Una audiencia con Su Majestad [Vincent C.]

por **Cassius de Beaumaris** Miér Mayo 30, 2012 4:04 pm

De todas las personas que Cassius jamás habría pensado conocer estaba alguien perteneciente a la realeza, según su padre alguna vez su familia perteneció a la aristocracia francesa pero de eso hace bastante tiempo. El joven siempre veía a los nobles y reyes como personas dignas, cultas y elegantes, la clase de personas con las que siempre le había gustado relacionarse; pero siempre la veía distantes, casi inalcanzables; el solo era el joven heredero de una importante familia de París, dudaba que eso lograra llamar la atención de un monarca

Y sin embargo, ahí estaba el, en camino a tierras escocesas a visitar al rey, había escuchado cosas que le interesaron de Su Majestad, tal vez la más relevante para Cassius era que compartía con el algunas habilidades sobrenaturales, habilidades oscuras que para otros serian consideradas abominaciones. Dejando de lado esto estaba seguro que una visita al rey resultaría bastante provechosa para él, así podía saciar sus ganas de aprender estando en contacto con una cultura extranjera

No esperaba que pudiera realizar aquella visita a Escocia per gracias a su padre y sus contactos lo pudo hacer, suponía que el interés de su padre radicaba en la importancia que pudiera traer para él y sus asuntos que su hijo estuviera en presencia del monarca, tenía que ayudar a su hijo a establecer relaciones si algún día quería que continuara como la cabeza de su familia, y aunque a Cassius le molestaba en cierto modo que su padre solo pensara en le dinero y los negocios no protestó, una oportunidad como estas no se repetiría tan fácil

Había sido un viaje largo y algo incomodo en el cual había descubierto que tenia tendencia a marearse en altamar, pero al fin el chico estaba en tierras escocesas. Luego de descansar y refrescarse se dirigió al palacio, no quería hacer esperar al rey; antes de partir se aseguró de estar lo suficientemente presentable para Su Majestad, quería causarle buena impresión, mientras caminaba no podía evitar sentirse nervioso, se trataba del gobernante de un país a quien iba a ver, eso ponía nervioso a quien fuera, aun así estaba expectante por la visita

Después de unos minutos de camino logró divisar el altiplano donde se alzaba el castillo rodeado por los paisajes rurales de Escocia, no se parecía en nada a lo que estaba acostumbrado a ver en Francia pero, la vista le agradó; solo llevaba poco tiempo en Escocia pero ya había logrado apreciar algo de su belleza. Cuando ya hubo admirado lo suficiente la belleza del lugar emprendió marcha hacia el castillo, aun sentía algo de nervios peor intentó disimularlos lo mejor que pudo- Bonjour- saludó a los centinelas que guardaban la puerta principal- estoy aquí para solicitar una audiencia con Su Majestad el Rey, soy el señorito de Beaumaris

por **Vincent Cromwell** Jue Jun 07, 2012 2:01 pm

Escocia, ciudad alta de montañas y mares, riscos, precipicios y abundancia. Así era conocido el país que Vincent desde antes de su coronación conocía, las historias de grupos barbaros demostrando la lealtad de un pueblo inalcanzable, ingobernable, pero que su padre así como su abuelo habían alcanzado el reconocimiento de aquella familia. Reconocidos por la lealtad a su pueblo y reconocimiento también que por derecho real les pertenecía.

Remontados a la historia, los Cromwell’s provenían de una historica familia de brujos principalmente nigromantes que pese a no manejar la magia blanca demostraban la rectitud y transparencia en sus acciones, ganándose poco a poco el respeto de los círculos de magia más antiguos de Europa. Sus prácticas eran llevadas a cabo bajo el anonimato ya que, estás eran juzgadas con severidad por los cazadores de brujas o la inquisición.

Como cualquier familia de la realeza discernían sus atenciones en lujos prominentes, pomposos bailes y lujos que sólo podían costear los reyes o reinas.
Tras la constante de Vincent, su hermano menor, existió una secreta rivalidad que llevo al actual rey de Escocia a aprender los grandes secretos de su familia como el primogénito y heredero del trono, ganándose como brujo la fama que lo respaldaba entre los más grandes de su estirpe y también dentro de los más respetados en Europa. Desde entonces hombres y mujeres acudían a mi con la única finalidad de conocer, estudiar o relacionarse más con las artes oscuras y a quienes sin pensarlo dos veces despreciaba, enviándolos lejos, desterrandolos incluso en el olvido. Si era temido por mis súbditos o allegados que ignoraban mis practicas, era por despreciativo y severo que en aquellos casos solía ser.

El día en la Escocia actual no desmerecía el merito de apreciarse, mis ojos lucían vívidos y calmos en un nuevo día en el castillo. Los ventanales de la fortaleza desprendían ases de múltiples colores gracias a las diferentes figuras de los vitrales. Mis pensamientos, se fundían con los colores del paisaje y a lo lejos observaba los jardines de arbustos frondosos mezclados entre las pequeñas del pueblo asentado al pie de la propiedad, casas llenas de musgo debido a la propiedad de la tierra del alto país.

Desde mi ascenso al trono, la práctica de la magia había quedado obsoleta debido a la controlada misión de mantener lejos de estas a la reina, pocas eran aquellos que sabían de nuestras actividades nocturnas; especialmente la familia paterna que acompañaba mi legado. Cuando el sol se cubrió por una nube oscura el sonido de la puerta principal de la habitación dónde me encontraba sonó en un fuerte llamado, la interrupción a manos de un mozo del castillo anunciaba la llegada de un nombre que no reconocí de inmediato, pero que me parecía extrañamente conocido.

-Su majestad, el señorito de Beaumaris, se presenta ante usted para pedir una audiencia. – Sentencio respetuosamente luego de una reverencia, su cabeza se sostuvo en aquella posición esperando mis demandas - ¿Beaumaris? – Increpé con curiosidad, lleve hasta mi barbilla el dedo índice y pulgar para acariciarla acentuando mis movimientos – Está bien, lo recibiré, hazlo pasar de inmediato…- tras mi orden el hombre volvió a realizar un ademan de respeto hacia mi persona saliendo de la habitación.

- El rey lo recibirá, joven de Beaumaris, cuando usted entre a la habitación no se dirija a él hasta que lo haga su majestad – le indicó con propiedad a la par en que las puertas principales eran abiertas por los guardias del castillo, encargados de la seguridad de su majestad, develando en su interior una enorme habitación con tres vitrales de lujosa apariencia y una discreta pero bien elaborada mesa forjada aparentemente en la mejor madera del reino.

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