Alecto César [Un rey sin corona, una bestia sin ataduras]

Datos Básicos:

- Agilidad y reflejos sobrehumanos: Habilidad para moverse con más soltura por un sitio, utilizando brazos y piernas reaccionando mas rápido que un humano normal.
- Sentidos aumentados: Aumento de percepción en los sentidos de la vista, el olfato, el gusto, el tacto y la audición.
- Clarividencia: Es la habilidad de encontrar a cualquier persona, aún sin haberla visto, teniendo como referencia algo de la persona o una foto.
- Control mental: Poder para controlar las acciones o el razonamiento de otra persona.
- Infringir dolor por medio de la mente: Capacidad que consiste en infringir dolor a una persona, esto solo funciona por medio de la concentración mental y el contacto visual.

El tipo de rostro sugiere que se preocupa más por las mujeres que por los hombres por lo que fue un gran padre con sus hijas en el pasado, pero de seguro exigente con los varones. Asimismo, antepone las necesidades de las féminas sobre las de sí mismo aunque parezca lo contrario, en su perenne comportamiento enigmático.

Su nariz tiene una leve desviación producto de una escaramuza. El puente alto y recto con la punta de la napia redonda y las aletas llenas a cada lado implican que tiene buena suerte en cuanto a riqueza. Las ventanas de la nariz que casi no se ven cuando se le mira de frente sugieren que tiene capacidad de mantener dicha fortuna; el que apunte directo hacia abajo en el medio del rostro implica un hombre equilibrado al gastar su dinero: haciéndolo tanto para las mujeres que le rodean, como para sí.

Observando a “las ventanas del alma”, el breve momento del contacto visual con el vampiro hace sentir cómodo al contrario que tenga un carácter firme o quizá nervioso al pusilánime, puesto que es directo, de forma limpia, nunca timorato y mucho menos dubitativo, lo que señala a una persona segura, madura, sincera. Sus ojos rectos indican una perspectiva más lógica.

Las cejas espesas son signo de sabiduría, de fuerza de ánimo, de sano criterio y de talento. El hecho que sean más curvadas señalan a una mente más emocional. Ambas tienden a curvarse hacia arriba de los bordes de la cara, lo que indica optimismo.

Los labios delgados le definen como una persona controversial, con una mente aguda y gran habilidad para comunicarse. ¡Quien quiera discutir con él está destinado a perder! La línea que bordea los labios es más marcada, lo que da fuerza a la mejora en la comunicación. Los labios naturalmente curvados hacia arriba dan el mensaje de que es una persona, se insiste, optimista.

Las orejas pegadas al cráneo implican que sabe escuchar. El que la punta de los pabellones estén más alto que las cejas dan idea de la inteligencia tan aguda y la inclinación a lo espiritual que, a pesar de todo, tiene.

La frente elevada indica un hombre generoso y un sano criterio. El que ésta sea grande, anuncia el valor que el hombre tiene, sobre todo porque es casi cuadrada.

Partiendo de una línea que divide el rostro de lado a lado teniendo como punto inicial los ojos, manifiestan una postura más práctica, realista y aterrizada.

La tez blanca, un tanto bronceada y ahora, pálida por los efectos mismos de la transformación aunque tras alimentarse, vuelve a ese instante saludable de cuando le convirtieron no es más indicativo de la posición social que tenía, por el tipo de cuidado que se le otorgaba, por lo que era un hombre de clase muy alta.

Los cabellos gruesos y cortos, indican que es vigoroso, altivo, intrépido, audaz, turbulento, inclinado a veces al dolor y a menudo más feliz de lo que merecería. El que sean oscuros son un indicio también de fuerza, energía y talento militar, aunque le acompaña a menudo el genio.

Su voz clara y sonora designa el ingenio, el amor propio, a veces la sinceridad y más a menudo a una disposición a las baladronadas.

Sus ropas siempre conservadoras denotan a alguien que está diseñado para seguir los comunes estándares, a mantener algo dentro de sí y que no cambie al paso del tiempo. La elegancia en los cortes y lo caro de las telas señalan que está acostumbrado a tener el poder, la voluntad, el liderazgo. Ésta es la prisión de su furia que contrasta con la apariencia de total relajación, la tapadera de la bestialidad que con frecuencia emerge de él y se muestra ante los que le castran la paciencia.

El bastón en la mano es un recordatorio de quien es: el asesino de su creador. Justamente ese objeto es propiedad del finado, Alecto lo lleva en señal de supremacía animalesca. Un macho que ha triunfado sobre el otro denotando su superioridad.

Los modales lo definen como un caballero aunque los días previos o de luna llena pierde con mayor facilidad los cabales siendo capaz de gritar y hacer aspavientos. Es un hombre muy agresivo en esos instantes, lo que se denota en sus mohines y uno de ellos es su costumbre de golpear y aventar objetos para causar un estupor que sea el fondo para sus palabras cuales dagas. Contrastando al paso del tiempo y descontrolando a sus rivales cuando sus movimientos calculados y finos vuelven a ser su firma tras el ciclo de la argentada diosa de la noche.

Una sola palabra lo define: autócrata. Eso le obliga a tener el control en todo momento y lugar. Eso incluye a las personas, también el tiempo, el destino. Las Parcas deben estar bajo su zapato y los hilos serán cortados cuando él diga y de la forma indicada de lo contrario no se hace absolutamente nada. No hay algo más satisfactorio que mantener a todos dentro de su puño y decidir las siguientes acciones. Por eso se frustra cuando una persona quiere imponer su idiosincrasia. ¿Acaso hay alguien mejor que él para liderar? No. La autoridad que ejerce es directamente proporcional al control que tendrá e inversamente proporcional al deseo de que alguien quiera meter sus narices en su territorio. Sí, es justamente un protector de lo que es suyo.

¿Tiránico? Es una palabra muy suave para lo que en realidad es. ¿Despótico, cruel, arbitrario, imperialista, opresivo, dictatorial, totalitario?. Si le dices así, le verás sonreír y decirte: "Gracias, pero todos esos adjetivos son sinónimos de la misma palabra." Lo peor estriba en que no le importa ni un pepino lo que piense tu cabeza sobre él. Mientras las órdenes sean cumplidas y la maquinaria de su realidad esté aceitada, las molestias se las lleva el viento y él continúa dando golpes en la mesa, soltando gritos, rascándose la yugular y en los peores casos, soltando palizas a diestra y siniestra hasta que todo se hace como él manda y ordena.

Si autócrata lo define, bravucón lo caracteriza por su fama de asesino, truhan, tipo duro, imbatible, oscuro y que le encanta atormentar a los débiles, no tiene nada que ver con un ser que sólo habla por hablar. Tiene que actuar y establecer precedentes. Las cosas tienen que salir como él quiere, no hay nadie que pueda decirte cómo deben ser. Los que le contrarían dejan en la mesa una marca de su cabeza para enviarla a un artista y que la inmortalice en yeso. Respeta el poder y la fuerza, sabe que existe gente así, pero pocos son los que le encaran. Cuando lo hace alguien puede que le haga caso, pero sobre todo, que lo respete. ¿El miedo? Una llave para llegar al destino. ¿El terror? Una forma de obtener cooperación. ¿El pavor? El alimento de su sangre.

Hay que imponer la fuerza y el poderío, el liderazgo y el terror sobre los demás en caso necesario. No hay nada más divertido que presionar, chantajear, sobornar, golpear, ofender, estresar, intimidar y acosar a todos aquéllos que desprecia, los cuales no son pocos. ¿Bondad, piedad? Mira su mano izquierda y cuenta con sus dedos para ver el número de los que así considera y sabe de antemano que no hay más que empezar en el "uno" y se acabó. Ese es el único que vale la pena proteger porque sí, a pesar de su forma de actuar, hay alguien que ha logrado atravesar su coraza como una flecha. "Tú y sólo tú. Sabes que no te olvido aunque me vaya"

Sus constantes idas y venidas por el mundo en compañía de las experiencias obtenidas con frecuencia le obligaron a olvidarse de la educación instaurada por la sociedad humana. El que su Creador destrozara las últimas amarras que le ataban a los mortales forjó su futuro. Así pues, Alecto no obedece los valores humanos si no su propia Senda de Iluminación. Una filosofía de vida que debe seguir para que su mente no se encuentre en un instante de contradicción de su moral. Es esa ética o ideología la que lo marca, la que le obliga a conducirse por el mundo aferrado a los estándares de su jerarquía de pecados en donde la infracción de uno de ellos genera un castigo dependiendo del nivel en el que se encuentre.

Las penas pueden ser desde una sesión de autoinfrigirse dolor, cortarse un miembro o incluso hasta la propia muerte dependiendo de qué tan mal se sienta por lo acontecido y su propia valoración del pecado. Es duro, es drástico, pero así es la vida. Debe tener su sistema de pesos y contrapesos. Y Alecto lo respeta como su máxima enmienda, sus 10 mandamientos, su única legislación,


Si a todo esto se le añade una "virtud" más: lo territorial que es con lugares y sobre todo, personas, se tiene a una bestia enfundada en un traje de cara manufactura dispuesto a saltar por encima de todos y controlar lo que se ha salido de balance. Dispuesto pues a confrontarse a cualquier persona para defender lo que es suyo, mantener el liderazgo, la opresión bajo su bota hasta que nadie pueda encarársele. Ni siquiera ella. Sobretodo ella. Ante todo ella.

Su talón de Aquiles, la cabellera de Sansón, el ojo de las Parcas, la corona de laurel bajo sus sienes.

Ella, la única que puede detenerlo.

Ella, la que tiene la exclusividad de dominarlo, destruirlo, pisotearlo... vencerlo.

Nace primogénito en el seno de la familia más importante de Roma. Tal su condición de heredero, es instruido en todo tipo de habilidades, desde conocimiento teórico en el que su mente es digna de alabanza, hasta adiestramiento físico-militar en el cual al inicio, pareciera no tener la mayor aptitud. Ningún ejercicio es capaz de sacar al guerrero que duerme en él, todo lo contrario, no es apto de reproducir o efectuar los movimientos para demostrar que puede continuar con el entrenamiento. Constantes fracasos le frustran y son motivo de decepción en su familia, pero sobre todo en su padre.

Sus mentores claudican y deciden que si no es capaz de forjarse como un guerrero, será como estratega y político. El cambio le parece, a Alecto, una afrenta a su orgullo. Así pues, a sus trece años toma las riendas de su corta vida. En el día se ocupa de sobresalir en todo lo que le enseñan sus tutores e incluso, se auto ayuda buscando mentores en otros conocimientos para el orgullo de sus padres, pero de noche...

Es en la oscuridad donde se obliga a entrenar con ayuda de un esclavo. Cae en incontables ocasiones, pero su empeño no termina. Es el hijo del César, ¿Cómo puede decirse que necesita de otros para defenderse? ¡Nunca!

A pesar de que pocas son las veces que convive con su padre, su relación es estrecha, pero quienes determinan con fuego su idiosincrasia son su madre y hermana. Es un hombre acostumbrado a tenerlo todo y el que sus mujeres le idolatren y consientan no ayuda a que su ego disminuya, si no todo lo contrario.

Conviviendo casi exclusivamente con ellas, entrega en la misma medida que le dan forjándose ese instinto animal de protección, posesividad, celos y pertenencia que aún ahora le caracteriza. Como un macho dominante, se dedica a rondar a sus hembras y todo aquél que se acerque es perseguido, presionado, sentenciado e incluso, si la situación se sale de control, desterrado bajo cualquier delito encontrado o inclusive, inventado con la finalidad de deshacerse de él.

Pocos son los que logran triunfar en cada prueba que Alecto impone. Con el paso del tiempo, sólo uno accede a uno de los tesoros más sagrados: su hermana. Es este noble persa quien se convierte en su mejor amigo y con quien descubre, en una escaramuza en que los traidores romanos buscaban eliminar al primogénito del César, la razón del por qué su pésimo desempeño en la pelea: Alecto es zurdo.

Baltasar ayuda entonces a su cuñado a entrenar. En Roma no hay soldados zurdos y la historia menciona a muy pocos, no así en Persia. Una vez tomada el arma y calibrada para su siniestra, Alecto encuentra por fin el gusto al entrenamiento y con él, la satisfacción de volverse un experto en el arco, para orgullo de su anciano padre y el resto de la familia.

Desterrado el único defecto, contrae nupcias y con la venida de un niño y dos niñas, forma su núcleo más cercano. Consentidor con sus hijas, se nota la firme convicción e ser más duro con el hijo. A pesar de todo, Alecto no es un mal padre ni esposo. Aunque participa con mayor frecuencia en las guerras en pos de territorio, no es un rival deshonroso.

Un día tras una herida de guerra, enferma. No pocos hombres dedicados a la medicina le revisan sin éxito. No saben qué le aqueja, pero alguien sí. Baltasar es quien se encarga de sanarle del tétanos, pero en el proceso Alecto se engancha con los cigarros liados a mano de cannabis. Así empieza su adicción.

Su padre muere cuando él acaba de cumplir los 27 años y es nombrado César. El gobernar, el ser el señor de tantas personas le cambia. Siente la presión de hacerlo todo bien, de llevar a su pueblo a la parte más alta de toda la sociedad en el mundo, que su padre esté orgulloso de él.

El período de su regencia es bueno, es un César justo, equitativo, preocupado por su pueblo, porque no le falte nada. Y sin embargo, falla en algo. No puede saber que su juicio sobre una mujer le traerá la desgracia sobre su familia. Sobre su casa. Sobre él.

Manda la ejecución de una esclava sin saber su procedencia, es justo, pero otro no piensa así. Su presencia en la casa de Alecto deja tras de sí sólo sangre y desolación aunado a un César que araña el piso intentando controlar el dolor que la transformación le causa.

Su creador no sólo se fija en él por venganza, si no por los atributos que el César tiene. Fingiendo una masacre por un pueblo enemigo, es como inicia en realidad la guerra Romano-Siria.

Convertido en un vampiro, conoce a sus tres hermanos acostumbrándose a su nueva vida, aunque en apariencia es un fiel hijo de su creador, muy en el fondo alberga el deseo de la venganza y se entrena para ello.

Su creador no ayuda en nada a que ese odio vaya en detrimento. Lo fustiga con mayor fuerza conforme el ciclo de la luna obligándole a que la rabia esté en su punto más alto con la luna llena. Así, forma uno de sus defectos.

Logra escapar de su yugo y vaga por varias ciudades aprendiendo de todos aquéllos que le permiten su sabiduría y por ello los respeta. Es en Rumanía donde aprende la Senda que hasta el día de hoy sigue. Una que no duda en acatar con fe y devoción.

Hasta que sus pasos le guían a Agharta. De la mano de la Shamballah aprende muchos conceptos nuevos, pero sobre todo, del Sanat Kumara, de sólo verlo porque no acepta en esos momentos pupilos, entiende que quizá esta ciudad de sobrenaturales no es sólo un trozo de papel, si no una realidad bien equilibrada y que lleva una planeación obsesiva y perfecta.

Él quiere hacer algo así. Dominarla, ser alguien dentro para ir colándose de a poco hasta lograr hacerse del control de todo el lugar. Sin embargo, alguien lo nota: la Shamballah y le frustra sus planes poniéndole ante sus ojos a su Creador. Alecto intenta ignorarlo, pero a lo que no puede darle la espalda es a la hermosa creación que está tras el antiguo.

Su hermana Ylithia. La belleza hecha mujer y entiende que no amó a su esposa tanto como ahora sólo siente pasión por la vampiresa. Sus sentimientos aturden su mente, conforme a su senda encuentra que es adecuado tenerla consigo, un símbolo de su poderío si la mantiene a su lado y así se propone lo imposible: conquistarla.

La galantea, la persigue, se mantiene tanto tiempo a su lado que es imposible que ella pueda pensar en otro que no sea él, pero lo hace. Ylithia, la mujer más deliciosa es amante de su creador. La frustración lo llena, lo enloquece, le forma una obsesión que no termina cuando logra su objetivo de arrebatarla de las garras de aquél vampiro para hacerla suya.

La época dorada de su felicidad vuelve y en su ineptitud piensa que durará esta vez. Falso, a pesar de contraer nupcias con ella, su Creador vuelve de una forma abrumadora. Alecto no está dispuesto esta vez a sacrificar nada y en su lugar, realiza un pecado mayor conforme su escala de valores: mata a su Creador, al que por más golpes que le heredó, le tuvo respeto.

El destierro de Agharta no se hace por la Shamballah, él mismo es quien se castiga con lo que más desea: un lugar donde estar con Ylithia donde nadie pueda molestarlos. Un paraíso. El único favor que le pide a Astrea es que mantenga oculto que fue su determinación y no la de la Líder en Tiempos de Paz el que lo alejó de Agharta.

Sabe que la rabia de Ylithia a pesar de los mejores momentos que pasaron juntos, será la responsable de la ruptura de su relación. No entenderá de razones, mucho menos justificaciones que Alecto no le dará. Él acata sus actos. Aunque eso signifique perder a la vampiresa que ama.

☼ Espera paciente la llegada de Ylithia a París, la ha estado siguiendo con el poder de su sangre desde mucho antes que ella abandonara Agharta.
☼ No está peleado con Astrea, todo lo contrario, antes de su desaparición, ella le daba noticias del estado de Ylithia.
☼ Ha pulido sus habilidades bélicas con su mano derecha, por lo que oculta la perfección de su técnica al utilizar la izquierda para desbalancear a sus enemigos. Su siniestra es letal.
☼ Guarda una talla en marfil de un colibrí. Es lo único que le queda del recuerdo de su hermana.
☼ No tiene ningún amigo, pero no le importa. Sólo tener a Ylithia consigo y un lugar donde vivir con ella a su vera.

♫ Hecho por Belcebú para sourcecode ♫