Tus proyectos, mis necesidades [Simona Pond]

por **Nói Runa Hauksdóttir** Vie Nov 09, 2012 8:34 am

"TUS PROYECTOS,
MIS NECESIDADES

CON Simona Pond ∞ En Cathédrale Notre Dame ∞ 00:00

Era cerca de la medianoche cuando la luz mortecina de una farola iluminó brevemente el umbral de mi casa. Cerré la puerta tras mis pasos y permanecí unos instantes varada en medio de la calle. No había nadie alrededor, nadie que caminara por aquella cuesta pedregosa y empinada que sentía como propia, que de algún modo me identificaba, más que por el nombre (Rue Ravignan, calle en la que estaba situada mi casa), por la forma angosta de la misma.

Había llovido por la tarde y el suelo aún estaba húmedo, incluso quedaba algún charco diminuto entre las piedras. Perdí la mirada en el cielo durante un momento. Las nubes rojizas ocultaban la luna en su mayor parte, y se movían con tanta rapidez que daba la impresión de que lo que realmente se desplazaba a tal velocidad era el suelo bajo mis pies. Qué sensación tan extraña.

Me así la chaqueta que me había colocado sobre un vestido sencillo, algo veraniego, y eché a andar calle abajo. Una brisa fresca, típica de finales de primavera, oxigenaba las calles parisinas de un modo que me resultaba bastante agradable. Adoro el aire frío chocando contra mi rostro, es algo que me espabila completamente y, quizás, una reminiscencia de mi tierra, como si me envolviera y me abrazara, como si pudiera cerrar los ojos y trasladarme a otro lugar, a mi añorada Akureyri.

Perdida en estos pensamientos, caminaba cual autómata hacia el centro de París. Allí había concertado una cita breve con Simona Pond, una cita con cierto aire clandestino, como si estuviéramos haciendo algo prohibido que, al menos, debía ser ocultado ante los ojos de los humanos corrientes. Y no era para menos. Apenas nos habríamos encontrado un par de veces antes y ya estaba inmiscuida en un asunto relativamente complicado, debido a que requería el uso de mis conocimientos mágicos y sabía los riesgos a los que me enfrentaba con ello, y que al mismo tiempo me resultaba extremadamente interesante. Al parecer, Simona estaba contribuyendo con una casa de acogida, facilitándole medicamentos y demás bienes necesarios para el mantenimiento y bienestar de las personas que allí eran atendidas, y yo la ayudaba a incrementar el efecto de dichas medicinas. A cambio ella me proporcionaba las sustancias necesarias para desarrollar mis investigaciones y de este modo se cerraba el círculo.

Todo lo relacionado con las cualidades curativas de ciertas plantas y sustancias que culturalmente se consideran nocivas era algo que me entusiasmaba y que en ese momento de mi vida ocupaba la mayor parte de mi pensamiento. Estaba de algún modo obsesionada con poder ayudar a la gente, convencida de que nuestra magia, la de los brujos, podría ser utilizada para el bien común y que así, ilusa de mí, dejarían de perseguirnos constantemente. En mi perfecta utopía consideraba posible la paz entre todas las razas, aunque una parte de mí sabía muy bien que esto era prácticamente imposible.

Hacía siete días desde mi último encuentro con Simona y desde entonces no había cesado de estudiar para esta causa.
Nos encontraremos de nuevo dentro de una semana, en el callejón tras la catedral de Notre Dame, cuando suene la primera campanada que marque la medianoche , acordamos entonces. Ya era casi el momento.

Tras cruzar el río Sena, vislumbré en la distancia las torres de dicha catedral, al fin. Apreté un poco el paso, pues no quería llegar tarde, y, cuando se escuchó la primera campanada, ya me encontraba en la plaza, frente al portón. La rodeé por la derecha y me dirigí con presteza al lugar de encuentro.

— Señorita Pond —dije a modo de saludo, acompañando mis palabras de una sonrisa. Realmente me alegraba de verla. Deseaba escuchar las nuevas acerca de nuestro proyecto y conocer ciertos detalles que aún escapaban de mi comprensión, si se daba la oportunidad de preguntar por ellos.

BY тangerιne FOR SOURCECODE

por **Simona Pond** Lun Ene 14, 2013 2:34 am

Tus proyectos, mis necesidades

Medianoche en la Cathédrale de Notre Dame - con Nói Runa Hauksdóttir

Siempre es arriesgado emprender nuevos rumbos, intentar conseguir algo que desde que recuerdas te han enseñado que está prohibido porque muchas veces, aún cuando no sepas leer o escribir, sí eres capaz de entender las señales que prácticamente gritan en tu oído que deberías alejarte. Pero Simona es porfiada, Simona no entiende a la primera ni tampoco a la segunda, sólo luego de varios tropiezos, recién ahí comienza a captar el error que ha cometido, aunque claro, nada asegura que no vaya a cometerlo otra vez. Es como aquellos niños a los que dejan quemarse la mano en la cocina creyendo que con eso no se acercarán a esa olla caliente llena del espeso contenido de frutas cocidas y un poco de miel. Cuando camina buscando su abrigo se da cuenta que en realidad eso es una capa más bien liviana, tiene tantas cosas revueltas esperando a ser ordenadas que le cuesta incluso encontrar lo que debe llevar esa noche. No fue fácil conseguirlo pero tampoco la tarea más difícil que alguna vez pudo tener, sólo debió mover un poco más de los escasos hilos que son sus conexiones y luego tener que abrir las piernas un par de veces, que por cierto, no le causaron mayor molestia. A Simona le gusta lo que hace, pero le gusta más obtener algo a cambio de eso.

Durante semanas se aseguró de que su día libre coincidiera con el de la cita que había pactado poco antes. Tuvo que convencer a algunas de las chicas con las que trabaja, a la madame que organizaba todo eso y también a los clientes a los cuales les había prometido atender ese día. Pese a que Simona no es alguien que tenga una lista refinada o muy extensa de hombres, si mantiene un par de visitas frecuentes que con gusto atiende por un par de minutos más de lo acordado. Le han advertido que eso le pasará la cuenta pero todo da igual cuando cada paso va en dirección correcta y le ayuda a conseguir aquel objetivo final que tanto ansía. Un hombre de unos cuarenta años sólo le pidió una mamada por leerle la lista de cosas que debía conseguir y ella gustosa primero se aseguró de que estuviera bien borracho para que no le mintiera pero lo suficientemente lúcido para que pudiera enfocar las letras con la iluminación apenas de una vela. Fue así como comenzó con la recolección de lo que le tomaría un poco más de tiempo. Aquella búsqueda del tesoro se convirtió casi en la mayor entretención para sus momentos a solas. Encontrar cada pieza es como un puzzle que se ha esparcido con una ráfaga fuerte de viento.

Cuando camina lo hace segura para que nadie note que sigue con el miedo fresco, como recién pintado en ella. Teme que alguien salga y la haga perder todo lo que lleva en los bolsillos; porque, aunque conoce bien el camino hasta la Catedral, desconoce lo que pueda estar escondido luego de la siguiente esquina o incluso justo detrás de ella. Su marcha rápida se detiene al mismo tiempo de la segunda campanada, por poco llega tarde pero sonríe cuando escucha como alguien la llama, la voz es inconfundible y le hace pensar que todo el esfuerzo valió la pena. — Nói… — aunque ella le dijo su nombre completo, Simona no es capaz de recordar el apellido ni mucho menos de pronunciarlo como la dueña lo pronunció alguna vez. Se acerca a la muchacha que de seguro tiene su edad o un poco más e inclina con suavidad su tronco para darle una reverencia educada tal como le enseñaron que debía hacer. Pueden decir que es bruta, pero al menos sabe a quien tratar con amabilidad. — Tengo casi todo lo que me pidió… — va directo al grano porque es como prefiere manejarse, — me falta una cosa pero tenemos que ir a buscarla ahora… no me la podían entregar antes, lo lamento… — mira hacia los sectores oscuros, alrededor de ellas y un poco más allá, aún cuando a simple vista parecen estar solas prefiere mantener la guardia alta y susurrar lo siguiente. — Usted debe acompañarme, no puedo obtenerlo sola… —

por **Nói Runa Hauksdóttir** Mar Mar 12, 2013 6:53 pm

La inquietud de la muchacha se adhería a mi piel como un sudor frío y una extraña sensación invadió mi cuerpo de arriba abajo. No era la respuesta que esperaba encontrar, desde luego, y la incertidumbre nublaba mis pensamientos. ¿Había salido algo mal? La impaciencia que desprendían sus palabras me sobresaltó, apremiándome a seguirla tan pronto casi como la vi aparecer en el horizonte, sin explicaciones.

— ¿Qué… qué ocurre? —murmuré a oscuras, mientras nos adentrábamos en uno de los muchos callejones que custodiaban los alrededores de la catedral. Observaba distraída los contornos del cuerpo de la joven dibujarse bajo su vestido ceñido, caminando a paso ligero sobre el suelo empedrado de las calles parisinas. No era difícil imaginarse su piel tibia y desnuda yaciendo en el lecho, junto al cliente de turno. Como en un destello, me pregunté si sería feliz llevando esa vida; al instante siguiente desvié la mirada hacia la luna, avergonzada. ¿A qué venían esos pensamientos?

Dirigí después la mirada a los edificios que nos rodeaban, tratando de discernir nuestro rumbo. Sin éxito. Caminé un poco más deprisa hasta ponerme a su altura y, sin poder ocultar una nota de nerviosismo en la voz, pregunté impaciente: ¿A dónde nos dirigimos?

Off-rol: Siento muchísimo la tardanza ):

por **Simona Pond** Lun Mayo 20, 2013 5:24 pm

Tus proyectos, mis necesidades

Medianoche en la Cathédrale de Notre Dame - con Nói Runa Hauksdóttir

Simona está evidentemente nerviosa, no es capaz de disimularlo y muerde su labio para frenar el temblor que se produce en su mandíbula. Tiene miedo de que todo su plan no resulte y que finalmente terminen fracasando en esa misión que tanto le importa. Antes de dar los siguientes pasos mira a su alrededor y verifica que en realidad estén a solas, aunque tiene consciencia de que no es posible para ella estar segura de que en la oscuridad nada se oculta.

— Tenemos que caminar por acá hasta donde la calle se divide en dos y luego elegir la bifurcación izquierda… ¡Más rápido! — su paso se acelera y los pequeños pies de la cortesana se escuchan con fuerza sobre el terreno de piedra que recubre las calles de Paris. La medianoche evita que pueda mirar con atención pero las instrucciones siguen repitiéndose con intensidad en su cabeza, una y otra vez, tal como ella misma las dijo para poder aprenderlas de memoria.

Cuando se gira para mirar a Nói se detiene por un instante. La espera para que los siguientes metros puedan recorrerlos juntas. En el momento en que las calles se dividen la confusión se apodera de ella por algunos segundos, — ¿Es a la izquierda verdad? — mira a la bruja y luego sonríe antes de emprender el rumbo hacia esa dirección. La ansiedad ahora crece en ella y la hace sentir un poco más relajada, es algo contradictorio pero saber que todo está más cerca es siempre un buen indicio.

— Vamos a llegar a una casa amarilla que tendrá una luz justo en la ventana, hay que golpear tres veces seguidas, esperar un segundo y golpear tres veces más… cuando pregunten quién busca tenemos que dar nuestros nombres, nos esperan a ambas… — todo el plan parece bien estudiado pero no ha sido creado por ella. Simona conoce sus propias limitaciones y también que acá no está para su propio bien. Si ella ayuda a Nói, Nói ayudará a los niños del orfanato y con eso sentirá que todo su trabajo al fin vale la pena.

por **Nói Runa Hauksdóttir** Mar Jul 23, 2013 9:42 am

Seguí a Simona por el complicado empedrado allá donde sus delicados pies me llevaran. A veces tenía la sensación de que estábamos caminando en círculos alrededor de la misma manzana, pues el entramado de las callejuelas era extremadamente parecido y apenas variaba de una a otra: siempre las mismas casas bajas, carcomidas por el tiempo y la humedad, de tejas irregulares y aceras angostas. Lo único que cambiaba era la suciedad aumentaba a nuestro paso. Si hubiera tenido que volver a casa sola desde allí, lo más probable es que me hubiera perdido sin remedio.

Giramos una esquina, y otra, y otra más, hasta que ante nuestros ojos se abrió un callejón especialmente oscuro. La vela de la farola amenazaba con consumirse y una fina brisa se colaba en la hendidura del cristal que cubría la luz, haciendo que el fuego bailara hasta apagarse. Dirigí a mi compañera una mirada llena de incertidumbre, la cual me sostuvo durante un instante, con determinación, antes de continuar caminando decidida. La seguí sin titubear y, al final de la calle, apareció la casa que me había descrito momentos antes. Tal y como indicó, me acerqué a la puerta y golpeé tres veces, aguardé unos segundos, y volví a golpear tres veces. Esperaba que los golpes hubiesen sido lo suficiente fuertes. Sin embargo, nadie acudía y miré extrañada a mi compañera. No tuve tiempo de pronunciar palabra, pues una voz cavernosa preguntó con cierto aire irritado:

— ¿Quién anda ahí?

— Simona Pond y Nói Runa Hauksdóttir —respondí con rapidez, volviendo la cabeza a la puerta para hacerme escuchar tras la pesada madera. De nuevo, otros segundos de silencio. Me rasqué la nariz. Entonces pude escuchar una llave introduciéndose en la puerta al otro lado y, con un quejido, se abrió lentamente. Pudimos ver, a unos centímetros por debajo de nuestras barbillas, el rostro rechoncho de una mujer entrada en edad. Nos invitó a pasar con un gesto indescifrable y cerró de nuevo la puerta tras nosotras. No era un lugar muy acogedor, el techo era bajo y la pintura estaba agrietada; los muebles desgastados desprendían un fuerte olor a viejo que inundaba la atmósfera y la luz, compuesta por dos velas agonizantes, no era suficiente para alumbrar aquella estancia sin ventanas.

— Esperad un segundo aquí —ordenó la mujer al tiempo que se introducía en la habitación contigua.

Esperé a que los pasos desaparecieran en la distancia para aprovechar y preguntar a Simona en un susurro, ahora que nadie más podía escucharnos: ¿Qué es lo que falta exactamente?

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