AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Busco y encuentro [ Edik L. Volkov ]
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Busco y encuentro [ Edik L. Volkov ]
La noche anterior había desembarcado en el puerto, El Irlandés, un buque de pasajeros que tras haber navegado durante tres días y tres noches, desde Irlanda del Norte, amaraba en el puerto de mi tan esperada Galia.
Los nuevos olores de aquella nueva patria se me habían venido al pensamiento, haciéndome añorar aquellos otros olores con la que la había dejado para partir a un nuevo mundo hacía ya tantos años atrás. Desde luego aquel sitio que antes podía llamar hogar, lugar donde había nacido, crecido y vivido las cosas más dolorosas, había cambiado en todos los sentidos aparentes. Su gente ya no eran las mismas, tampoco esperaba encontrarme con las misma caras, algunas tal vez si, después de todo aquí estaba yo anti-natura desafiando el curso lógico de la vida, convertida en lo que a mi pareces y, el de muchas otras personas sensatas en esta vida, era un monstruo. Todo era diferente ya no había campos, animales y personas que cuidasen de ellos, ahora había edificios bastante altos que imponentes desafiaban la gravedad; personas que paseaban contoneándose de aquí para allá con la sutil idea de que la mirasen, olores nauseabundos que daba gracias por no tener que expulsar de mi cuerpo alimentos ingeridos. Mi Galia, ya no era la misma, el ser humano, y los que no lo éramos la habíamos cambiado poco a poco, a mi parecer a peor y aunque me doliese tenía que aceptar que esto sería así por el resto de mis días, que esperaba no fuesen muchos.
Aquella misma noche habíamos ido a parar a un hotel, mientras nuestra mansión era acomodada con todos los detalles que encargamos desde Irlanda, además de que esperábamos muebles importados de Italia, España y Damasco, así como divanes y algunas que otras cosas más. Por lo que hasta que no estuviese todo listo no nos instalaríamos en nuestra nueva casa la cual iba a llevar el nombre de “Gaule Village”, que traducida sería “Villa Galia” El nombre sin duda había sido elección mía, pero desde luego había sido muy meditada y consultada con mi mentor, el hombre que sin duda nada de lo que yo era o en lo que realmente me había convertido, independientemente de mi nueva condición, hubiese sido posible. Parecía estar encantado con ese matiz sutil que le había dado al nombre, pero muchas veces me costaba saber si realmente le gustaba esa sutilice o sin embargo me la censuraba por lo que mi cabeza pensaba en cada segundo desde que uno de mis pies pisaron, lo que ahora se llama París.
No podía negarlo, tal vez en otro tiempo o más adelante llegaría a ser más sutil en el empeño de mis acciones, pero hoy por hoy y desde que mis pies tocaron la tierra firme que compone París, mi cabeza no había dejado de darle vueltas a lo único por lo que me encontraba en Galia de nuevo. Mi venganza. Jamás había dejado de pensar en cómo mis hermanos ávidos de poder me habían traicionado de tal manera, como habían traicionado a su propio padre, su pueblo y habían permitido ser gobernados por otros que no fueran ellos mismo… La idea de poder tenerlos al fin cara a cara y como iguales, era algo que me satisfacía enormemente, me daba la oportunidad de terminar lo que un día ellos empezaron y enseñarles que realmente yo era la única que tenía derecho a los que ellos arruinaron con la sola idea de poseerlo.
Pero no servía de mucho tramar e hilar una venganza si no tenía informadores, criados, mayordomos, en definitiva personal de confianza que trabajase a mi cargo en mi nuevo hogar, por esa misma razón aquella, con tan solo un día de haber llegado, mi mentor y yo nos habíamos dedicado a recorrer las calles de París con la idea de reclutar criados y personal para nuestra casa. Yo por mi parte me había dedicado a recorrer las tabernas una por una, con la idea de que alguien valiese la pena de entre todos los allí congregado, pero por ahora no había servido de mucho, todos parecían ser unos borrachos o no le interesaban trabajar en una mansión al cargo de dos personas tan… variopintas, digámoslo así.
Desde luego no era una persona que desistiese a la primera de cambio, pero aquella noche me estaba cansando de negativas y no solo de eso, si no de escuchar aun sin querer los pensamientos tan obscenos que albergaba el hombre humano en estos tiempo, ya no había ni un poco de caballerosidad cuando una dama entraba en un establecimiento y mucho menos cuando esa dama despertaba algún que otra pasión entre los hombres. Sabía que no era cosa de que mi belleza fuese más que la de otra dama, sino que mi condición de vampiresa me hacía para los hombres más hermosa que otras damas; pero aun así era vulgar tener que leer todos esos pensamientos tan horripilantes. Así que había decidido que si en aquella taberna no encontraba nada que valiese la pena, es decir, ningún hombre o mujer que me pareciese adecuado para que trabajase a mi cargo volvería al hotel y leería un buen libro mientras esperaba que el amanecer llegase.
Nada más entrar me tuve que enfrentar a dos sensaciones, la primera como todos los ojos se dirigían a mí, acto al que ya estaba más que acostumbrada, y la segunda acción a los incansables pensamientos de los hombres de aquel lugar, e incluso de las mujeres, estas más por envidia que por otra cosa, no las culpaba desde luego, ella no sabían lo que yo era. Pero entre todos aquellos pensamientos uno sobresalió por encima del resto. Era un muchacho joven, que si en apariencia nos comparásemos él era unos años mayor que yo, si en edad se tratase lo doblaba en muchos aspectos. Aunque lo que realmente había llamado mi atención es que de entre todos los presentes era el único que no tenía un pensamiento vulgar en su cabeza, parecía que lo único que le interesaba saber era si alguien entraría por esa puerta y le dijese “Edik Volkov, ¿te parecería bien trabajar en mi casa, como criado?” Y esa sin duda iba a ser yo.
Con suma tranquilidad y sutilidad, mire a los presentes y esboce una sonrisa, eso atrajo la atención de todos incluido de Volkov, pero como siempre él se mantenía en una apartado de respeto y curiosidad. – Me han dicho que podría encontrar aquí, a un caballero de apellido Volkov… - no me gustaba hacerme de rogar, yo odiaba a las personas que creían que con una pausa tenían más dramatismo el asunto, pero en este caso la información no la había sacado de ningún lado tangible y desde luego yo no iba a decir, “te leí la mente” – Edik, creo que me han dicho que se llama. – hice un gesto, para saber si se encontraba o no el muchacho allí, y cuando lo vi levantarse con cierto asombro me acerque unos pasos. – ¿Es usted el señor Volkov? – pregunté mientras lo miraba directamente a los ojos y le mostraba una medio sonrisa, ya que los colmillos había que mantenerlos a raya.
Los nuevos olores de aquella nueva patria se me habían venido al pensamiento, haciéndome añorar aquellos otros olores con la que la había dejado para partir a un nuevo mundo hacía ya tantos años atrás. Desde luego aquel sitio que antes podía llamar hogar, lugar donde había nacido, crecido y vivido las cosas más dolorosas, había cambiado en todos los sentidos aparentes. Su gente ya no eran las mismas, tampoco esperaba encontrarme con las misma caras, algunas tal vez si, después de todo aquí estaba yo anti-natura desafiando el curso lógico de la vida, convertida en lo que a mi pareces y, el de muchas otras personas sensatas en esta vida, era un monstruo. Todo era diferente ya no había campos, animales y personas que cuidasen de ellos, ahora había edificios bastante altos que imponentes desafiaban la gravedad; personas que paseaban contoneándose de aquí para allá con la sutil idea de que la mirasen, olores nauseabundos que daba gracias por no tener que expulsar de mi cuerpo alimentos ingeridos. Mi Galia, ya no era la misma, el ser humano, y los que no lo éramos la habíamos cambiado poco a poco, a mi parecer a peor y aunque me doliese tenía que aceptar que esto sería así por el resto de mis días, que esperaba no fuesen muchos.
Aquella misma noche habíamos ido a parar a un hotel, mientras nuestra mansión era acomodada con todos los detalles que encargamos desde Irlanda, además de que esperábamos muebles importados de Italia, España y Damasco, así como divanes y algunas que otras cosas más. Por lo que hasta que no estuviese todo listo no nos instalaríamos en nuestra nueva casa la cual iba a llevar el nombre de “Gaule Village”, que traducida sería “Villa Galia” El nombre sin duda había sido elección mía, pero desde luego había sido muy meditada y consultada con mi mentor, el hombre que sin duda nada de lo que yo era o en lo que realmente me había convertido, independientemente de mi nueva condición, hubiese sido posible. Parecía estar encantado con ese matiz sutil que le había dado al nombre, pero muchas veces me costaba saber si realmente le gustaba esa sutilice o sin embargo me la censuraba por lo que mi cabeza pensaba en cada segundo desde que uno de mis pies pisaron, lo que ahora se llama París.
No podía negarlo, tal vez en otro tiempo o más adelante llegaría a ser más sutil en el empeño de mis acciones, pero hoy por hoy y desde que mis pies tocaron la tierra firme que compone París, mi cabeza no había dejado de darle vueltas a lo único por lo que me encontraba en Galia de nuevo. Mi venganza. Jamás había dejado de pensar en cómo mis hermanos ávidos de poder me habían traicionado de tal manera, como habían traicionado a su propio padre, su pueblo y habían permitido ser gobernados por otros que no fueran ellos mismo… La idea de poder tenerlos al fin cara a cara y como iguales, era algo que me satisfacía enormemente, me daba la oportunidad de terminar lo que un día ellos empezaron y enseñarles que realmente yo era la única que tenía derecho a los que ellos arruinaron con la sola idea de poseerlo.
Pero no servía de mucho tramar e hilar una venganza si no tenía informadores, criados, mayordomos, en definitiva personal de confianza que trabajase a mi cargo en mi nuevo hogar, por esa misma razón aquella, con tan solo un día de haber llegado, mi mentor y yo nos habíamos dedicado a recorrer las calles de París con la idea de reclutar criados y personal para nuestra casa. Yo por mi parte me había dedicado a recorrer las tabernas una por una, con la idea de que alguien valiese la pena de entre todos los allí congregado, pero por ahora no había servido de mucho, todos parecían ser unos borrachos o no le interesaban trabajar en una mansión al cargo de dos personas tan… variopintas, digámoslo así.
Desde luego no era una persona que desistiese a la primera de cambio, pero aquella noche me estaba cansando de negativas y no solo de eso, si no de escuchar aun sin querer los pensamientos tan obscenos que albergaba el hombre humano en estos tiempo, ya no había ni un poco de caballerosidad cuando una dama entraba en un establecimiento y mucho menos cuando esa dama despertaba algún que otra pasión entre los hombres. Sabía que no era cosa de que mi belleza fuese más que la de otra dama, sino que mi condición de vampiresa me hacía para los hombres más hermosa que otras damas; pero aun así era vulgar tener que leer todos esos pensamientos tan horripilantes. Así que había decidido que si en aquella taberna no encontraba nada que valiese la pena, es decir, ningún hombre o mujer que me pareciese adecuado para que trabajase a mi cargo volvería al hotel y leería un buen libro mientras esperaba que el amanecer llegase.
Nada más entrar me tuve que enfrentar a dos sensaciones, la primera como todos los ojos se dirigían a mí, acto al que ya estaba más que acostumbrada, y la segunda acción a los incansables pensamientos de los hombres de aquel lugar, e incluso de las mujeres, estas más por envidia que por otra cosa, no las culpaba desde luego, ella no sabían lo que yo era. Pero entre todos aquellos pensamientos uno sobresalió por encima del resto. Era un muchacho joven, que si en apariencia nos comparásemos él era unos años mayor que yo, si en edad se tratase lo doblaba en muchos aspectos. Aunque lo que realmente había llamado mi atención es que de entre todos los presentes era el único que no tenía un pensamiento vulgar en su cabeza, parecía que lo único que le interesaba saber era si alguien entraría por esa puerta y le dijese “Edik Volkov, ¿te parecería bien trabajar en mi casa, como criado?” Y esa sin duda iba a ser yo.
Con suma tranquilidad y sutilidad, mire a los presentes y esboce una sonrisa, eso atrajo la atención de todos incluido de Volkov, pero como siempre él se mantenía en una apartado de respeto y curiosidad. – Me han dicho que podría encontrar aquí, a un caballero de apellido Volkov… - no me gustaba hacerme de rogar, yo odiaba a las personas que creían que con una pausa tenían más dramatismo el asunto, pero en este caso la información no la había sacado de ningún lado tangible y desde luego yo no iba a decir, “te leí la mente” – Edik, creo que me han dicho que se llama. – hice un gesto, para saber si se encontraba o no el muchacho allí, y cuando lo vi levantarse con cierto asombro me acerque unos pasos. – ¿Es usted el señor Volkov? – pregunté mientras lo miraba directamente a los ojos y le mostraba una medio sonrisa, ya que los colmillos había que mantenerlos a raya.
P.D: El manejo del personaje Edik L. Volkov, esta totalmente permitido, ya que su dueña me ha dado permiso.
Violette E. Lefort- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/08/2012
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Busco y encuentro [ Edik L. Volkov ]
Cuando el último rayo de sol hubo caído tras las montañas y el crepúsculo tornaba a su fin, mis pasos cansados, arrastrados como un peso muerto que mi cuerpo debía cargar por la calzada, me condujeron, sin llegar a ser plenamente consciente de cómo, a la taberna. No tenía pensamiento realmente de acabar sentado en un quebradizo y ruinoso taburete de madera, rodeado de un fuerte hedor a bebida, combinado con pestilencia a bicho muerto y tufo de las regurgitaciones de aquellos indeseables que inundaban hasta sus venas, llegando a corromper sus sanas y puras entrañas, con el más devastador alcohol que se hubiera llegado a engendrar; junto a un fuerte olor a mugre, tanto la que rebosaba de cada esquina que componía aquella destartalada taberna de mala muerte como la de sus inquilinos zarrapastrosos y lúgubres. Y sin embargo, incluso aunque pareciese contrario a mis deseos y a mis antiquísimas costumbres, allí me encontraba, pidiéndole al tabernero un whisky; por supuesto no era el maravilloso cuerpo, aroma y sabor inconfundible de un magnífico irlandés que había tenido la buena fortuna de catar en los tiempos que aun ostentaba una posición relevante en la sociedad y no como la de ahora, considerado un despojo de esta o al menos así me lo hacían saber los que antes podía considerar mis iguales. Pero debería contentarme, yo ya no era ese ni tenía ese poder adquisitivo, al fin y al cabo era para lo que ahora ganaba únicamente y suerte que tenía para ello; aunque sin duda y a pesar de los prejuicios para con ellos, el ambiente en el que había tenido que vivir con los gitanos durante años era mucho más higiénico y sano que toda aquella bazofia que me rodeaba desde que había llegado a Paris, sin punto de comparación, es más, a veces echaba de menos esos inmensos campos y llanuras en los que se instalaban y ese aire puro y limpio que nada tenía que envidiar al denso y espeso aire irrespirable de la cuidad.
Por el contrario parecía que mi cuerpo pedía liberar las tensiones y penurias que proporcionaban trabajos tan lamentables como los que había tenido que desempeñar en el día de hoy, no había sido otro que el de cargar los excrementos de los corceles de la crème de la crème.
Mi situación a veces me resultaba desquiciante, poseía la experiencia que cualquier familia de alta cuna podría exigir para la servidumbre de sus viviendas, la edad necesaria para dar el talle, la compostura y el saber estar requeridos para el oficio, bien sabía que con quién debería tratarme no eran unos cualesquiera precisamente y yo mejor que nadie lo sabía, no debía caer en el olvido que había sido uno de esos aristócratas estirados, lo que por ende me daba la experiencia que todo criado de alto estatus debía de poseer, sin contar mis recomendaciones, después de arduas búsquedas e insistencias para hacerme con ellas, por la participación esporádica como camarero en algunos grandes eventos sociales de alto nivel. Entonces, una vez hecho este repaso mental, era cuando yo me formulaba la eterna pregunta, qué me faltaba aún para llegar a ocupar definitivamente uno de esos puestos anhelados, porque sino era apto para el puesto que bajase dios y lo viese él mismo. Lo que era claro en mi pensamiento era la afirmación de que, aún no habiendo encontrado todavía la clave para encarrilar mi vida hacia los derroteros deseados, debía cambiar el sendero por el que iba encaminada. Tenían que acabar las incansables caminatas buscando un nuevo puesto que sustituyera al anterior, oyendo negativas por doquier, deslomándome la espalda con polvorientos sacos que cargar, cobrando una miseria y siendo testigo de cómo las monturas de los ricos eran mejor tratadas y alimentadas que mi propia persona. No es que fueran lamentaciones melancólicas de una vida dejada a atrás, en ningún momento había tenido inconveniente de horadar, encallecer y castigar mis palmas de mis manos con un trabajo duro, por el contrario, lo había aceptado de buena gana, me había fortalecido en la adversidad y no solo hablaba de mi cuerpo, sino también de mi alma. Podía y lo más importante que a mis ojos parecía, no tenía ninguna contrariedad en igualar mi posición con la de cualquier hijo de campesino o criado, llegando a ser uno de ellos y actuar como tal, no, no era eso en absoluto. Sino que mi represión al mundo y a mi sino, que parecía haberse torcido desde que Arkadiy, Lord de ser merecedor de tal alabanza, se cruzase en él. Mi añoranza, mi humilde ambición, lejos de ser pretensiosa y altiva, residía en poder pronunciar las palabras hogar encontrado un sentido íntimo en ellas para mí con respecto a algún lugar; únicamente mi meta a alcanzar era formar una verdadera familia donde el amor fuera la base del sustento de la pareja y mi prole la alegría que adornara una sencilla casa, dándome la tranquilidad y paz de dejar una tormentosa y traumática experiencia anclado en mi pasado, esa era mi exigencia con mi porvenir que me resultaba de vital importancia.
Sentencié conmigo mismo que lo mejor era alejar aquellos inverosímiles pensamientos antes de que me dieran jaqueca y la mejor manera era ahogándolos en aquella burda imitación de lo que pretendía ser whisky. Pero bueno después de todo mejor era eso que nada que echarme al gaznate que me ayudase con mi propósito, y a juzgar por el peso de mis bolsillos, eso sucedería tras el vaso que estaba a punto de ingerir. Levanté dos de mis dedos sin llegar a levantar mi taciturna mirada ni mirar al tabernero, este entendió mi intención y agitando una botella grisácea, que debería ser transparente, para llamar mi atención, la cual llamó discretamente pues lo observé por el rabillo del ojo, interrogando si eso era lo que deseaba, duda que resolvió ante mi gesto afirmativo. Lleno un pequeño vaso y me lo pasó deslizándolo por la barra, al llegar a mi mano con presura derramé aquél corrosivo líquido por mi esófago, si analizaba lo que era y podría provocar en mi interior jamás pasaría la comisura de mis labios. Una vez lo saboreé, no pude menos que fruncir el ceño, pues sabía a rayos, a veces cosas como esas eran las que despertaban mi nostalgia por algunas de las exquisiteces o lujos perdidos en mi época de adolescente. No es que me fueran vitalicios para mi existencia, pero si era verdad que ciertas ventajas como eran la lectura, la música y la buena comida y bebida eran cosas que llegaba a extrañar enormemente pues eran de las cosas que adoraba, tanto como para sentir en mi adentros un pequeño vacío que gritaba por ser rellenado de nuevo con ellas; pero eran magnificencias que me habían sido vetadas.
En un remolino de reflexiones me hallaba cuando se oyó el crujir de la polvorosa y ruinosa puerta, en un primer momento ni siquiera volví la vista, quién entrara o dejara de hacerlo estaba lejos de despertar mi interés por ello. Quizás lo que sí llegó a conseguirlo fuese ese segundo de respiración contenida y el casi inaudible y perspicaz aire y sonido levantado por el giro de cabezas que se produjo; esto algo despertó mi activa y sobresaliente curiosidad, pero incluso con eso mis preocupaciones y responsabilidades habían agotado mi mente especialmente ese día para que tan solo con ello, suficiente en otros días, me sacaran de mi absorción en mis pensamientos apartara mi mirada del infinito.
De repente un vibrante sonido llegó hasta mi oído captando toda mi atención curioso sitio para oír el resonar de unos tacones horadando esta podrida madera que se hacía llamar suelo, cuando a mi entender algo así debía soportar el peso de un ser humano y no correr el riesgo de hundirse bajo cada pisada aquello si fue lo bastante llamativo para que elevara mi vista hasta el espejo que había tras la barra y entre las costras grasientas de inmundicia acumuladas en él pude descubrir unos poderosos ojos verdosos a conjunto con una caballera ondulada claramente rubia. Cada vez mi intriga iba en aumento por momentos ¿qué haría una distinguida y selecta dama rebajándose a regalarles la mirada a tipos de la calaña que aquí se encontraban? No había otra respuesta que a la de contratar a alguien, la cuestión ahora recaía para qué tipo de trabajo, si uno sucio como los que se solían ver involucrados y traer entre manos los de la alta sociedad, a la cual claramente pertenecía por sus ropajes, y de ser así instantáneamente quedaba eliminado de la lista de candidatos, que se buscara a cualquier ruin sin escrúpulos que allí bebía, desde luego no le faltarían; o a por otra clase de servicios, que podría convertirse en la respuesta a mis plegarias. Fuera como fuere no podía tener otro cometido, pues la gente como ella no se acordaba de nosotros para nada más que esas denigrantes tareas. Decidí no perder detalle alguno de sus palabras y movimientos pero con la discreción y respeto que tal damisela merecía si no fuera por su belleza, por su posición, pues quizás mi ventura estuviese por fin a un suspiro de cambiar.
Ante mi perplejidad se encaminó después de unos pasos vacilantes directamente hacia donde me encontraba y le preguntó al que hacía tan solo unos segundos me había servido por mí. Haciendo honor a mis educados modales que había adquirido en mi época dorada y que no habían mermado ni un ápice, me levanté con prontitud girándome por completo en dirección al lugar que ella ocupaba en la habitación y poniendo la mano derecha sobre mi pectoral contrario incliné mi cabeza y ligeramente mis hombros.- A sus servicios me hallo mademoiselle…- hice una breve pausa esperando conseguir una respuesta que rellenara el hueco en mi inacabada frase.- para servirle en lo que se le plazca de tan humilde servidor.- recuperé de nuevo mi erguida postura, clavando mis ojos en los suyos que brillaban como esmeraldas entre baratijas.- Sino es mucha indiscreción y atrevimiento de mi parte,- la estudié con la mirada para ver si era de aquellas damas que me dejarían continuar o por el contrario atajarían sin miramientos mi intento.- me aventuraría a preguntaros que es lo que os acomete en un lugar como este.- dije lanzando una mirada de reproche al sitio.- Por supuesto, espero me excuse vuestra merced, si ofendido os he con mis burdas y absurdas palabras; en cuyo caso apelo a vuestra benevolencia para que las olvidara.-y sin más dejé que, de desearlo, se explicara.
Por el contrario parecía que mi cuerpo pedía liberar las tensiones y penurias que proporcionaban trabajos tan lamentables como los que había tenido que desempeñar en el día de hoy, no había sido otro que el de cargar los excrementos de los corceles de la crème de la crème.
Mi situación a veces me resultaba desquiciante, poseía la experiencia que cualquier familia de alta cuna podría exigir para la servidumbre de sus viviendas, la edad necesaria para dar el talle, la compostura y el saber estar requeridos para el oficio, bien sabía que con quién debería tratarme no eran unos cualesquiera precisamente y yo mejor que nadie lo sabía, no debía caer en el olvido que había sido uno de esos aristócratas estirados, lo que por ende me daba la experiencia que todo criado de alto estatus debía de poseer, sin contar mis recomendaciones, después de arduas búsquedas e insistencias para hacerme con ellas, por la participación esporádica como camarero en algunos grandes eventos sociales de alto nivel. Entonces, una vez hecho este repaso mental, era cuando yo me formulaba la eterna pregunta, qué me faltaba aún para llegar a ocupar definitivamente uno de esos puestos anhelados, porque sino era apto para el puesto que bajase dios y lo viese él mismo. Lo que era claro en mi pensamiento era la afirmación de que, aún no habiendo encontrado todavía la clave para encarrilar mi vida hacia los derroteros deseados, debía cambiar el sendero por el que iba encaminada. Tenían que acabar las incansables caminatas buscando un nuevo puesto que sustituyera al anterior, oyendo negativas por doquier, deslomándome la espalda con polvorientos sacos que cargar, cobrando una miseria y siendo testigo de cómo las monturas de los ricos eran mejor tratadas y alimentadas que mi propia persona. No es que fueran lamentaciones melancólicas de una vida dejada a atrás, en ningún momento había tenido inconveniente de horadar, encallecer y castigar mis palmas de mis manos con un trabajo duro, por el contrario, lo había aceptado de buena gana, me había fortalecido en la adversidad y no solo hablaba de mi cuerpo, sino también de mi alma. Podía y lo más importante que a mis ojos parecía, no tenía ninguna contrariedad en igualar mi posición con la de cualquier hijo de campesino o criado, llegando a ser uno de ellos y actuar como tal, no, no era eso en absoluto. Sino que mi represión al mundo y a mi sino, que parecía haberse torcido desde que Arkadiy, Lord de ser merecedor de tal alabanza, se cruzase en él. Mi añoranza, mi humilde ambición, lejos de ser pretensiosa y altiva, residía en poder pronunciar las palabras hogar encontrado un sentido íntimo en ellas para mí con respecto a algún lugar; únicamente mi meta a alcanzar era formar una verdadera familia donde el amor fuera la base del sustento de la pareja y mi prole la alegría que adornara una sencilla casa, dándome la tranquilidad y paz de dejar una tormentosa y traumática experiencia anclado en mi pasado, esa era mi exigencia con mi porvenir que me resultaba de vital importancia.
Sentencié conmigo mismo que lo mejor era alejar aquellos inverosímiles pensamientos antes de que me dieran jaqueca y la mejor manera era ahogándolos en aquella burda imitación de lo que pretendía ser whisky. Pero bueno después de todo mejor era eso que nada que echarme al gaznate que me ayudase con mi propósito, y a juzgar por el peso de mis bolsillos, eso sucedería tras el vaso que estaba a punto de ingerir. Levanté dos de mis dedos sin llegar a levantar mi taciturna mirada ni mirar al tabernero, este entendió mi intención y agitando una botella grisácea, que debería ser transparente, para llamar mi atención, la cual llamó discretamente pues lo observé por el rabillo del ojo, interrogando si eso era lo que deseaba, duda que resolvió ante mi gesto afirmativo. Lleno un pequeño vaso y me lo pasó deslizándolo por la barra, al llegar a mi mano con presura derramé aquél corrosivo líquido por mi esófago, si analizaba lo que era y podría provocar en mi interior jamás pasaría la comisura de mis labios. Una vez lo saboreé, no pude menos que fruncir el ceño, pues sabía a rayos, a veces cosas como esas eran las que despertaban mi nostalgia por algunas de las exquisiteces o lujos perdidos en mi época de adolescente. No es que me fueran vitalicios para mi existencia, pero si era verdad que ciertas ventajas como eran la lectura, la música y la buena comida y bebida eran cosas que llegaba a extrañar enormemente pues eran de las cosas que adoraba, tanto como para sentir en mi adentros un pequeño vacío que gritaba por ser rellenado de nuevo con ellas; pero eran magnificencias que me habían sido vetadas.
En un remolino de reflexiones me hallaba cuando se oyó el crujir de la polvorosa y ruinosa puerta, en un primer momento ni siquiera volví la vista, quién entrara o dejara de hacerlo estaba lejos de despertar mi interés por ello. Quizás lo que sí llegó a conseguirlo fuese ese segundo de respiración contenida y el casi inaudible y perspicaz aire y sonido levantado por el giro de cabezas que se produjo; esto algo despertó mi activa y sobresaliente curiosidad, pero incluso con eso mis preocupaciones y responsabilidades habían agotado mi mente especialmente ese día para que tan solo con ello, suficiente en otros días, me sacaran de mi absorción en mis pensamientos apartara mi mirada del infinito.
De repente un vibrante sonido llegó hasta mi oído captando toda mi atención curioso sitio para oír el resonar de unos tacones horadando esta podrida madera que se hacía llamar suelo, cuando a mi entender algo así debía soportar el peso de un ser humano y no correr el riesgo de hundirse bajo cada pisada aquello si fue lo bastante llamativo para que elevara mi vista hasta el espejo que había tras la barra y entre las costras grasientas de inmundicia acumuladas en él pude descubrir unos poderosos ojos verdosos a conjunto con una caballera ondulada claramente rubia. Cada vez mi intriga iba en aumento por momentos ¿qué haría una distinguida y selecta dama rebajándose a regalarles la mirada a tipos de la calaña que aquí se encontraban? No había otra respuesta que a la de contratar a alguien, la cuestión ahora recaía para qué tipo de trabajo, si uno sucio como los que se solían ver involucrados y traer entre manos los de la alta sociedad, a la cual claramente pertenecía por sus ropajes, y de ser así instantáneamente quedaba eliminado de la lista de candidatos, que se buscara a cualquier ruin sin escrúpulos que allí bebía, desde luego no le faltarían; o a por otra clase de servicios, que podría convertirse en la respuesta a mis plegarias. Fuera como fuere no podía tener otro cometido, pues la gente como ella no se acordaba de nosotros para nada más que esas denigrantes tareas. Decidí no perder detalle alguno de sus palabras y movimientos pero con la discreción y respeto que tal damisela merecía si no fuera por su belleza, por su posición, pues quizás mi ventura estuviese por fin a un suspiro de cambiar.
Ante mi perplejidad se encaminó después de unos pasos vacilantes directamente hacia donde me encontraba y le preguntó al que hacía tan solo unos segundos me había servido por mí. Haciendo honor a mis educados modales que había adquirido en mi época dorada y que no habían mermado ni un ápice, me levanté con prontitud girándome por completo en dirección al lugar que ella ocupaba en la habitación y poniendo la mano derecha sobre mi pectoral contrario incliné mi cabeza y ligeramente mis hombros.- A sus servicios me hallo mademoiselle…- hice una breve pausa esperando conseguir una respuesta que rellenara el hueco en mi inacabada frase.- para servirle en lo que se le plazca de tan humilde servidor.- recuperé de nuevo mi erguida postura, clavando mis ojos en los suyos que brillaban como esmeraldas entre baratijas.- Sino es mucha indiscreción y atrevimiento de mi parte,- la estudié con la mirada para ver si era de aquellas damas que me dejarían continuar o por el contrario atajarían sin miramientos mi intento.- me aventuraría a preguntaros que es lo que os acomete en un lugar como este.- dije lanzando una mirada de reproche al sitio.- Por supuesto, espero me excuse vuestra merced, si ofendido os he con mis burdas y absurdas palabras; en cuyo caso apelo a vuestra benevolencia para que las olvidara.-y sin más dejé que, de desearlo, se explicara.
Edik L. Volkov- Humano Clase Baja
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 03/08/2012
Re: Busco y encuentro [ Edik L. Volkov ]
En algún momento de mi trayectoria desde la puerta de entrada de la taberna, hasta donde ahora mismo me encontraba, es decir, casi el centro de la misma, me había sentido desfallecer, en un sentido metafórico de la palabra; estaba absolutamente claro que un ser nocturno como yo no se podía llegar a sentir de esa forma por más que se quisiera. Pero desde luego aquel joven que ahora se inclinaba, respetuosamente y caballerosamente, ante mi había cambiado un poco ese pequeño contra punto.
Al detenerme en el centro de la taberna, y haberme dirigido al tabernero este me le había echado una mirada insignificante al muchacho, y después como no, se había fijado de arriba hacia abajo en mí, como si una mirada suya pudiese quitarme una por una las prendas que llevaba puesta. Cuando se levanto con el asombro que ya me esperaba en él, me acerque unos pasos, para que nuestra conversación fuese más privada, aunque me quedaba bastante claro que si pensaba tener una conversación privada con alguien de los presentes, fuese quien fuese, casi que era mejor salir a las calles parisinas, antes que quedarse en aquella taberna, y bueno empezaba a formarse un buen lugar para dirigir la reunión.
No tardo mucho en hablarme y aquellos modales y su vocabulario me dejaron gratamente asombrada, desde luego no muchas personas de su clase social tenía esa clase de modales. Escuche atentamente su saludo, y con una sonrisa educada, pero sin mostrar mis dientes, me presente, ya que exigía un nombre con el que poder tratarme. – Lefort. Violette Elisabeth Lefort. – me presente amablemente y con el respeto que él se merecía, de hecho en aquellos momentos se merecía bastante más respeto del que muchos de los presentes podía granjearse con tan solo matar un hombre. – No hay que menospreciarse, señor Volkov, pues la clase solo es una etiqueta impuesta por la sociedad. – odiaba infinitamente que todos aquellos que trabajasen conmigo me trataran como si ellos no fuesen tan buenos como yo, cuando sin duda muchos de ellos eran hábiles espadachines, músicos virtuosos, grandes escritores, magníficos pintores… Para mí las normas de la sociedad iban por un lado y mi casa por otro, así que como se dice por ahí donde manda capitán no manda marinero. Espere a que siguiese, porque se le veía en el rostro, e incluso en el pensamiento que tenía que apuntar alguna que otra cosa más. Fue entonces cuando me pregunto, con muy buenos modales, eso siempre, que era lo que me traía allí, estuve muy tentada a decirle que precisamente buscándolo a él, o a alguien como él, pero me espere como persona educada a que terminase sus palabras, porque después de todo si había algo que era fundamental para trabajar conmigo era el respeto tanto suyo como mío y que ambos lo llevásemos a muy buen puerto. – Supongo que venía buscando lo que todo el mundo de mi posición y recién llegada a París busca, servicio que sea de confianza y tenga buena disposición para trabajar en mi casa. – le anuncie pero seguidamente seguí con mis palabras, ya había dicho que no me era de mucho agrado andarme por las ramas. – Solo que no me gustaría mucho seguir la conversación aquí, hay varias cosas que me gustaría comentarle, y bueno entrevistarlo más tranquilamente y la verdad no considero que este sea el mejor lugar para ello. – hice un gesto para que mirase a su alrededor. – No mal interprete mis palabras, pues no estoy diciendo que este no sea un lugar digno para poder tener una charla, pero realmente hay cosas que se necesita más… - hice un gente con la mano. – descripción, que la de una taberna. – una persona normal, sin duda, lo hubiese citado a la mañana siguiente en mi hotel para entablar aquella conversación, pero yo en primer lugar no era una persona normal, y en segundo lugar me hacía falta una persona de servicio ya. – Así que aunque le parezca un tanto extraño de mi parte, me gustaría cerrar el trato esta misma noche, sé que no es lo más ortodoxo de todo, pero no dispongo de mucho tiempo mañana y me urge, tanto a mí como a mi maestro, tener al fin alguien que vele de nuestro bienestar. – le dedique una sonrisa amable y tranquila, para que entendiese que no era nada malo lo que le estaba pidiendo y viese cual de desesperaba me encontraba por tener al fin alguien que nos atendiese como debía de ser. Lo mire unos segundo a los ojos, tenía unos intensos ojos azules que llameaban en el interior de sus cuencas con una gran fuerza. - ¿Le importaría mucho acompañarme a mi hotel, mientras lo entrevisto? – pregunte con suma tranquilidad. Ya no era extraño ver a una chica con un muchacho del brazo, al menos eso me había dado cuenta aquí en París.
Al detenerme en el centro de la taberna, y haberme dirigido al tabernero este me le había echado una mirada insignificante al muchacho, y después como no, se había fijado de arriba hacia abajo en mí, como si una mirada suya pudiese quitarme una por una las prendas que llevaba puesta. Cuando se levanto con el asombro que ya me esperaba en él, me acerque unos pasos, para que nuestra conversación fuese más privada, aunque me quedaba bastante claro que si pensaba tener una conversación privada con alguien de los presentes, fuese quien fuese, casi que era mejor salir a las calles parisinas, antes que quedarse en aquella taberna, y bueno empezaba a formarse un buen lugar para dirigir la reunión.
No tardo mucho en hablarme y aquellos modales y su vocabulario me dejaron gratamente asombrada, desde luego no muchas personas de su clase social tenía esa clase de modales. Escuche atentamente su saludo, y con una sonrisa educada, pero sin mostrar mis dientes, me presente, ya que exigía un nombre con el que poder tratarme. – Lefort. Violette Elisabeth Lefort. – me presente amablemente y con el respeto que él se merecía, de hecho en aquellos momentos se merecía bastante más respeto del que muchos de los presentes podía granjearse con tan solo matar un hombre. – No hay que menospreciarse, señor Volkov, pues la clase solo es una etiqueta impuesta por la sociedad. – odiaba infinitamente que todos aquellos que trabajasen conmigo me trataran como si ellos no fuesen tan buenos como yo, cuando sin duda muchos de ellos eran hábiles espadachines, músicos virtuosos, grandes escritores, magníficos pintores… Para mí las normas de la sociedad iban por un lado y mi casa por otro, así que como se dice por ahí donde manda capitán no manda marinero. Espere a que siguiese, porque se le veía en el rostro, e incluso en el pensamiento que tenía que apuntar alguna que otra cosa más. Fue entonces cuando me pregunto, con muy buenos modales, eso siempre, que era lo que me traía allí, estuve muy tentada a decirle que precisamente buscándolo a él, o a alguien como él, pero me espere como persona educada a que terminase sus palabras, porque después de todo si había algo que era fundamental para trabajar conmigo era el respeto tanto suyo como mío y que ambos lo llevásemos a muy buen puerto. – Supongo que venía buscando lo que todo el mundo de mi posición y recién llegada a París busca, servicio que sea de confianza y tenga buena disposición para trabajar en mi casa. – le anuncie pero seguidamente seguí con mis palabras, ya había dicho que no me era de mucho agrado andarme por las ramas. – Solo que no me gustaría mucho seguir la conversación aquí, hay varias cosas que me gustaría comentarle, y bueno entrevistarlo más tranquilamente y la verdad no considero que este sea el mejor lugar para ello. – hice un gesto para que mirase a su alrededor. – No mal interprete mis palabras, pues no estoy diciendo que este no sea un lugar digno para poder tener una charla, pero realmente hay cosas que se necesita más… - hice un gente con la mano. – descripción, que la de una taberna. – una persona normal, sin duda, lo hubiese citado a la mañana siguiente en mi hotel para entablar aquella conversación, pero yo en primer lugar no era una persona normal, y en segundo lugar me hacía falta una persona de servicio ya. – Así que aunque le parezca un tanto extraño de mi parte, me gustaría cerrar el trato esta misma noche, sé que no es lo más ortodoxo de todo, pero no dispongo de mucho tiempo mañana y me urge, tanto a mí como a mi maestro, tener al fin alguien que vele de nuestro bienestar. – le dedique una sonrisa amable y tranquila, para que entendiese que no era nada malo lo que le estaba pidiendo y viese cual de desesperaba me encontraba por tener al fin alguien que nos atendiese como debía de ser. Lo mire unos segundo a los ojos, tenía unos intensos ojos azules que llameaban en el interior de sus cuencas con una gran fuerza. - ¿Le importaría mucho acompañarme a mi hotel, mientras lo entrevisto? – pregunte con suma tranquilidad. Ya no era extraño ver a una chica con un muchacho del brazo, al menos eso me había dado cuenta aquí en París.
Violette E. Lefort- Vampiro Clase Alta
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