Felix Bricker

Felix Bricker Baeremaecker

IMAGEN Y PERSONALIDAD

HISTORIA Y OTROS DATOS

De la unión de Jacques Bricker y Marguerite Baeremaecker nacieron cuatro hijos, tres de ellos varones y la menor, una niña. Los dos mayores llegaron en las tierras del nuevo mundo y pasaron allí gran parte de su infancia. Felix y Vincent tenían apenas 4 y 3 años respectivamente cuando sus padres debieron volver a la patria de origen de sus antepasados, durante el viaje en barco hacia Europa nació el pequeño Harpernus, que comúnmente llamarían sólo Harper y pasados dos años de asentados en la capital francesa sería el turno de la hermosa Mirabeau, quien se robó el amor y la atención no sólo de sus padres sino que también de sus tres hermanos mayores, quienes por cierto serían siempre muy protectores con ella.

Vivieron entonces en las afueras de la ciudad manteniendo una granja que abarcaba una extensión bastante amplia de terreno, donde además de cultivar granos, semillas y las hortalizas propias de cada estación, comenzaron el negocio de la crianza de animales que les otorgarían la oportunidad de vender no sólo su carne, si no también leche, los derivados de esta y cueros sin curtir. Todos los hijos fueron instruidos en el conocimiento de las labores realizadas para así formarlos y que luego pudieran tener cada uno de ellos su propia fuente de ingresos. La familia Bricker comenzó a aumentar su patrimonio a medida que el negocio se expandía llegando a poseer una fortuna bastante considerable.

Cuando el hijo mayor de la familia cumplió la mayoría de edad pudo acceder a un fondo destinado a la inversión y compra de una nueva granja, esta vez administrada por él. Fue entonces así que Felix adquirió unos terrenos un poco más cercanos a la ciudad que poseían también una casa de grandes proporciones y en buen estado, la que sólo requirió de unas pocas reparaciones antes de estar adecuada para ser habitada. Durante los meses en que duró la restauración de aquel lugar, el muchacho conoció a la hija de unos clientes y amigos de sus padres, quienes además de poseer mucho dinero venían además llegando desde Italia, donde poseían además un negocio bastante fructífero.

Anais y Felix rápidamente sintieron que aquello no era simplemente una atracción de adolescentes, el amor que se profesaban era verdadero e intenso y sabiendo que no se necesitaba más que aquello para ser felices juntos, se comprometieron apenas un par de meses después. La relación que se mantuvo entre ellos siempre llena de pasión contenida, se formaliza pocos días después de su cumpleaños número 19, mientras la chica tenía apenas 17 años. Ambos se trasladan entonces a la granja donde comienza una vida de casados que mantiene el brillo de aquellos que recién se aman. Los encuentros carnales son fogosos y espontáneos, se entregan apasionadamente el uno al otro descubriendo juntos lo que significa realmente hacer el amor. Hasta antes de su boda, Felix no había estado con alguna mujer ni ella con algún hombre.

Apenas un año después de aquel matrimonio celebrado durante el comienzo del otoño se produce el nacimiento tan esperado del primer hijo de la pareja, Anais de 18 años y Felix de 20, reciben entonces a Oliver quien es la viva imagen de su madre, con el cabello oscuro y los ojos castaños casi dorados, el pequeño es vivaz y bastante inquieto. Si bien el parto se produjo sin complicaciones, algunas infecciones afectaron a la madre quien se mantuvo débil después de aquello. Cuando su hijo tenía dos meses, la familia de Felix decide volver a Quebec y comenzar allá el mismo negocio que tantas satisfacciones les ha traído en Europa. De un momento para otro queda entonces a cargo de la nueva familia que está formando y también de la granja de sus padres y también la propia.

El invierno siguiente es crudo y difícil, el pequeño Oliver lo resiste bien pero su madre se apaga lentamente. Los síntomas son el indicio claro de algo más fuerte que un simple resfriado, la tos y el sangrado no le permiten comer bien, la fiebre suele afectarla cada noche y pese a que su esposo pone todo a su disposición para intentar sanarla, nada funciona y Anais Tournier, llamada ahora Anais Bricker o simplemente Anie para él, fallece cuando su hijo tiene 8 meses de vida, dejándolo al cuidado de su padre y de las empleadas que se encargarán posteriormente de su crianza. El apoyo de la familia de la muchacha es inmediato, llegando incluso a ofrecerle la opción de ser ellos quienes se encarguen del bebé, pero Felix recuerda la promesa hecha a su esposa y decide ser él quien se encargue de todo.

Por momentos le gustaría tener la valentía de vender todo y partir, partir lejos de los recuerdos que lo atormentan, lejos de ese cuarto donde aún puede ver la imagen pálida de aquella mujer que siempre estuvo llena de vida. Pero no sólo lo ata el visitar cada jueves la tumba de su esposa, lo mantienen ahí también las visitas de la familia de ella cada domingo y la esperanza de ver crecer a su hijo cerca de aquellos a los que no quiere que olvide. El amor por su Anais se mantiene intacto, las lágrimas siguen cayendo y aunque han pasado casi dos años desde que la perdió, el dolor es el mismo y sólo ha aprendido a vivir con él. Antes de su muerte, Felix fue siempre un hombre cariñoso y chispeante, divertido entre sus cercanos y de carácter afable y bastante dulce, luego de aquel acontecimiento es taciturno, malhumorado, con una personalidad muy diferente de la que siempre tuvo y por sobre todo parece siempre enojado o creyendo que todo confabula en su contra para que nunca pueda volver a ser feliz.