¡Podemos ser pobres! Pero nunca nos quitaran las ganas de soñar [Privado]

La obscuridad promete el terror para quien no la conoce; normal es sentirse perdido entre las penumbras siempre buscando la forma de salir de esa fosa infinita que se cierne ante la mirada de quien padece la tortura, la desesperación y la locura sólo son formas emocionales que surgen a partir de ese estado en el que el control se pierde, el mundo desaparece y la vida parece no tener sentido. Sí, cada una de las personas siempre le ha temido a la obscuridad desde el instante en que se creó la luz, pero no es el hecho de no poder ver a través de ella, si no todo aquello que se puede encontrar dentro de sus laberínticas entrañas. Para Ignis todo es diferente.

Impulsada por una vibración extraña en sus pies, recorre el campo en donde se situó el circo. La música le indica el tipo de ensayo que realizan los bailarines y, las conversaciones esparcidas a través de la distancia podrían quizá, indicarle la hora del día. El olor, ese característico olor de la carne siendo asada en las llamas, llega a su nariz provocando el gruñido hambriento de su estómago. No, no, no. No desea probar bocado de aquel conejo que cazaron en el bosque, ya está muerto y eso le desagrada. A sus espaldas, cuelga un pequeño bolso con la rata dentro de él. Su chillido estridente confirma que no es la única con el hambre calando en los huesos. ¡Pero su mejor amigo no podría comer la porquería que sirven dentro del circo! Mordiéndose el labio inferior. Se escabulle del campamento.

Debió haberle preguntado a la muñeca en dónde había que virar a la derecha o a la izquierda para regresar al circo; esta completamente perdida. Ya no logra escuchar las carcajadas siniestras de sus compañeros al intentar realizar alguna maldad, no puede percibir el olor a incienso que los gitanos usan para sus rituales y tampoco puede palpar la corteza de los árboles que Malaquias talló para que ella no se perdiera. El silencio le abruma por completo. Para Ignis, el imaginar un mundo sin sonido alguno, es como esperar a que el sol se obscurezca por completo sin permitir que la luz regrese a la tierra, mientras que las tinieblas se tragan todo a su paso. Cada nota en los sonidos, es como un color para ella, incluso el ruido podría ser considerado como la combinación estrafalaria en el arte bizarro de los pintores. Y, de la misma forma en la que la gente común se entrega al pánico total en medio de la penumbra, ella abrazó a la locura.

Corre sin saber rumbo, sin prestar atención a sus alrededores. Sus pies descalzos se cortan bajo las hirientes raíces de los árboles y sus manos buscan con desesperación una salida a toda esa maldita vorágine de ramificaciones. El olor de las plantas lo desconoce, el fétido hedor de la carne putrefacta se desvanece cada vez más y más. Su respiración se agita, su corazón se acelera. Miles de ideas viajan por su sistema nervioso, impulsando creaciones insanas sobre lo que le podría pasar. Ella no sabe sobre la sangre derramada pero sí sobre los gritos desgarradores del dolor, sufrimiento, pena, agonía y tristeza. La última vez que los escuchó dentro de su cabeza, se quedó huérfana. Continuó moviéndose a través de la nada. Miles de voces estallan cerca de su oído y no puede identificar la realidad de la imaginación barata que posee. Quiere gritar junto con ellas, arrojarse al vacío que probablemente esté frente a ella, pero no puede, su cuerpo se congeló de repente. Alguien la detiene por la espalda ¿Qué es? ¿Quién es? Se gira con rapidez y golpea todo lo que tiene a su paso. Uno, dos, tres. Las palmas de su mano sangran, lo sabe porque puede oler perfectamente lo ferroso del líquido y sus manos parecieran arder en el mismo fuego infernal.

Logra zafarse de lo que sea que le esté deteniendo y prosigue con su escape, no obstante, un par de metros adelante, tropieza cayendo sin más nada al suelo. No puede levantarse porque el raspón en sus rodillas se lo impide. Se sienta sobre el suelo quejándose del dolor, sintiendo como las vibraciones de la tierra cambian, alguien se acerca… ¿Es el tipo del bosque? La presión la domina poco a poco, su boca se seca por el miedo, sus manos no saben reaccionar y al final, grita desesperadamente -¡AYUDA! ¡POR FAVOR AYUDA!-