Siento que estoy en un velatorio en vez de en una celebración [Marion]

Una invitación fue entregada en la mansión López, invitando a su señora a la celebración de algo, lo cierto es que Santana no prestó mucha atención al asunto, todo quedó ofuscado por la palabra celebración o por lo que siempre había sido un sinónimo ‘’fiesta’’. Por supuesto se dio respuesta de que acudiría puntual a la gran celebración de lo que fuera, ya tendría tiempo de saber a causa de qué se hacia dicha recepción y así no quedar como una ignorante ya que tenía que mantener una fachada para los negocios.

La verdad es que tenía cierta emoción por el momento, hacía un poco de tiempo que acudía a ningún evento social y los echaba de menos ya que estaba muy acostumbrada a los bailes, fiestas, recepciones, celebraciones entre otros acontecimientos donde relacionarse. Normalmente en estos sitios podías encontrar gente con la que sacar buenos beneficios frente al trabajo, y en otros aspectos también pero eso ya lo había cubierto y no le interesaba. Se preparó con sus mejores galas, aunque eso era casi cualquier vestido que hubiera en el armario. La joven a su servicio se ofreció a peinarla al ver que Santana no se decidía sobre si llevar el pelo suelto, recogido, con tirabuzones sin ellos… Acabó con el pelo suelto y con ondas en cascada y un pequeño tupe. Decidió llevar un vestido negro, sencillo y a la vez atrevido, realzando todos los matices extranjeros de Santana así como sus curvas.

Una vez ya estaba lista comenzó su viaje al sitio donde se le había indicado en la carta que debía ir a la hora correcta. La noche no parecía que iba a ir mal si no todo lo contrario, pasaría un buen rato y conocería gente lo suficientemente interesante para sus propósitos para luego volver a casa o quizás dar un paseo nocturno a ver a quien se encontraba, eso último en caso de no ver a cierta personita que opacan a todas las demás. Bajó de su carruaje y todo muy bien organizado, iba observando el interior, la verdad es que ella había llegado ligeramente tarde. El salón de la reunión estaba bastante repleto de gente, todos muy bien vestidos y con acompañantes. En una primera visual tuvo localizados al servicio que disponía de bebida, solo era un pequeño plan B si aquella celebración acababa siendo un velatorio que de momento es lo que parecía.

Al pasar un par de horas, o eso es lo que le parecía a Santana, solo había conseguido que se le acercaran varios babosos que solo querían un bailar para intentar sobrepasarse un poco aunque ninguno lo consiguió. Decidió alejarse un poco de tumulto para poder observar mejor a toda esa gente y poder decidir si había alguien interesante de verdad o si el tiempo de cortesía que le quedaba por pasar iba a ser igual de insufrible que hasta ahora. Su análisis se volvió ligeramente positivo cuando entró una mujer, no sabría decir que edad tendría exactamente, que parecía ser lo más interesante que encontraría aquella noche en ese dichoso lugar. Nunca se había arrepentido tanto de salir de casa, podía haber hecho otras mil cosas, como quedar con una amiga que no veía hace varios años o simplemente raptar a Sinn para pasar tiempo juntas.

Su mirada chocó varias veces con la mujer que había entrado hace un buen rato, Santana sentía que había algo en ella que la hacia diferente a los demás presentes pero debido a la lejanía de sus posiciones no se encontraba en disposición para averiguar totalmente qué era. Frustrada por la insistencia de algunos hombres y cansada ya de estar en el lugar, cogió una copa de las que servían con lo que creó que era el licor más fuerte y se encaminó a uno de los ventanales que daban a un balcón para tomar un poco el aire. Una vez fuera se apoyó en la baranda respirando profundamente para calmarse, intentar volver dentro, despedirse del anfitrión y marcharse literalmente corriendo. Ese era su plan hasta que sintió alguien detrás suya, decidió no girarse y esperar a dicha persona. Al final se dio cuenta que era nada más y nada menos que la mujer con la que había cruzado alguna que otra mirada dentro del salón, que imitó la postura de Santana mirando al negro cielo. Se quedó mirando al frente sin decir nada, en caso de no percibir ninguna acción de relación se retiraría y continuaría con su plan de escapar de aquel bodrio de celebración.

El rojo fluido deslizó por el cristal, haciendo un pequeño rizo en el interior del cáliz y llenando la mitad de éste en cuestión de un par de segundos. La dama de blanca tez retrajo la mano y muy cortésmente le asintió al mozo en señal de agradecimiento. Llevó la copa a los labios y el dulzor del vino se mezcló con el propio buqué frutal de su pintura de labios; degustó los años de tan suculenta bebida y agradeció su compañía, puesto que no podía considerar a ningún ser en el salón como ameno acompañante.

Aquella no era más que una reunión protocolaria y luego de haber efectuado algunos negocios, no tenía otra cosa por hacer en el sitio, salvo… esperar un poco más. Le habían asegurado que alguien llegaría y ésta sería la ocasión para cumplir el deseo que le había abordado desde la primera vez que le vio.

Como era costumbre, Marion había llegado desde poco antes de la hora citada y a esas alturas de la velada, la espera se había convertido en algo abrumante, en especial por la tardanza demás de su blanco; pero por fin llegó, robándose la mirada de más de uno. Se trataba de una hermosa mujer de importante estirpe, ropas finas y exquisito aroma, no solamente por su perfume floral de la más alta calidad. Algo en su sangre olía especialmente bien y pocos humanos con esa cualidad llegaban a la vejez, tras tentar sin querer, a hambrientos seres de la especie de la británica. Probablemente tuviese un dejo de poder espiritual fuera de lo común, del cual ni siquiera la dama estaba consciente, pero a Marion poco le importaba el detalle, no dejaría que la mujer escapara de su boca esa noche.

No pasó por alto la cantidad de hombres que intentaron acercársele, mas ella esperó pacientemente por el momento oportuno. El tiempo le había enseñado que muchas veces lo mejor era llegar al final, como un “consuelo” ante el acecho de depredadores que, irónicamente, eran mucho más inofensivos de lo que sería ella.

Siguió con la mirada cada uno de sus pasos y encontró el momento perfecto cuando aquella salió a tomar aire al balcón. La inglesa dejó la copa en un mueble de por ahí y con calma se desplazó hasta un sitio desde donde pudiera observar a Michelle Rouge, a quien vio que no se encontraba sola en aquel fresco, por lo que se contuvo de acercársele por un momento más. Por otra parte, la otra dama a su lado era un espécimen algo distinto a la gente que habitaba en la región, poseía piel morena y rasgos sudamericanos. Marion no había tratado a mucha gente de aquel continente, pero reconocía y aceptaba que lo exótico de su temperamento y diversidad étnica le parecían interesantes, sin embargo, la mujer de allí tenía algo especial además… y algo que despertó su instinto competitivo. ¿Acaso, aquella vampiresa de tono dorado querría arrebatarle a la presa?

Se acercó un poco y sin poner un pie en el balcón, elevó la voz a penas lo suficiente para ser escuchada, conservando el tono de refinamiento que le caracterizaba.

―Michelle, Rouge ―el apellido era atrayente por sí mismo, y así le puso especial énfasis. Sus iris, de claro tono a esa hora, miraron por un breve instante hacia la mujer latina, estudiando si habría reacción de su parte, pero disimuló desinterés y se enfocó en sonreírle a la francesa ataviada con un vestido blanco, mientras que el propio era uno de color fuego―. Me alegra mucho verte ―le habló confiada de la familiaridad que le habían otorgado un par de entrevistas previas.

La señora Rouge hizo ademan de hacer memoria por un segundo y luego rompió en una amplia sonrisa y voz encantadora.

―Marion… Vaughn ―deshizo el camino andando y regresó al interior de la sala, quedando sólo a un paso del marco hacia el balcón―. No imaginé verte en este sitio. La última vez comentaste que no te agradaban las fiestas… ¿si fue así? ―la miró con curiosidad.

―Cierto ―su sonrisa fue tímida a propósito, mas usó el tono suave que solía dar a su voz un aire sensual involuntario―. Pero me dijeron que vendrías.

La castaña se sonrojó ligeramente y titubeó antes de volver a hablar.

―Oh… ¿y en qué puedo complacerte? ―sacó un abanico de su holgada manga y discretamente comenzó a refrescar el calor de su rostro.

―Me gustaría hablar de algunos negocios ―con sutileza le señaló hacia una pequeña cámara dispuesta con cómodos sillones y cojines, habitualmente privados, donde los señores se reunían para negociar, y en ocasiones para otros caprichos.

Michelle asintió y con calma siguió la indicación de Marion, tomando la iniciativa mientras que la británica permanecía un poco más atrás; entonces, lejos de la vista de la acaudalada cordero, la vampiresa echó un detenido vistazo hacia la morena. Estrechó ligerísimamente los ojos y le sonrió con una sola de las comisuras, dándole a entender que estaba muy consciente de su naturaleza, y que, si por algún momento había pensando en tomar a aquella dama, era demasiado tarde, porque el rojo néctar de aquella, sería suyo detrás de la cortina.


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