Clémence Lourdes Pinaud de Saint-Exupéry

Nombre del Personaje: Clémence Lourdes Pinaud de Saint-Exupéry.

Edad: 18 años.

Especie: Homo sapiens sapiens Var. putingus cortesanus.

Tipo, Clase Social o Cargo: Clase alta.

Orientación Sexual: Heteroflexible.

Lugar de Origen: París, Francia.

Habilidad/Poder: Dar placer.

Lo que más destaca en ella es la intensidad de su mirada color esmeralda, tan profundas y transparentes como las aguas del caribe, tan grandes y expresivos como los de una niña curiosa, una niña que no duda en mirar directamente a su objetivo. Posee labios gruesos y de un intenso color carmín, los que no sólo saben besar, sino también ofrecer una buena platica y una sonrisa coqueta, mientras que su rostro ligeramente ovalado, lleva siempre el color rosado sobre sus mejillas, proporcionándole cierto aspecto infantil e ingenuo, muy diferente a lo que ella realmente es.
Todo el hermoso rostro se encuentra enmarcado por una vigorosa cascada de cabellos rojizos cae por su espalda, llegando prácticamente a la altura de las caderas, siendo su melena brillante y ligeramente ondulada, sin duda uno de sus más grandes tesoros, el mismo que en ciertas ocasiones le ha traído la clientela, pues incluso ha recibido ofertas por él.
Es alta, tan alta como un hombre promedio, y posee un cuerpo firme, con piernas bien torneadas, lo que le hace alejarse mucho da la imagen de damisela en apuros de que algunas de sus compañeras alardean. Sin embargo, a pesar de no ser tan delgada como el promedio de las cortesanas, sus curvas jamás se han quedado atrás. Sus pechos son redondos, generosos y bien entrenados, pues no duda en satisfacer con ellos hasta los más extraños deseos de quien le contrate.
Cuida mucho de su cuerpo, ya que lo ve como su propio negocio; el templo de su placer y también de su felicidad.

Muchos eventos tan desafortunados como afortunados han hecho de su carácter el que es ahora; una mujer decidida, sin miedo a la vergüenza y antagonista de la timidez. Su mirada la delata, le gusta lo que hace, disfruta enormemente de ser una cortesana ardiente de deseos insatisfechos y lo mejor de todo es que le pagan por eso. No se imagina haciendo otra cosa, y aunque en verdad las hace, ya que a su corta edad se ha convertido en una empresaria de tomo y lomo, pero es que realmente hay que tener las agallas y personalidad de una verdadera “perra” para poder triunfar en el mundo de los hombres.
No es de esas a quien le gusta la vida fácil, al contrario, adora los desafíos, sobre todos aquellos planteados por sus clientes, disfruta de cumplir sus fantasías, jugar a los roles y el brillo de los ojos masculinos cuando ya han sido llevados completamente por el deseo. Le gusta el poder que adquiere sobre la gente cuando esta montada sobre una cama o quizás fuera de ésta. Ama a cada uno de sus clientes con pasión y locura superficial, aunque claro, lo olvida cada vez que éstos salen por su puerta.
Es astuta y un poco reservada, y aunque a veces peca de escandalosa sabe perfectamente como comportarse en medio de la alta sociedad ya que a pesar de todo, es una excelente dama de compañía. Inteligente y sociable, ha logrado concluir sus estudios de manera impecable.
Amante de las flores, los perfumes y la buena lencería, y como no, si eso es lo que vende.

Era una tarde de lluvia en plena primavera, uno de esos días de clima poco frecuente y en donde la gente no sabe si abrigarse o desnudarse. La Madre Superiora del convento corría al hospital sin siquiera esperar el carruaje, debía llegar antes que cualquier otra persona al hospital en donde encontraría a una de sus iniciadas que acababa de dar a luz a una hermosa niña de cabellos rojos ¡Cabellos rojos! Eso sin duda era símbolo del pecado, pues la misma difamación había sido la que le había teñido los cabellos con el color de la pasión. ¡Había que esconderla! y educarla por el camino del bien antes de que fuera demasiado tarde y es que la verdad de sus orígenes lo hacían necesario, pues la pequeña no era otra cosa que el fruto entre la relación prohibida del Cardenal y una de las muchas novicias a las cuales se tiraba, pero claro, todo aquello en el más absoluto de los secretos, como todo en la Iglesia del siglo XVIII.
Como era de esperar, hija y madre fueron trasladadas a un nuevo convento fuera de la ciudad, el padre de la bebé permanecería en la absoluta confidencialidad y la pobre madre tendría que fingir ser una remera arrepentida que buscaba el perdón de los cielos en los brazos de Dios, y así fue como nuestra pequeña Clémence se crío alejada de todos como una campesina. Rodeada de monjas y viviendo toda su infancia al interior de un convento, todo lo que conocía de la vida era el miedo a los castigos divinos, el respeto por las buenas costumbres, la vida libre de pecados y la sumisión total hacia los únicos hombres que veía, los hombres de la Iglesia.
Evidentemente, los años pasan y no sólo crece el cuerpo, la mente también se amplía y se mas curiosa, mas sedienta de conocimiento y mucho más rebelde cuando ha sido tan permanentemente reprimida. Todos deseaban convertirla en monja, todos le trataban como tal, todos le obligaban a orar y las marcas del látigo tampoco quiso hacerse ausente en sus piernas para hacerla arrodillar y la rebeldía finalmente se hizo presente.
Clémence huyó del lugar a la edad de catorce años, justo un día antes de ordenarse como religiosa; escaló como una verdadera gata y se escapó por las mismas paredes del convento, con todo y un par de sabanas blancas amarradas como sogas. Esa misma noche conoció París, París en su estado más salvaje, las tabernas, los bares, todo era tan diferente a lo que conocía y todos sabían mucho más de la vida que ella... Oh, pero ella sabía leer y por tanto encontró trabajo fácil en uno de los más prestigiosos burdeles en donde las cortesanas eran reservadas días antes con antelación; su función era verificar las reservas y corroborar las identidades, pero ahí estaba ella, en la puerta del pecado mismo. Veía a mujeres hermosas y hombres que sucumbían a ellas, hombres mancillados por el deseo que hacían y entregaban lo que se les pidiera, pues el burdel era un mundo en donde la mujer era quien tenía el poder... y le encantó.
No pasó mucho tiempo para que la joven comenzara a laborar en el rubro, primero como acompañante y luego como prostituta de tomo y lomo. Descubrió también que uno de los más grandes secretos de la seducción era la lencería, y es ahí en donde aprovecho otra de sus cualidades aprendidas y comenzó a fabricarla por ella misma. Pronto comenzó a diseñar sus propios modelos y a vender entre sus compañeras, de ahí su segunda empresa, aquella a la que dedica cuando no está con un cliente y a la que se dedicará más adelante cuando la edad para ejercer en su rubro deje de acompañarle.
Actualmente vive sola, pero aún recibe donaciones “anónimas” de su verdadero padre, ha viajado como dama de compañía y por placer personal, realmente ve la prostitución como un buen negocio y por ello no ha dudado en ir a conocer de ella hacia otras culturas; en sus armarios posee desde guantes de látex hasta finos kimonos de seda, lo que le pidan sus clientes ya que le gusta referirse a sí misma como una mujer de mundo.

# Sabe leer, escribir y cocer.
# Tiene su propia tienda de lencería fina.
# Generalmente lleva puestos sus propios modelos.
# Su único y fiel compañero es un gato blanco a quien llama Negrito.
# Le gustan los desafíos aunque le aburren los hombres que intentan hacerse los difíciles.
# Ama los arándanos.
# Aún tiene un par de marcas de látigo en sus piernas.