó Anna. Además, sabe algo muy básico de húngaro y de búlgaro, por Valko, y formas de comunicarse con los demonios, pues ha crecido con ellos a su lado. No sabe tocar ningún instrumento, pero le gustaría, ya que su padre es un maestro al piano y Anna y el húngaro saben algo de música también.

No sabe prácticamente nada de religión, ya que Anna y Aurélien no quieren que su joven mente quede ensuciadas por esas patrañas, como lo ven ellos, pues según su teoría de la magia, los dioses no son más que demonios aparecidos a ciertas personas a lo largo de la historia, pero que no son creadores de la raza humana, sino otros pobladores de los planos de la existencia. Su concepto del bien y del mal aún no está del todo desarrollado, generalmente viendo mal contrariar a su padre, a quien teme, o, sobretodo a Anna, porque eso significa que, realmente, ha hecho algo que no está bien, a su parecer.

Historia:

La vida de Étienne nunca hubiera tenido comienzo si no fuera porque el destino había querido castigar a su padre, haciéndole pagar por sus excesos en los frecuentes rituales que llevara a cabo. Sin embargo, como una de aquellas personas que habían tenido la suerte o la desgracia de aprender los caminos de la manipulación de los espíritus, él no iba a dejarse vencer por los deseos de la naturaleza; y ese fue el inicio de todo.

Nuestra historia comienza un dieciocho de mayo, en el cercano año de mil setecientos setenta y nueve, cuando Aurélien Fournier se embarcara en Marsella con destino a la Palestina para buscar una cura a su extraña enfermedad. Ésta estaba corroyendo virulentamente sus pulmones, acarreándole fuertes estornudos y dificultades al respirar. Según los físicos era una sentencia a muerte que, curiosamente, se desarrollaba a mayor velocidad de la esperada. Junto a él viajaban Anna Kapralev, la bruja checa que lo había instruido, su criado Valko y el joven Badou, que tenía la capacidad de convertirse en perro. Tras llegar a Jerusalén, terminaron desviándose hacia Damasco donde realizaron un ritual para ponerse en contacto con el demonio llamado Forrasis o Foras. Aquel tenía poder sobre la longevidad de las personas y les comunicó que, a cambio de alargar la vida del brujo, un familiar de sangre debía pagar las consecuencias. El único pariente biológico que éste había conocido era su madre, muerta cuando él contaba con tan sólo cinco años; por lo tanto, sólo quedaba una opción.

Siguiendo la propuesta del ente, continuaron su camino hacia Alepo, donde buscaron a una prostituta llamada Irina, nombre que, junto a su aspecto, delataba un origen lejano. El trato no tardó en cerrarse y una larga espera, insufrible para el gascón, comenzó. La gestación fue acelerada, gracias a un pacto con el demonio Seere y tres meses después nacía de un parto provocado un martes trece un varón de pelo castaño claro y ojos azules, los cuales, al crecer, se oscurecieron. El nombre que su padre le pondría, Étienne, sería un recuerdo a alguien de su pasado. Cuatro días después, la comitiva dejó Alepo, de noche para evitar que la madre les siguiera. El pequeño nunca tendría que saber de su existencia.

Una vez de vuelta en Damasco, volvieron a convocar a Foras para ”firmar” el acuerdo. En cierto momento del ritual, Aurélien cayó al suelo, con su hijo en brazos, y en el lateral izquierdo de los abdómenes de ambos quedó marcado el sello del demonio. Cuando ambos se hubieron recuperado del encuentro, partieron de vuelta a Francia.

El efecto de Seere no concluyó con el parto, sino que continuó durante unos meses más, siendo así que con tan sólo tres meses ya tenía el aspecto de alguien de cinco años. Tal desarrollo no sólo era físico, sino también mental, por lo que la voracidad de nuevos conocimientos que expresaba era enorme, tanto que era raro el día que su padre no acabara hastiado por las frecuentes preguntas del chico. De su formación se encargó casi por completo Anna y, en parte, por Valko, desde su modesto conocimiento; además, la checa mitigaba los fuertes dolores que el rápido crecimiento le provocaban. Tenía prohibido salir de casa, salvo en ciertas ocasiones y siempre acompañado. La razón de esto, aunque él no lo sabía, era que si algo le pasaba al chico, la vida de su progenitor corría peligro. Al margen de eso, su salud nunca fue muy buena y el niño presentaba unas características que hubieran hecho sospechar a ciertas personas que estaba endemoniado; no estarían demasiado erradas.

Étienne no era un niño normal. Al contrario que la mayoría de brujos, él había sido obligado a estar en contacto con el mundo de los espíritus, de donde, según los saberes de Anna, provenía lo que muchos llamaban ”magia”, y, también a diferencia de ellos, él no se comunicaba con ellos en ciertas ocasiones, sino que tenía un pie anclado en la realidad de los vivos, mientras que el otro se posaba sobre la de aquellos entes. Ese hecho era extremadamente peligroso, pues le hacía propenso a ser poseído por ciertas ánimas, pero también podía ser un arma codiciada, pues estaba familiarizado con los demonios. De hecho, pronto conoció a aquel que le hiciera crecer más rápido y a aquel a quien debiera su vida, aunque él no lo supiera. Con estas características, era normal que tanto Anna como su padre temieran que alguien pudiera querer secuestrarle.

Los meses pasaban y la leche de diferentes nodrizas, para que no notaran su raro desarrollo, pronto fue sustituida por la comida sólida. El hambre del chico era voraz, necesitado de nutrientes. La residencia de Fournier, el Hôtel de Sully, y lo que podía ver desde las ventanas era su mundo, encerrado en entre esas paredes. El exterior era ciertamente desconocido e, incluso, amenazador, pero eso no significaba que no se relacionara con otros niños… sólo que estos no eran normales. Tenía varios amigos, sobretodo curiosos por el origen de la presencia de Étienne: Pascal, Olivier, Laura, Agnès… todos muertos, normalmente por las frecuentes enfermedades que inundaban París. Ellos eran los que le daban a conocer el exterior, haciéndole desear verlo con sus propios ojos. Pero él no podía atravesar paredes o aparecerse donde le viniese en gana; o eso creía él, pues nunca lo había intentado.

Hace un mes, Pascal encontró un pasadizo que llevaba lejos de la mansión. Bajando hasta el sótano, que era mucho más extenso de lo que parecía, se descubrían varias salas, una de las cuales guardaba decenas de cadáveres y esqueletos, en los que su padre trabajaba; pero él nunca había estado allí, ni quería estarlo, así que, la primera vez que llegó a esa puerta, simplemente pasó de largo, portando una antorcha. Pronto se adentró en otro territorio, las Catacumbas, y, de allí, logró regresar a la superficie. Por supuesto, sus escapadas no quedaron sin descubrir, pero Anna, sin que Étienne lo supiera, cubría sus espaldas, consciente de que el niño estaba más protegido de lo que él mismo sabía.

Ahora que París se le ha abierto, tiene un sinfín de nuevas posibilidades ante él… pero, con ellas, los peligros que éstas acarrean.

Datos Extras:

• Tiene un colgante encantado que le ayuda a repeler a los espíritus que quieren poseerle.