Años corriendo como siglos.. [Lanore Valmont]

Tras el incidente en la mansión, había decidido tomarme un descanso junto a mi mejor amiga; la joven Lanore Valmont, aunque no siempre nos viéramos por cuestiones de la sociedad; mantenía el contacto con ella de una forma u otra, evitando generalmente los medios convencionales de comunicación, ya sea mediante objetos hechizados o con espíritus mensajeros, siempre lograba enviar mis mensajes, procurando esconder nuestra identidad como brujos; la pequeña rubia era casi una hermana para mi, a pesar de que en lo personal sintiera cierto interés por ella, nunca intente confesarme abiertamente, ni pensaba hacerlo.

Habíamos quedado en reunirnos en los jardines botánicos al sur de Francia; ella sabia que tenía un gran interes por la naturaleza, por lo cual reunirnos en estos lugares era algo frecuente; una gran cantidad de espíritus mantenían el contacto conmigo, en especial en
aquellas áreas, por lo cual tenía lo que muchos dirían "baterías extra" y lamentablemente, "invitados indeseados". Me recosté bajo un árbol y palpé el pasto con mis dedos, recordando que no había traído nada, y conociendo a Lanore, como mínimo pediría una carpa para que no le diera el sol; me levanté, estirando ambas manos y mirando al suelo, sacando del bolsillo de mi pantalón una enorme funda, colocandola bajo el árbol y mirando a los lados antes de colocar mi pie sobre la planta que nos daba sombra, concentrandome en su crecimiento para acelerarlo con brujería, y así que la joven tuviese suficiente sombra, sacando de las mismas un cesto con vino dulce, dos copas, y varias frutas. -Te esfuerzas demasiado por alguien que no te aprecia- dijo uno de los fantasmas cercanos, sin embargo permanecí inmutado, con una leve sonrisa en mi rostro -La vida es dar y recibir, frecuentemente lo que das se multiplica. Espero que el día en el que reciba lo que he dado llegue pronto- dije acomodandome sobre al sabana, colocando el cesto en medio de este, observando el campo de flores frente a mi, esperando que Lanore apareciera pronto.

Me encontraba realmente aburrida en casa cuando un espíritu que no era mi mejor amiga llego con un mensaje para mi, al parecer tenía una "cita" con mi mejor amigo lo que me hizo sonreír levemente hace mucho que no lo veía y me alegraba que me contactara para ir al parque, con lo que quedamos vernos en el fin de semana en los parques botánicos lo cual me tenía sumamente emocionado ya que él era como un hermano para mi y lo extrañaba.

Los días había pasado muy lentamente pero eso no le resto importancia ni ganas a ir al encuentro con su amigo ese día, de hecho lo incremento un poco por lo que se alisto con un de sus vestidos mas bonitos, era blanco con flores en colores pastel y algo abombado, el único defecto que tenía era el hecho de que le impedía respirar adecuadamente por lo ajustado del corsé aunque bueno la mayoría de los vestidos eran así por lo que ya estaba acostumbrada. Su cabello lo arreglo dejandoselo suelto con unos cuantos rizos en las puntas que se veía muy bonito. Cuando ya estuvo lista fue a la cocina donde busco un canasto en el cual echo una botella de vino, una tarta que ella misma había hecho y según recordaba era la favorita de su amigo, una frutas, unos platitos, copas y unos cubiertos además de un par de servilletas y una sabana de cuadros pues sabía que su amigo se olvidaría de llevar algo como de costumbre.

Cuando ya tuvo todo listo se despidió de su mamá saliendo a la calle donde un coche tirado por caballos la esperaba para llevarla al jardín, el recorrido fue corto pues en cuestión de algunos minutos ya estaba bajando del mismo con ayuda del cochero al cual pago antes de ir en busca de Dimitri, esperando encontrarlo pronto pues las cosas pesaban un poco, bueno no mucho pero para ella si era bastante.

Mientras esperaba por la joven, decidí cerrar mis ojos para conversar con los espíritus; después de la muerte, cuando situaciones como la corporeidad, las necesidades fisiológicas, y la corrupción que habita el comprendimiento mortal se extinguen junto a la llama de la vida, nacía un ser extremadamente sabio, alguien que juzga a los demás con razonamiento neutro, alguien independiente del dinero, de las grandes mansiones, de aquellos bienes materiales de los que los mortales creen necesitar, eso era solo el principio de la "vida" de un fantasma, o al menos, de aquellos que estaban dispuestos a servir a los necromantes. También existían aquellos espíritus valientes; aun tras la muerte, hay seres que se niegan a aceptar la injusticia en el mundo físico, estos fantasmas se consideraban la "rama guerrera" de un necromante, y frecuentemente eran guerreros en sus días humanos, o quizás, víctimas de una catástrofe humana o natural; siempre me interesaba escuchar a los espíritus hablar entre si o conmigo, pues aliviaba, por no decir que extinguía, aquella sensación de soledad que habita mi corazón cada vez que no había un ser del mundo físico a mi alrededor, a diferencia de muchos necromantes, usualmente tomaba mi tiempo libre para conversar con los espíritus que me rodeaban, no solo usarlos cuando necesitaba sus servicios, quizás por ello me servían de forma voluntaria.

Varias doncellas, en sus trajes cerúleos y simples, flotaron hacia mi, avisandome de la presencia de mi querida amiga, por ello, una sonrisa se esbozó en mis labios, la idea de volver a ver el dulce e inocente rostro de Lanore me parecía bastante emocionante, tanto, que cada paso que daba la joven parecía como un siglo de mi existencia desperdiciado sin verle, por lo que apoye mis manos en el suelo, empujandome a mi mismo con una suave ráfaga de viento, aparte de mis propios músculos, moviendo mis manos en círculos para recuperar el equilibrio cuando sentí que volvía a caer, apoyandome en el árbol antes de ir en la dirección de la que vinieron las damas espectrales.

Noté la carroza que departía del lugar, recibiendo con los brazos abiertos a quien fue por mucho tiempo mi mejor amiga -Lanore Valmont.. ¿Cuanto tiempo ha pasado desde la ultima vez que nos vimos? Personalmente, claro- dije sonriente mientras me acercaba a ella, tomando la canasta que llevaba, riendo levemente -No debiste traer nada, mejoré mis invocaciones desde la ultima vez que nos vimos- dije sintiendo el aroma del pastel que llevaba en la canasta, inhalando profundamente, como si fuese capaz de probar el pastel con solo olerlo -Aunque.. Nada mejor como un pastel casero, en especial si es hecho por ti- agregué antes de dar varios pasos hacia atrás, perfilando mientras estiraba la mano, esperando a que la tomara -¿Vamos?- dije esbozando una sonrisa en mis labios, observando a la joven, intentando mantener mi paciencia al margen a pesar de que estaba ansioso por conversar sobre muchas cosas con ella.

Realmente había sido un viaje corto hacia los jardines el que la rubia había realizando donde se bajo de carruaje con ayuda del cochero para luego ver algunos fantasmas rondar el lugar lo que la hizo resoplar levemente mientras en cierta forma los seguía pues ellos sabían donde estaba Dimitri, de eso no había duda después de todo el pasatiempo de él era hablar con ellos así como el de ella había sido encerrarlos en distintos objetos cuando era mas chica.

La verdad no tuvo que caminar ni mucho pues su amigo estaba cerca del carruaje que la llevo hasta ese lugar por lo que le sonrió levemente ofreciéndole una de sus manos mientras hacía una leve reverencia a modo de saludo - Bonjour monsieur Schmidt, realmente ha pasado mucho tiempo desde la ultima vez que nos vimos personalmente, claro esta - respondió cortésmente sin dejar de lado sus modales o el tratarlo de usted pues siempre le habían dicho que así se trataba a un hombre en especial y este era mayor que ella. Cuando este tomo el canasto sonrió levemente ha modo de agradecimiento por ayudarla sin que ella lo pidiera antes - Merci, y con respecto a lo de tus invocaciones sabes que le tengo idea a consumir alimentos de dudosa procedencia como lo son los invocados con magia - respondió pues era cierto no le agradaba la idea de consumir algo sacado o invocado de quien sabe donde y con quien sabe cuantas cosas raras que podrían enfermarla. Se sonrojo levemente al escuchar el nuevo cumplido antes de nuevamente agradecer por el mismo - Merci, mon ami.

Cuando vio como le extendía el brazo lo tomo enganchando el suyo propio con el de él para empezar a caminar al sitio donde él les guardo campo mientras decía - Claro, vamos - sin dejar de sonreír mientras caminaba como lo que era una señorita de la alta sociedad.