Silent night, holy night, all is calm, all is bright...

La bruja tararea el villancico entre dientes mientra acaba de colocar una corona de acebo con velas en la mesa. Lleva semanas recorriendo la ciudad en busca de regalos especiales para sus invitados a la cena de Nochebuena, que son básicamente la gente que más aprecia.

Afuera los copos de nieve se mecen silenciosamente como plumas en el aire, esponjosos y blancos, cubriendo el jardín de la mansión con un manto albino sobre el que se dibujan las pisadas. Por la mañana ha estado en la fábrica textil para asegurarse que todos sus trabajadores recibían una cesta navideña, y después pasó por el orfanato y el comedor social, a revisar que hubiesen recibido todos los paquetes que envió, porque sabía que si enviaba dinero se lo podrían quedar los funcionarios corruptos. A los primeros les mandó ropa de cama, toallas y ropas de abrigo para los niños, además de una caja enorme de juguetes nuevos. A los segundos, cajas y cajas de frutas, verduras y productos de primera necesidad. La navidad era un tiempo muy familiar, entrañable, la gente cantaba villancicos en la calle y se respiraba cierta solidaridad en el aire. Era la primera vez en cinco años que ella pasaba las navidades acompañada, y por su puesto la primera en toda su vida en la que cenaría platos deliciosos como pato trufado o cordero con ciruelas.

Las chimeneas estaban encendidas y el salón decorado con guirnaldas naturales de acebo. Bajando directamente de la araña que había suspendida sobre el hall, una rama de muérdago, y en la entrada, un camino de velas, una corona en la puerta y una alfombra roja.

La mesa estaba atiborrada de todo tipo de manjares: dátiles sobre piña asada, puré de castañas, pan de nueces caliente, salmón ahumado, todo tipo de frivolidades de hojaldre relleno, pastel de queso de cabra e higos... y las carnes estaban en la cocina preparadas para ser calentadas al horno.

Estaban invitados Xaryne, Corbin y Jana, la señora Malworth (su ama de llaves), Gael, Astrid y Sean, Leif y Höor. Aunque desconocía si estos dos últimos acudirían, porque no lo tenían claro. No importaba, entendía que en fechas así cada cual tuviera cosas que hacer. Ya estaba todo listo y le hacía mucha ilusión celebrar esa cena y reunirse después todos cerca del árbol a abrir regalos. Era la primera vez que podía permitírselo y lo quería compartir con aquellos que eran importantes para ella.

La primera vez que celebraba la Navidad con gente ajena, para él desconocida…todos menos Gael. ¿La verdad? Se encontraba nervioso, inquieto y a saber la de veces que se había mirado en el espejo. La parte de cazador, ruda y salvaje…quedó a un lado en cuanto de vida social se trataba. Esa noche era especial en muchos aspectos, le había conmovido que Gael le invitase, iba a ser una noche diferente, muy distinta de las que salía a cazar o se quedaba en casa recibiendo visita… esto último lo detestaba a sobremanera pero lo primero eran sus deberes.

Aproximadamente, conocía el número de las personas que irían a la fiesta de Navidad. La mayoría mujeres, excepto Gael , él y otra persona más que dudaba lo conociese. Llevaba regalos para todos, para las mujeres algo en especial, para los hombres desconocidos un detalle pero para Gael, no era cualquier cosa. No era valioso, ni siquiera al cazador le había comprado nada pero el significado del regalo valía mucho más que cualquier cosa.

La dirección, apuntada en una solapa de una carta. Conociéndose sabía que como no lo apuntase, se terminaría perdiendo y al final no llegaría a la fiesta a este paso. Nunca se había reunido con Gael fuera de ese “oficio” que los mantenía fuera casi todas las noches. Seguro que ni le reconocía bien vestido , sin oler a pis de licántropo y lleno de sangre por todas partes, grotesca imagen que no presentaría esa noche y esperaba que no terminase de esa índole.

Tomó los regalos, colocándose el sombrero y el abrigo, dispuesto a todo. ¿Qué diablos? Estaba nervioso, no conocía a nadie y aunque no tenía problemas de socializarse… esa noche no era como cualquier otra. Sonrió antes de llamar a la puerta , no sin antes asegurarse de que era el lugar en cuestión. Alguna que otra vez había estado en esa parte de la ciudad, persiguiendo a alguien o bebiendo… lo segundo más que lo primero. Llamó un par de veces esperando a que le abriesen. Una joven con la que cruzó una mirada, seguida de una reverencia.

-Buenas noches. Creo que…es aquí, la cena. Soy Sean, Sean Jensen . Un placer, señorita -medio sonrió, observándola con sus ojos azules, aquellos tan iguales a los de Gael. Era curioso aquello, pues ambos cazadores que eso se lo tenían en común…extraño pero cierto, escondían más cosas que ninguno se imaginaría jamás -¿He llegado pronto? Puedo ayudarla a los preparativos. He traído… un postre, mi criada se negaba a dejarme ir con los brazos vacíos.-rió mordiéndose el labio inferior, dejando escapar un suspiro… se notaba que estaba inquieto pero impaciente, justo como un niño…extraño en un hombre tan fuerte y corpulento como él.

No había comenzado la Navidad y yo ya estaba harta. Nunca la había celebrado pero el hecho era que odiaba las fiestas. Demasiada gente, demasiado fingir sonrisas y demasiada parafernalia para mi gusto. Pero también contaba el hecho de que Elora irradiaba ilusión por los poros y llevaba semanas preparando hasta el último detalle de aquella maldita fiesta. Y para colmo, venía gente que no conocía.

Pero Elora estaba feliz y yo tuve que aguantarme viendo cómo cada día la mansión parecía más una piñata. Que sí, que la idea de reunirse en familia era una utopía muy bonita, pero yo no estaba acostumbrada a estas cosas y me costaba relajarme. Mi idea de la Navidad perfecta hubiera sido sentarme frente a la chimenea y beber con Elora hasta la madrugada. Pero me prometí a mi misma que haría el esfuerzo... por ella.
Me vestí algo más "elegante" de lo que lo solía hacer, una camisa negra fina, unos pantalones a juego y unos botines. Elora sabía que no conseguiría nada más, así que no insistió. Le ayude a colgar adornos de las lámparas de araña que colgaban en el salón.

Cuando llamaron a la puerta, me puse tensa. ¿Sería aquel cazador que Gael habría dicho que traería? Escuche su voz desde el salón con una copa de vino blanco en la mano. Elora me dirigió una mirada de advertencia y yo resoplé, pero me obligué a relajar un poco el gesto. Me acerqué por detrás a la bruja y le di un último beso antes de que la casa se llenara de gente y tuviera que fingir una felicidad familiar, cuando en mi familia solamente cabían Elora y Gael. Tomé un trago de vino blanco. La fiesta daba comienzo.

— ¿Sean? Oh! estupendo! eres el primero en llegar!! me alegro de conocerte, Gael me ha hablado de ti. Adelante, y gracias por el postre, aunque creo que vamos a acabar con sobredosis de azúcar. Estás en tu casa.— Entraron en el salón y allí estaba Xar con su copa de vino.— ¿Os conocéis? ella es la famosa Muerte Negra.¡¡Y no frunzas el ceño ni me mires como si hubiera dicho una tontería!! eres famosa y es lo que hay.— Sonrió a Xaryne y a Sean. Manda cojones que tuviera que ser una bruja la que presentara a dos cazadores. Sirvió otra copa de vino para ella y una más para Sean.— Me alegro mucho de que estés esta noche con nosotros, es la primera vez que celebro la navidad y... bueno!! seguro que me habré dejado algo por el camino pero espero que estés a gusto. ¿Eso son regalos? Meh!! pues vaya tontería, claro que lo son, van envueltos y con lazos...¿quieres dejarlos bajo el árbol?.— Le indicó al cazador dónde podía dejarlos y así él también pudo comprobar que había un paquete con su nombre. Elora había colocado todos allí bien etiquetados.

Para Jana había un paquete con un par de vestidos bonitos y un conjunto de pendientes y gargantilla, porque aunque la chica se pasase el dia allí trabajando, algun día tendría que salir a pasear o a cenar con alguien. Además había un sobre para su familia, que sabía que iban justos, aunque con lo que ganaban ahora los dos hermanos vivían mucho mejor. Para Corbin también había un paquete y tenía un juego de armas de principiante, que sabía que Xaryne lo entrenaba a ratos y el chico lo estaba haciendo muy bien, amén del correspondiente sobre, como su hermana.

El paquete de Leif contenía un juego nuevo de instrumentos de navegación junto con unos frascos tallados en madera, traidos expresamente de Norteamérica. Había estado estudiando los hechizos de los indios nativos americanos para retener al totem animal. Quizás con suerte lograse tranquilizar a la bestia interior de su padre y consiguiese que pudiera navegar un trayecto corto.

El regalo de Sean era una cajita pequeña. Dentro había un frasco de un palmo con un líquido amarillento y la explicación completa de para qué servía. Ese hechizo formaba la "Campana de vacío". Cuando impregnaba sus flechas en él, se formaba a su alrededor y por todo el trayecto que recorriesen, una campana donde no habría sonido alguno ni aire, con lo cual los disparos estarían completamente a salvo de variaciones del viento y no podrían ser escuchados. En resumen, toda flecha se volvería letal al cien por cien a poco que apuntase.

El paquete de Gael era un libro, uno muy especial que no contenía hechizos ni ensalmos, sólo la magia de las palabras. Sabia que estaba pasando un momento delicado con todos los lios de Thomas, Adaline etc. Ese libro la había ayudado a ella a clarificar sus pensamientos después de regresar de un tipo futuro con Höor. La había ayudado a saber qué era realmente importante en su vida y a simplificar sus prioridades. Esperaba que a él también le ayudase, y por si no era así, tenía una dedicatoria en la solapa: "Espero que encuentres aqui dentro el as de guia en los momentos de zozobra, y si no es así, recuerda que siempre me tendrás a tu lado. Un abrazo, Elora." El de Astrid era una pequeña caja y era muy especial. Dentro de ella había un botón, esta vez de color morado y a él estaba atada Rubina, la que en otra vida fue la esposa de Mordekai, el ente protector de Gael. Había tardado meses en dar con ella, sus órdenes eran proteger a Astrid y en caso de necesidad, avisar a Mordekai, para que ella pudiese siempre regresar donde Gael estuviera. Rubina no era tan fuerte como Mordekai, pero su enorme conexión haría que Astrid y Gael siempre estuvieran en contacto a través de sus entes protectores.

El paquete de Höor contenía una brújula de bolsillo, pequeña, redonda y con una cadenita que podía engancharse en el interior de la prenda, como los relojes. Había tenido que robar en el museo Nacional de Arte Naval de Francia (bueno, ella no, sus entes) para poder conseguirla porque ese hechizo sólo funcionaba con la brújula de Ambrose Bocanegra, el almirante vencedor de la batalla de La Rochelle. Era una brújula especial porque su imán procedía de un meteorito caido muchos siglos atrás, perfecta para absorber el hechizo. Con esa brújula Höor jamás estaría perdido, siempre apuntaría hacia donde estuviera su propio Norte, lo que en verdad desease profundamente su corazón. Cuando dudase, cuando estuviera en aprietos, la brújula no lo dejaría perder el verdadero norte.

Finalmente estaba el regalo de Xaryne. El paquete no era muy grande y tenía un lazo negro alrededor de la caja cuadrada. Al retirar el envoltorio en la cajita de terciopelo habría un anillo ovalado de color plata reluciente con una piedra negra incrustada en él. Había puesto un pequeño trozo de papel doblado dentro con su pulcra y apretada letra. "Querida Xar, esta pequeña joya es un anillo para tu cuchillo de ébano, al ponérselo a cualquier arma ésta se convierte en una Devoradora de almas. Cada vida que coseche alimentará el poder del cuchillo y atará para siempre el alma de la criatura a este plano para evitar que asciendan. Así podrás decidir el castigo eterno de aquellos que lo merezcan. Eres la Muerte Negra y no mereces menos que la mejor arma. Te quiero, feliz Navidad."

Había estado muy ocupada las semanas atrás, metiéndose en lios y haciendo magia, una y otra vez hasta conseguir que todos los hechizos funcionasen como se esperaba. Había sido agotador, pero no le dolía en absoluto invertir todo ese tiempo en sus seres queridos para que tuvieran una navidad en condiciones. Se lo merecían, y ella también, porque ya iba siendo hora de que entre tantas desgracias y tantas historias de infancias tétricas, consiguieran por una noche brindar por la esperanza de un futuro mejor y por el simple hecho de estar vivos, juntos y con la posibilidad de disfrutarlo.

—¿Cocinar yo? estás loco!! habría servido ranas con salsa de arañas o algo así... ya sabes que mi cocina es de supervivencia o en su defecto, mis recetas sirven para alucinar o algo similar.— Le dio un abrazo a Gael y otro a Astrid y después de servir algunas bebidas los invitó a tomar asiento en la mesa.

Corbin y Jana también cenaban con ellos esa noche, estaba todo hecho, así que sólo tenían que dar cuenta de tanto manjar. La conversación se animó con el vino y las delicias esparcidas por la mesa. Elora les contó el pequeño desastre que causó cuando fueron a buscar la espada a Alemania, que invocando un portal como vía de escape, acabaron viajando al futuro. Omitió algunas cosas que no eran de buen gusto para ser contadas el dia de nochebuena, y se centró en la parte divertida de aquel viaje, las anécdotas absurdas que surgían de su torpeza y las infinas casualidades que confluían en una estadística imposible. Tenía cierta vena cómica cuando se ponía a contar una batallita y sobre todo cuando imitaba a sus conocidos, imitando el tono de voz de Xar y de Gael discutiendo por alguna chorrada.

La cosa es que charlaron de las últimas novedades, del nuevo senescal de la Orden y vaciaron unas cuantas botellas de vino. Llegaron a los postres, que era una fantástica croquenbouche de lionesas rellenas de crema de una de las mejores pastelerías de París.

— Afú... voy a explotar...— Agarró la mano de Xaryne que estaba a su lado y le sonrió.— ¿Qué os parece si nos senatmos en los sofás y abrimos los regalos? de pequeña siempre veía a la gente encerrarse en sus casas, decorarlas, cantar villancicos y darse regalos y pensaba que debía ser estupendo celebrar algo así...gracias por venir chicos. Hoy estoy cumpliendo un deseo y me hace muy feliz compartirlo con vosotros.

Realmente hubiera sido igual de feliz si hubiera tenido una casita modesta y no una mansión, siempre que hubiera podido celebrar esas fechas como ahora, con gente importante para ella. Era fácil hacerla feliz, sólo quería lo que nunca había tenido: una familia. Aunque no fuera de lazos de sangre.

No esperaba ser el primero en llegar, aunque conociendo a Gael seguramente no tardaría en llegar. Siempre había sido muy puntual, y antes de la hora prevista, ya estaba en la casa. Entró dedicando una reverencia tanto a la persona que le había abierto la puerta y a la otra que se encontraba dentro. Esta última, le llamó la atención, no sabía porqué pero le resultaba familiar aunque podía ser de cualquier parte… no, algo le decía que de algo en especial.

-Muerte negra… -no pudo evitar silbar por lo bajo, la fiereza con la que miraban esas orbes claras le confirmaron que no estaba ante cualquier cazador, si no con aquella a la que muchos temían. -Un placer, no sabe cuanto. Y gracias, es muy amable - las cajas envueltas no eran muy grandes. Para Elora una pequeña bola de nieve, con la ciudad de Paris, la agitabas y parecía nevar todo el tiempo. Un regalo sencillo pero apropiado, recuerdo de esa primera Navidad.

A los cazadores, un buen arco, tallado por el mejor artesano de material fuerte. Aunque a Gael… no le trajo uno de esos , su regalo era mucho más pequeño parecido al de Elora, caja pequeña. Dentro, había un adorno de Navidad, parecía bastante antiguo. Una bola roja de color rojo, envuelta en un lazo dorado… su primera bola de Navidad. Él hizo de esta Navidad única y él quería regalarle ese adorno tan significativo.

-Espero que os gusten los regalos. Es la primera vez que regalo a alguien así que…traje demás. Los envuelto en dorado son para los que aún no conozco… -los paquetes dorados contenían dulces, bombones y demás…así no fallaría…tampoco es que conociese a la persona que lo recibiría.

Tomó asiento cuando Gael llegó, enseguida se puso en pie. No venía solo, ¿por qué no le extrañaba? Aunque no esperó que fuese esa mujer. Sus ojos se entrecerraron, adelantándose unos pasos hacia ellos. Saludó a Gael con un par de golpes en su espalda…clavando sus orbes azules en Astrid, el mundo desde luego era un pañuelo.

-Vaya que grata sorpresa - mostró una sonrisa de desconcierto, jamás imaginó que su acompañante sería precisamente ella. -Espero que os gusten los regalos, a ti Gael lo siento… tienes otro distinto. Espero que… sepas interpretarlo si no pues ya te regalaré algún sombrero o algo parecido, tienes que ir elegante y más cuando te acompaña una mujer como esa. Ahora me creo lo de que sea buena cazadora, no me cabe ninguna duda

Tomó asiento, abriendo su regalo, era imposible no mostrar una breve sonrisa al leer lo que servía, muy útil y acorde con el regalo que había hecho él mismo a los cazadores.

-Perfecto. Este grupo de cazadores tiene todas las de ganas, la próxima vez que cacemos licántropos… no tendremos que embadurnarnos de pis -rió, mirando a todos, solo Gael entendería la broma… esperaba que no solo fuese así.

Recibir una invitación de su hija no fue ninguna sorpresa, Elora tendía a inmiscuirle en todo evento que realizaba, como esa falsa boda de hacía unas semanas, pero eso de la navidad... ¿qué diantre era la navidad? Leif no era cristiano, de hecho si alguien le preguntara por Jesús creería que le hablan de algún fulano de los barrios bajos. Vivir en un barco alejaba a los hombres de temas como la religión, los únicos dioses que conocía eran Muerte y Fortuna. Algunos hablaban de Mitra y Hermes, pero Leif siempre fue un hombre más tangible. De la muerte nadie escapaba y cualquiera podía ser víctima de la fortuna, ya fueran favorecedores o no los vientos que soplaran la vela mayor. En la invitación hablaba de regalos, alcohol y comida, las únicas palabras que terminaron de convencerle para acudir al evento.

No hacía mucho que cometió el crimen en aquella cabaña desolada, probablemente aún buscaban una cabeza que colgar por ello, de modo que se vio en la obligación de pasar lo más desapercibido posible para escapar de su castigo. Un buen baño para aclarar la piel; ropas despojadas de nobles distraídos, y un desagradable peinado trenzado que disimulara mejor sus greñas. Se deshizo de todo abalorio sobre su persona que le señalaba como pirata y acabó por un rasurado que rejuveneciera su rostro y mejorase su estatus.

Se sentía ridículo.

Resultó desagradable que al llegar se encontrase con olores conocidos, no por su hija y esa novia suya que tanto detestaba, sino por los reconocidos cazadores que solían frecuentar los bosques que él moraba. Nunca jamás sería capaz de reunirr suficiente paciencia para enfrentarse a aquel ambiente, de modo que aguardó tras la ventana, con la vista bien fijada, a que el cansancio empujara aquellos hombres a volver a casa a buena hora.

La espera no era buena para un hombre tan sediento.