Recuerdos [Libre]

por **Kristina Luxemburg** Dom Dic 30, 2012 3:14 pm

Cuando odiaba cuando aquellos recuerdos llegaban a su cabeza, eran fastidiosos, la deprimían toda la noche y hasta días se les era posible. Si se enteraba que su estado era inducido por Octavio lo mataría en seguida, aunque no estaba segura de que si su creador viviera o estaría buscándola aun, tampoco le importaba, ya se había hecho lo suficientemente poderosa como para acabar a cualquier mortal o inmortal que le fastidiara la vida, ahora solo se dedicaba a disfrutar la vida, se olvidaría de su amada de años pasados, se olvidaría de su hijo muerto, haría oídos sordos a cualquier voz que le indicara aquella tristezas y nostalgias, no había forma de que esa noche volviera a ver imágenes de aquellas noches; de la muerte de su hijo y de la muerte de su amada. ¿Por qué la muerte era tan triste? Ella no lo veía de forma triste, pero aunque no quisiera siempre daba aquella sensación de maldita nostalgia que enfermaba el corazón.

Los latidos de su corazón se perdieron entre la lluvia fría que estaba cayendo en ese momento, deambulaba entre las personas que temblaban de frio, de miedo y soledad, ella misma lo hacía, pero era su alma que se mostraba en ese momento tan sola que no sabría bien cómo explicar aquella presión en el pecho. Lo admitía, se sentía sola, estaba sola, no tenía a nadie con quien disfrutar sus instantes, pero hasta eso se tenía que celebrar y aunque el mantener pensamientos acumulados, los recuerdos guardados hacían que su mente se sintiera a gusto, en este no era el caso. Su mirada se encontró con el cielo estrellado que la acompañaba, la noche parecía esbozarle una sonrisa, siempre estaba de caza, nunca había puesto cuidado como la noche la abrazaba para que aquella nostalgia se fuera desapareciendo.

Nada es permanente o ciertas cosas no lo son, pero ella sentía que podría pasar, que podría dejar de tener una distancia entre los recuerdos. ¿Por qué no solamente recordar los buenos?. Los violentos latidos del corazón le avisaron que sus emociones comenzaban a salir a flote.

Basta de nostalgia, ella deseaba conquistar el mundo a lo largo y sin límites, sus emociones juveniles ya dormían en sus recuerdos, debía abrazar a la impureza de la caza, a dejarse embriagar por aquellos pensamientos irreales de los drogadictos y de los borrachos que cayeran en sus manos.

¿Quién tendría suerte?

por **Dimitra Le clairemond** Dom Ene 06, 2013 7:47 pm

Como cada 2 noches salía a recorrer la ciudad en busca de alimentos, la capa aterciopelada cubría la figura esbelta y delgada de la cual era poseedora, para esta noche especial había usado un delicado atuendo en satín vino tinto que cubría perfectamente los brazos y dejaba a la vista el blanco cuello y las manos de marfil, esta noche no tenía ganas de luchar, no tenía ganas de cazar a mi presa como acostumbro … esta noche solo quería cenar lo antes y posible puesto que el hambre que me envolvía era gigante.
Comencé a caminar por cuanta calle oscura y solitaria me fue posible, pase por bares, prostíbulos, esquinas, callejones y comprendí que la ciudad estaba demasiado movida esta noche como para provecharme de los hijos de la basura; seguí por una de las grandes avenidas donde l gente con algo de decoro se fijaba en la dama de la capa.

Llegando al sur de la ciudad lo vi … allí estaba el delicioso regalo que el demonio preparaba a esta hija suya, un joven de tal vez 12 años, de cabellos rizados y con su rostro lleno de pecas su acerco a mi con la intensión oculta de robarme y para ello ofrecía servirme de guía – Con gusto aceptare … pero hay tratos que no deberías hacer – le dije al jovencillo mientras este quitaba su gorro de la cabeza y me respondía Señorita usted no me asusta.

Le pedí que me llevara por la calleja de saint German, una calle solitaria y oscura allí en medio de su confusión me abalancé sobre el y en susurro le dije – debiste temerme desde que te hable – acto seguido los delgados colmillos abrieron su cuello y dejaron salir ante mi y mi apetito voraz la deliciosa bebida roja, un manjar para Dioses que yo consumía con placer absoluto, un vez desechado el cuerpo seguí caminando hacia el final de la calle donde en medo de un claro le vi… el rostro de una caminante nocturna como yo , pero con cabellos rubios y mirada ennegrecida por la tristeza – La luna esta hermosa – le dije esperando respuesta … hacia mucho no veía a alguien de mi especie.

por **Kristina Luxemburg** Vie Ene 11, 2013 9:48 pm

Un susurro se encontró entre la oscuridad, no sabía exactamente de quien se trataba, no la había olido ni comunicado con aquella presencia, frunció el ceño levemente, sintió la sangre cerca de ella, habían cazado a algún desgraciado vagabundo cerca de la zona –No soy Licántropo como para que me interese la luna- indico mientras desviaba la mirada de aquella persona que parecía interesada en hablar… pero ¿de qué? Tal vez solamente tenían en común la condición de vampiros, pero nada más.

Le dio curiosidad el olor de la sangre que provenía de su cuerpo, olía muy joven como para ser de un vagabundo, frunció el ceño mientras dedicaba una mirada por donde había venido aquel vampiro que aun se escondía entre las sombras y no podía distinguir muy bien –Debió atacarle el hambre si ataco a alguien tan joven- susurro Kristina sintiendo como el disgusto aumentaban en su mente.

Los niños… su hijo, chasqueo su lengua desviando su mirada mientras sus manos se cruzaban por su pecho y le daba la espalda a la chica que estaba en su presencia –No es por ofender, pero que patético fue eso- indico con un deje de tristeza. No pudo evitar pensar en su hijo y en lo horrible que debía ser morir en manos de aquellos vampiros que solamente buscaban hacerle daño a ella y lo logran, de tal manera que aun no podía olvidar aquellos recuerdos del cuerpo sin vida del fruto de su amor, en un piso frio y asqueroso, sin ni una gota de sangre.

Tal vez en medio de la locura si hubiera sentido que aun vivía le hubiera dado un poco se sangre para que siguiera con ella en esa condición, pero no, ella sabía que era muy tarde y que el si partiría a otro lugar mejor, mientras ella se condenaría para siempre a estar en un cuerpo que se alimentaba de sangre por toda la eternidad.

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