AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La simbiosis constructivista contra el Tercer Misterio de Lourdes (Privado)
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La simbiosis constructivista contra el Tercer Misterio de Lourdes (Privado)
Miró el papel que estaba sobre su escritorio, Härioma lo había dejado allí el día anterior, lo había visto colgado sobre una de las farolas y lo había arrancado para llevárselo a Kylan, pues sabía que Nalyk no iba a aceptar el hacer trabajos tan cansados y sudorosos como los que se preveían que iban a ser. Al parecer, el padre Custler necesitaba jóvenes fuertes y bien alimentados para llevar a cabo una construcción en su iglesia, reforzar algunas vigas con maderas y como no, alguna limosna con la que poder beneficiarse. El servicio no iba a estar remunerado para los jóvenes que acudiesen a prestar sus servicios y su tiempo, pero sí iba a ser buen visto por la gente de la comunidad. ¿Qué chico malo ayudaba a una iglesia? Nadie. La madre de los gemelos quería que fuesen conocidos y apreciados, eran los "nuevos" de París, tenían que empezar a hacer amigos, así como habían aprendido el idioma.
Kylan seguía algo molesto con su madre por haber "abandonado" a su padre en Aurland, pero poco podía hacer el muchacho por eso. Su padre quizás estuviese muerto. Agarró el papel para ir lo antes posible a la parroquia. Se colocó sus zapatos más viejos pero resistentes, no quería que una viga le aplastase el pie con zapatos nuevos, sería un auténtico desastre. Se despidió de Härioma con un beso en la mejilla y abandonó el cálido hogar, para pasar al frío otoñero de París.
Mientras caminaba, el joven leyó bien el papel, no quería aparecer en una iglesia que no era la correspondiente. No era muy fan de ir a las iglesias, ni siquiera los Domingos, no aguantaba las misas en Noruego, como para aguantarlas en Francés. Hizo una pequeña mueca y guardó el papel en el bolsillo de su pantalón. Apretó el paso, tenía frío y eran casi la una de la tarde, la hora en la que se acababa la última misa de la mañana. Llegó a la calle en la que estaba la iglesia y el alma se le cayó a los pies. Era una chabola. ¿Ahí iba la gente a rezar? Ni siquiera tenían ventanas. Miró al cielo, maldiciendo en todos los idiomas y se acercó a la "iglesia" hasta entrar. - ¿Hola? ¿Es aquí donde piden voluntarios? Vengo a ayudar.- Dijo alzando un poco la voz, ya que no veía a nadie y le daba mal rollo.
Kylan seguía algo molesto con su madre por haber "abandonado" a su padre en Aurland, pero poco podía hacer el muchacho por eso. Su padre quizás estuviese muerto. Agarró el papel para ir lo antes posible a la parroquia. Se colocó sus zapatos más viejos pero resistentes, no quería que una viga le aplastase el pie con zapatos nuevos, sería un auténtico desastre. Se despidió de Härioma con un beso en la mejilla y abandonó el cálido hogar, para pasar al frío otoñero de París.
Mientras caminaba, el joven leyó bien el papel, no quería aparecer en una iglesia que no era la correspondiente. No era muy fan de ir a las iglesias, ni siquiera los Domingos, no aguantaba las misas en Noruego, como para aguantarlas en Francés. Hizo una pequeña mueca y guardó el papel en el bolsillo de su pantalón. Apretó el paso, tenía frío y eran casi la una de la tarde, la hora en la que se acababa la última misa de la mañana. Llegó a la calle en la que estaba la iglesia y el alma se le cayó a los pies. Era una chabola. ¿Ahí iba la gente a rezar? Ni siquiera tenían ventanas. Miró al cielo, maldiciendo en todos los idiomas y se acercó a la "iglesia" hasta entrar. - ¿Hola? ¿Es aquí donde piden voluntarios? Vengo a ayudar.- Dijo alzando un poco la voz, ya que no veía a nadie y le daba mal rollo.
Kylan Nielsen- Humano Clase Media
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 07/11/2016
Re: La simbiosis constructivista contra el Tercer Misterio de Lourdes (Privado)
El frío había comenzado a entrar por los huecos de las paredes piedra de la parroquia, por no hbalar de los cristales rotos que ella se había encargado de barrer el día de su llegada. Odiaba ese lugar, casi tanto como la aliviaba estar allí. Era el lugar que más libertad le había permitido tener desde que había nacido.
Primero su hogar, el que había sido su hogar, al menos, como la hermana pequeña debería haber sido la que menos cargas soportara, pero con dos hermanas mayores que eran unas cabezas huecas, se había visto obligada a convertirse en la responsable, en la madura y el posible futuro de su familia. Después de los sucesos que la habían llevado a tomar los hábitos, había cambiado todo.
Las monjas, la vida de monasterio, le había dado una libertad que no tenía en su vida de dama, la de estudiar, la de no tener que casarse, y, aunque no estaba bien visto, ella se había tomado la libertad de apartar los hábitos y los votos cuando mejor le venía, era monja, si, pero no cumplía su promesa de celibato, ni se limitaba a la lectura de los libros que la iglesia marcaba, por no hablar de que ella misma era un incumplimiento en si misma, bruja, la llamaban algunos, ella prefería no ponerse un nombre, era, sencillamente, Bernadette, como le había enseñado el Padre Dóminic a su llegada.
Limpiaba y apartaba los bancos de la capilla a la espera de que llegase algún voluntario, iban a reconstruir la iglesia, habían recibido, finalmente, donaciones suficientes como para arreglar bigas, agujeros y cristales, con suerte dejarían de colarse drogadictos, estaba cansada de lidiar con quienes solo buscaban un lugar donde caer medio muertos y tener que trasladarlos al hospital antes de que algun vampiro lograra sacarlos con sus extraños poderes de control mental.
-Padre, no se olvide de que hoy era el día acordado.- comentó señalando los materiales amontonados en un rincón mientras apagaba una vela, el sol ya iluminaba el lugar.- por muy cansados que estemos, nos va a tocar ayudar.- dijo incluyéndose, porque, al final, ella también estaba agotada.
El primer voluntario no tardó en llegar, era aun pronto, pero agradecía que comenzase a acudir gente. Entró por la puerta, destartalada como todo lo demás, con un cartel en la mano, era el que ella misma había redactado y repartido por algunas partes de la ciudad. Se cubrió la cabeza con el velo, que aun no se había puesto y salió a recibirlo.
- Buenos días, adelante, pasa por favor.- invitó con la seriedad acostumbrada.- gracias por venir .- sonrió al joven acercándose a la puerta, dando palmadas, que resonaron por la nave, para quitar el polvo de sus manos, aun no habían podido dar una misa como tocaba por culpa del estado de la parroquia, era hora de arreglarlo.
Miró al chico de arriba a bajo, recorriendolo hasta dos veces, fijçandose en brazos y piernas. Sonrió de medio lado. Si, era alto, parecía fuerte, les sería útil para los trabajos de altura, esperaba que el Padre Dóminic se comportara, a ese hombre igual le daba tres que treinta y tres, hombre o mujer, debería vigilarlo de cerca, no podía permitir que distrajese a los voluntarios, y a él también le tocaría ayudar.ujijk
Primero su hogar, el que había sido su hogar, al menos, como la hermana pequeña debería haber sido la que menos cargas soportara, pero con dos hermanas mayores que eran unas cabezas huecas, se había visto obligada a convertirse en la responsable, en la madura y el posible futuro de su familia. Después de los sucesos que la habían llevado a tomar los hábitos, había cambiado todo.
Las monjas, la vida de monasterio, le había dado una libertad que no tenía en su vida de dama, la de estudiar, la de no tener que casarse, y, aunque no estaba bien visto, ella se había tomado la libertad de apartar los hábitos y los votos cuando mejor le venía, era monja, si, pero no cumplía su promesa de celibato, ni se limitaba a la lectura de los libros que la iglesia marcaba, por no hablar de que ella misma era un incumplimiento en si misma, bruja, la llamaban algunos, ella prefería no ponerse un nombre, era, sencillamente, Bernadette, como le había enseñado el Padre Dóminic a su llegada.
Limpiaba y apartaba los bancos de la capilla a la espera de que llegase algún voluntario, iban a reconstruir la iglesia, habían recibido, finalmente, donaciones suficientes como para arreglar bigas, agujeros y cristales, con suerte dejarían de colarse drogadictos, estaba cansada de lidiar con quienes solo buscaban un lugar donde caer medio muertos y tener que trasladarlos al hospital antes de que algun vampiro lograra sacarlos con sus extraños poderes de control mental.
-Padre, no se olvide de que hoy era el día acordado.- comentó señalando los materiales amontonados en un rincón mientras apagaba una vela, el sol ya iluminaba el lugar.- por muy cansados que estemos, nos va a tocar ayudar.- dijo incluyéndose, porque, al final, ella también estaba agotada.
El primer voluntario no tardó en llegar, era aun pronto, pero agradecía que comenzase a acudir gente. Entró por la puerta, destartalada como todo lo demás, con un cartel en la mano, era el que ella misma había redactado y repartido por algunas partes de la ciudad. Se cubrió la cabeza con el velo, que aun no se había puesto y salió a recibirlo.
- Buenos días, adelante, pasa por favor.- invitó con la seriedad acostumbrada.- gracias por venir .- sonrió al joven acercándose a la puerta, dando palmadas, que resonaron por la nave, para quitar el polvo de sus manos, aun no habían podido dar una misa como tocaba por culpa del estado de la parroquia, era hora de arreglarlo.
Miró al chico de arriba a bajo, recorriendolo hasta dos veces, fijçandose en brazos y piernas. Sonrió de medio lado. Si, era alto, parecía fuerte, les sería útil para los trabajos de altura, esperaba que el Padre Dóminic se comportara, a ese hombre igual le daba tres que treinta y tres, hombre o mujer, debería vigilarlo de cerca, no podía permitir que distrajese a los voluntarios, y a él también le tocaría ayudar.ujijk
Bernadette Doboise- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 32
Fecha de inscripción : 12/11/2016
Re: La simbiosis constructivista contra el Tercer Misterio de Lourdes (Privado)
Dos lagos negros posados bajo sus ojos dejaban en evidencia el estado físico del párroco, que no se había sentido tan cansado desde la resaca anterior. Un par de días antes, tal vez. Si el trabajo de la parroquia combinado con la caza no era suficiente estrago para él, aquella semana habían empezado el entrenamiento con Bernadette, lo cual le dejaba un margen de descanso reducido y para nada satisfactorio. Su ayudante en cambio parecía no sufrirlo, se veía como una rosa; lo atribuía tal vez a su enérgica juventud, pues por el contrario él sentía cada día más que el tiempo no pasaba en vano.
-Lo sé, lo sé... - murmuró con cierto reproche, malhumorado siempre que se levantaba sin haber descansado e incapaz de devolver con humor las maneras de la monja, que a veces parecía su madre, de haber tenido una.
Aquel agotamiento crónico le había llevado, unos días atrás, a tomar una decisión: convencer a sus feligreses que les ayudaran en la 'noble' tarea de reconstruir la parroquia. Si algo bueno traía la fe es que podía convencer a cualquier creyente de hacer los trabajos sin tener que pagarle. No es que les sobrara el dinero, precisamente, más bien lo contrario. Ni recordaba la última vez que comió algo de carne.
Los días anteriores, mientras colgaba los carteles e iniciaba el boca-en-boca, no tenía muchas esperanzas de que acudiera alguien, de modo que fue toda una sorpresa levantarse por la mañana y escuchar en la puerta a un hombre esperando dispuesto a ayudar. No era mucho, pero se veía fuerte y siempre sería mejor que nada. Se dirigió raudo hacia ambos luciendo una sonrisa que pudiera parecer forzada, mas todo lo contrario, era sincera.
-Bienvenido a nuestra humilde parroquia, joven, muchas gracias por venir - le tomó la mano como hacía con las viejecitas y esperó a que apartara la mirada para tomarse unos segundos en observarlo detenidamente de arriba a abajo tal como hizo su querida ayudante minutos antes. Se dirigió a esta tras soltar la mano del muchacho - hermana, ¿serías tan amable de preparar un poco de sopa de cebolla? Estoy seguro que lo agradeceremos cuando el frío corte nuestros dedos. Pasa, joven, adelante, ten cuidado no tropieces con nada...
Tuvo una ventajada vista de sus posaderas caminando tras él, obligándose a mentalizarse que estaban ahí para trabajar. Necesitaba cuanto antes tener la parroquia lista para ofrecer servicio de bodas, bautizos y demás ceremonias que llenara un poco las arcas, pues la subvención de la diócesis se iba en material para la caza.
-Creo que lo primero será retirar el material quebrado o enmohecido, no quisiera que hubiera accidente alguno. Eres un joven alto, perfecto para alcanzar donde mi edad ya no me permite - sonrió, dándole un par de guantes de cuero para que no se dañara las manos y un pañuelo para cubrirse el rostro y no aspirar el polvo acumulado.
-Lo sé, lo sé... - murmuró con cierto reproche, malhumorado siempre que se levantaba sin haber descansado e incapaz de devolver con humor las maneras de la monja, que a veces parecía su madre, de haber tenido una.
Aquel agotamiento crónico le había llevado, unos días atrás, a tomar una decisión: convencer a sus feligreses que les ayudaran en la 'noble' tarea de reconstruir la parroquia. Si algo bueno traía la fe es que podía convencer a cualquier creyente de hacer los trabajos sin tener que pagarle. No es que les sobrara el dinero, precisamente, más bien lo contrario. Ni recordaba la última vez que comió algo de carne.
Los días anteriores, mientras colgaba los carteles e iniciaba el boca-en-boca, no tenía muchas esperanzas de que acudiera alguien, de modo que fue toda una sorpresa levantarse por la mañana y escuchar en la puerta a un hombre esperando dispuesto a ayudar. No era mucho, pero se veía fuerte y siempre sería mejor que nada. Se dirigió raudo hacia ambos luciendo una sonrisa que pudiera parecer forzada, mas todo lo contrario, era sincera.
-Bienvenido a nuestra humilde parroquia, joven, muchas gracias por venir - le tomó la mano como hacía con las viejecitas y esperó a que apartara la mirada para tomarse unos segundos en observarlo detenidamente de arriba a abajo tal como hizo su querida ayudante minutos antes. Se dirigió a esta tras soltar la mano del muchacho - hermana, ¿serías tan amable de preparar un poco de sopa de cebolla? Estoy seguro que lo agradeceremos cuando el frío corte nuestros dedos. Pasa, joven, adelante, ten cuidado no tropieces con nada...
Tuvo una ventajada vista de sus posaderas caminando tras él, obligándose a mentalizarse que estaban ahí para trabajar. Necesitaba cuanto antes tener la parroquia lista para ofrecer servicio de bodas, bautizos y demás ceremonias que llenara un poco las arcas, pues la subvención de la diócesis se iba en material para la caza.
-Creo que lo primero será retirar el material quebrado o enmohecido, no quisiera que hubiera accidente alguno. Eres un joven alto, perfecto para alcanzar donde mi edad ya no me permite - sonrió, dándole un par de guantes de cuero para que no se dañara las manos y un pañuelo para cubrirse el rostro y no aspirar el polvo acumulado.
Dom Custler- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 86
Fecha de inscripción : 09/11/2016
Re: La simbiosis constructivista contra el Tercer Misterio de Lourdes (Privado)
Se impacientó al no ver a nadie en un primer momento, pero enseguida, una muchacha que parecía de su edad, se acercó a él, invitándolo a pasar. Silbó en bajo, admirando lo poco que se veía de la... ¿Monja? ¿Cómo una monja podía estar tan buena? Qué desperdicio. La devoró con los ojos sin ningún miramiento, igual que ella hizo con él. Tras ella, el párroco se acercó también para recibirle. Él también era guapo. Todos los que entraban en esta iglesia se convertían en guapos o algo por el estilo, porque si no, no lo entendía.
Estrechó la mano al padre y miró a la monja con deseos impuros, seguro que Dios estaba removiéndose en su trono de nubes, mientras el Diablo le incitaba a levantarle la túnica esa que llevaba y demostrarle que se había equivocado al casarse con Dios. -Sí, una sopa de cebolla estaría bien. Muchas gracias por su amabilidad.`- Dijo. La sopa de cebolla le hacía crecer la... olla.
Caminó más dentro de la parroquia, pudo ver como efectivamente, estaba hecha un desastre. ¿Cómo alguien podía estar aquí dentro? Parecía que se iba a derrumbar en cualquier momento. Cogió los guantes que el padre le ofrecía y el pañuelo, poniéndoselos inmediatamente. -Me llamo Kylan. Para que tenga un nombre por el que llamarme. No me llame hijo. Sería extraño.- Dijo y comenzó a coger lo que el padre había dicho, cosas con moho y deterioradas. Se fijó que en las vigas había muchas que estaban medio partidas, llenas de la hierba verde. Miró con una ceja alzada al padre. -¿Me podría acercar una escalera o algo en lo que subirme? Quizás si rasco con un cuchillo, pueda quitar el moho de ahí arriba. ¿O quiere que la quite entera?- Continuó mirándolo, esperando sus instrucciones. Su iglesia, sus normas.
Estrechó la mano al padre y miró a la monja con deseos impuros, seguro que Dios estaba removiéndose en su trono de nubes, mientras el Diablo le incitaba a levantarle la túnica esa que llevaba y demostrarle que se había equivocado al casarse con Dios. -Sí, una sopa de cebolla estaría bien. Muchas gracias por su amabilidad.`- Dijo. La sopa de cebolla le hacía crecer la... olla.
Caminó más dentro de la parroquia, pudo ver como efectivamente, estaba hecha un desastre. ¿Cómo alguien podía estar aquí dentro? Parecía que se iba a derrumbar en cualquier momento. Cogió los guantes que el padre le ofrecía y el pañuelo, poniéndoselos inmediatamente. -Me llamo Kylan. Para que tenga un nombre por el que llamarme. No me llame hijo. Sería extraño.- Dijo y comenzó a coger lo que el padre había dicho, cosas con moho y deterioradas. Se fijó que en las vigas había muchas que estaban medio partidas, llenas de la hierba verde. Miró con una ceja alzada al padre. -¿Me podría acercar una escalera o algo en lo que subirme? Quizás si rasco con un cuchillo, pueda quitar el moho de ahí arriba. ¿O quiere que la quite entera?- Continuó mirándolo, esperando sus instrucciones. Su iglesia, sus normas.
Kylan Nielsen- Humano Clase Media
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 07/11/2016
Re: La simbiosis constructivista contra el Tercer Misterio de Lourdes (Privado)
Notó la mirada del recien llegado sobre ella, y no sabía si la sopesaba como había hecho ella con él, o si se la comía con la mirada, ciertamente, sería monja, pero no era idiota, y aunque no se quitase siempre los hábitos, nadie le impedía disfrutar con los ojos, y estaba claro que, ese día, podría hacerlo.
El padre Dominic pronto interrumpio ese duelo de miradas. Bernadette le echó un ojo y a punto estuvo de reír, al sacerdote tampoco le había pasado desapercibido el fisico del chico, no era usual para ella divertirse o encontrar situaciones que le parecieran entretenidas, pero tenía claro que ese día lo sería.
Suspiró cuando el padre Dóminic le pidió que se marchase a hacer sopa de cebolla, otra vez sopa de cebolla, por no hablar de que no se fiaba de cuando adelantarían mientras el joven fuera tan atractivo y el padre Dómic fuera.... bueno, el padre Dóminic. Asintió y comenzó a alejarse hacia la cocina, mañana iría sin falta a comprar carne con sus ahorros, se negaba a comer sopa de cebolla un día más, además, sabía cocinar, pero tampoco es que fuera una experta, debería haber atendido más a las clases que se molestaba en impartirle la jefa de cocina de la casa de sus padres en lugar de estar encerrada en sus libros.
- Si, padre.- contesto con calma, más modosita de lo que era habitual, esperando que no sospechase que iba a echar mano de una "ayuda" externa.
Habían hecho voto de pobreza, y ella era algo que intentaba mantener, pero había llegado un punto en el que le daban igual todos los votos, ni catidad, ni pobreza, ni nada, era monja únicamente por las ropas, por lo demás, ni de cerca.
- Gracias por acudir, Kylan, yo soy Bernadette.- le sonrió antes de desaparecer por una de las naves laterales hacia la zona de residencia.
Esa parte estaba mucho más decente que la iglesia, al estar cerrada a cal y canto, había resistido mejor el paso del tiempo y las embestidas de borrachos, puteros y drogadictos, aunque le hacía falta un labado de cara, sin duda, tampoco podía pretender que, en un barrio pobre como en el que estaba instalada la capilla, hubiera una residencia dominical de alta alcurnia, ni tampoco era lo que quería, sería demasiada hipocresía, mejor poco pero en buen estado, que algo ostentoso.
Cuando la gente pasaba hambre, le importaba poco que robaran a una iglesia, a un banco o a un noble. Se adentró en la cocina y prendió el fogón mientras comenzaba a pelar unas cuantas cebollas, con gesto cansino, no le apetecía para nada, pero hasta que no pudiera salir mañana al mercado, tendrían que conformarse con eso. Tenía dinero de sobra ahorrado y escondido a buen recaudo como para arreglar cuatro parroquias y convertirlas en otra Notre Dame, pero no era cosa suya hacer algo así. El dinero lo usaría para comprar comida, medicinas y ropa para los niños del orfanato, del hospital y para la parroquia, pero el arreglarla, era cosa de los feligreses, que demostrasen su fe, en lugar de ir llorando faldas.
Escuchó voces por el pasillo, desde la iglesia, y suspiró, el padre Dóminic debía estar disfruntando de las vistas del culo del pobre joven que había acudido a ayudar, más le valía acabar pronto e ir a controlar, o el sacerdote acabaría intentando convencer al joven de que se quitase la camisa, que sería cura, pero tonto no era.
El padre Dominic pronto interrumpio ese duelo de miradas. Bernadette le echó un ojo y a punto estuvo de reír, al sacerdote tampoco le había pasado desapercibido el fisico del chico, no era usual para ella divertirse o encontrar situaciones que le parecieran entretenidas, pero tenía claro que ese día lo sería.
Suspiró cuando el padre Dóminic le pidió que se marchase a hacer sopa de cebolla, otra vez sopa de cebolla, por no hablar de que no se fiaba de cuando adelantarían mientras el joven fuera tan atractivo y el padre Dómic fuera.... bueno, el padre Dóminic. Asintió y comenzó a alejarse hacia la cocina, mañana iría sin falta a comprar carne con sus ahorros, se negaba a comer sopa de cebolla un día más, además, sabía cocinar, pero tampoco es que fuera una experta, debería haber atendido más a las clases que se molestaba en impartirle la jefa de cocina de la casa de sus padres en lugar de estar encerrada en sus libros.
- Si, padre.- contesto con calma, más modosita de lo que era habitual, esperando que no sospechase que iba a echar mano de una "ayuda" externa.
Habían hecho voto de pobreza, y ella era algo que intentaba mantener, pero había llegado un punto en el que le daban igual todos los votos, ni catidad, ni pobreza, ni nada, era monja únicamente por las ropas, por lo demás, ni de cerca.
- Gracias por acudir, Kylan, yo soy Bernadette.- le sonrió antes de desaparecer por una de las naves laterales hacia la zona de residencia.
Esa parte estaba mucho más decente que la iglesia, al estar cerrada a cal y canto, había resistido mejor el paso del tiempo y las embestidas de borrachos, puteros y drogadictos, aunque le hacía falta un labado de cara, sin duda, tampoco podía pretender que, en un barrio pobre como en el que estaba instalada la capilla, hubiera una residencia dominical de alta alcurnia, ni tampoco era lo que quería, sería demasiada hipocresía, mejor poco pero en buen estado, que algo ostentoso.
Cuando la gente pasaba hambre, le importaba poco que robaran a una iglesia, a un banco o a un noble. Se adentró en la cocina y prendió el fogón mientras comenzaba a pelar unas cuantas cebollas, con gesto cansino, no le apetecía para nada, pero hasta que no pudiera salir mañana al mercado, tendrían que conformarse con eso. Tenía dinero de sobra ahorrado y escondido a buen recaudo como para arreglar cuatro parroquias y convertirlas en otra Notre Dame, pero no era cosa suya hacer algo así. El dinero lo usaría para comprar comida, medicinas y ropa para los niños del orfanato, del hospital y para la parroquia, pero el arreglarla, era cosa de los feligreses, que demostrasen su fe, en lugar de ir llorando faldas.
Escuchó voces por el pasillo, desde la iglesia, y suspiró, el padre Dóminic debía estar disfruntando de las vistas del culo del pobre joven que había acudido a ayudar, más le valía acabar pronto e ir a controlar, o el sacerdote acabaría intentando convencer al joven de que se quitase la camisa, que sería cura, pero tonto no era.
Bernadette Doboise- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 32
Fecha de inscripción : 12/11/2016
Re: La simbiosis constructivista contra el Tercer Misterio de Lourdes (Privado)
-Es la costumbre, hi... joven Kylan - se puso él también unos guantes, golpeándose suavemente la frente con uno de ellos mientras soltaba el aire en lo que pretendió ser una risa recatada. - Qué despistado, he olvidado mis maneras... Soy el padre Dominic, los más cercanos me llaman Dom. Puedes hacerlo tú también si lo de 'padre' te parece incómodo... - ladeó una fugaz y sutil sonrisa acabando de ponerse los guantes para ayudarle. El chico podía ser -y era- un regalo para la vista, pero necesitaba tener cuanto antes lista la parroquia... Claro que eso no impediría que mirara de vez en cuando.
-Cierto, una escalera - murmuró pensativo, girando a un lado y a otro pensativo hasta que recordó dónde la habían guardado. Cuando llegó a la parroquia y vio sus condiciones se limitó a meter la mayoría de cosas en un pequeño cuarto a la derecha del altar, el cual nada más abrirlo dejó caer un par de escobas y lo que parecía un remendado colchón sucio -que regresó inmediatamente al almacén improvisado para no dejar constancia que, por desgracia, no podía permitirse nada mejor que dormir en medio de la parroquia. - Aquí tienes. Los clavos están un poco oxidados, así que ten cuidado cuando subas. Por suerte las termitas no lograron encontrarla. - Se dio un buen festín visual mientras el joven subía, nada que un parpadeo no lograra disipar el deseo y concentrarse en lo importante. - Si las vigas están tan mal habría que cambiarlas, pero ahora no tenemos el dinero necesario para eso. Tal vez pueda hacerlo de una en una... De momento no te preocupes, con que queden limpias y podamos apañarlas con algunos tablones será suficiente.
Le trajo martillo, clavos y algunos tablones que días antes -cuando pensaba hacer él mismo la reconstrucción- habían sido la base de uno de los bancos de rezo. "Dios aprieta y no ayuda", había que salir del paso como fuera. - ¿Estás casado, Kylan? Un chico como tú debe poder elegir a la chica que más le guste, ¿no? - La conversación era por mera cordialidad, su cabeza no estaba para esos retumbes, pero tampoco quería incomodar al invitado con el silencio sepulcral de la parroquia. - Tu nombre no es francés, me pregunto de dónde vienes... o de dónde vinieron tus padres.
-Cierto, una escalera - murmuró pensativo, girando a un lado y a otro pensativo hasta que recordó dónde la habían guardado. Cuando llegó a la parroquia y vio sus condiciones se limitó a meter la mayoría de cosas en un pequeño cuarto a la derecha del altar, el cual nada más abrirlo dejó caer un par de escobas y lo que parecía un remendado colchón sucio -que regresó inmediatamente al almacén improvisado para no dejar constancia que, por desgracia, no podía permitirse nada mejor que dormir en medio de la parroquia. - Aquí tienes. Los clavos están un poco oxidados, así que ten cuidado cuando subas. Por suerte las termitas no lograron encontrarla. - Se dio un buen festín visual mientras el joven subía, nada que un parpadeo no lograra disipar el deseo y concentrarse en lo importante. - Si las vigas están tan mal habría que cambiarlas, pero ahora no tenemos el dinero necesario para eso. Tal vez pueda hacerlo de una en una... De momento no te preocupes, con que queden limpias y podamos apañarlas con algunos tablones será suficiente.
Le trajo martillo, clavos y algunos tablones que días antes -cuando pensaba hacer él mismo la reconstrucción- habían sido la base de uno de los bancos de rezo. "Dios aprieta y no ayuda", había que salir del paso como fuera. - ¿Estás casado, Kylan? Un chico como tú debe poder elegir a la chica que más le guste, ¿no? - La conversación era por mera cordialidad, su cabeza no estaba para esos retumbes, pero tampoco quería incomodar al invitado con el silencio sepulcral de la parroquia. - Tu nombre no es francés, me pregunto de dónde vienes... o de dónde vinieron tus padres.
Dom Custler- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 86
Fecha de inscripción : 09/11/2016
Re: La simbiosis constructivista contra el Tercer Misterio de Lourdes (Privado)
Así que la monja buenorra se llamaba Bernadette. Un nombre muy jugable para rimas o para ser una monja. Kylan sonrió a la monja mientras su mirada se centraba en sus posaderas cuando se marchó a la cocina. Ahora estaban a solas él y el padre de la parroquia podrida. El padre se le presentó como el Padre Dominic. ¿Para ser cura tenías que tener un nombre que fuera jugable para ser cura? Movió la cabeza y le regaló una sonrisa. Le pensaba llamar Dominic, no quería confianzas, luego seguro que le convencía de acudir a misa cada Domingo y él los Domingos, prefería dormir hasta tarde. -Le llamaré Dominic.- Dijo con una pequeña sonrisa en los labios, quería ponerse a trabajar enseguida.
El padre Dominic, fue corriendo a buscarle una escalera para que pudiera llegar a los rincones más altos de las vigas. Mientras esperaba, miró hacía el techo. Al menos no tenían humedades ni goteras, estar aquí con una misa y tener que escuchar el agua caer todo el tiempo, sería desquiciante. Se subió a la escalera y escuchó lo que Dominic le decía, asintió. -Tendré cuidado... Padre. No se preocupe.-
Cogió las herramientas que Dominic le iba pasando y comenzó a poner una tabla más en la viga, para reforzarla. Empezó a martillear en la tabla para clavarle el primer clavo, fue entonces cuando el padre comenzó a hacer preguntas. ¿Kylan casado? Eso le hizo reír. El matrimonio o la fidelidad no iba con él. Todas las mujeres eran un mundo distinto y a él le gustaba hacer turismo. -Sinceramente, creo que el matrimonio no es para mí. No se ofenda, pero yo no me veo casado. Aún soy joven, quiero poder disfrutar y conocer gente.- Dijo mientras seguía clavando el clavo. -Soy de Noruega. Vinimos hace un poco mi hermano, mi madre y yo. Mi padre sigue allí, en Aurland.- Martilleó fuerte al decir esto, tanto que la tabla quedó perfectamente clavada en su sitio.
Se bajó de la escalera para moverla hacía la siguiente viga. -¿Y usted padre? ¿Qué tal el estar casado con Dios? Debe de ser duro teniendo a la hermana Bernadette como ayudante... ¿No?- Quizás sus palabras incomodasen al padre, pero le daba igual. Era un hombre y no era ciego, tenía que sentirse atraído por la monja igual que le había pasado a él.
El padre Dominic, fue corriendo a buscarle una escalera para que pudiera llegar a los rincones más altos de las vigas. Mientras esperaba, miró hacía el techo. Al menos no tenían humedades ni goteras, estar aquí con una misa y tener que escuchar el agua caer todo el tiempo, sería desquiciante. Se subió a la escalera y escuchó lo que Dominic le decía, asintió. -Tendré cuidado... Padre. No se preocupe.-
Cogió las herramientas que Dominic le iba pasando y comenzó a poner una tabla más en la viga, para reforzarla. Empezó a martillear en la tabla para clavarle el primer clavo, fue entonces cuando el padre comenzó a hacer preguntas. ¿Kylan casado? Eso le hizo reír. El matrimonio o la fidelidad no iba con él. Todas las mujeres eran un mundo distinto y a él le gustaba hacer turismo. -Sinceramente, creo que el matrimonio no es para mí. No se ofenda, pero yo no me veo casado. Aún soy joven, quiero poder disfrutar y conocer gente.- Dijo mientras seguía clavando el clavo. -Soy de Noruega. Vinimos hace un poco mi hermano, mi madre y yo. Mi padre sigue allí, en Aurland.- Martilleó fuerte al decir esto, tanto que la tabla quedó perfectamente clavada en su sitio.
Se bajó de la escalera para moverla hacía la siguiente viga. -¿Y usted padre? ¿Qué tal el estar casado con Dios? Debe de ser duro teniendo a la hermana Bernadette como ayudante... ¿No?- Quizás sus palabras incomodasen al padre, pero le daba igual. Era un hombre y no era ciego, tenía que sentirse atraído por la monja igual que le había pasado a él.
Kylan Nielsen- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 07/11/2016
Re: La simbiosis constructivista contra el Tercer Misterio de Lourdes (Privado)
El agua acababa de empezar a hervir cuando Bernadette se sentó en el taburete esperando ver pasar el tiempo. Los días en el convento se hacían largos y tediosos, y aunque no le gustaba perseguir seres nocturnos como una vulgar cazarrecompensas, debía admitir que aliviaba el tedio de su día a día.
La monja nunca había sido una persona quejica, más bien al contrario, si algo no le gustaba, siemplemente hacía su voluntad y los demás ya se apañarían con las consecuencias, le molestaba la gente mandona, pedante y falsa. Tal vez por eso la reacción a su comportamiento era, usualmente, tan horrible, quienes habían llegado a hablar con ella siempre comentaban que era muy borde como para ser monja, pero poco le importaba, si, era borde, ¿y?
Poca gente se merecía su consideración. Aun no se le había olvidado la persecución que se acometió contra ella en Avignon, una huebiera sido o no ella, le parecía muy triste que la gente persiguiera a niñas de dieciseis años a penas, y ella aun no entendía porque el padre Dóminic se empeñaba en hacer algo similar. No estaba totalmente de acuerdo con los actos del confesor, pero había sido amable con ella, y le debía, al menos, ayudarlo.
Por eso había aceptado el entrenamiento de la noche anterior, aunque eso significase que, en esos momentos, estuviera adormecida frente a un fogón en el que hervían dos cebollas con agua y poco más que un par de verduras. Su tripa soltó un quejido, muestra de la pobre dieta que llevaba desde su llegada a esa iglesia ruinosa. Era la única protesta que su cuerpo había hecho acerca de nada, pero cuando algo así pasaba, sabía que era momento de tomar cartas en el asunto.
Harta, cogió su abrigo y su monedero, y salió por la puerta de la cocina dejando la sopa haciéndose, aun tardaría bastante, hacía a penas unos minutos que el agua había empezado a hervir y el fuego estaba bajo. Se adentró por la calle del mercado, que rebosaba vida. Las voces de los vendedores sonaban más altas que cualquier cantico, y los murmullos de la gente ´se oía más que cualquier plegaria.
A Bernadette jamás le habían gustado los lugares atestados y ruidosos, en su juventud, había odiado la fiesta, y a sus veintimuchos, seguía odiando los sitios ruidosos, no hablaba mucho, pero le gustaba pensar, a todas horas, y cuando el sonido era muy fuerte, no podía oir, si quiera, su propia mente. Entró en la carnicería y compró, con velocidad, variaos trozos de carne roja, hacía semanas que no comían carne y se había cansado de tanto verde.
Saió de allí y pasó por la panadería de vuelta a la cocina. Al llegar la sopa ya estaba hecha, y el alivio de escuchar el silencio, roto solo por el sonido de tablas que se clavaban en la pared, era un alivio. Dejando las bolsas sobre la mesa de madera, se quitó el abrigo, retiró su velo y arremangó sus mangas, para ponerse manos a la obra.
Pronto el lugar comenzó a oler a carne asada y a puré de patatas, la sopa de cebolla estaba ahí, pero dudaba que nadie fuera a tocarla. Cogiendo un trapo para secarse las manos, salió, sin pensar que dejaba atrás su velo, algo impensable para cualquier "hermana" que se preciara y bastante horrible si la viera algún feligrés, y recorrió el pasillo que llevaba a la iglesia, donde los dos hombres se encontraban trabajando, aunque la monja dudaba que el padre Dóminic se hubiera dignado a coger, siquiera, un martillo.
- La comida está lista.- dijo asomandose con su calma habitual, esperando ver cuanto habían adelantado en su ausencia.
La monja nunca había sido una persona quejica, más bien al contrario, si algo no le gustaba, siemplemente hacía su voluntad y los demás ya se apañarían con las consecuencias, le molestaba la gente mandona, pedante y falsa. Tal vez por eso la reacción a su comportamiento era, usualmente, tan horrible, quienes habían llegado a hablar con ella siempre comentaban que era muy borde como para ser monja, pero poco le importaba, si, era borde, ¿y?
Poca gente se merecía su consideración. Aun no se le había olvidado la persecución que se acometió contra ella en Avignon, una huebiera sido o no ella, le parecía muy triste que la gente persiguiera a niñas de dieciseis años a penas, y ella aun no entendía porque el padre Dóminic se empeñaba en hacer algo similar. No estaba totalmente de acuerdo con los actos del confesor, pero había sido amable con ella, y le debía, al menos, ayudarlo.
Por eso había aceptado el entrenamiento de la noche anterior, aunque eso significase que, en esos momentos, estuviera adormecida frente a un fogón en el que hervían dos cebollas con agua y poco más que un par de verduras. Su tripa soltó un quejido, muestra de la pobre dieta que llevaba desde su llegada a esa iglesia ruinosa. Era la única protesta que su cuerpo había hecho acerca de nada, pero cuando algo así pasaba, sabía que era momento de tomar cartas en el asunto.
Harta, cogió su abrigo y su monedero, y salió por la puerta de la cocina dejando la sopa haciéndose, aun tardaría bastante, hacía a penas unos minutos que el agua había empezado a hervir y el fuego estaba bajo. Se adentró por la calle del mercado, que rebosaba vida. Las voces de los vendedores sonaban más altas que cualquier cantico, y los murmullos de la gente ´se oía más que cualquier plegaria.
A Bernadette jamás le habían gustado los lugares atestados y ruidosos, en su juventud, había odiado la fiesta, y a sus veintimuchos, seguía odiando los sitios ruidosos, no hablaba mucho, pero le gustaba pensar, a todas horas, y cuando el sonido era muy fuerte, no podía oir, si quiera, su propia mente. Entró en la carnicería y compró, con velocidad, variaos trozos de carne roja, hacía semanas que no comían carne y se había cansado de tanto verde.
Saió de allí y pasó por la panadería de vuelta a la cocina. Al llegar la sopa ya estaba hecha, y el alivio de escuchar el silencio, roto solo por el sonido de tablas que se clavaban en la pared, era un alivio. Dejando las bolsas sobre la mesa de madera, se quitó el abrigo, retiró su velo y arremangó sus mangas, para ponerse manos a la obra.
Pronto el lugar comenzó a oler a carne asada y a puré de patatas, la sopa de cebolla estaba ahí, pero dudaba que nadie fuera a tocarla. Cogiendo un trapo para secarse las manos, salió, sin pensar que dejaba atrás su velo, algo impensable para cualquier "hermana" que se preciara y bastante horrible si la viera algún feligrés, y recorrió el pasillo que llevaba a la iglesia, donde los dos hombres se encontraban trabajando, aunque la monja dudaba que el padre Dóminic se hubiera dignado a coger, siquiera, un martillo.
- La comida está lista.- dijo asomandose con su calma habitual, esperando ver cuanto habían adelantado en su ausencia.
Bernadette Doboise- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 32
Fecha de inscripción : 12/11/2016
Re: La simbiosis constructivista contra el Tercer Misterio de Lourdes (Privado)
Había calado de inmediato al joven por muy sutiles que hubieran sido sus palabras, y una sonrisa vagó perezosa por su rostro. Ser un hombre religioso a la vista de todos tenía ese efecto en los demás: controlar las palabras. Seguramente si esa misma conversación se hubiera dado entre dos buenos amigos el "quiero disfrutar y conocer gente" se habría parecido más a "me gustan todas y me faltan muescas". No podía culparle, la religión seguía teniendo mucho peso en la mente de todos, aún cuando cada vez tuviera menos poder en la vida.
-Disfruta hijo, disfruta, que solo tenemos una vida terrenal y hay que aprovecharla - dijo con una amplia sonrisa, mirándole de reojo desde abajo -de veras que estaba en una muy buena posición de observación. Apoyado en la escalera en un intento de estar cerca si la madera decidía quebrarse en aquel momento, iba pasándole los clavos y maderos que fuera necesitando. - Noruega, he oído que hace mucho frío allí. Ahora entiendo la ligereza de tus ropas. ¿Se quedó tu padre por trabajo? Siempre digo que la familia debe permanecer unida, seguro que aquí encontraría un buen empleo, esta ciudad crece por días - no le gustaba meterse en la vida de los demás, pero en algo debía distraerse, a parte del gusto visual.
Viendo que la escalera se estaba portando bien y el joven K trabajaba de forma diligente, no le quedó más remedio que afanarse a desmontar ventanas para que no lo tomara por un vago. A falta de vidrios de repuesto, no le quedaba más remedio que cubrir los agujeros por ahora con madera. Solo esperaba que ninguna chispa cruzara la puerta, porque aquella pequeña parroquia ardería como el infierno en cuestión de segundos.
-Joven, te advierto que alejes tus lujuriosos ojos de la hermana Bernadette. Necesito a esa mujer centrada, me es de gran ayuda y no quisiera perderla - su tono jocoso dejaba claro que solo estaba bromeando, aunque en el fondo decía la verdad. No podía permitirse perder a Bernadette. - No me considero casado con Dios, digamos que soy más bien... como un hijo suyo. Y ya se sabe que a veces los hijos cometen errores - sin decir nada acababa de decirlo todo. Nunca admitiría en voz alta que se pasaba las reglas del sacerdocio por donde no daba nunca el sol, pero cualquiera que preguntara un poco por ciertas calles parisinas se daría cuenta, y tal vez sorpresa, de que aquellas que vendían sus encantos conocían muy bien el apellido Custler.
La faena perdió todo protagonismo cuando llegó el delicioso aroma a carne cocinándose a fuego lento. Por primera vez desde que se instalaron allí él y la hermana, aquella parroquia olía a gloria. Pensó primero, y con pesadez, que el traicionero viento había arrastrado el olor desde alguna casa vecina, dejando que se colara por las ventanas que faltaban, pero cuando Bernadette abrió la puerta para anunciar que la comida estaba lista, el olor se intensificó y Dominic tuvo que hacer un enorme esfuerzo para contenerse y no dar saltos de alegría.
-¡Hermana! ¿Qué es esto que viaja por el aire? Debo estar en el Paraíso, ¿se me ha caído a caso algún tablón en la cabeza que me ha dejado inconsciente todo este tiempo? - Dejó todo cuanto estaba haciendo para ir a abrazar a la mujer. - No sabe lo feliz que acaba de hacer a este pobre hombre.
-Disfruta hijo, disfruta, que solo tenemos una vida terrenal y hay que aprovecharla - dijo con una amplia sonrisa, mirándole de reojo desde abajo -de veras que estaba en una muy buena posición de observación. Apoyado en la escalera en un intento de estar cerca si la madera decidía quebrarse en aquel momento, iba pasándole los clavos y maderos que fuera necesitando. - Noruega, he oído que hace mucho frío allí. Ahora entiendo la ligereza de tus ropas. ¿Se quedó tu padre por trabajo? Siempre digo que la familia debe permanecer unida, seguro que aquí encontraría un buen empleo, esta ciudad crece por días - no le gustaba meterse en la vida de los demás, pero en algo debía distraerse, a parte del gusto visual.
Viendo que la escalera se estaba portando bien y el joven K trabajaba de forma diligente, no le quedó más remedio que afanarse a desmontar ventanas para que no lo tomara por un vago. A falta de vidrios de repuesto, no le quedaba más remedio que cubrir los agujeros por ahora con madera. Solo esperaba que ninguna chispa cruzara la puerta, porque aquella pequeña parroquia ardería como el infierno en cuestión de segundos.
-Joven, te advierto que alejes tus lujuriosos ojos de la hermana Bernadette. Necesito a esa mujer centrada, me es de gran ayuda y no quisiera perderla - su tono jocoso dejaba claro que solo estaba bromeando, aunque en el fondo decía la verdad. No podía permitirse perder a Bernadette. - No me considero casado con Dios, digamos que soy más bien... como un hijo suyo. Y ya se sabe que a veces los hijos cometen errores - sin decir nada acababa de decirlo todo. Nunca admitiría en voz alta que se pasaba las reglas del sacerdocio por donde no daba nunca el sol, pero cualquiera que preguntara un poco por ciertas calles parisinas se daría cuenta, y tal vez sorpresa, de que aquellas que vendían sus encantos conocían muy bien el apellido Custler.
La faena perdió todo protagonismo cuando llegó el delicioso aroma a carne cocinándose a fuego lento. Por primera vez desde que se instalaron allí él y la hermana, aquella parroquia olía a gloria. Pensó primero, y con pesadez, que el traicionero viento había arrastrado el olor desde alguna casa vecina, dejando que se colara por las ventanas que faltaban, pero cuando Bernadette abrió la puerta para anunciar que la comida estaba lista, el olor se intensificó y Dominic tuvo que hacer un enorme esfuerzo para contenerse y no dar saltos de alegría.
-¡Hermana! ¿Qué es esto que viaja por el aire? Debo estar en el Paraíso, ¿se me ha caído a caso algún tablón en la cabeza que me ha dejado inconsciente todo este tiempo? - Dejó todo cuanto estaba haciendo para ir a abrazar a la mujer. - No sabe lo feliz que acaba de hacer a este pobre hombre.
Dom Custler- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 86
Fecha de inscripción : 09/11/2016
Re: La simbiosis constructivista contra el Tercer Misterio de Lourdes (Privado)
El padre Dominic le iba pasando de vez en cuando algunos tableros para seguir colocando mientras estuviera subido a la escalera. También le pasaba los clavos una vez que Kylan había colocado en el pilar. Se rió cuando el padre le dijo que disfrutase. Estaba completamente seguro de que el mismo padre había disfrutado del placer terrenal y de la vida aún siendo cura. No creía que un hombre aguantase los votos de castidad, era imposible. Todos estaban dominados por sus instintos y teniendo a una monja como la que tenía, ponía la mano en el fuego de que el padre Dominic había jugado con su manubrio muchas veces...
Martilleó con fuerza un clavo al escuchar como Dominic hablaba sobre Noruega. Echaba de menos ese lugar, ver el mar frío, los fiordos y sobre todo a su padre. -Sí, en Noruega hace mucho frío y vemos poco el sol. Mi padre... Sigue en el mar. No regresó nunca y por eso nos trasladamos a París.- Apretó la mandíbula y terminó de colocar el último clavo que faltaba. Bajó de la escalera mientras el padre se marchaba a poner maderos en las ventanas. Ni siquiera tenía vidrio...
Esbozó una sonrisa cuando el padre habló así con él sobre la hermana Bernadette. Era razonable que quisiera mantenerla a su lado. Parecía ser una mujer que siempre le ayudaba, devota y leal. -No haré que la señorita Bernadette se distraiga... Toda para usted.- Río esta vez, mientras movía la escalera para poder colocar más tablones en otras vigas. Tampoco dijo nada en lo referente a que el padre hubiera cometido errores. Era un hombre. No tenía que explicar nada más.
Iba a subirse con los tablones, cuando la puerta que daba a la cocina se abrió y apareció Bernadette, anunciando que la comida estaba lista. El olor invadió por completo todo el lugar y las tripas de Kylan se removieron. Tenía hambre. Dejó todo lo que tenía en las manos al lado de la escalera y sonrió al ver lo feliz que se puso el padre ante la noticia de que había comida. ¿Tan mal estaban de dinero? Se respondió él solo a esa pregunta al recodar como estaba la iglesia. Se acercó hasta ellos con una sonrisa. -Huele muy bien la comida, Bernadette. Seguro que está deliciosa.- No dijo nada más y esperó para que le dieran permiso y poder pasar a la cocina.
Martilleó con fuerza un clavo al escuchar como Dominic hablaba sobre Noruega. Echaba de menos ese lugar, ver el mar frío, los fiordos y sobre todo a su padre. -Sí, en Noruega hace mucho frío y vemos poco el sol. Mi padre... Sigue en el mar. No regresó nunca y por eso nos trasladamos a París.- Apretó la mandíbula y terminó de colocar el último clavo que faltaba. Bajó de la escalera mientras el padre se marchaba a poner maderos en las ventanas. Ni siquiera tenía vidrio...
Esbozó una sonrisa cuando el padre habló así con él sobre la hermana Bernadette. Era razonable que quisiera mantenerla a su lado. Parecía ser una mujer que siempre le ayudaba, devota y leal. -No haré que la señorita Bernadette se distraiga... Toda para usted.- Río esta vez, mientras movía la escalera para poder colocar más tablones en otras vigas. Tampoco dijo nada en lo referente a que el padre hubiera cometido errores. Era un hombre. No tenía que explicar nada más.
Iba a subirse con los tablones, cuando la puerta que daba a la cocina se abrió y apareció Bernadette, anunciando que la comida estaba lista. El olor invadió por completo todo el lugar y las tripas de Kylan se removieron. Tenía hambre. Dejó todo lo que tenía en las manos al lado de la escalera y sonrió al ver lo feliz que se puso el padre ante la noticia de que había comida. ¿Tan mal estaban de dinero? Se respondió él solo a esa pregunta al recodar como estaba la iglesia. Se acercó hasta ellos con una sonrisa. -Huele muy bien la comida, Bernadette. Seguro que está deliciosa.- No dijo nada más y esperó para que le dieran permiso y poder pasar a la cocina.
Kylan Nielsen- Humano Clase Media
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 07/11/2016
Re: La simbiosis constructivista contra el Tercer Misterio de Lourdes (Privado)
Miró hacia la escalera que había apoyada en la pared, y fijó su vista en las ventanas, ya habían tapiado unas cuantas, algo era algo, pero no podía creer que fueran tan despacio, seguro que habían estado charlando, el padre Dóminic era un experto distrayendo a los demás. Suspiró y lo miró con cierto aire de reprobación, pero no pudo evitar sonreír, y dejarles pasar a la cocina.
- Padre, si no avanza más, le aseguró que no comerá carne de nuevo en meses, aunque la haya.- amenazó medio bromeando, no era una persona alegre y animada que sonriera a todos, ni si quiera cuando estaba en broma, pero el ambiente era distendido, y una sonrisa de medio lado se había instalado en su rostro.- Siento que el padre te moleste.- se disculpó con el joven guiñándole un ojo.
Sirvió el estofado mientras los otros dos se sentaban y pasó los cubiertos, no pensaba que fueran a bendecir la mesa, no lo hacían nunca, no sabía que pensaría el sacerdote, pero a ella le importaba más bien poco, estaban más que “bendecidos” con tanta misa como hacían. No es que no fuera devota, creía en dios, y sabía que la labor de la iglesia era importante, de cara al exterior, respetaba todas y cada un de las pautas.
Pero allí, ese lugar, era el único sitio donde podía descansar y ser medianamente libre, lejos de juicios de valor, lejos del caos, aunque fuera absurdo, el estar dentro de una iglesia conllevaba cierta ausencia de normas sociales, sobretodo cuando estaba a solas, que poca gente sería capaz de apreciar. Tal vez, la tomarían por loca, o la llamarían mala cristiana, posiblemente incluso la acusarían de hereje, pero sería con razón, a pesar de ser creyente, pocas normas cumplía, a pesar de ser “buena” no necesitaba cumplir unas normas estúpidas que, en el fondo, solo servían para que quienes las cumplían tuvieran la sensación de ser mejor que los demás.
- Buen provecho.- dijo antes de comenzar a comer, después ella también comenzaría a ayudar, no es que supiera nada de carpintería, pero se ponía histérica si se mantenía quieta.
- Padre, si no avanza más, le aseguró que no comerá carne de nuevo en meses, aunque la haya.- amenazó medio bromeando, no era una persona alegre y animada que sonriera a todos, ni si quiera cuando estaba en broma, pero el ambiente era distendido, y una sonrisa de medio lado se había instalado en su rostro.- Siento que el padre te moleste.- se disculpó con el joven guiñándole un ojo.
Sirvió el estofado mientras los otros dos se sentaban y pasó los cubiertos, no pensaba que fueran a bendecir la mesa, no lo hacían nunca, no sabía que pensaría el sacerdote, pero a ella le importaba más bien poco, estaban más que “bendecidos” con tanta misa como hacían. No es que no fuera devota, creía en dios, y sabía que la labor de la iglesia era importante, de cara al exterior, respetaba todas y cada un de las pautas.
Pero allí, ese lugar, era el único sitio donde podía descansar y ser medianamente libre, lejos de juicios de valor, lejos del caos, aunque fuera absurdo, el estar dentro de una iglesia conllevaba cierta ausencia de normas sociales, sobretodo cuando estaba a solas, que poca gente sería capaz de apreciar. Tal vez, la tomarían por loca, o la llamarían mala cristiana, posiblemente incluso la acusarían de hereje, pero sería con razón, a pesar de ser creyente, pocas normas cumplía, a pesar de ser “buena” no necesitaba cumplir unas normas estúpidas que, en el fondo, solo servían para que quienes las cumplían tuvieran la sensación de ser mejor que los demás.
- Buen provecho.- dijo antes de comenzar a comer, después ella también comenzaría a ayudar, no es que supiera nada de carpintería, pero se ponía histérica si se mantenía quieta.
Bernadette Doboise- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 32
Fecha de inscripción : 12/11/2016
Re: La simbiosis constructivista contra el Tercer Misterio de Lourdes (Privado)
-Estaba preocupándome por el muchacho... - resolvió fingiendo una ofensa que no llegaba al corazón. Bernadette podía decirle muchas cosas, algunas incluso repetitivas y aparentemente faltas de respeto teniendo en cuenta el rango de cada uno, pero él nunca le daba importancia, sabía que tras toda aquella sermonería se escondía únicamente preocupación. Eran como hermanos, desconocidos ciertamente, pero velaban el uno por el otro de forma fraternal. - El pobre perdió a su padre en alta mar, ha de haber sido una dura infancia - le dio unas palmadas amistosas al joven en el hombro.
Aquella escena aparentemente tan trivial hizo que los ojos del padre Dominic se llenaran de nostalgia, incluso dibujara una sonrisa tierna aprovechando que ninguno de los dos le estaba viendo. Podía no ser más que una pausa en el trabajo, pero para él representaba algo más. Un reflejo de lo que fue su infancia: los "hermanos" mayores cocinando y los pequeños corriendo a buscar un lugar en la mesa mientras Padre, con las manos extendidas, les esperaba para bendecir la mesa. Él no caería en aquel último acto, dejó de molestar a Dios a cada paso que daba cuando empezó a ejercer de cazador.
-Gracias por la comida, hermana - dijo finalmente antes de ponerse a comer junto a ellos. Disimuladamente, como siempre hacía, jugó con el contenido de su plato mareándolo de un lado a otro, permitiendo así que ellos, más jóvenes, comieran más. Mientras, aprovechaba para hablar y de paso distraerlos. - Es la primera vez que tenemos visita en la parroquia, excepto cuando toca misa. Es agradable tener más gente por aquí - se inclinó un poco hacia el joven - sobretodo si me distraen a la hermana y puedo descansar de sus continuos reproches.
Rió mirándola de reojo, sonriendo como quien no ha roto nunca un plato. - Esperemos que la presencia del joven Kylan atraiga a más gente o de nada servirá reconstruir el edificio. ¿Tienes amigos? ¿Parientes? ...¿vecinos? Todos serán bienvenidos.
Aquella escena aparentemente tan trivial hizo que los ojos del padre Dominic se llenaran de nostalgia, incluso dibujara una sonrisa tierna aprovechando que ninguno de los dos le estaba viendo. Podía no ser más que una pausa en el trabajo, pero para él representaba algo más. Un reflejo de lo que fue su infancia: los "hermanos" mayores cocinando y los pequeños corriendo a buscar un lugar en la mesa mientras Padre, con las manos extendidas, les esperaba para bendecir la mesa. Él no caería en aquel último acto, dejó de molestar a Dios a cada paso que daba cuando empezó a ejercer de cazador.
-Gracias por la comida, hermana - dijo finalmente antes de ponerse a comer junto a ellos. Disimuladamente, como siempre hacía, jugó con el contenido de su plato mareándolo de un lado a otro, permitiendo así que ellos, más jóvenes, comieran más. Mientras, aprovechaba para hablar y de paso distraerlos. - Es la primera vez que tenemos visita en la parroquia, excepto cuando toca misa. Es agradable tener más gente por aquí - se inclinó un poco hacia el joven - sobretodo si me distraen a la hermana y puedo descansar de sus continuos reproches.
Rió mirándola de reojo, sonriendo como quien no ha roto nunca un plato. - Esperemos que la presencia del joven Kylan atraiga a más gente o de nada servirá reconstruir el edificio. ¿Tienes amigos? ¿Parientes? ...¿vecinos? Todos serán bienvenidos.
Dom Custler- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 09/11/2016
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