Recuerdos de una cicatriz

Estaba sentado en el sillón de mi habitación a oscuras, ensimismado en mis pensamientos, cuando de repente, la cicatriz de mi pecho empezó a latir al ritmo de mi muerto corazón, y a notar unas punzadas dolorosas, con una mano me agarre con fuerza el pecho, donde supuesta-mente estaría mi corazón y comencé a pensar en un cierto suceso que ocurrió hace mucho tiempo, y que desearía por cualquier método que aquel suceso nunca hubiese ocurrido

Me encontraba en el carruaje esperando que terminase esta tortura, el viaje en carruaje era arduo y cansado, los baches del camino se notaban demasiado en mi espalda al pasar por encima y no me dejaron descansar lo que realmente quise, la verdad siempre e preferido viajar andando a los lugares, por la sencilla razón de que me parecía mas cómodo y relajante caminar por el bosque de noche, me sentía mas seguro por aquellos oscuros terrenos, que tratando con ciertos humanos, ya que algunos al ver un muchacho sonriente y solitario de clase media, de unos 24 años, sin dinero y vagando por la ciudad o caminos, no les resultaba cómodo de ver, y siempre desviaban su camino, o me miraban con cara de asco, y pensando cosas horribles sobre mi. Lo que no se imaginaban es que debajo de esa solitaria y alegre fachada se escondía uno de los más eficaces asesinos de la noche, con habilidades sobrenaturales y sedientas de sangre. Llevaba unas décadas ya convertido en un ser que ronda por las noches en busca de presas que cazar, por culpa de cierta y extremadamente bella mujer morena y de atractiva silueta, y cuyo recuerdo intento olvidar de mi cabeza lo mas rápidamente posible, ya que no hacia más que tratarme como su juguete personal, divertirse a costa de mi cuerpo y sufrimiento, y a la cual descabece en cuando tuve la oportunidad.
El viaje toco a su fin cuando llegamos a la ciudad de Londres, por aquel entonces acababa de comenzar la guerra de los 100 años entre Inglaterra y Francia, y demasiadas personas como militares o gente de negocios, u otros seres de la noche, requerían de mis servicios para solucionar ciertos problemas sin mancharse las manos o llamar la atención de la gente de su alrededor. Al cabo de unas horas comenzó un pequeño sonido a adoquín, significando que nos aproximábamos a las murallas de la ciudad, obligue al cochero a parar, y de repente el carruaje se paro en seco y escuche una voz vieja y ronca procedente del cochero – ¿chico, ya hemos llegado? – le conteste que si, y me respondió de forma seca y rancia – pues ya puedes bajar – con un ligero carraspeo y un pequeño gemido causado por la edad de este, escuche como bajaba del carruaje y me abría la puerta, era ya entrada la noche y el viaje duro unas cuantas horas desde el puerto, hasta la ciudad a la que me dirigía, fue bastante difícil encontrar un cochero a esas horas…, pero tuve algo de suerte al bajar del barco que me trajo hasta el puerto de Brighton. Cuando el cochero abrió la puerta, como de costumbre, me miro con cierta cara de asco y pena, baje del carruaje y mientras miraba el cielo nublado, absorto en mis pensamientos, le page hay mismo el precio del viaje, miro las monedas y luego les pego un mordisco para averiguar si eran falsas, después de realizar sus averiguaciones, se subió a su carruaje y se marcho sin tan siquiera dar las gracias.
Llegue a la ciudad de Londres un día antes de la cita, por lo que me dedique a buscar alojamiento por la ciudad, como las puertas ya están cerradas y vigiladas por culpa de la actual guerra, me infiltre como un gato a través de una de las murallas de la ciudad que menos protegidas y menos cuidadas estaban, escale a través de los huecos que había en las piedras apiladas y los salientes que la muralla tenia, una vez dentro, cosa que me resulto tremendamente fácil, busque una posada abierta a estar horas de la noche, me dirigí a los barrios pobres de la ciudad para probar suerte, y después de buscar y preguntar por alrededor de una hora, una bella señorita se me cruzo nada mas salir de una de las posadas que me dijo que no tenia espacio para mas gente, y me comento que cerca de donde vivía ella, había una casita abandonada que llevaba así desde hace años y nadie la compraba por ciertos sucesos que ocurrieron allí – se dice que esta maldita – me dijo entre susurros, algo que me hizo un poco de gracia – tranquila seguro que podre soportarlo – le respondí con cierto tono alegre y despreocupado.
Me acompaño hasta la casita abandonada, y acto seguido me dedico una linda sonrisa y se despidió dirigiéndose a su casa, la cosa que mas me choco de todo este suceso, fue que me trato como a otro igual, sin miradas de asco o comentarios groseros, es mas, se ofreció a guiarme hasta la casita y se despidió con una sonrisa, cosa que me sorprendió de sobremanera. Después de quedarme un rato mirándola como se marchaba con una cara de sorpresa en mi cara medio tapada por los cuellos de mi abrigo, forcé la entrada y pase a lo que seria mi casa durante una noche por lo menos.
Al entrar en la casita encontré una mesa tirada en una esquina y a unos metros una silla, las habitaciones estaban vacías y llenas de polvo, con algunas ratas y otros insectos varios, las ventanas rotas y una puerta cerrada que llevaba a la despensa de la casa, abrí la puerta de la despensa y encontré unas escaleras que bajaban a un pequeño sótano oscuro, al bajar me encontré con una pequeña sala de torturas, y unos cuantos huesos que poco a poco por el tiempo, y la humedad se estaban convirtiendo en polvo, cerré la puerta del sótano y me encerré en completa oscuridad, saque una pequeña petaca que contenía sangre para las emergencias, y bebí para alimentarme, ya que pronto empezaría el amanecer y no tenia tiempo para salir a cazar algo, por lo que mejor seria descansar, pensé, por lo que me senté en el suelo con la espalda apoyada en la pared y cerré los ojos para dormir un rato y descansar de ese tortuoso viaje.