- ¿Porque os gustaría brindar? -Por un encuentro casual... {Everett}

Aquel anochecer no había comenzado bien. Sus sirvientes habían mantenido las cortinas cerradas de su mansión durante todo el día, y desde luego; justificado su ausencia a quienes habían pasado a buscarla. Aquellas mujeres eran fieles a su señora, ya que esta le demostraba la confianza que necesitaban, y les mantenía de manera digna. Katherine podía ser un ser miserable condenado al infierno; pero jamás trataría a su servidumbre como menos que ella. Ya que gracias a ellos vivía segura en su mansión; segura de los dañinos rayos del sol.
Al fin de cuentas, no se podría definir si sus atenciones hacia ellas eran verdaderas, o un simple telón, un plan maestro para obtener su lealtad.


Aún no terminaba de comprender que era lo que sucedía en esa misma tarde mientras caminaba por las oscuras calles de la ciudad parisina. Miró locales, a la gente... Los vestidos pomposos y costosos de los ricachones y los tajos de tela mal cocidos de los menos afortunados. Aquella noche, era una en las que apreciaba y detallaba todo lo que pasaba delante de sus ojos. Era ese tipo de noche en las que no gustaba de salir de su mansión; pero no tenía mas remedio que hacerlo, ya que su necesidad la arrastraba fuera de su lugar seguro.

Esta era una de aquellas noches en las que miles de recuerdos surgirían de los restos de su pasado, formando un murallón inquebrantable el cual terminaría por rodearla, sofocarla, ahogarla en la miseria de su extensa existencia. La hundiría en la pena de saber cuanto había destruido antes de serlo. Y una vez mas llegaría a la misma conclusión; ella había nacido para ser lo que era. Provenía del infierno, y al infierno volvería. Siempre su respuesta sería la misma, y siempre la conformaría.


Su sed comenzaba a demandar el manjar del elixir carmín. Su nariz necesitaba sentir el aroma a humano, sus oídos demandaban la sutil sinfonía de las pulsaciones... Poco a poco sus instintos la arrastraban hacia las sombras. Hasta que finalmente se ocultó en las penumbras de un callejón. Donde tomó por sorpresa al primer muchacho que pasaba por allí. Su muerte fue brutal, certera... Él no alcanzó a pedir socorro. Quizás, ni siquiera habría tenido tiempo para ver pasar su vida frente a sus ojos. La vampiresa se encargó de él rompiéndole el cuello para poder servirse tranquilamente de la sangre de su cuerpo. Y al terminar, escapó de las penumbras, dejando aquel joven cuerpo desparramado en el suelo como cual viejo trapo.


Sus instintos ya no interferían con sus pensamientos. Pero ahora, sus pensamientos no le permitirían conservar la calma en toda la noche. Se movió silenciosa a través de la gente, ondeando su vestido rojo carmín, no vestía con demasiado lujo aquella noche, dado que sabía perfectamente desde el momento en que había salido de su mansión hacia dónde se dirigiría aquella noche; la Taberna, que sólo estaba a escasos pasos de ella.

Al estar frente a la puerta, se tomó su tiempo para acomodar su cabello. El cual caía sobre su espalda y hombros con rebeldes ondas; las cuales ella apreciaba mucho. Acomodó así también sus pendientes de rubí y el collar con incrustes de la misma piedra, haciendo que este último quedase ciertamente sugerente en la caída de su escote. Una vez habiéndose relamido los labios para quitar cualquier prueba de su crimen, abrió la puerta, atravesando el portal mirando al frente; sin enfocar su vista a ningún lado en particular.

Su frente iba en alto, su mentón permanecía en la posición perfecta. Sus pasos daban la sensación que no tocaban el suelo, si no fuese porque sus tacones provocaban un sonido seco y hueco al andar. Tal como había llegado, se dirigió directamente a la barra. Esperando ser atendida por el encargado, volteo a ver a la gente presente en el lugar; y tal como lo había sido siempre, estaba tapado de hombres borrachos.

Hacía apenas una semana que habíamos llegado a Paris y yo aún no lograba acostumbrarme al lugar, hacia donde mirara solo podía ver decadencia, en qué mundo mi padre logro pensar que el lugar para proteger a mi hermana de los ojos usurpadores de bondades y de las manos sucias que pudieran posarse sobre su piel era París?..... En qué mundo extraño estaba pensando el?. Cada esquina estaba a rebosar de sexo y decadencia, el solo aroma de la ciudad era similar al de una habitación en donde alguien había acabado de fornicar. Yo me sentía fuera de lugar, las damas ya no eran damas y los caballeros parecía que nunca lo hubieran sido…hasta se podía ver la realeza extranjera pavonearse en medio de la plebe como si se tratara de uno de ellos, y al preguntar si tal vez era yo el extraño, la respuesta fue positiva.

Acaso era yo el único preocupado por su alma? O es que ya París era el infierno del cual no saldría de todos modos?, o es que la muerte me había sorprendido mientras dormía y me había arrastrado a ese mundo de tinieblas donde es la perversión y la decadencia la que en ultimas rige la vida de los que creyeron ser almas justas?. Suplique a dios me perdonase por las injurias que cometería esa noche, saldría a beber un poco, saldría a encontrar en el amargo abrazo del licor algo de calma para mi alma dolida y es que aun cuando pasaron 6 años desde el incidente, yo aún veía en las noches los ojos de aquel hombre que poso sus mugrientas manos en la blanca piel de Eloise, vea como deseaba profanar el templo de su pequeño cuerpo y recuerdo como sentí placer al notar como su corazón se había detenido por mis manos. Seguramente por eso era que Dios aun no me perdonaba, porque yo no lo merecía aun, porque aún no me arrepentía de haber hecho lo que hice, porque aun sentía placer al saber que había cegado esa vida para otros amaneceres, porque sabía que había salvado a quien más amaba en el mundo.

Aquella noche, después de dejar a Eloise en cama con su dama de compañía agarre mi abrigo y Salí a las malolientes calles de París que expedían ese aroma a azufre y a muerte, como si los cuerpos fueran dejados para descomponerse al sol mientras los demás, como cerdos se revolcaban en la inmundicia del lugar. Como se suponía que yo mantuviese pura el alma de mi hermana cuando todo alrededor no era más que suciedad?. Suspire pesadamente y atravesé la plaza de forma rápida sin siquiera detallar a las personas que me rodeaban, en mi mente ya no eran personas, eran solo peones de satán puestos allí para mi condena, para que cada acción suya me hiciese sufrir.
Empuje las puertas de la taberna y sin mirar a los ebrios que se desparramaban sobre las mesas camine hacia la barra y pedí un vaso de coñac en las rocas mientras trataba de no aspirar el aroma del lugar, fue entonces cuando escuche unos pasos suaves que atravesaban la sala….de por si era raro ver a una dama en un lugar así, a menos …….a menos que fuese una prostituta…… la mire de arriba abajo, sus ropas no parecían de una mujer así, mucho menos su piel, su cabello y su dentadura completa….sus dientes parecían perlas que fulguraban entre los labios carmesí que contrastaban con su vestido a la vez que su piel blanca era como una invitación a besar su cuello. Levante una ceja…que haría una mujer como esa en este hueco oscuro olvidado por Dios?....

Puse el vaso contra mis labios y deje que el líquido de fuego bajara quemando mis entrañas mientras la mujer se acercaba a la barra….intente no mirarla de más, pero su sola presencia era un gran enigma. Solamente gire la cabeza de nuevo con la mirada fija en un punto de nada detrás de la barra para que ella no se sintiera observada por mí. No era propio de un caballero observar de ese modo a una dama…aun cuando ella no se comportase como tal…

Katherine comenzaba a impacientarse. Quien se encargaba de dar servicio de atención a los clientes estaba tardando demasiado con una charla burda sobre mujeres; en la cual oía perfectamente que la estaban agregando. La vampiresa frunció su ceño levemente, le molestara que hombres de tan poco buen gusto hablasen de ella de tales formas. No la conocían, y era mejor para ellos que no terminasen por conocerla.

Mientras esperaba, se sintió observada. No era para menos; su presencia en un lugar como ese, siempre había causado un gran impacto en los presentes. Sin embargo, no fue ello lo que llamó su atención, si no aquel aroma... Un dulce y amaderado aroma a perfume de hombre. Ella cerró sus ojos e inhaló, disfrutando de aquella exquisita esencia. Sonrió levemente, y tras haber saciado su sentido del olfato giró a ver quien era aquel hombre sofisticado que utilizaba tan deliciosa colonia.

Unos pasos mas a su izquierda se encontraba aquel hombre, que por su aspecto tampoco tenía mucha pinta de asistir con asiduidad a ese lugar de mala muerte. Un detalle mas que debía tomar en cuenta, era el hecho de que ese hombre no la estuviese mirando, ni hablando con quienes tenía al lado. Entre los que estaban se distinguía el encargado de la taberna. Katherine levantó la ceja, y tras separarse de la barra se dirigió en dirección a los hombres. Pasando junto al refinado caballero que bebía de su vaso de licor.

< Caballeros. > Dijo esta con una voz calma, pero completamente rígida. < Haceros a un lado >. Los hombres, que de caballeros poco tenían se abrieron solamente para verla. En sus caras se vislumbró la sorpresa de verla allí parada frente a ellos; cuando de ella hablaban. Katherine les obsequió una sonrisa mezquina y torcida. < Os he dicho que os hagáis a un lado. > Permaneció firme, tanto como sus palabras, que tenían un claro deje de amenaza. Los hombres rieron en su borrachera, pero el tendedero los hizo callar de inmediato.

< Córranse puercos. > Les dijo este, y de inmediato el grupo de borrachos se dispersó. Pasando uno de ellos muy cerca de ella, el cual miró. Su mirada se mantuvo carente de todo sentimiento.

< ¿Que observa?. > Le preguntó esta, al tiempo que el hombre levantaba la mano para acariciar su rostro. La vampiresa, mil años mas veloz que el mundano la alejó de inmediato en un sólo movimiento mas rápido que el de un reflejo.

< Pensé que buscaba diversión. > Dijo este de mal modo al ser víctima del carácter de la mujer.

< Si buscase diversión, sin dudas iría al cementerio. > Contestó tajante, con un claro deje de cinismo en su voz. El hombre, que no supo que contestar ante su remate, se alejo sin hacer mas comentario. Katherine, por su parte le había quitado ya la vista de encima, acercándose al hombre para pedir su trago en un susurro.

< Desde luego Madame Bathory. > Contestó el hombre quien le hizo una sutil reverencia con el rostro. Ya conforme, volvió a voltear dando la espalda a la barra, y sentándose en una de las bancas en esta. En la espera deslizó su vista nuevamente en el caballero que ahora estaba de su lado derecho. No escatimó en tomar detalles. Se veía de esa clase de hombres que asistían a la Iglesia a diario. ¿Que haría en la taberna? ¿Intentaría dar pruebas de los milagros del señor convirtiendo el agua en vino?...