AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Últimos temas
Eléa Pelletier
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Eléa Pelletier
por Eléa Pelletier Vie Mayo 11, 2012 2:40 pm
▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲
Eléa Pelletier▲EDAD▲
22 aparentes, 44 reales▲ESPECIE▲
Cambiante▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲
Duquesa de Châteauvillain▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲
Heterosexual▲LUGAR DE ORIGEN▲
París, Francia▲HABILIDADES/PODERES▲
HABILIDADES Y ATRIBUTOS INNATOS
♦ Habilidades ♦
Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana.
♦ Atributos ♦
Longevidad
Familia: Felinos.
PODERES INNATOS
♦ Transformación ♦
Habilidad de cambiar de forma humana a animal y viceversa. Cuando el cambiante está en su forma transformada aumenta un 50% su potencia física.
- forma animal:
Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento, si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía según el personaje y la gravedad de la herida o lesión. Cuando se trata de balas de plata o fuego pueden morir si las heridas son muy graves.
♦ Percepción del aura ♦
Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros cambiantes o licántropos cuando no están transformados e identificar a los vampiros gracias a su aura pálida y su característico olor.
PODERES
♦ Telepatía y comunicación con los animales ♦
Habilidad para comunicarse con otros cambiantes por medio de la mente (cuando están transformados) y con otros animales que no sean parte de su raza (incluidos los Licántropos). Funciona únicamente a cortas distancias.
♦ Bloqueo mental ♦
Es la habilidad para bloquear su mente y nadie (ni siquiera los vampiros que leen mentes) pueden saber lo que piensa.
♦ Mimetismo ♦
La capacidad de confundirse con el entorno para protegerse o disimular su presencia.
"Eléa la rara" es la mejor forma de identificarla cuando hablas con la gente que la he llegado a conocer. Nunca ha sabido relacionarse demasiado bien con los niños de su edad y su clase social. Mientras las niñas con las que su madre la obligaba a jugar pasaban el rato peinando los rizos de las muñecas de porcelana, ella pasaba las horas con su muñeca entre las manos sin saber muy bien qué hacer con ella.
Siempre era la más pequeña de todas, y como por su condición crecía más lento, las otras niñas la ignoraban. Eso en los mejores casos. Otras veces la utilizaban como objeto de burla, gastándola bromas o ensuciándola de barro. Cambiaba de amigos cada poco tiempo, pero todos acababan tratándola de la misma manera. Crecer en una sociedad que la trataba como a un trapo viejo hizo que fuera una niña solitaria y poco confiada. Creció sin nadie en quién confiar, y aun en su edad adulta sigue sin tener un amigo fiel en el que apoyarse en los malos momentos. Prefiere la compañía animal a la humana, ya que según Eléa, los animales no hacen distinciones entre ellos. Se matan para sobrevivir o se relacionan para procrear, pero no hacen daño por placer.
Nunca se ha sentido identificada ni con su familia ni con la gente que visitaba su casa, y eso la hacía apartarse más incluso de la sociedad. El aspecto de la cambiante no es para nada uno que refleje su estatus social. No tiene unos modales de dama de la alta sociedad y no dudará en decir lo que piensa si lo cree oportuno. Tampoco dudará en mentir si lo necesita. Eso sí, nunca sabrás si habla en serio o está mintiendo.
Pocos, si es que hay alguien, pueden corroborar como es la verdadera Eléa: amable, dulce y amistosa. Le gusta sonreír y disfrutar de la naturaleza. No le gusta ver sufrir a ningún ser vivo que a su juicio sea inocente. Tiene una gran imaginación y muchas veces se pierde en su propio mundo, el cual nadie sabe como es, ni siquiera ella. Es un poco despistada y no es raro que pierda cosas como joyas u horquillas.
Adora cambiarse a su forma animal, hay días que incluso se siente más a gusto como tigresa que como humana. Esos días siempre los quiere pasar a solas en el bosque, ya que no es normal cruzarse con un tigre por el centro de París.
Siempre era la más pequeña de todas, y como por su condición crecía más lento, las otras niñas la ignoraban. Eso en los mejores casos. Otras veces la utilizaban como objeto de burla, gastándola bromas o ensuciándola de barro. Cambiaba de amigos cada poco tiempo, pero todos acababan tratándola de la misma manera. Crecer en una sociedad que la trataba como a un trapo viejo hizo que fuera una niña solitaria y poco confiada. Creció sin nadie en quién confiar, y aun en su edad adulta sigue sin tener un amigo fiel en el que apoyarse en los malos momentos. Prefiere la compañía animal a la humana, ya que según Eléa, los animales no hacen distinciones entre ellos. Se matan para sobrevivir o se relacionan para procrear, pero no hacen daño por placer.
Nunca se ha sentido identificada ni con su familia ni con la gente que visitaba su casa, y eso la hacía apartarse más incluso de la sociedad. El aspecto de la cambiante no es para nada uno que refleje su estatus social. No tiene unos modales de dama de la alta sociedad y no dudará en decir lo que piensa si lo cree oportuno. Tampoco dudará en mentir si lo necesita. Eso sí, nunca sabrás si habla en serio o está mintiendo.
Pocos, si es que hay alguien, pueden corroborar como es la verdadera Eléa: amable, dulce y amistosa. Le gusta sonreír y disfrutar de la naturaleza. No le gusta ver sufrir a ningún ser vivo que a su juicio sea inocente. Tiene una gran imaginación y muchas veces se pierde en su propio mundo, el cual nadie sabe como es, ni siquiera ella. Es un poco despistada y no es raro que pierda cosas como joyas u horquillas.
Adora cambiarse a su forma animal, hay días que incluso se siente más a gusto como tigresa que como humana. Esos días siempre los quiere pasar a solas en el bosque, ya que no es normal cruzarse con un tigre por el centro de París.
La historia de Eléa se remonta a 1755. Su padre, Jean, era el heredero del ducado de Châteauvillain y, si moría sin descendencia, el cargo pasaría a uno de sus sobrinos. Sus padres, un matrimonio ambicioso que no permitiría que el título se perdiese en la jerarquía familiar, le obligaron a casarse joven para comenzar a tener descendencia cuanto antes.
Por desgracia para el nuevo matrimonio, pasaron muchos años y Charlotte no se quedaba embarazada. La mujer estaba desesperada, no podía darle un heredero a su esposo y eso la deprimía hasta el punto de pensar en acabar con su vida para que su esposo pudiese engendrar un varón con otra mujer. No hacía más que repetirse que era culpa suya, que ella era la que no podía engendrar y ella era la que tenía que poner remedio a su problema. Después de investigar y una vez se sintió segura, contactó con una bruja de manera completamente clandestina. Le pidió que hiciera algo para que ella y su esposo pudieran tener un hijo varón que lo heredara todo.
"Una muerte, una vida." Charlotte no entendía a que se refería la bruja. O no lo quería entender. Aquella mujer la erizaba el vello de tal manera que tuvo que echarse una toquilla por los hombros.
"Sacrifica lo que más quieres y obtendrás lo que más necesitas." ¿Qué quería decir con todo aquello?
Regresó a casa con la cabeza llena de dudas. Se sentó en uno de los sillones del salón y llenó una copa con el mejor coñac que había encima de la mesita auxiliar. Le dio un trago e hizo girar el licor dando vueltas a la copa. Jean entró en ese momento en el salón y de pronto lo comprendió, aunque en el fondo sabía que había estado todo ahí desde el principio. "sacrifica lo que más necesitas... una muerte, una vida..." Para conseguir un hijo tenía que sacrificar a su esposo. No... tenía que haber otra manera. Pasó tres días en vela, vagando por la casa intentando buscar una solución. Si la bruja decía la verdad tenía que elegir. Su marido o su futuro hijo.
Un día mientras paseaba por el jardín de su mansión su gato salió de la casa. Vaciló un momento, pero sacrificarlo a él le dolía menos que sacrificar a Jean. Una vez mató al gato volvió donde la bruja.
—Has vuelto —
—Dámelo —
La bruja se levantó y fue a la parte trasera de la casa. De detrás de unas cortinas sacó un bulto envuelto en unas mantas granates. Chalotte vio como una manita se asomaba por la parte superior y supo que era el bebé. Cuando se lo dio vio que algo había salido mal.
—Es una niña —dijo asustada.
—No me hiciste caso y esto es lo que obtienes a cambio —
La niña que Charlotte se llevó a casa fue lo más duro que les había tocado vivir al matrimonio. Parecía que la niña no crecía, o si lo hacía era muy lentamente. Apenas se relacionaba con los demás niños y cuando lo hacía siempre acababa peleándose. Su niñez fue triste, cuando sus padres vieron que no se relacionaba con otros niños la prohibieron salir de los muros del jardín. Sólo le quedaba aquella parcela verde que en verano se tornaba amarillenta.
Eléa creció sola. En la adolescencia comenzó a escaparse al bosque por las noches. Allí se sentía a gusto, sentía que podía ser ella misma. Allí ocurrió también su primera metamorfosis. La primera vez que sintió la tierra bajo las cuatro patas fue una de las mejores de su vida.
Comenzó a escaparse cada noche y cada vez tardaba más tiempo en regresar. Una vez incluso estuvo una semana perdida por el bosque. Había encontrado su sitio en la tierra. Pero sus padres ni siquiera lo notaban. Eso ponía a Eléa furiosa, sentía que sus padres no la querían. Y en efecto, así era.
Una de las noches que regresó a la ciudad lo hizo por los callejones y entre las sombras en su forma felina. Sus padres habían salido a una de aquellas reuniones de lujos y excesos y ella lo sabía. Los esperó frente a la puerta escondida detrás de unas cajas. Cuando llegaron salió de entre las sombras y los atacó. A la mañana siguiente había dos cadáveres frente a la casa, pero nadie supo quién o qué los había matado.
Desde entonces, Eléa ha vivido en la mansión que una vez fue de la familia Pelletier. No despidió a ninguno de los sirvientes, pero tampoco habla con ellos. Intuyen algo raro en ella, y Eléa no ha hecho nada para borrar sus suposiciones. Cuando su padre murió, Eléa heredó el ducado de Châteauvillain, convirtiéndose así en la nueva duquesa.
Por desgracia para el nuevo matrimonio, pasaron muchos años y Charlotte no se quedaba embarazada. La mujer estaba desesperada, no podía darle un heredero a su esposo y eso la deprimía hasta el punto de pensar en acabar con su vida para que su esposo pudiese engendrar un varón con otra mujer. No hacía más que repetirse que era culpa suya, que ella era la que no podía engendrar y ella era la que tenía que poner remedio a su problema. Después de investigar y una vez se sintió segura, contactó con una bruja de manera completamente clandestina. Le pidió que hiciera algo para que ella y su esposo pudieran tener un hijo varón que lo heredara todo.
"Una muerte, una vida." Charlotte no entendía a que se refería la bruja. O no lo quería entender. Aquella mujer la erizaba el vello de tal manera que tuvo que echarse una toquilla por los hombros.
"Sacrifica lo que más quieres y obtendrás lo que más necesitas." ¿Qué quería decir con todo aquello?
Regresó a casa con la cabeza llena de dudas. Se sentó en uno de los sillones del salón y llenó una copa con el mejor coñac que había encima de la mesita auxiliar. Le dio un trago e hizo girar el licor dando vueltas a la copa. Jean entró en ese momento en el salón y de pronto lo comprendió, aunque en el fondo sabía que había estado todo ahí desde el principio. "sacrifica lo que más necesitas... una muerte, una vida..." Para conseguir un hijo tenía que sacrificar a su esposo. No... tenía que haber otra manera. Pasó tres días en vela, vagando por la casa intentando buscar una solución. Si la bruja decía la verdad tenía que elegir. Su marido o su futuro hijo.
Un día mientras paseaba por el jardín de su mansión su gato salió de la casa. Vaciló un momento, pero sacrificarlo a él le dolía menos que sacrificar a Jean. Una vez mató al gato volvió donde la bruja.
Flashback
—Has vuelto —
—Dámelo —
La bruja se levantó y fue a la parte trasera de la casa. De detrás de unas cortinas sacó un bulto envuelto en unas mantas granates. Chalotte vio como una manita se asomaba por la parte superior y supo que era el bebé. Cuando se lo dio vio que algo había salido mal.
—Es una niña —dijo asustada.
—No me hiciste caso y esto es lo que obtienes a cambio —
Fin flasback
La niña que Charlotte se llevó a casa fue lo más duro que les había tocado vivir al matrimonio. Parecía que la niña no crecía, o si lo hacía era muy lentamente. Apenas se relacionaba con los demás niños y cuando lo hacía siempre acababa peleándose. Su niñez fue triste, cuando sus padres vieron que no se relacionaba con otros niños la prohibieron salir de los muros del jardín. Sólo le quedaba aquella parcela verde que en verano se tornaba amarillenta.
Eléa creció sola. En la adolescencia comenzó a escaparse al bosque por las noches. Allí se sentía a gusto, sentía que podía ser ella misma. Allí ocurrió también su primera metamorfosis. La primera vez que sintió la tierra bajo las cuatro patas fue una de las mejores de su vida.
Comenzó a escaparse cada noche y cada vez tardaba más tiempo en regresar. Una vez incluso estuvo una semana perdida por el bosque. Había encontrado su sitio en la tierra. Pero sus padres ni siquiera lo notaban. Eso ponía a Eléa furiosa, sentía que sus padres no la querían. Y en efecto, así era.
Una de las noches que regresó a la ciudad lo hizo por los callejones y entre las sombras en su forma felina. Sus padres habían salido a una de aquellas reuniones de lujos y excesos y ella lo sabía. Los esperó frente a la puerta escondida detrás de unas cajas. Cuando llegaron salió de entre las sombras y los atacó. A la mañana siguiente había dos cadáveres frente a la casa, pero nadie supo quién o qué los había matado.
Desde entonces, Eléa ha vivido en la mansión que una vez fue de la familia Pelletier. No despidió a ninguno de los sirvientes, pero tampoco habla con ellos. Intuyen algo raro en ella, y Eléa no ha hecho nada para borrar sus suposiciones. Cuando su padre murió, Eléa heredó el ducado de Châteauvillain, convirtiéndose así en la nueva duquesa.
~ No se sabe nada de su procedencia ni quiénes son sus verdaderos padres.
~ No se arrepiente de lo que le hizo al matrimonio Pelletier, hay ocasiones incluso en las que desea repetirlo.
~ Tiene una mancha en forma de cabeza de gato en la zona del bajo vientre.
~ Hace no mucho adoptó un gatito que se encontró en una de sus salidas. Aun no le ha puesto nombre.
~ Heredó el título de duquesa al morir su padre.
~ No se arrepiente de lo que le hizo al matrimonio Pelletier, hay ocasiones incluso en las que desea repetirlo.
~ Tiene una mancha en forma de cabeza de gato en la zona del bajo vientre.
~ Hace no mucho adoptó un gatito que se encontró en una de sus salidas. Aun no le ha puesto nombre.
~ Heredó el título de duquesa al morir su padre.
Última edición por Eléa Pelletier el Miér Jul 15, 2015 3:55 pm, editado 4 veces
Eléa Pelletier- Cambiante/Realeza
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