AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Indiferente, malo y horrible [libre]
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Indiferente, malo y horrible [libre]
Ser cortesana era un estilo de vida peculiar. Generalmente, nadie empezaba haciéndolo de manera voluntaria. Siempre solía haber un oscuro motivo que te empujaba a hacer algo así, ya fuese una infancia dificil o algún problema grave en la adolescencia, que impedía que pudieses encontrar un empleo más convencional. Sin embargo, a medida que pasaban los años, eran muchos y muchas los que terminaban disfrutando al vender su cuerpo al mejor postor, sacando verdadero placer de todos y cada uno de sus encuentros.
En mi caso, mis días como cortesana podían clasificarse en tres grupos: indiferentes, malos y horribles.
Indiferentes cuando el cliente era alguien físicamente agradable, aseado, sin ningún fetiche extraño y buen pagador. Este primer tipo, el mejor, permitía que tras unos cuantos juegos previos pudiese centrarme en lo que estaba haciendo, e incluso, llegar al clímax si la persona en cuestión era un amante diestro.
En el grupo de los malos incluía a hombres viejos, pervertidos sin demasiados escrúpulos, borrachos e incluso a aquellos que se emocionaban demasiado y llegaban a la violencia física leve. En este tipo de ocasiones no había posibilidad de llegar a nada, por lo que ponía todo mi empeño en que el cliente terminase en pocos minutos, finjiendo gemidos, movimientos pélvicos estratégicos y demás artimañas que todos solían creer. Desagradable, pero fácil.
Y finalmente, estaba ese último grupo. Los días horribles. Días, o más bien noches, como hoy.
No había tenido oportunidad de verle el rostro, ya que me había asaltado en un callejón sin demasiada iluminación, por detrás, estampándo mi rostro contra una pared. Tampoco dijo absolutamente nada, simplemente pude escuchar su respiración asquerosa en mi oído y oler su hedor a alcohol mezclado con sudor agrio.
El estado de embriaguez y la desperación habían hecho que el dichoso malnacido terminase a los pocos segundos de haberme penetrado, por lo que la sensación de asco al sentirle dentro de mí no había durado nada más que un instante. Y esa había sido mi perdición.
Su puño encontró mi rostro, lanzándome al suelo sobre mis rodillas, y antes de que pudiese recuperarme, un nuevo puñetazo volvió a impactar sobre la misma mejilla, consiguiendo tumbarme completamente sobre el asfalto frío. Al parecer, iba a recuperar su honor perdido al haberse corrido en cuestión de un minuto moliéndome a golpes.
Cualquier pensamiento coherente desapareció de mi mente cuando sentí el dolor más punzante que había sentido en todo mi vida. Una patada en mis costillas que hizo que un alarido de dolor ahogado escapase de mis labios. Podía sentir el sabor metálico de la sangre en mi boca, seguramente procedente de alguna herida de mi mejilla o mi rostro. A los pocos segundos su pie volvió a encontrar mis costillas, y otra vez más.
Y tan pronto como había empezado, terminó. El hombre desapereció tambaleándose, perdiéndose en la oscuridad de la noche y dejándome tirada en el suelo. ¡Dios! Me dolía hasta el respirar.
Me levanté como pude, agarrándome a las paredes. El burdel no estaba lejos. Me resistí a llorar, pero un par de lágrimas traicioneras escaparon de mis ojos, haciendo que las heridas de mi rostro me ardieran. La sangre seguía llegando a mi lengua.
Justo cuando estaba a punto de llegar al burdel, me fallaron las piernas y caí de nuevo al suelo, incapaz de sostenerme en pie por más tiempo. Podía ver el edificio a apenas unos metros, podía oler el sexo, escuchar las voces de mis compañeras y de los clientes. Pero no podía alcanzarlos. No podía moverme. Ni siquiera podía gritar para que alguien saliese a rescatarme. Solo podía esperar porque alguien me encontrase.
En mi caso, mis días como cortesana podían clasificarse en tres grupos: indiferentes, malos y horribles.
Indiferentes cuando el cliente era alguien físicamente agradable, aseado, sin ningún fetiche extraño y buen pagador. Este primer tipo, el mejor, permitía que tras unos cuantos juegos previos pudiese centrarme en lo que estaba haciendo, e incluso, llegar al clímax si la persona en cuestión era un amante diestro.
En el grupo de los malos incluía a hombres viejos, pervertidos sin demasiados escrúpulos, borrachos e incluso a aquellos que se emocionaban demasiado y llegaban a la violencia física leve. En este tipo de ocasiones no había posibilidad de llegar a nada, por lo que ponía todo mi empeño en que el cliente terminase en pocos minutos, finjiendo gemidos, movimientos pélvicos estratégicos y demás artimañas que todos solían creer. Desagradable, pero fácil.
Y finalmente, estaba ese último grupo. Los días horribles. Días, o más bien noches, como hoy.
No había tenido oportunidad de verle el rostro, ya que me había asaltado en un callejón sin demasiada iluminación, por detrás, estampándo mi rostro contra una pared. Tampoco dijo absolutamente nada, simplemente pude escuchar su respiración asquerosa en mi oído y oler su hedor a alcohol mezclado con sudor agrio.
El estado de embriaguez y la desperación habían hecho que el dichoso malnacido terminase a los pocos segundos de haberme penetrado, por lo que la sensación de asco al sentirle dentro de mí no había durado nada más que un instante. Y esa había sido mi perdición.
Su puño encontró mi rostro, lanzándome al suelo sobre mis rodillas, y antes de que pudiese recuperarme, un nuevo puñetazo volvió a impactar sobre la misma mejilla, consiguiendo tumbarme completamente sobre el asfalto frío. Al parecer, iba a recuperar su honor perdido al haberse corrido en cuestión de un minuto moliéndome a golpes.
Cualquier pensamiento coherente desapareció de mi mente cuando sentí el dolor más punzante que había sentido en todo mi vida. Una patada en mis costillas que hizo que un alarido de dolor ahogado escapase de mis labios. Podía sentir el sabor metálico de la sangre en mi boca, seguramente procedente de alguna herida de mi mejilla o mi rostro. A los pocos segundos su pie volvió a encontrar mis costillas, y otra vez más.
Y tan pronto como había empezado, terminó. El hombre desapereció tambaleándose, perdiéndose en la oscuridad de la noche y dejándome tirada en el suelo. ¡Dios! Me dolía hasta el respirar.
Me levanté como pude, agarrándome a las paredes. El burdel no estaba lejos. Me resistí a llorar, pero un par de lágrimas traicioneras escaparon de mis ojos, haciendo que las heridas de mi rostro me ardieran. La sangre seguía llegando a mi lengua.
Justo cuando estaba a punto de llegar al burdel, me fallaron las piernas y caí de nuevo al suelo, incapaz de sostenerme en pie por más tiempo. Podía ver el edificio a apenas unos metros, podía oler el sexo, escuchar las voces de mis compañeras y de los clientes. Pero no podía alcanzarlos. No podía moverme. Ni siquiera podía gritar para que alguien saliese a rescatarme. Solo podía esperar porque alguien me encontrase.
Sinnove Lindstrom- Prostituta Clase Baja
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Re: Indiferente, malo y horrible [libre]
Tras un ultimo asalto la estaca finalmente pasó a través de sus costillas. Otro asesino menos en la ciudad pero sabía que mi acción no serviría para mucho mientras siguieran convirtiendo a mas gente, invitándolos al abrazo de la noche. Si al menos alguno de ellos se reencontrara mínimamente con su humanidad no me hubiera importado tanto su existencia. Si fueran lo suficientemente coherentes como para no asaltar a humanos confiados y se alimentaran de algún banco de sangre...
Pero las cosas eran como eran y mi misión era evitar que nadie volviera a quedarse sola nunca. Guardé la estaca en su lugar junto a mis otras armas, todas disimuladas en la capa después del último encuentro con un vampiro demasiado inteligente como para creer que sinceramente me las había encontrado, y me aventuré de vuelta a las calles.
Aquella no era la mejor zona de París ni mucho menos. Más bien se parecía a los suburbios de Londres donde yo había crecido. Y eso hacía que las callejuelas llenas de borrachos me resultaran si no más acogedoras, si más conocidas de lo que me resultaría jamás cualquier salón de té. No, mentiré, tampoco me gustaba aquel ambiente y me alegraba de haber salido de allí, pero sin duda allí podía ser yo misma, con mis modales de muchacho y mi vocabulario vulgar, sin florituras de ningún tipo.
Recorrí las calles dirigiendo mis pasos hacia mi hogar. Matar uno por noche era lo suficientemente cansado. Anduve durante un buen rato, la mirada fija en el suelo, hasta que pasando cerca del burdel pude ver un bulto tirado en el suelo. Agucé la vista y discerní que se trataba de una mujer.
Corrí hacia ella. Estaba muy golpeada y hubiera jurado que inconsciente. La incorporé levemente y comprobé sus constantes vitales.
-¿Estáis despierta?- pregunté a la joven.
Pero las cosas eran como eran y mi misión era evitar que nadie volviera a quedarse sola nunca. Guardé la estaca en su lugar junto a mis otras armas, todas disimuladas en la capa después del último encuentro con un vampiro demasiado inteligente como para creer que sinceramente me las había encontrado, y me aventuré de vuelta a las calles.
Aquella no era la mejor zona de París ni mucho menos. Más bien se parecía a los suburbios de Londres donde yo había crecido. Y eso hacía que las callejuelas llenas de borrachos me resultaran si no más acogedoras, si más conocidas de lo que me resultaría jamás cualquier salón de té. No, mentiré, tampoco me gustaba aquel ambiente y me alegraba de haber salido de allí, pero sin duda allí podía ser yo misma, con mis modales de muchacho y mi vocabulario vulgar, sin florituras de ningún tipo.
Recorrí las calles dirigiendo mis pasos hacia mi hogar. Matar uno por noche era lo suficientemente cansado. Anduve durante un buen rato, la mirada fija en el suelo, hasta que pasando cerca del burdel pude ver un bulto tirado en el suelo. Agucé la vista y discerní que se trataba de una mujer.
Corrí hacia ella. Estaba muy golpeada y hubiera jurado que inconsciente. La incorporé levemente y comprobé sus constantes vitales.
-¿Estáis despierta?- pregunté a la joven.
Erika Knight- Inquisidor/Realeza
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Fecha de inscripción : 26/06/2012
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Re: Indiferente, malo y horrible [libre]
Las estrellas eran hermosas, siempre me detenía a admirarlas cada vez que tenía la ocasión. Me trasmitían paz, tranquilidad. Simplemente me encantaban. Y esta noche parecían brillar más que nunca, o al menos, así lo parecía desde mi posición en el suelo. Por un momento dejé de sentir dolor, notando como mis extremidades hormigueaban por la postura forzada que había adoptado al caer al suelo. No sabía cual era la gravedad de mis heridas, pero por un momento, realmente pensé que iba a morir aquí tirada.
Sin embargo, mi mirada no se despegó ni un solo instante del cielo. Por un momento incluso pensé en sonreir ante tal belleza. Poco a poco mis ojos se fueron cerrando, victima del cansancio o qué se yo.
Después de un tiempo indeterminado el dolor volvió a mi cuerpo, devolviéndome a la realidad. Alguien me había movido, haciendo que mis heridas y mis golpes me recordasen que estaban ahí, que no se habían reabsorbido por arte de magia. Un pequeño gemido lastimero escapó de mis labios. Tenía nauseas, me dolía el pecho, la cara, el vientre.
Pude sentir como unas manos me tocaban y una voz me hablaba. Quisé gritar, pedir ayuda, pero ni una sola palabra pudo escapar de mis labios. Tragué saliva pesadamente. Abrí los ojos, luchando por permanecer consciente y descubriendo que las estrellas ya no estaban en mi campo de visión, y en su lugar, descubrí el rostro de una mujer joven.
Intenté hablar de nuevo, pero apenas podía respirar por el dolor punzante que sentía en el pecho, así que mis labios se movieron sin llegar a emitir un sonido coherente. Mis ojos se abrieron con desesperación, mirando ahora a la joven con total atención, suplicando con la mirada que me ayudase. Miré al burdel y volví a mirarla a ella, antes de que un siseo escapase de mis labios ante la nueva oleada de dolor que me recorrió de arriba a abajo.
Me relamí los labios, sintiendo de nuevo el sabor de la sangre que aún seguía fresca, brotando del corte que tenía en la mejilla y el raspón del mentón. Tosí un par de veces, arrepintiéndome inmediatamente mientras que otro alarido salía de mi garganta.
Sin embargo, mi mirada no se despegó ni un solo instante del cielo. Por un momento incluso pensé en sonreir ante tal belleza. Poco a poco mis ojos se fueron cerrando, victima del cansancio o qué se yo.
Después de un tiempo indeterminado el dolor volvió a mi cuerpo, devolviéndome a la realidad. Alguien me había movido, haciendo que mis heridas y mis golpes me recordasen que estaban ahí, que no se habían reabsorbido por arte de magia. Un pequeño gemido lastimero escapó de mis labios. Tenía nauseas, me dolía el pecho, la cara, el vientre.
Pude sentir como unas manos me tocaban y una voz me hablaba. Quisé gritar, pedir ayuda, pero ni una sola palabra pudo escapar de mis labios. Tragué saliva pesadamente. Abrí los ojos, luchando por permanecer consciente y descubriendo que las estrellas ya no estaban en mi campo de visión, y en su lugar, descubrí el rostro de una mujer joven.
Intenté hablar de nuevo, pero apenas podía respirar por el dolor punzante que sentía en el pecho, así que mis labios se movieron sin llegar a emitir un sonido coherente. Mis ojos se abrieron con desesperación, mirando ahora a la joven con total atención, suplicando con la mirada que me ayudase. Miré al burdel y volví a mirarla a ella, antes de que un siseo escapase de mis labios ante la nueva oleada de dolor que me recorrió de arriba a abajo.
Me relamí los labios, sintiendo de nuevo el sabor de la sangre que aún seguía fresca, brotando del corte que tenía en la mejilla y el raspón del mentón. Tosí un par de veces, arrepintiéndome inmediatamente mientras que otro alarido salía de mi garganta.
Sinnove Lindstrom- Prostituta Clase Baja
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Re: Indiferente, malo y horrible [libre]
Cuando la oí gemir casi suspiré de alivio. Estaba viva y eso ya era algo. Chequeé rápidamente su estado, notando como tenía varias contusiones por el cuerpo, algunos moretones que ya empezaban a aparecer y me temía que un par de costillas rotas.
Cuando la miré a los ojos me pareció ver que señalaba hacia el burdel de al lado. Comprendí que era allí donde se dirigía antes de caer a unos metros de la puerta. Tal vez tuviera una cita allí aunque mas bien me temía que se trataba de una cortesana. Y si estaba en lo cierto algún malnacido la había golpeado por vete tu a saber que. Ella que lo único que hacía era intentar ganarse la vida.
Consciente de que no podíamos permanecer más en la calle, arriesgándonos a llamar la atención de alguien, me decidí a llevarla al burdel. Allí seguramente la conocerían y podríamos darle los primero auxilios. No creía que se negaran a ayudar pero sinceramente tampoco me sorprendería descubrir lo contrario.
Tosió y volvió a gemir de dolor. Me situé frente a ella y le puse una mano en el hombro con intención de que no se tensara aún más agudizando su dolor.
-Te voy a tener que levantar para ir hasta allí- le susurré. No pensaba dejarla en la calle mientras pedía ayuda, a saber que clase de inbecil podía encontrarse a la pobre mientras tanto- y te va a doler cuando lo haga. ¿Crees que podras aguantarlo? No hace falta que hables- me apresuré a añadir, consciente de que tal vez tuviera alguna lesión que le impidiera hacerlo- con un asentimiento me vale.
Cuando la miré a los ojos me pareció ver que señalaba hacia el burdel de al lado. Comprendí que era allí donde se dirigía antes de caer a unos metros de la puerta. Tal vez tuviera una cita allí aunque mas bien me temía que se trataba de una cortesana. Y si estaba en lo cierto algún malnacido la había golpeado por vete tu a saber que. Ella que lo único que hacía era intentar ganarse la vida.
Consciente de que no podíamos permanecer más en la calle, arriesgándonos a llamar la atención de alguien, me decidí a llevarla al burdel. Allí seguramente la conocerían y podríamos darle los primero auxilios. No creía que se negaran a ayudar pero sinceramente tampoco me sorprendería descubrir lo contrario.
Tosió y volvió a gemir de dolor. Me situé frente a ella y le puse una mano en el hombro con intención de que no se tensara aún más agudizando su dolor.
-Te voy a tener que levantar para ir hasta allí- le susurré. No pensaba dejarla en la calle mientras pedía ayuda, a saber que clase de inbecil podía encontrarse a la pobre mientras tanto- y te va a doler cuando lo haga. ¿Crees que podras aguantarlo? No hace falta que hables- me apresuré a añadir, consciente de que tal vez tuviera alguna lesión que le impidiera hacerlo- con un asentimiento me vale.
Erika Knight- Inquisidor/Realeza
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Re: Indiferente, malo y horrible [libre]
Seguí tragando saliva pesadamente, tratando de volver a poner en funcionamiento mi garganta a pesar del dolor que me producía el simple hecho de respirar, lo que por extensión, hacía que hablar fuese un auténtico suplicio.
El no moverme parecía que me ayudaba a estabilizar el dolor, pero a la mínima que me movía volvía a reactivarse. Era desesperante, algo frustrante y una auténtica tortura.
Asentí un par de veces con la cabeza cuando ella habló. Aferrándome a la mano que ella había colocado sobre mi hombro traté de incorporarme, ya que estaba dispuesta a tratar de colaborar con mi salvadora en todo lo posible para poder moverme. No cualquiera habría hecho lo que esta joven estaba haciendo, así que iba a facilitarle la tarea todo lo posible.
Los siseos seguían escapando de mis labios, pero después de tanto tiempo aguantando, mi cuerpo estaba comenzando a insensibilizarse frente al dolor.
—Por... por la puerta de... atrás—susurré, mirando de nuevo a la joven a los ojos. No sabía cual era mi aspecto en este momento, pero por el sabor a sangre en mi boca y el dolor en mi mejilla, supuse que debía ser demasiado agradable a la vista. Razón por la que no podía hacer una entrada triunfal en el burdel por la puerta principal. Eso espantaría a los clientes y armaría un revuelo innecesario entre los empleados.
No era la primera vez que alguna de nosotras sufría un percanca de este tipo y el asunto siempre era tratado con la mayor discrección posible.
El no moverme parecía que me ayudaba a estabilizar el dolor, pero a la mínima que me movía volvía a reactivarse. Era desesperante, algo frustrante y una auténtica tortura.
Asentí un par de veces con la cabeza cuando ella habló. Aferrándome a la mano que ella había colocado sobre mi hombro traté de incorporarme, ya que estaba dispuesta a tratar de colaborar con mi salvadora en todo lo posible para poder moverme. No cualquiera habría hecho lo que esta joven estaba haciendo, así que iba a facilitarle la tarea todo lo posible.
Los siseos seguían escapando de mis labios, pero después de tanto tiempo aguantando, mi cuerpo estaba comenzando a insensibilizarse frente al dolor.
—Por... por la puerta de... atrás—susurré, mirando de nuevo a la joven a los ojos. No sabía cual era mi aspecto en este momento, pero por el sabor a sangre en mi boca y el dolor en mi mejilla, supuse que debía ser demasiado agradable a la vista. Razón por la que no podía hacer una entrada triunfal en el burdel por la puerta principal. Eso espantaría a los clientes y armaría un revuelo innecesario entre los empleados.
No era la primera vez que alguna de nosotras sufría un percanca de este tipo y el asunto siempre era tratado con la mayor discrección posible.
Sinnove Lindstrom- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 13/07/2012
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Re: Indiferente, malo y horrible [libre]
Asentí comprendiendo que no quería que todo el mundo la viera en ese estado. A mi tampoco me gustaría que me vieran así aunque no trabajar allí. La ayudé a incorporarse suavemente, pasándome su brazo por los hombros y agarrándola por la cintura para así poder cargar mejor su peso. Aunque no lo parecía era fuerte y podría cargar con ella.
Comenzamos a andar lentamente. Podía oir su respiración trabajosa y me imaginaba que el dolor le laceraba el cuerpo por cada milímetro que se movía. Sin embargo no podíamos pararnos ahora. Si se quedaba siquiera un momento más en la calle, con el olor de la sangre podría atraer a cualquier chupasangres y aquello sería mucho peor para ella incluso que la paliza que le habían dado.
-Aguanta un poco más- le dije mientras rodeabamos el edificio. No sabía donde estaría exactamente la puerta trasera pero esperaba que fuera visible y que alguien nos abriera rápidamente, o de lo contrario el dolor de la chica no habría servido para nada
Comenzamos a andar lentamente. Podía oir su respiración trabajosa y me imaginaba que el dolor le laceraba el cuerpo por cada milímetro que se movía. Sin embargo no podíamos pararnos ahora. Si se quedaba siquiera un momento más en la calle, con el olor de la sangre podría atraer a cualquier chupasangres y aquello sería mucho peor para ella incluso que la paliza que le habían dado.
-Aguanta un poco más- le dije mientras rodeabamos el edificio. No sabía donde estaría exactamente la puerta trasera pero esperaba que fuera visible y que alguien nos abriera rápidamente, o de lo contrario el dolor de la chica no habría servido para nada
Erika Knight- Inquisidor/Realeza
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Fecha de inscripción : 26/06/2012
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Re: Indiferente, malo y horrible [libre]
Me aferré a la joven, tratando de juntar todas mis fuerzas para poder ponerme en pie. Por suerte y sorpresa para mí, la muchacha parecía tener bastante más fortaleza de la que aparentaba a simple vista, por lo que no tuve que hacer demasiado esfuerzo para incorporarme. Andar ya era otra historia.
Por cada pequeño paso que daba, o simplemente con el hecho de levantar el pie del suelo, un dolor lacerante se adueñaba de la zona de mis costillas, extendiéndose por todo mi torso. Nunca me habían apaleado de esta manera, y visto lo visto, no estaba dispuesta a repetir la experiencia nunca más si podía evitarlo. Era como si tuviese cientos de pequeños cristales bajo la piel, arañándome desde mi interior cada vez que realizaba el más mínimo movimiento.
Sintiéndolo mucho, recargué la mayor parte de mi peso sobre ella, forzándola a que prácticamente tuviera que andar por las dos, mientras que yo únicamente me limitaba a arrastrar los pies por el suelo a cada paso que dábamos. La mano que me quedaba libre se aferró a mis costillas, creyendo que realmente mi propio tacto podría aliviar el mal que las patadas de ese hombre me habían hecho.
Agradecía sus palabras de aliento, aunque no pude contestarle, ya que al estar de pie debía concentrarme exclusivamente en la tarea de seguir caminando si no quería derrumbarme de nuevo.
Estaba mareada, me daba vueltas todo, por lo que inicialmente incluso me costó encontrar la mencionada entrada trasera al burdel. Cuando finalmente pude centrarme señalé con el dedo.
—Suele... estar abierta...—murmuré. Y realmente esperaba que fuese así. No quería meter a la joven en un aprieto, no quería que me ayudase más, pero no tenía otra alternativa.
Por cada pequeño paso que daba, o simplemente con el hecho de levantar el pie del suelo, un dolor lacerante se adueñaba de la zona de mis costillas, extendiéndose por todo mi torso. Nunca me habían apaleado de esta manera, y visto lo visto, no estaba dispuesta a repetir la experiencia nunca más si podía evitarlo. Era como si tuviese cientos de pequeños cristales bajo la piel, arañándome desde mi interior cada vez que realizaba el más mínimo movimiento.
Sintiéndolo mucho, recargué la mayor parte de mi peso sobre ella, forzándola a que prácticamente tuviera que andar por las dos, mientras que yo únicamente me limitaba a arrastrar los pies por el suelo a cada paso que dábamos. La mano que me quedaba libre se aferró a mis costillas, creyendo que realmente mi propio tacto podría aliviar el mal que las patadas de ese hombre me habían hecho.
Agradecía sus palabras de aliento, aunque no pude contestarle, ya que al estar de pie debía concentrarme exclusivamente en la tarea de seguir caminando si no quería derrumbarme de nuevo.
Estaba mareada, me daba vueltas todo, por lo que inicialmente incluso me costó encontrar la mencionada entrada trasera al burdel. Cuando finalmente pude centrarme señalé con el dedo.
—Suele... estar abierta...—murmuré. Y realmente esperaba que fuese así. No quería meter a la joven en un aprieto, no quería que me ayudase más, pero no tenía otra alternativa.
Sinnove Lindstrom- Prostituta Clase Baja
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Re: Indiferente, malo y horrible [libre]
Asentí cuando señaló la dirección y me encaminé alli todo lo rapido que podía ya que tampoco quería forzar a la chica aandar más rápido de lo que sus circunstancias se lo permitían. Sentí cierto alivio cuando dijo que solía estar abierta pero aquello no quitaba que por un dia hubieran podido cambiar las cosas.
Nos acercamos a la puerta mientras escuchaba atentamente. Se oían los ruidos típicos de un burdel pero aparte de eso había mucho silencio a nuestro alrededor y no sabía si eso tenía que preocuparme o tranquilizarme ya que significaba que no había un riesgo potencial.
Cuando llegamos a la puerta la empujé suavemente, sin abrirla del todo, y la luz del inteor se derramó por la desierta calle. Los ruidos se intensificaron pero no sabría decir si provenía directamente de detrás de esa puerta o de algun otro cuarto.
-Cuando querais entrar- le dije, pensando que tal vez quería hacer una entrada sin que hubiera nadie,, aunque posiblemente aquello no ea lo más adecaudo si le queríamos conseguir ayuda.
Nos acercamos a la puerta mientras escuchaba atentamente. Se oían los ruidos típicos de un burdel pero aparte de eso había mucho silencio a nuestro alrededor y no sabía si eso tenía que preocuparme o tranquilizarme ya que significaba que no había un riesgo potencial.
Cuando llegamos a la puerta la empujé suavemente, sin abrirla del todo, y la luz del inteor se derramó por la desierta calle. Los ruidos se intensificaron pero no sabría decir si provenía directamente de detrás de esa puerta o de algun otro cuarto.
-Cuando querais entrar- le dije, pensando que tal vez quería hacer una entrada sin que hubiera nadie,, aunque posiblemente aquello no ea lo más adecaudo si le queríamos conseguir ayuda.
Erika Knight- Inquisidor/Realeza
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Re: Indiferente, malo y horrible [libre]
En cuanto la muchacha abrió la puerta una luz cegadora salió por ella en todas direcciones, o por lo menos mis ojos quedaron completamente deslumbrados durante unos segundos después de haberse acostumbrado a la oscuridad de la noche.
Y de la misma manera que la ñuz parecía haber escapado, también lo hizo el sonido. La música suave, gente hablando e incluso algún ruido un poco más obsceno logró llegar hasta mis oidos. No pude hcer otra cosa además de sentirme aliviada al escuchar detalles tan familiares de mi vida diaria.
El dolor empezaba a ser más suave, seguramente porque mi cuerpo, al ver que no conseguía nada avisándome una y otra vez de mis numerosas lesiones, había decidido empezar a ignorarlas, aunque para nada significaba que ya no estuviesen ahí.
La puerta de atrás tenía dos posibles opciones de entrada: una puerta que daba a la cocina y una escalera que conducía directamente a las habitaciones y que generalmente se utilizaba cuando algún cliente quería salir del burdel sin ser visto por nadie.
Mi intención era la de dirigirme directamente a mi habitación, ya que no creía que mis lesiones fuesen tan graves (a pesar del dolor punzante, aunque algo más suave) como para llamar a un médico a estas horas de la madrugada. Mi única opción sería la de tumbarme en mi cama y reposar hasta la mañana siguiente.
—Gracias por vuestra ayuda, pero ya podéis marcharos si queréis—hablé una vez que estuve a salvo en el interior del burdel. No habría podido llegar hasta aquí sin su ayuda, por lo que le estaría eternamente agradecida, pero no quería retenerla más en este lugar—Subiré a mi habitación a reposar mis heridas—añadí, señalando a la escalera con la cabeza. A continuación miré a la muchacha, sonriendo de manera tensa. Por primera vez pude mirarla con claridad, descubriendo que se trataba de una muchacha realmente joven, y que desde luego, no debería andar por la calle sola. Mi sonrisa se desvaneció ligeramente, siendo sustituida por un gesto de preocupación. Tal vez el desgraciado que me había hecho esto a mí seguía por ahí suelto.
Y de la misma manera que la ñuz parecía haber escapado, también lo hizo el sonido. La música suave, gente hablando e incluso algún ruido un poco más obsceno logró llegar hasta mis oidos. No pude hcer otra cosa además de sentirme aliviada al escuchar detalles tan familiares de mi vida diaria.
El dolor empezaba a ser más suave, seguramente porque mi cuerpo, al ver que no conseguía nada avisándome una y otra vez de mis numerosas lesiones, había decidido empezar a ignorarlas, aunque para nada significaba que ya no estuviesen ahí.
La puerta de atrás tenía dos posibles opciones de entrada: una puerta que daba a la cocina y una escalera que conducía directamente a las habitaciones y que generalmente se utilizaba cuando algún cliente quería salir del burdel sin ser visto por nadie.
Mi intención era la de dirigirme directamente a mi habitación, ya que no creía que mis lesiones fuesen tan graves (a pesar del dolor punzante, aunque algo más suave) como para llamar a un médico a estas horas de la madrugada. Mi única opción sería la de tumbarme en mi cama y reposar hasta la mañana siguiente.
—Gracias por vuestra ayuda, pero ya podéis marcharos si queréis—hablé una vez que estuve a salvo en el interior del burdel. No habría podido llegar hasta aquí sin su ayuda, por lo que le estaría eternamente agradecida, pero no quería retenerla más en este lugar—Subiré a mi habitación a reposar mis heridas—añadí, señalando a la escalera con la cabeza. A continuación miré a la muchacha, sonriendo de manera tensa. Por primera vez pude mirarla con claridad, descubriendo que se trataba de una muchacha realmente joven, y que desde luego, no debería andar por la calle sola. Mi sonrisa se desvaneció ligeramente, siendo sustituida por un gesto de preocupación. Tal vez el desgraciado que me había hecho esto a mí seguía por ahí suelto.
Sinnove Lindstrom- Prostituta Clase Baja
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Re: Indiferente, malo y horrible [libre]
Sonreí suavemente cuando dijo que me podía marchar pero negué con la cabeza. La escalera que había señalado no era precisamente como para subirla en el estado en el que estaba ella y desde luego no le bastaría únicamente con una noche de buen sueño para curarse. No sabía si querría llamar a un medico por que tampoco eran así de graves pero supuse que mis conocimientos, aunque un poco básicos, de primero auxilios, le podrían venir bien.
-Os ayudare a subir si lo deseais. Ademas puedo haceros un vendaje provisional. No se me dan demasiado mal- dije con una sonrisilla intentando aligerar un poco el ambiente entre ambas. Me daba corage tener que dejar a la pobre chica así de golpeada. Ahora se veía ya bastante mal y dudaba que al dia siguiente se fuera ver mejor. Sin embargo era decisión suya y no mía si quería que la ayudara.
-Os ayudare a subir si lo deseais. Ademas puedo haceros un vendaje provisional. No se me dan demasiado mal- dije con una sonrisilla intentando aligerar un poco el ambiente entre ambas. Me daba corage tener que dejar a la pobre chica así de golpeada. Ahora se veía ya bastante mal y dudaba que al dia siguiente se fuera ver mejor. Sin embargo era decisión suya y no mía si quería que la ayudara.
Erika Knight- Inquisidor/Realeza
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Re: Indiferente, malo y horrible [libre]
No quería confiar en ella, ya que precisamente el ser confiada (en mí misma en este caso) me había llevado hasta la situación en la que estaba. Sin embargo, era más que obvio que sus intenciones eran sinceras, ya que de otra manera no habría insistido y se habría marchado por donde había venido a la primera oportunidad.
Pero ahí seguía ella, ofreciéndose a ayudarme a recorrer los últimos metros que me separaban de la seguridad de mi dormitorio, y más importante aún, poniendo a mi disposición sus conocimientos médicos. ¿Cómo no confiar en ella?
—No os sintáis obligada a seguir socorriéndome. No es mi intención el ocasionaros más problemas—hablé finalmente, centrando mi mirada en la suya. Una vez más, podía ver en sus ojos que no existían intenciones ocultas por su parte, tales como querer robarme o sustraer algo del burdel. Solo podía ver preocupación sincera por mi estado—Aunque si insistís, apreciaría en gran manera que me ayudaseis a llegar a mi dormitorio—logré dibujar una sonrisa pequeña aunque ciertamente cálida en mi rostro. Una vez más, no sabía como podría pagarle lo que estaba haciendo por mí.
Subir las escaleras iba a ser un trabajo forzoso y no demasiado agradable, aunque por fortuna para mí, los escalones no eran demasiado numerosos. Después de lo que me había costado llegar hasta aquí, llegar hasta mi habitación iba a ser como dar un paseo.
La segunda puerta a la derecha era la mía. No estaba cerrada con llave por motivos de seguridad, para evitar que nadie pudiese atrincherarse dentro, lo que por primera vez fue una gran ventaja al permitirnos entrar sin mayores dificultades.
Pero ahí seguía ella, ofreciéndose a ayudarme a recorrer los últimos metros que me separaban de la seguridad de mi dormitorio, y más importante aún, poniendo a mi disposición sus conocimientos médicos. ¿Cómo no confiar en ella?
—No os sintáis obligada a seguir socorriéndome. No es mi intención el ocasionaros más problemas—hablé finalmente, centrando mi mirada en la suya. Una vez más, podía ver en sus ojos que no existían intenciones ocultas por su parte, tales como querer robarme o sustraer algo del burdel. Solo podía ver preocupación sincera por mi estado—Aunque si insistís, apreciaría en gran manera que me ayudaseis a llegar a mi dormitorio—logré dibujar una sonrisa pequeña aunque ciertamente cálida en mi rostro. Una vez más, no sabía como podría pagarle lo que estaba haciendo por mí.
Subir las escaleras iba a ser un trabajo forzoso y no demasiado agradable, aunque por fortuna para mí, los escalones no eran demasiado numerosos. Después de lo que me había costado llegar hasta aquí, llegar hasta mi habitación iba a ser como dar un paseo.
La segunda puerta a la derecha era la mía. No estaba cerrada con llave por motivos de seguridad, para evitar que nadie pudiese atrincherarse dentro, lo que por primera vez fue una gran ventaja al permitirnos entrar sin mayores dificultades.
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Re: Indiferente, malo y horrible [libre]
Sonreí un poco a la joven. Oarecía que se preocupaba más por mí que por ella. Sin embargo deseché sus palabras con un movimiento de cabeza.
-Tranquila, no me siento obligada a nada ni me estais ocasionando problemas- dije. Todo cierto pues agradecía estar ayudando a una chica en lugar de eliminando algún vampiro, lo cual era infinitamente mas cansado y molesto.
La ayudé a llegar hasta su cuarto y una vez allí la ayudé a tumbarse sobre la camapara poder atender sus heridas. Cortes superficiales, rasguños y los primcipios de moretones eran lo último que tenía que revisar ya que tenía heridas más importantes que esas. Saqué de mi bolso un pañulo y le lmpié el corte de la mejilla, que parecía ser un poco más profundo y doloroso.
A pesar de que trataba de tocarla lo más ligeramente posible pude ver como hacía un gesto de dolor. Le acaricié la cabellera suavemente mientras seguía limpiandole la primera herida.
-Tranquila, pronto todo abrá pasado. ¿Tienes algun medicamento por aqui del que pueda hacer uso?- pregunté antes de sacar nada más de mi bolso. No quería que sospechara nada raro al verme sacar mi kit personal de emergencias.
-Tranquila, no me siento obligada a nada ni me estais ocasionando problemas- dije. Todo cierto pues agradecía estar ayudando a una chica en lugar de eliminando algún vampiro, lo cual era infinitamente mas cansado y molesto.
La ayudé a llegar hasta su cuarto y una vez allí la ayudé a tumbarse sobre la camapara poder atender sus heridas. Cortes superficiales, rasguños y los primcipios de moretones eran lo último que tenía que revisar ya que tenía heridas más importantes que esas. Saqué de mi bolso un pañulo y le lmpié el corte de la mejilla, que parecía ser un poco más profundo y doloroso.
A pesar de que trataba de tocarla lo más ligeramente posible pude ver como hacía un gesto de dolor. Le acaricié la cabellera suavemente mientras seguía limpiandole la primera herida.
-Tranquila, pronto todo abrá pasado. ¿Tienes algun medicamento por aqui del que pueda hacer uso?- pregunté antes de sacar nada más de mi bolso. No quería que sospechara nada raro al verme sacar mi kit personal de emergencias.
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Re: Indiferente, malo y horrible [libre]
En un pricipio, al tumbarme sobre la cama, pensé que me estaba rompiendo otro hueso o algo así, ya que el movimiento, aunque había sido suavizado por la ayuda de mi salvadora, hizo que volviese a ver las estrellas. Sin embargo, una vez que estuve totalmente tendida, no pude evitar soltar un suspiro de alivio. Mis músculos tensos y adoloridos se relajaron ligeramente sobre el lecho, encontrando por fin algo de comodidad.
Solté un pequeño siseo entre dientes cuando ella me limpió el corte de la mejilla, aunque logré reprimir mis instintos de apartarme para intentar facilitarle la tarea. Era lo mínimo que podía hacer depués de todas las molestias que ella se estaba tomando conmigo.
Seguí poniendo alguna de mueca de vez en cuando, ya que la herida me escocía horrores, pero creo que podía considerarme a mí misma una buena paciente. Y bueno, a ella no se le daba nada mal su papel como doctora.
—Creo que hay una bolsa dentro del armario con algo de material médico—indiqué, aunque como nunca antes me había visto en la necesidad de utilizarla no sabía cual era exactamente su contenido—¿Qué vas a hacerme?—pregunté, no por temor, si no más bien por una curiosidad casi infantil. Lo que era algo un tanto macabro, sobre todo teniendo en cuenta que yo era la herida, la paciente, por lo que debería de estar aterrada y no intrigada.
Por otro lado, quería colaborar con ella en la medida de mis posibilidades, así que la información tampoco estaba de más.
Solté un pequeño siseo entre dientes cuando ella me limpió el corte de la mejilla, aunque logré reprimir mis instintos de apartarme para intentar facilitarle la tarea. Era lo mínimo que podía hacer depués de todas las molestias que ella se estaba tomando conmigo.
Seguí poniendo alguna de mueca de vez en cuando, ya que la herida me escocía horrores, pero creo que podía considerarme a mí misma una buena paciente. Y bueno, a ella no se le daba nada mal su papel como doctora.
—Creo que hay una bolsa dentro del armario con algo de material médico—indiqué, aunque como nunca antes me había visto en la necesidad de utilizarla no sabía cual era exactamente su contenido—¿Qué vas a hacerme?—pregunté, no por temor, si no más bien por una curiosidad casi infantil. Lo que era algo un tanto macabro, sobre todo teniendo en cuenta que yo era la herida, la paciente, por lo que debería de estar aterrada y no intrigada.
Por otro lado, quería colaborar con ella en la medida de mis posibilidades, así que la información tampoco estaba de más.
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Re: Indiferente, malo y horrible [libre]
Me levanté rápidamente hacia el armario y extraje lo que había allí. Sonreí lo más tranquilizadora posible para que se relajara. Si estaba nrevisa se tensaría y aquello le causaría aún más dolor.
-Nada del otro mundo, tranquila. Solo quiero aplicarte algo de antiséptico para evitar la infección de las heridas- dije mientras volvía ajunto a la cama cargando un par de cosas que podía necesitar- Puede que te escueza un poco pero solo será un momento- dije mientras le aplicaba suavemente la pasta blanquecina.
Acabé lo más rápido que pude con ello y concentré mi atención en sus costillas. Con cuidado comencé a desnudarla para poder hacerme una idea de cómo estaba. Por lo que le había costado levantarse antes en la cale. y los gemidos podía deducir que tenía al menos un par de costillas rotas.
-Ahora te voy a mirar como tienes las costillas- la informe- pero necesito que te incorpores un poco para bajarte el vestido. Se que te duele pero tal vez sea grave lo que tienes- le dije sin rodeos. Esperaba de verdad que ningún hueso hubiera perforado algún órgano.
-Nada del otro mundo, tranquila. Solo quiero aplicarte algo de antiséptico para evitar la infección de las heridas- dije mientras volvía ajunto a la cama cargando un par de cosas que podía necesitar- Puede que te escueza un poco pero solo será un momento- dije mientras le aplicaba suavemente la pasta blanquecina.
Acabé lo más rápido que pude con ello y concentré mi atención en sus costillas. Con cuidado comencé a desnudarla para poder hacerme una idea de cómo estaba. Por lo que le había costado levantarse antes en la cale. y los gemidos podía deducir que tenía al menos un par de costillas rotas.
-Ahora te voy a mirar como tienes las costillas- la informe- pero necesito que te incorpores un poco para bajarte el vestido. Se que te duele pero tal vez sea grave lo que tienes- le dije sin rodeos. Esperaba de verdad que ningún hueso hubiera perforado algún órgano.
Erika Knight- Inquisidor/Realeza
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Re: Indiferente, malo y horrible [libre]
Era curioso como, a pesar de todo, era incapaz de sentir miedo tras lo que me había pasado. Mis años vagabundeando en la calle de niña y todas las penurias que eso me había hecho pasar me habían curado de espanto para siempre y ni la más terrible de las experiencias parecía escandalizarme.
Aún así, y aunque para este punto la muchacha se había ganado mi más absoluta confianza, no podía evitar que mis ojos siguiesen constantemente sus movimientos.
De nuevo, traté de ser lo más colaboradora posible, tratando de quedarme quieta cuando comenzó a ocuparse de mis heridas más superficiales. Siseé ligeramente entre dientes, apretando los ojos con fuerza, ya que el escozor intenso me había pillado desprevenida.
Sin embargo, tal y como ella me había prometido, el dolor se disipó rápidamente, dejándome una agradable sensación de alivio sobre la piel lastimada. Ella. Ella. No me había dado cuenta de ese pequeño detalle hasta ahora.
—¿Así es suficiente?—pregunté con un hilo de voz una vez que pude recuperar el aliento. El dolor lacerante había vuelto a hacerse presente al moverme para que ella pudiese examinarme. Por otro lado, no estaba dispuesta a morir a consecuencia de esta noche, así que cualquier dolor era pequeño con tal de dejarme ayudar para que mis lesiones no fueran a peor.
Después de unos segundos el mismo pensamiento de antes volvió a cruzar por mi mente. Ella.
—¿Puedo saber cual es vuestro nombre?—inquirí finalmente. Ya que iba a verme en un grado bastante grande de desnudez, supuse que tendríamos que empezar a tratarnos con menos formalidades. Por otro lado, hablar me distraía del dolor.—Yo soy Sinnove, la cortesana en apuros.
Aún así, y aunque para este punto la muchacha se había ganado mi más absoluta confianza, no podía evitar que mis ojos siguiesen constantemente sus movimientos.
De nuevo, traté de ser lo más colaboradora posible, tratando de quedarme quieta cuando comenzó a ocuparse de mis heridas más superficiales. Siseé ligeramente entre dientes, apretando los ojos con fuerza, ya que el escozor intenso me había pillado desprevenida.
Sin embargo, tal y como ella me había prometido, el dolor se disipó rápidamente, dejándome una agradable sensación de alivio sobre la piel lastimada. Ella. Ella. No me había dado cuenta de ese pequeño detalle hasta ahora.
—¿Así es suficiente?—pregunté con un hilo de voz una vez que pude recuperar el aliento. El dolor lacerante había vuelto a hacerse presente al moverme para que ella pudiese examinarme. Por otro lado, no estaba dispuesta a morir a consecuencia de esta noche, así que cualquier dolor era pequeño con tal de dejarme ayudar para que mis lesiones no fueran a peor.
Después de unos segundos el mismo pensamiento de antes volvió a cruzar por mi mente. Ella.
—¿Puedo saber cual es vuestro nombre?—inquirí finalmente. Ya que iba a verme en un grado bastante grande de desnudez, supuse que tendríamos que empezar a tratarnos con menos formalidades. Por otro lado, hablar me distraía del dolor.—Yo soy Sinnove, la cortesana en apuros.
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