Cuando una persona se aburre de lo cotidiano [Libre]

La pocilga donde vivía no podría considerarse como casa, más bien se confundía con un montón de basura apilada en medio de la nada, quizás apenas había oscurecido, quizás no, el brujo no tenía noción del tiempo pues anoche se la había pasado trabajando como prostituto, sus facciones estaban tranquilas, pero su estomago no, se levantó y lo primero que observó fue al pequeño Kaiser quien le pedía de comer a ladridos, Nill lo sacó de su pequeña ‘calabaza’ (la pocilga), así le solía llamar, dejo que el cachorro corriera al pequeño arrollo a tomar agua, entonces sintió aquella presencia más bien molesta, algo increíblemente sorprendente, extasiado por el opio el pequeño brujo se dirigió a lo que parecía la ‘nada’ y comenzó a cantar en su idioma natal, añorando regresar algún día a Finlandia –Eyael, ¿Cuánto tiempo llevas aquí?–susurró con el tono de voz suave, dejando los alimentos sobre una rueda de manera con varias tablas encima que tenía la función de mesa, esperando a que el perro regresará.

Aunque no podría ‘verle exactamente’ sentía la cálida y triste presencia del fantasma, solo sonrío y observó al cachorro regresar quien también parecía ladrarle a la nada, el brujo cogió al perro de manera lenta, entre sus brazos y luchaba con la legua del can para que no le lamiera todo el rostro, le dio un poco de pan fresco y se quedo quiero -¿Es que no piensas en hablarme?– La vela que estaba sobre la supuesta ‘mesa’ con un pentagrama encima se había apagado de repente. El brujo comenzó a tantear en la oscuridad, buscando algo que encender, podía usar sus poderes pero no quiso gastar más energía ni tampoco incendiar su pequeña calabaza, y busco otra vela, la encendió y el fantasma apareció de repente.

Las facciones se le descompusieron de inmediato a Nill, aquel fantasma no le dirigía ni una sola palabra, se arrastró como pudo en ese suelo de tierra, buscando un balde viejo y se lo boto en la cara –Si tanto te gusta quedarte ahí, ve a buscar agua para bañarme, no tengo tu tiempo–Claro, el opio podía cambiarle la personalidad al brujo, a veces era dulce, otras pasional pero esta vez se torno agresivo. Se quedó cenando viéndole fijamente cuando el ‘fantasma’ que ahora era corpóreo salía por la puerta que más bien eran trozos de cartón.

Cuando con un profundo dolor en nuestro corazón, sentimos que la persona
a quien amamos se aleja, la vida toma
un nuevo significado.

¿Quién conocía mejor de perdidas que un fantasma cuyo descanso no puede ser concebido?, después de su suicidio, Eyael vagaba por ahí ‘asustando’ con sus cantos a los de su propia familia, seres que a veces desconocía, eso había sido bastante tiempo atrás, aun conservaba su apariencia y ropas antiguas, a diferencia de todos aquellos fantasmas, Eyael no buscaba diversión, a veces se entretenía con los secretos de las personas, iba a los parques y se ponía en medio de las parejas a escuchar como mero entretenimiento, como si de una novela se tratase, entraba a los cafés de noche a juguetear con los cubiertos o con las teclas del piano, pero en más de una ocasión el dueño (un vampiro viejo) lograba sentir su presencia. Así que terminaba huyendo, era tímido y a veces paseaba en los callejones cantando buscando a otros como él para entablar una platica discente.

Pero tenía dueño, un brujo que invocaba a los muertos, un brujo que solo se prostituía por estar bajo los efectos de la droga, lo quería como un amante, a veces pasaban ratos buenos abrazándose en medio de la oscuridad bajo la ‘calabaza’ que se caía poco a poco, lo amaba, pero este no era consiente de los sentimientos y recientemente lo había cambiado por un gitano. Era como perder lo más importante en ese mundo, increíblemente sentía ya un vació. Observó cuando le hablaba, se negaba a responder, Eyael podía explotar en cualquier momento y dejar que su personalidad le reprochara cosas, estaba herido, tuvo que hacerse corpóreo porque pensó en acercarse una vez más a aquel brujo y abrazarlo pero en vez de eso recibió ordenes.

Solo tomo el balde y camino lo más lejos que pudo, viendo el panorama, se quedó viendo aquel cielo estrellado, piso las ramas, arrastrando las telas del atuendo con el que fue enterrado y desapareció, como si el balde flotara en medio de los árboles, una vez así, cogió el agua, pero observó algo curioso, sus risos largos y negros caían perfectos mojándose en el lago, por andar volteando, se quedó absorto ahí nada más, escuchando como si fuera de su incumbencia, tomo el balde lleno de agua y llegó hasta donde estaba la mujer, fría, perfecta, con unas facciones increíbles. –No es estúpida, nadie podría olvidar a un ser tan querido como el que desea asesinar, eso mantiene viva una parte de su ser–Susurró con el tono de voz calmado, pero ¡Se le olvido!, estaba invisible y el balde que flotaba termino rodando salpicando el agua y Eyael quedo medio expuesto al ir tomando su forma corpórea.

Aquella mujer de facciones hermosas que ahora pronunciaba esas palabras lastimosas simplemente le hablaba como si Eyael fuera un ángel, su nombre lo era, pero él no, solo era catalogado como un sirviente del más allá, era extraño que las personas fueran de ese modo, que la suavidad con la que ella hablaba tuviera esos dejos de dolor tan profundos, un poco extraño, pero la existencia así era constantemente aplastante, sin embargo lo que decía hacía que el espíritu se pusiera a meditar de sus existencia, se lo había planteado muchas veces, pero ¿No se dice lo mismo cuando uno esta vivo y lleva un vida llena de dolor?, se aproximó a ella, siendo visible para cualquiera, dejo el balde en algún punto olvidándose de que debía hacer un favor más al brujo dueño de su existencia. Era difícil encontrar a alguien que verdaderamente comprendiera lo que es llevar el peso de ese paradigma en la que ambos se encontraban, sacudió sus ropas y se acercó por la espalda. ¿Absorbiendo amor?, exactamente esa pregunta le hizo detenerse en seco. ¿Quién dijo que ellos no sentían?, ¿Qué no amaban?, estaban equivocados, una persona que vive como el aire o incluso como ella en la oscuridad tenía más sentimientos que los que tienen vida. La comprendía hasta cierto punto.

Ella quien en sus facciones sensuales tiene marcado el dolor y el peso de todos esos años, que en sus ojos de antaño se pueden vislumbrar aquellos recuerdos dolorosos, ahora que ‘esta sola’ puede decirle a la nada lo mucho que le duele, pero entre mortales es mejor disfrazar los sentimientos con simples palabras. Así era como el fantasma la veía, solo se aproximó más hasta quedar frente a ella. –Si necesitas una conciencia para estar mejor, entonces lo seré por lo menos en esta noche, por lo menos para ayudarte, no dejaré que sigan consumiendo lo que eres –Susurró con su tono frío pero masculino, hizo una reverencia que más bien dejaba ver sus rizos largos y azabaches caer por su atuendo viejo y gastado, un paso más y estuvo frente a ella, tomo su rostro, lo acaricio lentamente, aunque ahora su cuerpo fuera visible y se pensará que no podía sentir, lo hacía, lentamente acariciando la fría y pálida piel de aquella flor. Era como tocar el algodón ¿Ella podía sentir? Esa era la cuestión en todo ese enigma que los rodeaba.

-Incluso tu quien se dice no puedes sentir o amar lo has hecho con una fuerza, que tu dolor atraviesa mi condenada alma que se quedó varada en este punto sin avanzar, quizás es cruel, quizás tus labios desembocan aquel enigma…Existir y no hacerlo pero aquí estamos y no podemos cambiar eso -su tono de voz fue bajando, todos aman, ven morir algo valioso y vuelven a ser felices sorprendiéndose con aquel milagro de la vida, el ciclo humano es extraordinario pero rápido, crecen, odian, viven, se enamoran, mueren, es como las estaciones del año, son esos pequeños detalles los que marcan para siempre la vida de alguien o la muerte de alguien la vida de otro… Cosa que Eyael no entendía, dejo de acariciarle por miedo a que ella sintiese que él podría abusar de estos simples gestos que la gente veía como algo morboso.

¿Por qué existían?, el espíritu no lo sabía, no tenía respuestas a ello, simplemente bajo la mirada, desviándola un poco, buscando el significado en el interior de su tragedia, pero no había nada. –Lo siento, no puedo contestar a ello, creo que es una nueva forma de seguir existiendo, pero no debemos torturarnos con nuestra vida pasada esa ya se desvaneció –Era poco creíble que un fantasma dijera eso. Sin embargo quería descubrir el porque estaba ahí el que la tenía varada en un lugar como ese. –Eres hermosa, sensual, pero como una rosa que a pesar de sus espinas no esta exenta del dolor, ¿por qué? –suplico por una respuesta.

Mi corazón fue limpiado por el aire frío y me hundí en los recuerdos. Fue el pensamiento que vino a su mente ella hablaba como encerrándolo en el dolor, ¿A ella no le gustaba su existencia? ¡Que pregunta, fantasma tonto!, se dijo mentalmente. Por qué tampoco a él, tan solo estar encerrado en aquella línea que no avanzaba, era como si ambas creaturas caminaran en círculos, aquellos preciados recuerdos, cada uno de ellos se repetía más pues la soledad era grande y lo que habían vivido no bastaba para saciarle. ¿Qué orillaba a una persona pensar en el suicidio?, él era buen ejemplo para responderse pues por lo que le habían contado antes de morir se había quitado la vida, sin embargo algo había bloqueado su cerebro. Pensaba que al menos ella podía tener una forma de morir, pero ¿él?, no, perecer del mundo no era una opción para el fantasma que se mostraba servicial pero lleno de dolor.

Aun podía sentir aquel sonido del riachuelo fluyendo sobre ellos, siguiendo su curso, la naturaleza así era, prefería ser agua, el cielo, las nubes o cualquiera de esas hermosas cosas que la naturaleza creaba con el paso del tiempo, pero la naturaleza también sufría el avance de la vida, del maltrato del hombre, todo en el mundo entonces estaba manchado de aquella corrupción. Los vampiros poseían una belleza eterna que Eyael admiraba, ellos como muchos tenía una historia y ahora ella por muy doloroso que fuese comenzaba a contarle de manera confiable cada uno de sus pesares. –Quizás eso nos hace más interesantes y atractivos a la vista –susurró cuando ella comentaba lo común y no común que tenía, además de la especie claro estaba. Existían en ese mundo, en ese y a su vez no, era como estar en una burbuja demasiado excluidos de lo todo. Como si los regaños del brujo no fueran suficientes pesares para é. ¿Dolor?, si tan solo pudiese recordar su muerte, lo que le orillo y a toda su familia, sí, la tristeza y el dolor hundían al fantasma, comenzó a desviar la mirada a la mojada tierra sin pronunciar palabras escuchándole atentamente. ¿Atractivo?, jamás le habían hecho un cumplido de semejante magnitud.

Desgraciadamente y repetitivo para él, esa pregunta venia repitiéndose lentamente a sus sentidos, -Lo siento, si hubiera superado mi pasado, no estaría varado entre este hilo que me divide del cielo y el infierno, esa es mi razón poderosa para frustrarme y seguir existiendo, tal cual lo has dicho bella dama de la noche, el dolor es parte de mi existencia –Murmuró por lo bajo observando esas pupilas que ahora lucían oscuras ante la sabana de oscuridad que cubría la magnificencia del bosque que ella jamás podría admirar de día. -¿Vengar y perder?, si eso nos mantiene al menos vivos estoy de acuerdo, peor si solo buscamos vengarnos para después alcanzar al enemigo en los brazos de la muerte entonces me temo que sería algo estúpido –Se acercó acariciando una mejilla de ella –Un hijo, una madre se vuelve hasta el mismo Satán con la perdida de un hijo, es cruel, es efímero y a su vez extraño, lo tuviste entre tus brazos y arrebatado de tu fue, comprendo lo que es sentir que la vida te falta. –Bajo la mirada dejando su mano fuera del alcance de la vampiresa, no debía propasarse con ese tipo de caricias pero Eyael sentía inmensas ganas de abrazarla.

Por primera vez en toda su existencia deseo algo que no podía tener, tal cual como un humano lleno de codicia, envidia y egoísmo, ese deseo rebasaba el límite de sus emociones, (si es que aun las poseía), todo en él se concentraba en ese deseo tan inmundo y vano, pero que por momentos le invadía de locura, era como estallar de pura adrenalina, como si sintiera en su cuerpo esa chispa llamada vida. Esta era la primera vez que se sentía sucio, hombre, con deseos sexuales, o quizás fantasías del mismo tipo. ‘Besarla’, ¿Un beso?, iba a arruinar todo ¿por un mundano beso?, debía estar en un trance o algo parecido, no recordaba si antes lo había hecho, no sabía si era lo correcto, parecía un recién nacido ante un mundo lleno de pecado, al cual le nacían deseos de imitar lo que los demás hacían. Ambos estaban muertos, condenados y malditamente solos, ¿Cuál era el problema?, una y mil preguntas se formularon en su pensamiento, en su raciocinio, el poco que poseía en ese momento, creía que era un acto normal, un deseo común. Torturo a su mente con aquello, es que la belleza que la vampiresa poseía era única, no se cansaría de repetirlo, incluso al sentir su fría piel, ese deseo se había avivado aún más.

Por milésimas de segundo habría jurado que aquella mujer de apariencia firme e ideología interesante, había sucumbido, que sus facciones se habían vuelto suaves, que cada uno de sus gestos lo era ante la amabilidad, la compresión y la aceptación ante las palabras del fantasma, eso había arrancado un frenesí de sensaciones en él. Como si en sus manos se encontrase una flor, tantas veces había sostenido una, que ahora ella estaba frente a él y titubeaba en tocarla, era quizás por ese dolor que nadie lograba comprender, quizás esa conexión le daba más miedo que el lazo de la muerte que los unía constantemente. Pequeña y menuda, frágil pero hermosa, tan hermosa que debía prevalecer en una caja de cristal como una muñeca, tal cual bella durmiente. Seguro que al caer el amanecer ella lo sería dormida en su ataúd. Podía compararla ahora con eso, podía adjudicarle tales adjetivos, porque ella había mostrado en ese tiempo tan rápido, que aún quedaba alma, que aun destellos nacían en sus bellos ojos.

Ella hablaba de predicar, él no podía, no porque no quisiera, era el peso de la soledad quien aplastaba dichas esperanzas y las hacía trizas. –No pretendo que esto sea una falta de respeto, pero no podía, es más debo añadir que en toda mi existencia, es la primera vez que hablo con alguien, sin querer ser capturado, sin ser amarrado a algún ambicioso brujo o algo parecido, agradezco que me hagas ese honor. Tampoco puedo decirle a cada uno su destino en el mundo, desgraciadamente deben saberlo a través del dolor, así como tu y como yo.–Su voz ahora parecía una fina capa de terciopelo, es que aún estaba profundamente hundido en aquellas aguas féminas. Esa pregunta le había desconcertado, no porque fuera estúpido, es que había caído en el embrujo. Negó con la cabeza, cuando ella preguntó ‘¿Debo seguir?’, sin saber a qué, sin si quiera detenerse a pasar -¿A dónde?– Murmuró con la voz trémula, como si algo se hubiera roto de repente. La bola de cristal en la que se había absortado se había roto de un de repente. Sin explicaciones, solo alguien la había dejado caer como si nada.

¡Ella, maldita vampiresa, de piel cincelada, de facciones finas, de color blanco como la nieve, su belleza es como el canto de una sirena, como una venus perdida, tan hechizante, que te captura y domina, aun si tu cuerpo yace hecho polvo, con una mirada extrae tu alma, te saca una sonrisa e invita al pecado!... -Las rosas tienen espinas, las rosas pueden ser crueles y vengativas, ellas le ayudan a preservar aquella belleza de la que tanto se presume.- Fue una contestación en automático, el poema antes formulado había sido parte de sus fantasías. Las últimas palabras que pronunció fueron de expectación para él, quizás para ella una victoria, pero al final un acto guiado por el egoísmo –Tienes razón querida mía, el egoísmo nos hace cometer los actos más atroces y pueden ser un gesto hermoso para algunos y para otros los más desastrozos–Se acercó, tomando su rostro entre sus manos, como si en realidad la sintiera, como si con ella tuviera un nuevo cuerpo en el cual podía moverse con libertad, posando sus labios en los de esa dama de hierro, fría, hermosa pero fuerte ante las adversidades. La beso con suma delicadeza, rozando sus labios, cerrando sus ojos, como si se hubiera enamorado y eso fue todo. ¡Jamás había deseado nada, con tanta locura, como ese simple gesto!

Eyael, pobre Eyael, besándola, diciéndole con ello que casi la amaba porque jamás en su vida y en su muerte disfruto de sentimiento, estúpido fantasma viviendo una juventud que no aprovecho en vida, romance, atracción, deseo y pasión, todo eso se mezclaba en su interior pero él de forma estúpida no podía descifrarlo porque jamás lo había sentido y sin embargo ahí estaba en busca de una reacción como un animalillo tímido, ella se separo, su mirada fue mas de tristeza que de arrepentimiento, tristeza a no seguir con ello. -¿Quién podría sentirse mal besando aquellos labios color cereza? –Susurró sin querer se atrevido pero ya lo había sido con ese pequeño acto,

Tenía muchas preguntas en la cabeza, le llegaba a él una melodía como si ese momento fuera un capitulo de alguna novela y alguien la convirtiera en una pieza musical tan solo porque se inspiraba con aquellas figuras que hacía nada acababan por besarse, ¿por qué le podía recitar poemas?, ¿Ella hacía que naciera toda esa inspiración en su invisible ser?, sentía un poco de tristeza, nostalgia, rabia y resentimiento con la muerte, pero tuvo vida, alguna vez hace no sé cuantos años tuvo vida. Quizás su alma y el cuerpo de ella se habían compenetrado, siendo el elemento de cada uno, a él le faltaba cuerpo a ella alma, pero su romance de una noche tenía que terminar el amanecer o bien cuando las fuerzas de Eyael fueran tan débiles que su cuerpo comenzara a tomar esa transparencia que nadie podía percibir. ¿Qué haría entonces?, seguir con su ‘no vida’, con la ilusión del tiempo sobre él, con esa desgracia atormentándolo, con esos recuerdos invisibles como los hilillos que unen a una persona.

Ahora él miraba el horizonte, tan bello, tan hermoso tan suyo, tan ajeno, nada le pertenecía, nada era para siempre excepto el cielo, infinitamente alto y cristalino, inalcanzable para cualquiera, así fuera un fantasma, una vampiresa o un brujo, nadie podía tocar las nubes, mucho menos las estrellas y la observó a ella, le recorría lentamente con la pupilas, su belleza era una maldición. ¿Qué buscaban en realidad los dos?, todo era extraño para todos, entonces escucho lo que ella decía, lo que preguntaba, no podía decirle que le atraía ni nada sabía que eran una de esas cosas imposibles de las cuales se hablan en los libros de poesía o algo parecido, tragedia, amor, destino y caminos diferentes.

-Hay una leyenda tan vieja, casi desde que el mundo es mundo–Dijo notando que sus pies comenzaban a ‘desaparecer’, pero no le tomo importancia, se acercó a ella poniéndose atrás, rodeándola con sus brazos, atándola a él, recargando su barbilla sobre uno de sus hombros sin dejar de pronunciar palabra. –El rey de los vampiros se había enamorado de una mortal, pero en el mundo no había lugar para ese romance, los seres humanos y los vampiros no comprendían tal sentimiento. El rey tomo una decisión, contacto con la ambiciosa vampiresa ‘Carmilla’, ella le propuso que podían viajar a la estrellas, un lugar lleno de oscuridad y de una luz que no podía lastimar a criaturas como él, el rey acepto, ilusionado y enamorado llevo a su amada al castillo de aquella vampiresa pero esta le tendió una trampa, ella deseaba a la mortal, le dreno toda la sangre para ser mas bella mientras el rey estaba bajo las ilusiones de sus miedos mas profundos, cuando el rey despertó vio a su amada muerta, mato a Carmilla sellando su cuerpo para siempre, tomo el cadáver de la mortal y se dice la llevo a la estrellas el lugar donde su romance perduraría. –Finalizo viendo que su cuerpo casi desaparecía.

Sus piernas ya no estaban a la vista ahora era como si ella cargara una sombra, la abrazo lo mas fuerte que pudo como si en verdad temiese a desvanecerse para siempre. –No solo creo que puedas tocar una estrella, si no mucho mas –Dijo con un tono de voz suave, sin dejar de rodearle, dejo un beso en su cuello y permaneció en silencio, ese era su destino él no podría tener cuerpo alguno y ella dentro de poco caería en un sopor temporal, así eran esas cosas que impedían grandes hechos.

U: Lamento mi megatardanza, yo pensé que había posteado hace meses, pero creo que fue cuando me quedé sin Internet y no me di cuenta, lo bueno tenía respaldo, en serio una ENORME disculpa. Saludos.