Destiny Op. 1 Mov. 1 Preludio: Souls (Eliiot Toreto)

Papá y mamá me enseñaron a respetar las conversaciones de los adultos. Yo siempre comprendía y aprendía de sus enseñanzas. Me gustaba verles felices y sonrientes y sabía que comportándome con educación los hacía felices y no solo eso, ellos se sentían orgullosos de mi. Esta tarde en especial cuando caminaba tomado sus manos, por un lado papá me tomaba una de mi manos y por el otro era mamá quien me tomaba la mano, por una de las avenidas principales de Lion yo lograba que entre ambos me columpiaran y en una de esas nos topamos con su joven pareja de amigos. Los adultos comenzaron a intercambiar palabras y yo intentaba poner mi atención en todo a mi alrededor menos en ellos. Al final hubo unas palabras que me hicieron volverme y quedar con los ojos abiertos como platos. Una invitación, una cena, música “violín”. Me inquiete pues algo muy parecido había sucedido aquella primera noche en que mis oídos escucharon las mágicas melodías provenientes de un violín enamorándome de él. Ahora ya lo sabía tocar y solo esperaba oportunidad para hacerlo en público. Mi garganta la sentí atorada con ganas de pedirles, de suplicarles que me llevaran con ellos y que me permitiesen tocar. Apreté fuertemente la mano de papá y él de inmediato comprendió mi suplica. –Encantados aceptamos y si lo permiten Jerome con gusto los deleitara con su música ¿verdad mi pequeño caballero?- dijo papá con una sonrisa mirándome de soslayo y apretándome ahora el la mano. Yo solo recuerdo que asentí con la cabeza agitando mis cabellos dorados. –Será un placer escuchar al pequeño Jerome- escuche como respuesta.

En aquella cena-baile se encontraba uno de los que fueron mis tutores. Me saludo como si saludara a alguien muy importante y luego su atención fue para papá y mamá. Yo me fui a acariciar las cuerdas de mi amado violín y a deleitar con la música que brotaba de ellas a todos los presentes. Desde lo lejos pude ver que monsieur Francois no se apartaba y no dejaba de mover la boca apenas y notaba que papá hablaba de vez en cuando, algo raro en él.

De camino a casa todos lucíamos cansados y nos manteníamos en silencio. Deseaba preguntar que pasaba pero calle porque sabía que no era correcto preguntar sobre las cosas de los adultos. Al llegar a casa papá me llevo en brazos hasta la cama, no sin antes darle las buenas noches a mamá y darle un besito, y me deseo buenas noches.

Al despertar Miranda me ayudo a bañarme y a vestirme. Odiaba que me ayudaran y más lo odiaba si la que me ayudaba era una chica pero eran órdenes de mamá y no quedaba más remedio. –estas listo pequeño Angel anda que te esperan en el jardín- le di un abrazo y enseguida baje a prisa las escaleras hasta llegar al jardín. Note las miradas extrañas como si temieran decirme algo. Me acerque sigiloso los abrace y les di un besito a cada uno y tome asiento. Antes que sirvieran el desayuno ellos comenzaron a hablar de lo que era bueno para mí, de mi futuro y de que para lograrlo era mejor mudarnos a París y ya instalados ahí yo pudiera ir a estudiar y perfeccionarme aún más en el arte de la música. Di un salto de la silla y corrí a abrazarlos –Si, si, si, si, siiiiiiiiiiiii, si quiero!!!!!- grite exaltado por la emoción. –Partiremos muy pronto lo prometo Jerome- la promesa de papá no me dejaba dormir por las noches yo solo esperaba que llegará el día en que mis pies pisaran ese conservatorio en París.

-Wow!!!- grite estando ya en el carruaje listos para alejarnos de la que hoy dejaba de ser nuestra casa, en ese momento no era importante todo lo vivido en esa casa ahora solo me emocionaba el nuevo lugar donde residiriamos –Papi gracias- le dije antes de abordar el tren pues sabía que todo esto lo estaban haciendo por mí. El camino fue más o menos largo y aburrido tanto que quede dormido gran parte del camino sobre las piernas de mamá. El silbido del tren anunciando la próxima y final parada me despertó.



Bajamos del tren y todo lo que sucedía abajo parecía pasar en cámara lenta y a la vez muy aprisa. Nos encaminábamos para encontrarnos con quienes nos llevarían a nuestra nueva casa y de pronto unos tipos de muy malas fachas le cerraron el paso a papá. Solo mirarles las caras yo me espante y apreté la mano de mamá que me sostenía. Los hombres se decían cosas entre ellos en un idioma que yo no logre comprender pero si comprendía sus miradas y las acciones de sus cuerpos. Mamá y yo nos pegamos contra una pared mientras esos hombres rodeaban a papá. Uno se acerco por su espalda le tomo los brazos halándolos hacia atrás impidiéndole utilizarlos para defenderse sin esperar más otros dos se acercaron por enfrente y comenzaron a tirarle de golpes. El intentaba soltarse para poder defenderse. Mamá y yo tras un grito, una suplica de papá nos echamos a correr. Me asuste, estaba aterrado pero ni aún así grite. Sabía que mamá estaba igual o más asustada que yo. Nos seguían muy de cerca, mamá se las arreglo para perderlos de vista. Tiempo que aprovecho para esconderme dentro de uno de los contenedores en la propia estación de trenes -quédate aquí mi ángel, no salgas hasta que alguno de nosotros venga a buscarte, nadie en parís nos conoce, confía solo en aquel que sepa de ti, no temas, todo saldrá bien- las palabras de mamá se grabaron en mi mente a la vez que me dieron miedo sentí como si se hubiera estado despidiendo de mí. Ella se fue dejándome ahí. Me hundí en el contenedor mientras esperaba que ella se alejara de nuevo. Me colgué el relicario de mamá y en un par de minutos con cuidado me alce para mirar por sobre el borde del contenedor. Nooooooooooooooooo deja tranquila a mamá ella tan solo es una mujer con muy poca fuerza no se puede defender sola!!!! Maldito, maldito, maldito!!!!!! En mi interior me gritaba ahogando un grito de terrible dolor. Me tape la boca con ambas manos y con gran fuerza. Las lágrimas resbalaban por mis mejillas. El tipo de rostro desfigurado y el más corpulento tenía a mamá atrapada por la espalda la amenazaba con una daga y acercaba su rostro y parecía que la besaba a la fuerza mientras mamá se esforzaba por zafarse o al menos por no dejar que esos asquerosos labios tocaran su rostro. Quise salir corriendo para ayudarla pero entonces escuche que él al que quería era a mí. Me quede quieto ahogando mis gritos. –Habla maldita perra o aquí mismo corres la misma suerte que tu marido…..¿dónde está el crío?- Le gritaba a mamá. Ella se negaba a hablar. Dile que aquí estoy entrégame a él pero que no te haga daño mamita hermosa rogaba porque eso hiciera mamá. Ella se negaba, cada vez que se negaba un estruendoso y desgarrador grito, capaz de ensordecer a toda la ciudad, se escuchaba cada vez que la apuñalaba por uno y otro lado de su cuerpo. Con cada herida que mamá recibía yo comencé a morir junto con ella. Su cuerpo sangraba por todos lados. Mamá, nooooooooooo!!!!!!!! A pesar de todo ello logro reunir fuerzas y le dio un golpe en sus partes al tipo pero no tan fuerte como para alejarlo de ella solo logro que soltara su cuerpo atrapándola de inmediato por su cabello la arrastro con el insistiéndole saber de mi. Los cuerpos se giraron y yo alcance a ver el rostro desgarrador de mamá. Jamás podre olvidar su mirada aterrada luchando por salvarme a cambio de dar su vida por mí. No quería ver más pero no ver más era como dejar abandonada a mamá. El pecho se me apretó, la garganta se me cerro, los ojos inundados en lágrimas por el cruel dolor de ver a mi madre como poco a poco perdía sus fuerzas. Perdía la vida. Me sentí culpable de lo que pasaba. Decido a salir las piernas me flaquearon y lo que enseguida mire me aterro, me dejo paralizado, mamá se derrumbaba, se desplomaba contra el suelo. Un dolor profundo en mi corazón al ver caer a mamá con su vestido bañado en sangre me dijo que ella ya no volvería a estar jamás conmigo. Me exigí mantenerme en ese lugar donde ella me escondió. Me derrumbe. Flexione las rodillas y hundí mi rostro entre ellas. Impactado invadido por el pánico por todo lo sucedido quede sumergió en un estado catatónico.

Pase mucho tiempo en ese estado hasta que unos fríos brazos me tomaron por los hombros, unos ojos llenos de ternura se fijaron en mi y una voz ajena pero a la vez fue como si fuera familiar me llamo por mi nombre. Apenas y pude reaccionar alce la mirada ya que mis ojos era lo único capaz de reaccionar en mí. Era tiempo de volver a lo que a partir de hoy era mi realidad pero me negaba estaba enojado conmigo, con la vida, con París, con todo. Ahora era un huérfano más que frente a sus ojos sus padres perdieron la vida. Mis ojos se fijaron en los del hombre sin poder decirle nada solo me abrace a él y comencé a llorar amargamente mi perdida.

Soñaba , veía a Christine corriendo en el pasillo que llevaba hacia mi habitación, reía como siempre cuando estaba por mostrarme algo, la mire con ternura y me tomo de la mano, me jalaba hacia ella, y me guiaba a la alcoba, ¿cuantas veces había hecho esto para llamar mi atención?, ¿cuantas veces habíamos terminado en aquella cama de sabanas sedosas?, ¿Cuántas veces había admirado sus labios carmín, sus pestañas negras, su rostro enmarcado por su cabello revuelto, ¿Cuántas veces había deseado aquel cuerpo que se dibujaba bajo las sabanas?, la amaba , como amaba a la música, la necesitaba como a la sangre. Mis sueños traían su recuerdo con vivida sensación, la miraba, la tocaba sentía su piel en mis manos y sus labios entre los míos, su aroma invadía mi mente, y desee verla feliz toda la vida.

Le mire de nuevo estábamos en el jardín, le mire alejarse y su sonrisa se borraba poco a poco al intentar alcanzarle, un grito en medio del jardín traslado mi mente a su habitación y a su cama, mi ángel de música estaba tendida, tomaba sus manos frías casi como las mías, su rostro pálido aun mas de lo acostumbrado, bese sus labios y lloro, llore con ella.

Sus labios dibujaron palabras que reconocía bien en mi mente, sabia lo que vendría después. Me aferre a su cuerpo, grite su nombre, llore su muerte, mi mente hacia esto cada vez que cerraba los ojos y aun con ello deseaba dormir por siempre, si mi mente podía aferrarse a ello y mi cuerpo solo así la sentía, podría hacerse verdad en mi, Hypnos podría abrazarme para siempre si lo deseaba.

El silbido del tren se escucho y mi Christine desapareció de mis brazos, la llame mientras intentaba alcanzarla, desperté de golpe, Salomón me sujetaba del brazo que estiraba tratando de alcanzarla - joven Elliot, llegamos, estamos en parís – cerré mi diario y me puse en pie, mire por la ventana una ultima vez.

Baje del vagón mientras me colocaba el abrigo que me Salomón me tendía, nuestra personalidad estaba ya tan acostumbrada a la convivencia con mortales que nos era casi inercia actuar como si el clima nos afectara, mire a los hombres que descargaban las valijas y los baúles, - Nuevamente Marius ha exagerado mandando cosas innecesarias- dije casi para mi, - Ha mandado cosas para sus hermanos también, y algunos muebles para la clínica que se abrirá joven Elliot- comento Salomón sonriente como siempre, le mire sin y asentí, algunas personas también habían llegado hasta parís, sin embargo eran pocas, el ruido ceso en menos de media hora, mi acompañante se ocupaba de colocar en los carros las cosas para llevarlas a un lugar mas pertinente, con seguridad él ya sabia donde se encontraban mis hermanos, seguramente el tuvo la delicadeza de leer eso en las cartas que Marius me dejo para el camino que no mire siquiera; me colocaba los guantes nuevamente, saque el reloj de mi bolsillo y mire la hora sin prestar mucha atención.

Observaba todo a mi alrededor , el vagón estaba vacío, aun tenia mi diario en las manos, - el sueño le venció señor- comento Salomón, solamente asentí- deberemos hospedarnos esta noche y después buscar a mis hermanos- dije mecánicamente después de haberlo pensado varias veces, camine por la estación, desierta, mi apetito se hizo notorio, no me había alimentado apropiadamente, miraba a los trabajadores descargar, buscaba en sus mentes un motivo cualquiera para descargar mi ira y desquitar mi hambre, aguce mis sentidos y olfatee un poco el ambiente y entre aquella mezcla de aromas sobresalía uno que no encajaba con la escena, sangre joven, muy joven, percibí el aroma de alguien oculto entre las valijas y cajones, seguramente un ladrón que se ocultaba al acecho de quien llegara, mi mente maquilaba, me sentí afortunado. En la mente de quien se ocultaba veía una escena atroz, sonreí de apoco al pensarlo dueño de aquel acto, camine con despreocupación y fui en busca de aquel ser vil, la estación vacía me era útil como escenario mudo, quede atónito ante la escena que encontré.

Un pequeño ángel rubio se encontraba oculto, su piel se veía demasiado pálida, estaba quieto, mudo, su mente trastornada repasaba aquella imagen que le había guiado hasta él, aquella mujer apuñalada antes sus ojos era su madre aquel grito que hacia que se estremeciera la piel había sido de su madre, me coloque rápidamente a su altura, le llame y le pregunte, pero aquel pequeño no reaccionaba. Leí su mente y trate de entender la escena, con ayuda de mi control le calme, entendí lo que había sucedido y mi alma se estremeció ante el dolor del pequeño, aquel dolor que sentía era el mismo que venia cargando desde Viena, aquella sensación de vacío, de un pecho abierto y expuesto, un dolor inentendible, casi estaba aterrado ante aquella escena, aquella noche el pequeño había perdido todo lo que tenia y su dolor lo había encerrado en aquel trance al que yo quería entrar sin embargo aquel niño no pasaba de los 7 años, mire en su mente con atención nuevamente, y los labios me temblaron al escuchar la voz de su madre.

- Jerome- dije con un nudo en la garganta, suavemente le tome por el hombro y le dirigí su mirada tomándolo del mentón – todo estará bien – el pequeño se lanzo a mis brazos y lloraba, solo conseguí abrazarle con fuerza, no tenia palabras para el pequeño – todo estará bien- repetía convenciéndole y convenciéndome de que así seria, dios o el tiempo nos ayudarían, lo abrace contra mi, y por un segundo me olvide de aquel dolor que sentía, le levante en brazos y cedió con facilidad, camine fuera de la estación, sin idea de lo que vendría después, su dolor ahogaba el mio, no se si lo mantenía conmigo para ayudarlo o para ayudarme, pero desde aquel momento Jerome se volvió mi motivo, el fin de mi búsqueda. Me quite el abrigo y le envolví con el,- No temas yo cuidare de ti- cerré sus ojos con mis manos heladas como su rostro, y con ayuda de mi control cayo dormido, tranquilo, sereno. Salí de la estación con el niño en brazos, nadie salvo los que venían conmigo notaron su presencia.

Salí con el niño en brazos y Salomón corrió hacia mí, me gire sin escuchar lo que decía, subí a uno de los carros dispuestos seguido de nuestro fiel mayordomo - ¿Señor? ¿El pequeño esta bien?- mi mente vagaba en la imagen que el chico había vivido, miraba su cara pequeña y frágil entre mi abrigo, sus lagrimas aun rodaban por sus mejillas - ¿Usted esta bien?- insistió Salomón, levante la mirada y le mire con serenidad – No lo sé, pero algo podremos hacer, no le abandonare – sonrió ante mi contestación, ironía, simplicidad, complicidad o quizá se burlaba de mi estado poco coherente, pero igual sonreí, se asomo a la ventana e indico al cochero que avanzara, aquella noche parís nos había dado la bienvenida.