Night among the stars /// Eléa Pelletier

por **Leinhart A. Ashford** Dom Mar 29, 2015 9:31 pm

Un nuevo día había empezado, era temprano en la mañana cuando despertó de su sueño recordando la noche anterior, una persona se había abierto camino entre toda la oscuridad de su interior hasta llegar a la puerta de sus sentimientos. Francamente estaba desconcertado que después de tanto tiempo de soledad existiera alguien con quien compartir como iguales, sin ningún otro interés de por medio.

Se levanto de su cama y procedió a tomar su desayuno junto a su hermano, los sirvientes de la mansión, quienes realmente no lo eran ya que trabajaban allí por voluntad propia habían preparado una excelente comida y junto con los dos hermanos se sentaron a la mesa a compartir el plato matutino, risas, charlas amenas y otras cosas bailaron en la boca de todos los comensales, los Ashford creían en el respeto y lo que este causaba en la gente por lo que siempre hacían de su prioridad compartir con las personas que trabajaban para ellos.

Luego de terminado el desayuno cada quien se dirigió a su rutina diaria, los hermanos estaban buscando un lugar para montar un negocio propio desde el cual pudieran conducir sus operaciones de cazadores, una oficina para contratos en esencia, claro esto se llevaría acabo detrás de bastidores, para el publico el lugar seria algo totalmente distinto para guardar las apariencias. Ya entradas las horas de la tarde volvieron a la mansión, Luke como de costumbre había tomado su propio rumbo mientras que Lein se dirigió de vuelta para prepararse, debía ver a Eléa esa noche.

Había pasado todo el día pensando en ella y la noche anterior, como ella había significado algo para el esa noche y el acuerdo de verse esa noche para ir al teatro. Se vistió elegantemente para la ocasión pero no sin antes prepararse para cualquier inconveniente, no era alguien que caminara por las calles de parís desarmado bajo ninguna circunstancia por lo que tomo su revolver y una daga fácil de esconder.

Salio de la mansión y se dirigió al hogar de la cambiante pero no sin antes asegurar un pequeño presente para la cambiante, compro una rosa en una pequeña tienda, era de color rojo intenso bastante inusual y por tanto hermosa, pago a la señora que la vendía y completo el viaje a la casa de la joven.

Atravesó el umbral del jardín disfrutando de la vista, era una mansión bastante vistosa aunque cubierta por las hiedras aun mantenía su fachada, llego a la puerta principal de la mansión y con tres golpes secos anuncio su llegada a lo que uno de los sirvientes de la casa contesto

- Muy buenas tardes, busco a la dama Eléa -

Le dijo al caballero en la puerta a lo que este asintió y respondió

- Por supuesto monsieur Leinheart, estábamos esperándole -

El hombre le dejo pasar y lo guió hasta una pequeña sala de estar en el piso inferior, le indico que esperara y se retiro. La decoración de la casa era muy fina y de buen gusto, ciertamente alguien había puesto gran empeño en ello; se dispuso a esperar mientras admiraba las finas obras de arte que allí se encontraban.

por **Eléa Pelletier** Lun Mar 30, 2015 3:35 pm

Fue la luz que entraba por la ventana lo que la despertó aquella mañana. Dio un par de vueltas en la cama, remoloneando unos pocos minutos más antes de siquiera pensar en levantarse. Una vez se situó comenzó a recordar la noche anterior, el camino de vuelta a la ciudad donde había crecido, las angostas calles hasta llegar a su casa. Y a él. Se tumbó boca arriba en la cama mirando el dosel de flores que lo cubría sin borrar su rostro de su mente y sonrió. Aspiró profundamente y le llegó un atisbo del olor que había impregnado su abrigo. Fue así como supo que todo aquello no había sido un sueño. Estiró su cuerpo igual que un felino y terminó levantándose.

Después de desayunar salió en dirección al bosque. Llegó a su claro favorito, uno con unos troncos de árbol cortados que hacían las veces de taburetes o mesas, según la ocasión. Aquella vez Eléa se tumbó mirando el poco cielo que se veía a través de las hojas de los árboles mientras balanceaba las piernas de un lado hacia otro. No supo el tiempo que estuvo allí, pero la luz había empezado a bajar cuando se incorporó de golpe. Si no regresaba de inmediato llegaría tarde a su cita.

Corrió tanto como le permitían sus piernas humanas. Si fuera de noche no dudaría en transformarse y correr con cuatro patas, pero todavía había demasiada gente en las calles para arriesgarse de tal manera. Aquellos que se cruzaban con ella la miraban extrañados, no era habitual que una joven de clase alta corriera a lo largo de París. Llegó a su casa casi sin aliento y con la ropa completamente mojada del esfuerzo, pero eso no le impidió subir las escaleras que conectaban el piso inferior con las habitaciones a un ritmo sorprendente. Preparó la bañera con agua caliente mientras abría su armario. Pasó cada vestido de un lado a otro, buscando alguno que se adecuara a las vestimentas que llevaban las señoras en ese tipo de eventos, pero los suyos eran demasiado simples. Quién le iba a decir a ella que buscaría algo más sofisticado que ponerse. Miró el armario de su madre, justo al lado del de Eléa. Nunca lo había abierto, ni siquiera para quemar los trajes que allí guardaba. Decidió darle una oportunidad, quizá encontrara algo que le gustase entre todo aquel lujo.

Nada más abrirlo vio unas mangas de color azul claro que le llamaron la atención. Sacó el vestido del armario y lo observó de cerca. Tenía el cuello redondo con una puntilla blanca y fina alrededor. Los puños también estaban decorados con la misma puntilla fina y un lazo blanco adornaba la espalda. Se quedó mirándolo durante un rato hasta que finalmente lo dejó sobre la cama y se metió en la bañera. El agua la abrazó cálida y acogedora, limpiando cada centímetro de piel. No se entretuvo demasiado, y nada más salir secó su cuerpo y se puso el vestido. Sentía que la hora se acercaba y notó como el nerviosismo crecía dentro de ella. Acomodó su melena en un moño entre la nuca y la coronilla, ni muy alto ni muy bajo, y lo adornó con mechones trenzados sujetados con horquillas. Cuando terminaba de acomodar los últimos pedazos uno de los mayordomos tocó a la puerta.

-Mademoiselle, monsieur Leinhart le esta esperando. -

Con un asentimiento de cabeza terminó de acicalarse y se dispuso a bajar. Caminaba despacio, intentando mantenerse serena, pero las manos le temblaban ligeramente. Con la mano en la barandilla de la escalera llegó hasta el recibidor, desde donde se veía la habitación en la que esperaba el cazador. Dos de las sirvientas más jóvenes de la casa cuchicheaban asomadas en la puerta, callándose en cuanto la vieron acercarse.

-Buenas tardes, monsieur. Me alegro de volver a veros. -La misma sonrisa que la había acompañado durante todo el día volvió a asomarse en su rostro.

por **Leinhart A. Ashford** Lun Mar 30, 2015 9:45 pm

Aprovecho el momento para conversar con una de las sirvientas del lugar, no pregunto nada personal pues no quería aprender cosas de otra persona por medio de terceros así que solo pregunto generalidades para entretenerse, cosas al azar de la casa y cuanto tiempo llevaban asentados allí, tuvo mucho cuidado sobre lo que preguntaba para no perjudicar la confidencialidad de la joven Eléa, después de unos momentos esta criada se retiro de la sala en vista que la dueña de la casa ya venia en camino.

Espero pacientemente a que la dama Pelletier bajara a recibirlo en aquel pequeño estar, no pasaron mas de unos minutos de su anuncio cuando la joven atravesó el umbral de aquella habitación. Una sonrisa se dibujo en el rostro del cazador al verla nuevamente, la joven que había causado una reacción en el la noche anterior estaba allí parada ante el con una sonrisa; llevaba puesto un vestido azul claro, no parecía muy cómoda en el como si ese vestido no le perteneciera, lo que le causo un poco de gracia pero no lo demostró.

Se acerco a la joven mientras mantenía contacto con ella, saco su mano de su espalda donde escondía la pequeña rosa que había obtenido antes de llegar a la mansión Pelletier, se la presento a la joven acompañada de una minúscula reverencia con la cabeza - Para usted mi reina - retomo su posición erguida y le regalo una tierna sonrisa, el solo hecho de mirarla a los ojos le provocaba una sensación cálida en su interior.

- Hermosa morada debo decir - le dijo aun parado frente a ella, miro a su alrededor contemplando aun algunas de las decoraciones que se alcanzaban a ver en la habitación - Casi tan hermosa como usted - completo volviendo una vez mas a los ojos de Eléa, se quedo unos segundo contemplando la reacción de esta ante el comentario y finalmente levantando su mano le dijo - ¿Nos vamos? -

por **Eléa Pelletier** Mar Mar 31, 2015 3:49 pm

Una sensación que no supo describir la invadió al ver la sonrisa de Leinhart. Era la primera vez que causaba esa reacción en alguien, esa sonrisa sincera que tan pocas veces había visto. La llegada del cazador había revolucionado a la servidumbre de la mansión Pelletier. Hacía años que nadie visitaba aquella casa, y menos aún un hombre. Las mujeres más mayores se limitaban a cumplir sus cometidos, pero las más jóvenes, que apenas habían recibido visitas en aquella casa, querían mostrarse serviciales y agradables. Cuando Eléa entró en la salita la que conversaba con Leinhart salió a paso ligero y con la cabeza gacha. La cambiante se sintió observada a través de las puertas entreabiertas en una de las paredes de la habitación. Desde donde estaba podía escuchar los murmullos de las muchachas.

Se quedó de pie mientras él se acercaba hacia ella con una mano detrás de la espalda. Cuando estuvo lo suficientemente cerca la sacó de su escondite y delante de Eléa apareció una preciosa rosa roja. Alargó la mano para cogerla con cuidado y se la llevó a la nariz.

-Gracias -dijo en un murmullo, con una sonrisa tímida y las mejillas ligeramente sonrosadas. La olió y sintió cada aroma de aquella pequeña flor como si tuviese la cabeza metida en un inmenso ramo de rosas. -Es muy hermosa. -Subió la mirada buscando la de él. Los murmullos se hicieron más altos, notables incluso para alguien que no tuviera el oído de un ser sobrenatural. Miró hacia la puerta entornada haciendo que las voces cesaran de repente, aunque ella sabía que seguían allí, observando.

La voz de Leinhart hizo que volviera la vista a él. La pequeña rosa seguía cerca de su nariz emanando esos dulces aromas que la embriagaban. Una gran sonrisa se dibujó en su cara tras el halago. Miró a su alrededor instintivamente, observando la decoración de la casa. Nunca se había parado a observarla en detalle, pero decidió que ese día tampoco lo haría. Los murmullos se volvieron a escuchar más alto que antes, dejando claro que todas ellas estaban escuchando la conversación que estaban manteniendo. Eléa miró la puerta de nuevo, molesta esta vez. Sentía como si estuvieran invadiendo su momento de privacidad.

-Sí, vayámonos. -Tomó la mano del cazador y salieron de la salita al recibidor. Allí tendió la rosa a una de las mujeres para que la dejara en un jarrón con agua. No quería que se secara. -Lamento el espectáculo de las chicas. No están acostumbradas a ver hombres en esta casa -se disculpó. Finalmente cogió el abrigo que le tendió otro sirviente y se giró hacia Leinhart.

-Cuando queráis. -

por **Leinhart A. Ashford** Jue Abr 02, 2015 9:58 pm

Los murmullos resonaban por toda la mansión, como si nunca antes hubieran visto un hombre en ese lugar; tal vez nunca un hombre que hubiera con algún tipo de interés en la dama de la casa. Repetidas ocasiones fueron las que Eléa dirigió su mirada a una puerta entre abierta detrás de ellos, evidentemente los rumores estaban volando por todos lados en aquella mansión sin cesar, no había que ser un gran detective para saberlo y ciertamente no había que tener buen oído tampoco; parecían estar gritando en algunos momentos.

Finalmente la joven ya un poco disgustada por aquel comportamiento tan infantil tomo su abrigo, la mano del cazador y emitió una pequeña disculpa, algo que realmente no debía hacer ya que ese comportamiento no era causado por ella por lo que el cazador respondió - No se preocupe por ello mi dama - tomo firmemente la mano de la joven y se pusieron en marcha, fuera de la mansión estaba esperando el carruaje que los llevaría a su destino; una carroza negra con bordes dorados que brillaban ante las luces de las farolas, al frente dos briosos caballos listos para tirar de aquel transporte y al mando el conductor de la familia, un hombre de medianas edades de muy buena disposición.

Lein abrió la compuerta del carruaje y proponiendose como apoyo, ayudó a la dama a subir al transporte, le hizo una señal al conductor y luego entro al mismo sentándose junto a la dama. El carruaje partió en dirección al teatro, las ruedas del mismo y los cascos de los corceles chocando contra la fría piedra de las calles hacían un ruido estruendoso, cosa que casi no podía escucharse dentro del carruaje, por dentro estaba cubierto de un tapiz vino tinto un poco oscuro pero aun perfectamente cómodo para la vista, tomo la mano de la joven una vez mas suavemente y la mantuvo alli - Espero no le moleste - le dijo en un tono de voz suave y amable, no se le veía nervioso aunque realmente si lo estaba. Allí en esa cercanía pudo por fin sentir aquel aroma que emanaba de la mujer, un aroma dulce que lo cautivo llegando hasta lo mas profundo de su ser.

Después de un corto viaje llegaron por fin al teatro, la puerta del carruaje se abrió a manos del conductor, Lein desmonto del mismo y nuevamente ayudó a la dama a salir. Estaban frente a las grandes puertas del teatro cuando una persona se acerco al cazador, era la persona por la cual estaba en el lugar, se acerco al hombre saludándolo amigablemente como si de mejores amigos se tratara y luego lo presento ante su acompañante. El hombre se fue dando entrada al cazador y la cambiante.

Una vez dentro se ubicaron en sus puestos, aun faltaban unos minutos para el inicio de la obra por lo que era momento perfecto para conversar con la joven, se acomodó un poco en su silla dejando ambos brazos recostados sobre los posa brazos de la butaca en la que se ubicaba, - Mi padre me trajo varias veces, al principio debo confesar fue a rastras. - sonrió un poco recordando aquellos tiempos de su juventud - Luego pude ver la verdadera belleza tras estas paredes - completo mientras veía a su al rededor. - Pero disculpe usted no quiero aburrirle con estos recuerdos - la miro amablemente y pregunto - ¿Ha venido usted antes a este lugar? -

por **Eléa Pelletier** Lun Abr 06, 2015 3:14 pm

De la mano de Leinhart salieron de la mansión hacia el teatro. Eléa agradeció quedar fuera de la vista de las mujeres del servicio, comenzaba a sentirse incómoda. Sabía que los estarían observando hasta que los perdieran de vista, pero al menos era algo que pasaría inadvertido para su acompañante. Aun desde fuera la cambiante podía escuchar las voces de las jóvenes y una de las mujeres regañándolas. Esperaba no encontrarse ese mismo escenario al volver después.

Frente a la casa les esperaba un grandioso carruaje negro con detalles dorados. Los ojos de Eléa se abrieron como platos al observar aquel transporte tirado por dos bonitos caballos con todas sus riendas perfectamente colocadas. Con la ayuda del cazador subió los pequeños escalones que había bajo la puerta y se sentó junto a la puerta que había enfrente. Echó un vistazo alrededor observando el interior: todo ello estaba inundado de un tono burdeos. No recordaba la última vez que había viajado en un carruaje acompañada de alguien, si es que lo había hecho alguna vez.

Leinhart subió entonces al coche y se sentó junto a ella. A pesar de que el espacio dentro era amplio los dos estaban muy próximos el uno del otro. Captó inmediatamente su olor, ese que no había olvidado y que tanto le gustaba. El carruaje se puso en marcha nada más cerrarse la puerta, traqueteando por culpa de los adoquines y haciendo movimientos bruscos cuando encontraba un agujero en el camino. Eléa estaba distraída mirando por el ventanuco de la puerta cuando sintió que Leinhart cogía su mano. Se giró para mirar, al principio asustada por la sorpresa y después un tanto avergonzada. Negó con la cabeza en respuesta a las palabras del cazador a falta de las palabras que no era capaz de pronunciar. Su pulso iba tan rápido que el corazón se le iba a salir por la boca en cualquier momento. Y él parecía tan tranquilo... ¿Cómo demonios lo disimulaba tan bien? Eléa podía sentir el pulso de Leinhart, que, aunque no era tan acelerado como el de ella, indicaba que aquella situación lo alteraba igual. Notó también otros síntomas indiscutibles como el sudor de las manos o la respiración ligeramente acelerada. Le hizo gracia que a un hombre tan hecho y derecho le afectara el contacto con una chica como ella. Con una sonrisa en el rostro volvió a mirar por la ventana hasta que llegaron al teatro.

Una vez allí descendió del coche con la ayuda del cazador y se dispusieron a entrar en el edificio. Las butacas que tenían asignadas estaban en una buena zona desde la cual se veía perfectamente el escenario. Aún seguía entrando gente a la sala, que apenas estaba llena hasta la mitad.

-No me aburris, monsieur. Me gusta escucharos -le confesó con una sonrisa. -Yo vine una vez con mis padres, era muy pequeña. -Miró a su alrededor, recordando. Después miró a Leinhart. -Aunque no fue una experiencia que merezca la pena recordar. Recuerdo que estábamos allí sentados -Señaló unas butacas un par de filas por delante de ellos. -y que me asusté y me eché a llorar cuando el protagonista de la obra era asesinado por otro personaje. Mis padres me sacaron a todo correr y muy avergonzados. -Se rió al recordar aquella anécdota de su pasado que casi había olvidado.

-No he vuelto a venir desde entonces, hasta hoy. Espero que no me tengáis que sacar a rastras -bromeó. -Y ahora contadme, ¿cómo fue vuestra primera vez en el teatro?- dijo mientras giraba el cuerpo para quedar mirando al cazador. Después apoyó uno de los codos en el espacio que quedaba libre en el reposabrazos y la cabeza sobre la mano mientras esperaba.

por **Leinhart A. Ashford** Jue Abr 16, 2015 7:07 pm

Tomaron asiento en sus butacas, estaba bien posicionados para ver la obra y todo el escenario enbun ángulo excelente, lo único mejor a ello seria un palco, cosa que, aun pudiendo tenerlo Lein no disfrutaba ya que lo hacia sentirse demasiado desconectado de las emociones del lugar, escucho la historia de la primera visita de la joven con atención y no pudo evitar reír un poco ante ella, recordaba en su pasado varias escenas parecidas de niños y niñas llorando en plena actuación.

Una vez terminado aquel relato se tomo unos minutos para recordar su primera visita, días en que todo era mas simple y divertido que la actualidad, aun no comenzaba su entrenamiento en aquel entonces por lo que aun podía considerarse a si mismo un niño feliz.

- Me temo que no es tan emocionante como su relato -

Le bromeo

- Fue al rededor de cuando tenia ocho años, uno de mis tíos era un escritos de este tipo de arte por lo que invitó a toda la familia a ver una de sus obras. Aun recuerdo aquelndia como si fuera ayer. -
El recuerdo lo lleno de felicidad y calma, había sido la última vez que vio a su tío, también un cazador, lamentablemente el hombre que una vez fue, ya no caminaba este mundo.

- Fue la ultima vez que toda la familia se reunió en un solo lugar. -

Aun cuando esto ultimo era triste y doloroso, el hombre logro sonreír pues aun cuando hubiera sido breve aquel día fue un día lleno de felicidad en su vida.

Las luces se atenuaron dando inicio a la obra, era un clásico de drama y amor en aquel momento, intriga y traición se asomaban a la vuelta de cada acción de los protagonistas, un baile de emociones tan fuertes inundo el salón, llantos, risas y sonrisas se dibujaban en los rostros de todos los presentes y Lein no era la excepción, sabia disfrutar de todas estas emociones aun cuando muy fuertes. Allí en la oscuridad del teatro, mientras el protagonista combatía contra otro hombre por el amor de su amada, la mano del cazador volvió a encontrarse con la de la joven casi por accidente, un toque suave pero cálido que le hizo recordar todas esas emociones que sentía hacia ella y que no podía hacer mas que externalizar, una sonrisa se dibujo en su rostro nuevamente, honesta y real, verdaderamente estaba contento de estar allí. Tanto tiempo hundido en soledad podrían cambiar en cualquier momento.

No podía evitar mirar en la dirección de la joven con un poco de sigilo, la ironía de la vida, fuerte, letal y eficaz en el campo de batalla pero débil y sentimental cuando se trataba del amor. No podía hacer mas que pensar en la joven que lo acompañaba, y en ese momento se pregunto si ella era digna de saber su pasado, su profesión real y lo que es mas, su nombre; se sentía culpable de haberse presentado como Leinhart pues este era solo un apodo que adopto tras la muerte de su hermana para mantener su bajo perfil en París.

Tantas preguntas sin respuestas, tantas emociones poderosas sin control. Moría por saber que pasaba por la cabeza de la joven en ese momento y si ella, aunque fuera en una menor medida, se sentía igual que el.

por **Eléa Pelletier** Dom Abr 19, 2015 5:21 pm

Escuchó atentamente la respuesta del cazador. Aunque le resultó una historia de alguna manera triste, la sonrisa de Leinhart se le contagió y ella mostró otra muy leve. Se quedó unos segundos mirándole y en el momento en el que le iba a hacer la siguiente pregunta las luces del teatro se atenuaron hasta desaparecer. Eléa volvió a girar el cuerpo quedando de frente al escenario y posó las manos en su regazo.

En cuanto el primer actor apareció en escenario el murmullo general que había en las butacas se paró de pronto dando paso a un silencio sepulcral, sólo interrumpido por los diálogos de los personajes de la obra. Eléa no estaba al corriente de las últimas obras de teatro que se representaban en la ciudad, pero a juzgar por la cantidad de espectadores presentes debía ser alguna popular. Trataba un tema recurrente en todas las artes: el amor, eso que la cambiante nunca había tenido la oportunidad de conocer. Siempre que Eléa leía un libro con esa misma temática pensaba en si las personas actuarían de esa manera tan irracional y espontánea cuando estaban frente a frente con la persona amada y si era cierto que harían cualquier cosa por esa persona.

Los actores atraparon la atención de Eléa desde el primer minuto. Sólo tenía ojos para el escenario y cada cosa que pasaba encima de éste. Era capaz de sentir todo lo que transmitían, la alegría que le hacía sonreír y la tristeza que le oprimía la garganta. La intriga había generado cierto nivel de tensión entre el público y la cambiante no fue una excepción. Se irguió en la butaca apoyando la espalda completa en el respaldo y un brazo en el reposabrazos, el mismo que Leinhart estaba utilizando. Rozó la mano del cazador sin querer, un roce suave y casi imperceptible pero que le hizo perder la concentración por completo. Inmediatamente recordó el momento en el que le había tomado la mano en el camino hasta el teatro, un gesto que deseaba que se volviera a repetir.

Volvió a concentrarse en la obra, donde el protagonista seguía peleando con otro hombre. Por la cabeza de la cambiante pasaron multitud de pensamientos en un solo instante, pero el que más fuerza tenía era uno en el que ella tomaba el puesto del protagonista y peleaba por el amor de un hombre que aguardaba a un lado. La cara de él la veía difuminada, sin definir, cómo si no supiera quien era, aunque en el fondo sabía que ese hombre tenía nombre y forma. Su pulso se aceleró y sus manos comenzaron a sudar y a temblar ligeramente. Fijó la vista en el escenario por segunda vez intentando dejar la mente en blanco en el momento en el que la pelea terminó. El protagonista fue derribado y herido por su adversario. En ese momento Eléa dio un respingo en el asiento y agarró la mano de Leinhart instintivamente. Apenas se dio cuenta del gesto y mantuvo la mano ahí durante unos minutos. El final de la escena dio paso a un descanso de quince minutos donde el equipo aprovechaba para cambiar el decorado del escenario. Las luces volvieron a encenderse y la mano de ella seguía sobre la de él. En cuanto se percató la levantó ligeramente y la posó sobre su regazo junto a la otra.

Todas las personas se levantaron entonces y comenzaron a salir por una de las puertas hacia la terraza del teatro.

-Esta siendo una obra realmente emocionante. ¿No os parece? -comentó. -Dadle la enhorabuena de mi parte a vuestro amigo cuando le veáis. -Miró la puerta de la terraza un segundo. -¿Queréis salir a la terraza o preferís quedaros aquí? -preguntó señalando hacia el lugar.

por **Leinhart A. Ashford** Sáb Abr 25, 2015 10:12 am

Un silencio sepulcral se sentó sobre aquel oscuro teatro en cuanto el protagonista fue herido por su adversario, como si todos y cada uno de los presentes pudiera identificarse con aquella situación, fuera cual fuera el bando todos y cada uno de los presentes parecía compartir algo del dolor que causaba aquella escena. El cálido toque de la mano de Eléa se sintió nuevamente sobre la mano del cazador tomándolo por sorpresa, esta vez un toque mas permanente que el anterior provocando una corriente desde la punta de sus dedos hasta la esquina mas alejada y recóndita de su ser.

No pudo evitar sentir un poco de nervios nuevamente, se podría esperar que después de haber pasado ya repetidas veces el se acostumbraría al contacto con aquella joven pero la realidad era diferente, aun después de todo, seguía sintiendo esa corriente de sangre circular por todo su cuerpo ni bien existiera el contacto. El teatro se ilumino marcando nuevamente marcando el descanso de mitad de la obra, tiempo que aprovecharían para conversar y compartir un poco, la joven ofreció a salir a la terraza donde varios de los presentes habían salido, tomo unos segundos para pensarlo y prefirió salir, - Salgamos a tomar un poco de aire - le dijo mientras se ponía de pie ofrenciendole su brazo.

Salieron a la terraza, ya habían varios espectadores allí fuera pero el lugar era suficientemente amplio para acomodarlos a todos sin problemas, se acercaron a la pequeña reja que marcaba el final de la terraza donde compartirían un minuto de privacidad entre toda esa gente, se quedo de pie frente a ella apoyándose en la barandilla mirándola a los ojos, por un segundo se quedo en silencio con sus ojos fijos en los de ella hasta que logro articular unas palabras - Es usted muy hermosa mademoiselle - una tierna sonrisa escapo de sus labios de manera natural y sincera.

- Espero este disfrutando de la velada - le dijo muy suavemente, por un momento bajo su mirada a los labios de la joven, algo en ellos llamaban su atención y por un instante sintió la necesidad de tocarlos con los suyos aunque aun no estaba seguro de que aquello fuera prudente, eventualmente el momento llegaría naturalmente, de aquello podía estar seguro y no lo trataría de apresurar.

La noche se tornaba cada vez mas y mas interesante, y estaba seguro de que ya no faltaría mucho antes que todos aquellos sentimientos que se acumulaban dentro de el salieran a flote y en retorno, se vieran reflejados en la joven.

por **Eléa Pelletier** Vie Mayo 01, 2015 6:46 am

Agarrada del brazo de Leinhart salieron a la terraza. El aire fresco de la noche le sentó bien. Notaba el rostro caliente y las mejillas ligeramente sonrosadas debido al calor que se había acumulado dentro del teatro. Aspiró hondo captando ligeros aromas que deambulaban por la zona. Unos pequeños arbustos con forma redonda, al estilo totalmente francés, adornaban la puerta por la que habían salido. Unos cuantos más, ligeramente más pequeños, ocupaban parte de la pared a ambos lados. Desde la calle apenas se podía apreciar el tamaño que tenía la terraza, que podía albergar a todos los espectadores sin ningún tipo de problema.

La pareja se acercó a la barandilla y se quedaron uno frente al otro. Sus miradas se quedaron en suspenso mientras ambos se mantenían en silencio. Cualquier palabra podía romper aquella línea invisible que habían creado. Eléa observó cada rasgo del rostro del cazador, la forma de sus ojos, sus pómulos, la nariz, la frente. Memorizo cada pequeño detalle junto al resto de recuerdos que tenía de él. Los halagos de Leinhart iban calando poco a poco, cada vez más hondo. Sintió como la muralla comenzaba a romperse poco a poco, como la invadía una sensación cálida que le brindaba una seguridad que no había sentido hasta ese momento. Sonrió de manera sincera porque realmente le agradaba estar allí, pero sobre todo le agradaba estar con él.

-Esta siendo una noche perfecta -le dijo en el mismo tono suave.

Se quedaron unos segundos más estudiandose el uno al otro hasta que otra pareja se acercó donde ellos estaban para observar la ciudad aquella noche. Eléa desvió la mirada hacia ellos un poco sobresaltada. Había perdido la noción de lo que le rodeaba. Se acercó a la barandilla quedándose junto al cazador. Apoyó las manos sobre el metal frío mientras dejaba que su vista vagara por las casas iluminadas. A lo lejos se levantaban las dos torres de la catedral de Notre Dame y podía adivinarse el transcurso del río Sena a pesar de que los edificios impedían verlo. La cambiante miró entonces en la dirección donde se encontraba el bosque, como si la estuviera llamando. Era capaz de encontrar la masa de árboles donde quiera que estuviera. Y es que la bestia que llevaba dentro le brindaba un gran sentido de la orientación para encontrar los lugares donde se sentía segura.

Desde el bosque giró la cabeza para mirar a Leinhart, de una manera un poco descarada quizá, pero sin llegar a ser incómoda. Todavía le seguía pareciendo increíble que aquel hombre estuviera soltero y se preguntó por qué, qué circunstancias le habrían llevado a tomar esa decisión.

-Y vuestra noche ¿Está siendo como esperabais? -Siguió mirándole atentamente mientras esperaba ansiosa su respuesta. Esperaba que para él estuviera siendo tan especial como para ella.

por **Leinhart A. Ashford** Sáb Mayo 09, 2015 8:55 am

Hubo un silencio abrumador entre ellos, no un silencio incomodo sino mas bien uno necesario, como si en ese momento nada fuera mas necesario que estudiarse el uno al otro, ver cada detalle, cada minúscula irregularidad en la joven que contribuían a aquella perfección que el cazador alcanzaba a ver.

El silencio se vio roto momentáneamente por la joven refiriéndose a la noche de una manera positiva, aquel suave tono que ella utilizo le dio un sentimiento de paz y calma al cazador, no podía evitar preguntarse como una joven que parecía tan frágil podría representar una fuerza tan grande e imparable en su vida.
Una sonrisa se mostró en su rostro mientras la joven por un momento volteo hacia la vista que aquella terraza presentaba, la silueta de la joven bañada en la luz de la luna y las pequeñas lamparas mortecinas de aquella terraza resaltaban aquellos rasgos tan hermosos que atraían al cazador hacia ella, un magnetismo que parecía antinatural aunque ciertamente la joven no mostraba ningún indicio de ser uno de aquellos seres nocturnos que merodeaban la ciudad en busca de sangre humana, hasta ahora el hombre no tenia la mas mínima sospecha que trataba con una cambiante.

- Aun mucho mejor de lo que esperaba mi hermosa dama -

Respondió a la joven aun con pequeños rastros de aquella sonrisa que se había dibujado antes, el contacto visual se intensifico causándole al cazador un impulso, impulso que decidió seguir.

Se acerco un poco mas a la joven, el tiempo parecía ralentizarse en ese momento, su corazón se acelero, su mano subió lentamente hasta posarse sobre la mejilla de la joven por unos segundos hasta que por fin completo su acercamiento, sus labios se encontraron por primera vez, fue tan natural aquello como la lluvia y el viento, parecía una combinación perfecta casi predestinada desde antes que siquiera se conocieran.

Un sentimiento cálido se extendió por todo su ser, el tiempo se había detenido completamente al rededor de ellos, todo era silencio, el mundo a su alrededor se desvaneció. Solo eran ellos dos en aquella terraza y nada ni nadie mas importaba, años de soledad por fin parecían llegar a su final, años de hacer su viaje solo y sin esperanza parecían por fin tener un final. Solo faltaba ver la reacción de la joven, tal vez fue demasiado apresurado, tal vez no. Solo su reacción lo dirá.

por **Eléa Pelletier** Vie Mayo 15, 2015 4:55 pm

Se dio cuenta que verle sonreír era una de las cosas que más le agradaba. No podía dejar de mirarle, así que aprovechó para seguir estudiando su rostro en más detalle. Le gustaba. Tan ensimismada estaba que no se percató de que la distancia entre ellos se había acortado hasta casi el mínimo. Sólo cuando sintió la mano del cazador en la mejilla entendió la magnitud de todo aquello.

La palma era tan grande que le cubría casi medio rostro. Sintió su calidez contrastada con el aire frío de la noche. El rostro de Leinhart fue acercándose cada vez más, muy despacio, hasta que sintió cómo los labios de él se posaban con suavidad sobre los suyos. Un escalofrío recorrió su espalda de arriba a abajo, una corriente eléctrica que se extendió desde el centro hasta las puntas de sus dedos. No era capaz de escuchar ni ver nada, se sentía perdida sin todos sus sentidos en alerta. Nunca nada la había privado de percibir su entorno al completo y aquel acto tan imprevisto la había descolocado.

Intentó no parecer una completa inútil, pero lo cierto era que no sabía que debía hacer. No se atrevía a moverse por miedo a que todo terminara, pero tampoco quería quedarse quieta y dejar que pasara sin hacer nada. El latido de su corazón retumbaba en su estómago, haciéndola temblar levemente y poniéndola más nerviosa aún de lo que estaba. Sentía la suavidad de sus labios y de pronto dejó de pensar. Algo dentro de ella había cambiado, una sensación de seguridad y de confort la invadió por completo.

A la misma velocidad a la que sus rostros se juntaron comenzaron a separarse. El aire frío se coló entre ambos devolviendo a Eléa a la realidad. Volvía a ver y a escuchar. Su vista se quedó fija unos segundos en los labios que acababan de besarla y lentamente subieron hasta los ojos del cazador. Le miró con una expresión entre fascinada, confusa y excitada. Apenas podía pronunciar palabra.

Bajó la mirada hasta sus pies, sonrojada, y después la volvió a la vista de París que se extendía frente a ellos, mirando alrededor sin fijarse en nada. Se mordió el labio inferior conteniendo una sonrisa que al final no pudo evitar mostrar. Aun podía sentir la tersura de los labios de Leinhart, su sabor y, sobre todo, su olor. Su respiración seguía ligeramente agitada moviendo su pecho visiblemente acelerado.

Escuchó como detrás de ella comenzaban a entrar los primeros espectadores de vuelta al teatro. Aún faltaban unos minutos para que empezara la obra de nuevo, pero todos debían volver a su puesto antes de ese momento. Eléa no quería entrar, todavía no al menos. Quería quedarse un poco más a solas con él, pero a la vez quería mezclarse con la multitud y pasar desapercibida para todos. Se sentía confundida y no sabía qué es lo que sentiría él. ¿Y si había hecho algo equivocado? La euforia que había sentido se desvaneció como el humo, dando paso a grandes dudas. Sus dedos comenzaron a entrelazarse unos con otros sobre la barandilla de la terraza mientras repasaba una y otra vez todas las preguntas que se le agolpaban en la cabeza.

por **Leinhart A. Ashford** Lun Mayo 25, 2015 8:57 am

Un momento eterno y a la vez perfecto, algo tan sencillo y simple pero a la vez poderoso había cruzado sus caminos, un beso que dio rienda suelta a una serie de emociones parcialmente nuevas para el cazador. Noto los nervios de la joven principalmente por el hecho que esta casi ni respiraba durante todo el momento que estuvieron unidos, tal vez sorpresa, tal vez miedo, nunca estaría completamente seguro de que le había causado en ese momento pero de una cosa si estaba seguro, quería que se repitiese.

Una vez separados las sensaciones volvieron a él como una avalancha, era como si durante toda la duración del beso se hubiera desconectado del mundo y ahora tan rápido como se fue, todas esas señales, el viento, el sonido habían vuelto trayéndolo de vuelta a la realidad. No pudo evitar notar la cara de la dama, sonrojada y evitando su mirada al principio para luego encontrarse con ella, una sonrisa sincera se mostró en el rostro del veterano cazador, se sentía como un niño nuevamente, tantas desdichas, desgracias e infortunios en su vida y ahora, finalmente, podía sonreír genuina y sinceramente.

Se quedaron allí mirándose a los ojos hasta que Eléa retiro la mirada, probablemente por su propio nerviosismo, dirigiéndola hacia la ciudad. El cazador no pudo hacer más que recostarse a la barandilla de costado en dirección hacia ella, la vio allí jugueteando con sus manos por lo que acerco las suyas a las de ella para calmarla un poco, las tomo suavemente y nuevamente le sonrió, no hubieron palabras, no eran necesarias en un momento tan puro como este, solo la mirada y aquella sensación que cada uno estaba sintiendo por su parte.

Finalmente Lein se percató que los espectadores que se habían unido a ellos en la terraza volvían a entrar, la obra estaba por recomenzar y las personas estaban siendo informadas que debían entrar pronto o se quedarían fuera por el resto de la actuación, algo que realmente no le molestaría al cazador ya que realmente quería tener un tiempo a solas con la joven, sentía como aquel sello que mantenía sus sentimientos a raya se rompía cada vez más y más rápido en presencia de esta peculiar mujer, aun no podía entender que era lo que le atraía de ella, ciertamente no era una vampiresa o ya se habría percatado de ello, ¿tal vez una hechicera? Había escuchado de sus poderes de encandilamiento y este podría ser el caso. Por los momentos decidió ignorar estos pensamientos y simplemente disfrutar de la velada.

Finalmente el silencio se vio interrumpido por las palabras del acomodador, ya era hora de entrar, Lein miro a la dama y dijo – No se usted, pero no creo tener ánimos para ver finalizar esta obra. - era una especie de mensaje oculto, solo quería ir a caminar a solas con Eléa y disfrutar de su compañía en un momento más privado que dentro de un teatro repleto de gente, antes que la dama pudiera expresarlo le afirmó – No se preocupe, nuestro benefactor entenderá las razones de nuestra repentina partida -

Le hizo una pequeña seña al acomodador para que supiera que no volverían a entrar y este se dispuso a cerrar las puertas, ahora eran solo ellos dos y los sonidos de la noche en aquella terraza.

por **Eléa Pelletier** Miér Mayo 27, 2015 3:18 pm

Preguntas, preguntas y más preguntas. Tenía tantas que se le apelmazaban en su cabeza y se mezclaban entre sí, agobiandola. Era incapaz de serenarse y ordenarlas y sus manos daban buena cuenta de ello. De pronto sintió como las manos de Leinhart se posaban sobre las suyas encerrándolas y, como una melodía hace con las fieras, su mente se serenó, dejó de pensar de nuevo. Levantó la mirada hacia él y ahí estaba, con esa sonrisa sincera que le había mostrado otras veces. Ella no pudo más que devolverle una sonrisa de oreja a oreja, lo único que podía hacer para expresar lo que estaba sintiendo en aquel momento.

Y es que aquel acto tan inocente, el simple hecho de cogerle las manos, para Eléa fue lo más tierno que había visto nunca. Giró su cuerpo para quedar frente al de él sin soltar sus manos y sin bajar la mirada. Volvía a estar inmersa en aquellos ojos, como si estuviera hechizada. En aquel momento podría hacer lo que quisiera con ella, no encontraría ningún tipo de resistencia.

Aún no lo sabía y todavía tardaría un poco en entenderlo, pero estaba empezando a enamorarse de él. Apretó con sus manos las del cazador para que no se soltaran y dio un pequeño paso en su dirección. No se había terminado de acomodar en la barandilla cuando llegó el acomodador. Tenía urgencia por cerrar las puertas del teatro y sólo quedaban ellos dos en la terraza. La cambiante no se había percatado de cuánto tiempo había pasado. Cuando estaba con Leinhart todo iba más rápido, las horas se volvían minutos, algo que la frustraba sobremanera. No quería entrar, pero no estaba sólo en su mano elegir qué hacer. Por suerte para ella, no era la única que quería un momento de privacidad.

-En ese caso, también prefiero pasar el resto de la obra aquí -contestó, y con un gesto de la cabeza agradeció al acomodador las molestias.

Las puertas se cerraron y se hizo el silencio, tan solo interrumpido por los sonidos de pequeños animales nocturnos. Eléa seguía sumergida en aquella mirada de ojos oscuros.

-Me alegro mucho de estar esta noche aquí -confesó.

Bajó la mirada a sus manos, sonrojada de nuevo. Las preguntas comenzaron a ordenarse ellas solas y, de pronto, algo en lo que no había pensado la golpeó como un témpano de hielo: era una cambiante y él no lo sabía. ¿O quizás sí? Un sudor frío recorrió su espalda desde la nuca hasta el final. ¿Y si todo aquello era una trampa? Sus músculos se tensaron y temblaron. Levantó la mirada de nuevo hacia él. «No, no puede ser. Él no.» Tenía que averiguarlo antes de que fuera demasiado tarde, aunque el solo hecho de pensar en esa posibilidad le oprimió la garganta tanto que las palabras salieron entrecortadas.

-Pero, no hago más que preguntarme... -Calló un par de segundos intentando serenarse. -¿Por qué yo? ¿Qué… qué habéis visto en mi? -Su voz tembló muy ligeramente.

por **Leinhart A. Ashford** Miér Jun 03, 2015 8:44 pm

Por primera vez en su vida desde la muerte de su hermana Lucille estaba en paz, como si el tiempo mismo se hubiera detenido en su mente y esta había dejado de funcionar, sin pensamientos, sin preocupaciones, sin barreras, un blanco fácil para cualquiera que deseara entrar a lo mas escondido de sus memorias. Tras ese beso todo cambio, no podía siquiera imaginar una vida sin ella, no podía ni quería permitirse siquiera pensar en pasar un día mas sin estar en la compañía de esta dama.

Sintió un cosquilleo por todo su ser cuando Eléa apretó sus manos como para no dejarle ir, un sentimiento nuevo y desconocido para el se esparció por todo su cuerpo sin dejar ni un solo centímetro sin tocar, una especie de corriente eléctrica que prometía revivir todo aquello que el cazador creía estaba muerto dentro de el.

Perdido en aquellos preciosos ojos, un hermoso rostro y una aun mas increíble personalidad, ella era la chica perfecta para el y estaba empezando a descubrirlo poco a poco, era como algo hecho por el destino mismo viéndolo de una perspectiva religiosa y creyente, algo que el no era por ningún medio pero no podía negar la existencia de esa posibilidad. De repente algo en ella cambio, su expresión se ensombreció como si la dura realidad le hubiera golpeado directo en la frente, podía verse el miedo en sus ojos y la preocupación que estos despedían.

- Eléa, ¿estas bien? - le pregunto preocupado mientras ella entraba en una especie de trance, apretó sus manos para hacerle saber que estaba allí acompañándole y no tendría que enfrentar a sus demonios sola. Dos frases fueron la respuesta ante su preocupación, dos frases temblorosas y cargadas de miedo que extrañaron al cazador, de una mirada pudo notar que si no estaba llorando ya, estaría en el eje de hacerlo.

Sin mediarle palabra alguna se acerco a ella soltando sus manos y le dio un fuerte y cálido abrazo apoyando la cabeza de ella sobre su hombro, podía sentir como sus palabras no eran las únicas que temblaban pues ella también parecía hacerlo, temía no decirle las palabras adecuadas a la joven por lo que simplemente dijo lo que estaba en lo mas profundo de su corazón

- Tu me salvaste -

y junto con ello, una lagrima de felicidad corrió por su mejilla corriendo libremente hasta caer sobre la cabellera de la cambiante, luego silencio, solo se quedó allí apretándola fuertemente contra su pecho en señal de que de ahora en adelante, nunca la dejaría ir.

por **Eléa Pelletier** Sáb Jun 06, 2015 3:47 pm

Había sentido miedo otras veces, pero era un miedo diferente, uno que le hacía defenderse para salvar su vida. En esa ocasión era una sensación completamente distinta. Claro que temía por su vida, pero la posibilidad de que Leinhart fuera simplemente un cepo la aterraba. Apenas sintió el apretón de manos que le dio ni su voz preocupada cuando le preguntó qué pasaba. Necesitaba saberlo, necesitaba oírle decir que estaba allí porque deseaba hacerlo.

Pero no hubo palabras, no fueron necesarias. Recibió el abrazo con todo su cuerpo temblando, y aun cuando los brazos del cazador seguían rodeándola continuó estremeciéndose como si estuviera en una caverna de hielo. Tardó unos segundos en comprender que no corría peligro, pero cuando finalmente lo vio todo claro simplemente se relajó. Los grandes brazos del cazador la apretaban con la fuerza justa para hacerla sentirse protegida y a salvo.

Con los ojos cerrados hundió su rostro entre los pliegues de la ropa de Leinhart buscando el contacto directo con su piel, igual que un bebé hambriento hace con el pecho de su madre. Aspiró aire fuertemente captando su esencia, que era tan intensa que la embriagó impidiendo que oliera cualquier otro aroma. Las manos de ella reposaban a los lados de sus hombros sobre el pecho de él, cerrándose en torno al abrigo del cazador de vez en cuando como si lo retuviera junto a ella.

Todavía no podía creer que aquello fuera cierto, tenía la sensación de que estaba soñando mientras dormía acurrucada en su habitación. Necesitaba más, una prueba que le demostrara que estaban allí de verdad. Lentamente fue levantando la cabeza hasta que su mirada se cruzó con la de él. A ella la siguieron sus manos deslizándose lentamente hasta llegar a ambos lados del rostro del cazador. Con el pulgar limpió el rastro que había dejado la lágrima en su mejilla y poniéndose de puntillas volvió a besar los mismos labios que la habían besado hacía pocos minutos.

Se había vuelto a evadir, volvía a estar a tientas sin sentir nada que no fuera Leinhart. Su sabor, su olor, su calor, todos los sentidos captaban algo, pero siempre algo relacionado con él. Pasó sus brazos por detrás de su cuello abrazándose a él fuertemente. Tras unos segundos separó su rostro lo suficiente para poder mirarle a los ojos, tan sólo unos pocos milímetros. Su respiración era acelerada y algo entrecortada.

-No me sueltes -susurró mientras seguía abrazada a él.

Volvió a enterrar su cabeza, esta vez en el cuello del cazador. Volvió a embriagarse con ese olor que era incapaz de olvidar y sintió cómo su pulso se tranquilizaba. Aquel hombre tenía un efecto sedante en ella, como si estando junto a él nada ni nadie pudiera hacerle daño. Era lo más parecido a ser inmortal. Podía quedarse así durante horas, días incluso. No necesitaba nada más.

por **Leinhart A. Ashford** Vie Jun 12, 2015 3:15 pm

Como cazador muy pocas cosas provocaban que Lein sintiera miedo, prácticamente la ultima vez que lo sintió fue en aquella mansión donde perdió parte de su familia ante la arremetida de los caminantes nocturnos, ahora, nuevamente esa sensación volvía a el, un miedo visceral pero de alguna manera bueno para su espíritu y su conciencia, Eléa había logrado penetrar todas y cada una de las defensas del cazador hasta llegar a su corazón y eso lo aterraba.

Pero todo eso se desvaneció cuando ella, en un simple y suave movimiento lo besó nuevamente causando esa sensación eléctrica por todo su cuerpo y entonces consiguió paz; tanto poder escondido detrás de un acto tan simple, un poder que parecía tanto mágico como mundano pero que ni los mas poderosos hechiceros podría realizar con todo el poder mágico del mundo.

La sostuvo firmemente mientras sus labios no se despegaban de los de ella, el universo se había detenido nuevamente al rededor de ellos, todos sus sentidos se centraron en una cosa, una persona y nada mas, Eléa, nuevamente se había convertido en centro de su universo y esta vez sería eternamente. Sus rostros se separaron dandole al cazador vista perfecta del rostro de la joven, tan hermosa como siempre justo ahí en su espacio personal, mas cerca de lo que jamas había permitido a alguien llegar, la miro directamente a los ojos y en respuesta a la joven dijo

- Nunca mas -

Lo dijo como una promesa, de ahora en adelante ni la muerte misma podría separarlo a el de ella, así tuviera que acabar con el espectro del fin para poder cumplir esta promesa, nuevamente la abrazo firmemente debajo del cielo estrellado de París.

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