Victorian Vampires
Saphira A. Volkarona 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Saphira A. Volkarona

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Mensaje por Saphira A. Volkarona Mar Sep 04, 2012 6:16 pm


Saphira Volkarona
...slave of nobody, owner of my destiny...

Perfil Psicologico
19 Años Aparentes

2020 Años Reales

VAMPIRA

Clase Alta


Bisexual

Atenas, Grecia

Describir a Saphira con unas cuantas palabras puede resultar un tanto complicado. Debido a la complejidad de su vida y su pasado, su forma de ser se ha visto cambiada, mutada por el dolor y el sufrimiento que le han sobrevenido a lo largo de los años. Hay un dicho muy antiguo según el cual el más duro y resistente de los aceros, se forja en las llamas del infierno. Teniendo en cuenta ese refrán, Saphira ha pasado por las más salvajes llamas para convertirse en una mujer de provecho, capaz de mirarse al espejo y no tenerse autocompasión o asco. Ahora, tenemos ante nosotros a una persona luchadora, con un carácter tan fuerte que en ocasiones llega a resultar excesivo para el aguante de aquellos que la rodean. Es directa, no se calla nada y siempre se comporta de forma sincera, tanto consigo mismo como con los demás. Y pese a todo ese despliegue de claridad, es incapaz de confesar sus sentimientos o expresarlos de algún modo. Tiene una personalidad arrasadora, salvaje… provocativa en la mayoría de las ocasiones, pero nunca permitirá a alguien ver sus debilidades, sus pensamientos o sus anhelos. Después de haber sido herida demasiadas veces con el paso del tiempo, ha construido a su alrededor un muro de fría indiferencia. Se mantiene, a pesar de sus más de dos mil años, con una forma de comportarse rebelde y alocada, como si continuase siendo esa muchacha de diecinueve años a la que arrebataron su infancia y su oportunidad de disfrutar la vida con un mordisco y unos cuantos caprichos. Desconfiada, siempre duda de las intenciones de los demás, incluso de aquellos que parecen ir con la más hermosa de las sonrisas. No se ve capaz de soportar otra decepción u otro golpe más del destino, que parece jugar con ella y buscar únicamente su sufrimiento.

Nunca ha tenido amigos, como humana por estar siempre aislada para su amo y señor, como vampira… por simple y pura fuerza de su voluntad. Ella no quiere abrirse a nadie, darse a conocer y ponerse en riesgo de recibir una puñalada por la espalda. Es por eso precisamente que tampoco ha tenido parejas estables, sino pequeñas aventuras de una o dos noches, que le han servido para desfogar o bien su deseo… o bien la rabia y la frustración que guarda contenidas en su cuerpo. Coqueta, sensual... le gusta siempre ir bien arreglada, y llamar la atención de los demás. Ella sabe que es atractiva, por muy egocéntrico que pueda sonar esto, pero esto no le ha traido más que problemas… A su modo de ver, es hora de sacar provecho a esas cualidades que, durante mucho tiempo, sólo le han reportado dolor y las atenciones de gente indeseable que ha marcado de malos modos su vida. En su comportamiento, confluyen dos vertientes muy diferenciadas, que están en constante lucha: la amargura, la sumisión de una esclava como fue antaño, y la tozudez de una vampira que no acepta lo que otros puedan desear para ella. Se considera libre, incapaz de atarse a una persona, un sitio o un sentimiento. No cree en el amor, tampoco en el sentido de la raza humana… Y pese a que antaño busco mil y una maneras de arrebatarse la vida y terminar con todo… ahora disfruta de su condición sobrenatural y le saca todo el jugo que puede. Quiere vivir la eternidad al máximo… aunque, en el fondo, siempre sentirá que le falta algo.
Aspecto Físico
El físico de Saphira es algo que muchas jóvenes podrían envidiar, debido a la combinación entre belleza clásica y exotismo que convergen en su cuerpo. Su rostro es muy femenino, con forma de corazón: pómulos redondeados, mejillas carnosas, barbilla estrecha y frente equilibrada. Posee unos labios gruesos, con la forma bien definida y marcada, y con un tono entre rosa y melocotón bastante pigmentado, sin necesidad de un labial o algún brillo que los decore. Sus ojos, quizás, sean una de las partes que más llama la atención de ella. Azules e intensos como el mar, e igual de insondables; brillan como si hubiesen puesto en ellos un pedazo de luna, pero al mismo tiempo son capaces de ocultar todo el dolor que guarda dentro de su alma. Su tono de piel es pálido, pero aún conserva cierto colorcillo de cuando era humana, otro de los aspectos en los que ella es muy especial. Tiene el cabello de color castaño oscuro, casi negro, y le llega más o menos unos cuantos centímetros por debajo de los omoplatos. Su cuerpo es esbelto, delgado y de estatura más bien baja, pero mantiene esas curvas de mujer que terminan volviendo locos a los hombres. Suele vestir de forma provocadora, sin importarle mucho lo que puedan opinar los demás o que la consideren de un nivel inferior al que en verdad pertenece. Los accesorios son su pasión y una parte fundamental de su físico, al igual que el maquillaje y llevar un cabello perfecto.


Preferencias e Historia
- Poderes -
-Agilidad y Reflejos Sobrehumanos, superiores a los de cualquier ser mortal.
-Sentidos Aumentados, como la vista, el tacto, el gusto...
-Encandilamiento, la capacidad de poder atraer y causar deseo en el contrario
-Telepatía, la capacidad de comunicarse mentalmente o leer los pensamientos
-Ilusión, un gran poder mediante el cual crea visiones ficticias a su oponente

- Disgustos -
La falsedad
La hipocresía
La mala educación, el no saber comportarse
Los gritos o los ruidos demasiado fuertes
Los sentimentalismos
Las normas, las órdenes y las reglas
Los insectos, las serpientes y las arañas
El color rosa y sus similares

- Gustos -
Las noches en las que no hay luna
El sabor de la sangre, como a todo vampiro
El sexo, a pesar de que le trae en ocasiones malos recuerdos
Los aromas fuertes y dulzones
La gente que no hace demasiadas preguntas
Los animales, sobre todo los gatos negros
Los lujos, vicios y otros menesteres que puede permitirse

- Marcas Personales -
Tiene una cicatriz en forma de estrella justo en la zona del muslo, en la cara interna, ocasionada por su vida pasada como esclava sexual


Los vampiros son seres antiguos, poseedores de una belleza eternamente joven pero con muchos años de experiencia a sus espaldas. La mayoría, procede de épocas antiguas, de hace unos mil años… ochocientos quizás. Pero también los hay mucho más antiguos, más sabios y experimentados… o más resentidos con un pasado que durante tantísimo tiempo les ha ocasionado dolor y sufrimiento. Este puede ser, precisamente, el caso de Saphira. Procede de una época anterior a la aparición de Jesucristo y su historia. Grecia y Roma, seguían enfrentados por la dominación inminente del segundo mencionado, un imperio que se extendía de forma inexorable por el mundo, sometiendo a los pueblos y ciudades que encontraba a su paso e inculcándoles sus métodos de vida, su política y su economía. Grecia, pueblo de grandes héroes e impresionantes guerreros, siempre les había plantado cara con tesón, y aunque la partida la tenían en su mayor parte perdida… aún había pequeñas localidades donde la imposición romana no había hecho mella en sus habitantes. En uno de estos pequeños pueblos, o más bien barricada, a las afueras de Atenas, nació Saphira. Nadie sabe si ese fue el nombre que le pusieron en un inicio sus padres, tampoco si se lo cambió con el paso del tiempo proporcionándose así su propia identidad… Pero tampoco importa teniendo en cuenta que, dentro de su brutal historia, la forma que tendríamos de llamarla tampoco cambiaría el discurrir de los acontecimientos. Siendo como fue la hija bastarda de un general griego con una prostituta extranjera, se vio obligada desde el momento de su nacimiento a permanecer en las sombras. Desde niña, desconoció por completo la identidad de un padre que jamás acudió a buscarla durante sus ocho primeros años de vida. Ella mantenía una existencia tranquila y alejada de la urbanización con su madre, cuyo origen era el más completo de los secretos… incluso para su hija, sangre de su sangre. Saphira no le dio importancia tampoco, era su progenitora, quien le había dado la vida, comida, casa y un cariño que nunca le faltó. ¿Qué importaba el orígen si ella hacía las veces de madre y de padre sin ningún tipo de pega?

Saphira ayudaba a su madre con el ganado de ovejas, e incluso desde muy pequeña, aprendió a esquilarlas. Únicamente se permitía salir del pequeño pueblecito cuando iba acompañada con el carro de lana a la ciudad, para vendérselo a los tejedores que, allí, colorearían los hilos y tejerían una bonita túnica o quizás una ornamentada capa. A causa de esos viajes, siempre tuvo curiosidad por saber cómo vivían las personas más adineradas y bien avenidas. Los veía pasear por la calle, ataviados con sus mejores galas a ellos, y luciendo ellas las más bellas joyas de oro, plata y gemas preciosas. En el fondo, aunque estaba contenta con su vida, los envidiaba y deseaba experimentar, al menos por un día, lo que se sentía al no tener que lastimarse las manos en el campo o llevando a los animales a pacer a la montaña. Eran las esperanzas de una niña estúpida, que lejos de centrarse en su presente, se imaginaba un futuro brillante, mucho más prometedor que el día a día habitual. Apreciaba a su madre, su esfuerzo y su trabajo, pero se veía más en una mesa tomando vino con los nobles, que arando los campos de trigo. Quizás, en eso, influyó la sangre que corría por sus venas, procedente de ese general que había puesto el esperma en el vientre de su madre, por aquel entonces ramera.

Pero un día, tanto sus sueños de futuro como sus planes presentes se vieron truncados por la tragedia. Un día, después de repartir la lana con el carro, volvía a su hogar cuando divisó desde lejos unas enormes columnas de humo procedentes de su poblado, ascendiendo hacia el cielo como gusanos negros de muerte… y anunciando la destrucción. Bajo ellas, las llamas consumían chozas, casas, establos… incluso los animales y personas que quedaban atrapados en ellas. Era el ejército romano, que tras tantos años de paz… había dado con ese pequeño remanso y estaba terminando con una de las últimas huellas de la Grecia clásica. A pesar de que no había entrado en la aldea, Saphira no tuvo que hacerlo para darse cuenta de que seguramente su madre ya no estuviese con vida. Después de todo… ¿qué significaba una campesina para los romanos? Absolutamente nada. La habrían asaltado, violado y degollado después como hacían en todos los pueblos a los que tomaban. Rauda en reflejos y en movimientos corporales, amansó al nervioso caballo que tiraba de su cargamento, dejó atrás la carreta y se montó en lomos del animal para huir velozmente del lugar, intentando escapar de las garras de Roma y de una suerte que no sería mucho mejor que la de su progenitora. Así fue como llegó a la ciudad, a Atenas, y buscó empleo en algunos de los locales. Terminó siendo camarera en una cantina, con tanta suerte… que conoció a su padre, sin esperarlo siquiera. Entró un día, ataviado con las vestiduras típicas de un general griego, y pidió vino, pan y queso caliente para él y sus hombres. Con unas cuantas copas de más y arropado por el calor del fuego del hogar, empezó a hablar más de la cuenta. Recordó con añoranza a una mujer que le resultaba muy similar a la nueva tabernera, con los ojos azules y el pelo castaño oscuro, casi azabache. Una prostituta de la cual se había enamorado, pero que tuvo que dejar atrás para continuar con su deber. Jamás reunió el valor de volver a buscarla.

Saphira supo al momento que esa joven de la que hablaba el hombre, era su madre, y en cuanto se lo comunicó a él… el general se mostró encantado de haber encontrado a su hija, aunque nunca supo de su existencia ni de que había dejado embarazada a la madre de la muchacha. Le prometió llevarla a un hogar confortable, buscarle un buen marido y protegerla de todo. Con la idea de poder por fin encontrar su lugar en el mundo, Saphira dejó su empleo y emprendió un viaje que pintaba largo, junto con su padre. Le pareció extraño que, durante todo el trayecto, este no le dirigiese la palabra ni le preguntase cosas acerca de su vida. ¿Era normal que un padre tras un encuentro tan inesperado no tuviese curiosidad por saber lo que había hecho su retoña en todos esos años? Saphira, niña e inocente todavía, justificó esa actitud en el hecho de que su padre estaba rodeado por todos los hombres a los que tenía a cargo, y debía mostrarse frío y sereno para ser un buen general. No se podía ni imaginar las intenciones que él tenía… ni lo que el futuro, horrible y despiadado, le tenía preparado. No habían recorrido ni la mitad del camino, cuando la tropa se detuvo, y su padre oteó el horizonte como si estuviese buscando algo… o a alguien. No tardó en aparecer un grupo de hombres encapuchados con grandes caravanas… o jaulas más bien, con ruedas para transportarlas. Tras los barrotes, había personas sucias y desgarbadas, cuyo aspecto dejaba bien claro que llevaban días… quizás semanas sin llevarse un trozo de pan a la boca. Eso hizo que Saphira sospechara, pero cuando miró a su padre en busca de respuestas, este eludió el contacto visual y la dejó con la intriga. Hablaron durante unos minutos, apartados del resto de los presentes, y cuando regresó el padre de la niña… le comunicó que iba a quedarse con ese mercenario. Todo había sido estrictamente planeado por el progenitor de Saphira. No podía permitirse que nadie supiese de su existencia y lo dejase en vergüenza por andar retozando con prostitutas y tener una hija de baja ralea, así que se la vendió a ese mercader de esclavos para que hiciese con ella… lo que le diese la gana. Asustada, Saphira se aferró con sus manitas regordetas a las ropas de su padre, suplicando que no se la llevasen mientras dos hombres muy fornidos la apartaban del que había creído su protector, y la metían en una pequeña jaula a parte. A través de las barras de madera, Saphira miró con lágrimas al hombre que la había traicionado… incluso teniendo la misma sangre, la misma genética.

A partir de ese momento, la vida de la chiquilla fue todo un sufrimiento. La criaron y entrenaron desde su llegada para ser una prostituta, como su madre había sido antaño. Le enseñaron los secretos del sexo, cómo complacer a un hombre, fingir un orgasmo… todo eran trucos y tretas que, con el paso del tiempo, terminaron convirtiendo a la niña ilusionada en una joven de dieciocho años amargada y sin ganas de seguir viviendo. Marcaron su muslo como prueba de que había pasado por sus manos, y la vendieron a un palacio espartano, para que les sirviese de esclava sexual… a alguien de importancia social y renombre, que todavía estuviese soltero. Fue una especie de regalo, detalle que hizo a Saphira sentirse como un objeto. Su amo, su dueño… jamás se presentó, nunca le dijo su nombre y nunca la trató como a un ser humano. Encadenada de pies y manos a su cama, dependía totalmente de él para comer, hacer sus necesidades o vestirse. Tomaba los alimentos de su mano, la llevaba al baño en brazos… y por las noches, la montaba como a las yeguas entre las sábanas de su lecho, a veces en solitario… otras veces en compañía de una, dos… o quizás tres personas más. Saphira sufría en silencio la horrible situación, sabiendo que una mujer no tenía ni voz ni voto en la vida de un hombre de alta posición social. Fue ese mismo hombre quien, sin su permiso… la convirtió en vampiro y la mantuvo desde entonces cautiva, atada a su sangre… Sometida como una vulgar perra… no pudo evitar alegrarse cuando una noche, él no regresó a la habitación… y un soldado le comunicó su muerte. No dudó en tomar sus cosas y escapar… lejos. Desde entonces, ha vivido todos estos siglos viajando de un lugar a otro. Ahora ha llegado a París, donde ha encontrado un trabajo como actriz, algo que hace a menudo y que le ha reportado grandes ganancias.


- Familia -
-Delia: Su madre, una mujer que falleció a manos del ejército Romano.
-Su padre, cuyo nombre desconoce, que fue un general griego de prestigio.



Última edición por Saphira A. Volkarona el Miér Sep 05, 2012 3:35 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Mar Sep 04, 2012 9:42 pm

Cuando termines postea acá mismo para que un miembro del staff pase a aprobar tu ficha
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Mensaje por Saphira A. Volkarona Miér Sep 05, 2012 3:36 pm

Terminada ^^
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Mensaje por Nigel Quartermane Miér Sep 05, 2012 3:58 pm

FICHA APROBADA
Bienvenida a Victorian Vampires
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