Aloqua, la diablesa

Poderes

*Nigromancia o Necromancia: Habilidad que consiste en la adivinación mediante la consulta a los muertos y sus espíritus o cadáveres. Uso de los muertos a su favor.

* Tirititero: Brujo con la capacidad de adherir un alma errante a un objeto inanimado y controlarlo a voluntad.

*Encandilamiento: Esta habilidad hace que cualquier persona se sienta atraída ya sea físicamente o de cualquier otra manera a la persona poseedora del poder.

Descripción Psicológica:

Si se me pudiera llamar por una mísera y corta palabra, sería simple: Loca. No hay nada que pudiera interferirse entre mí y mis deseos. Yo soy Aloqua, un demonio en vida. En cuerpo y mente soy la reina de la seducción y el dolor. Un arañazo breve en el acto sexual, un mordisco que haga sangre, unas cuerdas sosteniendo mi cuerpo hasta hacer moratones… Eso y tanto más, tanto placer en esas míseras cosas… Mmm…

Y, no es solo el placer de mis deseos o actos sexuales, sino el sufrimiento… Oh, cuanto adoro verlos gritar, ver sus rostros compungidos por el dolor. Sangre. Mis ojos se congratulan con la belleza de ese de ese líquido tan hermoso que corre por el cuerpo de la gente. Tan lento… Tan letal… Cuan deseo que pudieran contener a la bestia. Miento… Tanto tiempo deseando sacarla, poder ser como soy en realidad, que el sentimiento bueno, ya no existe para mí.

Almas puras, y dulces, y tiernas… Oh, cuan apetitoso es poder mancharlas, corromperlas sin piedad. Piedad… ¿Qué significa eso? Yo jamás podré averiguarlo, nadie me ha tratado de una forma que me mostrara lo que eso es. No me importa, pues soy un demonio en estado puro.

Loca. Maléfica. Despiadada. Sanguinaria… Y jamás podrán cambiarlo. Quizá, solo quizá, sea menos brusca de primeras. Si mostrara como soy, jamás se acercarían mis víctimas, mis amantes… Por eso, solo muestro la belleza de mi rostro y cuerpo con una sonrisa pervertida y simpática. Oh, el harte del engaño es tan… dulce.

Historia:

¿Mi verdadero nombre? Jamás será pronunciado, nadie lo sabrá.

Cuando era niña tenía una familia, muy creyente, pero a la vez, no pensaban que todas las criaturas fueran malas. De hecho, no creían en ellas. O quizá, es que ni siquiera eran creyentes, tampoco importa el dato, ¿verdad? Es mi historia… La cosa es, que yo no era normal. Mostraba cosas, decía cosas… Y eso… Les asustó.

Recuerdo un hermano, alguien que me hacía sonreír más que aquella gente que venía por las noches. O por el día, no importaba, nadie les veía… Mi hermano, el cual no recuerdo el nombre, era alguien tan especial para mí… Le quería como a nadie; era mi vida, mi existencia, mi todo… Pero esas personas, tan transparentes, tan muertas, venían a diario a visitarme. Yo era educada. Hablaba con ellos, les animaba a superar sus traumas y mis padres me veían, pero no me comprendían. Decían que dejara de hacerlo y yo lo intentaba… De verdad… Pero no puedes pasar de los muertos. Y menos cuando aparecen justo en tu cara.

Aprendí… Que pasar de lo que los demás dijeran me hacía más feliz. Solo mi hermano me comprendía… Y una día, mis padres desesperados, me llevaron a un hombre. Solo recuerdo a mi hermano gritar, suplicar y pedir que no se me llevaran. ¿A dónde? Ahora sabréis.

Pasaron los días mientras me hacían pruebas y preguntas constantemente, y, un día me encontré encerrada en un habitación acolchada y blanca. ¡Blanco! ¡Todo era demasiado blanco! Y la camisa que me oprimía, sin dejarme mover…Gritaba… Lloraba… Pedía a mi hermano… Pero nadie venía… Ni mis padres… Ni él… Y después de años con tanto blanco simplemente me quedaba quieta. Cual inerte estatua. Y le vi… un hombre… Alguien que me decía, un muerto que me mostro tantas cosas… Un ser tan diferente y tan letal… Lo tenía en mi cabeza constantemente. Me hablaba, me decía que matara. Pero solo era una estatua.

Un día mientras estábamos en el comedor con más presas como yo, una discusión se alzó. Éramos tres en una misma habitación. Y se habían ido. Dejándonos solas con los cuchillos tan cerca… Esos gritos me ponían enferma. Y simplemente clavé, y clavé, y volví a clavar… y mis ojos llenos de lágrimas, contemplaban esa hermosa sangre carmesí saliendo de su cuello. Reí. Reí de alivió, de placer… Y esa voz habló. Me dijo como salir. Como huir.

Esperé tranquila, detrás de la puerta, hasta que la abrieron. Y mi pequeño cuchillo volvió a matar. Solo corrí. Salí de aquel horrible lugar perdiéndome en las calles de París. ¿Mi nombre? No lo recuerdo. ¿Mi familia? Por su bien que no los encuentre… ¿Mi hermano? ¿Quién es? Solo veo una debilidad a mi vida. Y es él.

Busqué refugió y entré a mi amada profesión, lugar donde comprendí porque mis padres me adiaban. Porque vieron lo que yo no en esos instantes. Vieron que yo era Aloqua, la diablesa, una deablesa que se dejaba llevar por el sexo y la sangre de las jóvenes más bellas que ella.

¿Qué si me pregunto como sería mi vida si no me hubiera encerrado en un psiquiátrico? En realidad no. Porque así soy quien debo ser…

Datos Extras:

*Lo único mortal que guardo, lo único que muestra un leve sentimiento en mi corazón, es un collar. Un collar que tiene dos nombres detrás, el de mi hermano y mío. Obviamente, no lo miraré jamás.

* ¿Mi debilidad? El fuego… Le tengo tanto pánico…

*Amo a los seres sobrenaturales, sobretodo, a los vampiros.