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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Mary Windsor Sáb Feb 07, 2015 7:27 pm

Bajo el cielo de Paris se oculta un secreto. Se reviste en vestidos de gasa vaporosos y ligeros, impregna de agua de rosas sus muñecas, su escote y su cuello expuesto. Tarareando una vieja canción de cuna, cepilla sus largos cabellos de ébano y los adorna entre enredaderas de perlas. Una vez lustrosa como un rayo de sol en primavera, anda por los pasillos de su propio palacio como un relámpago, siempre revoloteando, sin preocuparse ni por su cola ni por sus damas de compañía. No camina, corre. No abraza a las personas, les salta al cuello en entusiasta saludo. "Hoy es el día" anuncia a sus visitas.
Su actitud ligera e insolente confunde a sus invitados y hace reír a los sirvientes, quienes le asisten el carruaje con la displicencia y un cariño auténticos. "Hoy es el día" corean las voces y las palabras suenan a rumor de cascada...

Los corceles negros atraviesan las verjas del cerco dorado y se sumergen en las calles sucias y malolientes. El otoño ha caído como un cáncer sobre los arboles sin hojas y el pasto seco, el viento frio corta como cuchillas y hela la nuca de los transeúntes. Es un susurro helado, una promesa de la muerte y del invierno tan próximos... el carruaje avanza y dentro de sus paredes cálidas los jóvenes ríen y descorchan una botella de vino blanco.

---
¿Por qué brindamos ahora,  Mary?

La joven viuda modero su risa, sus labios se tensaron en una sonrisa más suave, mas nostálgica y mas enternecedora. Y pronto su mirada viajo hasta la copa de vino.

---
Brindemos por ellos, Lord Polignac, brindemos por las personas que estamos a punto de visitar...

Las copas chocaron al unisonó en tintineante promesa. En complicidad todos bebieron el último trago con el placer de la risa, la emoción y en algunos el desdén.  Pocos eran quienes aprobaban la salida y los motivos secretos de la tarde.... Entonces el carromato se detuvo, junto con los otros cuatro que le precedían. Mary cogió su abrigo, dedicándole una sonrisa entusiasmada a su dama de compañía, ignorando a la más de una de las aristócratas que miraba con curiosidad y nervio a través de la ventana.
Los guardias y las escoltas fueron los primeros en bajar, dedicando miradas sobrias a las desagradables callejuelas invadidas por mendigos, huérfanos, ladrones y mujerzuelas... Con una mano empuñando el arma de su cinturón, preventivos a cualquier provocación, los guardias se dedicaron diligentes a bajar los cofres y canastos de comida.

Los segundos en bajar fueron los aristócratas y los militares, galantes caballeros  que no tardaron en asistir a las damas que miraban el lugar con muecas ocultas bajos sus abanicos.
Bajo el cielo de Paris se oculta un secreto... y, este envuelto en abrigos, admira con desconsuelo al montón de motivos (las calles, la peste, la humedad, la miseria) que lo alimentan.

---
Y bien, damas y caballeros, ¿que estamos esperando?


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Mensaje por Henry Birdwhistle Vie Feb 13, 2015 12:33 am


El sol de aquella tarde era muy característico de los días que anteceden al invierno: de un tono amarillo nauseabundo, exactamente igual al de las hojas a medio podrirse y que se acumulaban por montones en las aceras parisienses. Alguna vez, hacía muchos años, días como esos solían poner al pequeño duque de Somerset enfermo, en ocasiones  incluso tenía que pasar algunos días en cama, consecuencia de una causa que la mayoría ignoraba y adjudicaba a un carácter enfermizo y débil. Pero esos tiempos habían quedado muy atrás. Ahora el joven Duque se había preparado con calma fría para su largo día destinado “a la caridad”, ocasión instituida de forma entusiasta por un pequeño grupo de viejas viudas a las que les sobraba tiempo y dinero en demasía. Ésa era claramente su forma de compensar la falta de una buena cogida. Y no conformes con derrochar su dinero, tenían que arrastrar a otros a su pequeño alarde de hipocresía mensual.

Durante los días previos, los pensamientos del Duque habían discurrido sobre la posibilidad  de inventar una excusa para faltar a su compromiso, encontrando difícil sobre ponerse al impulso de "salvarsea si mismo". Sin embargo cuando llegó la hora de la verdad el joven aristócrata se mantuvo impasible. Desayunó y subió al maldito carruaje al sonar las campanas que anunciaban el mediodía, como si se dirigiera realmente a algún sitio que le interesara. Luego, durante el largo trayecto hacia el lugar donde los “menos afortunados” recibirían algunas migas de los de arriba, el Duque observó, quizás con demasiada atención, como los carruajes que componían la “animada” caravana dejaban atrás rápidamente los jardines y las calles más lujosas de París y se iban adentrando más y más en inmundas y pestilentes callejuelas que sólo el mismísimo Lucifer encontraría placentero por el parecido con su propio y pequeño infierno.

Fue entonces, cuando llegaron al más mal oliente de los lugares, que los coches se detuvieron. Los pobres diablos que jugaban el papel de guardias y escoltas, fueron los que tuvieron que salir primero para trazar un perímetro en torno a los coches. Luego llegó el turno de los aristócratas. Casi se podía palpar el arrepentimiento en el aire, parecía que todos encontraban difícil recordar porque demonios tenían que bajar de sus lujosos coches y exponerse a la plebe y su mugre. Todos dudaron… bueno casi todos. Henry sonrió observando a través de la ventana de su coche, a la joven Mary Windsor descender del carruaje auxiliada por uno de sus guardias. Sí, podría ser que hacer caridad no fuera tan malo después de todo… si la susodicha viuda era una joven de buena familia y de generosos atributos.

El Duque bajó de su coche y ayudó a bajar algunas de las cajas que llevaban llenas de pan, verduras, frutas, y alguna ropa usada, todo un conjunto de cosas que venían a encontrar su fin en aquél basurero humano. Henry intentó no pensar en ello y luego fue organizando a sus propios hombres y un par de nobles, amigos suyos para acomodar todo de forma que fuera más fácil distribuirlo. De reojo ponía su atención en Mary pero la tarea le mantenía muy ocupado y a cierta distancia de ella. De ella, la única viuda que encontraba agradable entre todo el grupo de arpías arrugadas. Hacía varios años que la conocía, pero aquél día por un motivo u otro no lograba acercarse.

Los pobres no tardaron en irse acercando primero tímidamente y luego formando un verdadero caos de gente que se amontonaba estirando las manos huesudas en busca de su tajada. El apellido de algunas viudas destacaba entre las aclamaciones de las putas, los niños harapientos y los que podían pasar por leprosos; el nombre “Windsor” sobre salía entre los demás. A Henry no le gustaba nada como se estaban poniendo las cosas, así que ordenó a su pequeña guardia reforzar la seguridad en torno a las damas, acercándose el mismo a ayudarles y de paso vigilar a los zarrapastrosos que suplicaban por una limosna.

-Su carácter no termina de sorprenderme mi lady.- comentó situándose cerca de Mary para poder apilar algunas cajas con bolsas de grano a su lado, ayudándole a distribuir las cosas de modo que cargara menos. -Tantos años de conocerla y aún creo que es valiente en hacer estas cosas. No me mal entienda, la causa lo vale pero aun así… - se interrumpió un momento para alargarle algunas bolsas a una vieja con más hambre que dientes -… aun así muchas mujeres en la corte que preferirían mantenerse bien lejos de todo esto y enviar a sus criados a repartirlo las cosas. Creí que incluso los criados mandarían a sus criados a encargarse- soltó una carcajada dedicándole una sonrisa complice. –Creo que no deberíamos demorar demasiado… hay demasiada gente aquí- agregó observando a su alrededor con desconfianza. La gente seguía saliendo de hasta debajo de las piedras, multiplicándose en una enorme muchedumbre que no tardó en empujar y reducir el espacio dónde ellos se encontraban, cuasando la sensación de asfixia. Era definitivo, detestaba hacer caridad


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Mensaje por Mary Windsor Vie Mayo 15, 2015 10:54 pm

Llega un punto en que los desafortunados y los infames son agrupados, fusionados en un único mundo fatídico... Las paredes endebles de su infierno son construidas por la arena de la indiferencia y el ladrillo del despotismo. Trabajo y salario, comida y cobijo, salud y esperanza, para los condenados de este infierno, todo eso está perdido. Los miserables lloran bajo las estrellas de la noche esperando el amanecer, sin embargo la luz del día -apenas- se filtra por los barrotes que tienen por cielo y se funde con la sombra y la oscuridad encerrada en unas cuencas ojerosas.

El amanecer nunca termina de llegar. Y la muerte solo espera con paciencia.

El pueblo se retuerce y se aglomera alrededor de los donantes. A donde quiera miren, solo mascaras de pómulos hundidos te vuelven la mirada. El corazón de Mary se retuerce afligido, ¿temblaran los otros corazones de cristal? La desesperación, el hambre y el sufrimiento contaminan el aire en un hedor nauseabundo de putrefacción... y nadie quiere olerlo, nadie quiere verlo, nadie quiere -en la medida de lo posible- pensar siquiera en que es real, para -de ese modo- librarse de toda responsabilidad.

Pues bien, ahora la noble aristocracia francesa no puede hacer oídos sordos ni ojos ciegos a la necesidad. Son sus manos -¡Tan finamente enguantadas en seda!- las que tienen que sacar el pan y la lana para extenderla a los marginados. Son sus delicados oídos, acostumbrados a la distinguida música de orquesta, los que son agobiados por los gritos y los llantos. Son sus ojos -ah, sus ojos alzados, sus ojos fríos, sus ojos ciegos y un tanto despectivos- quienes tiemblan de terror y desprecio por esos a quienes la conciencia o el interés los obliga a corresponder.

Mary pudo haberse reído por la graciosa baraja de expresiones que su comitiva realizaba, pero la miserable a su alrededor le hacía imposible mover los labios de aquella mueca tensa.

--- ¿Sorprenderlo, mi señor?  Solo actuó conforme a mi conciencia.--- Alego la noble viuda, descubriendo una bolsa de terciopelo que albergaba cobijas de lana suave, extrajo una de ellas, la cual estaba envuelta en un listón azul. --- Somos responsables de su infortunio, todos nosotros...  Cualquier criatura sometido a la necesidad mas extrema es conducido hasta el límite de la ignominia. Somos las pocas esperanzas que les quedan para librarse de su terrible destino--- Mary suspiro, constantemente dudosa de los halagos de sus acompañantes, sobretodo de Henry. A veces se preguntaba cuanto tardarian todos, hasta el ultimo de los prospectos, en percartarse que su viudez seria para siempre.

La morena quiso acercarse al borde para extender los mantos a los pordioseros, pero los militares cerraron el circulo, tensos por la vorágine de empujones y alaridos. "Atrás, mi señora" Alego uno de los soldados, desenfundado su espada. Una de las viudas habia insistito en duplicar la seguridad, pero Mary sabia una cosa. Mas cabezas solo representaban mas riesgo...

--- ¡No le hagan daño a nadie! No venimos a pelear! --- Mary quiso volverse hacia las personas, muchas de ellas ya conocían su rostro y sus intenciones, no era la primera vez - ni esperaba que fuese la ultima- que la viuda Windsor visitara la zona. Quiso avanzar, pero fue el pecho de Lord Henry quien se lo impidió. --- Tanta gente como necesidad hay en el mundo, mi señor.... Mis señoras, suban al carruaje. Aguarden dentro, no teman. Los caballeros, por favor, monten dos filas, no hay necesidad de...

Y entonces un par de vagabundos escupieron al uniforme de uno de los militantes, y ese alguien rugió una maldición y lanzo un disparo a la amenaza. El desafío no era un plato al que estuviera acostumbrado a degustar.

El pequeño cerillo contra la polvora.

--- No, no, no! --- El primer impulso de ella fue adelantarse sobre el asesino, pero alguien mas la cogio de la cintura y la arrojo dentro del carruaje.  En el exterior los gritos y las maldiciones estuvieron acompañados del sonido de los golpes. Dentro las mujeres lloraban aterradas, fue Mary la primera en reaccionar abriendo la ventanilla del chofer ---... De la marcha! digale a los hombres que suban!  No quiero heroes, solo sobrevivientes! andando!  



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Mensaje por Henry Birdwhistle Miér Jun 03, 2015 5:38 pm

Los ojos de Mary reflejaban una mezcla de sentimientos entre la compasión, la auto satisfacción y algo más que parecía casi sugerir que algo en todo aquel espectáculo le divertía o al menos, le parecía entretenido. Si Henry no se hubiera visto obligado a interpretar el papel de alma caritativa y en su lugar fuera un mero espectador, observando a los nobles intercambiar monosilábicas oraciones y obsequios a aquellos seres que difícilmente parecían hombres y mujeres, tal vez entonces también él hubiera encontrado divertida la escena. Aun así, por más que le daba vueltas una y otra vez, no llegaba a comprender porque algunos se preocupaban tanto por los pobres y sus necesidades. Es decir, no es que fuera totalmente ignorante o ajeno a sus sufrimientos, sino que más bien, desde su punto de vista todos los hombres se veían en la necesidad de construir su camino, de abrirse paso entre la inmundicia; incluso la nobleza que parecía tener la vida asegurada debía entrar en esta lucha. Ellos también necesitaban mantener su rango y su fortuna a toda costa sólo que, en lugar de saltar sobre el enemigo con puñal en mano o arreglarlo a puño limpio, la aristocracia se ve en la necesidad de jugar un juego más sutil, y quizá por el alcance de sus repercusiones que pueden hacer caer generaciones enteras, llega a ser incluso, un juego más letal. Y además, él mismo había sido testigo de que existían otras muchas clases de marginación en la sociedad que incluso eran aprobadas por la iglesia y la ley, otros seres humanos señalados como monstruos y repudiados por todos. Incluso por los pobres. ¿Así que cual era la diferencia entre los andrajosos y el resto? Que en ellos su miseria era más evidente. Nada más y nada menos.

-Perdone mi sinceridad mi Lady…- replicó el Duque entregando una bolsa de patatas a un campesino -…pero creo que la única esperanza que tiene alguien de librarse del destino, no está en manos de algo tan voluble como el capricho humano. Quizá depende únicamente del azar o de algún poder superior… - se volvió para mirarla y fue entonces que vio relampaguear los ojos de la viuda y enseguida se escuchó un disparo. El gesto antes tan sereno de Mary se llenó de ira. No era difícil adivinar lo que había pasado: alguien había cruzado la línea y entonces las cosas se habían ido al demonio.

Henry mantuvo la sangre fría y atrapó a Mary en un segundo al notar sus intenciones de ir en defensa de sus mascotas. Resultó que la joven era fuerte cuando estaba cegada por la indignación y la furia, pero no lo suficiente para librarse de las manos del Duque, las cuales la obligaron a meterse en la calesa y quedarse allí, asegurándose de cerrar la puerta una vez que ella estuvo dentro. A pesar de ello la mujer todavía alcanzó a dar instrucciones en un intento de que los menos posibles salieran heridos.


-¡Ya escucharon a lady Windsor, en marcha!- Exclamó el Duque montando un caballo sin dueño. Esgrimió la espada que llevaba a la cintura y se interpuso entre la bayoneta de un soldado y uno de los desdentados. Por un breve momento, no sólo aquél hombrecillo, sino todos los presentes parecieron incapaces de pelearse entre ellos, como si una barrera invisible los separara a unos de otros... -¡Retirada!- los apremió Henry con voz firme y aprovechando la breve confusión logró hacer huir los coches lejos de la zona de guerra; los soldados al ver que sus amos estaban a salvo, se fueron retirando de apoco aunque no sin dejar alguna que otra nariz rota y a dos muertos atrás.

Una vez que se alejaron de aquellas calles infernales,  y que el aroma a rancio era ya casi imperceptible, el Duque se apeó y le cedió el bayo a uno de los oficiales que había resultado herido en una pierna y compartía montura con otro de los guardias. Luego Henry subió a la calesa de la viuda dónde iban también dos de sus damas. Mary lucía bastante tranquila para acabar de presenciar a los perros callejeros pelearse por huesos y migajas. Tal vez ya estaba acostumbrada a ver ése tipo de situaciones puesto que hacía caridad a menudo…

Henry se dejó caer en el asiento dejando escapar el aire.
–…Eso estuvo muy cerca ¿Se encuentran bien?- preguntó dirigiéndoles una mirada de preocupación. –Creo que no fue buena idea que viniéramos en un grupo tan numeroso, esas gentes ya les conocen a ustedes, pero se muestran recelosos cuando tratan con extraños… - suspiró, negando con la cabeza. –Lo que me preocupa es pensar que a pesar de todos los riesgos… - buscó la mirada de Mary -¿usted vendrá nuevamente no es así? Arriesga mucho madame… puedo preguntar ¿por qué? Y me refiero a la razón más allá de lo que implica las obvias necesidades de esas personas- entornó la mirada que pareció enfriarse un poco, endurecerse aunque la curiosidad brillaba en los ojos del Duque -¿cuál es la razón por la que arriesga su vida exponiendo sus ideas de un modo tan… audaz?- preguntó con significado. Había cosas sobre Lady Windsor que ocultaba bajo una perfecta máscara de inocencia y virtud. Se podría decir que la viuda de Windsor rayaba en la perfección. Pero la obsesión por alcanzar la perfección sólo denota la desesperación por encubrir algo más, algo que a los ojos de los demás está roto, es obscuro y que, de descubrirse, probablemente sería aniquilado… Y Henry conocía uno de esos secretos.


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Mensaje por Mary Windsor Mar Jun 30, 2015 7:01 am

Durante casi una fracción de hora, lo único capaz de escucharse fue aquel acorde, uno compuesto por los clamores de ira de los marginados, por las lagrimas de auxilio de las viudas y por aquel relincho constante de sementales furiosos. Bastaba con que uno cerrase sus ojos para imaginar con portentosa claridad lo que ocurría en el exterior.
Adentro el carruaje oscilaba como un bote subyugado a los caprichos de las olas, y con cada tumbo las mujeres lanzaban un alarido. Mary, sin embargo, permanecía en silencio, estoica cual reina de las nieves. La idea de que las multitudes volcaran  el vehículo o arrancaran las bisagras de sus accesos,  no podía atormentarla menos que el simple hecho de saberse responsable de lo acontecido hacia unos instantes.

La morena cerró sus ojos antes que estos se colmaran de lagrimas. Ella más que nadie sabía los tiempos tan difíciles que acaecían en Paris, la crisis económica desencadenada de la guerra no había hecho más que aumentar las necesidades y generar un resentimiento hacia el Antiguo Régimen. Ella misma se encargaba -publicación tras publicación- de avivar aquella animadversión. Aquel odio. El fuego que alimentaba la hoguera de la ilustración.
Haber llevado soldados con las insignias del nuevo y tan poco querido gobernante había sido tan absurdo como darle armas a los hambrientos. Pero las viudas no habrían aceptado ir sin semejante escolta, y sin viudas no habría nobles, y sin nobles no habría donaciones... muy en el fuero de la condesa, ella había confiado en que los ciudadanos de aquel alejado y necesitado rincón de París -cientos de veces visitado por Mary - conocían su nombre y su intención, y tal vez  entonces su estima por su propia persona podría ser más grande que su resentimiento por la corona.

Cuanto orgullo. Cuanta decepción. Cuanta hipocresía la suya cuando, una vez llegados a su destino, la morena fingió convalecerse de las viudas y las despidió a sus respectivos hogares. Pronto quedo protegida por el privado confort de sus damas de compañía, dos huérfanas que su difunto esposo había apadrinado y a quienes se les había instruido desde niñas a servir. Miro a cada una, y cuando el cochero estuvo a punto de partir, un cuarto personaje se adentro en el carruaje.

De entre todos, el Duque Birdwhistle. Lleno de preguntas que, aunque dichas con desdén disimulado, conmovieron a la antes princesa.

---
... Cuando era niña, mi señor, mi  padre me dijo "No olvidéis nunca que vuestro destino es esperar. Que deben venir a buscaros. Que ni debéis buscar ni salir al encuentro. Mujer que espera siempre es digna. Mujer que busca siempre es miserable." --- Recito con aquella suavidad intrínseca de la desolación. --- Él tenía razón. Fiel a sus consejos yo espere por cada visitaba que él me dedicaba, y mas tarde espere también a mi marido, quien me amo con dignidad por seis años --- Mary sonrió como una niña ante el recuerdo, y sus ojos de pronto brillaron... ¿sería por dicha o por lagrimas? ---  fui muy feliz, Duque Birdwhistle, pero también fui una esclava. Otras mujeres fueron más valientes -y mas miserables- que yo, renunciaron a su reputación y a su felicidad por una causa más grande. En la querelle des femme, varias escritoras defendieron la dignidad de las mujeres aun a costa de la persecución; Margarita de Navarra lucho por reivindicar reformas sociales en pos a una educación más equitativa; Olimpia de Gouges fue ejecutada por decir que nuestros ilustrados defienden el derecho del ciudadano y olvidan por completo a las ciudadanas.

En otro momento, tal vez, Mary se hubiera abstenido en predicar alabanzas de Dios para justificar su favor a los marginados pero en ese momento su espíritu temblaba entre la pena, la culpa y la desesperanza en una dance macabre  digno de una tragedia operística. La verdad nos hace libres, ¿tal vez la verdad expurgaría su dolor?

---
Todas ellas fueron mujeres que no esperaron, mujeres que salieron a las calles a buscar la verdadera "Liberté, Egalité, Fraternité". No pretendo decir que cada mujer debe abandonar su hogar y marchar a la revolución, nada de eso, cada mujer tiene sus luchas, ya sean en el hogar, en el campo o las academias  --- El carruaje se detuvo a tiempo y fue hasta ese momento cuando los ojos de Mary revelaron una lagrima silenciosa. Mary la limpio con el reverso de su mano--- ¿me comprende? quiero decir que la mujer es, por naturaleza, madre y como madre lucha por sus hijos aun cuando estos le correspondan con ingratitud. Hijos de sangre, o hijos figurados, tambien se adoptan causas o a la misma Francia, no hay diferencia... Aquellos que conocio hace un momento son mis hijos, tal vez los unicos que tendre.

El cochero no tardo en abrir las puertas, anunciado la llegada a la residencia de la condesa. Con un delicado gesto de la mano de la viuda, las prudentes doncellas recogieron todo dentro del carruaje y bajaron de el en silencio.

---
Mi cochero puede llevarlo hasta su casa,  Duque Birdwhistle. De todo corazon... --- Repentinamente Mary tomo una de las manos del conde entre las suyas--- Lamento el peligro que le cause. --- Una sonrisa melancolica ilumino su faz y pronto esta se inclino para depositar un casto beso en la palma ajena.


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Mensaje por Henry Birdwhistle Vie Jul 03, 2015 12:25 am

"Liberté, Egalité, Fraternité". El himno revolucionario. Aquél que había logrado agrupar a los ambiciosos y los hambrientos de todas las clases sociales bajo una misma bandera. Lady Windsor era una noble con sangre revolucionaria. Después de aquél fallido intento del pueblo y las nuevos ricos por instaurar la República, era peligroso hablar de aquél modo. La preocupación del antiguo y recién reinstalado régimen, por un nuevo levantamiento, rayaba en la paranoia. Pero Mary hablaba de una forma que podía conmover al más duro de cabeza y hacerle pasar por alto aquella desviación de carácter, poco valorada en una mujer de su clase.

Ella narraba como sus primeros años fue una dama en todo el sentido de la palabra: obediente a su padre y protector, de carácter templado y firmes creencias morales; luego habló su papel de buena y fiel esposa, al lado de aquél hombre que la con su muerte la volvió una viuda más rica aún de lo que era antes; y aun así se reprochaba a sí misma una debilidad de carácter que sólo un revolucionario hubiera contado como tal. Nombro a muchas mujeres osadas, partícipes activas de la sociedad, que buscaban llamar la atención sobre los problemas inminentes que asolaban Francia. Era casi sorprendente como sonaban aquellas palabras en la boca de lady Windsor que, cargadas de pasión, entrega, calor y consternación, daban vida en la mente de cualquiera que la escuchara, al sueño que se hacía llamar República. Las lágrimas de mujer que se desbordaron por la comisura de sus ojos, sólo ayudaron a terminar de esbozar aquella imagen del revolucionario que sufre impotente ante la cruel realidad: su sueño había muerto hacía mucho. La cabeza de la serpiente alada había sido cortada, todo se disolvió y dejó detrás anhelos y esperanzas incumplidas.

Henry evaluó las palabras de la viuda con cuidado. No se apresuró a responderle, sino que le escuchó con verdadera atención. Hubo un largo silencio antes de que él dijera nada.


-Si he de ser honesto mi lady, hasta ahora empiezo a comprender un poco mejor el sueño por el que lucha día con día.- el carruaje se detuvo, Henry sacó un pañuelo de seda del bolsillo y se lo ofreció a Mary para que se secara las lágrimas. –Yo soy malo con este tipo de cosas y situaciones, porque verá, he pasado demasiado tiempo de mi vida intentando encajar como se espera entre los aristócratas. Tal vez sea de sangre azul, pero mi familia tiene un pasado obscuro… -hizo una pausa. Nadie hubiera podido adivinar el sentido verdadero de aquellas palabras, el misterio que era la madre del Duque permanecía en las sombras. La miró hacer con cierta extrañeza, por un momento el gesto de la mujer parecía el de una madre apesadumbrada.
–Lo siento mucho… tal vez podamos hablar de nuevo sobre esto. Me gustaría aprender… entender... - las doncellas bajaron las cosas del coche silenciosamente. Los ojos de Mary parecían pedir soledad.
-Gracias, le tomaré la palabra. Y no se preocupe por mí, le aseguro que temía mucho más por los demás que por mi mismo- afirmó con una sonrisa. Se incorporó y bajo de un salto, tendiendole la mano a ella para ayudarle a bajar.
-Descance mi lady, ya habrá tiempo para hablar después.- se despidió y volvió a subir al coche.


_______________________


Horas más tarde, todos los criados de Mary se habian ido a acostar. Era una noche fría, el viento hacía crujir la madera. Parecía que de un momento a otro comenzaría a llover. Entonces se escuchó que arañaban la ventana insistentemente. Un halcón blanco había revoloteado hasta el marco de la ventana e intentaba llamar la atención de la mujer que allí dormía. Atado a la pata llevaba un mensaje para la viuda de Windsor, y una pequeña bolsita de terciopelo llena de un polvo diamantinado...

El mensaje decía:

"Hecha estos polvos al aire.
Pideo un deseo en voz alta y sigue al ave,
te guiará por el camino de los sueños."


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