AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Paradojas (Selene, posible +18)
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Paradojas (Selene, posible +18)
Había sido un día de esos en los que uno no habría sabido si salir a la calle o quedarse en casa junto a un café caliente, una manta y un buen libro abierto, pero yo no podía permitirme tal lujo. Tenía que comer, y aunque amase el olor de las páginas y el ambiente bohemio, el hambre era más fuerte que cualquier tipo de placer. Me había pasado todo el día en el burdel a la espera de alguna solicitud, pero no había tenido suerte. A pesar de que en los bajos mundos todo era aceptado todavía había pocos hombres o pocas mujeres que se atreviesen a solicitar los servicios de un varón. Por suerte, cuando lo hacían pagaban lo suficiente como para vivir algo más de una semana.
Cuando el crepúsculo asomaba por el cielo parisino decidí salir a dar una vuelta y despejarme. Hacía frío, de modo que me coloqué la chaqueta y unos guantes que había comprado unas semanas atrás en un mercadillo ambulante. Ciertamente, tenía ganas de tocar algo cálido que estuviese vivo. Después de andar un rato por calles transitadas y de aguantar miradas y comentarios peyorativos me adentré por los oscuros callejones de la ciudad de las luces con el fin de escuchar algo de silencio. En ese sentido estaba harto de la vida que llevaba. No podía salir a la calle como una persona normal porque yo no era una persona normal. Si no era mi ropa la que me delataba, eran mis modales (uno se terminaba acostumbrando a un cierto lenguaje), mis gestos o simplemente mi forma de mirar o de coger una copa. En el mundo de las estrellas, blancas o negras, siempre hay unas que brillan más que otras.
Los adoquines por sobre los que caminaba estaban tan helados que incluso resbalaban a causa de la escarcha, y mi aliento se transformaba en un vaho blanquecino que se disipaba al ascender. Me detuvo unos segundos. Aparte de mi propio latido, en aquel callejón no se escuchaba absolutamente nada. Todavía me costaba entender que apenas a unos metros de una calle principal la visión fuera tan drásticamente diferente. Eran las dos caras del mundo plasmadas en unas simples calles. Unas grandes, llenas de luz y de vida, y otras pequeñas, oscuras y llenas de secretos ocultos. Miré hacia atrás y vi cómo algunos transeúntes iban y venían, nada fuera de lo normal. Quién, salvo los muertos de hambre como yo, iban a querer meterse, literalmente, en la boca del lobo.
Volví la vista al frente y seguí caminando hacia las entrañas del callejón con las manos metidas en los bolsillos. Esa noche no tenía pensado hacer nada relacionado con mi trabajo porque sólo buscaba un poco de evasión, pero, quién sabe... no había nada escrito.
Cuando el crepúsculo asomaba por el cielo parisino decidí salir a dar una vuelta y despejarme. Hacía frío, de modo que me coloqué la chaqueta y unos guantes que había comprado unas semanas atrás en un mercadillo ambulante. Ciertamente, tenía ganas de tocar algo cálido que estuviese vivo. Después de andar un rato por calles transitadas y de aguantar miradas y comentarios peyorativos me adentré por los oscuros callejones de la ciudad de las luces con el fin de escuchar algo de silencio. En ese sentido estaba harto de la vida que llevaba. No podía salir a la calle como una persona normal porque yo no era una persona normal. Si no era mi ropa la que me delataba, eran mis modales (uno se terminaba acostumbrando a un cierto lenguaje), mis gestos o simplemente mi forma de mirar o de coger una copa. En el mundo de las estrellas, blancas o negras, siempre hay unas que brillan más que otras.
Los adoquines por sobre los que caminaba estaban tan helados que incluso resbalaban a causa de la escarcha, y mi aliento se transformaba en un vaho blanquecino que se disipaba al ascender. Me detuvo unos segundos. Aparte de mi propio latido, en aquel callejón no se escuchaba absolutamente nada. Todavía me costaba entender que apenas a unos metros de una calle principal la visión fuera tan drásticamente diferente. Eran las dos caras del mundo plasmadas en unas simples calles. Unas grandes, llenas de luz y de vida, y otras pequeñas, oscuras y llenas de secretos ocultos. Miré hacia atrás y vi cómo algunos transeúntes iban y venían, nada fuera de lo normal. Quién, salvo los muertos de hambre como yo, iban a querer meterse, literalmente, en la boca del lobo.
Volví la vista al frente y seguí caminando hacia las entrañas del callejón con las manos metidas en los bolsillos. Esa noche no tenía pensado hacer nada relacionado con mi trabajo porque sólo buscaba un poco de evasión, pero, quién sabe... no había nada escrito.
Última edición por Ejnar Bohr el Lun Dic 03, 2012 2:03 pm, editado 1 vez
Ejnar Bohr- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 8
Fecha de inscripción : 18/11/2012
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Re: Paradojas (Selene, posible +18)
Nunca sabes lo que te puedes encontrar,
por eso siempre has de lanzarte
Aquel día había sido fascinante. Muy pocos días resultaban ser tan fascinantes como aquel. Selene no podía dejar de asombrarse por todas las cosas que se habían ido sucediendo como en una serie de hechos que se encadenan y que poseen esa belleza oscura que sólo pueden traer los misterios de la noche, o si acaso los del alba. Tan exquisitamente bellos y embriagadores.
Selene había salido al amanecer de aquella fiesta que se había roto de semejante forma, abriendo el camino a su paso con aquel viejo hechizo que tenía que mascullar entre dientes una y otra vez para que se mantuviera, en voz baja para que nadie indebido pudiera oírla, aparte de ciertos espíritus que Selene no veía en aquel momento. Habría sido demasiado peligroso que alguna persona la hubiera podido oír en aquel momento.
Y había atravesado las calles de París hasta aquella casita que por ahora era su hogar, llegando cuando al fin rompió el día.
Pasó gran parte de ese día estudiando parte del contenido de aquel libro antiguo que había sacado de la biblioteca, descubriendo algunas cosas fascinantes. La chica pensaba que así pasaría gran parte del día...pero no fue así, pues alrededor del mediodía recibió dos cartas, una que la instaba a salir de inmediato y otra con el sello de la Inquisición que se negó a abrir. Al menos por ahora.
Tardó por lo menos una hora en llegar a la plaza dónde había sido citada. En uno de los callejones se escondía una figura oculta por una capucha negra. Agachó la cabeza cuando vio acercarse a la inquisidora, que le cogió con suavidad de los brazos y la miró con expectación, con una espera anhelante. La figura alzó una huesuda mano, dónde llevaba una manzana roja.
-¿Quiere una manzana? Dele un mordisco...sólo será un mordisquito...-Selene se echó a reír al oír aquella voz que trataba de imitar la voz de la bruja. Fingió que le daba un mordisco y que se desmayaba.
Las dos se rieron un rato de la broma. Luego la figura encapuchada le tendió otra cosa, algo oculto en un enorme pañuelo de seda negro y dorado.
-¿Le ha costado mucho encontrarlo?-preguntó la inquisidora, mientras cogía el pañuelo con muchísimo cuidado.
-Sí...estaba muy bien escondido...¡mirad!-exclamó mientras le enseñaba una herida ya cicatrizada de su muñeca.
-Bueno...-Selene hizo como que lo examinaba.-¿Y cuánto es?
La figura encapuchada dijo una cantidad de francos que la muchacha se apresuró a pagar. Y la encapuchada se guardó el dinero con ansias, como si cogiera un trozo de pan después de muchos días sin comer nada.
Selene abrió con cuidado el pañuelo con la intención de examinar mejor su contenido. Una luz cegadora se abrió paso dentro, con unas hebras luminosas que cuando las tocabas te daban una sensación como de frío y calor al mismo tiempo. La inquisidora lo toqueteó y se echó a reír alegremente. Se sentía feliz, muy feliz. Llevaba buscando esa pequeña pieza desde hacía mucho tiempo.
-¿Algo más?
-¡No! Eso es todo...como si acaso me trajeráis otra cosa...
Y entonces la encapuchada se marchó así de repente, como si estuviera apurada por algo, y Selene se encaminó hacia la plaza, guardando bien su mercancía. Luego recordó que aún le quedaba otra carta por leer.
La carta que tenía el sello de la Inquisición.
Suspirando, la abrió y la leyó...era mucho más larga que la anterior. Hablaba de otro trabajillo que tenía que hacer esa noche. Al terminar de leerla la arrugó, la echó al fuego y se marchó de allí...
A la hora del crepúsculo salió de su casa enfundada en un vestido negro de verano que le serviría para ocultarse entre las sombras, con el cabello suelto y la flor negra encantada en el pelo.
Cuando al fin estuvo lista salió y volvió a caminar por las calles de París como antes, directamente hacia la dirección que se describía en la carta. Hacía dónde tenía que hacer algo horrible.
La noche iba llegando a las calles de París, y la actividad iba aumentando. Cada vez había más gente dispuesta a disfrutar de la noche. ¡Cuánto hubiera deseado Selene poder hacer lo mismo! Tener una mera noche de asueto, un ratito en el que poder disfrutar un rato de cualquier cosa sin tener que preocuparse por tener que llevar a la boca del lobo a criaturas que eran como ella, y algunas de ellas sin habérselo buscado siquiera.
Pero había que hacerlo. Y ella lo hacía con esa fría eficacia, con esa gracia perfecta.
El frío iba aumentando a cada paso que daba, hasta el punto de que terminó por estar a punto de resbalarse por culpa de la maldita escarcha que tenía que apartar de vez en cuando con el mismo hechizo que usaba para las hojas. Miró a su alrededor, sorprendida...como si tuviera la sensación de que había alguien más allí.
La pelirroja siguió caminando, sabiendo adónde tenía que ir...más o menos. Y entonces, en un momento determinado, oyó algo.
O más bien a alguien.
La inquisidora trató de atisbar, pero no logró ver nada por lo que se ocultó aún má entre las sombras para ver si había alguien. Y lo vio. A una figura a lo lejos caminando, solitaria.
Se acercó un poco más para verlo mejor. Era un hombre alto, moreno, de algunos años más que ella...probablemente tendría dos o tres años más o menos. Y había algo más en él...la muchacha trató de hacer memoria. ¿Habría llegado ya a la dirección que le habían descrito en la carta? Según recordaba, estaba cerca. Pero aún así...
Se inclinó un poco más, con la curiosidad brillándole en los ojos. ¡Vaya! ¿Sería un cortesano? Había algo en él que le indicaba que se dedicaba a algo relacionado con la vida nocturna.
Pero Selene...¿en qué estás pensando? Selene sabía que había cortesanos hombres y mujeres, de alguna forma se les distinguía. Era como si llevaran encima algo que en la Inquisición no decían con buenas palabras.
Y eso despertó al curiosidad de Selene, junto con un presentimiento. Así que tomó una decisión.
Salió de las sombras que la ocultaban y se acercó a él de frente, mirándole a los ojos con curiosidad, como si fuera una dama que se hubiera perdido por aquellos callejones tan fríos y llenos de escarcha.
-¡Monsieur! Necesito su ayuda...-hablaba sin vacilación alguna, con una indecible curiosidad brillándole en los ojos.-y quisiera hacerle una pregunta. ¿Me lo permite?-Iba a decirle algo más, pero los pies trastabillaron contra la escarcha, y tuvo que agarrarse a sus brazos para no caerse. Luego se apartó-¡Perdone!
por eso siempre has de lanzarte
Aquel día había sido fascinante. Muy pocos días resultaban ser tan fascinantes como aquel. Selene no podía dejar de asombrarse por todas las cosas que se habían ido sucediendo como en una serie de hechos que se encadenan y que poseen esa belleza oscura que sólo pueden traer los misterios de la noche, o si acaso los del alba. Tan exquisitamente bellos y embriagadores.
Selene había salido al amanecer de aquella fiesta que se había roto de semejante forma, abriendo el camino a su paso con aquel viejo hechizo que tenía que mascullar entre dientes una y otra vez para que se mantuviera, en voz baja para que nadie indebido pudiera oírla, aparte de ciertos espíritus que Selene no veía en aquel momento. Habría sido demasiado peligroso que alguna persona la hubiera podido oír en aquel momento.
Y había atravesado las calles de París hasta aquella casita que por ahora era su hogar, llegando cuando al fin rompió el día.
Pasó gran parte de ese día estudiando parte del contenido de aquel libro antiguo que había sacado de la biblioteca, descubriendo algunas cosas fascinantes. La chica pensaba que así pasaría gran parte del día...pero no fue así, pues alrededor del mediodía recibió dos cartas, una que la instaba a salir de inmediato y otra con el sello de la Inquisición que se negó a abrir. Al menos por ahora.
Tardó por lo menos una hora en llegar a la plaza dónde había sido citada. En uno de los callejones se escondía una figura oculta por una capucha negra. Agachó la cabeza cuando vio acercarse a la inquisidora, que le cogió con suavidad de los brazos y la miró con expectación, con una espera anhelante. La figura alzó una huesuda mano, dónde llevaba una manzana roja.
-¿Quiere una manzana? Dele un mordisco...sólo será un mordisquito...-Selene se echó a reír al oír aquella voz que trataba de imitar la voz de la bruja. Fingió que le daba un mordisco y que se desmayaba.
Las dos se rieron un rato de la broma. Luego la figura encapuchada le tendió otra cosa, algo oculto en un enorme pañuelo de seda negro y dorado.
-¿Le ha costado mucho encontrarlo?-preguntó la inquisidora, mientras cogía el pañuelo con muchísimo cuidado.
-Sí...estaba muy bien escondido...¡mirad!-exclamó mientras le enseñaba una herida ya cicatrizada de su muñeca.
-Bueno...-Selene hizo como que lo examinaba.-¿Y cuánto es?
La figura encapuchada dijo una cantidad de francos que la muchacha se apresuró a pagar. Y la encapuchada se guardó el dinero con ansias, como si cogiera un trozo de pan después de muchos días sin comer nada.
Selene abrió con cuidado el pañuelo con la intención de examinar mejor su contenido. Una luz cegadora se abrió paso dentro, con unas hebras luminosas que cuando las tocabas te daban una sensación como de frío y calor al mismo tiempo. La inquisidora lo toqueteó y se echó a reír alegremente. Se sentía feliz, muy feliz. Llevaba buscando esa pequeña pieza desde hacía mucho tiempo.
-¿Algo más?
-¡No! Eso es todo...como si acaso me trajeráis otra cosa...
Y entonces la encapuchada se marchó así de repente, como si estuviera apurada por algo, y Selene se encaminó hacia la plaza, guardando bien su mercancía. Luego recordó que aún le quedaba otra carta por leer.
La carta que tenía el sello de la Inquisición.
Suspirando, la abrió y la leyó...era mucho más larga que la anterior. Hablaba de otro trabajillo que tenía que hacer esa noche. Al terminar de leerla la arrugó, la echó al fuego y se marchó de allí...
A la hora del crepúsculo salió de su casa enfundada en un vestido negro de verano que le serviría para ocultarse entre las sombras, con el cabello suelto y la flor negra encantada en el pelo.
Cuando al fin estuvo lista salió y volvió a caminar por las calles de París como antes, directamente hacia la dirección que se describía en la carta. Hacía dónde tenía que hacer algo horrible.
La noche iba llegando a las calles de París, y la actividad iba aumentando. Cada vez había más gente dispuesta a disfrutar de la noche. ¡Cuánto hubiera deseado Selene poder hacer lo mismo! Tener una mera noche de asueto, un ratito en el que poder disfrutar un rato de cualquier cosa sin tener que preocuparse por tener que llevar a la boca del lobo a criaturas que eran como ella, y algunas de ellas sin habérselo buscado siquiera.
Pero había que hacerlo. Y ella lo hacía con esa fría eficacia, con esa gracia perfecta.
El frío iba aumentando a cada paso que daba, hasta el punto de que terminó por estar a punto de resbalarse por culpa de la maldita escarcha que tenía que apartar de vez en cuando con el mismo hechizo que usaba para las hojas. Miró a su alrededor, sorprendida...como si tuviera la sensación de que había alguien más allí.
La pelirroja siguió caminando, sabiendo adónde tenía que ir...más o menos. Y entonces, en un momento determinado, oyó algo.
O más bien a alguien.
La inquisidora trató de atisbar, pero no logró ver nada por lo que se ocultó aún má entre las sombras para ver si había alguien. Y lo vio. A una figura a lo lejos caminando, solitaria.
Se acercó un poco más para verlo mejor. Era un hombre alto, moreno, de algunos años más que ella...probablemente tendría dos o tres años más o menos. Y había algo más en él...la muchacha trató de hacer memoria. ¿Habría llegado ya a la dirección que le habían descrito en la carta? Según recordaba, estaba cerca. Pero aún así...
Se inclinó un poco más, con la curiosidad brillándole en los ojos. ¡Vaya! ¿Sería un cortesano? Había algo en él que le indicaba que se dedicaba a algo relacionado con la vida nocturna.
Pero Selene...¿en qué estás pensando? Selene sabía que había cortesanos hombres y mujeres, de alguna forma se les distinguía. Era como si llevaran encima algo que en la Inquisición no decían con buenas palabras.
Y eso despertó al curiosidad de Selene, junto con un presentimiento. Así que tomó una decisión.
Salió de las sombras que la ocultaban y se acercó a él de frente, mirándole a los ojos con curiosidad, como si fuera una dama que se hubiera perdido por aquellos callejones tan fríos y llenos de escarcha.
-¡Monsieur! Necesito su ayuda...-hablaba sin vacilación alguna, con una indecible curiosidad brillándole en los ojos.-y quisiera hacerle una pregunta. ¿Me lo permite?-Iba a decirle algo más, pero los pies trastabillaron contra la escarcha, y tuvo que agarrarse a sus brazos para no caerse. Luego se apartó-¡Perdone!
Selene Ladomie- Condenado/Hechicero/Clase Media
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Re: Paradojas (Selene, posible +18)
Mi madre solía decirme, en mitad de su demencia, que cuando yacía con un hombre siempre dejaba los ojos abiertos para sentirse menos sucia. Y quise creer que era mentira hasta que una noche la sorprendí en el callejón donde vivíamos empotrada contra la pared y albergando entre sus piernas a un borracho que no paraba de gritar. Ella miraba al frente, sin ni siquiera abrir la boca. En ese momento comprendí que no sólo me había fallado a mí como madre, sino que también se había fallado a sí misma como persona. Las circunstancias eran esas en aquel momento, pero era un momento al que habíamos llegado por culpa de su actitud y de su histeria. Ella fue víctima de su locura y su locura fue a su vez mi colchón hasta que ella murió. Hay momentos en los que me pregunto si seguiré siendo su condenado.
Recordarla mientras caminaba por aquel callejón hizo que me detuviera y fijara la mirada en una esquinita con poca luz. Era extremadamente parecida a la que recordaba, blanca y con algunos desconchones de pintura en la pared, y por un momento su imagen se me vino a la cabeza. Se me estuvieron a punto de aguar los ojos, pero en ese momento una figura de mujer, que no había percibido antes seguramente por mi estupor, apareció frente a mí y me habló de forma apresurada. Parpadeé, sacudí la cabeza para borrar de ella a mi madre y miré a la mujer con asombro. Antes de poder responderle resbaló y se agarró a mi brazo; la agarré con grandes reflejos.
-No os preocupéis, madame. ¿Estáis bien? -respondí con amabilidad. -¿En qué puedo ayudaros?
OFF: Lamento que sea tan corto, pero mi cabeza no da para más.
Recordarla mientras caminaba por aquel callejón hizo que me detuviera y fijara la mirada en una esquinita con poca luz. Era extremadamente parecida a la que recordaba, blanca y con algunos desconchones de pintura en la pared, y por un momento su imagen se me vino a la cabeza. Se me estuvieron a punto de aguar los ojos, pero en ese momento una figura de mujer, que no había percibido antes seguramente por mi estupor, apareció frente a mí y me habló de forma apresurada. Parpadeé, sacudí la cabeza para borrar de ella a mi madre y miré a la mujer con asombro. Antes de poder responderle resbaló y se agarró a mi brazo; la agarré con grandes reflejos.
-No os preocupéis, madame. ¿Estáis bien? -respondí con amabilidad. -¿En qué puedo ayudaros?
OFF: Lamento que sea tan corto, pero mi cabeza no da para más.
Ejnar Bohr- Licántropo Clase Baja
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Re: Paradojas (Selene, posible +18)
Uno, dos, tres...
¿qué es? ¿Qué sorpresa nos encontraremos?
Él la recibió entre sus brazos y le preguntó si necesitaba algo en cuestión. Selene levantó la cabeza y le sonrió algo avergonzada por su repentina torpeza. ¡Algo! Que no demasiado. La sonrisa avergonzada de la muchacha pasó a ser una sonrisa de cordialidad. Entrecerró los ojos y se terminó de levantar, colocándose bien. Aunque pensaba en varias cosas. Aquel hombre tenía las manos calentitas. Era algo muy agradable en medio de todo aquel frío.
Aunque...Selene se daba cuenta de que aquel calor no era...no sabría cómo decirlo, la verdad. Pero aún así...¡mejor que mejor! De todos modos seguía siendo algo condenadamente agradable, pues la verdad es que estaba helada.
Lo que Selene no sabía tampoco en aquel momento es que la decisión que había tomado iba a tornarse algo más fuerte. Más...o menos.
-Pues...-cómo decirlo? Encontrar las palabras adecuadas no era fácil-es que ando un poco perdida.-¿perdida?podría uno reírse si supiera cuan perdida estaba en realidad. ¡Ella, que estaba tan acostumbrada a manejarse entre las sombras!
-No recuerdo adónde me dirigía...no sé lo que ha pasado-hacerse la despistada...qué idea más improvisada. A Selene le encantaban las improvisaciones...eran más...peligrosas. Y en parte lo dijo como algo que podría ser hipotético, pues tampoco quería engañarle. Lo que ella quería en aquellos momentos era que la acompañara hacia dónde él se dirigiera. A lo mejor era la misma dirección que le había indicado a ella. Además, y Selene se admitía ésto sin tapujos, quería que la cogiera del brazo otra vez, de que le acompañara a alguna parte y confirmar lo que ya sospechaba de él por su andar, su forma de vestir...por todo en general. Despertaba algo en ella que hacía que la mucahcha quisiera tocarle otra vez.-¿Podría acompañarle?
¿qué es? ¿Qué sorpresa nos encontraremos?
Él la recibió entre sus brazos y le preguntó si necesitaba algo en cuestión. Selene levantó la cabeza y le sonrió algo avergonzada por su repentina torpeza. ¡Algo! Que no demasiado. La sonrisa avergonzada de la muchacha pasó a ser una sonrisa de cordialidad. Entrecerró los ojos y se terminó de levantar, colocándose bien. Aunque pensaba en varias cosas. Aquel hombre tenía las manos calentitas. Era algo muy agradable en medio de todo aquel frío.
Aunque...Selene se daba cuenta de que aquel calor no era...no sabría cómo decirlo, la verdad. Pero aún así...¡mejor que mejor! De todos modos seguía siendo algo condenadamente agradable, pues la verdad es que estaba helada.
Lo que Selene no sabía tampoco en aquel momento es que la decisión que había tomado iba a tornarse algo más fuerte. Más...o menos.
-Pues...-cómo decirlo? Encontrar las palabras adecuadas no era fácil-es que ando un poco perdida.-¿perdida?podría uno reírse si supiera cuan perdida estaba en realidad. ¡Ella, que estaba tan acostumbrada a manejarse entre las sombras!
-No recuerdo adónde me dirigía...no sé lo que ha pasado-hacerse la despistada...qué idea más improvisada. A Selene le encantaban las improvisaciones...eran más...peligrosas. Y en parte lo dijo como algo que podría ser hipotético, pues tampoco quería engañarle. Lo que ella quería en aquellos momentos era que la acompañara hacia dónde él se dirigiera. A lo mejor era la misma dirección que le había indicado a ella. Además, y Selene se admitía ésto sin tapujos, quería que la cogiera del brazo otra vez, de que le acompañara a alguna parte y confirmar lo que ya sospechaba de él por su andar, su forma de vestir...por todo en general. Despertaba algo en ella que hacía que la mucahcha quisiera tocarle otra vez.-¿Podría acompañarle?
Selene Ladomie- Condenado/Hechicero/Clase Media
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