Yendo a pasear solo para escaparme {Bastian Mehler}

Había salido a pasear junto a mis padres. Se pasaron casi todo el día hablando con conocidos suyos. Me había pasado todo el día escuchando conversaciones irrelevantes, de esas que tenían todos los adultos… bueno, en teoría yo también era adulta, aunque mentalmente pensaba que todavía me había quedado en una edad mucho más feliz que la de los diecinueve años. Aquel día, había conocido bastantes conocidos de mis padres. Estar sonriendo todo el día cuando quieres estar escondida en una biblioteca o en algún lugar alejado de la humanidad era realmente muy difícil.

Y es que yo era así; no es que odiara a las personas, es más, las encontraba realmente interesantes… Pero a veces cansaban un poco. Siempre las mismas conversaciones banales que no llevan a ninguna parte y que son solo por educación. Por lo que, en cuanto tuve un momento a solas con mis padres, les dije que me iría a ir un paseo algo alejada de ellos. Y que ya nos veríamos en casa. Por supuesto, mi padre estuvo algo reacio a aceptar, mi madre aceptó rápidamente. Tuve que insistirle a mi padre, diciéndole que estaría muy bien y que en cuanto me cansara de estar por la calle, iría a casa. Entonces fue cuando aceptó.

Luego, sonriendo, me alejé de ellos a paso lento. Caminé por las calles de París. Eran preciosas, llevaba toda mi vida en aquel lugar y ahora podía apreciar de verdad la belleza de aquellos lares. Pero las calles estaban demasiado llenas de gente, y eso no me gustaba. Trataba de pasar desapercibida, y lo hacía… solo que yo no me sentía cómoda. Normalmente llevaba vestidos que se amoldaban a mi clase social, pero que eran mucho más simples que el que llevaba ahora. Por eso, odiaba salir de paseo con mis padres. Además, aquel día me había recogido mi largo cabello, que normalmente solía llevar suelto pues me encantaba. De joyas… lo único que llevaba era un collar normal y corriente, con el símbolo del ojo de Horus, el Udjat, que tanto me gustaba.

Durante mi paseo, llegué a los alrededores de la zona de bosques. Miré el bosque, me parecía bastante interesante… nunca me había adentrado. ¿Y si…? Entrar estaría bien, pensé. Me mordí el labio inferior levemente, pensando. ¿Qué podría pasarme por entrar? Nada, absolutamente nada. Sonreí y me adentré en el bosque. Mientras caminaba por el bosque, admiraba la belleza de éste. Realmente, no podía haber lugar más bello que ese… Sin contar Egipto, porque ese era mi paraíso de verdad.

Me paré enfrente de un árbol que, al lado en el suelo, tenía una flor. Sonreí alegremente. La flor era de color blanco, no sabía qué flor era, yo para eso no conocía mucho… como máximo llegaba a las orquídeas, las rosas y las margaritas y pocas más.

“La pureza determina la transparencia. He debido ensuciarme para devenir visible"

El anochecer estaba cerca, lo podía vislumbrar desde la ventana de su habitación, apenas un filo de luz entraba por los lados de aquellas cortinas, largas, de terciopelo rojo que caian al ras del suelo, doblándose y arrastrándose, las horas seguían su curso, los seres de la noche esperarían un poco más para comenzar la cacería, Bastian se había puesto uno de esos trajes caros, aquella ropa que solo era un plus para resaltar su belleza y levantar ese amor propio que tenía más elevado que el más alejado planeta.

La luz por fin cedió, trayendo consigo la oscuridad total, la luna que en lo alto saludaba y daba un tipo de pitido de alerta a los seres sobrenaturales que era el momento de salir, correr, divertirse y disfrutar del Paris que no todo mundo conocía, el que estaba lleno de bajezas, de lujuria y perversión, pero esa noche, Bastian no tenia ninguna intensión de ir en busca de algo asi, pero la sed carcomía su garganta, motivo por el cual fue obligado a dejar la lectura que estaba haciendo, sin Garlan cerca, todo era más sencillo, sin dar explicaciones entraba y salía de casa.

Cuando se encontraba afuera, miro hacia arriba para mirar la luna, saludarla con un movimiento de cabeza, era una costumbre que tenia, puesto que era su compañera y era testigo de la muerte y el ultimo aliento de muchas victimas, un aroma…

Un aroma lo hizo girar, cuando visualizo la silueta de una muchacha no distinguía su clase a causa del vestido que llevaba, las mujeres de clase media intentaban aparentar otro tipo de “vida” cuando asistían a una fiesta, pero esta pequeña se encontraba sola, vaya cosas que hay en la vida.

La siguió hasta el bosque, las cosas estaban siendo demasiado fácil debemos admitir, después de todo, estaban ahí, a un paso del otro… nadie cerca, solo la luna, siendo testigo de todo – Ricitos de oro se perdió en el bosque por no hacerle caso a su madre – dijo con voz seductora, recargándose en el árbol frente a la muchacha – además es de noche – giro un poco la cabeza mirando los alrededores – y no veo la casa de los tres ositos cerca

Mientras miraba la flor, cautivada por su belleza, estaba tan distraída que no escuché que alguien se acercaba a mi, recargándose en el árbol y me dijo algo. Sí, me gustaban las flores, muchísimo más de lo que me gustaban ciertas cosas. Me sonrojé levemente cuando lo miré a los ojos después de escucharle decir que Ricitos de oro se perdió en el bosque. Tenía una voz bastante seductora. Me sonrojé muchísimo más ante ese pensamiento. Me reí un poco -Y no solo es de noche y no puede ver la casa de los tres ositos, monsieur, tampoco puede ver a Ricitos de oro, ¿cierto? -ladeé la cabeza levemente, sonriendo, todavía sonrojada pero en cierto modo divertida.

- Porque, tampoco me podría confundir con ella, pues yo no soy rubia -lo miraba directamente a los ojos, desde el principio le había mirado a los ojos porque era lo primero que veía de las personas.-. Y no creo estar perdida... por lo que en lo único que esto podría parecerse a la historia de Ricitos de oro, es que estamos en un bosque -dije, utilizando toda la lógica que tenía.-. Y creo que ahora mismo estoy siendo bastante maleducada, pues lo primero que hay que hacer cuando se habla con alguien es presentarse, ¿verdad? -sonreí inocentemente todavía sonrojada- Me llamo Nefertari Jareau, es un placer conocerlo, monsieur...

Esa situación era bastante extraña... ¿una mujer hablándole a un desconocido amistosamente en el bosque? Seguramente, muchas personas podrían llegar a pensar algún día que estaba bastante loca, pero eso no me era de mucha importancia. Todos podían pensar lo que quisieran. Aunque también era bastante raro que de lo primero que hablaran fuera un cuento infantil sobre una niña que se cuela en la casa de tres ositos... Recordaba que aquel cuento era uno de mis preferidos, pero me gustaban mucho más otros cuentos... Nunca había tenido uno preferido.

Era verdad que la muchacha no tenia cabello rubio como se suponía que la Ricitos de Oro debe tenerlo, pero el cuento de la caperucita roja no le gustaba, menos por que él tendría que interpretar el papel de lobo y eso era un insulto para el enorme ego del vampiro, jamás podría pasar por un canino de esos, por que en primer lugar él era un ser pensante, un ser que podía controlarse y reprimir sus instintos asesinos mientras que los lobos solo eran animales siguiendo sus instintos, una mueca que no pudo reprimir apareció en el rostro del vampiro pero que como llego se fue volviendo a esa sonrisa seductora que tanto le caracterizaba.

- ¿Ricitos de oro necesariamente tiene que ser rubia? ¿no podía ser llamada asi por que su cabello era tan hermoso que irradia luz con su belleza como el que usted porta? – un haz de su manga que tal vez solo era una patada de ahogado, pero el vampiro siempre tenia que tener la razón.

La joven seguía hablando y él solo la observaba, pero en especial observaba la delicada piel de su cuello y por un segundo pensó en tomar de ella de una vez por todas, al fin y al cabo para ello estaba ahí ¿no?, pero de nuevo sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando oyó el nombre de la mujer que lo acompañaba, haciendo una reverencia como era típico en los caballeros de la época.

-Lucian Verner – dijo presentándose falsamente, aun cuando la muchacha tal vez saliera con vida, tal vez no, jamás era bueno que supieran el nombre de su asesino, podrían intentar seguirle después de la muerte – creo que debería volver o seguir su camino, sea o no Ricitos de Oro, la zona es peligrosa para una mujer como usted - ¿peligroso? ¿Qué más podía ser peligroso en ese lugar que él mismo?