AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Somos algunos de los recuerdos que no nos abandonan, aunque no los contemos. → Privado
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Somos algunos de los recuerdos que no nos abandonan, aunque no los contemos. → Privado
por Marishka Marquand Miér Oct 12, 2016 9:06 pm
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Última edición por Marishka Marquand el Dom Mayo 28, 2017 9:52 am, editado 1 vez
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Re: Somos algunos de los recuerdos que no nos abandonan, aunque no los contemos. → Privado
por Mihai Cojocaru Miér Nov 30, 2016 5:37 pm
“Memories warm you up from the inside. But they also tear you apart.”
― Haruki Murakami, Kafka on the Shore
― Haruki Murakami, Kafka on the Shore
Cuando pasan mas de cien años de sufrimiento, el resto ya no parece flagelar la inexistente alma. cuando se es consciente de lo vaga que es la eternidad, los sentidos comienzan a perderse.
Mihai era un vampiro solitario, lo fue desde que su vida como humano terminó, aunque aún se aferraba al pasado, se aferraba a aquel aroma en un descolorido listón de seda, se aferraba al calor extinto en aquel relicario que llevaba siempre colgado del cuello, se aferraba a ese rostro que amenazaba con desaparecer y a esa dulce voz que de a poco se fue distorsionando hasta ya no escucharla si no solo creer que lo hacía.
Aquellas largas caminatas con el violín a cuestas eran mas comunes que extrañas, las callejuelas carentes de alguna vida que valiera la pena, el canto del diablo debía ser escuchado.
Se paró en seco a mitad de aquella empedrada calle, esa que estaba resguardada por pequeños comercios ahora cerrados. Tomó el violín como solía hacerlo, cerró los ojos y comenzó a tocar aquella melodía que reflejaba el vacío de su alma, esa que atraía a quien debería hacer.
Paró en seco, su semblante era el de un dios perfecto perdido en el tiempo, bajó el violín y con la cara hacia el cielo nocturno inhaló profundo ―Sal ya, que tu aroma es demasiado penetrante - su torso se movió imitando la respiración de un mortal, mas su cuerpo se quedó petrificado, como hacía años debía estarlo ―La noche esta demasiado solitaria, pareciera que los humanos sabían que los hijos del diablo estarían sueltos, no hay mucho de donde escoger, no hay nada que valga la pena - en ese momento se giró sobre sus talones y encaró a aquella hermosa criatura de ojos zafiro y piel inmaculada, sonrió complacido.
Mihai era un vampiro solitario, lo fue desde que su vida como humano terminó, aunque aún se aferraba al pasado, se aferraba a aquel aroma en un descolorido listón de seda, se aferraba al calor extinto en aquel relicario que llevaba siempre colgado del cuello, se aferraba a ese rostro que amenazaba con desaparecer y a esa dulce voz que de a poco se fue distorsionando hasta ya no escucharla si no solo creer que lo hacía.
Aquellas largas caminatas con el violín a cuestas eran mas comunes que extrañas, las callejuelas carentes de alguna vida que valiera la pena, el canto del diablo debía ser escuchado.
Se paró en seco a mitad de aquella empedrada calle, esa que estaba resguardada por pequeños comercios ahora cerrados. Tomó el violín como solía hacerlo, cerró los ojos y comenzó a tocar aquella melodía que reflejaba el vacío de su alma, esa que atraía a quien debería hacer.
Paró en seco, su semblante era el de un dios perfecto perdido en el tiempo, bajó el violín y con la cara hacia el cielo nocturno inhaló profundo ―Sal ya, que tu aroma es demasiado penetrante - su torso se movió imitando la respiración de un mortal, mas su cuerpo se quedó petrificado, como hacía años debía estarlo ―La noche esta demasiado solitaria, pareciera que los humanos sabían que los hijos del diablo estarían sueltos, no hay mucho de donde escoger, no hay nada que valga la pena - en ese momento se giró sobre sus talones y encaró a aquella hermosa criatura de ojos zafiro y piel inmaculada, sonrió complacido.
Men who fear demons see demons everywhere..
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Re: Somos algunos de los recuerdos que no nos abandonan, aunque no los contemos. → Privado
por Marishka Marquand Sáb Feb 04, 2017 11:00 am
Últimamente Marishka sólo se encontraba vampiros que lamentaban su condición. Llorones que preferían alimentarse de ratas, a poder consumir sangre de un humano. Su especie comenzaba a darle lastima, incluso consideró hacer una rebelión y aniquilar a un par de criaturas, de esa manera el nombre de los suyos volvería a hacer temblar a cualquiera, sin embargo era demasiado práctica, le gustaba delegar, mantener su libertad, y por eso es que se detenía tanto.
No podía quejarse tampoco, existían criaturas de la noche que valían la pena, le hacían sentir orgullosa, por eso gustaba frecuentarlos, sorprenderlos o volverlos sus aliados. ¿Qué importaba más?
Marishka nunca dejaba de pensar. En su cabeza miles de ideas iban y venían. Era muy inteligente, astuta y ventajosa, quizá por eso había hecho su fortuna con tanta facilidad. Su rostro angelical tenía grandes ventajas. La ayudaban a poder inspirar confianza. Todos mordían el anzuelo.
El sonido de un violín la sacó de sus cavilaciones. La música era hermosa, llena de sentimientos y misterio. Aquello la hizo seguirla en silencio para no llegar a espantar al autor. La sorpresa fue grande, aquel intérprete era su igual. Un ser de la noche que quizá buscaba compañía o un poco de bebida vital.
- Poco a poco están dejando de vivir en la ignorancia. Algunos de los nuestros tienen demasiados sentimientos y remordimiento, beben de ratas y se revelan para poder prevenirlos, es una vergüenza – Comentó con real desagrado, aquello la asqueaba, creía que la tortura podría ayudar. Siempre el daño resultaba más efectivo. - ¿Acaso no te habías dado cuenta? Debemos protegernos y componer el orden en el que nos encontrábamos – Hablaba muy en serio, quizá era el momento de cobrar favores y armar grandes ejércitos. Quizá era momento de infringir dolor y miedo para que todo volviera a ser a su favor.
No podía quejarse tampoco, existían criaturas de la noche que valían la pena, le hacían sentir orgullosa, por eso gustaba frecuentarlos, sorprenderlos o volverlos sus aliados. ¿Qué importaba más?
Marishka nunca dejaba de pensar. En su cabeza miles de ideas iban y venían. Era muy inteligente, astuta y ventajosa, quizá por eso había hecho su fortuna con tanta facilidad. Su rostro angelical tenía grandes ventajas. La ayudaban a poder inspirar confianza. Todos mordían el anzuelo.
El sonido de un violín la sacó de sus cavilaciones. La música era hermosa, llena de sentimientos y misterio. Aquello la hizo seguirla en silencio para no llegar a espantar al autor. La sorpresa fue grande, aquel intérprete era su igual. Un ser de la noche que quizá buscaba compañía o un poco de bebida vital.
- Poco a poco están dejando de vivir en la ignorancia. Algunos de los nuestros tienen demasiados sentimientos y remordimiento, beben de ratas y se revelan para poder prevenirlos, es una vergüenza – Comentó con real desagrado, aquello la asqueaba, creía que la tortura podría ayudar. Siempre el daño resultaba más efectivo. - ¿Acaso no te habías dado cuenta? Debemos protegernos y componer el orden en el que nos encontrábamos – Hablaba muy en serio, quizá era el momento de cobrar favores y armar grandes ejércitos. Quizá era momento de infringir dolor y miedo para que todo volviera a ser a su favor.
"En la medida que aprendes a compadecerte y sufrir, esa es la medida en la que puedes amar y gozar"
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