Noche estrellada (Benji)

Una noche más bajo el cielo iluminado de París sería demasiado. Esa, sería especial, iría a admirar la belleza del universo fuera de todos esos focos que me impedían observarlo en todo su esplendor.
Caminaba, esta vez con mis ropajes caros pues había salido con permiso de mi institutriz, por la húmeda tierra que rodeaba a un inmenso lago.Mi vista vagaba por la superficie cristalina que se insinuaba como un espejo a la luna, la cual, por desgracia, no era llena. La brisa agitaba suavemente las hojas de los árboles creando una suave melodía susurrada, una nana de la naturaleza.

Mis pasos me guiaron hasta un embarcadero de madera. Al andar sobre él, los tablones crujian bajo mis pies pero no le di importancia, lo peor que podría pasar era mojarme.
Por suerte no pasó eso y conseguí llegar hasta el borde donde tras quitarme los zapatos con cuidado y las medias, levanté mi vestido hasta las rodillas esperando que nadie me observara ya que sería una escena bastante poco propia de señoritas decentes de alta cuna aun que todos me daban exactamente igual...

Mis pies rozaban el agua y salpicaban el aire cargado de aroma primaveral, el cual parecía estremecerse al sentir el frío contacto contra él. La idea de sentarme y dejar mis piernas sumergidas me había asaltado en varias ocasiones de forma muy tentadora pero conseguí retener los impulsos.

La temperatura de la noche era perfecta. Ni fría ni cálida, tal y como me gustaba pero temía el encontrarme con uno de esos seres tan famosos de los cuales, varios rumores llegaron a mis oídos, sorprendiéndome. ¿Cómo podían existir los vampiros? Se suponía que no eran más que seres creados en la imaginación de artistas inovadores y morbosos.

El vestido se balanceaba suavemente como mi cabello e iba a sentarme cuando el crujido de la madera me sorprendió. Mi corazón empezó a latir con fuerza, como si quisiera salir de mi pecho e irse corriendo lejos de aquel miedo que me invadía pero al mirar hacia atrás y ver una silueta masculina con un aspecto nada peligroso-aun que sí imponente-sonreí con amabilidad antes de percatarme de mi vestido.

Lo acomodé correctamente con mis mejillas sonrojadas antes de volver a mirar al joven que, pese a la escasa luz, se apreciaba realmente apuesto.

-Buenas noches, milord-dije educadamente acompañándolo de una leve y casi imperceptible inclinación de mi cabeza.

El rostro del joven adquirió una amable sonrisa lo cual me hizo relajarme y bajar por completo la guardia. Llevaba alerta desde que salí de la mansión en el coche de caballos por las diferentes noticias que se me habían ocurrido creer pero el estar con un hombre que me inspiraba confianza, alejaba todos mis temores y eso que era solo un desconocido.

Sobre mi piel sentía sus ojos, no de forma obscena ni juzgándome, tan solo posados, acariciándome sutilmente. Su voz era tan aterciopelada como su mirada, y esto chocaba bastante con su impotente estatura que se acentuaba conforme se acercaba hasta pasar de largo y quedar frente al lago durante unos segundos. Este tiempo fue suficiente para admirarlo con todo lujo de detalles. Sus anchos hombros y su espalda le daban ese aspecto de masculinidad superior y al descender hasta el final de esta me sonrojé y aparté la mirada como si de un pecado se tratase.

Él se giró de nuevo hacia mi persona y, tenía razón, era lo que siempre preguntaban. Yo no era una doncella cualquiera. Por mucho que me quisieran retener, someter y convertir en una buena esposa, nunca lo lograrían pues mi lugar era ser libre y decidir por mí misma, pensar sin que nadie me chivase al oído el qué decír...

-Mi institutriz, cansada de que escapara, me dio su permiso para salir-respondí con una ladeada sonrisa. Mis ojos azul-grisáceo se posaron sobre los suyos, descubriendo la belleza de estos en todo su esplendor por la cercanía del momento.

En su rostro se reflejó la diversión que mis palabras le habían producido, hecho que me alegró ya que las personas tenían por costumbre escandalizarse ante mi sinceridad ¿o tal vez era la realidad que llevaba impresa el contárlo? Ignoré mis pensamientos para concentrarme totalmente en él y sus palabras, las cuales escapaban de sus labios mezcladas con la suave respiración que exalaba.

Lo peor de todo fue la razón que llevaba. No era seguro pero al menos tenía bastante mayor cautela el que la persona responsable de mí supiera mi lugar y no el desaparecer sin dar explicación alguna.
-Tiene razón, monsieur, pero ya me tiene aquí para protegerlo-bromeé mostrándome con él tal y como era, sin tapujo alguno excepto mi timidez que siempre me acompañaba como mi sombra.

Mi mirada se retiró de sus verdosos ojos para posarse en su mano. Estaba restregándola contra su pantalón. Nerviosismo. Me sentí mejor al saber que no era la única persona tímida de esos escasos cinco metros cuadrados. Cuando se aseguró de que estaba perfecta la tendió hacia mí pero yo no estaba segura si debía tocarlo. Si lo hacía tal vez no pudiera olvidarme de su tacto al igual que no lo haría de su voz y sus ojos pero, si no me arriesgaba, seguramente me arrepintiese...

Titubeé unos escasos segundos antes de posar mi delicada mano sobre la suya.
-Un gusto conocerlo, señor Lambert-dije amablemente con una sonrisa-Yo soy Elisabeth Delacroix-me presenté esperando que el rubor de mis mejillas no se apreciara bajo la tenue luz de luna y las débiles farolas alejadas

Su risa era suave y melodiosa, se me hacía realmente bella y no pude esconder una sonrisa. El hecho de poder ser yo misma con él era realmente agradable y agradecido. Por fin alguien con quien no callar mis pensamientos por miedo a ofenderlo o escandalizarlo. Al contrario, me siguió la broma logrando causarme una leve risa que me logró relajar.


Él por su parte también se había relajado notablemente ya que su mano no se encontraba tan rígida.
Al parecer, Benjamín, sentía cierto temor porque al menor movimiento yo fuera a salir corriendo o me rompiera en mil pedazos como una figurita de cristal. Aprecié esto en como su mano no se atrevió a sentir la mía con firmeza pero el solo roce de su pulgar en mi piel hacía cosquillear cada poro sometido al contacto. Mi labio inferior estaba aprisionado entre mis dientes a la espera de aquel beso, de sentir efímeramente sus labios en mi tez. Cuando esto ocurrió mis mejillas aumentaron su rubor y mis tímidos ojos lo observaban con detenimiento.
¿Cómo un hombre así podría tener esa delicadeza?

-Por supuesto, Benjamin. Espero que no le moleste que exija igualdad de condiciones-comenté con una sonrisa mientras él soltaba con delicadeza mi mano en su lugar sin movimientos bruscos ¿cuándo dejaría de verme frágil como el cristal?

Después de esperarlo, dejó ver su perfecta dentadura en una sonrisa con mezcla de jocosidad y agrado lo que hizo que en mi rostro apareciera otra, sincera, pues no me gustaba fingir en ningún aspecto. Las manos que caían inertes a los costados de mi cuerpo las moví para dejarlas sobre mi falda con ese recatado gesto. ¿Por qué diantres no podía tener bolsillos ese ostentoso vestido?

De nuevo, como salido de la nada, un nuevo comentario suyo, totalmente diferente y con la total confianza me sorprendió. Mis mejillas se encendieron más aún. ¿Qué debía decírle?. Por primera vez en mucho tiempo, un comentario me había dejado sin palabras algunas.
-Yo...esto...es por...el calor - respondí nerviosa aun que también era cierto en parte. El calor que producía el roce de su piel, su mirada sobre mí...

Sus pasos lo alejaron algo más de mí, de aquella peligrosa cercanía que me hacía temblar y sentir. Sentir no esta bien, no era parte de mis planes, no quería hombre alguno conmigo ni ninguna otra relación... o eso pensaba antes de conocerlo pues con él incluso atada, me sentiría libre. Sin observarme en ningún momento reparó en su repentina llegada y lo que yo realmente deseaba. Nunca buscaba planes al salir pero esperaba que aparecieran solos y el tener la oportunidad de conocer más a ese chico tan intrigante era algo perfecto.
-No te preocupes, no buscaba soledad, buscaba libertad-comenté caminando con lentitud hacia él.Quedé a su costado y me atreví a posar un delicadeza la mano sobre su antebrazo tras varios titubeos.-Tu compañía es mejor que cualquiera de las cosas que podría estar haciendo ahora mismo

Mi gesto parecía resultarle incómodo y atrevido ya que de nuevo empezaba a sentirse inseguro y nervioso pero al menos conseguí que de nuevo su mirada se centrara en mí en vez de eludirla observando la acuosa superficie.La sorpresa se reflejó en sus claros ojos los cuales se centraron en mi mirada, demasiado inocente para el gusto de muchos. Atrevida-me reproché a mi misma. ¿Cómo se me había ocurrido?

La mano que tenía posada en su bíceps me temblaba y un cosquilleo inédito recorría mi estómago como si miles de hormigas lo surcara pero me obligué a retirarla. La dejé caer de nuevo sobre la falda mi vestido notando como el calor de mis mejillas se intensificaba al escucharlo titubear sin saber que decír al respecto.
-Lo siento...-susurré con la vista fija en el suelo. Tan si quiera creí que podría escucharlo pero en ese momento no daba a más, quería que la tierra me tragase por completo. Así desaparecería cualquier rastro de mi estupidez de la faz de la Tierra.

Me atreví a observarlo de nuevo con timidez. Rascaba su nuca como un niño cuando no le salen las palabras lo cual produjo una leve sonrisa en mí. Sus características opuestas no dejaban de sorprenderme, lo que sabía claro es que era un muy buen hombre y la que se adueñara de su corazón sería una afortunada.

Sus palabras me devolvieron la seguridad en mí misma y logré sonreír abiertamente, feliz de no haber estropeado aquel momento con un descarado gesto que intentaría no volver a hacer por si él no lo deseaba.
-Solo fui sincera, no tienes nada que agradecer-respondí cortés disfrutando de nuevo de la leve caricia de sus ojos. Delicado, dulce, cortés...propio de una dama pero a él le quedaban demasiado bien con toda su masculinidad.

Esperé en silencio a que continuara hablando. Esos escasos momentos de silencio me dedicaba exclusivamente a imaginar escenas que podrían ocurrir en las novelas románticas pero jamás en la vida real. Él era todo un caballero y yo toda una señorita aun que a veces no lo pareciera. Sus palabras no se hicieron esperar. Él había buscado soledad y por desgracia se había encontrado con mi persona aun que al dejar las dos frases a medias no pude entender bien si se alegraaba de tenerme junto a él o me pedía cortésmente que me marchase. No necesitó palabras, su sonrisa lo dijo todo.

-Y...¿Qué pensabas hacer en este lugar?- lo interrogué. Me dediqué a mirar el agua con deseo. La tentación de lanzarme y sentir la fría agua aliviando el calor que el pesado vestido me producía sería una delicia, solo necesitaba un lugar donde nadie mirase, al menos nadie que se escandalizase. No me fijé en que estaba mordiendo mi labio inferior hasta que comencé a sentir un oxidado sabor que me devolvió a la realidad, logrando que dejase de hacer ese gesto tan propio de mí...

Aun que mi vista estaba fija en algún punto inexacto de aquel lago, sentí con total nitidez su mirada en mí. Era una sensación abrumadora que conseguía acelerar mi respiración y lograr producirme un nerviosismo impropio de una simple mirada. Cuando sus ojos se apartaron de mi delicada piel fue como si me librara de un gran peso pero a la vez, extrañaba aquellos ojos observándome. No se hizo de rogar demasiado antes de volver a notarla, lo que me hizo sonreír a pesar del leve dolor por la pequeña herida que me había causado sin querer mientras esperaba su respuesta.

Repitió mi pregunta solo por costumbre y énfasis pero aun así asentí con la cabeza fijando mi mirada en él. Tenía dibujada en sus labios una sonrisa que le daba una apariencia más atractiva si es que eso era posible y supuse que era por la idea original que había tenido en mente. ¿Tal vez cazar a alguna señorita?. La idea me logró provocar un nudo en el estómago ante la idea de dejarme seducir por él, idea que, para mi extrañeza, me parecía tentadora.

Adoptó una pose típica de los caballeros de la época, pose bastante distinguida mientras respondía de forma evasiva antes de explicarme el que, a mi parecer, era el verdadero motivo, zambullirse en aquel agua que incitaba a ello.

Sonrojada, bajando mi mirada al suelo, conseguí la fuerza suficiente y las palabras adecuadas para proponerle el bañarse a pesar de estar yo ahí, es más, el bañarme con él. Volví a levantar la vista hacia sus ojos con una ladeada sonrisa esperando no parecerle una descarada por mi ocurrencia. La mejor forma de decir las cosas siempre era de forma inteligente y eso haría.
-Bueno, puedo compensarte. Podríamos nadar un rato aun que el tema de la soledad...-propuse pero al final de la frase me callé al observar un pequeño detalle. ¿Cuándo habíamos empezado a tutearnos?

Tardó en responder o, tal vez, es que no asimilaba todo el hecho de que le propusiera algo así. Ya me estaba esperando la peor de las reacciones cuando habló de nuevo con tono de sorpresa pero, no fue un reproche ni una exaltación, tan solo incredulidad. Hice un leve gesto de asentimiento con la cabeza aun que no fuera una pregunta pero lo usé como escusa para poder mirarlo de nuevo a la cara. Mostraba una sonrisa y me miraba. ¿Cuánto tiempo llevaba mirándome?¿Tal vez me veía mal en algo?- me pregunté nerviosa e insegura de mi misma ya que nadie nunca me había hecho sentir así.

Su respuesta fue decidida, segura por lo que recuperé de nuevo la sonrisa con ánimo para mirar mi vestido. El corpiño no podría quitármelo sola ya que estaba atado fuertemente desde atrás y, la idea de bañarme con el vestido o alguna de las prendas interiores estaba descartada ya que se estropearían y luego vendrían las preguntas, preguntas que prefería evitar.
-¿Me ayudas?-pregunté con timidez, poniéndome de espaldas a él para que desatara mi parte de arriba. Él seguro que ya había visto cientos de mujeres desnudas por lo que una más no significaría nada. Intenté centrarme en esa idea para vencer al pudor que me embargaba por completo.

Crucé los brazos sobre el pecho para que al abrirse no cayera dejándome completamente al descubierto. Con la mirada recorría el lugar, nadie pasaría por ahí a esas horas por lo que no nos teníamos que preocupar de ser descubiertos. Los juncos rodeaban el lago ofreciendo una protección extra que me tranquilizaba.

Sentí sus manos las cuales no se hicieron esperar demasiado para desabrochar el corsé. Por suerte parecía no costarle demasiado a pesar de la fuerza con la que solían anudarlos. Me dediqué a centrar mi mirada al frente, los verdes árboles y el suelo terrenoso para no pensar en sus manos desnudándome.
-Gracias-susurré cuando lo logró y reparé en que, de todas formas, debia de dejar caer el corpiño al suelo para retirar mi falda.

Dejé caer la prenda sintiéndome totalmente expuesta como si ninguna prenda me recubriera a pesar de las largas capas que aún quedaban sobre mi cuerpo. Me dediqué a desabotonar la falda que gracias a dios, no me había puesto con can-can esa noche.

Su pregunta me sorprendió enormemente en medio del silencio y lo miré. Esto fue un grave error ya que él también se encontraba desvistiéndome y esto provocó mi sonrojo y que por culpa de la torpeza, mis dedos no acertaran con los botones.
-Pues no, esta fresca pero no es algo exagerado-respondí dejando caer también la falda.

Ahora quedaban por quitar mis zapatos, el corset interior, las medias con ligueros y por último el culotte. Todo eso era muy complejo pero ya había adquirido experiencia de sobra con todo eso.