AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Ébano Dalaras
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Ébano Dalaras
Ébano Dalaras
-Edad: 19 años
-Especie: Humana, bruja
-Tipo, Clase Social o Cargo: Alta
-Orientación Sexual: Heterosexual
-Lugar de Origen: Atenas, Grecia
-Habilidad/Poder:
Premonición
Encandilamento
Reminiscencia
-Descripción Física:
-Descripción Psicológica:
Ébano es una chica muy dulce e inocente que siempre mira por el bien de los demás, aunque nunca ha tenido nada suyo, por lo que a veces le gustaría ser más egoísta. Le gustan muchísimo los lugares que considera hermosos, pensando que poca gente es capaz de admirarlos en esa época y se regocija en ser ella una de esas pocas personas.
Suele sentirse un tanto incómoda rodeada de mucha gente, pues piensa que todo se mueve por interés y no es algo que le agrade. Es fiel a los sentimientos que considera nobles; la lealtad, la bondad, la justicia... Odia por completo a la gente arrogante que se cree mejor que los demás, y aunque se ve que es muy buena a simple vista, no deja que la gente la mangoneé como quiere.
Acaba de descubrir que realmente es adoptada, por lo que se siente un poco excluida en su familia e intenta evitar el sentimiento de tristeza para cuidar a su hermano pequeño. Le encantan los niños y, como ellos, a veces sigue creyendo en aquellos cuentos de hadas que consideran impropios para una mujer, pero a ella no le importa. Le gusta muchísimo leer e impregnarse de historias y sabiduría, pero algo que la vuelve loca son las historias sobre Avalón, la tierra del rey Arturo.
Y aunque sea una chica dulce y comprensiva, que siempre intenta entender todas las partes de los problemas, también sabe mostrarse fría y decidida. No suele enfadarse nunca, pero cuando la hace es muy difícil calmarla, aunque han tenido que hacerle mucho daño para que ese ocurra.
-Historia:
Ébano siempre ha sido una niña especial, diferente a las personas con las que vive en su entorno, pues su casa siempre ha sido extraña, nunca se ha sentido del todo integrada y no entendía el motivo de dicho sentimiento que a veces conseguía carcomerla por dentro. Hacía cosas extrañas, soñaba con situaciones que, al cabo del tiempo, ocurrían exactamente de la misma forma que ella había visto.
Ella solo poseé recuerdos a partir de los doce años, los anteriores fueron borrados por un accidente que tuvo y, da igual lo que haga, pues no consigue recordar, y sus padres no ofrecen mucha ayuda al respecto, es como si ellos tampoco quisieran que a ella le volviera la memoria, cosa que la hizo desconfiar un poco de la gente que la cuidaba. Aunque, nunca se llevó del todo bien con su madre, y mucho menos cuando ésta tuvo un hijo propio que actualmente tiene unos cuatro años de edad. En su nacimiento fue como si ella desapareciera por completo de su vista, centrándose solo en la criatura que intentaba llevar siempre en sus pequeños brazos, hasta que un día cayó enferma y falleció.
Para Ébano aquel niño es su hermano pequeño y le ha estado cuidando desde entonces con la ayuda de su padre, el cual siempre intentaba animarla a relacionarse con la gente y acudir a fiestas que ella, personalmente, no consigue soportar. El mundo exterior le parece falso e hipócrita, así que intenta relacionarse lo menos posible con la gente. Y ya no solo por eso, sino porque contra menos gente conozca, menos sueños extraños pasaran por su cabeza como si fueran su peor pesadilla. Prefiere mil veces centrarse en los libros, en las increíbles lecturas que ella considera ciertas y que le gustaría investigar algún día. Algo le dice que hay algo relacionado en todas sus historias con ella misma, una sensación extraña que le gustaría comprender algún día y es que, sus verdaderos padres eran gente especial.
Un noche, después de acostar al pequeño y que por fin se durmiera fue a cenar con su supuesto padre, el cual le comunicó la noticia de que realmente ella no era de esa familia. Le comentó que había nacido en Grecia, no en Inglaterra, lugar donde llevaba viviendo tantísimo tiempo y que, su verdadera familia, había estado con ella en París toda aquella infancia que era incapaz de recordar, haciendo que por una parte se sintiera aliviada y dolida. Ella estaba decidida a volver a aquella tierra donde la habían criado, quería encontrar a sus verdaderos padres puesto que el adoptivo no daba muchos detalles de lo ocurrido para que él tuviera su custodia. Algo escondía y ella no iba a ser quien iba a obligarle a decirlo.
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MORGANA LE FAY
Morgana, ya de pequeña, tuvo problemas con sus padres. Tenía hermanas y un hermano, que es con el cual su historia será contada, pues sin él, no habría drama. Se pasó la infancia con él, jugando y riendo… Y, con el paso de los años, el amor se introdujo en su pecho, haciendo que le siguiera a todas partes sin planteárselo si quiera.
Una noche, consiguió lo que ella tanto ansiaba; ser suya y él de ella, consumir su amor en el lecho. Pero una mujer llegó al poco, mujer que enamoró perdidamente a su hermano y rompió su corazón en mil pedazos. Pero ella siguió adelante, en especial por el niño que tenía en su vientre, origen de aquella noche de pasión entre ambos. Con ello, esperaba más atención por su parte, pero cada vez que la voz de aquella mujer con cabellos dorados aparecía, el simplemente se esfumaba, dejándola completamente sola.
Nadie sabrá cuantas veces lloró por aquello, pero el día que más la marcó fue cuando nació su hijo, Mordred. El estaba allí, lo cogió en brazos con una sonrisa para luego desaparecer. Todo era aquella mujer con la cual no se llevaba bien. Pero no por eso iba a derrumbarse, quería la felicidad de su hermano así que crío a su hijo con alegría, intentando ignorar aquel dolor que no hacía más que crecer en su pecho con el paso de los años.
Un día, volvió a sentir algo por un hombre, viendo una esperanza de salir de aquella tortura. Pero aquel hombre no era mas que el primo de Ginebra, así que un día, le echó del castillo. Morgana ni siquiera se enteró hasta, por pura coincidencia, miró por una de las ventanas y lo vio partir para no volver. Ella corrió y abrió las puertas donde se encontraba la rubia de golpe. Era la primera vez que mostraba el odio que tenía a la mujer y todo el enfado salió a flote, gritándola con toda la fuerza y rabia que podía, hasta que su hermano llegó. Al principio no quiso creer lo que oía, pero ante la evidencia de que la defendía a ella se fue indignada a sus aposentos, donde se derrumbó por completo. Pero ahí todo cambió. La dulce y buena Morgana desapareció de su interior para convertirse en la fría y calculadora bruja que todos conocerían desde ese momento. Ni siquiera los brazos de su hijo lograron apaciguarla, así que, cogiéndole en brazos, salió del castillo. Antes de entrar al carro le dejó en el suelo y le dio a elegir: O aquel padre gran rey que casi no le había atendido por una rubia mujer o ella, la madre que le había criado y dado todo el cariño que poseía. El niño ni siquiera lo pensó. Dejó que entrara en el carruaje y se dio la vuelta para encarar a su hermano, diciendo unas últimos palabras: “juro que no descansaré hasta que Camelot caiga. Tu y tu reino seréis historia.”
Morgana llevó a su hijo a Ávalon, lugar donde ella era la reina y la gran “hada” y bruja. Merlín la había ensañado bien, aunque no podía sentir pena en esos instantes por perder a su querido amigo… Él seguía a su hermano donde quisiera que fuera. Pasó un lapso de tiempo hasta que se dio cuenta que, para vengarse, necesitaba unos libros de magia que Merlín jamás le había dejado aprender. Así que ideó un plan… Mandó plagas constantes a Camelot, dejando su fama en el reino como la “Dama del Lago”, obligando al brujo a mostrarse ante ella. Un par de palabras, un par de gestos y yacía en su cama dándole placer a aquel hombre que no pude resistírsele. Así que, consiguió los libros y volvió a Ávalon para estudiarlos con interés.
Entonces encontró algo. Quería que Arthur sufriera, que sintiera un mínimo del dolor que ella había sentido así que, conjuró una capa. Una capa que, cuando alguien se la pusiera ardería en llamar, matando a la persona que la tuviera puesta. La mandó enviar como un obsequio de perdón y se ocultó entre el gentío para contemplarlo todo. Con un conjuro, consiguió que otro se lo pusiera antes que él, haciendo que la muerte fuera inminente y el rostro de su hermano mostrara dolor al darse cuenta de que ella realmente deseaba su muerte, aunque no fuera así.
Con todo ese tiempo, conoció a seres extraño y se hizo a amiga de un vampiro. Amante y confidente en aquella maldad que la poseía por completo. Y, tuvo otro plan. Sabía de sobras de la infidelidad que poseía Ginebra a su hermano con uno de sus más allegados caballeros. Lancelot era su presa. Lo mandó llamar y, cuando estuvo en su castillo, intentó yacer con él y se olvidara de aquella rubia que yacía con su hermano, pero no fue posible. La rechazó en nombre de su amada y, con el odio y la rabia en su cuerpo, lo mandó a las mazmorras donde lo dejó ahí tres largos años antes de que se le ocurriera una gran idea. Dejó que el caballero huyera, creyendo que era él quien se había escapado por propia voluntad y mandó llamar a Arthur. Le mostró las pintadas que había hecho en su estancia. Pintadas que mostraban como él su amada Ginebra yacían en cualquier lugar. ¿Qué si le entristeció? Al principio no, pero el dolor posado en su rostro hizo que interiormente se derrumbara. Le dejó partir mientras ella volví a sus aposentos, llorando por él como hacía tantísimo tiempo. Mordred acudió ante sus sollozos y la abrazó con fuerza, diciendo las últimas palabra que oiría de él: “Jamás dejaré que vuelva a hacerte daño”. No sabía si se referia a Arthur o a Ginebra, pero no le importó en esos instantes.
Fue entonces cuando, a los días, descubrió que Arthur se había ido en pos de Lancelot y, que su hijo, se había encargado de Camelot en su ausencia. Pero no era eso lo malo, sino la certeza de que también había sido traicionada por lo único que le quedaba. Mordred había intentado robarle la mujer a Arthur, lo que había ocasionado su vuelta y un enfrentamiento entre ambos que estaba segura terminaría en muerte. Al principio, el odio y la rabia que llevaba la hizo destruir sus aposentos. Estanterías y libros esparcidos por los suelos hasta que comprendió de repente lo que iba a perder y el miedo y su antigua yo ganó la batalla ante lo demás. Cogió el caballo y galopó como alma que llevaba al diablo hasta el destino que la esperaba.
Ojalá hubiera podido decir que llegó puntual para detener la masacre que vio ante sus ojos, pero ni siquiera le dio tiempo a gritar cuando vio la muerte de ambos. Bajó a toda velocidad, viendo como ya no había nada que hacer por Mordred, su alma se había ido dejando un cuerpo inerte ante ella. Pero Arthur… Se agachó a su lado y puso su cabeza en las piernas, llorando desconsoladamente y suplicándole que se quedara con ella. Pidió perdón miles veces, lamentando todo lo que había hecho y las consecuencias de sus actos. Morgana vio fallecer a la persona que amaba y sintió que jamás la perdonaría por todas las cosas que le había hecho. Pero por lo menos, se había dado cuenta de sus errores, así que tomó una decisión. Llevó a Arthur a su hogar, Ávalon, lugar donde enterró su cuerpo y creó una lápida para conmemorar a aquel gran rey que había sido…
Todos los días iba a llevarle flores y se abraza a su tumba, echándole de menos y sintiendo como la culpabilidad la carcomía por dentro. Merlín iba a visitarla de vez en cuando, intentando animarla y que volviera la alegría que perdió en su juventud, pero ella solo era un cuerpo con alma, en el fondo, sabía bien que había muerto con su hermano. Era un mero zombie que hacía sus labores de reina, comía y dormía. Hasta que un día, Sir lancelot apareció llevando el cadáver de la mujer que arruinó su vida, pidiendo que la enterraran junto a Arthur. Al principió su no fue rotundo, pero luego comprendió que él hubiera deseado ello. Jamás vislumbró que ella tenía la culpa de todo… Y aun al final lograra verlo, amó a Ginebra y nunca a ella, así que al final les dejó hacerlo. Motivo de que jamás volviera a la tumba y simplemente la viera desde lejos, sintiendo el dolor que acarreaba todo aquello. Pero, antes de su muerte, conjuró su último hechizo, pidiendo que, en otra vida, volvería a rencontrarse con él y saldaría su deuda, pediría perdón y daría su vida por la suya si hiciera falta. Así que unió su destino al de él y al de las personas que vivieron aquella tragedia.
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El destino de Ébano es complicado, pero ella sabe bien su camino. En París están las respuestas, en París está su pasado y futuro, lo que no sabe, es que está demasiado ligada a la historia que tanto adorada. Descubrir que Ávalon y Camelot no son leyenda, saber que el motivo de que entienda en demasía a la bruja Morgana no es ni nada más ni nada menos que por que ella es la propia bruja reencarnada
-Datos Extras:
*Ama las historias de caballerías y tiene una especial fijación por Avalon y el Rey Arturo.
*Sus padres, que se suponen que son verdaderos, desde pequeña le narraban miles de historias sobre dicho Rey, pues querían que tuviera exactamente los mismos ideales que él.
* Tiene sueños premonitorios los cuales odia con toda su alma, pues le mostraron la muerte de su madre adoptiva y cosas que aún no comprende, como ataques a personas que ella desconoce.
* Tiene un collar de plata en su cuello desde antes de que ella recuerde, con una insignia en él que no sabe aún que significa exactamente.
-Edad: 19 años
-Especie: Humana, bruja
-Tipo, Clase Social o Cargo: Alta
-Orientación Sexual: Heterosexual
-Lugar de Origen: Atenas, Grecia
-Habilidad/Poder:
Premonición
Encandilamento
Reminiscencia
-Descripción Física:
-Descripción Psicológica:
Ébano es una chica muy dulce e inocente que siempre mira por el bien de los demás, aunque nunca ha tenido nada suyo, por lo que a veces le gustaría ser más egoísta. Le gustan muchísimo los lugares que considera hermosos, pensando que poca gente es capaz de admirarlos en esa época y se regocija en ser ella una de esas pocas personas.
Suele sentirse un tanto incómoda rodeada de mucha gente, pues piensa que todo se mueve por interés y no es algo que le agrade. Es fiel a los sentimientos que considera nobles; la lealtad, la bondad, la justicia... Odia por completo a la gente arrogante que se cree mejor que los demás, y aunque se ve que es muy buena a simple vista, no deja que la gente la mangoneé como quiere.
Acaba de descubrir que realmente es adoptada, por lo que se siente un poco excluida en su familia e intenta evitar el sentimiento de tristeza para cuidar a su hermano pequeño. Le encantan los niños y, como ellos, a veces sigue creyendo en aquellos cuentos de hadas que consideran impropios para una mujer, pero a ella no le importa. Le gusta muchísimo leer e impregnarse de historias y sabiduría, pero algo que la vuelve loca son las historias sobre Avalón, la tierra del rey Arturo.
Y aunque sea una chica dulce y comprensiva, que siempre intenta entender todas las partes de los problemas, también sabe mostrarse fría y decidida. No suele enfadarse nunca, pero cuando la hace es muy difícil calmarla, aunque han tenido que hacerle mucho daño para que ese ocurra.
-Historia:
Ébano siempre ha sido una niña especial, diferente a las personas con las que vive en su entorno, pues su casa siempre ha sido extraña, nunca se ha sentido del todo integrada y no entendía el motivo de dicho sentimiento que a veces conseguía carcomerla por dentro. Hacía cosas extrañas, soñaba con situaciones que, al cabo del tiempo, ocurrían exactamente de la misma forma que ella había visto.
Ella solo poseé recuerdos a partir de los doce años, los anteriores fueron borrados por un accidente que tuvo y, da igual lo que haga, pues no consigue recordar, y sus padres no ofrecen mucha ayuda al respecto, es como si ellos tampoco quisieran que a ella le volviera la memoria, cosa que la hizo desconfiar un poco de la gente que la cuidaba. Aunque, nunca se llevó del todo bien con su madre, y mucho menos cuando ésta tuvo un hijo propio que actualmente tiene unos cuatro años de edad. En su nacimiento fue como si ella desapareciera por completo de su vista, centrándose solo en la criatura que intentaba llevar siempre en sus pequeños brazos, hasta que un día cayó enferma y falleció.
Para Ébano aquel niño es su hermano pequeño y le ha estado cuidando desde entonces con la ayuda de su padre, el cual siempre intentaba animarla a relacionarse con la gente y acudir a fiestas que ella, personalmente, no consigue soportar. El mundo exterior le parece falso e hipócrita, así que intenta relacionarse lo menos posible con la gente. Y ya no solo por eso, sino porque contra menos gente conozca, menos sueños extraños pasaran por su cabeza como si fueran su peor pesadilla. Prefiere mil veces centrarse en los libros, en las increíbles lecturas que ella considera ciertas y que le gustaría investigar algún día. Algo le dice que hay algo relacionado en todas sus historias con ella misma, una sensación extraña que le gustaría comprender algún día y es que, sus verdaderos padres eran gente especial.
Un noche, después de acostar al pequeño y que por fin se durmiera fue a cenar con su supuesto padre, el cual le comunicó la noticia de que realmente ella no era de esa familia. Le comentó que había nacido en Grecia, no en Inglaterra, lugar donde llevaba viviendo tantísimo tiempo y que, su verdadera familia, había estado con ella en París toda aquella infancia que era incapaz de recordar, haciendo que por una parte se sintiera aliviada y dolida. Ella estaba decidida a volver a aquella tierra donde la habían criado, quería encontrar a sus verdaderos padres puesto que el adoptivo no daba muchos detalles de lo ocurrido para que él tuviera su custodia. Algo escondía y ella no iba a ser quien iba a obligarle a decirlo.
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MORGANA LE FAY
Morgana, ya de pequeña, tuvo problemas con sus padres. Tenía hermanas y un hermano, que es con el cual su historia será contada, pues sin él, no habría drama. Se pasó la infancia con él, jugando y riendo… Y, con el paso de los años, el amor se introdujo en su pecho, haciendo que le siguiera a todas partes sin planteárselo si quiera.
Una noche, consiguió lo que ella tanto ansiaba; ser suya y él de ella, consumir su amor en el lecho. Pero una mujer llegó al poco, mujer que enamoró perdidamente a su hermano y rompió su corazón en mil pedazos. Pero ella siguió adelante, en especial por el niño que tenía en su vientre, origen de aquella noche de pasión entre ambos. Con ello, esperaba más atención por su parte, pero cada vez que la voz de aquella mujer con cabellos dorados aparecía, el simplemente se esfumaba, dejándola completamente sola.
Nadie sabrá cuantas veces lloró por aquello, pero el día que más la marcó fue cuando nació su hijo, Mordred. El estaba allí, lo cogió en brazos con una sonrisa para luego desaparecer. Todo era aquella mujer con la cual no se llevaba bien. Pero no por eso iba a derrumbarse, quería la felicidad de su hermano así que crío a su hijo con alegría, intentando ignorar aquel dolor que no hacía más que crecer en su pecho con el paso de los años.
Un día, volvió a sentir algo por un hombre, viendo una esperanza de salir de aquella tortura. Pero aquel hombre no era mas que el primo de Ginebra, así que un día, le echó del castillo. Morgana ni siquiera se enteró hasta, por pura coincidencia, miró por una de las ventanas y lo vio partir para no volver. Ella corrió y abrió las puertas donde se encontraba la rubia de golpe. Era la primera vez que mostraba el odio que tenía a la mujer y todo el enfado salió a flote, gritándola con toda la fuerza y rabia que podía, hasta que su hermano llegó. Al principio no quiso creer lo que oía, pero ante la evidencia de que la defendía a ella se fue indignada a sus aposentos, donde se derrumbó por completo. Pero ahí todo cambió. La dulce y buena Morgana desapareció de su interior para convertirse en la fría y calculadora bruja que todos conocerían desde ese momento. Ni siquiera los brazos de su hijo lograron apaciguarla, así que, cogiéndole en brazos, salió del castillo. Antes de entrar al carro le dejó en el suelo y le dio a elegir: O aquel padre gran rey que casi no le había atendido por una rubia mujer o ella, la madre que le había criado y dado todo el cariño que poseía. El niño ni siquiera lo pensó. Dejó que entrara en el carruaje y se dio la vuelta para encarar a su hermano, diciendo unas últimos palabras: “juro que no descansaré hasta que Camelot caiga. Tu y tu reino seréis historia.”
Morgana llevó a su hijo a Ávalon, lugar donde ella era la reina y la gran “hada” y bruja. Merlín la había ensañado bien, aunque no podía sentir pena en esos instantes por perder a su querido amigo… Él seguía a su hermano donde quisiera que fuera. Pasó un lapso de tiempo hasta que se dio cuenta que, para vengarse, necesitaba unos libros de magia que Merlín jamás le había dejado aprender. Así que ideó un plan… Mandó plagas constantes a Camelot, dejando su fama en el reino como la “Dama del Lago”, obligando al brujo a mostrarse ante ella. Un par de palabras, un par de gestos y yacía en su cama dándole placer a aquel hombre que no pude resistírsele. Así que, consiguió los libros y volvió a Ávalon para estudiarlos con interés.
Entonces encontró algo. Quería que Arthur sufriera, que sintiera un mínimo del dolor que ella había sentido así que, conjuró una capa. Una capa que, cuando alguien se la pusiera ardería en llamar, matando a la persona que la tuviera puesta. La mandó enviar como un obsequio de perdón y se ocultó entre el gentío para contemplarlo todo. Con un conjuro, consiguió que otro se lo pusiera antes que él, haciendo que la muerte fuera inminente y el rostro de su hermano mostrara dolor al darse cuenta de que ella realmente deseaba su muerte, aunque no fuera así.
Con todo ese tiempo, conoció a seres extraño y se hizo a amiga de un vampiro. Amante y confidente en aquella maldad que la poseía por completo. Y, tuvo otro plan. Sabía de sobras de la infidelidad que poseía Ginebra a su hermano con uno de sus más allegados caballeros. Lancelot era su presa. Lo mandó llamar y, cuando estuvo en su castillo, intentó yacer con él y se olvidara de aquella rubia que yacía con su hermano, pero no fue posible. La rechazó en nombre de su amada y, con el odio y la rabia en su cuerpo, lo mandó a las mazmorras donde lo dejó ahí tres largos años antes de que se le ocurriera una gran idea. Dejó que el caballero huyera, creyendo que era él quien se había escapado por propia voluntad y mandó llamar a Arthur. Le mostró las pintadas que había hecho en su estancia. Pintadas que mostraban como él su amada Ginebra yacían en cualquier lugar. ¿Qué si le entristeció? Al principio no, pero el dolor posado en su rostro hizo que interiormente se derrumbara. Le dejó partir mientras ella volví a sus aposentos, llorando por él como hacía tantísimo tiempo. Mordred acudió ante sus sollozos y la abrazó con fuerza, diciendo las últimas palabra que oiría de él: “Jamás dejaré que vuelva a hacerte daño”. No sabía si se referia a Arthur o a Ginebra, pero no le importó en esos instantes.
Fue entonces cuando, a los días, descubrió que Arthur se había ido en pos de Lancelot y, que su hijo, se había encargado de Camelot en su ausencia. Pero no era eso lo malo, sino la certeza de que también había sido traicionada por lo único que le quedaba. Mordred había intentado robarle la mujer a Arthur, lo que había ocasionado su vuelta y un enfrentamiento entre ambos que estaba segura terminaría en muerte. Al principio, el odio y la rabia que llevaba la hizo destruir sus aposentos. Estanterías y libros esparcidos por los suelos hasta que comprendió de repente lo que iba a perder y el miedo y su antigua yo ganó la batalla ante lo demás. Cogió el caballo y galopó como alma que llevaba al diablo hasta el destino que la esperaba.
Ojalá hubiera podido decir que llegó puntual para detener la masacre que vio ante sus ojos, pero ni siquiera le dio tiempo a gritar cuando vio la muerte de ambos. Bajó a toda velocidad, viendo como ya no había nada que hacer por Mordred, su alma se había ido dejando un cuerpo inerte ante ella. Pero Arthur… Se agachó a su lado y puso su cabeza en las piernas, llorando desconsoladamente y suplicándole que se quedara con ella. Pidió perdón miles veces, lamentando todo lo que había hecho y las consecuencias de sus actos. Morgana vio fallecer a la persona que amaba y sintió que jamás la perdonaría por todas las cosas que le había hecho. Pero por lo menos, se había dado cuenta de sus errores, así que tomó una decisión. Llevó a Arthur a su hogar, Ávalon, lugar donde enterró su cuerpo y creó una lápida para conmemorar a aquel gran rey que había sido…
Todos los días iba a llevarle flores y se abraza a su tumba, echándole de menos y sintiendo como la culpabilidad la carcomía por dentro. Merlín iba a visitarla de vez en cuando, intentando animarla y que volviera la alegría que perdió en su juventud, pero ella solo era un cuerpo con alma, en el fondo, sabía bien que había muerto con su hermano. Era un mero zombie que hacía sus labores de reina, comía y dormía. Hasta que un día, Sir lancelot apareció llevando el cadáver de la mujer que arruinó su vida, pidiendo que la enterraran junto a Arthur. Al principió su no fue rotundo, pero luego comprendió que él hubiera deseado ello. Jamás vislumbró que ella tenía la culpa de todo… Y aun al final lograra verlo, amó a Ginebra y nunca a ella, así que al final les dejó hacerlo. Motivo de que jamás volviera a la tumba y simplemente la viera desde lejos, sintiendo el dolor que acarreaba todo aquello. Pero, antes de su muerte, conjuró su último hechizo, pidiendo que, en otra vida, volvería a rencontrarse con él y saldaría su deuda, pediría perdón y daría su vida por la suya si hiciera falta. Así que unió su destino al de él y al de las personas que vivieron aquella tragedia.
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El destino de Ébano es complicado, pero ella sabe bien su camino. En París están las respuestas, en París está su pasado y futuro, lo que no sabe, es que está demasiado ligada a la historia que tanto adorada. Descubrir que Ávalon y Camelot no son leyenda, saber que el motivo de que entienda en demasía a la bruja Morgana no es ni nada más ni nada menos que por que ella es la propia bruja reencarnada
-Datos Extras:
*Ama las historias de caballerías y tiene una especial fijación por Avalon y el Rey Arturo.
*Sus padres, que se suponen que son verdaderos, desde pequeña le narraban miles de historias sobre dicho Rey, pues querían que tuviera exactamente los mismos ideales que él.
* Tiene sueños premonitorios los cuales odia con toda su alma, pues le mostraron la muerte de su madre adoptiva y cosas que aún no comprende, como ataques a personas que ella desconoce.
* Tiene un collar de plata en su cuello desde antes de que ella recuerde, con una insignia en él que no sabe aún que significa exactamente.
Última edición por Ébano Dalaras el Vie Oct 26, 2012 8:24 am, editado 1 vez
Ébano Dalaras- Hechicero Clase Alta
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