AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Simona Di Savoia
2 participantes
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Simona Di Savoia
por Simona Di Savoia Mar Oct 23, 2018 3:50 pm
▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲
Simona Di Savoia▲EDAD▲
21 años▲ESPECIE▲
Humana▲FACCIÓN A LA QUE PERTENECE▲
Facción nº 1(Soldados)
▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲
Clase alta▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲
Heterocuriosa▲LUGAR DE ORIGEN▲
Verona, Italia▲HABILIDADES/PODERES▲
Muy ágil y flexible en sus movimientos. Su cuerpo liviano le permite dar saltos de gran altura para ser un humano, y sus manos, aunque pequeñas, poseen una fuerza extraordinaria para sujetar dagas. Maneja mejor las armas blancas de corto alcance porque se adecúan mejor a su cuerpo, pero también tiene buen ojo para disparar con las ballestas. Las armas de fuego no le gustan, le resultan demasiado ruidosas para su profesión.Su fuerza y su entusiasmo son, quizá, las características que más la definen. Es una luchadora nata que jamás se rinde, no importa qué circunstancias la estén rodeando. Simona tiene una energía casi infinita para enfrentarse a los problemas, por eso se convirtió en tan buena soldado. No se deja abatir por las dificultades que le van surgiendo en el camino, y esto, a pesar de ser un punto fuerte en ella, es también su debilidad. La tensión que llega a acumular a veces es demasiado para su cuerpo menudo, y termina explotando y tomando decisiones demasiado impulsivas.
Salvo en esos casos, no es alguien que se deje llevar por lo primero que piensa, sino que dedica unos pocos segundos a meditar sus opciones. Rápida de pensamiento tanto para actuar como para la conversación. Le gusta tontear, para qué negarlo, y si le lanzan una pulla, ella siempre contestará con una mayor.
La confianza que tiene en sí misma hace que sea muy difícil hacerla caer con simples palabras. Transmite mucha vitalidad a aquellos que la rodean y es sumamente divertida, pero jamás se dejará doblegar. En eso, Simona es muy orgullosa.
Si bien tiene dotes de liderazgo, no es una mujer que necesite ser obedecida constantemente. Puede llegar a ser tozuda en ocasiones y empeñarse en que todos sigan sus consejos, pero jamás los impondrá. Te dará mil y una razones para creer que es ella la que tiene razón; de esa manera, todos terminan haciéndola caso, pero siempre por decisión propia. Es una mujer a la que es fácil seguir cuando se está perdido, pues siempre parece que sabe a dónde va.
Autoritaria, pero a la vez protectora con aquellos que siente cercanos hasta el punto de resultar agotadora. Es muy impulsiva y dinámica, siempre estará ideando nuevos planes y estrategias que llevar a cabo. Rara vez teme arriesgar, lo que ha hecho que consiga cosas que muchos de sus compañeros no, y esto, en ocasiones, ha provocado muchas envidias a las que ella, por supuesto, no hace ni el más mínimo caso.
Salvo en esos casos, no es alguien que se deje llevar por lo primero que piensa, sino que dedica unos pocos segundos a meditar sus opciones. Rápida de pensamiento tanto para actuar como para la conversación. Le gusta tontear, para qué negarlo, y si le lanzan una pulla, ella siempre contestará con una mayor.
La confianza que tiene en sí misma hace que sea muy difícil hacerla caer con simples palabras. Transmite mucha vitalidad a aquellos que la rodean y es sumamente divertida, pero jamás se dejará doblegar. En eso, Simona es muy orgullosa.
Si bien tiene dotes de liderazgo, no es una mujer que necesite ser obedecida constantemente. Puede llegar a ser tozuda en ocasiones y empeñarse en que todos sigan sus consejos, pero jamás los impondrá. Te dará mil y una razones para creer que es ella la que tiene razón; de esa manera, todos terminan haciéndola caso, pero siempre por decisión propia. Es una mujer a la que es fácil seguir cuando se está perdido, pues siempre parece que sabe a dónde va.
Autoritaria, pero a la vez protectora con aquellos que siente cercanos hasta el punto de resultar agotadora. Es muy impulsiva y dinámica, siempre estará ideando nuevos planes y estrategias que llevar a cabo. Rara vez teme arriesgar, lo que ha hecho que consiga cosas que muchos de sus compañeros no, y esto, en ocasiones, ha provocado muchas envidias a las que ella, por supuesto, no hace ni el más mínimo caso.
Simona fue, junto a Alanna, la segunda hija más pequeña del matrimonio Di Savoia. Su vida no fue ni extraña ni interesante; cuando ella tenía siete años, su madre falleció, dejando a todas las hermanas solas con su padre, y eso es, quizá, lo que marcó el antes y el después en la vida de Simona.
Creció rodeada de mujeres, como habría sido también de haber estado Gianna viva, pero, lo que no tenían ninguna de las jóvenes fue alguien que les hablara de sus deberes como esposas. A pesar de que sus institutrices les enseñaron todo lo que debían saber sobre labores del hogar, el cuidado de los hijos y esposos y de cómo llevar una casa, se cuidaron mucho de no contarles lo más importante: las relaciones entre hombres y mujeres. El tema era un completo tabú durante las reuniones familiares, así que Simona, siempre la más inquieta y curiosa, tenía que morderse la lengua cuando algo le rondaba la mente.
Según su familia y sus allegados, Simona era, de entre todas las hermanas, la más salvaje y aventurera. Algunos, incluso, decían que parecía un niño en sus acciones, algo que a ella no le importaba, en absoluto. Disfrutaba mucho de recorrer las calles de Verona junto a sus amiguitos —todos niños—, dejando que sus hermanas y las amigas de éstas se quedaran en casa peinando muñecas y jugando a las comiditas. Durante una de esas salidas, mientras estaban investigando el nido de un pájaro cuyos polluelos no hacían más que piar, fue que ella supo cómo era el cuerpo masculino. Allí, fuera de las vistas de los adultos, los niños se bajaban los pantalones o se levantaban las faldas, según correspondiera, y mostraban a sus amigos lo que sus padres querían ocultar, tan pudorosamente, bajo la ropa. Simona no fue una excepción, pero, para su desgracia, no tenía a nadie a quien preguntarle las dudas que los cuerpos de sus amigos le suscitaban en su mente infantil.
La relación con aquellos muchachos no fue degradándose en la medida en la que ella crecía, al contrario; la joven se sentía mucho más a gusto entre los chicos, por eso pasaba la mayor parte del tiempo con ellos. Eran más directos y jamás decían cosas a escondidas. No había secretos, pues todo se lo contaban nada más verse. Simona aprendió a ser como ellos, a decir todo lo que pensara sin importarle quién estuviera delante, como también aprendió que la desnudez que sus hermanas sentían como una invasión no era, para nada, tan horrible como la pintaban.
Una de las veces que se estaba bañando con Piero, su mejor amigo —aunque se llevaba bien con todos, él era con el que más confianza tenía—, comenzaron a hablar sobre el nuevo burdel que habían abierto a las afueras de Verona. Simona no tenía muy claro qué se hacía en lugares como aquel; su padre jamás se lo quiso explicar, aunque ella preguntaba constantemente, y sus hermanas mayores se marchaban, escandalizadas, cada vez que sacaba el tema. Así pues, fue su buen amigo Piero quien le explicó qué era un burdel y las actividades que se llevaban a cabo entre sus muros.
Lo primero que sintió Simona fue una curiosidad malsana, seguida de un cosquilleo agradable, pero incómodo, en el centro de su pelvis. Tuvo que apretar los muslos para calmar el latido que se centraba en su entrepierna y fingió que nada le pasaba hasta que la cercanía inocente de Piero le obligó a salir del agua. Se tumbó en la hierba fresca y dejó que el sol le secara la humedad de su piel, intentando pensar en algo que no fuera todo lo que el joven le había descrito.
Cerró los ojos y respiró profundo. Cuando se sintió calmada, los abrió, pero, en vez de ver las hojas verdes de los árboles, frente a ella se alzaba el cuerpo de Piero, desnudo y todavía mojado por el agua del río. Instintivamente, Simona se cubrió los pechos y su zona íntima, algo que jamás había hecho en su presencia. ¿Cuántas veces se habían visto desnudos desde la niñez? Incontables.
—¿Por qué te tapas? —preguntó Piero, arrodillándose junto a ella.
—No… no lo sé —contestó una aturdida Simona, soltando los brazos y sentándose en el suelo—. Es que, me… —Se llevó una mano al vientre.
Piero la miró y entornó los ojos.
—¿Tú también… sientes… eso?
Simona asintió y, a sus tiernos catorce años, tuvo su primera relación sexual con un hombre. No pudo decir que le gustara, puesto que ambos eran novatos y no sabían qué tenían que hacer, pero eso no impidió que dejaran de explorar sus cuerpos, juntos o separados. A veces, cuando se quedaban solos, se explicaban —de la forma más inocente posible— cosas que habían aprendido en la soledad de sus dormitorios. Poco a poco, fueron sabiendo mejor las cosas que más les gustaban y, sobre todo, cómo hacérselas al otro. Los encuentros entre ellos se volvieron muy frecuentes, demasiado incluso, pero lo cierto era que Simona no podía pasar muchos días sin recibir ese placer que sólo Piero —y ella— sabía darle.
El fin de la relación llegó cuando Francesco los encontró fornicando en una de las cuadras vacías de los establos de la mansión Di Savoia. El escándalo que se generó fue demasiado para él, así que, tras asegurarse de que Piero se iba lejos de Verona para siempre, mandó a Simona a formar parte de las filas de la Inquisición.
Poco después de su ingreso, la familia Di Savoia tuvo que trasladarse a París, así que Simona dejó de recibir las visitas de sus familiares —sobre todo de Alanna y Gioacchina, sus hermanas favoritas—. Con el pasar de los meses, las cartas que recibía se iban volviendo cada vez más escasas y escuetas. Ni su padre ni su hermana le contaban grandes detalles de sus días en París, con lo que la relación se fue debilitando poco a poco hasta casi desaparecer. Simona, no obstante, fue ganándose su puesto entre los soldados, la facción que le habían asignado debido a su flexibilidad y agilidad.
Tras estar algunos años persiguiendo bestias por Italia, su líder le dio la oportunidad de trasladarse a la base de París para ocupar el puesto de uno de los torturadores de los calabozos. Simona no es que tuviera especial predilección por las salas de tortura, pero tener la oportunidad de estar cerca de su familia le pareció un motivo de peso para aceptar, y así lo hizo. Armó su maleta, se despidió de sus compañeros y se lanzó a la aventura, como siempre había hecho, esta vez, hacia París.
Creció rodeada de mujeres, como habría sido también de haber estado Gianna viva, pero, lo que no tenían ninguna de las jóvenes fue alguien que les hablara de sus deberes como esposas. A pesar de que sus institutrices les enseñaron todo lo que debían saber sobre labores del hogar, el cuidado de los hijos y esposos y de cómo llevar una casa, se cuidaron mucho de no contarles lo más importante: las relaciones entre hombres y mujeres. El tema era un completo tabú durante las reuniones familiares, así que Simona, siempre la más inquieta y curiosa, tenía que morderse la lengua cuando algo le rondaba la mente.
Según su familia y sus allegados, Simona era, de entre todas las hermanas, la más salvaje y aventurera. Algunos, incluso, decían que parecía un niño en sus acciones, algo que a ella no le importaba, en absoluto. Disfrutaba mucho de recorrer las calles de Verona junto a sus amiguitos —todos niños—, dejando que sus hermanas y las amigas de éstas se quedaran en casa peinando muñecas y jugando a las comiditas. Durante una de esas salidas, mientras estaban investigando el nido de un pájaro cuyos polluelos no hacían más que piar, fue que ella supo cómo era el cuerpo masculino. Allí, fuera de las vistas de los adultos, los niños se bajaban los pantalones o se levantaban las faldas, según correspondiera, y mostraban a sus amigos lo que sus padres querían ocultar, tan pudorosamente, bajo la ropa. Simona no fue una excepción, pero, para su desgracia, no tenía a nadie a quien preguntarle las dudas que los cuerpos de sus amigos le suscitaban en su mente infantil.
La relación con aquellos muchachos no fue degradándose en la medida en la que ella crecía, al contrario; la joven se sentía mucho más a gusto entre los chicos, por eso pasaba la mayor parte del tiempo con ellos. Eran más directos y jamás decían cosas a escondidas. No había secretos, pues todo se lo contaban nada más verse. Simona aprendió a ser como ellos, a decir todo lo que pensara sin importarle quién estuviera delante, como también aprendió que la desnudez que sus hermanas sentían como una invasión no era, para nada, tan horrible como la pintaban.
Una de las veces que se estaba bañando con Piero, su mejor amigo —aunque se llevaba bien con todos, él era con el que más confianza tenía—, comenzaron a hablar sobre el nuevo burdel que habían abierto a las afueras de Verona. Simona no tenía muy claro qué se hacía en lugares como aquel; su padre jamás se lo quiso explicar, aunque ella preguntaba constantemente, y sus hermanas mayores se marchaban, escandalizadas, cada vez que sacaba el tema. Así pues, fue su buen amigo Piero quien le explicó qué era un burdel y las actividades que se llevaban a cabo entre sus muros.
Lo primero que sintió Simona fue una curiosidad malsana, seguida de un cosquilleo agradable, pero incómodo, en el centro de su pelvis. Tuvo que apretar los muslos para calmar el latido que se centraba en su entrepierna y fingió que nada le pasaba hasta que la cercanía inocente de Piero le obligó a salir del agua. Se tumbó en la hierba fresca y dejó que el sol le secara la humedad de su piel, intentando pensar en algo que no fuera todo lo que el joven le había descrito.
Cerró los ojos y respiró profundo. Cuando se sintió calmada, los abrió, pero, en vez de ver las hojas verdes de los árboles, frente a ella se alzaba el cuerpo de Piero, desnudo y todavía mojado por el agua del río. Instintivamente, Simona se cubrió los pechos y su zona íntima, algo que jamás había hecho en su presencia. ¿Cuántas veces se habían visto desnudos desde la niñez? Incontables.
—¿Por qué te tapas? —preguntó Piero, arrodillándose junto a ella.
—No… no lo sé —contestó una aturdida Simona, soltando los brazos y sentándose en el suelo—. Es que, me… —Se llevó una mano al vientre.
Piero la miró y entornó los ojos.
—¿Tú también… sientes… eso?
Simona asintió y, a sus tiernos catorce años, tuvo su primera relación sexual con un hombre. No pudo decir que le gustara, puesto que ambos eran novatos y no sabían qué tenían que hacer, pero eso no impidió que dejaran de explorar sus cuerpos, juntos o separados. A veces, cuando se quedaban solos, se explicaban —de la forma más inocente posible— cosas que habían aprendido en la soledad de sus dormitorios. Poco a poco, fueron sabiendo mejor las cosas que más les gustaban y, sobre todo, cómo hacérselas al otro. Los encuentros entre ellos se volvieron muy frecuentes, demasiado incluso, pero lo cierto era que Simona no podía pasar muchos días sin recibir ese placer que sólo Piero —y ella— sabía darle.
El fin de la relación llegó cuando Francesco los encontró fornicando en una de las cuadras vacías de los establos de la mansión Di Savoia. El escándalo que se generó fue demasiado para él, así que, tras asegurarse de que Piero se iba lejos de Verona para siempre, mandó a Simona a formar parte de las filas de la Inquisición.
Poco después de su ingreso, la familia Di Savoia tuvo que trasladarse a París, así que Simona dejó de recibir las visitas de sus familiares —sobre todo de Alanna y Gioacchina, sus hermanas favoritas—. Con el pasar de los meses, las cartas que recibía se iban volviendo cada vez más escasas y escuetas. Ni su padre ni su hermana le contaban grandes detalles de sus días en París, con lo que la relación se fue debilitando poco a poco hasta casi desaparecer. Simona, no obstante, fue ganándose su puesto entre los soldados, la facción que le habían asignado debido a su flexibilidad y agilidad.
Tras estar algunos años persiguiendo bestias por Italia, su líder le dio la oportunidad de trasladarse a la base de París para ocupar el puesto de uno de los torturadores de los calabozos. Simona no es que tuviera especial predilección por las salas de tortura, pero tener la oportunidad de estar cerca de su familia le pareció un motivo de peso para aceptar, y así lo hizo. Armó su maleta, se despidió de sus compañeros y se lanzó a la aventura, como siempre había hecho, esta vez, hacia París.
— Simona es estéril, pero no lo sabe. No obstante, lo intuye, puesto que jamás se ha quedado embarazada a pesar de las muchas relaciones sexuales que mantiene.
— Ingresó en la Santa Inquisición con dieciséis años y ha seguido allí desde entonces.
— Proviene de una familia muy católica, por lo tanto, sabe perfectamente que las relaciones sexuales extraconyugales son un pecado muy grande, pero es algo que no puede evitar. No se la puede catalogar de ninfómana, puesto que no llega a serlo, pero el placer que le produce la masturbación o el propio acto sexual es más gratificante que la satisfacción de evitarlo para no ir al infierno. Ahora que pertenece a la Orden Santa, tiene que controlar mucho qué hace, dónde y con quién, puesto que hay oídos en todas partes.
—Nunca le ha gustado su pelo rizado, por lo que odia que hagan mención de él.
— Ingresó en la Santa Inquisición con dieciséis años y ha seguido allí desde entonces.
— Proviene de una familia muy católica, por lo tanto, sabe perfectamente que las relaciones sexuales extraconyugales son un pecado muy grande, pero es algo que no puede evitar. No se la puede catalogar de ninfómana, puesto que no llega a serlo, pero el placer que le produce la masturbación o el propio acto sexual es más gratificante que la satisfacción de evitarlo para no ir al infierno. Ahora que pertenece a la Orden Santa, tiene que controlar mucho qué hace, dónde y con quién, puesto que hay oídos en todas partes.
—Nunca le ha gustado su pelo rizado, por lo que odia que hagan mención de él.
Simona Di Savoia- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 24/09/2018
Re: Simona Di Savoia
por Bárbara Destutt de Tracy Miér Oct 24, 2018 6:47 am
FICHA APROBADA
bienvenido/a a victorian vampires
¡ENHORABUENA! YA ERES PARTE DE VICTORIAN VAMPIRES Y TE DAMOS LA MÁS CORDIAL BIENVENIDA.
RECUERDA QUE A LA HORA DE ROLEAR HAY QUE RESPETAR LO ESPECIFICADO EN TU FICHA, PORQUE ÉSTA YA HA SIDO REVISADA Y APROBADA. NO PUEDES ALTERAR LA INFORMACIÓN Y AÑADIR A TU PERSONAJE COSAS DIFERENTES COMO PODERES O HABILIDADES DISTINTAS A LO QUE AQUÍ HAS SEÑALADO. DE OCURRIR ASÍ, LA ADMINISTRACIÓN TENDRÁ TODO EL DERECHO DE LLAMARTE LA ATENCIÓN Y/O PEDIRTE QUE HAGAS MODIFICACIONES, ALGO QUE NO QUEREMOS QUE OCURRA.
TE INVITO A LEER LAS NORMAS QUE TENEMOS EN EL FORO PARA QUE ESTÉS BIEN ENTERADO/A DE TODO Y ASÍ EVITARTE FUTUROS MALOS ENTENDIDOS. A CONTINUACIÓN TE DEJO LOS LINKS MÁS IMPORTANTES PARA QUE PUEDAS CONOCER LA INFORMACIÓN, Y SI DESPUÉS DE LEER SIGUES TENIENDO ALGUNA DUDA, PUEDES CONTACTARME A MÍ O A OTRO DE LOS ADMINISTRADORES. ESTAMOS PARA SERVIRTE.
¡QUE TE DIVIERTAS!
I M P O R T A N T E:
RECUERDA QUE A LA HORA DE ROLEAR HAY QUE RESPETAR LO ESPECIFICADO EN TU FICHA, PORQUE ÉSTA YA HA SIDO REVISADA Y APROBADA. NO PUEDES ALTERAR LA INFORMACIÓN Y AÑADIR A TU PERSONAJE COSAS DIFERENTES COMO PODERES O HABILIDADES DISTINTAS A LO QUE AQUÍ HAS SEÑALADO. DE OCURRIR ASÍ, LA ADMINISTRACIÓN TENDRÁ TODO EL DERECHO DE LLAMARTE LA ATENCIÓN Y/O PEDIRTE QUE HAGAS MODIFICACIONES, ALGO QUE NO QUEREMOS QUE OCURRA.
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Bárbara Destutt de Tracy- Humano Clase Alta
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