Given to the Grave [Bastian Mehler]

por Invitado Dom Sep 02, 2012 10:32 pm

«Carry me to my grave
when at long last my journey has ended,
on the path that leads from here into oblivion
and no more sorrow can weigh me down. »

-Pallbearer, “Given to the Grave”

«Quien tiene paciencia, obtendrá lo que desea.»
--- Benjamin Franklin

Conforme pasaban las noches, Emil comenzaba a desesperarse más, tenía datos sueltos, relatos de la gente, personas que aseguraban haberlo visto, pero nada concreto, nada de lo cual asirse para justificar su estadía en París, Teszka no estaba más contenta que él, ambos salían por las noches y regresaban al amanecer con las manos vacías, pero ambos estaban entrenados para no desesperarse, para ser cautelosos, aguardar con estoico entusiasmo entre las sombras, la presa caería en la trampa si la virtud estaba de su lado.

Mientras, desde luego, su sangre hervía gritando por vidas vampíricas y de otros seres malditos, y su frustración era descargada por noches teñidas de rojo bajo su sayón bendecido por la Iglesia Rusa Ortodoxa, pero su ímpetu laico movido por el entrenamiento bien aprendido. Así pues esa velada salió ataviado como de costumbre, ropa cómoda para el combate, con miles de bolsas secretas que guardaban todo tipo de armas, un guerrero listo para la batalla, un soldado caminando al campo de guerra. Treszka también saldría y aunque era una mujer, su mujer, confiaba plenamente en sus capacidades.

Caminó con paso apresurado una vez en las calles de París, se movió por el centro de la ciudad un par de horas, fuera de prostitutas y borrachos, le pareció una noche especialmente quieta, eran jornadas así las que le parecían más peligrosas, como si algo se fraguara en las sombras. Siguió avanzando casi en una línea recta hasta que atrás dejó las arterias más concurridas de la urbe y sus pasos lo llevaron hasta los callejones sórdidos infestados de mugre, escuchaba risas arrastradas de hombres, perros aullándole a la luna (que menguaba, por lo que un encuentro con un hombre lobo era una posibilidad nula), el viento golpeando por los muros que formaban un laberinto rácano. Su oído se aguzó cuando escuchó algo más a parte de los sonidos de la noche y se pegó a la pared, miró a un lado, luego a otro, su entrenamiento había sido lo suficientemente efectivo como para discernir entre ruidos que podrían ser llamados normales y ruidos provocados por seres sobrenaturales. Sonrió de lado, esperó hasta que una sombra fue proyectada en una de las paredes y entonces adoptó una posición de ataque.

-Acércate –susurró para sí, ansioso por la batalla.

por **Bastian Mehler** Miér Sep 12, 2012 12:07 am

La diferencia entre los seres humanos y los animales salvajes es que los seres humanos oran antes de cometer un asesinato Friedrich Dürrenmatt

Aquella noche Bastian habia salido como hacia tantas noches atrás a una taberna de mala muerte, viendo a sus presas de esa noche, el viejo vampiro griego odiaba Paris, siempre había lo mismo, prostitutas y jóvenes inexpertos que pagaban cualquier precio para quitarles la virginidad, como si de una enfermedad se tratará, hombres borrachos, orinados, a un paso de la congestión alcohólica, ningún reto, y aquella escena, le daba repudio, se sentía fuera de lugar, odiaba Francia…

La noche apenas comenzaba y su único deseo era volver a casa, para cubrirse de los rayos del sol que aun faltaban por aparecer, ya había abandonado aquel tugurio, hacia un rato y andando por las estrechas calles, el silencio se hacía presente, no se oía nada más que sus propios pasos sobre el suelo empedrado, la brisa cálida que corría por aquel lugar, acariciando su rostro, trayendo hasta él, el aroma de tierra mojada.

Siguió andando calle abajo, dejando alguno que otro bar abierto a sus espaldas, no había nada fuera de lugar, andaba sin rumbo fijo, esperando al menos cruzarse con algún humano del que valiera la pena alimentarse, necesitaba compensar el alcohol que llevaba en el cuerpo, entonces fue cuando lo vió, aquel hombre que por su pinta y su modo de caminar, ese “entrenamiento” que preparaba a los cazadores, parecía que necesitaban a algun ser que les explicara lo ridículo que era verlos aparentar ser normal, movió su cuello de un lado a otro la noche iba comenzando, ya lo habia dicho y al parecer tendría algo más que hacer que volver a casa.

Siempre era bueno beber de un cazador, era como cuando los niños volvían a casa con algun insecto, alguna novedad que mostrar a sus madres, asi se sentía él, probando y encontrando un nuevo espécimen para la colección de rarezas.

De un momento a otro habían llegado a un callejón no muy lejano, entonces era momento de hacer notar su presencia, sus pasos sigilosos se acercaban hasta el hombre por la espalda, la oscuridad no dejaba ver su cuerpo, la luz de la luna que se proyectaba en aquella zona de la ciudad dejaba ver la mitad de su rostro y su sombra se proyectaba al frente en una pared.

Una risa sombria de parte del vampiro, a paso humano se acercó hasta su oído - ¿Asi de cerca? – antes de que pudiera atacarlo se movió hacia un lado escondiéndose entre las sombras, no era que quisera sentirse superior… él era superior, y se divertiría con él conforme siguieran en aquel juego – a veces, deberían enseñarles a los humanos que traer un par de armas no los hace seres invencibles… tal vez sea su ego más grande que su fuerza. - aun oculto entre las sombras, podía vislumbrar y oír la respiración del cazador, si el cazador pudiera ver su propio rostro vería la sonrisa que no desaparecía del perfecto rostro vampiro.

por Invitado Jue Sep 27, 2012 1:08 am

Entornó la mirada, una mano se ciñó al mando de un cuchillo largo, uno que remitía a las viejas dagas de guerra troyanas, con esa forma mediterránea y con grabados en su hoja, en las armas de Emil, sólo palabras en un búlgaro olvidado. Apretó aquel mango de acero y hueso, aguardó como el depredador aguarda en la estepa, silencioso y paciente. Entonces aquella voz cerca de su oído, apretó los dientes no por lo que decía, sino porque se hubiese podido acercar tanto. Dio un salto no muy alto y no muy largo, sólo para apartarse de ese aliento putrefacto del muerto vivo y sacó el arma con hoja de plata. Una daga insignificante si se tomaban en cuenta las habilidades de su enemigo, pero claro, Emil no tenía un as bajo la manga, tenía una baraja entera.

Rio con beligerante cinismo, y jugó con el arma en su mano, se tomó la libertad de bajar un poco la guardia. Venía la tediosa parte en la que el vampiro explicaba por qué era superior a él, ya conocía todas las retahílas al respecto, las conocía de memoria, todos esos seres pecaban de lo mismo, cojeaban de la misma pierna, su supuesta supremacía los dejaba ciegos y eso era lo que Emil aprovechaba. Movió la cabeza para tratar de descifrar la forma que no lograba ver causa de la obscuridad, si bien la luna era una buena fuente de luz (a pesar de menguar esa noche), las estrechas calles jugaban en su contra y creaban un ambiente propicio para el escondite.

-¿No te mordiste la lengua? –su risa se había extinguido pero la sonrisa retadora y ufana se quedó en su rostro, el arma empuñada en una mano como si de ella dependiera el destino, no sólo de su vida, sino de todos los seres en el universo-, ¿no son los tuyos los que son aplastados por el propio peso de su ego? –continuó preguntando aunque se trataba más de cuestiones retóricas. No hacía falta que el otro se anunciara como vampiro, el búlgaro tenía bastantes años haciendo aquello como para no saber distinguir.

-Hablas con tanto desprecio de los mortales, ¿es que acaso nunca fuiste uno? –Su voz se tiñó de burla y avanzó un paso, quiso dar otro pero se detuvo y se quedó así, como a la mitad del movimiento –si eres tan superior a mí, si tus… dones –hizo una entonación sarcástica en esa palabra –son mejores que mis armas, no sé por qué no te muestras –pausó y tomó aire -¡oh! Gran vampiro, muéstrame el rostro de mi verdugo de esta noche antes de sucumbir ante tu enorme poder –todo aquello fue dicho un dramatismo falso adrede y sorna acentuada. Juntó ambos pies y se quedó de pie en medio del callejón, esperando, sosteniendo el cuchillo con fuerza, jamás soltándolo. Sí, lo estaba provocando, no tenía miedo, conocía los riesgos del camino que había tomado, que toda su familia había tomado hace siglos. Era un Wenkoff, había nacido para cazar.

por **Bastian Mehler** Sáb Oct 27, 2012 12:01 am

“cazadores, cazadores, cazadores” era lo que se repetía en la cabeza de Bastian, “siempre tan prepotentes”, se preguntaba constantemente si sus aires de grandeza en los humanos eran como un escudo invisible que se desvanecía al primer ataque, y el cuchillo largo que usaba como arma no era más que un mondadientes que no servía de mucho, el vampiro conocía muchas tácticas diferentes de lucha de varios cazadores, rara vez alguno alcanzaba a lastimarlo, pero jamás llegaban a cumplir su objetivo, pues se veían muertos, su vida se apagaba de un momento a otro muchas veces no necesitaba tomar de ellos, a veces no era necesario, rara vez una sangre le atraía, como en aquella ocasión que solamente estaba jugando, así se sentía, como quien juega con una mascota, por más que salten para alcanzar el palo, jamás será suficiente.

El rostro de Bastian mostraba su indiferencia ante la situación era como si no estuviera ahí, al contrario era como ser el simple espectador, aun siendo participe, pero una sola palabra del cazador, una sola palabra lo hizo volver en si ”dones” , ahora aquel rostro indiferente se vio transformado por una sonrisa de oreja a oreja que dejaba ver sus colmillos en todo su esplendor, ¿quería jugar? Apenas venia el calentamiento, usando sus dones, uno de ellos infringir dolor con la mente, seria el primero que utilizaría.

“Es muy pronto Bastian” se decía, mientras el humano seguía intentando darle en el ego ¿no veía? Aquello le divertía más que fastidiarle.
-¿quieres conocerme? Te daré el honor que me conozcas – dijo al final rompiendo el silencio, acompañando a su voz con una risa sádica, la noche los envolvía y la luna sería su única espectadora… la luna su compañera de caza desde tiempos inmemorables, subió la mirada a ese lucero al cual le tenia culto desde que era un hechicero, despreciaba a los humanos sin poderes, humanos comunes y corrientes, él, por suerte jamás había tenido que ser uno de ellos, siempre estuvo sobre de ellos, era parte de su naturaleza, su poder se activo con su ultimo pensamiento, empezó con una jaqueca tan insoportable que haría que el cazador se hincara, pero no lo suficiente para hacerle daño, los pasos de Bastian iban acercándose

-Es repugnante que quieras compararme con un humano común, como tú, tan insignificante como una rata. – caminó hacia el frente hasta quedar a un metro de distancia del cazador, con la cabeza inclinada, pasando la lengua por la punta de uno de sus colmillos.

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