Silent night [Edgar & Emilie]

Desde que Nypheria me había permitido entrar en la Biblioteca, me pasaba la mayor parte de mi tiempo libre en ella. Sin duda era infinitamente mejor que estar todo el tiempo encerrada en mi habitación esperando a que pasasen las horas o hasta que mi Señora requiriese mi presencia. Por lo que en cuanto tuve oportunidad me dirigí hacia allí en busca de algo de tranquilidad y de una buena lectura que me hiciera mas amena la espera. Enciendo la chimenea nada más entrar, para darle algo de calor a la estancia pues era de las menos transitadas y el frío parecía depositarse en los gruesos muros que conformaban las paredes, aunque más bien era todo el edificio el que siempre estaba algo frío. Supongo que estoy acostumbrada a estancias más pequeñas y que se calientan con mejor facilidad que estas.

Acerco una de las butacas a la chimenea y me dirijo hacia las extensas estanterías en busca de algo de lectura cogiendo un par de libros para echarles un vistazo y volviendo a mi asiento. En realidad preferiría sentarme en el suelo, sobre la alfombra y al lado de la chimenea pero tenía que mantener algo de buena presencia por si aparecía Nypheria. Suspiro con los libros en el regazo y mirando a través de la ventana la oscuridad que se extendía. Había empezado a echar de menos la luz solar, pero tenía que aguantarme por las excentricidades de mi Señora.

Abro uno de los libros, hojeando las primeras páginas sin darme cuenta de que he cogido La Divina Comedia por quinta vez en mi vida. Supongo que en el fondo siempre ha sido una de mis obras preferidas, por lo que me pongo a leer hasta que al cabo de un rato vuelvo a posar el libro sobre mis piernas y saco un pequeño papelito que tenía escondido en un pequeño bolsillo del vestido. Lo sostengo con cuidado, mirándolo con detenimiento antes de decidirme a abrirlo. El segundo poema en menos de un mes, y todavía no he conseguido averiguar de quien es, aunque ya he ido eliminando a algunos sirvientes de la casa, mayormente porque no saben ni escribir.

Lo leo un par de veces y me paso la mano por la frente. Quizá fuera alguna clase de... broma. No sé. Me paso la mano por la frente dejando la hoja en el libro abierto y volviendo a suspirar mientras miro el fuego en la chimenea. Siempre me había gustado ese sonido... Cierro los ojos y de repente oigo la puerta abrirse, haciendo que cierre el libro de golpe y me levante del asiento, sosteniéndolo con ambas manos hasta que veo entrar a Braud.-Señor Braud.-saludo como si acabara de darme el susto del siglo, y en parte es lo que ha hecho.-¿Le puedo ayudar en algo?

Esta noche no podré salir a menos que intente escabullirme y por el momento eso no entra dentro de mis planes aunque es posible que tarde o temprano suceda. Nypheria está en casa aunque al parecer ha tenido un mal despertar relacionado con unas obras de arte que creía que llegarían hoy y siguen perdidas en el trayecto. Conclusión: será mejor no acercarse demasiado ni hacerla enfadar más, a fin de cuentas la mansión es tan amplia que puedo perderme perfectamente en ella como si de un pueblo se tratara, con la diferencia que no tiene vida propia claro. Aquí sólo puedes toparte con los sirvientes y ellos sólo efectúan alguna que otra reverencia antes de apartarte. A veces siento curiosidad por ellos, por conocerles o saber algo más de sus vidas, pero supongo que no sería apropiado, les incomodaría e incluso podría meterles en problemas así que opto por desistir, por el momento.

En cuanto abro la puerta de la biblioteca con tranquilidad resulta que me encuentro con Emilie y ésta reacciona sobresaltándose y consiguiendo que yo mismo dé un respingo debido a su reacción, aunque acto seguido me siento bastante idiota por ello. Por suerte ya hace un tiempo que perdí la capacidad de sonrojarme por culpa de ese tipo de eventualidad -Oh... n-no. Sólo venía a leer algo...- miro de reojo las estanterías repletas de libro y después el que ella sostiene entre sus manos, reconociéndolo casi al instante. Sonrío entonces pero enseguida me contengo y opto por entrar en la sala, cerrando tras de mí con cuidado.

-Puede seguir con su propia lectura, no se preocupe- añado para que no se siente cohibida u obligada a prestarme atención ya que a fin de cuentas es la dama de compañía de Nypheria pero no tiene ningún tipo de obligación directa conmigo. En todo caso sería indirecta... bah, tanto da, a veces le doy demasiadas vueltas a todo, supongo que me cuesta un poco acostumbrarme a que otras personas se encarguen de servirme en mis necesidades y ese tipo de cosas.
Así pues me desvío hacia una de las estanterías cercanas, observando el lomo de los distintos libros pero sin poder evitar dirigirle miradas disimuladas y de soslayo a menudo. Puedo oler su calidez incluso desde aquí, esa bondad que transmiten sus ojos y la tranquilidad de cada uno de sus gestos. Es como un bálsamo, podría pasarme horas junto a ella para sentirme en paz conmigo mismo por primera vez en mucho tiempo.

Al final termino por coger un pequeño tomo en cuyo título apenas me fijo porque a fin de cuentas mi atención no cesa en su empeño de desviarse y tomo asiento en una butaca algo apartada de la suya para procurar no cohibirla -¿Crees que el viaje del autor podría llegar a ser cierto...?- termino preguntando en referencia al libro que tiene entre las manos con la simple intención de romper un poco el silencio que nos rodea y parece querer aprisionarnos.

Supongo que debí reaccionar de otra manera, un poco más tranquila pues parecía que realmente estuviera haciendo algo que no debía aunque no fuera del todo así... creo. Agacho la cabeza ligeramente manteniéndome aún de pie hasta que él decide moverse, encaminándose hacia una de las estanterías mientras yo vuelvo a sentarme algo incómoda con la situación. Intento relajarme aunque no surte demasiado efecto si lo combino con estar sacando la hoja del libro con cuidado para que no me vea y guardarla rápidamente en el pequeño bolsillo. Cuando accedo a mirarle aunque sea de reojo me da la sensación de que acaba de volver la cabeza hacia la estantería, consiguiendo que me agobie por si habría visto algo.

Abro el libro, fingiendo leer algo e intentando relajarme, pero me resulta demasiado imposible sabiendo que Edgar Braud está ahí. Lo siento, pero me hace sentir cohibida. No estoy acostumbrada a vaguear si tengo cerca a alguien a quien sirvo... aunque sea a medias, por lo que empiezo a distraerme con demasiada facilidad llegando a plantearme el echo de marcharme como algo más que posible.

Paso una página a pesar de que apenas he leído un par de frases, mirando de vez en cuando la chimenea hasta que Edgar habla, sacándome de mis pensamientos. Abro los ojos ligeramente asombrada ante esa pregunta, está claro que cualquier otra persona se lo hubiera tomado como algo de lo que sacar una moraleja, una enseñanza, y no de un auténtico relato en las profundidades del Infierno y en el Paraíso. Me lo pienso unos segundos antes de responder, no me suele gustar demasiado hablar sobre religión pues muchas veces tiendo a discrepar sobre ciertas cosas pero...-Puede.-susurro accediendo a mirarle.-Pero está claro que nadie puede entrar en el Cielo o el Infierno sin estar muerto... y si Dante no lo estaba, no podría haberlo hecho. Por lo que de ser un relato real... debería haber muerto y luego volver a la vida para escribirlo-Esto último lo murmuro en un tono bajo pues suena a completa locura y en el fondo sé que no debería haberlo dicho. Aún oigo la voz de mi madre en alguna parte de mi cabeza diciéndome que me calle y pare de decir insensateces.

-Lo siento. Ha sido una... elucubración estúpida y sin demasiado sentido.-me disculpo a sabiendas de que las cosas no eran así. Cuando te mueres, te mueres y no hay nada más.

No puedo evitar sentirme un tanto culpable cuando la veo sentirse inquieta e incómoda por mi mera presencia. En cierto modo me duele porque yo podría pasarme toda la noche junto a ella sin necesidad si quiera de abrir la boca pero resulta evidente que el sentimiento no es mutuo y nunca lo será porque yo soy el "Señor", por raro que eso me suene, y en realidad es mejor que nos mantengamos alejados para que no termine descubriendo esa parte de mí a la que yo mismo temo. De hecho me pregunto cuánto tardará en descubrir la verdad teniendo en cuenta todo el tiempo que pasa junto a Nypheria pues ella no es del tipo de vampiro que tiende a ocultar su naturaleza más de lo estrictamente necesario.

-No se disculpe, sólo ha sido una opinión- me encojo suavemente de hombros para demostrarle que no tiene la menor importancia y seguidamente me levanto de mi butaca, dejando el libro que ni siquiera he llegado a abrir sobre la misma -Tengo entendido que mientras Nypheria está despierta no puede salir de la mansión por si requiriese sus servicios...- empiezo a decir mientras la miro con curiosidad aunque estoy bastante seguro de lo que acabo de mencionar porque siempre la veo encerrada entre las paredes de a mansión a menos que mi Creadora le pida que la acompañe a algún sitio -Pero si le solicito que me acompañe al jardín debería hacerlo. ¿Me equivoco?- me temo que ahora mismo he sonado muy presuntuoso y arrogante pero no importa demasiado, así facilito la tarea de no agradarla y a la vez le proporcionaré algo de aire fresco y una distracción algo más amena que un libro que ya ha leído más de tres veces. Lo sé, claro que lo sé, que no sepa que la observo no significa que no lo haga.

Extiendo entonces un brazo hacia ella, invitándola con ese gesto a levantarse y a acompañarme sujetándose a él aunque tampoco tiene muchas alternativas si no quiere resultar grosera y sé que es algo a lo que no se arriesgará. Al menos no por ahora, cuando apenas nos conocemos personalmente.

Eso es lo malo, que son mis opiniones y muchas veces resultan demasiado extravagantes para algunos. No sé por qué sigo dándole vueltas a todo, debería haber dejado de buscar explicaciones lógicas a cada cosa que se me planteaba hace mucho tiempo. Quizá por culpa de que debía dejar de lado esas opiniones era por lo que seguía pensando en ellas, en un acto de rebeldía o algo así. No sé, tampoco me apetece pensar en ello, me recuerda demasiado a mi madre. Suspiro cerrando el libro y mirando la madera crepitar siendo comida por el fuego algo que siempre conseguía relajarme irremediablemente.

-Así es.-respondo observando como se acerca, como si realmente quisiera entablar alguna especie de conversación. Creo que sería de las primeras veces que eso ocurriese a pesar de que pasaba bastante tiempo junto a él y a Nypheria. Es entonces cuando suelta esa petición que consigue hacerme sentir extraña, supongo que era demasiado inesperada como para habérmelo tomado de otra forma.-No, no se equivoca... creo.-murmuro por lo bajo no demasiado convencida.

Seamos sinceros, no es que no quiera, es que no sé si debo. Nypheria me había dicho que esta noche probablemente no necesitara mi ayuda, pero me sabría mal no estar disponible si ella requería mis servicios... y más si se tenía que poner a buscarme por los jardines o la casa, que pequeños no eran precisamente. Le miro atentamente unos segundos, pensativa, antes de decidirme a levantarme y cogerme de su brazo. En el fondo si Nypheria no requería de mis servicios él estaría en todo su derecho de reclamar mi presencia, ventajas de ser el invitado de la Señora de la casa.
Así que pronto salimos de la calidez de la Biblioteca hacia los pasillos, bastante cómoda con su contacto pero a la vez un tanto incómoda por este repentino interés en que le acompañase. Lo siento, pero me he acostumbrado a que no me hagan caso y no reparen en mi presencia por lo que se me ha hecho irremediablemente raro.

Fuera en los jardines hacía frío y los árboles ya estaban casi desprovistos de sus hojas o al menos unos cuantos, lo que conseguia sacar de quicio a los jardineros pues llevaban más de dos semanas barriendo las hojas secas de los caminos constantemente.-Parece que el invierno quiere instalarse ya aquí-comento un poco para romper el hielo y en clara referencia al frío que empezaba a hacer.

Soy consciente de su turbación ahora mismo, probablemente no esperaba que tuviera el atrevimiento de pedirle que me acompañe a mí en lugar de a Nypheria. Parezco todo un egocéntrico, ¿verdad? Y sin embargo lo estoy haciendo para proporcionarle una distracción algo más activa y diferente a las que tiene habitualmente que si no me equivoco deben consistir básicamente en lectura, música y bordado. O eso deduzco porque en realidad no la conozco tanto como me gustaría.
Observo su pequeña y delicada mano enredándose entorno a mi brazo, sonrío evidentemente complacido con el gesto y acto seguido empezamos a caminar a través de los amplios pasillos hasta bajar las escaleras y llegar a la parte trasera exterior, en la cuál el nivel de iluminación mengua considerablemente al igual que la calidez aunque yo no me percato de esos detalles hasta que ella menciona el invierno y noto la brisa que revuelve levemente nuestros ropajes y cabello.

-Eso parece... y con él llegarán las primeras nevadas...- recuerdo esos días en los que temía esta época del año al carecer de medios adecuados para combatir el frío pero sin duda alguna éste año será muy distinto y puede que incluso disfrute de la visión del amplio jardín teñido de blanco. Aunque en cierto modo no podré evitar sentirme algo culpable por esos pobres desdichados que al igual que yo deben combatir día tras día simplemente para poder encender su estufa pero no hay mucho que pueda hacer al respecto así que... lo mejor es optar por centrarse en la parte positiva.

Me desprendo entonces de su brazo y seguidamente de mi chaqueta para colocarla con cuidado encima de sus hombros. Por desgracia no llegará a trasmitirle ningún tipo de calor que pudiera generar mi propio cuerpo pero sí la cubrirá mejor del frío nocturno. Después vuelvo a dejar que se sujete a mí y tomo la iniciativa de caminar sin rumbo aparente pues sé que ella me seguirá sin demasiadas preguntas al respecto -¿Desde cuando sirve a Nypheria....?- pregunto mientras la observo de reojo con evidente curiosidad. Estoy seguro de que sospecha algo, que todo es demasiado extraño, pero probablemente de ahí a llegar a imaginar lo que somos realmente hay un gran paso -Es una dama bastante.... particular- esta vez no puedo evitar esbozar una sonrisa algo traviesa, preguntándome si será capaz de decir algo sobre su Señora que suponga un riesgo o no. Probablemente no porque todavía desconoce si puede confiar en mí o no...

Nieve. Estoy deseando que comience la época de nevadas. Siempre me había gustado a pesar del frío que solía hacer, de hecho muchas veces me pasaba más tiempo en el exterior durante el invierno que durante el verano a no ser que el frío se hiciera demasiado insoportable como para soportarlo sin la ayuda de una buena chimenea, y eso que en mi casa no parecía calentar bien las habitaciones por unos problemas que teníamos con los muros.-Seguro que los jardines seguirán conservando su belleza incluso cuando eso ocurra-comento encantada continuando con el paseo hasta que se desprende de mi por lo que me aparto rápidamente.

Cual es mi asombro cuando en vez de proseguir el paseo me cubre con su chaqueta dejándome incluso más aturdida que antes-Yo no...-Ni siquiera se muy bien que decir, me resulta tan inaudito que me ha dejado bloqueda-No tenía por qué haberse molestado...-murmuro por lo bajo agachando un poco la cabeza un tanto avergonzada por la situación.-Pero se lo agradezco. No tendrá usted frio por mi culpa ¿verdad?-pregunto volviendo a sujetarme a él para proseguir nuestro camino.

-Casi un año, diez meses para ser exactos-respondo un tanto pensativa a sabiendas de que había sido una suerte que decidiera contratarme, si no no se que hubiera sido de mi. Cuando escucho el adjetivo que le otorga a Nypheria le miro directamente, pero no respondo al instante, vuelvo la vista hacia el suelo y esbozo una tímida sonrisa.-Es una mujer extraordinaria, diría yo-admito tras un silencio, algo pensativa y sonriendo para mi misma. Y no solo lo decía porque me pareciera una mujer digna de admiración, si no porque se salía de la norma. Sus excentricidades la hacían única y misteriosa.-¿Puedo saber desde cuando la conoce usted, Señor Braud?-pregunto interesada, aunque jamás insistiría en ello, si es algo que por algún motivo debía desconocer, era mejor así.No conteste si no quiere, no quiero parecer indiscreta-añado observándole atentamente unos segundos, permitiéndome el lujo de contemplar su rostro a pesar de que la iluminación fuese algo escasa.

Su manera de avergonzarse y cohibirse por la simple cesión de mi chaqueta me resulta encantadora y creo que eso se refleja en mi amplia sonrisa aunque evidentemente no hago mención a ello, ya escribiré después algo al respecto según lo vaya recordando y decorando con mi propia percepción -No se preocupe, soy bastante resistente al frío- y no podría ser más cierto así que sencillamente seguimos caminando por los distintos senderos del jardín, entre penumbras, alejándonos cada vez más de la mansión y de la luz que ésta otorga aunque eso no supone demasiado problema para mis capacidades de visión nocturna.

Después llega la información a la cuál asiento con tranquilidad. Me esperaba que llevase aquí media vida pero quizá Nypheria no pude permitirse es tipo de empleados a largo plazo porque sospecharían demasiado respecto a su actitud, hábitos alimenticios y demás, ¿verdad? Sin embargo su segunda afirmación consigue hacerme cambiar de expresión hacia una más taciturna. ¿Extraordinaria?, ¿Ella...? Debe de vivir muy engañada si realmente piensa eso aunque también podría ser una de esas muchachas encandiladas con la opulencia y las apariencias. A fin de cuentas no se puede decir que la conozca demasiado.

-¿Yo....?- repito torpemente al salir de mi ensimismamiento. La verdad es que hablar sobre mí mismo no suele ser un tema muy habitual y en la mayoría de ocasiones lo prefiero así porque no me considero demasiado interesante. ¿Acaso hay algo de mi vida que pudiera destacar además de la evidente conversión? Pocas cosas y ninguna de ellas me hace sentir realmente orgulloso -Hace unos cuantos meses... Si contamos desde el día que la conocí unos cinco- tras admitirlo en voz alta me siento incómodo porque sé que es muy poco tiempo como para aceptar trasladarse a vivir con otra persona pero no se puede decir que nuestras condiciones sean... normales.

-Ella...- empiezo a decir un tanto dubitativo, procurando encontrar una explicación razonable y viable -Le agradó mi talento para las distintas artes así que se convirtió en mi mecenas- bien, eso no está tan alejado de la verdad así que me siento algo más tranquilo pero entonces me detengo en seco contemplando una de las entradas al laberinto del jardín. La verdad es que me he adentrado muy pocas veces en él.

Parece demasiado metido en sus pensamientos, si le conociera más diría que es algo que hace hasta demasiado a menudo, o al menos esa es la sensación que me da. Pero bueno, tampoco es algo que me moleste demasiado porque incluso yo tiendo a ser así, es lo que tiene vivir siempre en un segundo plano, acabas metido dentro de tu mente y pensando en tus cosas ya que a nadie le interesas demasiado. Cuando contesta, consigue que abra los ojos un tanto sorprendida. ¿Apenas unos meses? Creí que se conocerían desde hacía años, quizás del teatro o de alguna de esos eventos a los que alguna vez me había tocado acudir, pero unos meses... es demasiado poco como para acoger a alguien en casa ¿no? Aunque no soy quien para opinar sobre eso, Nypheria me acogió aquí sin conocerme demasiado, así que...

-Entiendo...-Aunque tenga sentido es cuanto menos extraño, al menos el hecho de acogerle como si fuera un viejo amigo porque por mucho talento que tenga, nunca se sabe que clase de persona puede ser... aunque el señor Braud no parece ser de ese tipo de gente que mordería la mano que le da de comer o te apuñalaría la espalda pero, ¿quién sabe? Las apariencias engañan demasiado, eso es de todos sabido.

Nos paramos y miro hacia todas partes, entre la oscuridad y que no me he fijado muy bien por donde íbamos no estaba muy segura de donde nos encontrábamos, pero tras unos segundos lo identifico como la entrada del laberinto al que había entrado un par de veces pero sin alejarme demasiado de la salida. Hubiera sido vergonzoso adentrarme tanto en él como para luego perderme y no encontrar la salida. Pero siempre había algo en ese laberinto que me hacía sentir ganas de meterme en él, a pesar que fueran altas horas de la noche y no hubiera nada con lo que iluminarme el camino.

-¿Ha entrado alguna vez dentro, Señor Braud?-pregunto girándome hacia él para observarle y luego volver la vista hacia el laberinto.-Podríamos ir dentro... ¿Le parece bien? Mientras consigamos salir...-comento esbozando una pequeña sonrisa y esperando a que él decida.

Ambos nos detenemos frente al laberinto y creo que sentimos más o menos el mismo grado de curiosidad al respecto, casi como si de niños de tratara. Supongo que es normal ya que no estamos demasiado habituados a este tipo de entretenimientos triviales y despreocupados, muchas veces tenemos demasiadas obligaciones y responsabilidades que terminan por ejercer una presión inevitable sobre nuestras propias consciencias.
-Um... creo que sólo entré un par de veces pero apenas recorrí un par de pasillos, nunca he llegado hasta la zona central...- sé lo que muchos hacen allí, ante el amparo del laberinto, pero lo cierto es que nunca he visto el lugar con mis propios ojos y por lo que me han contado es bastante bonito así que... ahí está la curiosidad, aumentando por momentos.

-Creo que puede ser divertido- termino aceptando, devolviéndole una sonrisa más animada mientras desprendo mi brazo del suyo con lentitud -¡Veamos quién llega antes!- espeto a modo de reto y de juego a la vez, empezando a correr por el primer y único pasillo de entrada para terminar girando hacia la derecha entre alguna que otra risa. De hecho al principio me centro en eso, en recorrer pasillos teniendo que deshacer lo andando de vez en cuando pero tras varios minutos opto por algo que creo que será más divertido... a la par que travieso.

Me adentro entre los matorrales que conforman una de las gruesas paredes, sé que después puede caerme una buena reprimenda por haberlo destrozado pero ahora mismo no me importa. Aguardo a la expectativa a sabiendas de que ella no puede ser tan rápida como yo por propia naturaleza y por su propia e incómoda ropa y finalmente la oigo llegar, saltando sobre ella con un pequeño grito para sobresaltarla, con el pelo y la ropa cubiertos de hojas. Es una actitud muy infantil y pueril, lo sé, pero la verdad es que no puedo evitar reírme abiertamente porque hacia demasiado tiempo que no me sentía tan despreocupado como ahora.

Creí que él había entrado más allá de un par de pasillos, pero por lo que veo me equivocaba. Supongo que no soy la única a la que le "asusta" no encontrar la salida y sentirse un tanto incómodo o estúpido al quedarse allí encerrado. Podría haberles preguntado a los jardineros hace tiempo como llegar a la zona central pero eso le quitaría la gracia al asunto, era mejor descubrirlo por uno mismo que te dieran otros la solución, y quizá cuando ya me supiera uno de los caminos buscaría otros con los que llegar al corazón del laberinto. Pero siempre por uno o por otro nunca podía entrar... por miedo a que Nypheria me necesitara y no estuviera disponible para ella.

Vuelvo la vista hacia Edgar observando su sonrisa y dispuesta a echar a andar hacia el laberinto cuando repentinamente se suelta de mi brazo y echa a correr con esa especie de reto que consigue dejarme unos segundos paralizada mientras veo como empieza a alejarse. ¿En serio...? Quiero decir... No creí que Edgar fuera así, siempre le vi como alguien introvertido, distante, puede que hasta serio, no como una persona que pudiera echar a correr con la dama de compañía de su anfitriona así por las buenas. Pero... ¿Qué demonios?

Rio y echo a correr tras él, girando hacia la izquierda y corriendo como puedo por los pasillos realmente divertida, quizá la primera vez desde hacía meses, escuchando de vez en cuando sus pasos por algún callejón cercano. Ni siquiera he corrido demasiado tiempo, pero ya empiezo a sentirme ahogada por la presión del corset, pero aún así sigo riendo y corriendo en busca de la zona central empezando a aminorar el paso hasta que un grito consigue hacerme gritar a mi también y retroceder varios pasos.-Eso ha sido cruel por su parte...-murmuro riendo inevitablemente y apoyando una mano en el pecho sintiendo las pulsaciones demasiado rápidas y las mejillas sonrosadas por la carrera.

-Mire como se ha puesto...-comento mirando la ropa manchada de tierra y cubierta de hojas. Inevitablemente me recordó a uno de mis hermanos, consiguiendo hacerme sentir un tanto incómoda unos segundos, pero por suerte dejo de pensar en ello.-¿Me permite?-pregunto retirando las hojas de sus hombros y de su pelo con cuidado de no darle ningún tirón. ¿Quién lo diría? Jamás llegué a pensar que Braud pudiera a comportarse de esa forma, pero no voy a negarlo, es algo que me gusta, saber que la gente puede tener comportamientos "normales" mas allá de toda esa formalidad que siempre nos rodea. Miro el arbusto y rio al ver que ha dejado un pequeño boquete en él.-No se preocupe, no diré nada a los jardineros de su ataque al pobre arbusto-río retirándole la última hoja visible del pelo.

Durante una fracción llego a temer haberme pasado con las confianzas, aunque en realidad yo sólo pretendía divertirme a mí y a ella. Por suerte su acusación es acompañada de inmediato por una risa jovial así que no me la tomo demasiado en serio y acompaño su sonido de manera bastante desenfadada -Lo cierto es que en realidad soy un desastre- admito sin demasiados tapujos cuando me reprende con escasa severidad por haber terminado con toda la ropa revuelta y llena de hojas. Aún así tengo muy claro que ha valido la pena y tampoco sería la primera vez que entro en casa hecho un desastre... lo que pasa es que normalmente sólo me ven algunos sirvientes que procuran contener su risa y curiosidad mientras atravieso sus propios pasillos, bastante más toscos y estrechos que los principales.

Estoy a punto de ponerme en marcha de nuevo para limitarnos a llegar finalmente al centro de esto, pero en lugar de eso ella se acerca más y yo asiento un par de veces con torpeza mientras enmudezco y su pequeña mano empieza a retirar con esa atención y cuidado tan característico cada una de las hojas enredadas en mi pelo -Gracias....- musito con cierta timidez ahora que su presencia me es tan cercana pero por suerte ningún tipo de rubor me delata así que puedo disfrutar de su suave aroma y sus amables facciones sin tener que sentirme excesivamente estúpido al respecto.

-Estoy seguro de que apenas le ha dolido- comento en referencia a su último comentario, animado ante la perspectiva de que ella también sea capaz de bromear y tomarse el asunto con cierta ligereza. Justo entonces sostengo una de sus manos y empiezo a caminar de nuevo, esta vez con mayor tranquilidad porque cuando interrumpí su carrera parecía un tanto azorada así que espero darle tiempo a recuperarse -Ya no puede faltar mucho...- comento distraidamente mientras giramos en un par de pasillos más hasta finalmente dar con el centro.

Es hermoso, como cabía esperar, y dispone de algunas lámparas de aceite que iluminan un poco mejor el estanque con peces y los bancos de mármol que lo rodean junto a varias estatuas de estilo clásico, como todas las de la mansión, haciendo referencia a héroes y mitos greco-romanos en su inmensa mayoría. Aún así no la suelto, no hasta que nos acercamos a uno de esos bancos y tomo asiento con un suspiro para disimular un poco ya que no me siento cansado en absoluto -Podría ser un buen lugar para leer... o incluso dibujar- miro alrededor varios segundos, después e ella -Aunque eclipsaría a cualquier paisaje- admito finalmente sin tener muy claro de dónde ha surgido tal atrevimiento.

No puedo evitar sonreír cuando contesta de esa forma tan tímida, en serio, es completamente diferente a como creí que era. Ni siquiera me esperaba un agradecimiento, me lo había tomado como algo que debería hacer. Su siguiente comentario consigue hacerme reir abiertamente, una risa que se va apagando cuando me doy cuenta de que me ha cogido de la mano. Me quedo muda intentando reaccionar con normalidad porque quizá esto es algo que el resto de personas considera normal. No sé. Tampoco es que quiera pensar demasiado en ello porque solo serían quebraderos de cabeza, aunque en realidad sepa que no debería tomarme estas confianzas con el invitado de Nypheria.

-Vaya...-murmuro por lo bajo abriendo los ojos sorprendida pues no me esperaba para nada esto... aunque es claramente del estilo de Nypheria, eso sin dudarlo. Seguimos avanzando, guiada por él mientras observo con atención cada una de las estatuas hasta sentarnos, sintiendo como su mano se separa de la mía y dándome cuenta de que tiene un tacto bastante tibio, pues apenas noto frío cuando la abandona. ¿Tendrá frío al estar más desabrigado que yo? Aunque tras la evidente carrera resultaría hasta extraño que tuviera frío.

-Si...-comento ensimismada mirando a mi alrededor intentando recordar al máximo cada uno de los rincones de esta parte del laberinto hasta que su siguiente comentario me deja completamente descolocada. Noto como vuelven a subírseme los colores a las mejillas, y me siento avergonzada por ello, al no saber como reaccionar. Falta de experiencia, supongo.-Señor Braud...-murmuro por lo bajo apenas mirándole unos segundos antes de agachar la cabeza completamente muerta de vergüenza.

Ni siquiera debería haberme dicho eso. Intento evitar su mirada y aún siento calor en las mejillas, intentando creer que es por la carrera y no por esto.-No sabe lo que dice...-susurro casi para mi misma y sintiéndome un poco incómoda con la situación, supongo porque es la primera vez que alguien me dice algo por el estilo... sin contar a quien quiera que sea que me escriba los poemas.-Ni siquiera sé si deberíamos estar aquí, Señor Braud. Quizá esto lleve a confusión...-Ni siquiera termino la frase, de hecho ni se como acabarla así que me limito a dejar de mirarle y volver a agachar la cabeza.

Su vergüenza no me sorprende, de hecho yo mismo me contagio parcialmente de ella y me arrepiento de inmediato de lo que he dicho mientras aprieto la tela de mis propios pantalones entre los puños. Durante un instante llego a soñar despierto y pienso que quizá no ha sido tan malo. Un tanto atrevido, sí, pero así puede hacerse una remota idea de lo que pienso sobre ella y quizá responda en consecuencia... Aunque la ilusión dura muy poco, sólo los segundos que tardo en percatarme de lo tremendamente incómoda que la estoy haciendo sentir, tras lo cuál bajo la mirada entre avergonzado, arrepentido y un tanto decepcionado. Supongo que yo no podría ser otra cosa que "el Señor" y de hecho puede que incluso me tema o sencillamente no le guste. Lo he estropeado todo cuando podría haber sido una agradable y divertida noche que recordar. Maldito sea yo y mi estúpida bocaza.

"¿Que no lo sé? Pocas veces he estado más seguro de algo..." pienso para mis adentros limitándome a morderme el labio para contenerme, para no terminar estropeándolo todo todavía más. Y finalmente ese comentario que me arranca un suspiro amargo y abatido. ¿De verdad importan tanto las apariencias? Bueno, supongo que si Nypheria pasa tanto rato con ella algo tenían que tener en común a pesar de que me duela la idea de no poder estar junto a ella simplemente por los cuchicheos que eso podría provocar -Sí, supongo...- accedo con poco convencimiento, simplemente por darle la razón y que se sienta algo más tranquila, tras lo cuál me levanto del banco y empiezo a caminar para abandonar nuevamente el laberinto, asegurándome de que me sigue pero esta vez sin prestarle ningún tipo de apoyo o contacto.

Una vez llegamos al exterior, teniendo como paisaje la amplísima fachada bien iluminada de la mansión, vuelvo a observarla con evidente arrepentimiento y culpabilidad -Quiero... quiero pedirle disculpas por haberla hecho sentir violenta hace un momento. No era mi intención ofenderla, le prometo que no se repetirá- digo acompañando mis palabras de una suave y escueta reverencia que utilizo de despedida, olvidándome por completo de mi propia chaqueta, deseando sencillamente desaparecer durante el resto de la noche.

Cuando me atrevo a mirarle, veo que se muestra un tanto... no sé, ¿abatido quizá? Tampoco tendía demasiado sentido sentirse así simplemente porque le haya dicho eso... está claro que no entiendo este tipo de cosas ni las reacciones que debería tener por lo que me limito a bajar la cabeza y callarme no vaya a ser que diga algo que no deba. Suspiro en silencio y le sigo cuando se levanta, sin ni siquiera mirarme o dirigirme la palabra. ¿Qué es lo que he hecho...? ¿He dicho algo que no debería...? Porque solo he dicho una verdad, pero nada que pudiera confirmar que me había sentido incómoda por sus palabras... cuando en realidad no era así.

Cuando por fin se digna a volver a hablarme consigue hacerme sentir verdaderamente mal, como si le hubiera rechazado o algo por el estilo cuando solo he comentado que esa situación podría mal interpretarse. ¿Quizá eso se considera un rechazo? Apenas puedo mirarle, me cuesta demasiado por lo que finalmente decido agachar la cabeza bastante nerviosa, agarrándome ligeramente el vestido sin saber ni siquiera como estar, algo que no me había pasado en la vida. -¡Señor Braud!-Alcanzo a reaccionar cuando está apunto de irse agarrándole de la manga de la camisa para retenerle, pero apartando rápidamente la mano porque no debería haberle frenado de esa forma.

-Yo no... no he sabido reaccionar, lo lamento mucho.-susurro obligándome a mirarle fijamente y respirando hondamente antes de suspirar.-N-no esperaba oir eso por su parte, y no es que me haya sentido ofendida o avergonzada... bueno avergonzada si-murmuro sin saber muy bien que decir pero continuando rápidamente-Es solo que yo no querría que eso llevara a una confusión con la señora Nypheria.-confieso poniéndome simplemente nerviosa al pensar que Nypheria se pudiera imaginar que Braud me pretendía o algo por el estilo.-Me... asustaba como pudiera reaccionar la Señora simplemente si nos viera allí y sobretodo si hubiera oido eso...

No quería pensar que pasaría si me echase, pues no sería la primera vez que veía como echaban a una criada de una casa simplemente por malentendidos de este tipo. Lamento mucho haberle ofendido con mi reacción, de verdad-vuelvo a disculparme observando en la lejanía la mansión y pensando que pudiera echarme de ella, aunque claro, eso es exagerar demasiado las cosas.-La verdad es que me... me lo estaba pasando realmente bien con usted...-admito sintiendo las mejillas rojas nuevamente y preguntándome porque acababa de soltarle eso así sin mas.

Su pequeño tirón en mi ropa consigue hacerme abrir los ojos de par en par aunque enseguida me suelta y yo me contengo, girándome hacia ella para observarla con curiosidad y un tanto expectante. No acabo de entender porque me detiene pero tampoco se puede decir que termine de comprender el comportamiento en general de las mujeres así que procuro no imaginarme cosas que no debo, no esta vez.
Observo como agarra la tela de su vestido de reojo, enseguida levanto la mirada hasta ella pero como viene siendo habitual se limita a observar el suelo como si fuera realmente interesante, muerta de vergüenza.

No puedo evitar una sonrisa ante ese comportamiento tan comedido y compungido aunque enseguida me obligo a contenerme para que no crea que me estoy burlando de ella y entrelazo las manos tras la espalda mientras la escucho disculparse, aunque ni siquiera estoy seguro del porqué. Lo que sí está claro es que admira y teme a Nypheria por igual y por tanto dudo que pueda haber algo más importante para ella que el sentimiento de lealtad hacia su señora, lo cuál me deja inevitablemente en un segundo plano... o algo más rezagado. Pero no importa, al menos ahora sé que no se debe estrictamente a mí y que no la he ofendido y con eso me doy por satisfecho.

-Me alegra oír eso- admito abiertamente, dibujando una sonrisa más animada ante su último comentario, un tanto osado pero desde luego agradable -Procuraré tener más en cuenta la posible reacción de Nypheria la próxima vez, no se preocupe- no es que me entusiasme la idea pero la puedo respetar así que esta vez la acompaño hasta la entrada trasera principal de la mansión y una vez ahí recupero la chaqueta para que nadie pueda hacer comentarios al respecto, sintiendo su suave aroma y su calidez al instante, provocándome un escalofrío agradable que procuro disimular antes de sostener su mano, inclinándome para besar sus nudillos con delicadeza sin dejar de mirarla aunque apostaría a que volverá a ponerse colorada... y eso que yo siempre me he considerado tímido.

-Espero que termine de pasar una agradable noche- me limito a decir ya que una despedida sería inadecuada teniendo en cuenta que convivimos en la misma casa. Esta vez me aparto y me alejo, pero con una actictud bastante más optimista que antes.

Me siento enrojecer e inevitablemente vuelvo a poner nerviosa. ¿En qué momento se me ha ocurrido la feliz idea de decir que me lo estaba pasando bien junto a él? Ahora a saber que pensaba de mi... Mantengo mi vista clavada en el suelo hasta que su contestación consigue que alce la mirada hacia él apenas unos segundos esbozando una tímida sonrisa por no haberme tenido en cuenta el atrevimiento de decirle eso.-Se lo agradezco... y de verdad, siento haberme comportado así-murmuro quitándome la chaqueta y devolviéndosela, sintiendo un escalofrío en cuando me abandona.

Cuando sostiene mi mano para besarla me quedo completamente quieta, mirándole fijamente y a punto de decirle algo... aunque no se muy bien qué por lo que decido que es mejor callarme antes de volver a fastidiarlo todo aunque nunca fuera mi intención. Siento que el calor vuelve a mis mejillas y me pregunto como lo hace. ¿Cómo consigue hacer que no sepa reaccionar? De verdad, es increíble. No puedo evitar esbozar una pequeña sonrisa, apartando un poco la mirada completamente avergonzada.-Igualmente señor Braud-me despido observando como se aleja, hasta que desaparece por uno de los pasillos. Sin duda alguna Edgar Braud es también una persona... extraordinaria.

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