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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Jue Jun 07, 2012 4:05 pm

Kids Got Shadows In Their Eyes by Don't Look Back on Grooveshark
«The kids got shadows in their eyes
Nights keep shining for the city lights
Bring some poison in your lie
Bring some shadows if it’s all you’ve got
The beat of time is all I’ve got
A vacant silence in the green grass
Brings me home when I get blind
And I get closer to the sun one time
If kids got shadows in their eyes

Days keep grinnin' from the silly side
All the journeys that I’ve been through
Bring some distance if it’s all you’ve got
And bring me home when I get blind
But beat of time is all I’ve got in there
Growing blossoms on the sidewalk
Different colors on my way around
A vacant silence in the green grass
We’ll get closer to the sun one time
I need to go on and all my days are gone
Come and sing it for the highway stars
Kids got shadows in their eyes.»

-Don't Look Back, "Kids Got Shadows in Their Eyes"

1799

Reinhard aún dolía, dolía en el alma, dolía en el cuerpo, dolía en los recuerdos en Viena, en la mirada de Anja. En la mirada de Anja era dónde más dolía. Estrujaba las entrañas pensar en él, pensar en que ya no estaba, destruía el corazón recordar –porque él lo había visto- a esa mujer que le había quitado la vida por motivos que Lorcan aún no se explicaba. Y ahí estaba, lejos de la Europa continental, en el Nuevo Mundo haciendo lo que el hijo de su general, Calum Dvořák se había negado, haciéndose cargo de ese gigante emporio marítimo que era el que seguía dándole techo, cobijo y no sólo eso, pagaba su alcohol y sus investigaciones, porque Gregor podía ser todo lo científico respetado que quisiera, pero antagonista del mundo como era, su destino sería morir de hambre ante su palpable misantropía, era una suerte que tuviera aquella herencia de la que el viejo brujo se encargaba de administrar, porque le debía mucho al padre de ese hombre.

Era su último viaje antes de mudarse finalmente a París. Allá en la ciudad que lo vio nacer, y a Lysander su hermano, y a Reinhard su hijo, todo tenía el sabor acre de la melancolía y huía, no lo iba a negar. Anja se había roto, lo sabía y ella insistía en sobreponerse, pero ni él, él hombre fuerte y guerrero que era podía hacerlo. Colocó ambas manos en el escritorio dispuesto en su amplia suite de hotel que ocupaba en la Nueva Orleans, ciudad francesa en territorio inglés; suspiró y supuso que aun estando tan lejos de las montañas polacas donde había muerto Lysander, podría consultarlo porque el lazo que los unía era más poderoso que la distancia.

«Ojos y sombras,
mancebo. Con él esta
noche hablarás»

Esa fue la declaración del espíritu al que Lorcan acudía como oráculo. Frunció el ceño, Lysander nunca era concreto y se él tenía la tarea de averiguar de qué versaban sus premoniciones y consejos. Se puso de pie, se acercó a la ventana y se asomó para observar las calles de la calurosa ciudad; sabía que ahí, en ese lugar, la tradición afroantillana del vudú, un tipo de magia diferente, aunque al final, manejando las mismas fuerzas, hervía y se podía palpar. Decidió entonces que saldría, a pesar de la temperatura se fue ataviado impecablemente, saco y corbata incluidos.

No pidió al cochero (mismo que había llevado desde Viena) que lo llevara a lo hermoso que seguramente tenía la ciudad, no, en cambio quiso visitar el lado más obscuro, donde seguramente la práctica de esa magia distinta y fascinante era practicada. El carruaje llegó hasta los límites de lo que, según investigaron, era la zona ideal para consultar brujos. Lorcan bajó y miró todo, estuvo seguro que habría muchos charlatanes, pero sus propias habilidades mágicas le servirían para detectar a los reales de los farsantes, tampoco tenía miedo… sabía defenderse. Avanzó entonces, garbo como de costumbre, mirando a un lado y luego al otro, avanzando casi por inercia, como si las palabras que Lysander le había dicho esa misma noche horas antes lo guiaran. Una sombra en la calle llamó su atención, la siguió para conocer su dueño. Y ahí estaba, parado en la acera un joven (mancebo) con quien supo, debía hablar. Lysander, de nueva cuenta, no se había equivocado.

-Estoy buscando un brujo… -se acercó a la figura, habló con esa voz baja y tenebrosa que lo caracterizaba, fingió no saber que ese mismo chico lo era-, ¿podrías guiarme al que tú consideres el mejor por aquí? –sonrió de lado. Ese muchacho no sólo tenía habilidades mágicas, Lorcan supo que era más especial que eso, que algo se ceñía a él, que algo lo atormentaba y a la vez lo empoderaba.
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Mensaje por Juan de la Cruz Vie Jun 08, 2012 9:53 am

Vengan ahora, vamos a ver una triste historia
Vengan ahora, no olviden preparar el pañuelo
En un cierto lugar, parece que había una bruja
Parecía ser que estaba enamorada de un príncipe
Cuando olvidemos la magia que detiene el tiempo
Los momentos felices ya habrán pasado
Abrazando la cruz, buscando el alto cielo,
¡Penitenziagite! (¡Arrepiéntete!)
Las voces de los rezos idas hace mucho,
Opus transit in otium (Devoción se ha convertido en un olvido)
Si este amor es invitado por magia,
¡Penitenziagite! (¡Arrepiéntete!)
Libera las llamas del odio,
¡La mortz est super nos! (¡Comenzará la muerte para nosotros !)
Vengan ahora, vamos a ver el cielo que parece quemarse
Vengan ahora, no olviden las llamas de la justicia
En un cierto lugar, parece que había una bruja
Para engañar a un príncipe, un hechizo de amor parecía haber hecho
La magia de un humano cautivado que te ha atraído
Ha hecho estos momentos felices pasar
Amarrada a la cruz el demonio te invita,
¡Penitenziagite! (¡Arrepiéntete!)
Antes de que grites el hechizo maligno,
Virtus migrat in vitium (Virtud se ha convertido en vivio)
Este crimen se ha convertido en un juicio de brujería,
Nune cuncta rerum debita (De una vez por todas)
Libera la llama sagrada,
Xorbitant a semita (La calle está a punto de enloquecer)
Extendiéndose al cielo, la estupidez humana
¡Penitenziagite! (¡Arrepiéntete!)
La quemazón continúa a la rojez de esa puesta de sol,
¡La mortz est super nos! (¡Comenzará la muerte para nosotros !)
Cuando olvidemos la magia que detiene el tiempo,
¡Penitenziagite! (¡Arrepiéntete!)
Las voces de los rezos idas hace mucho,
Opus transit in otium (Devoción se ha convertido en un olvido)
Si este amor es invitado por magia,
Nune cuncta rerum debita (De una vez por todas)
Libera las llamas del odio,
Xorbitant a semita (La calle está a punto de enloquecer)
Este rojo ardiente casi como las llamas,
¡Penitenziagite! (¡Arrepiéntete!)
Nunca olvides la razón de esas lágrimas de sangre,
¡La mortz est super nos! (¡Comenzará la muerte para nosotros !)


Moviendo las cartas entre sus manos estas aparecían y desaparecían con el danzar de sus dedos, hacía ya mucho tiempo que su padre había muerto de viejo, en su cabeza estaba un la imagen impregnada en tinta fresca, de su progenitores perdiendo su ultimo aliento y de su cuerpo secándose como el de una cigarra vieja, el contrato con Damballa le dejo irreconocible cuando todo termino, de la misma manera el, Juan de La Cruz se secaría hasta quedar convertido en polvo, porque aquello que Abdul le debía a Damballa no era ni la décima parte de lo que le debía el al Baron Salmeri, saboreaba ya el sabor condimentado de las llamas del inframundo devorando su piel y su carne, porque el no era ingenuo, estaba seguro que ni toda su vida será suficiente para pagar su contrato, pero seguro que su muerte si lo era. En la oscuridad de su choza una carta se levantó al viento develando su futuro, era el ahorcado, o su cruel destino, solo contaba con los favores de Mama Brigitte para salvarse de aquel ser, sin embargo “ella era ciega ante su esposo”

Jugo de nuevo sus cartas, moviéndolas rápidamente ocultando la muerte entre ellas, el mazo se revolvió entre sus dedos, Ave era el nombre de su madre, hija del fruto prohibido entre un príncipe árabe y una mujer española que había llegado ahí, creció y se fue a morir como esclava en aquella aclamada ciudad del amor. Una nueva carta se levantó en el aire mostrándole lo que fue de su madre en aquella ciudad, Juan sonrió divertido ante la ironía, igualmente para Ave solo estaba aquella carta, el ahorcado. Reuniendo por tercera vez el mazo decidió jugar por última vez, ahora ya no quería nada del pasado y nada del futuro, dolo deseaba saber que sería del presente. Esparció todo el mazo sobre la pequeña mesa de su hogar y estas se voltearon solas para mostrarle en cada una de ellas lo que le esperaba ese dia, un encuentro que cambiaría su vida

“Cartas, hartas, cartas, ellas dirán, pasado, presente y porvenir también”

Entonces una lúgubre risa rompió en el silencio, su presente estaba a pasos de distancia y el futuro otros cuantos más, el Barón ya se regocijaba en su alegría, riéndose en las sombras del cuarto, pero no era de él la risa que se escuchaba pues nunca había dejado oir su voz desde que hicieron su contrato. Juan de la Cruz perdió el juicio durante unos segundos al sentirse agonizar por la maldad del Barón, poco a poco se volvió amarga y levantándose de su silla tomo un pequeño bolso en el que guardaba hojas, tinta, algunos amuletos y un relicario con la foto de sus padres andando hacia aquel encuentro que representaría el inicio de su fin. Al salir de la choza la miro por última vez con el presentimiento de que no volvería jamás ahí. Irguió la espalda dejando que la luz mortecina de la luna se reflejara en sus ojos bailando con el brillo de sus pupilas, detrás de él, el Barón se unió su sombra ocultándose como desde costumbre al sentir a lo lejos la presencia de aquel encuentro, entonces Juan solamente espero.

- Un brujo??-Pregunto sonriendo hacia el hombre en la sombra, se trataba de un viejo cuya presencia no noto hasta que su cavernosa voz llego a sus oídos, pero él no se sorprendida, la sorpresa no era uno de sus dones ni mucho menos, el miro a aquel hombre y en sus ojos, a pesar de las muchas cosas que reflejaban, lo desconocido, la tristeza o desolación el vio aquello que podía traerle en un futuro, el vio “la oportunidad”…- El mejor que conozca dice usted??- La pregunta sonó divertida y a la vez irónica. Entonces juan apretando el mazo que jamás abandono su mano movió movió el brazo formando un circulo frente a él, dejando las cartas suspendidas en el aire- Yo no sabría decirle distinguido señor, pero las cartas, oh las cartas ellas le dirán si lo que busca se encuentra aquí…- Juan permaneció inmóvil pero la sombra que se proyectada enorme en la pared a sus espaldas movía las manos en círculos controlando el camino que las cartas debían de seguir

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Mensaje por Invitado Sáb Ago 18, 2012 2:44 am

Algo dentro del viejo brujo le decía que ese momento era el momento. Uno que marcaría no sólo su estadía en Nueva Orleans, sino parte de lo que estaba por venir, que ese joven que en su sonrisa socarrona y palabras irónicas escondía un poder que a muchos asustaría, pero ¡ah! Ese era el tipo de poder que más fascinaba a Lorcan, no en vano había pasado mucho tiempo, incontables horas, tratando de perfeccionar su don de nigromante en pos de abrir portales cada vez más duraderos y profundos al mundo de los muertos, un tema tabú incluso entre otros poseedores de magia, y el tópico que más intrigaba al vienés. Asintió con seguridad y algo de simpleza ante las preguntas de joven y sonrió de lado, gesto que se acentuó cuando las cartas se desplegaron frente a él, rio por lo bajo, casi como una tos que intentas no dejar escapar, un sonido breve y casi inaudible.

Antes de hablar o hacer otra cosa, miró por sobre las cartas, no al joven, sino a lo que había detrás y su embeleso –por el chico y sus poderes- se vio incrementado, su gesto mutó a uno más suave y tomó una carta de las que eran dispuestas para él en el aire. No la miró, de inmediato la entregó.

-No trates de impresionarme con trucos de circo –dijo con esa voz severa de quien ha servido a la milicia muchos, muchos años. Arqueó una ceja, retador -¿qué dice la carta? –aguardó por una respuesta con semblante circunspecto, solemne, pero a sabiendas que cualquier cosa que las cartas predijeran no ponían en peligro su integridad, de haber sido así lo habría presentido.

Curioso lo que estaba sucediendo, ambos fingían desconocer el poder del otro, ambos estaban al tanto de las capacidades ajenas, los dos podían seguir actuando toda la noche y no cansarse. Lorcan finalmente dio un paso a un lado, como si quisiera rodear a su interlocutor, pero fue un paso nada más.

-Debe ser agotador –dijo –cargar con lo que cargas, debe ser pesado –aunque hablaba con seguridad portentosa, en realidad estaba jugando a las adivinanzas, podía sentir e incluso ver aquello que rodeaba al joven, pero imposible era conocer lo que sucedía a ciencia cierta, usaba sus capacidades para intentar traducir aquella magia, porque él mejor que nadie, que había empleado mucho de su tiempo en investigar esas habilidades suyas, sabía que había diferentes tipos de magia aunque al final todas convergían de algún modo. Le intrigaba cada vez más, aunque no sabía bien a bien qué pasaba, sentía aquella presencia extraña e incorpórea pesada, como un ancla que jalaba al muchacho a un abismo y la vez, como un poderoso báculo que lo guarnecía a un grado que el viejo brujo podía llegar a envidiar dado el alcance de aquella presencia y las habilidades que otorgaba.

-¿Y bien? ¿Qué dice la carta? –apresuró. Esta vez sí estuvo seguro, la carta no diría nada respecto al pasado o el futuro, versaría sobre el presente, justo como Lysander lo había hecho horas antes. Movió la cabeza hacia un lado, inclinándola en un ademán de ingenuidad que no venía al caso, mucho menos al verlo, a primera vista se podía decir mucho sobre él: experiencia y altivez.

Pensó que había sido un acierto, no sólo salir esa noche –causa de lo que su oráculo personal le había dicho, mismo que rara vez ignoraba- sino su viaje entero a Nueva Orleans, bien pudo mandar un emisario, pero por alguna razón había ido personal, misma razón que ahora entendía al estar frente a aquel joven brujo.
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Mensaje por Juan de la Cruz Jue Ago 30, 2012 9:18 pm

Él era mujeriego y pendenciero, pero nunca se equivocaba, el Loa de la vida y la muerte, aquel que controlaba el flujo de las almas le había hablado en claves mostrándole su futuro en las cartas, el cambio se acercaba rápidamente a su vidas, aquella vertiente que separaría las aguas como Moisés al liberar a los israelitas, él no tenía ninguna garantía de que lo que viniese a continuación fuese bueno malo, era lo de menos pues debido a su naturaleza ermitaña aprendió a no echar raíces en ningún lado esperando el momento para despegar, ahora llegaba el tiempo de saber si tocaría el cielo o caería rápidamente en las llamas del infierno. El hombre desconocido que había salido de las sombras repentinamente le parecía conocido, no como si fuese alguien con quien trato antes, era la familiaridad de la magia vibrante que poseía, su ceño se frunció al notar que aquel hombre viejo probablemente duplicaría su experiencia en cuanto al manejo de la magia pero enseguida regreso a su expresión anterior, no gustaba de verse perturbado por las habilidades ajenas pues cuando eso sucedía podía sentir a la sombra desprenderse de sus pies en busca de frutos más jugosos que comer, y junto con ella podía escuchar el nudo de su alma desprenderse de su cuerpo.

- Los trucos por si mismos siempre traen buenos clientes y los clientes atraen el dinero y la comida a mi humilde mesa-dijo riendo, la charlatanería era su especialidad, las cosechas de su trabajo siempre le traían buen trigo de modo que nunca tuvo que preocuparse por las cuestiones económicas pero a menudo su difunto padre hablaba acerca de la importancia del hogar y el trabajo, de cómo complementar los dos aspectos hasta alcanzar el equilibrio perfecto, cabe destacar que Juan de La Cruz nunca estuvo demasiado convencido de la veracidad de sus palabras, a pesar de lo buen brujo que era los trabajos llegaban siempre en pocas cantidades aunque la mayoría de las veces terminaban siendo peligrosas encomiendas con remuneraciones excesivas pero el hombre jamás tuvo un lugar al que llamar casa, lo suyo era una choza en la que Abdul languidecía por el recuerdo de su amada Ave…Por otra parte su crecimiento fue correcto en aquella choza mística de modo que Juan de La Cruz fuera de su incredulidad nunca encontró razón alguna para desobedecer a su padre o llamarle mentiroso así que aprovechaba cada ocasión para citar a su padre aun cuando las acciones cometidas por el siempre torcían la rectitud de Abdul.

- El Peregrino…-dijo con una sonrisa en el rostro pero aun sin girar la carta hacia el hombre, la observo antes de levantar la vista y mirar los ojos del hombre mayor evitando deliberadamente las palabras que le dedico unos instantes antes ¿Agotador?¿Pesado? esas eran probablemente palabras menores pero insignificantes si las comparaban con lo que sentía sobre sus espaldas, prevalente no podrían comparase con la magia que obtuvo por ella, aquellos dones que le fueron otorgados valían más que lo que perdió pero no podía dejar de pensar en aquel futuro tal vez cercano en el que su alma fuese entregada al loa para servirle de diversión, Juan de La Cruz jamás desperdiciaría su vida ni se dejaría morir sabiendo lo que le esperaba después de eso- Prudencia, sabiduría, paciencia, silencio, avance espiritual, inspiración divina, circunspección. Retiro del mundo, soledad. Peregrinaje. Un maestro o quizás hable del progreso…-dijo con su típica sonrisa mientras descubria la carta, esta mostraba al peregrino aunque en lugar del típico dibujo se encontraba el brujo vestido como la carta, el loa a sus espaldas se reía con sus acostumbradas carcajadas mudas, entonces la carta se giró rápidamente modificando la imagen, ahora el peregrino mostraba los rasgos mezclados y las rastas de Juan de La Cruz, su rostro se mostró serio mientras escuchaba a su propia voz reproducirse a su alrededor sin saber el lugar específico de donde provenía pero si con la seguridad de quien la estaba haciendo sonar- Inmadurez, vicios, oscuridad, testarudez, traición, engaño. Misantropía, misoginia, celibato, persona insociable. Enemigos ocultos. Prudencia que sobra…o que falta.-un sentimiento de excesivo asco e incomodidad se filtró dentro de su, las bromas acidas del Loa ponían a prueba su paciencia pero si demostraba poco control sobre si entonces demostraba que no podía controlar la magia que le había sido entregada así que comenzó a reír imitando los movimientos que la sombra tras de si realizaba cada vez que se burlaba de alguien, la sombra “rio” más fuerte y desapareció de la vista, volvería probablemente en algunos momentos mas
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Mensaje por Invitado Jue Sep 27, 2012 1:12 am

Ese chiquillo lo estaba retando descaradamente, pero lejos de molestar a Lorcan, lo intrigaba cada vez más, como si fuese imposible hacer otra cosa más que tratar de desentrañar los secretos que el joven escondía, aunque estos estuvieran vedados para el resto de los mortales, tenía esa sensación al menos, pero no perdía nada intentando, después de todo, con la muerte de Reinhard, sentía como si de hecho ya hubiese perdido todo. Observó y rio, una risa baja y burlona al ver el despliegue de parafernalia mágica, pero entendió a la perfección sus palabras, la gente incapaz de dominar magia se sorprendía con cualquier cosa, aunque ni siquiera fuese magia verdadera, pero claro, él ya era viejo, pocas cosas podían sacarle una expresión de asombro, pero agradeció el “gesto” del muchacho en esforzarse por adornar su charada. Se cruzó de brazos esperando, más que todo ese truco, quería poder medir las habilidades del otro, empoderado por una fuerza foránea que aun no entendía y urgía de entenderla, y que, ahora caía en cuenta, también le hacía cuestionarse qué tanto la comprendía su poseedor.

Asintió al escuchar qué carta había salido, conocía algunas propiedades del tarot, pero al jamás usarla él mismo como medio de expresar su poder, no podía jactarse de ser un experto, no era idiota, conocía de sus debilidades, tenía claro que no sabía absolutamente todo. Se cruzó de brazos al escuchar la primera lista de palabras, no supo con cuáles identificarse y con cuáles no, no era alguien que se adjudicara virtudes que no le correspondían. Se movió un poco en su lugar, supo que aun no era su momento de hablar y entonces la carta cambió su imagen, aunque seguía siendo El Peregrino, entornó la mirada y escuchó la segunda lista de características. En ese instante la carta que flotaba entre ellos perdió sentido, miró más allá, a la sombra que cobraba vida propia y al chico, en un movimiento rápido estiró la mano y tomó el pedazo de cartón impreso con la figura de aquel viajero, una vez que estuvo en su mano, el dibujo cambió de nuevo, esta vez era una ilustración como cualquier otra, genérica de cualquier mazo de cartas.

-¿Me estás diciendo algo a mí o te estás leyendo a ti mismo? –sostuvo la carta entre los dedos índice y medio apuntando al aire, no pasó por alto que la sombra se había ido y que ese joven se había quedado sin sombra, una visión extraña, pero no menos interesante –basta de juegos –estiró la carta a su dueño –la vaguedad no me va, pero no importa –conocer su futuro no era lo que lo tenía ahí después de todo, él mismo poseía un oráculo personal con el cual lidiar, así que el tarot sólo había sido un pretexto-. Mi nombre es Lorcan Plaschg, vengo de Viena –pero muy pronto París sería su residencia –y aunque no sé el origen ni el alcance de tu poder –fue claro, ya no quería más rodeos –me interesa –porque a Lorcan le interesaba todo lo que significara poder mágico, todo lo que pudiera incrementar su propia capacidad y todo lo que lo acercara más a su meta: abrir portales al otro mundo –no me digas que a ti no te gustaría saber más sobre eso, porque me estarías mintiendo –lo miró a los ojos, sus palabras resonaron por la desierta calle con esa voz de bajo barítono que parecía un canto obscuro. No sabía si lo que el joven quería era poder dominar esa presencia o deshacerse de ella, o si de hecho no le interesaba, había hablado con aquella convicción porque no podía mostrarse dubitativo; no importaba mientras le diera la oportunidad a él de también investigarla, conocer su alcance. Se sintió con cierta libertad de hablar al respecto ahora que la sombra no estaba, algo era inquietante, algo le decía que no debía fiarse del todo del muchacho, pero mucho menos de su acompañante sin cuerpo.

-¿Qué es lo que quieres? ¿Qué quieres hacer con tu… amigo? –Directo al grano, con una elección peculiar de palabras –quizá, yo te pueda ayudar, los años no son en vano muchacho, tengo más experiencia que tú –sí, estaba interesado y no estaba haciendo nada por ocultarlo.
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Mensaje por Juan de la Cruz Dom Nov 04, 2012 6:51 pm

Juan de La Cruz intento no reflejar la molestia en sus ojos, la sombra cubrió con un velo incierto el verdadero color de sus acciones, a él no le agradaba por completo el Barón, a él no le agradaba para nada El Barón de La Croix, pero su destino se firmo en el momento justo en que alargo la mano hasta el cuello de su padre tomando entre sus dedos la fabulosa cruz de plata que le adorno por tantos años, en ese momento su camino comenzó a torcerse poco a poco, hasta que finalmente todo se volvió borroso, ahora caminaba a ciegas en la oscuridad, como un invidente sin su bastón cerca, la acción infantil e inocente del en aquel entonces pequeño Juan dio comienzo a lo que seria el comienzo de sus andanzas, aun recordaba claramente el sonido que hizo la cadena al estirarse y el sentimiento del frio tacto sobre su pequeña mano, los ojos apacibles de Abdul no dijeron nada, su voz tampoco, ninguno de los dos hizo nada por para algo que pudo haberse evitado: Es bonita, parece especial…

La serpiente se había enroscado poniéndose agresiva, ninguno dijo nada mas y Juan se alejó del artilugio hasta que Damballa desapareció nuevamente en medio de la oscuridad, desde aquel día la deidad le dedico su odio de los modos mas evidentes posibles, siempre mirándolo con sus fríos ojos amarillos, enroscándose en los brazos y torso de Abdul, cuidando celosamente, no el cuerpo, sino el alma de aquel hombre, aquella que según los conocimientos de aquellos tiempos seria devorada en cuanto su contrato se rompiese, aunque claro, eso era desde el punto de vista de Juan de La Cruz, porque el Barón sabia que el destino del brujo lo llevaría en una búsqueda sin descanso que no le permitiría ni en sueños llevar la vida relativamente tranquila de su padre, y ese destino se firmo hace siglos cuando las gemelas Arsenics clamaron su primer hechizo.

- Porque? Incluso los mayores deberían divertirse de vez en cuando, les ayudaría a morir antes-El humor de Juan de La Cruz casi se hecha a perder gracias a la repentina intromisión de la sombra, el aun no tenia la madurez suficiente para ignorar las palabras de la deidad, sin embargo prefirió no avergonzarse a si mismo teniendo una rabieta delante del brujo que se había presentado por indicaciones, en ese momento de su vida aun le faltaba dirección para andar correctamente en el redil, ¿Quien diría que con solo una año mas, el pisaría tierras francesa, parisinas y españolas con un pensamiento renovado un crecimiento tangible en su carácter? Pero ahora no hablaba Juan el brujo, ese dejo la función junto con el Barón, aquel que abrió la boca fue Juan de La Cruz, el muchacho, ese que en el fondo estaba desesperado por no morir, el que se reprimió para complacer en al barón y convertirse en el comerciante perfecto- Tiene usted los ojos de una serpiente Monsieur Plaschg, justo como los de una serpiente emplumada-Una sonrisa surgio adorno sus labios, su padre le había hablado de una deidad Maya con el mismo nombre “la serpiente emplumada”, pero en cambio se refería la creencia de que las serpientes cuando se vuelven demasiado viejas les salen plumas encima de la piel, no lo decía como un insulto, en realidad cuando se hablaba de ellas se hacia referencia a sabiduría y longevidad

- Mi nombre es Juan de La Cruz y mi uno deseo es...- Trono los dedos sin dejar de fijar la vista en el hombre- Que esa cosa desaparezca- sus palabras fueron firmes, pero no demasiado fuertes, si el Barón Samedi le escuchaba, el cambio de rumbo que había visto aquella mañana podría dar un giro inesperado, que seguramente no le gustaría a ninguno de los dos brujos- Pero usted, ¿Cree que puede ayudarme con eso? Quizá la posibilidad de que lo logre sea nula…No, yo ya perdí la Esperanza de que eso suceda, desde hace mucho tiempo…-Sus palabras eran conformistas pero sonaban ansiosas, el hombre no solamente tenia los ojos de una serpiente emplumada, tenia la lengua de una en sus palabras y podía sentir el veneno en su magia, una llama de esperanza alcanzo una pequeña chispa pero no se permitió convertirse en una flama.
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Mensaje por Invitado Lun Nov 19, 2012 10:38 pm

Si era sincero consigo mismo, la insolencia del joven le parecía condenadamente divertida, no estuvo seguro que sin ella fuese la mitad de interesante que era, o era exageradamente seguro para su edad (y quizá gracias a esa presencia que lo acompañaba) o sólo solapaba una terrible temeridad ante ciertas situaciones, como fuera, era algo digno de admirarle, porque eso era, algo divertido y que ayudaba a ensalzar las virtudes que Lorcan ya había visto en él, ese potencial mágico que era raro de encontrar. Rio ante el comentario y bajó la mano sin soltar la carta, misma que seguía entre sus dedos.

-¿Y quién dice que es mi hora de morir? –no se había sentido ofendido, al contrario, era un tema que le interesaba tanto que cualquier cosa que diera pie a conversar al respecto era bien recibida –me faltan algunas cuentas por saldar en este mundo, muchacho y después tal vez sea hora de que me vaya –respondió sin ser muy específico al respecto, por supuesto que hablaba de vengar la muerte de su hijo, esa era la mayor herida abierta que no podía cicatrizar y que tal vez nunca lo haría-. ¿Te refieres a la deidad de los hombres del mar caribe? –Le pareció curiosa la referencia, la Serpiente Emplumada tenía muchos nombres, pero en todas sus encarnaciones era sinónimo de sabiduría, lo tomó como lo que era, un extraño cumplido-. Me interesa más abrir puertas a Xibalbá –porque ese era uno de los tantos nombres que tenía el inframundo, el nombre maya, el Mictlán para el poderoso pueblo azteca, el Hades griego, el Hel vikingo, como fuera, cambió de tema, eso no era importante ahora.

Sonrió de lado cuando el joven finalmente tomó partido respecto a esa sombra que se ceñía sobre su figura, no porque se estuviera burlando, sino porque finalmente tenía una respuesta. Y desde luego comprendió sus inquietudes, él no sabía cómo era eso y no iba a jugar a fingir que conocía lo que él padecía, pero supuso, por sus palabras y por intuición propia que no debía ser sencillo. Estiró un brazo y colocó una mano sobre el hombro ajeno, en parte como signo de empatía y otro poco para poder sentir más de cerca la energía que el muchacho emanaba, era salvaje, pero fuerte.

-No te voy a hacer falsas promesas –rompió el contacto y ofreció la carta que aún tenía en su otra mano para que la uniera al mazo del tarot –no sé bien de qué se trata esa magia tuya, esa que te sigue, pero con tu ayuda puedo averiguarlo, así entre los dos podremos hacer algo –dio un paso para atrás pero se quedó a la mitad del movimiento –toma tu decisión ahora que no te ve, sólo una cosa muchacho… Juan –rectificó, pues ahora sabía su nombre –yo parto mañana para la Europa continental, si deseas la ayuda que te estoy ofreciendo, tienes que acompañarme, te ofrezco techo si es que lo requieres, y protección, a cambio de tus secretos –y en la voz de Lorcan sonaba a una oferta proferida por el mismísimo diablo, alzó el mentón para esperar por una respuesta.

¿Apresurado? Tal vez, pero como lo había dicho, no contaba con demasiado tiempo, estaba ahí por negocios y éstos se habían cerrado esa misma tarde, ya no tenía asuntos pendientes en La Nouvelle-Orléans, y la mudanza de Viena a París era inminente, debía estar en casa para poder coordinarlo todo. Era apresurado porque tenía el tiempo encima y no iba a dejar escapar la oportunidad de descifrar el misterio que ese joven, Juan de la Cruz, le estaba ofreciendo sin saberlo, su intención no era hacerse del poder que poseía, no era ser dueño de esa sombra, lo que buscaba era investigarlo, documentarlo y ver cómo podía servirle para sus propios fines. Sí, había ido por negocios, pero no imaginó que éstos se extenderían al plano de las artes mágicas, le parecía un trueque justo, él lo ayudaba a deshacerse de aquella fuerza y obtenía a cambio información respecto a un poder que hasta ahora era desconocido para él.
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