AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El misterio de los grisaceos [privado]
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El misterio de los grisaceos [privado]
Lady Constance, permanezca quieta – la voz del pintor resonó en la habitación mientras buscaba una postura que me acomodara, un retrato algo que había estado haciendo por algo así de trescientos años, cuerpo tras cuerpo todos parecidos pero ninguno igual al otro, una extraña manera de buscar la vida eterna aun sabiendo que con solo una mordida y algo mas podría ser siempre yo misma, mi rostro permaneció rígido, mi pecho levantado como la dama que siempre había sido, una mujer educada, responsable, maniática y leal. Apoye levemente mis brazos en la mesa que estaba frente a mi quería arreglar el cuello de mi traje que no mostraba nada, solo la elegancia que me destacaba, cerré los ojos levemente unos segundos imágenes pasaron por ahí – Lady, quédese así como esta – el pintor volvió hablar y yo le respondí - Así está bien – mi voz salió rígida, no era de errores y en busca de la perfección eso era lo mejor que podía hacer. Esperaba que el pintor hiciera un buen trabajo de lo contrario todo andaría mal, no lo sabría yo. No lo sabes… La voz que me atormentaba me hablaba como si de un eco en mi interior se tratara, aguarde silencio en mis pensamientos no era necesario mentalizar lo que aquella había dicho.
Ya, he terminado – la voz ronca del hombre luego de más de una hora volvía a dirigirme la palabra mis ojos se abrieron luego de las imágenes todo se había vuelto negro, levante una ceja y me hice esperar, tal vez vagos segundos pero fueron lo necesario para que aquel diera vuelta la pintura , mis ojos críticos quedaron quietos observando aquello que él había pintado, mi semblante se veía sereno, estático, grácil – Definitivamente usted es el mejor – en realidad lo era el oleo era perfecto, podía verme plasmada en el, más que mi cuero físico veía mas allá. Nos vemos Constance, somos las dos en plenitud, somos la carne echa espíritu, somos el alma errante de esta vida, soy tu y yo en una sola. No podía renegar aquello – ¿Por que escogió aquella pose? – mi pregunta fue corta, directa y cayó como una navaja al lado de aquel hombre que no tenía pinta de pintor. Cuida tus palabras que un error y te caerá una maldición. – Si me permite, con los ojos cerrados se ve en calma, en paz, mas cuando los tiene abiertos sus ojos carecen de vida, lamento decir aquello pero su luz se ve en sus labios no en lo opaco de sus bellos ojos grisáceos – Me levante en silencio, con el rostro tenso como el mármol de las paredes, me acerque a él y le di su paga cien francos por inmortalizar a una Constance. Dos, somos dos.
Días después…
El maldito retrato me estaba atormentando, cada palabra que había dicho el pintor se me clavaban en mi interior, rondaban en mi cabeza, necesitaba aire fresco, me había pasado cuanto ¿uno, dos? No sabía cuántos días frente aquel retrato, me vestí como de costumbre un vestido recatado, quizás mostrando el pudor de mi elegancia, de un color azul oscuro, que resaltaba mi color de piel. Tome a Almagor* debajo de mi brazo, agradecía vivir en una residencia cerca el bosque, así que sin previo aviso y con la cabeza dándome vueltas por toda la oleada de sentimientos que parecían truenos y relámpagos, salí de la mansión por la puerta principal, mis sirvientes estaban acostumbrados a que no dijera nada, tan silenciosa como un cordero, y tan mala como un lobo eso decían de mi, quizás era la verdad, ¿a cuál de las dos nos dirían así?. Tú eres la silenciosa, yo soy la mala, soy la conversadora, soy la que piensa y mueve las piezas de este rompecabezas.
Los lapsos en cuanto ella hablaba eran simples lagunas mentales, abismos sin fondo, en realidad no recordaba nada cuando ella decía algo, en cosa de segundo en medio del bosque me encontraba, los ruidos de la naturaleza explotaban en mi cabeza, mire hacia el cielo el invierno tenia despejado de ramas y hojas aquellos arboles que tal vez en verano y primavera florecían de sobre manera. Un tronco caído degastados por las uñas de algún lican seguramente ese sería mi lugar, mi pequeño santuario, - Almagor, es tiempo de preguntas… es tiempo de respuestas – dije en un perfecto francés que me salía fluido y cálido, deje el libro abierto en la primera pagina y tomando un anillo que poseía un precioso rubí me pinche el dedo para que brotara tan solo una gota de sangre, apretando el dedo índice deje caer una gota en la primera página en blanco.
אנו אחד כאשר אנחנו למעשה יחד, ואנו שניים כאשר לשטוף את הדם אימרו לי אלמגור היקרה אני להביא עם שירה שלך?
Y somos uno cuando en realidad estamos juntos, y somos dos cuando la sangre se enjuaga ahora dime querido Almagor ¿Qué me traes con tu cantar?
Y el viento comenzó a soplar entre los arboles mi cabellera que estaba recogida pidió ser soltada y mis brazos estirado hacia mi querido Almagor hicieron un gesto con el dedo y el hechizo tras mis palabras se rompió, mi querido libro escrito en hebreo era mi mejor amigo, mi amante, mi piel, mi cuerpo, mi alma, nuestra alma. Mientras el viento seguía soplando las páginas comenzaron a correr, avanzaron una tras otra hasta detenerse por completo. Una sonrisa macabra por lo bajo se apodero de mi, mis ojos grisáceos se tornaban verde fuerte, no era necesario que los viera, podía sentir. Arrodillada ante el libro lo tome entre mis manos y los dibujos mostraron el retrato, donde mi vida había sido descrita, no era uno sino algunas decenas, cada uno con un toque diferente. Resople las paginas mi calor hacia cambiar el color de algunas letras, hechicería pura, magia negra, blanca y gris todas juntas, en una. – Almagor, siempre logras sorprenderme – hable en hebreo perfecto, la lengua de mi espíritu, de mi Dios, de mi amor y de mi Odio. Pase mis dedos por los pequeños dibujos que había ahí, circunferencias carentes de vida, de alma…
El viento comenzó a soplar y las hojas del libro se comenzaron a mover como un haz que del cielo cae el libro cayó al suelo y cerrándose por completo quedo ahí, lo mire y tomándole entre mis manos mis ojos se movieron de un lado para otro, alguien había cerca, el libro tenía ese extraño poder que había heredado de mi madre, premonición enjaulada en el alma de aquellas páginas. Estática como estatua ni siquiera moví un musculo, podía sentir esa presencia….
Almagor* libro de Hechizos, el significado del nombre el Indestructible
Ya, he terminado – la voz ronca del hombre luego de más de una hora volvía a dirigirme la palabra mis ojos se abrieron luego de las imágenes todo se había vuelto negro, levante una ceja y me hice esperar, tal vez vagos segundos pero fueron lo necesario para que aquel diera vuelta la pintura , mis ojos críticos quedaron quietos observando aquello que él había pintado, mi semblante se veía sereno, estático, grácil – Definitivamente usted es el mejor – en realidad lo era el oleo era perfecto, podía verme plasmada en el, más que mi cuero físico veía mas allá. Nos vemos Constance, somos las dos en plenitud, somos la carne echa espíritu, somos el alma errante de esta vida, soy tu y yo en una sola. No podía renegar aquello – ¿Por que escogió aquella pose? – mi pregunta fue corta, directa y cayó como una navaja al lado de aquel hombre que no tenía pinta de pintor. Cuida tus palabras que un error y te caerá una maldición. – Si me permite, con los ojos cerrados se ve en calma, en paz, mas cuando los tiene abiertos sus ojos carecen de vida, lamento decir aquello pero su luz se ve en sus labios no en lo opaco de sus bellos ojos grisáceos – Me levante en silencio, con el rostro tenso como el mármol de las paredes, me acerque a él y le di su paga cien francos por inmortalizar a una Constance. Dos, somos dos.
Días después…
El maldito retrato me estaba atormentando, cada palabra que había dicho el pintor se me clavaban en mi interior, rondaban en mi cabeza, necesitaba aire fresco, me había pasado cuanto ¿uno, dos? No sabía cuántos días frente aquel retrato, me vestí como de costumbre un vestido recatado, quizás mostrando el pudor de mi elegancia, de un color azul oscuro, que resaltaba mi color de piel. Tome a Almagor* debajo de mi brazo, agradecía vivir en una residencia cerca el bosque, así que sin previo aviso y con la cabeza dándome vueltas por toda la oleada de sentimientos que parecían truenos y relámpagos, salí de la mansión por la puerta principal, mis sirvientes estaban acostumbrados a que no dijera nada, tan silenciosa como un cordero, y tan mala como un lobo eso decían de mi, quizás era la verdad, ¿a cuál de las dos nos dirían así?. Tú eres la silenciosa, yo soy la mala, soy la conversadora, soy la que piensa y mueve las piezas de este rompecabezas.
Los lapsos en cuanto ella hablaba eran simples lagunas mentales, abismos sin fondo, en realidad no recordaba nada cuando ella decía algo, en cosa de segundo en medio del bosque me encontraba, los ruidos de la naturaleza explotaban en mi cabeza, mire hacia el cielo el invierno tenia despejado de ramas y hojas aquellos arboles que tal vez en verano y primavera florecían de sobre manera. Un tronco caído degastados por las uñas de algún lican seguramente ese sería mi lugar, mi pequeño santuario, - Almagor, es tiempo de preguntas… es tiempo de respuestas – dije en un perfecto francés que me salía fluido y cálido, deje el libro abierto en la primera pagina y tomando un anillo que poseía un precioso rubí me pinche el dedo para que brotara tan solo una gota de sangre, apretando el dedo índice deje caer una gota en la primera página en blanco.
אנו אחד כאשר אנחנו למעשה יחד, ואנו שניים כאשר לשטוף את הדם אימרו לי אלמגור היקרה אני להביא עם שירה שלך?
Y somos uno cuando en realidad estamos juntos, y somos dos cuando la sangre se enjuaga ahora dime querido Almagor ¿Qué me traes con tu cantar?
Y el viento comenzó a soplar entre los arboles mi cabellera que estaba recogida pidió ser soltada y mis brazos estirado hacia mi querido Almagor hicieron un gesto con el dedo y el hechizo tras mis palabras se rompió, mi querido libro escrito en hebreo era mi mejor amigo, mi amante, mi piel, mi cuerpo, mi alma, nuestra alma. Mientras el viento seguía soplando las páginas comenzaron a correr, avanzaron una tras otra hasta detenerse por completo. Una sonrisa macabra por lo bajo se apodero de mi, mis ojos grisáceos se tornaban verde fuerte, no era necesario que los viera, podía sentir. Arrodillada ante el libro lo tome entre mis manos y los dibujos mostraron el retrato, donde mi vida había sido descrita, no era uno sino algunas decenas, cada uno con un toque diferente. Resople las paginas mi calor hacia cambiar el color de algunas letras, hechicería pura, magia negra, blanca y gris todas juntas, en una. – Almagor, siempre logras sorprenderme – hable en hebreo perfecto, la lengua de mi espíritu, de mi Dios, de mi amor y de mi Odio. Pase mis dedos por los pequeños dibujos que había ahí, circunferencias carentes de vida, de alma…
El viento comenzó a soplar y las hojas del libro se comenzaron a mover como un haz que del cielo cae el libro cayó al suelo y cerrándose por completo quedo ahí, lo mire y tomándole entre mis manos mis ojos se movieron de un lado para otro, alguien había cerca, el libro tenía ese extraño poder que había heredado de mi madre, premonición enjaulada en el alma de aquellas páginas. Estática como estatua ni siquiera moví un musculo, podía sentir esa presencia….
Almagor* libro de Hechizos, el significado del nombre el Indestructible
Retrato
Constance Käempffmann- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 28/03/2012
Re: El misterio de los grisaceos [privado]
Había pasado la noche en el bosque, a la intemperie, a merced de las bestias nocturnas que despertaban con la luna, a uno de esos hijos de Caín, como el que le había arrebatado a su hermano, «el demonio» el mismo Ion le había dicho, que esa mujer de descomunal belleza y rabia aún más de temerse eso era, no un demonio, Lucifer en persona, y aun así, imprudente como era, Soare pasó la noche en el bosque sin ninguna protección más que sus habilidades calé, porque no recordaba nada de eso, esa noche en la que Janfri, su padre, e Ion, su hermano murieron fue borrada del registro de su memoria y sólo sabía de vampiros porque ahí en la tierra donde ella había nacido, también lo había hecho Vlad Țepeș, el vampiro más celebre de todos.
Su sueño fue como siempre era, intranquilo y ligero, su mente siempre que cerraba los ojos se veía plagada de una visión tras otra, un fuego que consume todo, unos ojos azules como el acero más afilado y luego nada, llanto, gritos, desolación, todo era confuso y dolía, quemaba, ardía, de verdad aquellas visiones le hacían daño, físicamente, mentalmente y a pesar de todo, había decidido emprender ese viaje porque ya había perdido a Ion, no iba a perder a Stea, su hermana menor. Debía encontrarla aunque seguía un rastro invisible de pura intuición, aunque andaba a tientas por Europa y algo la había conducido a las cercanías de París, aún temerosa de pisar la ciudad se mantenía al margen, en las zonas boscosas, de todos modos, creía, corría el mismo peligro en un lugar y en el otro.
Cuando su desesperación era mucha encendía una fogata e invocaba a los espíritus de la tierra en lo que su gente creía. Era el fuego, siempre, el que le brindaba mejor y más certera guía, no siempre lograba ver con claridad, por ejemplo, algo le impedía acceder a información sobre su hermana, ¿estaría muy lejos? O peor aún ¿estaría muerta y por eso no lograba localizarla? Se negaba a creer eso, no quería pensar en Stea muerta, debía estar en algún sitio, pero ¿dónde?
Caminó un rato, había pasado una pésima noche, como de costumbre, pero aún no estaba acostumbrada, aún soñaba con dormir por una vez en santa paz, quizá nunca lo conseguiría, no recordaba lo que era eso. Sacudió la cabeza y de caminar pasó a trotar y luego correr; corría como si alguien la persiguiera, corrió hasta que las piernas le pidieron tegua y aun así no detuvo el paso. No tenía idea de qué hacía, estaba perdida, sin nadie que le ayudara. Iba a morir.
-Stea, dime dónde estás –habló en voz alta sin dejar de correr y sólo se detuvo cuando una poderosa fuerza la hizo hacerlo. Magia, intuyó y fue como si un muro invisible se interpusiera en su camino, podía detectar ese tipo de fuerzas, mas no las dominaba, sabía que había gente que sí, gente que había nacido con esas habilidades o que las había aprendido con el tiempo. Se agachó y colocó las manos en sus rodillas doblándose por la cintura para recuperar aliento, así estuvo un momento para luego continuar caminando, todo su cuerpo resentía aquella poderosa energía y se escabulló entre los ralos árboles para acercarse al sitio de dónde aquello provenía. Se amparó en un tronco grueso y muerto de un árbol marchito pero que seguía de pie, hueco por dentro convirtiéndose así en hogar de muchos animales y observó. Una mujer, rubia y muy hermosa sostenía un libro, pero cuando aquello objeto cerró sus páginas, como si tuviera voluntad propia, Soare sintió un pinchazo en el estómago. Los cíngaros nacían con esos estigmas y esas marcas, con esas habilidades, o al menos así era entre su caravana, una tan aferrada y orgullosa a lo que eran que no permitían payos entre los suyos.
Frunció el ceño pensativa y dio un paso al frente, deslindándose del árbol que antes la refugió y miró a la mujer.
-Siento haber interrumpido –dijo haciendo una reverencia, porque aunque era una gitana, era también la hija de Janfri y Aniki, los orgullosos líderes Iordache y eso la convertía en una especie de princesa, tenía modales, los suficientes. Miró el libro en el suelo y no aclaró nada más, sabía lo que la mujer hacía, la mujer sabía que Soare estaba al tanto, no había porque gastar palabras en obviedades-. Tal parece que a tu amigo –se refirió al libro –no le agradó mi presencia.
Su sueño fue como siempre era, intranquilo y ligero, su mente siempre que cerraba los ojos se veía plagada de una visión tras otra, un fuego que consume todo, unos ojos azules como el acero más afilado y luego nada, llanto, gritos, desolación, todo era confuso y dolía, quemaba, ardía, de verdad aquellas visiones le hacían daño, físicamente, mentalmente y a pesar de todo, había decidido emprender ese viaje porque ya había perdido a Ion, no iba a perder a Stea, su hermana menor. Debía encontrarla aunque seguía un rastro invisible de pura intuición, aunque andaba a tientas por Europa y algo la había conducido a las cercanías de París, aún temerosa de pisar la ciudad se mantenía al margen, en las zonas boscosas, de todos modos, creía, corría el mismo peligro en un lugar y en el otro.
Cuando su desesperación era mucha encendía una fogata e invocaba a los espíritus de la tierra en lo que su gente creía. Era el fuego, siempre, el que le brindaba mejor y más certera guía, no siempre lograba ver con claridad, por ejemplo, algo le impedía acceder a información sobre su hermana, ¿estaría muy lejos? O peor aún ¿estaría muerta y por eso no lograba localizarla? Se negaba a creer eso, no quería pensar en Stea muerta, debía estar en algún sitio, pero ¿dónde?
Caminó un rato, había pasado una pésima noche, como de costumbre, pero aún no estaba acostumbrada, aún soñaba con dormir por una vez en santa paz, quizá nunca lo conseguiría, no recordaba lo que era eso. Sacudió la cabeza y de caminar pasó a trotar y luego correr; corría como si alguien la persiguiera, corrió hasta que las piernas le pidieron tegua y aun así no detuvo el paso. No tenía idea de qué hacía, estaba perdida, sin nadie que le ayudara. Iba a morir.
-Stea, dime dónde estás –habló en voz alta sin dejar de correr y sólo se detuvo cuando una poderosa fuerza la hizo hacerlo. Magia, intuyó y fue como si un muro invisible se interpusiera en su camino, podía detectar ese tipo de fuerzas, mas no las dominaba, sabía que había gente que sí, gente que había nacido con esas habilidades o que las había aprendido con el tiempo. Se agachó y colocó las manos en sus rodillas doblándose por la cintura para recuperar aliento, así estuvo un momento para luego continuar caminando, todo su cuerpo resentía aquella poderosa energía y se escabulló entre los ralos árboles para acercarse al sitio de dónde aquello provenía. Se amparó en un tronco grueso y muerto de un árbol marchito pero que seguía de pie, hueco por dentro convirtiéndose así en hogar de muchos animales y observó. Una mujer, rubia y muy hermosa sostenía un libro, pero cuando aquello objeto cerró sus páginas, como si tuviera voluntad propia, Soare sintió un pinchazo en el estómago. Los cíngaros nacían con esos estigmas y esas marcas, con esas habilidades, o al menos así era entre su caravana, una tan aferrada y orgullosa a lo que eran que no permitían payos entre los suyos.
Frunció el ceño pensativa y dio un paso al frente, deslindándose del árbol que antes la refugió y miró a la mujer.
-Siento haber interrumpido –dijo haciendo una reverencia, porque aunque era una gitana, era también la hija de Janfri y Aniki, los orgullosos líderes Iordache y eso la convertía en una especie de princesa, tenía modales, los suficientes. Miró el libro en el suelo y no aclaró nada más, sabía lo que la mujer hacía, la mujer sabía que Soare estaba al tanto, no había porque gastar palabras en obviedades-. Tal parece que a tu amigo –se refirió al libro –no le agradó mi presencia.
Invitado- Invitado
Re: El misterio de los grisaceos [privado]
Mi sonrisa se torció de lado al escuchar la voz de aquella mujer de rasgos marcados por la tierra, el sol y la vida natural, gire tan solo mi rostro para verla no era necesario nada mas, las primeras impresiones te decían más de una persona que sus siguientes actos, abrí un poco para pronunciar una palabra pero al contrario me quede en completo silencio mirando a la joven. Buscando e libro de su vida en todo lo que ella irradiaba por que no lo negaría ni yo ni el libro éramos los mas aptos para los prejuicios, por el contrario ella misma se había dejado ver, digno de una persona que vive por los bosques, seguí en silencio y mis ojos solo se movieron una milésima de centímetro dirigiéndose a mi querido libro, ahí en ese momento esboce una sonrisa en mi rostro, ni sincera ni sínica una simple sonrisa y doblando mis rodillas para quedar más cerca del suelo tome el libro entre mis manos, perfectamente cerrado acaricie con cuidado – Tu interrupción no fue una casualidad – por fin mi voz salió con un extraño acento que detonaba la lejanía de donde realmente provenía, una de mis lenguas favoritas después del Hebreo era el francés, porque por mas enojado que uno pudiera estar siempre las palaras salían suaves como caricias a media tarde – Todo de alguna forma llevo a que tu sintieras la energía, el poder hace que todos queramos estar cerca de él – si, el precisamente era mi mejor y único amigo en la tierra – Amalgor, no juzga yo sí, no le gustan los intrusos a mi tampoco – sonreí de medio lado y avance con delicadeza hacia ella, cuando la distancia fue acortada hice una reverencia.
El saludo es el que denota cuan educado somos – sin quitarle la vista de aquellos sus ojos seguí – Amalgor – dije el nombre del libro y lo estire hacia ella – Anda tómalo – el libro era engañoso, pesaba más de lo que se veía a simple vista su tapa de cuero era lo que lo hacía perfecto y único, claro estaba tenía un hechizo simple encima – Si no le simpatizaras, créeme, el hubiera echo algo contra ti - reí, como si de una broma se tratara y sentí como una clavada en mi cabeza venia sintiendo como mi mandíbula se tensaba lleve una de mis manos a ella y masajee calmando mi interior, calmando al demonio que yo misma había creado, tranquilizándome a mi – הסערה מגיעה אל אזור חלקים כמו של נשמה שברצונך הבנה (Y la tormenta llega a mí como pedazos de un alma que desea entendimiento) – No eran mis palabras aquellas mi rostro rígido como una tabla apuntaban en dirección a la gitana mas mis ojos desorbitados buscaban donde fijarse y basto solo un movimiento, de mi fiel Amalgor para que todo desapareciera se abrió y se cerró dando un golpe en la tapa, volví en mi.
Pestañeé más de una vez seguida, intentando que todo estuviera bien y levantando la cabeza como si nada hubiera pasado – Por algo estas aquí – susurre – Constance, mi nombre para que cuando me busques des con la correcta Constance Käempffmann – Le cerré un ojo, como si de mi cómplice se tratara y pronunciando unas palabras en hebreo el libro comenzó a levitar hasta llegar sobre el tronco que estaba donde anteriormente me encontraba. - ¿Sabias que espiar es de mala educación? – sí, aquella jovencita se iba a quedar ahí, pues de algo que ayudara, quizás algún conjuro, para ver mi rostro en calma, ahí estaba, entre cerré mis ojos y me gire dándole la espalda – Si me sigues conseguirás protección, si te vas nunca más me veras… la decisión es tuya princesa - ¿Cómo sabia eso? Premonición, aquel don del cual mas disfrutaba en estos casos, con mis largos años y no físicos claramente me ayudaban a mantener el control al respecto, a poder hacer todo con la voluntad que solo mis cambios a lo largo de mis años me lo permitían. Llegue hasta el libro y sin darme vueltas proclame – כאשר אין מים, אש ואדמה הוא אשר מסייעת לנו... {Por que cuando no es agua, ni fuego la tierra es la que nos ayuda…}- pronuncie en mi lengua para que el libro se abriera de par en par, gire mi rostro hacia la joven esperando su decisión.
El saludo es el que denota cuan educado somos – sin quitarle la vista de aquellos sus ojos seguí – Amalgor – dije el nombre del libro y lo estire hacia ella – Anda tómalo – el libro era engañoso, pesaba más de lo que se veía a simple vista su tapa de cuero era lo que lo hacía perfecto y único, claro estaba tenía un hechizo simple encima – Si no le simpatizaras, créeme, el hubiera echo algo contra ti - reí, como si de una broma se tratara y sentí como una clavada en mi cabeza venia sintiendo como mi mandíbula se tensaba lleve una de mis manos a ella y masajee calmando mi interior, calmando al demonio que yo misma había creado, tranquilizándome a mi – הסערה מגיעה אל אזור חלקים כמו של נשמה שברצונך הבנה (Y la tormenta llega a mí como pedazos de un alma que desea entendimiento) – No eran mis palabras aquellas mi rostro rígido como una tabla apuntaban en dirección a la gitana mas mis ojos desorbitados buscaban donde fijarse y basto solo un movimiento, de mi fiel Amalgor para que todo desapareciera se abrió y se cerró dando un golpe en la tapa, volví en mi.
Pestañeé más de una vez seguida, intentando que todo estuviera bien y levantando la cabeza como si nada hubiera pasado – Por algo estas aquí – susurre – Constance, mi nombre para que cuando me busques des con la correcta Constance Käempffmann – Le cerré un ojo, como si de mi cómplice se tratara y pronunciando unas palabras en hebreo el libro comenzó a levitar hasta llegar sobre el tronco que estaba donde anteriormente me encontraba. - ¿Sabias que espiar es de mala educación? – sí, aquella jovencita se iba a quedar ahí, pues de algo que ayudara, quizás algún conjuro, para ver mi rostro en calma, ahí estaba, entre cerré mis ojos y me gire dándole la espalda – Si me sigues conseguirás protección, si te vas nunca más me veras… la decisión es tuya princesa - ¿Cómo sabia eso? Premonición, aquel don del cual mas disfrutaba en estos casos, con mis largos años y no físicos claramente me ayudaban a mantener el control al respecto, a poder hacer todo con la voluntad que solo mis cambios a lo largo de mis años me lo permitían. Llegue hasta el libro y sin darme vueltas proclame – כאשר אין מים, אש ואדמה הוא אשר מסייעת לנו... {Por que cuando no es agua, ni fuego la tierra es la que nos ayuda…}- pronuncie en mi lengua para que el libro se abriera de par en par, gire mi rostro hacia la joven esperando su decisión.
Última edición por Constance Käempffmann el Lun Oct 15, 2012 1:35 pm, editado 1 vez
Constance Käempffmann- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/03/2012
Re: El misterio de los grisaceos [privado]
Algo en la naturaleza le hacía sentirse protegida, una autocomplacencia nada más, pues era sólo eso, nada tangible o comprobable, sólo el hecho de haber crecido adorando a los elementos y en ellos encontraba refugio y consuelo, era por eso que no se apartaba de ese sitio donde la hierba le llegaba hasta las rodillas y las ramas de los árboles con sus juegos de sombras no descubrían por completo su rostro y su figura, no es que fuese maleducada, es que la experiencia le había enseñado a golpes a temer, su viaje había sido accidentado por decir lo menos, no podía fiarse. Esa mujer, hermosa por donde se le mirara irradiaba confianza, seguridad, pero también poder y aunque Soare podía sentir ese tipo de magia, no podía detectar con exactitud si era benigna o no; mejor andarse con cuidado, era lo más inteligente.
Parpadeó un tanto incrédula cuando la rubia comenzó a hablar, recordó palabras mismas que entre la gente calé se repetían a menudo. Ambas, de algún modo, poseían magia, pero la de la gitana provenía de la fuerza vital de la tierra, ¿cuál era el origen de esa otra magia? Se negaba a creer que de algún sitio obscuro. Su respiración se hizo un poco más dificultosa, sólo estaba nerviosa, no sabía cómo actuar y finalmente dio un paso, el pasto aún le llegaba a las rodillas pero la umbría de los árboles dejó de obscurecer su rostro, finalmente mostró esa faz perfecta que dice a todas luces su origen, no era como si eso la avergonzara, al contrario, era orgullosa de su pueblo… aunque hubiese huido. Otros pasos más y finalmente estuvo frente a ella, dejando atrás el césped salvaje que crece sin control, la miró atónita cuando le ofreció su libro, estiró las manos pero las quitó al momento; ese libro emanaba una energía poderosa e indescifrable.
-Ya lo creo –susurró, tenía la certeza de que ese objeto tenía una especie de voluntad propia y un poder inimaginable, quizá lo segundo debía ser conducido por un experto como su dueña, la rubia. Miró el libro y luego alzó los ojos color acebuche en dirección a la mujer -Constance Käempffmann -repitió, aunque el apellido no lo pronunció bien, por algún motivo le pareció relevante guardar ese nombre en su vilipendiada memoria que borraba recuerdos casi por capricho, o para protegerla. La observó otros segundos y luego hizo un puchero infantil, frunció el ceño y agachó el rostro.
-No estaba espiando –se defendió –algo… algo me condujo aquí –la miró de nuevo, siguió sus movimientos con la mirada, dibujó imaginariamente sus trayectorias –no fue una casualidad –estaba usando deliberadamente las palabras que Constance había usado antes, caminó de nuevo para seguirla y se cruzó de brazos, no supo si la llamaba princesa por decirlo o porque conocía a su familia o porque esos poderes suyos le ayudaban a tener ese dato; en cualquier caso no importaba demasiado, miró por sobre su hombro, el sendero invisible plagado de maleza que la había conducido hasta ahí.
-¿Protección? –preguntó insegura sin dejar de ver el bosque del que había salido, los árboles y plantas no era lo importante, sino lo que simbolizaban, su viaje en busca de su hermana, sus desventuras que eran una avalancha en comparación a las poquísimas cosas buenas que le sucedieron, siempre encontró una mano dispuesta a ayudarla no iba a mentir, pero también no faltó jamás quien quisiera abusar de su necesidad. Se frotó los brazos como si de pronto sintiera un frío inimaginable que helara los huesos, -protección –repitió, como un susurro y sólo como para dotar de nuevos significados a esa palabra-, ¿qué clase de protección? –Giró el rostro para ver a la mujer -¿qué tengo que hacer? –porque sabía que siempre había un precio que pagar.
Parpadeó un tanto incrédula cuando la rubia comenzó a hablar, recordó palabras mismas que entre la gente calé se repetían a menudo. Ambas, de algún modo, poseían magia, pero la de la gitana provenía de la fuerza vital de la tierra, ¿cuál era el origen de esa otra magia? Se negaba a creer que de algún sitio obscuro. Su respiración se hizo un poco más dificultosa, sólo estaba nerviosa, no sabía cómo actuar y finalmente dio un paso, el pasto aún le llegaba a las rodillas pero la umbría de los árboles dejó de obscurecer su rostro, finalmente mostró esa faz perfecta que dice a todas luces su origen, no era como si eso la avergonzara, al contrario, era orgullosa de su pueblo… aunque hubiese huido. Otros pasos más y finalmente estuvo frente a ella, dejando atrás el césped salvaje que crece sin control, la miró atónita cuando le ofreció su libro, estiró las manos pero las quitó al momento; ese libro emanaba una energía poderosa e indescifrable.
-Ya lo creo –susurró, tenía la certeza de que ese objeto tenía una especie de voluntad propia y un poder inimaginable, quizá lo segundo debía ser conducido por un experto como su dueña, la rubia. Miró el libro y luego alzó los ojos color acebuche en dirección a la mujer -Constance Käempffmann -repitió, aunque el apellido no lo pronunció bien, por algún motivo le pareció relevante guardar ese nombre en su vilipendiada memoria que borraba recuerdos casi por capricho, o para protegerla. La observó otros segundos y luego hizo un puchero infantil, frunció el ceño y agachó el rostro.
-No estaba espiando –se defendió –algo… algo me condujo aquí –la miró de nuevo, siguió sus movimientos con la mirada, dibujó imaginariamente sus trayectorias –no fue una casualidad –estaba usando deliberadamente las palabras que Constance había usado antes, caminó de nuevo para seguirla y se cruzó de brazos, no supo si la llamaba princesa por decirlo o porque conocía a su familia o porque esos poderes suyos le ayudaban a tener ese dato; en cualquier caso no importaba demasiado, miró por sobre su hombro, el sendero invisible plagado de maleza que la había conducido hasta ahí.
-¿Protección? –preguntó insegura sin dejar de ver el bosque del que había salido, los árboles y plantas no era lo importante, sino lo que simbolizaban, su viaje en busca de su hermana, sus desventuras que eran una avalancha en comparación a las poquísimas cosas buenas que le sucedieron, siempre encontró una mano dispuesta a ayudarla no iba a mentir, pero también no faltó jamás quien quisiera abusar de su necesidad. Se frotó los brazos como si de pronto sintiera un frío inimaginable que helara los huesos, -protección –repitió, como un susurro y sólo como para dotar de nuevos significados a esa palabra-, ¿qué clase de protección? –Giró el rostro para ver a la mujer -¿qué tengo que hacer? –porque sabía que siempre había un precio que pagar.
Invitado- Invitado
Re: El misterio de los grisaceos [privado]
Podría decir que las persona eran interesantes, aunque era sabido que todos éramos tan diferentes el uno con el otro, mientras mis ojos seguían detenidamente a la joven gitana podía ver la grandeza que en su interior había, interesante podría ser, conocía a lo largo de mi vida muchos gitanos, ladrones, trabajadores, obreros, mal educados, educados, bailarines, con poderes, sin poderes. Pero ninguno era igual al otro y eso era lo fantástico de conocer gente en este mundo o en cualquier otro. Todos también ocultábamos algo para mi podría ser fácil saber de qué se trataba, aun cuando no podía leer mentes mi libro tenía una capacidad extraordinaria por saber cosas, con tan solo el tacto de la persona en cuestión, algo parecido a la quiromancia. Mientras pensaba en mis palabras mis dedos acariciaban con delicadeza el libro, casi como si estuviera en otro mundo en ese momento ¿a caso tenía que ser siempre racional? Levante mi vista hacia los arboles que bulliciosos acompañaban nuestros paso. Desviando la mirada volví a ver la pagina de mi libro donde el retrato parecía estar pero no, algo faltaba mi verdadero yo y claro estaba que aquella princesa me ayudaría, la necesitaba.
¿Si no es casualidad dices que has llegado aquí porque algo te atrajo? – realmente me daba igual que la había traído hasta mi, hasta el, lo que importaba era lo que ocurriría después la gitana pura de alma tal vez, pase mi diestra por mi cabellera sacando una hebra de cabello que la puse en la pagina. – Protección por el resto de tu vida, no creps que soy una mala persona… solo cuido lo que me puede beneficiar… - era cierto, ¿Por qué proteger algo porque si? – Siempre estaré cuando necesites mi ayuda, del tipo que sea fuerza, brujería, sanación, hechizos todo lo que necesites – Torcí una media sonrisa, en realidad había sido un acto involuntario no de mi si no de la otra que escuchaba en mi interior en silencio, preparada para lo que siguiera – A cambio que describas como ves un retrato – suspire, aun aquello me tenia inquieta, necesitaba saber que mostraban mis ojos. No lo vez es claro, tus ojos nos muestran a las dos la confusión en tu interior muestra tu debilidad ante todo Constance…
Me quede en silencio escuchando a mi cabeza hablar, aquella ya me estaba atormentando no, ahora no dije para mi mientras avanzaba por un extraño sendero oculto entre arboles que ordenados en una hilera perfecta nos guiaban al centro del mismo bosque donde estaba mi estancia, mi hogar, mi mansión, mi vida – Solo tienes que decirme unas diferencias, y tendrás protección por siempre – volví a suspirar, en realidad hablar del cuadro me abrumaba me tenia inquieta pero era necesario para saber el ¿Por qué?. Pase saliva mientras mis pies avanzaban por aquel lugar, intentando tranquilizar mi interior, buscando que mi alma estuviera quieta no me gire para buscar a la gitana, no era necesario tenía un poco de fe que la curiosidad de ella seria más grande que el miedo que aparentaba tener.
Todo gitano nace con dones especiales – comencé hablar con suavidad, cada palara pronunciada correctamente - ¿Con cuales nació la bella princesa? – no sabía su nombre, así que dirigirme hacia ella como princesa era lo más educado, intentaba que no sonara sarcástico por qué no lo era, y conocía tan bien como me escuchaban así que mi tono suave era el único que podía amenizar momentos como este. A lo lejos el humo salía de una chimenea, no necesitaba de tantos lujos por fuera el verdadero valor de aquella morada estaba en su interior, de aquella forma mantenía alejado a los ladrones y maleantes. Llegue hasta donde comenzaba un pequeño camino de piedras que había mandado hacer hacia no mucho, pronto todo se haría un poco más claro. - ¿Aceptas? – fue la pregunta final, de ahí vendría una serie de formas, de maneras intentaría conocerla como yo le abriría un poco de mi, de mis secretos y virtudes, de mi y de ella.
¿Si no es casualidad dices que has llegado aquí porque algo te atrajo? – realmente me daba igual que la había traído hasta mi, hasta el, lo que importaba era lo que ocurriría después la gitana pura de alma tal vez, pase mi diestra por mi cabellera sacando una hebra de cabello que la puse en la pagina. – Protección por el resto de tu vida, no creps que soy una mala persona… solo cuido lo que me puede beneficiar… - era cierto, ¿Por qué proteger algo porque si? – Siempre estaré cuando necesites mi ayuda, del tipo que sea fuerza, brujería, sanación, hechizos todo lo que necesites – Torcí una media sonrisa, en realidad había sido un acto involuntario no de mi si no de la otra que escuchaba en mi interior en silencio, preparada para lo que siguiera – A cambio que describas como ves un retrato – suspire, aun aquello me tenia inquieta, necesitaba saber que mostraban mis ojos. No lo vez es claro, tus ojos nos muestran a las dos la confusión en tu interior muestra tu debilidad ante todo Constance…
Me quede en silencio escuchando a mi cabeza hablar, aquella ya me estaba atormentando no, ahora no dije para mi mientras avanzaba por un extraño sendero oculto entre arboles que ordenados en una hilera perfecta nos guiaban al centro del mismo bosque donde estaba mi estancia, mi hogar, mi mansión, mi vida – Solo tienes que decirme unas diferencias, y tendrás protección por siempre – volví a suspirar, en realidad hablar del cuadro me abrumaba me tenia inquieta pero era necesario para saber el ¿Por qué?. Pase saliva mientras mis pies avanzaban por aquel lugar, intentando tranquilizar mi interior, buscando que mi alma estuviera quieta no me gire para buscar a la gitana, no era necesario tenía un poco de fe que la curiosidad de ella seria más grande que el miedo que aparentaba tener.
Todo gitano nace con dones especiales – comencé hablar con suavidad, cada palara pronunciada correctamente - ¿Con cuales nació la bella princesa? – no sabía su nombre, así que dirigirme hacia ella como princesa era lo más educado, intentaba que no sonara sarcástico por qué no lo era, y conocía tan bien como me escuchaban así que mi tono suave era el único que podía amenizar momentos como este. A lo lejos el humo salía de una chimenea, no necesitaba de tantos lujos por fuera el verdadero valor de aquella morada estaba en su interior, de aquella forma mantenía alejado a los ladrones y maleantes. Llegue hasta donde comenzaba un pequeño camino de piedras que había mandado hacer hacia no mucho, pronto todo se haría un poco más claro. - ¿Aceptas? – fue la pregunta final, de ahí vendría una serie de formas, de maneras intentaría conocerla como yo le abriría un poco de mi, de mis secretos y virtudes, de mi y de ella.
Constance Käempffmann- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/03/2012
Re: El misterio de los grisaceos [privado]
O en verdad Soare era muy ingenua, o algo la llamaba a esa mujer con una fuerza contra la que simplemente no podía luchar. Porque ahí estaba, siguiéndole los pasos por el bosque, conocía su nombre, pero nada más, en el pasado, durante su viaje había estado en situaciones similares, incluso una vez una mujer hermosa como Constance, aunque de cabello castaño, la había llevado con falsas promesas a una casa a las afueras de una ciudad cuyo nombre no recordaba, al final había resultado que esa casa era un burdel y quería que Soare trabajara ahí, desde luego la gitana se rehusó y logró huir, era para que a esas alturas ya hubiese perdido toda fe en la gente y sin embargo, la mujer que evidentemente poseía poderes mágicos, la atraía como un imán al más elemental de los metales. La miró de soslayo, lucía algo atemorizante, esa seguridad y esa belleza eran una combinación que, utilizadas con inteligencia, podían conducir a la grandeza a su poseedor, Soare sabía que la gente no se dividía en bienhechores y bellacos, pero esta dama en especial le daba una sensación de curiosidad enorme, más que de seguridad, podía estar entrando a la boca del lobo, pero podía más ese deseo de responder las interrogantes que la invadían. En muchos aspectos la gitana era aún muy niña, no medía consecuencias la mayoría del tiempo, por eso estaba ahí, tan lejos de su caravana de cíngaros, siguiendo a una mujer de la que sí, no sabía prácticamente nada.
-Protección –musitó mirándola con los ojos aceituna bien abiertos y luego agachó la mirada pensando en la oferta y volvió a alzar el rostro cuando Constance continuó, escucharla hablar confirmó lo que ya sabía, las personas no eran buenas o malas, había demasiadas matizaciones en medio, la bruja por sí misma lo aceptaba, aceptaba hacer las cosas por su propio beneficio, para cuidar sus intereses-, ¿sólo eso tengo que hacer? –preguntó incrédula, aunque supo que muy seguramente dicho retrato debía tener algo especial como para significar tanto, quizá algún tipo de magia o una maldición, no podía decirlo con certeza –creo… creo que sí puedo hacerlo –aceptó y siguió caminando al lado de la mujer, divisó a lo lejos una casa que, al menos por fuera, no lucía espectacular.
-Me llamo Soare –respondió primero porque no le había dicho su nombre-, Soare Iordache –agregó con orgullo, aunque quizá el apellido no tuviera gran peso fuera de la gente errante calé –y bueno… -miró sus pies, sus pasos –puedo adivinar el futuro con muchos métodos, quiromancia, tarot, el café, runas, caracoles… pero mi método favorito y el más certero es el fuego, la piromancia –explicó –también puedo saber qué otras personas u objetos tienen poderes, por eso supe lo de ti y tu libro y controlo el aura, puedo hacer que mis otros poderes se incrementen si mi aura está en armonía –explicó, era sencillo hablarle de eso porque Constance también tenía poderes, no era como si fuese a juzgarla, otros, los ignorantes sobre la realidad gitana, solían tacharla de loca, o decirle bruja, cuando ese concepto distaba de su persona. Continuó caminando y asintió, primero muy levemente, un movimiento imperceptible y luego con más énfasis-. Acepto –dijo una vez que sus pies comenzaron a andar el camino empedrado que las conduciría a la casa.
-Puedo… puedo preguntar, ¿qué poderes posees tú? –porque sabía que los brujos tenías habilidades distintas, a sus ojos, más poderosas, aunque ninguno podía hacer lo que ella, algunos tenían premoniciones, pero éstas eran distintas al cómo ella adivinaba el futuro por ejemplo.
-Protección –musitó mirándola con los ojos aceituna bien abiertos y luego agachó la mirada pensando en la oferta y volvió a alzar el rostro cuando Constance continuó, escucharla hablar confirmó lo que ya sabía, las personas no eran buenas o malas, había demasiadas matizaciones en medio, la bruja por sí misma lo aceptaba, aceptaba hacer las cosas por su propio beneficio, para cuidar sus intereses-, ¿sólo eso tengo que hacer? –preguntó incrédula, aunque supo que muy seguramente dicho retrato debía tener algo especial como para significar tanto, quizá algún tipo de magia o una maldición, no podía decirlo con certeza –creo… creo que sí puedo hacerlo –aceptó y siguió caminando al lado de la mujer, divisó a lo lejos una casa que, al menos por fuera, no lucía espectacular.
-Me llamo Soare –respondió primero porque no le había dicho su nombre-, Soare Iordache –agregó con orgullo, aunque quizá el apellido no tuviera gran peso fuera de la gente errante calé –y bueno… -miró sus pies, sus pasos –puedo adivinar el futuro con muchos métodos, quiromancia, tarot, el café, runas, caracoles… pero mi método favorito y el más certero es el fuego, la piromancia –explicó –también puedo saber qué otras personas u objetos tienen poderes, por eso supe lo de ti y tu libro y controlo el aura, puedo hacer que mis otros poderes se incrementen si mi aura está en armonía –explicó, era sencillo hablarle de eso porque Constance también tenía poderes, no era como si fuese a juzgarla, otros, los ignorantes sobre la realidad gitana, solían tacharla de loca, o decirle bruja, cuando ese concepto distaba de su persona. Continuó caminando y asintió, primero muy levemente, un movimiento imperceptible y luego con más énfasis-. Acepto –dijo una vez que sus pies comenzaron a andar el camino empedrado que las conduciría a la casa.
-Puedo… puedo preguntar, ¿qué poderes posees tú? –porque sabía que los brujos tenías habilidades distintas, a sus ojos, más poderosas, aunque ninguno podía hacer lo que ella, algunos tenían premoniciones, pero éstas eran distintas al cómo ella adivinaba el futuro por ejemplo.
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Re: El misterio de los grisaceos [privado]
La gitana se ganaba los puntos, sabia como manejar aquellas situaciones y simplemente eso me pareció magnifico, realmente podía ser yo la que saliera beneficiada de aquel simple tratado realmente lo dudaba, mi protección era algo que a pocas personas les había dado, una niña recién nacida que se debatía entre la vida y la muerte, ella fue la primera que protegí vivió bajo mis ojos hasta que su corazón no pudo mas, cuarenta y cinco años tenía ya en ese entonces, vele por ella para mi beneficio ella me albergo en su hogar en mi primera reencarnación, todos queremos algo a cambio y desde ahí me di cuenta que mis poderes podían servir para algo mas que hacer el bien o el mal, proteger era digno de las personas con mayores capacidades y no era que subestimara a la gitana pero mis años de vida me ayudaban a tener una confianza sobrenatural de mi misma.
Escuche su nombre y fue la pieza que calzaba en aquel ajedrez, acaricie mi libro y gire mi cabeza primero y luego mi cuerpo – Sol… - pronuncie lentamente y le mostré la portada del libro, en la cual yacía entallado un Fénix, que en su tiempo brillaba con pintura dorada, detrás del había un circulo flameante más conocido como el astro sol, por primera vez en mucho tiempo sentí esas ganas de sonreír y así lo hice, ella Soare era la primer que veía el vestigio de alegría en mi rostro mi sonrisa que oculto siempre, sus poderes fueron oídos y sonreí aun mas, curiosos casos de la vida, definitivamente nuestro encuentro había sido pactado hacía mucho tiempo atrás pensé, pero no dije nada – Eres simplemente perfecta – hice una venia, en forma demasiado cordial demostrando mi respeto por y hacia ella.
Me gire y continúe caminando en silencio hasta llegar a la puerta que dividía dos mundos en ese bosque, ella me había preguntado por lo que yo sabía hacer ¿y qué mejor manera que demostrárselo? En la palma de mi mano derecha puse una llave oxidada y vieja me corrí hacia atrás para que ella pudiera ver y cerrando mis ojos me apodere de aquella pieza de bronce, la llave se movió y comenzó a levitar hasta llegar hasta la cerradura – Tengo la capacidad de adherir mi alma a objetos inanimados y darle vida o movimiento esto se le hace llamar Titiritero – sonreí y gire la llave con mis manos hasta que se escucho un clic – Premonición y posesión – estaba segura que aquellos dos no eran necesarios explicárselos sus nombres hablaban por si solos. Abrí la puerta y de inmediato sonaron los palos de bambú que colgaban detrás de esta, hacia años me habían mencionado que aquel sonido hacía llamar a los ángeles así que como buena bruja, supersticiosa era. El aroma a menta inundo mi nariz – Adelante, bienvenida a mi mundo – le llamaba así por que el interior de aquella casa contenía de lujos, cuadros, mesas antiguas todo perfectamente ordenado, limpio y maravilloso, lo primero que se veía al entrar era una mesa de madera perfectamente tallada a mano con varios motivos de hojas ahí deje la llave y seguí caminando hasta llegar a la sala donde los sofás eran enormes y bastante cómodos, todo decorado con tonos rojos y dorados – Ponte cómoda – estire mi mano hacia los sofás y ahí en medio había una pequeña mesa de roble rustica ya que carecía de un tallado sobre ella habían un pequeño cojín de satín y seda negra ahí descansaba mi querido libro. – El libro nos escoge de alguna manera – susurre y mirándola con cierto carisma me fui hasta el umbral que separaba aquella sala con la gran cocina – ¿Deseas un té de menta? – necesitaba de ese brebaje de alguna forma purificaba mi alma y siempre lo tenía listo para mi regreso a casa, en una bandeja de plata y todo el juego de tazas y tetera del mismo material fui hasta ella y tomando asiento puse todo en otra mesita bien pequeña.
Veras tres cuadros, cada uno de ello es diferente entre sí, necesito que me digas la diferencia entre ellos y con el ultimo… - suspire ya que ese era mi pequeño conflicto interno – ver la diferencia y semejanza conmigo- dije al fin mientras servía el té y lo llevaba a mis labios, estaba tibio justo para la época, para la sed.
Escuche su nombre y fue la pieza que calzaba en aquel ajedrez, acaricie mi libro y gire mi cabeza primero y luego mi cuerpo – Sol… - pronuncie lentamente y le mostré la portada del libro, en la cual yacía entallado un Fénix, que en su tiempo brillaba con pintura dorada, detrás del había un circulo flameante más conocido como el astro sol, por primera vez en mucho tiempo sentí esas ganas de sonreír y así lo hice, ella Soare era la primer que veía el vestigio de alegría en mi rostro mi sonrisa que oculto siempre, sus poderes fueron oídos y sonreí aun mas, curiosos casos de la vida, definitivamente nuestro encuentro había sido pactado hacía mucho tiempo atrás pensé, pero no dije nada – Eres simplemente perfecta – hice una venia, en forma demasiado cordial demostrando mi respeto por y hacia ella.
Me gire y continúe caminando en silencio hasta llegar a la puerta que dividía dos mundos en ese bosque, ella me había preguntado por lo que yo sabía hacer ¿y qué mejor manera que demostrárselo? En la palma de mi mano derecha puse una llave oxidada y vieja me corrí hacia atrás para que ella pudiera ver y cerrando mis ojos me apodere de aquella pieza de bronce, la llave se movió y comenzó a levitar hasta llegar hasta la cerradura – Tengo la capacidad de adherir mi alma a objetos inanimados y darle vida o movimiento esto se le hace llamar Titiritero – sonreí y gire la llave con mis manos hasta que se escucho un clic – Premonición y posesión – estaba segura que aquellos dos no eran necesarios explicárselos sus nombres hablaban por si solos. Abrí la puerta y de inmediato sonaron los palos de bambú que colgaban detrás de esta, hacia años me habían mencionado que aquel sonido hacía llamar a los ángeles así que como buena bruja, supersticiosa era. El aroma a menta inundo mi nariz – Adelante, bienvenida a mi mundo – le llamaba así por que el interior de aquella casa contenía de lujos, cuadros, mesas antiguas todo perfectamente ordenado, limpio y maravilloso, lo primero que se veía al entrar era una mesa de madera perfectamente tallada a mano con varios motivos de hojas ahí deje la llave y seguí caminando hasta llegar a la sala donde los sofás eran enormes y bastante cómodos, todo decorado con tonos rojos y dorados – Ponte cómoda – estire mi mano hacia los sofás y ahí en medio había una pequeña mesa de roble rustica ya que carecía de un tallado sobre ella habían un pequeño cojín de satín y seda negra ahí descansaba mi querido libro. – El libro nos escoge de alguna manera – susurre y mirándola con cierto carisma me fui hasta el umbral que separaba aquella sala con la gran cocina – ¿Deseas un té de menta? – necesitaba de ese brebaje de alguna forma purificaba mi alma y siempre lo tenía listo para mi regreso a casa, en una bandeja de plata y todo el juego de tazas y tetera del mismo material fui hasta ella y tomando asiento puse todo en otra mesita bien pequeña.
Veras tres cuadros, cada uno de ello es diferente entre sí, necesito que me digas la diferencia entre ellos y con el ultimo… - suspire ya que ese era mi pequeño conflicto interno – ver la diferencia y semejanza conmigo- dije al fin mientras servía el té y lo llevaba a mis labios, estaba tibio justo para la época, para la sed.
Constance Käempffmann- Hechicero Clase Alta
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