Algunos no comprenden (Benôit)

por **Govinda** Miér Ago 15, 2012 12:33 pm

París era un mundo completamente diferente a lo que siempre había conocido, había crecido en Corea y posteriormente había vivido en Nepal en un ambiente de austeridad y humildad absolutos, encontrarse en la capital francesa, donde los placeres de la carne, el ruido, los excesos y el alcohol eran parte inherente de una sociedad increíblemente liberal, era todo un reto para ella. Había llegado hacía pocos días y aún no lograba 'instalarse' del todo y era que Govinda, no quería conseguir una casa o tener una propiedad, pues su filosofía de vida hablaba del desapego a todo lo material, así que por ahora, se limitaba a ser una nómada que deambulaba por diversas partes de París, buscando conocer todos sus rincones.

Esa noche, se encontraba en la plaza Tertre, caminando despacio y con tranquilidad por el lugar que, a pesar de ser casi las 8pm aún tenía bastante transeúntes. Eso no habría ocurrido en su tierra natal, recordaba muy bien que todos se iban a dormir apenas el sol se ponía y el pueblo quedaba completamente muerto durante la noche. Allí en cambio, habían parejas de novios o esposos sentados en las sillas de hierro adornadas con diseños barrocos, habían caballeros en grupos pequeños hablando animadamente y uno que otro anciano observando con pasividad el entorno.

Y también había un chico que le llamó la atención por encima del resto. El chico desde donde ella estaba se veía igual que cualquier otro, con la diferencia de que, parecía estar siendo molestado por otros 3 muchachos probablemente de su misma edad, adolescentes, calculó Govinda, que le empujaban y le daban golpes en la parte de atrás de la cabeza, cuando este se volteaba y se burlaban de él por su aparente lentitud. Escuchó risas y un eco de palabras intencionadas.

"Monstruo", "Extraño", "Bobalicón" fueron las palabras que escuchó gracias a sus sentidos agudizados.

Govinda frunció el entrecejo sintiendo la molestia crecer en su interior. Odiaba ese tipo de situaciones y valla si había presenciado muchas en lo que llevaba de vida (o no-vida). Con las manos hechas puños, caminó rápidamente hasta el lugar donde estaban los chicos, vestida con una simple capa vieja oscura que se veía raída por los años.

por **Benôit** Miér Ago 15, 2012 1:30 pm

Su tía había olvidado ponerle llave a la cerradura de la puerta principal de la casa tras su nocturna llegada. Solo eso bastaba. En el menor descuido, bajo un silencio que jamás nadie esperaría de parte de Benôit, éste escapó. Su rostro anómalo sintió el golpe de la brisa de los cielos oscuros y por un instante su mente trató de hacer el esfuerzo de asociar aquella sensación con alguna otra cosa tan placentera en su vida. Sonrió sin saber bien porqué pero lo hizo por un tiempo prolongado en el que sus piernas avanzaban de forma zigzagueante, como si su cadera estuviese en un constante descarrilamiento.

El chico se movía por la sombras, como un fantasma defectuoso, carente de capacidades especiales que hicieran de su avance algo mas ágil y menos notorio, pues aunque el razonamiento del muchacho le haya llevado a manejarse de forma cuidadosa por las calles, tras los recuerdos de constantes maltratos sobre el adoquín, simplemente le era imposible pasar desapercibido. Sus movimientos, sus gestos, hasta su peculiar respirar evidenciaban que él no era como el resto por mas que lo desease. Los signos estaban en todos aquellos detalles y su rostro ¡La evidencia estaba plasmada en su cara! ¿Cómo podría evadir tal realidad?

Todo callejón siempre termina en una avenida, como los problemas derivan en soluciones o disyuntivas aún mayores. Así fue que la luz de las farolas se hizo con él en medio de la conocida plaza Tertre, y con esa revelación inmediatamente las miradas ajenas recayeron sobre su persona cuan descarga de artillería contra el enemigo. Ojos fijos, despreciativos de lo que contemplaban. Algunos asustados, proyectando incomprensión ante la naturaleza por sus extrañas creaciones. Pero las que mas abundaban eran las miradas de burla, de aquellas almas infelices que encontraban regocijo solamente en la desgracia, en el infortunio ajeno. Solamente así sus vidas se veían invadidas por un poco de alegría; cuando algo se encontraba en una situación peor a la de ellos.

- ¿De que jaula te has escapado monstruo? - la pregunta se formulo entre carcajadas por un adolescente que rondaría la misma edad que Benôit, pero que ha diferencia de él hacia gala de sus firmes y buenos genes. Dos o tres pares al burlón rodearon al despistado chico, ni siquiera consciente del problema en el que se había sumergido voluntariamente. Las palabras resonaban en sus oídos aturdiéndolo, no dándole dirección certera de a donde correr, pero recordaba todos aquellos vocablos, todos aquellos insultos. Los conocía desde pequeño y sabía que significaban cosas malas ¿Pero en verdad él tenía un concepto formado de lo que era malo? Sonrió, porque ellos sonreían, incluso cuando lo golpeaban en la nuca y lo empujaban por el pecho él reía. Pero aquellos estaba distante de ser un simple juego, la situación había caído en las redes del abuso y nadie levantaría la voz por un pobre diablillo envuelto en la estupidez de su penoso existir. Nació para ser bufón así que mejor cumpliera con su oficio, entreteniendo a otros, generándoles risas maliciosas, asquerosas.

Sus ojos algo letargosos no captaban algo concreto, la distracción era mucha como para encontrar un objeto en el cual enfocarse. Sus brazos se balanceaban tontamente de un lado a otro como su cuerpo a base de los constantes empujones ajenos.
Y de repente, cuando menos lo pensaba, algo así como lo negro, como lo más oscuro llamó su atrofiada atención. Era la noche moviéndose hacia él, con pies y manos, pero rostro oculto. Se detuvo, observó a los malditos y estos se alejaron, seguramente porque todo el mundo respetaba a la noche envuelta en su capa vieja, desgastada por el tiempo, del que Benôit no tenía noción alguna casi.
- Gra… gracias - confirió torpe como de costumbre, modulando lentamente y mirando a la misma nada, pero sabia en algún recoveco de su consciencia que siempre tenía que gratificar esos gestos "de salvación". Su tía se lo había enseñado severamente, sobre todo cuando alguno de los vecinos cercanos a su domicilio lo auxiliaba frente a situaciones parecidas a la reciente.

¿Estaba haciendo bien? Hablando con lo que su mente creía que era la noche personificada, alguien que creía conocer pero que quien no sabía nada más que su característica oscuridad, su negrura interminable y su capa. Su capa desgastada por el tiempo.

por **Govinda** Miér Ago 15, 2012 3:13 pm

Los chicos decían insulto tras insulto y Govinda supo, sólo con verlos, cual negros y desdichados eran sus corazones y era que al convertirse en vampiro había adquirido ciertas habilidades que le permitían percibir cosas que otros mortales no podían, leer en los ojos de las personas sus verdaderas intenciones, observar el color de sus auras para definir sus estados de ánimo, pero aún más allá de eso, Govinda, vampiresa o no, sabía reconocer a una persona que no llevaba la luz en su interior, sino que, se regocijaba en el dolor ajeno. Si que había conocido personas así en Nepal y al parecer esos jóvenes iban por el mismo camino.

Cuando se acercó a pocos metros, lo primero que pensó fue en hablar con ellos y hacerlos entrar en razón, pero sabía que no estarían dispuestos a escucharla, pues esas personas normalmente no ven ni escuchan. Así pues que los miró a los ojos directamente y les enseñó los colmillos con fiereza, los chicos al verla y con la oscuridad a su favor, se dieron tal susto, que emprendieron huida inmediata. Govinda sabía que esa noche esos chicos le contarían a sus amigos y que probablemente habría una pequeña leyenda urbana de como el diablo se les había aparecido en la plaza. Ojala y lo tomaran como un castigo divino por haber molestado a aquel chico indefenso.

El chico le dio las gracias y Govinda dio un paso más para quedar más cerca de él, la luz de la luna baño su rostro dejando ver una apacible expresión, contraria a la de hacía unos instantes, Govinda se bajó la capucha de la cabeza y reveló un cabello corto castaño que le caía hasta por debajo de las orejas. Las enormes mejillas se hicieron notar cuando la chica sonrió.

-No hay de que - Respondió ante los agradecimiento - Hay personas que no entienden...que sólo juzgan - Comentó, entonces observó el rostro del chico, era inusual y extraño, era como si algo mal estuviera en él, no sabía muy bien si la proporción o que, pero se veía distinto. Sin embargo, tenía cierta semejanza con sus vecinos Mongoles. Había visto muchos comerciantes de Mongolia y del sur de la China lucir rostro de narices chatas y desproporcionadas, por lo que le resultó de alguna manera familiar. - Me llamo Govinda - Agregó extendiendo la mano sobresaliendo de la capa hacía el chico - ¿Cuál es tu nombre? ¿Necesitas que te acompañe a casa? -

por **Benôit** Miér Ago 29, 2012 12:07 am

Todo en la vida puede ser enseñado. Hablar, cantar, tocar algún instrumento o resaltar el gusto de una antigua receta de cocina incorporando hierbas novedosas. Lo complejo de cada una de aquellas cosas sería el resguardar mentalmente los pasos a seguir, así también poseer la capacidad deductiva necesaria para accionar con dichas enseñanzas cuando sea conveniente llevar éstas cabo.

Benôit podría definirse como el eterno aprendiz y no tanto por su deseo ilimitado de hacerse con todo lo que pudiese adquirirse a través de los conocimientos como optaría voluntariamente un proyecto de erudito. No, él caía en aquel concepto de jamás acabar de aprender porque sus capacidades psíquicas así lo imponían. Para el muchacho todo se llevaba adelante a través de un proceso mas lento de lo estipulado donde abundaban las repeticiones, mismas que lentamente se iban haciendo lugar casi a forma de empujones metafóricos en la atrofiada cabeza del chico. Por esta razón principal y otras más residentes en los obstáculos que Benôit presentaba en su peculiar humanidad era que el mancebo pocas veces sabía reaccionar como era debido a accionares ajenos de los mas típicos, como el mismo saludo.

La mano de la desconocida quedó palpando el mismo aire podría decirse pues el despistado jovencito jamás reconoció tal gesto como un saludo educado y respetuoso, típico del protocolo mas básico en las sociedades. Rascó el lóbulo derecho de su pequeña oreja, casi perdida en aquella cabeza grande y llamativa que hasta dejaba su cuello en un tercer plano, inexistente. Sus ojos rasgados, inquietos por momentos y completamente perdidos por otros se hicieron finalmente con los de la amable salvadora que tenía enfrente a su abombada existencia
- Benôit - confirió sonriendo mientras con la punta del dedo índice de una de sus manos golpeaba una y otra vez su pecho aclarando que ese era él, ese era su nombre. Con las cejas alzadas y la presentación ya dada los orbes oscuros del muchacho parecieron quedar hipnotizados por el rostro delicado de la damisela de cabellos cortos. Quizás él no estuviese viendo nada en concreto cuando en verdad parecía que si, pero algo en su mente asociaba aquel rostro terso y frágil con todas las ideas de hermosura que el atontado guardaba en su cabezota; las flores, las manzanas frescas, los cabellos rubios y las mujeres, muchas mujeres.

Sacudió la cabeza de forma brusca, cuan perro quitándose moscas del hocico y volvió a sonreír, sin razón alguna, por eso mismo aquel gesto se borro de su semblante inmediatamente, como si las palabras de la muchacha hubiesen despertado un efecto extraño en él. Su casa ¿Debía volver allí? ¿Su tía se habrá enterado de su silenciosa fuga? No podía responder todo y no quería tampoco, su mente le invitaba a ser evasivo, haragán.

- Si. Vamos a la casa - la aceptación no explicaba dirección ni domicilio a donde dirigirse, pero el muchacho no tardó en tomar el brazo de la mujercilla con aquella fuerza casi bruta e inconsciente. Una forma peculiar de invitación a ser acompañado, pero al menos era algo. Sus pies se movieron de forma torpe, la cadera bailaba extrañamente, pero él avanzaba, a su modo, pero avanzaba y con ello arrastraba a la delgada muchacha consigo.

- Piel fría - despojó orgulloso por su percepción al rozar inocentemente la piel descubierta del antebrazo de su compañera. Nada sabia sobre temperaturas normales y establecidas, pero la noche le daba esa idea de ambiente gélido, así que no vio más allá de eso. Entrecerrando sus ojos el mancebo buscó enfocarse, en sacudir la maquinaria de su estropeada mente para llevarlos a ambos a su hogar. Los callejones oscuros no hacían para nada fácil la tarea, pero él no se daría por vencido. Solo debía encontrar algo que despertarse un recuerdo en su mente, claro, si ésta tenia ganas de ayudarle a denotar tal detalle.

por **Govinda** Dom Oct 07, 2012 9:49 pm

Govinda no era la mujer más lista del mundo, tampoco tenía conocimientos sobre medicina, sin embargo la actitud del chico le pareció bastante extraña y le hizo pensar de que tenía algún tipo de condición diferente al resto ¿Sería una enfermedad? se cuestionó, ¿O quizás estaba pretendiendo ser diferente para engañarla?, le miró con atención y descartó esa idea, sus ojos estaban llenos de inocencia, era imposible desconfiar de él y es que para Govinda era sumamente fácil confiar en las personas.

- Benoit, suena muy bonito, nunca había escuchado ese nombre antes ¿Sabes que significa tu nombre? - Le preguntó con curiosidad, con una leve sonrisa condescendiente, sin mostrar sus colmillos claro esta. El chico pareció confundido sobre lo siguiente, seguido esto le había tomado la mano y govinda sintió que se trataba de un niño perdido. En su corazón estaba perdido y quizás también lo estaba en su mente.

Se dejó guiar por las calles, caminando despacio para seguir el paso del chico, notando que no parecía estar muy seguro de hacía donde iban. ¿Que podía hacer para guiarle? pensó, la pregunta era bastante filosófica y no podía evitar cuestionarse si estaba realmente preocupándose demasiado por él o si sería mejor dejarlo en esa calle a su suerte.

Entonces, luego de que habían caminado por unas cuantas calles, Govinda sintió otra cosa y esta vez fue algo que no le gustó para nada, se sintió como si el ambiente estuviera más pesado de lo normal y entonces lo siguió un gruñido. La vampiresa giró su cabeza nerviosamente y todo pasó tan rápido que lo siguiente que sintió fue un golpe en la cabeza. Un enorme lobo gris con manchas negras la había derribado saltando desde un tejado, tenía los ojos inyectados en sangre y parecía muy interesado en Benoit.

Govinda, se levantó del suelo llevándose la mano a la cabeza adolorida sólo para encontrarse al lobo frente al chico dispuesto a atacarle.

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