AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Surrounded by Ghosts [Silmeria Von Greys]
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Surrounded by Ghosts [Silmeria Von Greys]
-Soup, "Surrounded by Ghosts"
Pasaba la mayoría de su tiempo encerrado en su oficina, leyendo sobre el tema que tanto le interesaba (la mente humana), planeando clases futuras, revisando trabajos de sus alumnos. Esa era su vida ahora y la tenía que sobrellevar lo mejor que pudiera. De su antiguo consultorio en el centro había llevado todos los expedientes de los que alguna vez fueron sus pacientes, incluido el de Élie Debussy, aunque siempre separado del resto, porque había sido un caso especial, porque había sido el caso que marcó su retiro, uno que esperaba no se prolongara demasiado.
Para eso estaba ahora interesado en la señorita Offenbach, no para ayudarla, le daba igual, sino para ayudarse a sí mismo. Era un ser egoísta y no lo negaba. Tenía sus desventajas, sobre todo siendo lo que era, pues al final resultaba que ayudaba a la gente, aunque lo que a él realmente le interesaba era el comportamiento humano y no convivir con las personas per se. Estaba demostrado que no era un fanático de la vida humana, pues a lo largo de sus años como psiquiatra se había encargado de idear nuevas formas de humillación, todo en aras de la medicina, torturas que él disfrutaba más de lo que debería, pero que a final de cuentas disfrutaba y no jugaba a demostrar lo contrario. La gente se había cansado de tacharlo de desalmado; eso era, lo aceptaba con orgullo, ¿quién necesitaba un alma cuando había conocimiento? Y él mismo se encargó de exterminar el poco remanente que tenía, pues mucha de ella había muerto primero con su abuela, y luego con su madre.
Se dirigió a ese archivero donde tenía prácticamente todo su pasado y comenzó a revisarlos, un acto reflejo le hizo preguntarse qué sería de muchos de ellos, aunque la pregunta no lo amedrentó por mucho rato, era simple curiosidad, una cuestión lógica más que una preocupación real, a la mayoría los dejó en buenas condiciones, pero también con la mayoría no había acabado la terapia, suponía que habían continuado con sus vidas con esos males que ya no eran tan grandes, como él había continuado con la suya. Luego de revisar nombres, de todos recordaba el rostro, tenía buena memoria, tomó finalmente el expediente Debussy y se puso a leerlo.
No necesitaba saber dónde se había equivocado, tenía muy claro el momento de su error, quería saber más bien, en dónde radicaba que este joven y su muerte lo hubiesen orillado a alejarse de la psiquiatría, no era el primero que llegaba a ese extremo, quizá el hecho de que fue tras su negligente decisión de decantarse por una terapia de choque, pero no lo sabía, y le desesperaba eso. Concentrado en las letras de aquel expediente, cerrado hacía un año, escuchó que alguien tocaba a su puerta, misma que rara vez cerraba. Sólo la cerraba cuando conversaba con alguien y quería privacidad, así que esta vez estaba abierta de par en par.
-Adelante –dijo sin levantar la mirada y cerrando de golpe el expediente.
Para eso estaba ahora interesado en la señorita Offenbach, no para ayudarla, le daba igual, sino para ayudarse a sí mismo. Era un ser egoísta y no lo negaba. Tenía sus desventajas, sobre todo siendo lo que era, pues al final resultaba que ayudaba a la gente, aunque lo que a él realmente le interesaba era el comportamiento humano y no convivir con las personas per se. Estaba demostrado que no era un fanático de la vida humana, pues a lo largo de sus años como psiquiatra se había encargado de idear nuevas formas de humillación, todo en aras de la medicina, torturas que él disfrutaba más de lo que debería, pero que a final de cuentas disfrutaba y no jugaba a demostrar lo contrario. La gente se había cansado de tacharlo de desalmado; eso era, lo aceptaba con orgullo, ¿quién necesitaba un alma cuando había conocimiento? Y él mismo se encargó de exterminar el poco remanente que tenía, pues mucha de ella había muerto primero con su abuela, y luego con su madre.
Se dirigió a ese archivero donde tenía prácticamente todo su pasado y comenzó a revisarlos, un acto reflejo le hizo preguntarse qué sería de muchos de ellos, aunque la pregunta no lo amedrentó por mucho rato, era simple curiosidad, una cuestión lógica más que una preocupación real, a la mayoría los dejó en buenas condiciones, pero también con la mayoría no había acabado la terapia, suponía que habían continuado con sus vidas con esos males que ya no eran tan grandes, como él había continuado con la suya. Luego de revisar nombres, de todos recordaba el rostro, tenía buena memoria, tomó finalmente el expediente Debussy y se puso a leerlo.
No necesitaba saber dónde se había equivocado, tenía muy claro el momento de su error, quería saber más bien, en dónde radicaba que este joven y su muerte lo hubiesen orillado a alejarse de la psiquiatría, no era el primero que llegaba a ese extremo, quizá el hecho de que fue tras su negligente decisión de decantarse por una terapia de choque, pero no lo sabía, y le desesperaba eso. Concentrado en las letras de aquel expediente, cerrado hacía un año, escuchó que alguien tocaba a su puerta, misma que rara vez cerraba. Sólo la cerraba cuando conversaba con alguien y quería privacidad, así que esta vez estaba abierta de par en par.
-Adelante –dijo sin levantar la mirada y cerrando de golpe el expediente.
Última edición por Lodewijk van Otterloo el Vie Mayo 25, 2012 10:58 pm, editado 2 veces
Invitado- Invitado
Re: Surrounded by Ghosts [Silmeria Von Greys]
-París....en algún lugar de mi subconsciente, supongo tengo aun esa inquietud que me supone un mal estar continuo. Ahora quien sabría decirme el porqué de las voces en mi cabeza, pensé que solamente eran los pájaros que gritaban auxilio de un cielo nublado y oscuro en el que no pueden alzar el vuelo ¿Qué me decís, padre?
-MM. -Otro sacerdote más a la cuenta de sus innumerables confesiones que hacia una vez a la semana. Se conocía a todos y cada una de sus rostros. No había nadie que no la hubiera atendido, que no hubiera sido participe de sus...inquietudes. Así que miraba alrededor, no estaba loca o eso pensaba ella, sentada al lado de un sacerdote mientras lo miraba con atención, esperando algún apoyo moral que la tranquilizase, algún consejo de ver a alguien. Nada. En sombras con togas marrones iban en silencio, el sacerdote que la atendía, sin saber que decir o que más poder hacer para salvar a Silmería, levantaba su cuerpo a pro del banco de madera, dejando con la duda a Silmeria.
-Padre...-Trago saliva, parpadeo varias veces con fuerza, aguantando las lagrimas -Desesperada me encuentro ya sin poder encontrar apenas solución para mis delirios los cuales aumentan cada noche. ¿Soy un monstruo? Si lo soy padre, ¿Por qué tardan en quemarme en el fuego de azufre y madera que asciende con mi pena...?.- El sacerdote se había parado en seco en aquel pasillo de mármol de la mismísima Norte Dame, la vuelta se dio al menos un poco para verla con el rostro serio, con un rostro de pocos amigos. El resoplido de un Bulldog gruñón resonó en la amplia catedral, demostrando así la poca paciencia de aquella persona que la miraba mal, ella misma se sentía atacada. Era de saber que un Von Greys, era cierto que eran orgullosos, valerosos, optimistas y seductores, pero cuando rozaban la depresión y la histeria eran de lo peor con lo que te podrías encontrar.
La desestabilidad en un Von Greys podría llegar hasta el punto de quitarse la vida si visiones o pesadillas continuas, noche tras noche, impidiéndoles dormir en paz. Con el paso de las noches y tras el insomnio que aumentaba particularmente, Silmeria los usaba para leer, para aprender, hasta aprendió a cocinar, datos o particularmente acciones que andan a deshora en un ambiente normal. Se aficiono a la papiroflexia. Un pasatiempo que invento un hombre, residente del país del sol naciente. Se emocionaba por algo tan simple. Aquel sacerdote, pues se acercó a ella para agarrarla de las manos, acariciárselas mientras le brindaba a Silmeria una mirada de preocupación.
-Está bien...-Comenzó a decir con lentitud -....Aquí pudo ver que no ha encontrado ayuda, hija mía, pero la iglesia es la casa de Dios y en donde te sentirás a salvo siempre y cuando necesites apoyo y consuelo...-La miraba ahora con una débil sonrisa -....Busca a alguien experto que sepa ayudarte mejor que un grupo de personas mayores que solamente saben orar a Dios....-Se alejó. Puso la mano sobre la cabeza de Silmeria y con pocas palabras le dio la bendición. Silmeria entonces, por alguna extraña razón, puso rumbo a la salida de aquella catedral.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Se preguntaba si podría verle de nuevo.No le había tomado en serio. La había puesto a prueba aquella última vez que con pocas sesiones la trató como su paciente, pues creyó que ya estaba sana y salva de alguna perdición de su subconsciente. Aunque quisiera decir que alguna vez se había curado, no. No lo había hecho. Al menos un tiempo estuvieron ausentes, pero nuevamente volvieron a aparecer. ¿A que era aquello debido? No lo sabía. Debía de consultarlo con algún experto. ¿Como se llamaba? ¿Otterloo? Quizás sí. Quizás no, o simplemente un paréntesis en el aire. ¿En el College de France? Ahí estaba finalmente. Le habían indicado, con suerte, mucha suerte a que estaban en la misma ciudad, en el mismo clima y tiempo para encontrarse de nuevo. Cuando finalmente escuchó "adelante", paso sujetándose un poco la falda de sus enaguas para no pisar y hacer una entrada desastrosa.
-Bonjou.....-Se quedó helada al sentir el aura de aquella sala. No es que tuviera dones sin explicar o demostrar, pero si era inquisidora, alguien quien cazaba bajo las órdenes de un papado que solo se dejaba aparecer tras cartas de pergamino, tendría que tener los cinco sentidos desarrollados. Aunque ella los tuviera todos mucho mas agilizados que otros funcionarios de la caza-Doc....tor...-Por fin hablaba -...Directa iré...-parpadeaba queriendo omitir las lágrimas -Volvieron...Las....sombras han vuelto...
Silmeria Von Greys- Humano Clase Alta
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 20/04/2012
Re: Surrounded by Ghosts [Silmeria Von Greys]
A dónde quiera que iba, acostumbraba a dotar todo lo que lo rodeaba de esa aura suya, una energía fuerte, obscura, que a todas luces anunciaba demencia, no era como si quisiera que así fuera y por arte de magia pasara, esas no eran sus habilidades, pero le gustaba, le gustaba lo sombrío y lo misterioso, dentro de la pulcritud que lo caracterizaba siempre había algo entoldado y vil. Tenía una cara amable, una sonrisa que le abría puertas, pero jamás se jactaba de una bondad que simplemente no poseía, y eso quedaba evidente. Su oficina en la Universidad no estaba exenta de esta característica, y como todo lo que tenía a la mano, lo usaba en su beneficio; si no lo beneficiaba no le servía, esa era su política, tan sencillo como eso. Cada que citaba a uno de sus alumnos sabía que el ambiente era intimidante, estaba en su terreno, ese era su terreno y como muchas otras cosas que eran suyas –su habilidad cambiaformas incluida- todo era en aras de su fin, cualquiera que este fuera.
A pesar que no estaba precisamente feliz por estar dando clases y no ejerciendo la Psiquiatría, siempre encontraba las ventajas a las situaciones, sobre todo si éstas le daban algún tipo de superioridad a él mismo sobre los demás. Una de ellas en ese instante era precisamente su capacidad de crear su propio ambiente, similar al de su antiguo consultorio. Sólo ahí, en esa oficina lóbrega se sentía en plena libertad, porque sólo ahí se permitía ser él mismo, allá en las aulas tenía que ser empático incluso con sus alumnos, entender que eran eso, aprendices, que no podía tener una conversación de igual a igual, sino que su deber era transmitir conocimiento, y aunque era algo demasiado social y “desinteresado” para él, saber que esos jóvenes después continuarían con su labor, eso era el pago que le importaba más, porque el misterio de la mente humana era demasiado grande como para que él solo en una sola vida lo descifrara, era arrogante, sí, pero no idiota.
Alzó la vista entonces, no tanto el rostro, obligándolo a alzar ambas cejas blondas casi invisibles y escuchó lo que la mujer, familiar aunque no sabía con exactitud de quién se trataba, hablar con voz entrecortada. Alzó el rostro bien y entornó los ojos tratando de recordar y fue hasta que habló de sombras que dio en el blanco. Se puso de pie de un solo movimiento fluido, no era muy alto pero tenía una postura envidiable, que ningún hombre con sus años era capaz de tener, hombros anchos siempre rectos, espalda sin ningún signo de cansancio, y el mentón siempre en alto.
-Señorita… -tardó otros segundos en buscar en su propio archivo mental y personal e nombre su visitante –Von Greys –completó, seguro que había atinado. Lo dicho, tenía buena memoria, debía tenerla dada su posición. Una vez que dijo su nombre todos sus datos –los que sabía, al menos- llegaron a él. Su padecimiento, su profesión, su origen, la pregunta que antes lo azoró en el pasado: ¿por qué, siendo lo que ella era, no lo había intentado matar? Incluso tuvo una serie de imágenes mentales de las consultas que tuvieron en el pasado.
-Pase –dijo con tono educado y rodeó el escritorio para, caballerosamente, ofrecer la silla en torno al mueble-, tome asiento por favor –Lodewijk podía ser todo, pero jamás maleducado, era parte de ese extraño encanto que él sabía muy bien que tenía. Era educado, correcto, elegante y refinado, características que a pesar de su virtud, en sus manos se retorcían y cobraban un sentido completamente diferente. Regresó a su asiento original una vez que ella tomó su lugar, deslizó el expediente Debussy debajo de una pila de otros documentos, como para que no lo distrajera y entrelazó las manos sobre la superficie del escritorio-. Así que… las sombras han vuelto –asintió una vez y preguntó como si estuviera en consulta, luego rio, pero siendo él, cuidadoso en cada uno de sus movimientos, aquello no sonó burlón, era más como un sonido comprensivo-, señorita Von Greys, como sabrá, en este instante me encuentro alejado de mi práctica médica –comenzó con tono estrictamente profesional –no creo ser el indicado para continuar con su tratamiento, conozco mucho colegas capaces, quizá podría canalizarla con alguno de eso –aquello era dicho con hipocresía, de sus colegas no consideraba a ninguno especialmente brillante, pero por los dioses que quería no lidiar más con eso, no por ahora, no hasta que lograra sacar a Friederike Offenbach de su encierro, creyendo así, que él lograría salir del suyo propio, simbólico e intimo.
A pesar que no estaba precisamente feliz por estar dando clases y no ejerciendo la Psiquiatría, siempre encontraba las ventajas a las situaciones, sobre todo si éstas le daban algún tipo de superioridad a él mismo sobre los demás. Una de ellas en ese instante era precisamente su capacidad de crear su propio ambiente, similar al de su antiguo consultorio. Sólo ahí, en esa oficina lóbrega se sentía en plena libertad, porque sólo ahí se permitía ser él mismo, allá en las aulas tenía que ser empático incluso con sus alumnos, entender que eran eso, aprendices, que no podía tener una conversación de igual a igual, sino que su deber era transmitir conocimiento, y aunque era algo demasiado social y “desinteresado” para él, saber que esos jóvenes después continuarían con su labor, eso era el pago que le importaba más, porque el misterio de la mente humana era demasiado grande como para que él solo en una sola vida lo descifrara, era arrogante, sí, pero no idiota.
Alzó la vista entonces, no tanto el rostro, obligándolo a alzar ambas cejas blondas casi invisibles y escuchó lo que la mujer, familiar aunque no sabía con exactitud de quién se trataba, hablar con voz entrecortada. Alzó el rostro bien y entornó los ojos tratando de recordar y fue hasta que habló de sombras que dio en el blanco. Se puso de pie de un solo movimiento fluido, no era muy alto pero tenía una postura envidiable, que ningún hombre con sus años era capaz de tener, hombros anchos siempre rectos, espalda sin ningún signo de cansancio, y el mentón siempre en alto.
-Señorita… -tardó otros segundos en buscar en su propio archivo mental y personal e nombre su visitante –Von Greys –completó, seguro que había atinado. Lo dicho, tenía buena memoria, debía tenerla dada su posición. Una vez que dijo su nombre todos sus datos –los que sabía, al menos- llegaron a él. Su padecimiento, su profesión, su origen, la pregunta que antes lo azoró en el pasado: ¿por qué, siendo lo que ella era, no lo había intentado matar? Incluso tuvo una serie de imágenes mentales de las consultas que tuvieron en el pasado.
-Pase –dijo con tono educado y rodeó el escritorio para, caballerosamente, ofrecer la silla en torno al mueble-, tome asiento por favor –Lodewijk podía ser todo, pero jamás maleducado, era parte de ese extraño encanto que él sabía muy bien que tenía. Era educado, correcto, elegante y refinado, características que a pesar de su virtud, en sus manos se retorcían y cobraban un sentido completamente diferente. Regresó a su asiento original una vez que ella tomó su lugar, deslizó el expediente Debussy debajo de una pila de otros documentos, como para que no lo distrajera y entrelazó las manos sobre la superficie del escritorio-. Así que… las sombras han vuelto –asintió una vez y preguntó como si estuviera en consulta, luego rio, pero siendo él, cuidadoso en cada uno de sus movimientos, aquello no sonó burlón, era más como un sonido comprensivo-, señorita Von Greys, como sabrá, en este instante me encuentro alejado de mi práctica médica –comenzó con tono estrictamente profesional –no creo ser el indicado para continuar con su tratamiento, conozco mucho colegas capaces, quizá podría canalizarla con alguno de eso –aquello era dicho con hipocresía, de sus colegas no consideraba a ninguno especialmente brillante, pero por los dioses que quería no lidiar más con eso, no por ahora, no hasta que lograra sacar a Friederike Offenbach de su encierro, creyendo así, que él lograría salir del suyo propio, simbólico e intimo.
Invitado- Invitado
Re: Surrounded by Ghosts [Silmeria Von Greys]
-¿¡Porque no?! ¿¡Porque no?! . . .-¿Habría estado buscando remedio para nada quizás? ¿Por qué se negaban en dársela? No estaba pidiendo demasiado a su parecer. Oh vamos, bien como le habían visto en la catedral, ella parecía estar de remate pero ¿Qué había de mal en buscar información a lo que le pasaba? Que habría de mal en ello....Nada...Absolutamente nada-...Dígame si solo jugó a los “doctores” en el pasado, dígame si tan solo pensaba burlarse de mí como lo ¡ESTÁ haciendo ahora!...
Ya no podría aguantar demasiadas burlas, no más cuando su equilibrio psicológico estaba por los suelos, había hecho todas las recetas de todos los libros de cocina que había leído, algunos pasos de papiroflexia los había hecho infinita de veces. Respiraba agitadamente, se quito el sombrero que llevaba en su cabeza que por poco logra arrancarse el moño tan elaborado que se había hecho.
Le miraba y se había adentrado en donde ahora parecía un despacho- ¿Y cómo es que ya no ejerce la practica en su campo especializado? ¿Se ha echado atrás? Le creía con la verdad por delante, pero veo que me tiene que mentir, diciéndome que tiene colegas mejores que usted ¡JA! Todo el mundo sabe, incluida yo misma que usted es bueno en su campo...-Sujeto el respaldo de la silla con fuerza, intentando calmarse, pero todo era en vano-....el...mejor de T-O-D-O-s....-Como si del abecedario sacaba las letras con lentitud asegurada, rechinando entre dientes y así mirando a aquel que la había tratado en el pasado.
¿Por qué se había puesto tan eufórica?
-Yo..yo..yo..la...-gimoteo, cogió un pañuelo elegante de seda a juego con el vestido, un verde botella la vestía entre volantes de encaje negros y verde oscuro-...De verdad, lamento...-se sentó en aquel asiento ofrecido por el doctor anteriormente. Miraba al suelo, avergonzadísima ¿Qué había pasado realmente? Vamos...-Pero no...No puedo mas...Ya no duermo por las noches o simplemente duermo una o dos horas y el resto, son prácticas en la cocina o en la biblioteca con la papiroflexia....-se limpio las lagrimas que salían silenciosas, resbalando por las capas de maquillaje empolvadas por su rostro-...Un hombre colgado en la sala de baile...un colgante exacto al mío...-le miro lentamente, por encima del hombro con una mirada silenciosa, ladeo la cabeza para después contemplar las vistas que proporcionaba la amplia ventana del despacho.
-Quizás, nunca ha sentido como si tuviera un agujero en el pecho, incomodándole, como si una unión que no sabías que estaba, ahora tienes consciencia de ello, cada día, viviendo con ello y atormentándote de ¿Por qué esa molestia en el pecho? –Conforme había hablado, caminó hacia la ventana-...Solo una nota me encontré, decía “En París....estará lo que buscas” –Negaba entre risas para poner su mirada en el suelo- Solo quiero paz, las pesadillas cada vez son más reales...y más temibles de recordar....-
¿Quién en su sano juicio no lo pensaría?
Ya no podría aguantar demasiadas burlas, no más cuando su equilibrio psicológico estaba por los suelos, había hecho todas las recetas de todos los libros de cocina que había leído, algunos pasos de papiroflexia los había hecho infinita de veces. Respiraba agitadamente, se quito el sombrero que llevaba en su cabeza que por poco logra arrancarse el moño tan elaborado que se había hecho.
Le miraba y se había adentrado en donde ahora parecía un despacho- ¿Y cómo es que ya no ejerce la practica en su campo especializado? ¿Se ha echado atrás? Le creía con la verdad por delante, pero veo que me tiene que mentir, diciéndome que tiene colegas mejores que usted ¡JA! Todo el mundo sabe, incluida yo misma que usted es bueno en su campo...-Sujeto el respaldo de la silla con fuerza, intentando calmarse, pero todo era en vano-....el...mejor de T-O-D-O-s....-Como si del abecedario sacaba las letras con lentitud asegurada, rechinando entre dientes y así mirando a aquel que la había tratado en el pasado.
¿Por qué se había puesto tan eufórica?
-Yo..yo..yo..la...-gimoteo, cogió un pañuelo elegante de seda a juego con el vestido, un verde botella la vestía entre volantes de encaje negros y verde oscuro-...De verdad, lamento...-se sentó en aquel asiento ofrecido por el doctor anteriormente. Miraba al suelo, avergonzadísima ¿Qué había pasado realmente? Vamos...-Pero no...No puedo mas...Ya no duermo por las noches o simplemente duermo una o dos horas y el resto, son prácticas en la cocina o en la biblioteca con la papiroflexia....-se limpio las lagrimas que salían silenciosas, resbalando por las capas de maquillaje empolvadas por su rostro-...Un hombre colgado en la sala de baile...un colgante exacto al mío...-le miro lentamente, por encima del hombro con una mirada silenciosa, ladeo la cabeza para después contemplar las vistas que proporcionaba la amplia ventana del despacho.
-Quizás, nunca ha sentido como si tuviera un agujero en el pecho, incomodándole, como si una unión que no sabías que estaba, ahora tienes consciencia de ello, cada día, viviendo con ello y atormentándote de ¿Por qué esa molestia en el pecho? –Conforme había hablado, caminó hacia la ventana-...Solo una nota me encontré, decía “En París....estará lo que buscas” –Negaba entre risas para poner su mirada en el suelo- Solo quiero paz, las pesadillas cada vez son más reales...y más temibles de recordar....-
¿Quién en su sano juicio no lo pensaría?
Silmeria Von Greys- Humano Clase Alta
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 20/04/2012
Re: Surrounded by Ghosts [Silmeria Von Greys]
Esperaba, claro estaba, una reacción así, aunque no esa exactamente. Esa en especial le pareció arriesgada y le hirió una parte de él que estaba tan bien forjada que era de hecho difícil lacerarla; su ego había sido tocado por sus palabras y tuvo que contenerse ante el deseo iracundo de querer responder. Era un maldito arrogante, pero excepcionalmente profesional también, y como tal debía respetar a su otrora paciente aunque hoy en día no la atendiera como tal. Apretó los puños pero siguió escuchando atento, recibiendo cada embate de las palabras ajenas con estoicismo, porque Lodewijk era un hombre indescifrable y por ello letal, casi siempre con esa careta de hombre correcto y educado, de psiquiatra sumamente profesional, y era todo aquello, pero además, era un desalmado cuyo único propósito aparente en la vida era destruir.
Al cabo de algunos minutos se puso de pie cuando ella finalmente tuvo ese punto de quiebre y estuvo sentada en la silla ofrecida. Rodeó de nuevo el escritorio y se acercó tomando el respaldo del asiento de la señorita Von Greys. No dijo nada, la observó, no era raro para él esa imagen, la conoció de ese modo después de todo, fue su paciente y arranques como ese eran comunes, no sólo en ella, sino en todos los que llegó a atender alguna vez.
Aunque ella no lo creyera, sobre todo porque no se lo diría, comprendía lo que le decía. El neerlandés sentía la locura, una propia e íntima, cada vez más cerca de esa brillante cabeza que le enorgullecía al grado de la altivez absurda como de la que él hacía gala cada vez que podía con la sutileza del refinamiento adquirido e inmanente. Ese vacío que ella describía, ese mismo él lo sentía pero por supuesto, no era tonto, sabía que las sensaciones eran distintas entre los dos congregados en ese despacho esa tarde, porque los horizontes referenciales también lo eran, pero en esencia, podía entenderla. Su boca de labios delgadísimos se mantuvo sellada, como una línea que cruzaba su rostro con discreción, casi invisible y la siguió con la vista, ¿a quién engañaba? Escucharla hablar de sus demonios le trajo el impresionante y latente recuerdo de sus años de praxis médica y la horrible nostalgia de no estar en ese mundo en ese preciso momento. Mentiría si dijera que no extrañaba escuchar las penurias ajenas y tratar de encontrarles una respuesta. Avanzó finalmente aunque no lo suficiente como para alinearse hombro con hombro junto a la mujer.
-Ese hombre… en su sueño… ¿tiene rostro? –inevitable no tratar de psicoanalizar, de encontrar pistas, y aunque su saludo para con la mujer había sido tajante: ya no atiendo pacientes; ahí estaba, escuchándola y buscando respuestas. Miró de reojo y vio uno de sus cuadernos de cuero negro, mismos que ahora servían como una suerte de diario en donde analizaba a sus propios alumnos y colegas, lo tomó y luego una pluma misma que mojó en el tintero abierto.
-Quisiera ayudarla, lo haré por hoy –su interés, desde luego, no era heroico, era para su propio beneficio; Lodewijk así se movía, sólo hacía las cosas cuando éstas le beneficiaban. Por esa tarde, escucharla era jugar a recordar cuando hacía eso a diario en lugar de dar clases-. Siéntese –la invitó de nuevo a tomar asiento –cuénteme, ¿esa nota está escrita con alguna caligrafía que usted conozca? –y así comenzaba, de nuevo, eterno, el juego de preguntas de un hombre obsesionad por explicar lo que él mismo sabía inexplicable: la mente humana.
Al cabo de algunos minutos se puso de pie cuando ella finalmente tuvo ese punto de quiebre y estuvo sentada en la silla ofrecida. Rodeó de nuevo el escritorio y se acercó tomando el respaldo del asiento de la señorita Von Greys. No dijo nada, la observó, no era raro para él esa imagen, la conoció de ese modo después de todo, fue su paciente y arranques como ese eran comunes, no sólo en ella, sino en todos los que llegó a atender alguna vez.
Aunque ella no lo creyera, sobre todo porque no se lo diría, comprendía lo que le decía. El neerlandés sentía la locura, una propia e íntima, cada vez más cerca de esa brillante cabeza que le enorgullecía al grado de la altivez absurda como de la que él hacía gala cada vez que podía con la sutileza del refinamiento adquirido e inmanente. Ese vacío que ella describía, ese mismo él lo sentía pero por supuesto, no era tonto, sabía que las sensaciones eran distintas entre los dos congregados en ese despacho esa tarde, porque los horizontes referenciales también lo eran, pero en esencia, podía entenderla. Su boca de labios delgadísimos se mantuvo sellada, como una línea que cruzaba su rostro con discreción, casi invisible y la siguió con la vista, ¿a quién engañaba? Escucharla hablar de sus demonios le trajo el impresionante y latente recuerdo de sus años de praxis médica y la horrible nostalgia de no estar en ese mundo en ese preciso momento. Mentiría si dijera que no extrañaba escuchar las penurias ajenas y tratar de encontrarles una respuesta. Avanzó finalmente aunque no lo suficiente como para alinearse hombro con hombro junto a la mujer.
-Ese hombre… en su sueño… ¿tiene rostro? –inevitable no tratar de psicoanalizar, de encontrar pistas, y aunque su saludo para con la mujer había sido tajante: ya no atiendo pacientes; ahí estaba, escuchándola y buscando respuestas. Miró de reojo y vio uno de sus cuadernos de cuero negro, mismos que ahora servían como una suerte de diario en donde analizaba a sus propios alumnos y colegas, lo tomó y luego una pluma misma que mojó en el tintero abierto.
-Quisiera ayudarla, lo haré por hoy –su interés, desde luego, no era heroico, era para su propio beneficio; Lodewijk así se movía, sólo hacía las cosas cuando éstas le beneficiaban. Por esa tarde, escucharla era jugar a recordar cuando hacía eso a diario en lugar de dar clases-. Siéntese –la invitó de nuevo a tomar asiento –cuénteme, ¿esa nota está escrita con alguna caligrafía que usted conozca? –y así comenzaba, de nuevo, eterno, el juego de preguntas de un hombre obsesionad por explicar lo que él mismo sabía inexplicable: la mente humana.
Invitado- Invitado
Re: Surrounded by Ghosts [Silmeria Von Greys]
Jadea, jadea...¡JADEABA! ¿Por qué? –No estoy nerviosa.....¡cállese! –se tapo la boca al ver que hablo sola-...Discúlpeme, no supe que decir y lo dije en alta...la nota...no, no reconozco la tipografía de aquella nota tan escueta, el recuerdo es difuso entre que intento calmarme....-tomo asiento deprisa, sentándose en aquella silla que al parecer acomodo para ella. Tomo asiento, bien lo tomo, se puso a acariciar las sienes de la cabeza-...lentamente para después sentarse ¿Qué? Ya estaba sentada...No, no, estoy sentada, de pie no, sentada....-Suspiro de nuevo, tenía que calmarse, explotaría de un momento a otro haría ¡BOOM! Miro al doctor.
- Es de día...y no era un sueño o bueno es un recuerdo que se repite, es mi profesor de danza, de Tango más bien...-sonrió algo asustada- Llego de rezar de la iglesia más famosa de TODA VIENA y me lo encuentro ¡AHORCADO!-Sus altibajos en la voz resonaban por toda la sala, no miraba, no ya no miraba al doctor aquel que parecía mirarla no sabía, ella no le miraba aun...pero ahora se fijo en el rostro nauseabundo de su receptor.
-Es horrible ver a alguien a quien tenias algo de aprecio colgado con un colgante igual al tuyo, aun no lo abrí, se que se abre, porque mi guardapelo, es un guardapelo, los guardapelos se pueden abrir y el que colgaba de la mano del quien era mi antiguo profesor....era igual, igual, igualito al mío...-Cogió su colgante que colgaba del cuello, lo saco para mostrarlo al médico, a Otterloo.
-...Esto me supera o no me supera y tengo la respuesta delante y no la veo....-Le miro con firmeza, no aparto su mirada cuando una paloma al volar se había chocado contra la ventana haciendo un sonido horrendo y seco-No sé que hizo o ni siquiera le dio tiempo...a mirar mi caso ¿Usted que estoy loca o simplemente queme toman por loca?-Dijo para saber si ella misma estaba en lo cierto y aun estaba cuerda, dudaba aquello último. Suspiro, recostándose y respirando agitada ¿Ahora qué pasaba? Sus manos llevo hacia delante sobre el escritorio para atrapar las del doctor.
-Por favor...le suplico...si me ayuda, si vuelve...Lamento decirle esas soeces anteriormente, no es mi manera de ser, es que ¿Usted ha experimentado el abrazo de un suspiro alguna vez? ¿Un tacto frio por las noches casi llevándole al orgasmo? ¿Una fuerza invisible haciéndole el amor con lentitud para despertarte con el corazón acelerado y sin saber por qué? –Pregunto sin parar, mirando con firmeza e intentando convencer de que la ayudara.
- Es de día...y no era un sueño o bueno es un recuerdo que se repite, es mi profesor de danza, de Tango más bien...-sonrió algo asustada- Llego de rezar de la iglesia más famosa de TODA VIENA y me lo encuentro ¡AHORCADO!-Sus altibajos en la voz resonaban por toda la sala, no miraba, no ya no miraba al doctor aquel que parecía mirarla no sabía, ella no le miraba aun...pero ahora se fijo en el rostro nauseabundo de su receptor.
-Es horrible ver a alguien a quien tenias algo de aprecio colgado con un colgante igual al tuyo, aun no lo abrí, se que se abre, porque mi guardapelo, es un guardapelo, los guardapelos se pueden abrir y el que colgaba de la mano del quien era mi antiguo profesor....era igual, igual, igualito al mío...-Cogió su colgante que colgaba del cuello, lo saco para mostrarlo al médico, a Otterloo.
-...Esto me supera o no me supera y tengo la respuesta delante y no la veo....-Le miro con firmeza, no aparto su mirada cuando una paloma al volar se había chocado contra la ventana haciendo un sonido horrendo y seco-No sé que hizo o ni siquiera le dio tiempo...a mirar mi caso ¿Usted que estoy loca o simplemente queme toman por loca?-Dijo para saber si ella misma estaba en lo cierto y aun estaba cuerda, dudaba aquello último. Suspiro, recostándose y respirando agitada ¿Ahora qué pasaba? Sus manos llevo hacia delante sobre el escritorio para atrapar las del doctor.
-Por favor...le suplico...si me ayuda, si vuelve...Lamento decirle esas soeces anteriormente, no es mi manera de ser, es que ¿Usted ha experimentado el abrazo de un suspiro alguna vez? ¿Un tacto frio por las noches casi llevándole al orgasmo? ¿Una fuerza invisible haciéndole el amor con lentitud para despertarte con el corazón acelerado y sin saber por qué? –Pregunto sin parar, mirando con firmeza e intentando convencer de que la ayudara.
Silmeria Von Greys- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/04/2012
Re: Surrounded by Ghosts [Silmeria Von Greys]
Lodewijk se recargó en el filo del escritorio sentándose a medias y de frente a la señorita Von Greys, se cruzó de brazos dejando de lado sus anotaciones y poniendo toda su atención a lo que ella decía. Sus altibajos, sus arranques, su inestabilidad, nada de eso lo inmutó porque era un profesional y estaba acostumbrado a eso y peores cosas, le costaba trabajo seguir el hilo de la conversación, pero también estaba habituado a delirios más caóticos. En parte no quería aceptar que ese año sin ejercer había oxidado sus habilidades en la Psiquiatría, nada más necesitaba un pequeño empujón para demostrar que estaba en forma en ese aspecto.
No dijo nada por un largo rato, pero mentalmente iba captando los momentos en los que ella perdía el control, hablaba sola o se sosegaba de nuevo, a veces se llevaba una mano al mentón pensativo y luego movía las piernas para inclinar su peso a una o a otra. Fue hasta que ella tomó sus manos que él reaccionó de forma más visible.
-Tranquila –le dijo –descubriremos si es un recuerdo o sólo un sueño que luce como recuerdo –continuó y se irguió de nuevo perdiendo así contacto con el escritorio y con las manos de la mujer –bueno, comenzaremos el camino para descubrirlo, después de hoy tendrá que buscar ayuda en otra parte –estaba empecinado en que, hasta que no atara los cabos sueltos que había dejado la muerte de Debussy, él no regresaría a la labor médica. De todos modos el comentario no venía al caso, lo que ella necesitaba ahora era tranquilidad y no más intranquilidad provocada por sus palabras que presionaban un sitio que no debían. Avanzó por la oficina hasta quedar frente a la ventana.
-Lo que usted me platica me hace preguntarme una cosa –habló mirando al cielo, las aves cruzando el azul raso del mismo en parvadas, giró el rostro para verla por sobre su hombro –consideremos su profesión –sabía a qué se dedicaba, se preguntaba por qué nunca había intentado arrancarle la cabeza a él, que cargaba con lo que la Inquisición consideraba una “maldición”, aunque él más bien lo veía como el legado de sus padres-, ¿cree que todo esto pueda ser producto de algo sobrenatural? –él como psiquiatra veía complicada su labor cuando intercedían factores de aquella índole, y los pacientes no siempre estaban al tanto (y no era labor suya enterarlos), así que era bueno descartar desde ya algo así, o sumarlo al algoritmo del problema que tenía enfrente.
Se giró de nuevo para poder verla cata a cara, la miró con gesto ausente, no quería presionarla para responder, pero tampoco esperar eternamente por una contestación.
No dijo nada por un largo rato, pero mentalmente iba captando los momentos en los que ella perdía el control, hablaba sola o se sosegaba de nuevo, a veces se llevaba una mano al mentón pensativo y luego movía las piernas para inclinar su peso a una o a otra. Fue hasta que ella tomó sus manos que él reaccionó de forma más visible.
-Tranquila –le dijo –descubriremos si es un recuerdo o sólo un sueño que luce como recuerdo –continuó y se irguió de nuevo perdiendo así contacto con el escritorio y con las manos de la mujer –bueno, comenzaremos el camino para descubrirlo, después de hoy tendrá que buscar ayuda en otra parte –estaba empecinado en que, hasta que no atara los cabos sueltos que había dejado la muerte de Debussy, él no regresaría a la labor médica. De todos modos el comentario no venía al caso, lo que ella necesitaba ahora era tranquilidad y no más intranquilidad provocada por sus palabras que presionaban un sitio que no debían. Avanzó por la oficina hasta quedar frente a la ventana.
-Lo que usted me platica me hace preguntarme una cosa –habló mirando al cielo, las aves cruzando el azul raso del mismo en parvadas, giró el rostro para verla por sobre su hombro –consideremos su profesión –sabía a qué se dedicaba, se preguntaba por qué nunca había intentado arrancarle la cabeza a él, que cargaba con lo que la Inquisición consideraba una “maldición”, aunque él más bien lo veía como el legado de sus padres-, ¿cree que todo esto pueda ser producto de algo sobrenatural? –él como psiquiatra veía complicada su labor cuando intercedían factores de aquella índole, y los pacientes no siempre estaban al tanto (y no era labor suya enterarlos), así que era bueno descartar desde ya algo así, o sumarlo al algoritmo del problema que tenía enfrente.
Se giró de nuevo para poder verla cata a cara, la miró con gesto ausente, no quería presionarla para responder, pero tampoco esperar eternamente por una contestación.
Invitado- Invitado
Re: Surrounded by Ghosts [Silmeria Von Greys]
Lo que oía no lo entendía- ¿el que como? –le volvió a mirar fijamente, a su espalda pues la tenía más cerca- ¿Ha hecho ejercicio? No me había fijado en su espalda...-le miro fijamente, después a sus ojos que la miraban aun por encima del hombro- Oh perdón...-bajo el rostro avergonzada cual princesa de su retraso en haberse dado cuenta de que había hecho algo muy indiscreto. Se levanto enseguida de una manera más bien brusca, mirándole fijamente a los ojos-..¿Ayuda en otra parte? ¿Eh? ¿Sobrenatural? –Pasaba del azúcar a la sal, cambiaba de tema simultáneamente le mandaba su conciencia-entiendo...-Suspiro para ponerse a pensar y no decir nada durante un buen rato. Sabía que algo no habría de salir bien en aquella sesión, temía que en verdad no la podría ayudar – No lo se...no tengo ni idea..Una noche, en la que habría podido dormir, note mi ropa interior......húmedas...-sintió un rubor en sus mejillas, pero si era doctor.
¿No tendría que contarle lo que fuera para que la ayudara? De cualquier modo esperaba el momento en que pudiera sentirse esperanzada de que Lodewijk pudiera guiarla-No me orine, no...Si no...Que se sentía diferente....-Miro hacia un lado, observando los adornos de los pasadores de los cajones de metal, otras de latón. Después miraba a los cantos de las ventanas, siguió por cada rincón del pequeño consultorio del psiquiatra- De algo sobrenatural...se ¿refiere a que es algo que no es normal? –tosió pues se sentía ahogada, de repente , comenzó a sentir que sus pulsaciones se aceleraban progresivamente, se puso la mano sobre el cuello y así poder quedarse mirando al frente, tomándose las pulsaciones y ver que ya se estaban relajando.
Hubo unos segundos de silencio sepulcral, su mente comenzó a dar vueltas, se sujeto la cabeza para que no le explotase ahí mismo, cogiendo aire poco a poco, sintió que no tenía aire, se cogió el cuello intentando de alguna manera obtener aire pues se estaba ahogando, moviéndose, agonizando y finalmente cayó de la silla cual víctima de un ataque de ansiedad. No sabe cuánto tiempo paso, pero en cuanto se quiso dar cuenta, estaba en el suelo, sentía que estaba en una superficie plana, quizás en el suelo o en algún sillón, no lo sabía, pero afirmaba con su mirada que le pesaban los ojos, se notaba la frente perlada de sudor y que más podría sentir. Había sido extraño ese golpe del pasado o simplemente porque no era consciente de este tipo de “momentos” espontáneos de salud que le daban. Quién sabe si la falta de sueño fuera quien le hubiera producido eso, pero ahora seguía aun en la sala de Lodewijk.
Su mano toco la tela de cuero del sofá. Entendió perfectamente donde estaba. Suspiro largamente para ver donde estaba, si aún seguía con el retirado de la medicina-Eh...Oiga... ¿tiene cera en los oídos? –Quienes hubieran estado en la sala, podrían haber notado el cambio de personalidad de la muchacha, de Silmeria que ahora miraba al doctor con una mirada felina, sonriendo de medio lado para levantarse de aquel sillón, sin tropiezo alguno-...¿Con lo de sobrenatural a que se refiere? –Su voz al igual que su actitud paso de inocente a valiente, había cambiado a una más segura, tajante y sin tantos miedos para enfrentarse a lo que pudiera haberla hecho cambiar de repente.
¿No tendría que contarle lo que fuera para que la ayudara? De cualquier modo esperaba el momento en que pudiera sentirse esperanzada de que Lodewijk pudiera guiarla-No me orine, no...Si no...Que se sentía diferente....-Miro hacia un lado, observando los adornos de los pasadores de los cajones de metal, otras de latón. Después miraba a los cantos de las ventanas, siguió por cada rincón del pequeño consultorio del psiquiatra- De algo sobrenatural...se ¿refiere a que es algo que no es normal? –tosió pues se sentía ahogada, de repente , comenzó a sentir que sus pulsaciones se aceleraban progresivamente, se puso la mano sobre el cuello y así poder quedarse mirando al frente, tomándose las pulsaciones y ver que ya se estaban relajando.
Hubo unos segundos de silencio sepulcral, su mente comenzó a dar vueltas, se sujeto la cabeza para que no le explotase ahí mismo, cogiendo aire poco a poco, sintió que no tenía aire, se cogió el cuello intentando de alguna manera obtener aire pues se estaba ahogando, moviéndose, agonizando y finalmente cayó de la silla cual víctima de un ataque de ansiedad. No sabe cuánto tiempo paso, pero en cuanto se quiso dar cuenta, estaba en el suelo, sentía que estaba en una superficie plana, quizás en el suelo o en algún sillón, no lo sabía, pero afirmaba con su mirada que le pesaban los ojos, se notaba la frente perlada de sudor y que más podría sentir. Había sido extraño ese golpe del pasado o simplemente porque no era consciente de este tipo de “momentos” espontáneos de salud que le daban. Quién sabe si la falta de sueño fuera quien le hubiera producido eso, pero ahora seguía aun en la sala de Lodewijk.
Su mano toco la tela de cuero del sofá. Entendió perfectamente donde estaba. Suspiro largamente para ver donde estaba, si aún seguía con el retirado de la medicina-Eh...Oiga... ¿tiene cera en los oídos? –Quienes hubieran estado en la sala, podrían haber notado el cambio de personalidad de la muchacha, de Silmeria que ahora miraba al doctor con una mirada felina, sonriendo de medio lado para levantarse de aquel sillón, sin tropiezo alguno-...¿Con lo de sobrenatural a que se refiere? –Su voz al igual que su actitud paso de inocente a valiente, había cambiado a una más segura, tajante y sin tantos miedos para enfrentarse a lo que pudiera haberla hecho cambiar de repente.
Silmeria Von Greys- Humano Clase Alta
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Re: Surrounded by Ghosts [Silmeria Von Greys]
Desde luego no dejó pasar por alto ninguna de las actitudes que tomaba la señorita Von Greys, pero era un profesional, podía ya no ejercer tal cual la Psiquiatría, pero jamás se saldría de su papel, si bien no era el más acérrimo fanático de la vida humana, sí lo era del estudio de la mente, no le importaba qué le pudiera suceder a un paciente una vez que cruzara el umbral de la puerta rumbo a la calle, pero ahí dentro (técnicamente no era un consultorio, era su oficina en la Universidad, pero a ratos remitía a su antiguo despacho médico en el centro) era su responsabilidad no sólo la estabilidad del sujeto, sino encontrar la causa de sus males, darles respuesta y si existía, una cura también. No se inmutó un ápice ante todos los comentarios de tinte sexual que ella había dicho, desde fijarse en su físico –era un espécimen del sexo opuesto y nada más- hasta comentar con aquel tono inocentón lo que le sucedía una vez que despertaba de sus sueños, sólo tomó su cuaderno y una pluma para anotar de nuevo, era síntomas interesantes sin duda.
-No, no, sobrenatural me refiero a… -separó la vista de las hojas del cuaderno y la observó, no acabó la frase, ella empezaba a tener un ataque, rápido soltó aquello que ocupaba sus manos y quiso socorrerla, ¡paf! Calló al suelo, intentó agacharse pero ella no había perdido el conocimiento y se incorporó con una facilidad pasmosa. La miró, y desde ya supo que algo había cambiado, se hizo ligeramente hacia atrás y arqueó una ceja, bajo otras circunstancias se hubiese tomado aquello personal, pero no ahí, no frente a alguien que estaba buscando su ayuda y que ese comentario seguramente era incentivado por ese mismo mal que la aquejaba.
-Sobrenatural me refiero –retomó el punto en donde se había quedado –a algo que tenga que ver con su profesión, seguramente lidia con más de un ser… con habilidades distintas –buscó cuidadosamente las palabras que emplearía –y alguno podría estar influyendo en esta condición suya –acotó y aguardó, sin dejar de anotar. Cambios de humor, ataques de ansiedad, incluso hizo la anotación referente al aparente incremento de la libido o del deseo sexual al menos.
Rodeó el escritorio y volvió a tomar asiento detrás de él, se movía pero no dejaba de escribir, cada mínimo detalle le servía y entonces se dio cuenta de lo mucho que extrañaba ser un psiquiatra hecho y derecho, pero así eran las cosas, se había impuesto una meta y no iba a descansar hasta conseguirla.
-Me gustaría saber un poco más de las condiciones en las que murió su maestro, ese que ve en sus sueños –soltó sin remordimientos, crudamente y casi como si el incidente previo -el síncope- no se hubiese presentado, no era alguien que se tentara el corazón a la hora de llevar a cabo la práctica médica, sí, sabía que debía ser un tema delicado para ella, pero si querían desentrañar el misterio necesitaba la mayor información posible, no podía ir por ahí a tientas.
-No, no, sobrenatural me refiero a… -separó la vista de las hojas del cuaderno y la observó, no acabó la frase, ella empezaba a tener un ataque, rápido soltó aquello que ocupaba sus manos y quiso socorrerla, ¡paf! Calló al suelo, intentó agacharse pero ella no había perdido el conocimiento y se incorporó con una facilidad pasmosa. La miró, y desde ya supo que algo había cambiado, se hizo ligeramente hacia atrás y arqueó una ceja, bajo otras circunstancias se hubiese tomado aquello personal, pero no ahí, no frente a alguien que estaba buscando su ayuda y que ese comentario seguramente era incentivado por ese mismo mal que la aquejaba.
-Sobrenatural me refiero –retomó el punto en donde se había quedado –a algo que tenga que ver con su profesión, seguramente lidia con más de un ser… con habilidades distintas –buscó cuidadosamente las palabras que emplearía –y alguno podría estar influyendo en esta condición suya –acotó y aguardó, sin dejar de anotar. Cambios de humor, ataques de ansiedad, incluso hizo la anotación referente al aparente incremento de la libido o del deseo sexual al menos.
Rodeó el escritorio y volvió a tomar asiento detrás de él, se movía pero no dejaba de escribir, cada mínimo detalle le servía y entonces se dio cuenta de lo mucho que extrañaba ser un psiquiatra hecho y derecho, pero así eran las cosas, se había impuesto una meta y no iba a descansar hasta conseguirla.
-Me gustaría saber un poco más de las condiciones en las que murió su maestro, ese que ve en sus sueños –soltó sin remordimientos, crudamente y casi como si el incidente previo -el síncope- no se hubiese presentado, no era alguien que se tentara el corazón a la hora de llevar a cabo la práctica médica, sí, sabía que debía ser un tema delicado para ella, pero si querían desentrañar el misterio necesitaba la mayor información posible, no podía ir por ahí a tientas.
Invitado- Invitado
Re: Surrounded by Ghosts [Silmeria Von Greys]
Se sentaba con lentitud en el sofá de dos plazas de cuero que había en el despacho de aquel lugar, sin quitarle la mirada de encima, mirándolo con una sonrisa impertinente al médico. ¿Cómo había sido su sueño? No había sueño, si no una repetición continua en la que el muñeco era la viva imagen de alguien querido para ella, de un modo u otro, pensando en que era imposible de ver a aquella persona colgada de nuevo en lo alto de una lámpara. Supuso que quería saber, bien pues le haría saber.
-Ah bueno...pues si la verdad le interesa mi problema, he de decir que aquella imagen es algo catatónica, ¿sabe? Cuando llegas de la iglesia, lo único que te quieres encontrar es a un fiambre colgado de la lámpara de la sala de baile...oh, sí, es de agradecer desde luego, un regalo para la vista...-rio con soltura y con cierto sarcasmo en la melodía de la frase, suspiro, recostándose en aquel como sofá y poniéndose en una posa más o menos cómoda, con los pies sobre uno de los reposabrazos y en el otro tenia puesta su cabeza. Se coloco de lado para hacer de ella una persona más sensual que la anterior.
-Dígame doctor...o si es que aun lo practica, parece que veo algo de anhelo en sus ojos y en sus acciones...-Sonrió mientras lentamente se insinuaba acariciando su cintura poco a poco sobre el apretado corsé de encaje negro-..Parecía conocer muy bien la profesión... ¿qué podría decir de la mía?...-una pierna saco al aire mostrándola suave, tersa, tentadora, vestida con aquella suave capa de tela transparente oscura y fácil de encontrar una carrera hecha a la que se ajustaba con un discreto liguero de color negro y en el que de algún modo, en un movimiento sensual la dejaba de nuevo flexionada sobre el reposabrazos de cuero de aquel sillón.
-Oh, Señor van Otterloo, hacía tiempo que no le veía tan activo con la pluma sobre el papel con el que está apuntando las cosas que se le ocurre hacerme....-le miraba aun con esa sonrisa, pero que progresivamente fue yendo a una mas traviesa- Y dígame si no es indiscreción en estos momentos...eh...-se mordió con sensualidad su labio inferior, sentándose en el sofá correctamente pero de igual modo levantándose la falda lentamente hasta media pierna-...¿no...Estará usted...? –Creo que era evidente para que línea iba la pregunta, que entonación sensual pero igual de curiosa la cual quería saciarse con la información de su estado civil- Ya..sabe..-Tosió, se hecho el pelo hacia atrás y se le quedo mirando en silencio.
-Ah bueno...pues si la verdad le interesa mi problema, he de decir que aquella imagen es algo catatónica, ¿sabe? Cuando llegas de la iglesia, lo único que te quieres encontrar es a un fiambre colgado de la lámpara de la sala de baile...oh, sí, es de agradecer desde luego, un regalo para la vista...-rio con soltura y con cierto sarcasmo en la melodía de la frase, suspiro, recostándose en aquel como sofá y poniéndose en una posa más o menos cómoda, con los pies sobre uno de los reposabrazos y en el otro tenia puesta su cabeza. Se coloco de lado para hacer de ella una persona más sensual que la anterior.
-Dígame doctor...o si es que aun lo practica, parece que veo algo de anhelo en sus ojos y en sus acciones...-Sonrió mientras lentamente se insinuaba acariciando su cintura poco a poco sobre el apretado corsé de encaje negro-..Parecía conocer muy bien la profesión... ¿qué podría decir de la mía?...-una pierna saco al aire mostrándola suave, tersa, tentadora, vestida con aquella suave capa de tela transparente oscura y fácil de encontrar una carrera hecha a la que se ajustaba con un discreto liguero de color negro y en el que de algún modo, en un movimiento sensual la dejaba de nuevo flexionada sobre el reposabrazos de cuero de aquel sillón.
-Oh, Señor van Otterloo, hacía tiempo que no le veía tan activo con la pluma sobre el papel con el que está apuntando las cosas que se le ocurre hacerme....-le miraba aun con esa sonrisa, pero que progresivamente fue yendo a una mas traviesa- Y dígame si no es indiscreción en estos momentos...eh...-se mordió con sensualidad su labio inferior, sentándose en el sofá correctamente pero de igual modo levantándose la falda lentamente hasta media pierna-...¿no...Estará usted...? –Creo que era evidente para que línea iba la pregunta, que entonación sensual pero igual de curiosa la cual quería saciarse con la información de su estado civil- Ya..sabe..-Tosió, se hecho el pelo hacia atrás y se le quedo mirando en silencio.
Silmeria Von Greys- Humano Clase Alta
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