AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Herencia de sangre
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Herencia de sangre
Corrí como si me estuvieran quemando los pies.
Corrí, Corrí, corrí como un maldito loco por los verdes prados del campus, portando conmigo más de cinco tubos de papel, que no eran más que planos enrollados.
Y es que llegaba tarde…Llegaba demasiado tarde, y tenía que entregar uno de mis proyectos antes de las doce del medio dia y ya eran las doce menos un minuto…Por lo que casi había salido en pijama de mi casa. De hecho, había pillado lo primero que tenía a mano, y había cogido la ropa de montar del día anterior. Así que corría con la camisa arrugada y fuera del pantalón, con las mangas arremangadas, junto con el pantalón beige que a su vez tenía manchas de césped, además de las botas de cuero, llenas de barro…Definitivamente como si me hubiera sentado en un campo verde, o hubiese caído o rodado por ahí –Cosa que el día anterior había pasado, al estar jugando con Elle-
¡¡¡Oh dioses…Primer año como alumno aventajado en el máster y ya llego tarde…si ya lo dice Elle…me van a echaaaar por ser pelirrojo y después me van a hacer bulling...y tendré que irme del país...ÑAAAH….!!!
Salte ágilmente un arbusto mientras sujetaba mis planos, corriendo y sudando ya por la prisa, notando como las gafas redondeadas comenzaban a resbalar por mi nariz. Haciéndome ver un tanto borroso, por lo que ante mi precipitada carrera, preocupado por correr, sujetar los planos e intentar subirme las gafas no vi a aquella persona que había delante, ni tampoco vi como caminaba, o si estaba pensativo o ocupado ni nada de nada, por lo que me choque de pleno contra alguien sin poderlo remediar, dándole un placaje que nos desestabilizo a ambos. Haciéndonos sujetarnos para no caer aunque yo me seguía sintiendo inestable con tanta cosa entre mis manos.
Oh Dios mío! Cuanto lo siento! Comente a aquel que se hallaba delante mío mirándome con perplejidad, mientras yo sujetaba mis planos. Ups, esto es mío, pero…Uhm?? Algo robo mi atencion antes que pudiera disculparme, y es justo detrás de aquel chico contra el que había chocado, se encontraba uno de mis mentores, al cual le debía mi trabajo.
AAAH! Por favor sostenme esto! Pedí al desconocido entregándole todos mis planos, sin dejarle replicarme siquiera. Mientras miraba cada uno de los tubos, hasta que vi dos que debían de ser los que buscaba. Por lo que los tome y corrí hacia mi mentor, dejando al desconocido con mis cosas y con rostro de circunstancias.
Prof….Profesor Von Kraft!....Llame agitado, mientras el buen hombre se giraba y me miraba con una sonrisa y las manos cruzadas a su espalda.
Oh…Vaya…Si es el señor Délvheen…Que le trae por aquí?
Intente tomar aire para hablarle, pero venia tan agitado y cansado que no pude decir nada, solo respirar como si se me fuera a salir el corazón por la boca. Por lo que le extendí un plano y sujete el otro bajo mi brazo, inclinándome un poco, dejando que mis manos se sujetaran en mis rodillas mientras intentaba que mi corazón dejara de querer escaparse.
Mi profesor tomo el plano y abrió allí mismo, apreciándolo y girando el rostro mientras parpadeaba.
Bonito retrato. ¿de quién se trata? Parece muy heroico…
Alce la vista. ¿Heroico?
Tome el plano y mire el esbozo del retrato que debía hacerle a tio Jäeger al oleo.
Uy…Perdone, este no es. Es este…indique a mi profesor, entregándole el segundo plano.
El lo abrió y asintió al parecer complacido.
Muy bien…Que interesante…¿Pero porque se ha dado tanta prisa? Le mire parpadeando con rostro de circunstancias. Por lo que el sonrió, hoy no hay clases, de hecho esta semana no hay clases. Se han pospuesto todas las cosas para el próximo martes debido a unos incidentes en los laboratorios de ciencias. Por lo que prefieren que no haya nadie en ninguno de los edificios hasta que se arregle…
Se encuentra bien hijo? Está un poco pálido.
Si si…Es que…No lo sabía. Y no he dormido mucho…jejeje…jeje…je…
Había estado toda la semana trabajando con prisas cuando resulta que tenía más tiempo. Definitivamente pensaba llegar a casa y pegarme un tiro.
Oh, pero que aplicado, lo tendré en cuenta. Dijo mi mentor mientras se llevaba mi plano consigo mientras tarareaba.
Lleve una de mis manos a mi frente, golpeandola y tapando mis ojos, negando con la cabeza…encima de idiota por no enterarme que no habia clase, había quedado por uno de esos aplicados chicos sin amigos, que le hacían la pelota al profesor entregándoles las cosas antes de tiempo.
Pero antes de poder seguir lamentandome, me acorde del chico al que había entregado el resto de planos y dibujos, por lo que corrí hacia él nuevamente, encontrándomelo a pocos metros, mientras le miraba con angustia.
Oh vaya...te deje con todas mis cosas...Tienes que perdonarme..Era un caso de vida o muerte…y Resulta que quedo en muerte…Bromee riendo sin ganas, acercándome a el para tomar los tubos, contemplándole, dándome cuenta de que llevaba una gafas iguales a las mías, cosa que me hizo buscar las que yo llevaba y que al parecer habían volado al chocar con él.
Ouch…Y encima te he ensuciado, comente haciendo una mueca al ver su ropa. Por favor déjame que te compense o algo. Indique pues me sabía mal.
Por lo que una vez más sosegado, con los tubos bajo uno de mis brazos, extendí mi mano libre. Hacia el silencioso joven,soltando un resoplido.
Gabriel Délvheen. –Impuntual por herencia de sangre- Indique con un atisbo de sonrisa. Deseando que el chico no se enfadara y me atizara un puñetazo…
Ya que si era por mala suerte, la mía…
Corrí, Corrí, corrí como un maldito loco por los verdes prados del campus, portando conmigo más de cinco tubos de papel, que no eran más que planos enrollados.
Y es que llegaba tarde…Llegaba demasiado tarde, y tenía que entregar uno de mis proyectos antes de las doce del medio dia y ya eran las doce menos un minuto…Por lo que casi había salido en pijama de mi casa. De hecho, había pillado lo primero que tenía a mano, y había cogido la ropa de montar del día anterior. Así que corría con la camisa arrugada y fuera del pantalón, con las mangas arremangadas, junto con el pantalón beige que a su vez tenía manchas de césped, además de las botas de cuero, llenas de barro…Definitivamente como si me hubiera sentado en un campo verde, o hubiese caído o rodado por ahí –Cosa que el día anterior había pasado, al estar jugando con Elle-
¡¡¡Oh dioses…Primer año como alumno aventajado en el máster y ya llego tarde…si ya lo dice Elle…me van a echaaaar por ser pelirrojo y después me van a hacer bulling...y tendré que irme del país...ÑAAAH….!!!
Salte ágilmente un arbusto mientras sujetaba mis planos, corriendo y sudando ya por la prisa, notando como las gafas redondeadas comenzaban a resbalar por mi nariz. Haciéndome ver un tanto borroso, por lo que ante mi precipitada carrera, preocupado por correr, sujetar los planos e intentar subirme las gafas no vi a aquella persona que había delante, ni tampoco vi como caminaba, o si estaba pensativo o ocupado ni nada de nada, por lo que me choque de pleno contra alguien sin poderlo remediar, dándole un placaje que nos desestabilizo a ambos. Haciéndonos sujetarnos para no caer aunque yo me seguía sintiendo inestable con tanta cosa entre mis manos.
Oh Dios mío! Cuanto lo siento! Comente a aquel que se hallaba delante mío mirándome con perplejidad, mientras yo sujetaba mis planos. Ups, esto es mío, pero…Uhm?? Algo robo mi atencion antes que pudiera disculparme, y es justo detrás de aquel chico contra el que había chocado, se encontraba uno de mis mentores, al cual le debía mi trabajo.
AAAH! Por favor sostenme esto! Pedí al desconocido entregándole todos mis planos, sin dejarle replicarme siquiera. Mientras miraba cada uno de los tubos, hasta que vi dos que debían de ser los que buscaba. Por lo que los tome y corrí hacia mi mentor, dejando al desconocido con mis cosas y con rostro de circunstancias.
Prof….Profesor Von Kraft!....Llame agitado, mientras el buen hombre se giraba y me miraba con una sonrisa y las manos cruzadas a su espalda.
Oh…Vaya…Si es el señor Délvheen…Que le trae por aquí?
Intente tomar aire para hablarle, pero venia tan agitado y cansado que no pude decir nada, solo respirar como si se me fuera a salir el corazón por la boca. Por lo que le extendí un plano y sujete el otro bajo mi brazo, inclinándome un poco, dejando que mis manos se sujetaran en mis rodillas mientras intentaba que mi corazón dejara de querer escaparse.
Mi profesor tomo el plano y abrió allí mismo, apreciándolo y girando el rostro mientras parpadeaba.
Bonito retrato. ¿de quién se trata? Parece muy heroico…
Alce la vista. ¿Heroico?
Tome el plano y mire el esbozo del retrato que debía hacerle a tio Jäeger al oleo.
Uy…Perdone, este no es. Es este…indique a mi profesor, entregándole el segundo plano.
El lo abrió y asintió al parecer complacido.
Muy bien…Que interesante…¿Pero porque se ha dado tanta prisa? Le mire parpadeando con rostro de circunstancias. Por lo que el sonrió, hoy no hay clases, de hecho esta semana no hay clases. Se han pospuesto todas las cosas para el próximo martes debido a unos incidentes en los laboratorios de ciencias. Por lo que prefieren que no haya nadie en ninguno de los edificios hasta que se arregle…
Se encuentra bien hijo? Está un poco pálido.
Si si…Es que…No lo sabía. Y no he dormido mucho…jejeje…jeje…je…
Había estado toda la semana trabajando con prisas cuando resulta que tenía más tiempo. Definitivamente pensaba llegar a casa y pegarme un tiro.
Oh, pero que aplicado, lo tendré en cuenta. Dijo mi mentor mientras se llevaba mi plano consigo mientras tarareaba.
Lleve una de mis manos a mi frente, golpeandola y tapando mis ojos, negando con la cabeza…encima de idiota por no enterarme que no habia clase, había quedado por uno de esos aplicados chicos sin amigos, que le hacían la pelota al profesor entregándoles las cosas antes de tiempo.
Pero antes de poder seguir lamentandome, me acorde del chico al que había entregado el resto de planos y dibujos, por lo que corrí hacia él nuevamente, encontrándomelo a pocos metros, mientras le miraba con angustia.
Oh vaya...te deje con todas mis cosas...Tienes que perdonarme..Era un caso de vida o muerte…y Resulta que quedo en muerte…Bromee riendo sin ganas, acercándome a el para tomar los tubos, contemplándole, dándome cuenta de que llevaba una gafas iguales a las mías, cosa que me hizo buscar las que yo llevaba y que al parecer habían volado al chocar con él.
Ouch…Y encima te he ensuciado, comente haciendo una mueca al ver su ropa. Por favor déjame que te compense o algo. Indique pues me sabía mal.
Por lo que una vez más sosegado, con los tubos bajo uno de mis brazos, extendí mi mano libre. Hacia el silencioso joven,soltando un resoplido.
Gabriel Délvheen. –Impuntual por herencia de sangre- Indique con un atisbo de sonrisa. Deseando que el chico no se enfadara y me atizara un puñetazo…
Ya que si era por mala suerte, la mía…
Gabriél Délvheen- Humano Clase Alta
- Mensajes : 106
Fecha de inscripción : 03/03/2012
Localización : Entre París y Leiden
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Re: Herencia de sangre
Fulminé al muchacho en cuanto me dio la espalda y corrió hacia aquél profesor, refunfuñando algo en voz baja antes de agachar la mirada y curiosear los planos que me había inculcado con torpeza momentos antes, alzando una ceja cuando divisé unas curvas muy femeninas. Sin poderlo evitar, reí entre dientes y carraspeé cuando los pasos de él se acercaron de nuevo a mí, momento en el que encorvé mi espalda, dejé caer un poco aquellas gafas redondeadas que en realidad no necesitaba y agudicé un poco mi voz para cuando me tocó hablar, mostrando mi faceta más enclenque ante aquél llamado Gabriel Délvheen, un nombre que me hizo fruncir la nariz al escucharlo.
- Yo so-so-soy Evan-Ev-Evan-Evan-E-Evan-de-der-der, pe-pe-pe-pe-ro pue-pu-pue-de lla-mar-lla-lla-lla-mar-me-me Ev-Evan...- carraspeé, fingiendo cierto nerviosismo al encajar mi mano con la de él.- Evan.
Y cuando en mi cabeza maldecía la estúpida máscara del pobre tartamudo, una extraña electricidad recorrió las sendas de mi piel en cuanto su tacto y el mío se fusionaron, haciéndome soltar un jadeo y apretar su mano demasiado fuerte, probablemente, sosteniéndosela hasta que al fin, la primera escena premonitoria llegó a mis ojos, conteniendo el aliento mientras los flashes pasaban con rapidez...
Mi respiración era agitada, podía sentirla retumbar en mis oídos. Relamía mis labios y encontraba el sabor de óxido y sal, el sabor de la sangre. Mis manos no temblaban, sostenían con firmeza aquél cuchillo ensangrentado del que se deslizaba un hilo de sangre carmesí hasta manchar el parqué sobre el que me encontraba. A mi alrededor, sólo encontré oscuridad, una acechando penumbra solamente rota por la tenue luz de la luna llena que se asomaba por los ventanales de cortinas blancas que ondeaban al son de la brisa nocturna. Era un salón, estaba seguro. Ante mí, a un lado, una larga mesa adornada con varias velas sin llama me hizo pensar que los comensales habían abandonado la cena no hacía mucho rato, pues aun los dos platos de sopa parecían calientes. No obstante, nadie parecía que estuviera allí... Hasta que quise dar un paso, pero no pude, no hizo falta. Mis ojos, nublados al no permanecerme realmente, bajaron la vista hasta que en mi campo de visión apareció el inerte cadáver de un joven pelirrojo, el mismo al que, en realidad, aun sostenía la mano con firmeza. Yacía muerto, con los ojos abiertos y la boca entrecerrada. Su camisa blanca permanecía abierta y algunos botones habían saltado, pues estaban a su alrededor. Y en su pecho, un dibujo delineado por el filo de un arma blanca, probablemente aquella que mis manos sostenían. Se trataba de una media luna con una cruz latina en su interior. Reconocí aquella señal.
- El símbolo de Hades.
Y sin quererlo, lo dije en voz alta, dando paso a un torbellino de imágenes confusas hasta que volví a la realidad, en la Universidad, frente a Gabriel.
Tragué saliva ruidosamente y me maldije un millón de veces, soltándole la mano al instante, llevando mi mano hacia mis cabellos, los mismos que repeiné hacia atrás, desviando la mirada, mordiéndome los labios ante la sola idea de que aquél joven se hubiera percatado de mi última frase. No me preocupaba que me preguntara sobre lo que había dicho, sino que se hubiera percatado de la ausencia de tartamudez en aquella oración. ¿Me habría descubierto? En cualquier caso, debía inventarme una excusa cuanto antes o... ¡distraerle!
Pensé en lo que había visto y le miré de arriba abajo. Parecía un niño ingenuo e inocente, ¿quién querría matarle? Suspiré, pues aunque mi llegada a París se había dado por la búsqueda de los demás componentes de la Liga de las Cuatro Espadas y odiaba perder el tiempo, lo cierto era que no podía dejar morir a ese joven desconocido, no sabiendo como sabía, su fatídico final si no intercedía. Por otro lado, me interesaba saber si teníamos algún vínculo de sangre, pues nuestros apellidos coincidían y no era muy común.
Así que decidí salvarle el pellejo. Extendí la más inocente de mis sonrisas y retomé el hilo de aquella conversación, ahora un tanto tensa debido a mi error.
- Oh, no-no-no s-s-se-se pre-pre-o-cu-cu-cu-pe, yo-yo no-no qui-qui-sie-e-ra ro-ba-ba-rle más tiem-ti-ti-tiem-po y yo-yo-yo ten-ten-go-go que-que-que bu-bu-bus-car a-aun una-na po-sa-sa-da pa-pa-ra pa-sa-sa-r la-la no-no-che. So-soy nue-vo-vo en Pa-París y no-no ten-go-go na-na-da...- intenté explicarme, buscando de éste modo, conmover al muchacho para que me acogiera en su casa aquella noche, pues lo cierto era que, según las previsiones, aquella noche habría luna llena...
- Yo so-so-soy Evan-Ev-Evan-Evan-E-Evan-de-der-der, pe-pe-pe-pe-ro pue-pu-pue-de lla-mar-lla-lla-lla-mar-me-me Ev-Evan...- carraspeé, fingiendo cierto nerviosismo al encajar mi mano con la de él.- Evan.
Y cuando en mi cabeza maldecía la estúpida máscara del pobre tartamudo, una extraña electricidad recorrió las sendas de mi piel en cuanto su tacto y el mío se fusionaron, haciéndome soltar un jadeo y apretar su mano demasiado fuerte, probablemente, sosteniéndosela hasta que al fin, la primera escena premonitoria llegó a mis ojos, conteniendo el aliento mientras los flashes pasaban con rapidez...
Mi respiración era agitada, podía sentirla retumbar en mis oídos. Relamía mis labios y encontraba el sabor de óxido y sal, el sabor de la sangre. Mis manos no temblaban, sostenían con firmeza aquél cuchillo ensangrentado del que se deslizaba un hilo de sangre carmesí hasta manchar el parqué sobre el que me encontraba. A mi alrededor, sólo encontré oscuridad, una acechando penumbra solamente rota por la tenue luz de la luna llena que se asomaba por los ventanales de cortinas blancas que ondeaban al son de la brisa nocturna. Era un salón, estaba seguro. Ante mí, a un lado, una larga mesa adornada con varias velas sin llama me hizo pensar que los comensales habían abandonado la cena no hacía mucho rato, pues aun los dos platos de sopa parecían calientes. No obstante, nadie parecía que estuviera allí... Hasta que quise dar un paso, pero no pude, no hizo falta. Mis ojos, nublados al no permanecerme realmente, bajaron la vista hasta que en mi campo de visión apareció el inerte cadáver de un joven pelirrojo, el mismo al que, en realidad, aun sostenía la mano con firmeza. Yacía muerto, con los ojos abiertos y la boca entrecerrada. Su camisa blanca permanecía abierta y algunos botones habían saltado, pues estaban a su alrededor. Y en su pecho, un dibujo delineado por el filo de un arma blanca, probablemente aquella que mis manos sostenían. Se trataba de una media luna con una cruz latina en su interior. Reconocí aquella señal.
- El símbolo de Hades.
Y sin quererlo, lo dije en voz alta, dando paso a un torbellino de imágenes confusas hasta que volví a la realidad, en la Universidad, frente a Gabriel.
Tragué saliva ruidosamente y me maldije un millón de veces, soltándole la mano al instante, llevando mi mano hacia mis cabellos, los mismos que repeiné hacia atrás, desviando la mirada, mordiéndome los labios ante la sola idea de que aquél joven se hubiera percatado de mi última frase. No me preocupaba que me preguntara sobre lo que había dicho, sino que se hubiera percatado de la ausencia de tartamudez en aquella oración. ¿Me habría descubierto? En cualquier caso, debía inventarme una excusa cuanto antes o... ¡distraerle!
Pensé en lo que había visto y le miré de arriba abajo. Parecía un niño ingenuo e inocente, ¿quién querría matarle? Suspiré, pues aunque mi llegada a París se había dado por la búsqueda de los demás componentes de la Liga de las Cuatro Espadas y odiaba perder el tiempo, lo cierto era que no podía dejar morir a ese joven desconocido, no sabiendo como sabía, su fatídico final si no intercedía. Por otro lado, me interesaba saber si teníamos algún vínculo de sangre, pues nuestros apellidos coincidían y no era muy común.
Así que decidí salvarle el pellejo. Extendí la más inocente de mis sonrisas y retomé el hilo de aquella conversación, ahora un tanto tensa debido a mi error.
- Oh, no-no-no s-s-se-se pre-pre-o-cu-cu-cu-pe, yo-yo no-no qui-qui-sie-e-ra ro-ba-ba-rle más tiem-ti-ti-tiem-po y yo-yo-yo ten-ten-go-go que-que-que bu-bu-bus-car a-aun una-na po-sa-sa-da pa-pa-ra pa-sa-sa-r la-la no-no-che. So-soy nue-vo-vo en Pa-París y no-no ten-go-go na-na-da...- intenté explicarme, buscando de éste modo, conmover al muchacho para que me acogiera en su casa aquella noche, pues lo cierto era que, según las previsiones, aquella noche habría luna llena...
Sherezade de Cárthaigh- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 03/11/2012
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Re: Herencia de sangre
Aquel chico apretó mi mano y eso me hizo dar un pequeño brinco sin entender bien el porqué, por lo que le mire un poco extrañado, percatándome que de pronto su mirada dejo de mirarme para concentrarse en alguna cosa ajena a mi, cosa que me dejo un tanto dibutativo.
¿Habría dicho alguna cosa fuera de lugar acaso?
Sin embargo, de pronto volvió a mirarme como si nada, por lo que le quite importancia a aquello… Quizás, simplemente pensaba en sus cosas, pues lo cierto es que aquella frase que acababa de decir, no me parecía que tuviera sentido alguno.
Entonces entreabrió sus labios y yo parpadee, escuchándole con atención, pues era un tanto complicado entenderle. Sin embargo, escuche y entendí la parte importante: -Recién llegado, y sin nada.- No era precisamente facil quedarse inmune a aquellas palabras.
Oh…Encantado Evan. A mi, todo el mundo me llama Biél, es mas breve. Comente encogiéndome de hombros, mientras sujetaba mejor mis planos y miraba a mi alrededor haciendo una mueca.
Vaya, he perdido mis gafas…
Oh por cierto, yo tengo que ir a casa ahora, a dejar todo esto y bueno…lamento mucho haberte ensuciado, ¿quisieras venir conmigo? Podría pasarte algo de ropa y bueno…si quieres podrías pasar la noche allí al menos hoy, hasta que encuentres algo de tu agrado. Es lo menos que podría hacer comente aun sintiéndome culpable al ver su ropa un tanto fuera de sitio, pues lo cierto es que aquel aspecto le daba un aire un tanto desordenado que contrastaba con su rostro serio. Fue entonces que, -sería por sus ropajes, o quizás por su semblante-, que me di cuenta de que su rostro se me hacia un tanto familiar.
Evan me miro y sonrió, ajustándose las gafas y asintiendo sin decir nada más.
¡Genial! Vamos entonces. Seguramente lleguemos a la hora de comer. Indique dando un paso mientras ambos empezábamos a caminar.
Vivo en las afueras, por lo que tardaremos un poco, por cierto. ¿que estud...?
Me mordí los labios, baje la mirada, levante el pie derecho y visualice mis gafas hechas trizas. Escuchando como mi acompañante reía sin poder evitarlo, contagiándome a mi también con su risa. Por lo que suspire y ambos empezamos a caminar por el campus hasta salir de aquel lugar.
Espero que no te importe alojarte en un castillo del siglo XV comente con un sonrisa mientras los guardias nos abrían las puertas.
¿Habría dicho alguna cosa fuera de lugar acaso?
Sin embargo, de pronto volvió a mirarme como si nada, por lo que le quite importancia a aquello… Quizás, simplemente pensaba en sus cosas, pues lo cierto es que aquella frase que acababa de decir, no me parecía que tuviera sentido alguno.
Entonces entreabrió sus labios y yo parpadee, escuchándole con atención, pues era un tanto complicado entenderle. Sin embargo, escuche y entendí la parte importante: -Recién llegado, y sin nada.- No era precisamente facil quedarse inmune a aquellas palabras.
Oh…Encantado Evan. A mi, todo el mundo me llama Biél, es mas breve. Comente encogiéndome de hombros, mientras sujetaba mejor mis planos y miraba a mi alrededor haciendo una mueca.
Vaya, he perdido mis gafas…
Oh por cierto, yo tengo que ir a casa ahora, a dejar todo esto y bueno…lamento mucho haberte ensuciado, ¿quisieras venir conmigo? Podría pasarte algo de ropa y bueno…si quieres podrías pasar la noche allí al menos hoy, hasta que encuentres algo de tu agrado. Es lo menos que podría hacer comente aun sintiéndome culpable al ver su ropa un tanto fuera de sitio, pues lo cierto es que aquel aspecto le daba un aire un tanto desordenado que contrastaba con su rostro serio. Fue entonces que, -sería por sus ropajes, o quizás por su semblante-, que me di cuenta de que su rostro se me hacia un tanto familiar.
Evan me miro y sonrió, ajustándose las gafas y asintiendo sin decir nada más.
¡Genial! Vamos entonces. Seguramente lleguemos a la hora de comer. Indique dando un paso mientras ambos empezábamos a caminar.
Vivo en las afueras, por lo que tardaremos un poco, por cierto. ¿que estud...?
- *CRACK* -
Me mordí los labios, baje la mirada, levante el pie derecho y visualice mis gafas hechas trizas. Escuchando como mi acompañante reía sin poder evitarlo, contagiándome a mi también con su risa. Por lo que suspire y ambos empezamos a caminar por el campus hasta salir de aquel lugar.
...
Una vez bajamos del carruaje, me adelante sin mas, sin embargo de pronto me fije en que Evan se había quedado mas atrás, con gesto de consternación, mientras con el rostro mirando hacia arriba miraba las altas y enormes paredes de lo que era el enorme castillo donde vivíamos. Quizás al haber dicho "casa de las afueras", habría entendido algo distinto. Espero que no te importe alojarte en un castillo del siglo XV comente con un sonrisa mientras los guardias nos abrían las puertas.
Gabriél Délvheen- Humano Clase Alta
- Mensajes : 106
Fecha de inscripción : 03/03/2012
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Re: Herencia de sangre
Escruté cada rincón que mis ojos me permitieron desnudar de aquél enorme castillo renacentista hecho en su mayor totalidad de piedra, seguramente erigido como fortaleza.
Asentí y seguí los pasos de aquél muchacho que ahora me condujo hacia el interior de aquél castillo, contemplando maravillado la decoración medieval de sus adentros, deteniéndome por un momento junto a una ventana para contemplar las maravillosas vistas que daban a las colinas, al bosque que flanqueaba la torre y los jardines con sus fuentes y estatuas que embellecían el terreno verdoso aun con niebla.
Sin querer me había detenido contemplando un lienzo y al mirar a los lados, Biél ya no se encontraba allí, por lo que me encogí de hombros e inspeccioné minuciosamente cada detalle de aquella casa en busca de algo que me llevara hacia la visión que había tenido momentos antes o hacia una explicación que respondiera al porqué compartíamos apellido...
Y no recuerdo qué fue lo que toqué exactamente, pero un engranaje se activó y al dar un respingo y retroceder pude ver cómo la pared parecía abrirse como si de una puerta entreabierta se tratara. Tragué saliva y después de asegurarme que nadie me veía, ayudé a acrecentar el hueco de la puerta para que mi cuerpo pudiera atravesarla, cerrándola tras de mí, sumergiéndome en una escalofriante oscuridad.
Con un sencillo hechizo logré alumbrar el pasadizo de escaleras que descendía en forma de caracol hasta perderse en la inmensa oscuridad, por lo que seguí caminando despacio, sin asustarme cuando una rata se cruzó en mi camino o cuando un montón de telarañas se cernieron sobre mí en un abrazo pegajoso, pues mi cabeza sólo se preguntaba en qué clase de casa vivía aquella gente, llena de pasadizos secretos y puertas en mitad de la nada y que conducen hacia... los calabozos.
Me detuve en el rellano y contemple con el ceño fruncido aquél paraje, lleno de cadenas, jaulas, barrotes, humedad y olor a muerto. A medida que me adentraba en aquella sala dónde las cucarachas y las ratas vivían a cuerpo de rey, más espeluznante me parecía aquella edificación y más curiosidad en mí despertaba, anclándome allí, queriendo ahora descubrir todos los secretos de aquella familia.
Al final de aquellas mazmorras, algo captó mi atención. Era un emblema, exactamente, el escudo de mi familia, los Délvheen. Y cuando las yemas de mis dedos acariciaron aquellos grabados en piedra, algún engranaje más crujió y el escudo cedió levemente. Me aparté y esperé no haber accionado ninguna trampa mortal, aunque una gota de frio sudor recorrió mi espalda cuando unos pasos se detuvieron tras mi espalda y lentamente me di la vuelta, tropezándome con la figura femenina de una sierva. ¡Una simple sierva! El alivio retornó a mí e incluso las comisuras de mi boca parecieron hacer un esfuerzo para sonreír a la dama. ¿Pero que hacía ella allí? Y entonces recordé que nada era lo que parecía y en aquél instante, cuando di un paso hacia ella y despegué mis labios para hablar...
La partida de aquellos peligrosos juegos empezó, moviéndose la primera ficha hacia mí en aquél perturbador tablero.
Asentí y seguí los pasos de aquél muchacho que ahora me condujo hacia el interior de aquél castillo, contemplando maravillado la decoración medieval de sus adentros, deteniéndome por un momento junto a una ventana para contemplar las maravillosas vistas que daban a las colinas, al bosque que flanqueaba la torre y los jardines con sus fuentes y estatuas que embellecían el terreno verdoso aun con niebla.
Sin querer me había detenido contemplando un lienzo y al mirar a los lados, Biél ya no se encontraba allí, por lo que me encogí de hombros e inspeccioné minuciosamente cada detalle de aquella casa en busca de algo que me llevara hacia la visión que había tenido momentos antes o hacia una explicación que respondiera al porqué compartíamos apellido...
Y no recuerdo qué fue lo que toqué exactamente, pero un engranaje se activó y al dar un respingo y retroceder pude ver cómo la pared parecía abrirse como si de una puerta entreabierta se tratara. Tragué saliva y después de asegurarme que nadie me veía, ayudé a acrecentar el hueco de la puerta para que mi cuerpo pudiera atravesarla, cerrándola tras de mí, sumergiéndome en una escalofriante oscuridad.
Con un sencillo hechizo logré alumbrar el pasadizo de escaleras que descendía en forma de caracol hasta perderse en la inmensa oscuridad, por lo que seguí caminando despacio, sin asustarme cuando una rata se cruzó en mi camino o cuando un montón de telarañas se cernieron sobre mí en un abrazo pegajoso, pues mi cabeza sólo se preguntaba en qué clase de casa vivía aquella gente, llena de pasadizos secretos y puertas en mitad de la nada y que conducen hacia... los calabozos.
Me detuve en el rellano y contemple con el ceño fruncido aquél paraje, lleno de cadenas, jaulas, barrotes, humedad y olor a muerto. A medida que me adentraba en aquella sala dónde las cucarachas y las ratas vivían a cuerpo de rey, más espeluznante me parecía aquella edificación y más curiosidad en mí despertaba, anclándome allí, queriendo ahora descubrir todos los secretos de aquella familia.
Al final de aquellas mazmorras, algo captó mi atención. Era un emblema, exactamente, el escudo de mi familia, los Délvheen. Y cuando las yemas de mis dedos acariciaron aquellos grabados en piedra, algún engranaje más crujió y el escudo cedió levemente. Me aparté y esperé no haber accionado ninguna trampa mortal, aunque una gota de frio sudor recorrió mi espalda cuando unos pasos se detuvieron tras mi espalda y lentamente me di la vuelta, tropezándome con la figura femenina de una sierva. ¡Una simple sierva! El alivio retornó a mí e incluso las comisuras de mi boca parecieron hacer un esfuerzo para sonreír a la dama. ¿Pero que hacía ella allí? Y entonces recordé que nada era lo que parecía y en aquél instante, cuando di un paso hacia ella y despegué mis labios para hablar...
La partida de aquellos peligrosos juegos empezó, moviéndose la primera ficha hacia mí en aquél perturbador tablero.
Sherezade de Cárthaigh- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/11/2012
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Re: Herencia de sangre
Tome aliento antes de saltar la primera roca, corriendo como alma que lleva el diablo por el jardín del castillo, estaba rompiendo mi tiempo record en atletismo aquella noche, no había duda alguna de eso ¡Y tenia merito! Oh y tanto que tenia merito, pues estaba corriendo con un vestido de cuatro quilos y un corsé tan ceñido que si bajaba el mentón este chocaba contra mi generoso escote. Y es que no me quedaba otra, aquel era el único vestido decente que no había roto, y lo había usado aquella noche para la partida de póker que tenía pendiente, pero claro…esas cosas se alargan, y luego cuando una gana y empiezan los disparos y las peleas, no hay mucho tiempo para lamentarse por llevar ropa poco cómoda.
Tome aire antes de llegar a una de las murallas, metiéndome por la ventana que había dejado abierta, colándome aparatosamente, dejando parte del vestido medio enganchado en la reja de la ventana por la prisa.
¡abito stupido!
Tomé el delantal y la ropa que había dejado cerca de la ventana para cuando llegara al castillo y comencé a ponérmelo, atando el nudo con un gran rosetón a mi espalda. Tomando el resto de mis ropajes de sirvienta para ya ponérmelos en mi habitación, refunfuñando al ver el desgarro que se hizo en mi vestido al entrar.
Lo que me faltaba! comenté mientras me levantaba poco a poco, caminando por las mazmorras, ya arremangándome sin feminidad alguna el vestido para caminar ciertamente como si fuera un pato, entre zancadas largas. Pues aquel vestido era complicado con tanto encaje y refajo y tela y mas tela, y por lo visto tenia vida propia y me odiaba.
La próxima vez iré con pantalones de montar y que se fastidien tutti si no me reconocen! Indique con decisión.
Pero entonces, mientras me conducía hacia la puerta, vi algo por el rabillo del ojo que no me esperaba. ¿Qué hacia ese chico ahí? Parpadee y gire la cabeza para contemplar a aquel muchacho que ahora me miraba arqueando una ceja.
Abrí los ojos, y me acerque un poco más, por un momento pensando que se trataba de Biél por lo mucho que se parecian, sin embargo cuando vi su mirada, me percate de mi error.
¿Quien eres tu? ¿Que haces aquí? Pregunte sin modales siquiera, pues un chico, ¿en la oscuridad y en las mazmorras?...Si andaba paseando por ahí como yo, seguro que no tramaba nada bueno.
Entonces escuche el sonido de los engranajes y le mire, y luego mire hacia arriba. Aquel sujeto acababa de activar la trampa oculta del techo, ¿porque no se movía?...
oh claro, no lo sabía.
Me acerque hacia él y le tome del brazo, tirando rápidamente de él hacia mi antes de que aquella hacha gigante cayera por uno de los extremos de la pared, deslizándose cual péndulo de un lado a otro delante de nuestras narices, a escasos centímetros de nuestros rostros.
Le di unas palmaditas al joven que estaba a mi lado mirando el vaivén de la gigantesca hacha.
Si eres un invitado, será mejor que subas, este lugar no es seguro si no se conoce. Pero si eres un ladrón, será mejor que no huyas por el jardín, yo entre hace poco y como me ocultaba de los guardias soltaron a los perros. Comente con toda la normalidad del mundo, incluso con amabilidad, mientras estiraba mis cabellos hacia un lado de mi rostro, comenzando a hacerme una trenza -con cierta dificultad ante mi enorme cantidad de rizos- mientras le miraba con una sonrisa, esperando que se decantara por alguna de las opciones que le había propuesto, sin poder evitar sentir cierta curiosidad.
Tome aire antes de llegar a una de las murallas, metiéndome por la ventana que había dejado abierta, colándome aparatosamente, dejando parte del vestido medio enganchado en la reja de la ventana por la prisa.
¡abito stupido!
Tomé el delantal y la ropa que había dejado cerca de la ventana para cuando llegara al castillo y comencé a ponérmelo, atando el nudo con un gran rosetón a mi espalda. Tomando el resto de mis ropajes de sirvienta para ya ponérmelos en mi habitación, refunfuñando al ver el desgarro que se hizo en mi vestido al entrar.
Lo que me faltaba! comenté mientras me levantaba poco a poco, caminando por las mazmorras, ya arremangándome sin feminidad alguna el vestido para caminar ciertamente como si fuera un pato, entre zancadas largas. Pues aquel vestido era complicado con tanto encaje y refajo y tela y mas tela, y por lo visto tenia vida propia y me odiaba.
La próxima vez iré con pantalones de montar y que se fastidien tutti si no me reconocen! Indique con decisión.
Pero entonces, mientras me conducía hacia la puerta, vi algo por el rabillo del ojo que no me esperaba. ¿Qué hacia ese chico ahí? Parpadee y gire la cabeza para contemplar a aquel muchacho que ahora me miraba arqueando una ceja.
Abrí los ojos, y me acerque un poco más, por un momento pensando que se trataba de Biél por lo mucho que se parecian, sin embargo cuando vi su mirada, me percate de mi error.
¿Quien eres tu? ¿Que haces aquí? Pregunte sin modales siquiera, pues un chico, ¿en la oscuridad y en las mazmorras?...Si andaba paseando por ahí como yo, seguro que no tramaba nada bueno.
Entonces escuche el sonido de los engranajes y le mire, y luego mire hacia arriba. Aquel sujeto acababa de activar la trampa oculta del techo, ¿porque no se movía?...
oh claro, no lo sabía.
Me acerque hacia él y le tome del brazo, tirando rápidamente de él hacia mi antes de que aquella hacha gigante cayera por uno de los extremos de la pared, deslizándose cual péndulo de un lado a otro delante de nuestras narices, a escasos centímetros de nuestros rostros.
Le di unas palmaditas al joven que estaba a mi lado mirando el vaivén de la gigantesca hacha.
Si eres un invitado, será mejor que subas, este lugar no es seguro si no se conoce. Pero si eres un ladrón, será mejor que no huyas por el jardín, yo entre hace poco y como me ocultaba de los guardias soltaron a los perros. Comente con toda la normalidad del mundo, incluso con amabilidad, mientras estiraba mis cabellos hacia un lado de mi rostro, comenzando a hacerme una trenza -con cierta dificultad ante mi enorme cantidad de rizos- mientras le miraba con una sonrisa, esperando que se decantara por alguna de las opciones que le había propuesto, sin poder evitar sentir cierta curiosidad.
Scarlett Corleone- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 04/11/2012
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