Detrás del misterio [privado]

Era media tarde en territorio francés y la baronesa británica apenas llevaba un corto tiempo en la capital. Aún era incierto el tiempo que permanecería allí, pues a pesar de que tenía asuntos que atender en Inglaterra y otros más en Rumania, estaba decidida a realizar algunas indagaciones sobre la desaparición y posterior fallecimiento de su gemela. Las circunstancias seguían siendo muy extrañas y algo no cuadraba del todo, además de que su fuero interno le decía que había mucho más en la historia de los supuestos últimos días de Devina que lo que las autoridades le habían narrado.

No era Selina el tipo de mujer poco práctica y sentimental, a pesar de sus jóvenes años, y de hecho, en nada se parecía a las otras mujeres de la nobleza que a su edad se dedicaban a presentarse en reuniones y bailes. A ella siempre le habían atraído los espacios abiertos y las reliquias enterradas bajo tierra o en cuevas olvidadas de la mano de Dios. Podía pasar semanas traduciendo antiguos escritos en viejos pergaminos o en antigüedades recién descubiertas, olvidándose incluso de comer o de dormir, tal era su abstracción. Aunque por supuesto no podía dejar de lado tampoco sus obligaciones de cazadora y sus investigaciones respecto a sus propios antepasados.

El motivo de su salida de ese día llevaba doble propósito, por un lado se dirigía a visitar las ruinas de un monasterio localizadas en las afueras de la ciudad y por el otro seguía una pista acerca de los avistamientos de sobrenaturales en sus cercanías. Para quien la viera no era ella más que una joven que se paseaba por el lugar y a menos que la escuchasen hablar y se percatasen de su acento británico ni tan siquiera una extranjera. El que siempre llevase armas debajo de su ropa, en los lugares más estratégicos, hacia los cuales los ojos de la gente de bien no se atrevería a dirigir la mirada ni tan siquiera considerar por simple y llano pudor, constituía también una ventaja.

Así fue como llegó a la zona y despidió al cochero indicándole a que hora debía regresar, ya que el carruaje no podría seguir avanzando a partir de allí. Le había tomado medio día alcanzar el lugar por lo que deseaba aprovechar el tiempo que le quedaba hasta el momento en que se ocultase el sol. El lugar se encontraba aislado, localizado en las afueras de la ciudad, poblado de árboles y una vegetación tan descuidada que en ocasiones cubría ante sus ojos el camino hacia las ruinas que debía de haber sido visible. Así fue como se vió obligada a recurrir a su orientación, sabía que debía seguir hacia el norte, por lo que aceleró la marcha y finalmente comenzó a correr.

Corría entre los árboles, se detenía a cortar ramas cuando estas le estorbaban y avanzaba en su camino. Sus hábiles piernas le permitían seguir así su recorrido, al igual que las botas que llevaba puestas, y únicamente se detuvo cuando volvío a distinguir el camino que ahora se tornaba nuevamente visible.

Intuyó que ahora estaba muy cerca de su destino, y así fue. A tan solo unos metros de distancia sus azules ojos distinguieron la antigua construcción, amplia y enorme pero igualmente derruida en muchas partes, aunque a primera vista aún no alcanzaba a verla completa. Habían muchas leyendas en torno a ella según había escuchado.

Una de las más populares contaba que los monjes que habitaban el lugar habían caído presas de una maldición la cual les había conducido al exterminio de sus propios compañeros. Otra afirmaba que no era sensato visitar el antiguo lugar santo pues ahora estaba maldito y quien se acercase corría el riesgo de no regresar. Sea como fuere una sonrisa se dibujó en sus labios al alcanzar la entrada de las ruinas, siempre le gustaron los misterios y este frente a ella no sería la excepción.

Selina observó con el rabillo del ojo el movimiento de una sombra desde su derecha pero en un principio no le prestó mucha atención al estar concentrada en recorrer con la mirada la alta fachada del monasterio. Una oleada de excitación le recorrió de la cabeza a los pies al detectar la entrada y observar a ambos lados de la misma a un par de gárgolas de piedra que le brindaban a la construcción un estilo gótico, lo cual acrecentó el deseo de atravesarla y descubrir lo que se ocultaba en su interior.

Había venido preparada por supuesto, cargaba sobre la espalda un bolso con todo aquello que creyó que podría necesitar para una excursión de este tipo, y al parecer aún brillaría un poco más el sol en el cielo, lo cual constituía una ventaja. Sin embargo y para su mayor contrariedad, se vió obligada a detener involuntariamente sus pasos al ser interceptada por la sombra, la cual en realidad no lo era, sino más bien tratábase de un hombre que saliendo de la nada le bloqueó el camino, como si fuese el dueño del mismo.

Abrió los labios para hablar pero los detuvo al posar la mirada sobre él, descubriendo así el blanquecino tono de su cabellera que de inmediato capturó su atención. Contempló su interesante aspecto con cierta fascinación, ya que el hombre no era de edad avanzada, sino más bien alguien que parecía aventajarle alrededor de una década, aunque dichas contemplaciones no perduraron y una de sus rubias cejas se alzó en respuesta al apremio en su voz y la amable selección de palabras que usó para decirle que se fuera del lugar.

-Bien Jake.- contestó indicándole con su dedo índice que se hiciese a un lado. -Ya has dicho lo que tenías que decir ahora permíteme ignorar tu advertencia y seguir adelante, pues es precisamente a la abadía adonde me dirijo.- No tenía tiempo para perder con alguien que al parecer debía estar influenciado por la superstición del lugar. Algo impaciente lo rodeó pasando a un lado de él, aunque de inmediato un extraño y repentino frío heló sus huesos y una sombra se extendió como un oscuro velo sobre el lugar, logrando de repente que pareciese que ya había caído la noche aunque ¿cómo era posible que ya hubiera oscurecido si según sus calculos aún faltaban dos horas para que fuese así?

-Dado que no queda otro remedio habrá que ver que hay exactamente frente a nosotros.- Continuó avanzando y al alzar la mirada hacía las gárgolas le pareció como si estas hubieran cambiado su pacífica expresión anterior por una amenazadora y como si sus antes plegadas alas se extendiesen deseando lanzarse sobre ellos. Fuese o no su imaginación no se detuvo a averiguarlo, notando que su improvisado acompañante seguía la misma dirección aceleró el paso para atravesar el trecho que les separaba de las largas puertas dobles que les invitaban silenciosamente a entrar y al notar que no estaban selladas, las abrió, pisando el interior del recinto para encontrarse en la mas completa y absoluta oscuridad.

-Soy Selina.- No tenía idea de por qué se presentaba en ese momento, pero si de verdad estaban atrapados valía la pena intercambiar nombres con quien podría ser la última persona a quien le dirigiera la palabra. Sacó una vela de su bolso y encendiéndola miró a su alrededor.

Selina observó a su alrededor antes de detenerse a observar lo que hacía el hombre que se había presentado como Jake. El lugar era lúgubre, demasiado para tratarse de una antigua abadía y en nada parecido a otras que había visitado anteriormente. El aire se concentraba tornándose pesado y húmedo pero había algo más que todo aquello, un olor extraño y corrosivo que dudaba que proviniese simplemente de las paredes. Sin embargo ante todo siempre había sido una investigadora y no solía saltar a conclusiones precipitadas por lo que aún deseaba ver más de lo sea que hubiese allí.

-Aún si quisiera separar direcciones no parece haber más que una sola a seguir.- La arquitectura que se presentaba frente a ellos se volvía estrecha y luego volvía a ampliarse en forma de un salón principal adonde abundaban las telarañas y el polvo. -Para ser honesta no tenía idea de con qué me toparía al venir.- Hasta el momento no había nada interesante que ver, algunos muebles en mal estado, demasiado desgastados por la humedad y el paso del tiempo como para ser considerados reliquias. Quienes sellaron el lugar debieron hacerlo con bastante apremio ya que ni tan siquiera se molestaron en sacar todo lo de adentro primero.

Mientras escuchaba a su acompañante la vela que llevaba en la mano se apagó y aunque realizó varios intentos por volver a encenderla fue inútil. Desistió y tuvo que apelar a la luz de la antorcha. Por la manera en que hablaba dedujo que no era un aldeano que vivía simplemente alrededor de la zona como asumió en un principio. -Dígamos que si escuché esa historia, al igual que escuché acerca de la maldición. En cuanto a la Inquisición jamás me uniría a ella, prefiero trabajar sola a estar rodeada de fanáticos por lo que resulta acertada tu otra suposición acerca de mi.- Lo miró con el rabillo del ojo. La verdad es que él podía ser cualquier cosa, incluyendo uno de los recién mencionados hombres de la Iglesia.

Al estar él cerca capturó con la mirada el exacto momento en que sacaba un frasco y bebía el contenido, que por su olor no parecía ser para nada licor. No era realmente necesario preguntarle que era él, toda esa plática acerca de haber visto su aura y la manera en que se conducía le indicaba que estaba frente a un hechicero. Y había algo en cuanto a los hechiceros, no siempre se podía confiar en ellos ni en sus motivaciones, por lo que el descubrimiento no le inspiró la mayor de las confianzas.

-¿Qué hace un hechicero en un lugar maldito?- Sus ojos azules se detuvieron en su rostro y le observaron interrogantes pero igualmente con curiosidad. A diferencia de él no podía ver auras ni practicaba la hechicería por lo que debía basarse más en la observación y en el instinto. Tampoco era inmune a que el lugar le inquietase pero años de práctica le habían enseñado a poner las inquietudes a un lado y mantenerse serena, a pesar de que ocasionalmente llegase a sentir un escalofrío en la espina dorsal cuando se enfrentaba a algo sobrenatural.

-No es una idea descabellada, pero algo me dice que no será tan fácil encontrarla.- Con él al lado abrió la siguiente puerta que los guió a un pasillo adonde de una forma extraña la abadía se tornaba más fría y un juego de sombras se movía a lo largo de la pared mientras caminaban. La cazadora las veía con el rabillo del ojo sabiendo perfectamente que no eran la suya propia ni la de Jake, e intuyó que él también las veía. Algo se encontraba con ellos desde que habían entrado y en ese momento se encontraba igualmente presente, limitándose a dejarles avanzar a lo largo de un pasillo que parecía no terminar nunca.

Sacó un pequeño frasco de su bolso, tomó un trago del licor que contenía y comenzó a cantar en inglés. Keep right on to the end of the road, keep right on to the end, tho' the way be long, let your heart be strong, keep right on round the bend.

El emotivo canto aún brotaba de los labios de Selina y únicamente se detuvo cuando estos probaron otro trago del aguardiente que llevaba en el frasco, una mezcla de anís y brandy que le animaba tanto como lo hacía el cantar. Sus ojos se desviaron a un lado al escuchar la aprobación del hombre, la cual le sorprendió y le hizo sonreir un poco antes de reir de buena gana cuando escuchó que había llegado a la abadía por turismo. Por un momento incluso se olvidó de las sombras pero la apacible pausa no duró.

Frente a ellos se presentó de la nada un espectro, por lo que la joven cazadora detuvo sus pasos apretando los dientes. De nada valía apelar a las armas tradicionales, asunto que no le agradaba para nada. No había manera de lastimar a alguien que ya había fallecido hace mucho y que por ende no tenía debilidad alguna, aunque tras un intercambio de palabras entre la aparición y Jake, esta demostró ser benévola. ¿Por qué demonios debía poser una voz de ultratumba para acompañar su aspecto tenebroso? ¿Era una cualidad que se adquiría al morir o lo hacían deliberadamente para provocar apoplejías?  

-El buen Tristán sabe tanto como nosotros.- dijo Selina, una vez este hubo desaparecido tan rápido como se había presentado. En ese momento reparó en los ojos de su acompañante que habían adquirido un aspecto felino debido a su luminiscencia, y que seguramente era resultado de lo que había bebido anteriormente y que aparentemente agudizaba el sentido de la vista en él.

-¿No tendrás un poco más de ese brebaje y querrás compartirlo conmigo?- Era la primera vez que veía un efecto así en los ojos de alguien y resultaba interesante pensar en las posibilidades que surgirían al poseer dicha pócima, pero no esperaba realmente que la compartiera con ella. La mayoría de los hechiceros se negaban a compartir sus hechizos y brebajes con alguien ajeno a sus órdenes o aquelarres.

Alzando la antorcha caminó hacia la diestra de ambos. En las paredes habían diversos dibujos hechos seguramente por los religiosos antes de morir pero parecían obra de gente enloquecida y no esclarecían el misterio. Eran sólo garabatos en los que se veían monjes heridos de muerte de los cuales manaba sangre y otros con cuernos en sus cabezas simbolizando demonios que les perseguían y atormentaban.

-¿Crees que estamos condenados como afirmó la aparición? Incluso las sombras parecen haberse retirado... al menos por ahora.- Por supuesto se negaba a creer remotamente que no saldrían nunca de allí, y mucho menos lo haría sin haber tratado de utilizar antes todos los recursos posibles. Se detuvo de nuevo al alcanzar la puerta señalada, sus dedos se mantuvieron quietos unos segundos sobre el pomo antes de girarlo y abrir para dar un paso hacia el interior. Antes de poder ver nada escuchó una voz que más bien parecía el rugido de una bestia. -¡¡¡Marchaoooos!!!!-

La cazadora alzó la mano y con ella detuvo una lanza que en ese momento acababa de ser enviada hacia ellos. La aparición del padre Armand flotaba en medio de la habitación y se cernía  sobre ambos, grande, amenazadora, y letal. -No tenéeeeis nada que haceeer acáaaa con mis librooooos.- volvió a rugir lanzando un viento helado por toda la habitación que azotó sus rostros.

-Al parecer el encierro le ha irritado.- comentó la joven antes de realizar una pirueta y así evadir ahora un mazo con púas que la aparición acababa de arrancar de la colección de armas que estaba desplegada en una de las cuatro paredes para realizar un nuevo lanzamiento hacia ellos. El nuevo monje no era tan benévolo ni tan piadoso como el anterior...

El ataque por parte del fantasma continuó sin interrupción y este se las ingeniaba para hacer uso de todo objeto presente en la habitación y convertirlo igualmente en algo peligroso al lanzarlo violentamente contra ellos. Mientras ambos evadían los objetos sus oídos escucharon las palabras del hechicero y sin pensarlo dos veces se colocó detrás de él, intuyendo que este crearía una barrera mágica, cosa que efectivamente hizo y que ahora le permitiría gozar de un momento para analizar la situación.

En medio de objetos flotantes que tras atravesar volando la habitación chocaban contra la barrera que les protegía, sus ojos encontraron la preciada biblioteca, la cual permanecía intacta. Sus pensamientos corrieron rápidamente en su mente estudiando la mejor manera de llegar a ella cuando todos estos se desvanecieron abruptamente yéndose al demonio.

Los labios del hechicero acababan de colisionar con los suyos sin previo aviso para así moverse contra ellos en un beso nada casto, sino más bien profundo y tan intenso que le robó todo aliento. La mano masculina le tenía aferrada de la cintura tan fuertemente que su fina figura quedó pegada a la de él logrando así que olvidase toda noción de realidad durante el instante que duró.

-DEMONIOOOO DE CABELLO BLANCOOO MANCHAS ESTE LUGAR SACROOO... CON FORNICACIOOONNN!!!- Escuchó el rugido en cuanto el beso se rompió y de esa manera volvió de inmediato al presente. La figura del espectro ahora dirigía toda su atención y su ira hacia el hechicero arrojando a diestra y siniestra todo lo que era posible encontrar aún intacto en ella. En el rostro de Selina se dibujó una sonrisa ladeada al ver que ahora el camino hacia la biblioteca quedaba libre, así que corrió hacia ella con extrema rapidez y trepándose en sus estantes, tomó uno de los libros al azar.

-Nu-uh-uh. Padre, ¿adónde quedó la benevolencia instruída a vuestra religiosidad durante los maitines?- Selina chasqueó la lengua reprobatoriamente y dijo con aire casual. -Me pregunto, ¿alguno de estos libros contendrá algo de esa doctrina, o más bien fue vuestra laboriosa mano la que registró el contenido de estas páginas? Sería una pena perderlo todo por un pequeño descuido.- Su mano libre acercó peligrosamente el libro abierto al fuego de la antorcha que aún llevaba en la otra.

La aparición giró hacia ella al escucharla y al ver lo que hacía olvidó el previo ataque. -Nooo os atreveríaaaaaissssss.- En el transparente rostro se transpiraba repentino terror.

-No sé padre.- Selina lo observó con aire inocente. -No aprecio del todo que me llamen fornicadora. Podría prestarse a malas interpretaciones, ¿me entiende?- Su mano realizó pequeños movimientos con el libro sobre la flama, de manera que este  apenas se libraba de quemarse. -Mi acompañante y yo solo queríamos obtener algunas respuestas. No es que no nos agrade el lugar pero comprenderá que no querramos terminar como usted. No es nada personal.-

La aparición comenzó a reducir su tamaño hasta volver al de un hombre de estatura normal. -No... nooo hagáaaaais nada a mis librooos.- Selina sonrió de medio lado. -Siempre y cuando olvideís esa tontería de atacarnos. Tenemos asuntos apremiantes que tratar. ¿No es así Jake?- Sus ojos se detuvieron en él observándole con cierta intensidad y luego regresaron al fantasma, sin abandonar el pequeño juego de su muñeca con el libro.

Selina se encontraba de lo más entretenida jugando con el libro en su mano y así hubiera seguido pero detuvo el movimiento de los dedos de inmediato en cuanto se percató de que el fantasma se rendía, y lo hacía en buen momento puesto que la habitación era un caos total, con apenas espacio para caminar, y una pila de objetos destruidos por todos lados.

-Nosotros padre prometemos no dañar sus libros...- escuchó decir al hechicero. Bueno, ella no estaba realmente prometiendo eso, pero lo que el espectro no sabía no le alteraría...

Abandonó el libro sobre uno de los estantes y con el rabillo del ojo observó a su acompañante quien ahora se mostraba bastante respetuoso con el monje. La cazadora sonrió levemente notando su cambio de actitud. Mentiría si se dijera que no le intrigaba el hechicero o que no le agradaba mirarlo, pero no era el mejor de los momentos para ahondar en por qué lo encontraba atractivo o preguntarse si siempre daba besos de improviso para crear distracciones.

La joven apretó los dientes cuando el espectro repentinamente le atravesó congelándola con su frío fantasmal desde adentro hacia afuera. Fue una sensación extraña que hizo que con los vellos erizados se abrazara la cintura. -Una cruz...- Resultaba bastante enigmático lo que les leía en voz alta. Pero había algo en la mención de ese objeto... Qué recordaba sobre las tierras del este? 

-¿Eso es todo?- sus dedos arrebataron el diario al de la sotana, confirmando que en efecto, eso era todo. La joven se mordió el labio inferior, pensativa. -Díganos, padre, ya que todos ustedes están encerrados aquí ¿Dónde está el padre Jean Bautiste?-

El espectro la miró con desconcierto y se llevó la mano a la barbilla. -No diga padre, no lo recuerda... Igualmente no recuerda dónde está la cruz ¿no es cierto? ¿Usted nos guiaría hasta la capilla?- El fantasma la observó con una expresión aún más aterrorizada que cuando había amenazado con quemar sus libros. Incluso, parecía temblar y se le veía más chico como si estuviera a punto de desvanecerse tornándose en nada. -Noooo puedoooo regresaaaar allí. Está prohibidoooo. Nooooo pueeeedooooo.-

-Está bien padre, sólo díganos como llegar.- dijo intentando calmarlo antes de que  perdiera la cabeza o lo que sea de lo cual estaban hechas las apariciones.

Las indicaciones fueron salir por la puerta lateral, continuar por el pasillo, doblar a la derecha, pasar las celdas adonde dormían los monjes y dar con una puerta de metal, atravesarla y encontrar la capilla en medio de lo que anteriormente había sido un jardín interior y que ahora estaba completamente muerto. -Gracias.- Selina le hizo una reverencia, si no se hubiera tratado de un espectro le habría besado la mano.

Acto seguido le hizo una indicación con la cabeza a Jake para que la acompañara y abandonaron la biblioteca. -Si lo que Jean Bautiste veneraba era una cruz de un santo me cambiaré el nombre.- Caminó pensativa. -Los Carpatos está lleno de leyendas de dem...-

La frase quedó en el aire. Sus tímpanos casi explotaron por el estruendo. Detrás de ellos toda la estructura de la abadía se derrumbó, tragándose la biblioteca e igualmente al padre Armand, y amenazando con colapsar igualmente adonde se encontraban. Las paredes se sacudieron violentamente y grietas surgieron en su superficie al igual que en el suelo. Parecían estar en medio de un terremoto. Susurros inhumanos llegaron hasta ellos con una advertencia: -Nolite ire... nolite ire... hic est... vult sanguine tuo...-

El hechicero había escuchado las voces al igual que ella pero lo más apremiante no era intentar averiguar de donde provenían exactamente sino buscar la manera de salir ilesos del derrumbe que ya habiéndose llevado todo atrás sacudió los cimientos igualmente por delante de ellos. Correr ya no era una opción factible, acababa de cerrarse toda vía de escape.

Entonces sus oídos volvieron a ser afectados por un estruendo aún mayor, el de las paredes circundantes que acababan de ceder, pero ya no alcanzó a ver nada, tan sólo escuchó el grito del hechicero y como este la tumbaba sobre el suelo. Por instinto cerró los ojos, segura de que el techo se desplomaría encima de ellos, y así permaneció un momento sin atinar a respirar para luego abrirlos sorprendida.

Alrededor de ellos había una barrera que les protegía y a tan solo unos centímetros de su rostro estaba el de Jake. Selina observó los ojos rasgados que estaban fijos en los suyos e igualmente sintió como su aliento se mezclaba con el de ella, y era este cálido al igual que lo era su cuerpo al estar ahora sobre el suyo, de manera que le permitía percibir la respiración del hechicero a través del movimiento de su firme torso, aunque su respiración era más agitada que la ajena.

Entonces la barrera se rompió y ambos se pusieron de pie. Se agachó a recoger su bolso, ocultando así el apreciable rubor de su rostro, pero sus latidos aún iban muy a prisa y ella sabía que no era por la ilusión que acababan de presenciar. -Estoy bien ¿y tú?- Recogió igualmente la antorcha que se encontraba tirada en el suelo y que se había apagado. Miró a ambos lados notando como todo volvía a mostrarse intacto y escuchó la odiosa risa que aún hizo eco en el pasillo antes de difuminarse.

-Alguien tiene un pésimo sentido del humor.- Meditó en la pregunta que le formulaba su acompañante. -Hace un momento te hubiera respondido que fuésemos directo a la capilla pero después de lo que acababa de suceder lo más sensato es hacer lo que indicas e investigar un poco más acerca de... eso. Y luego ir a enfrentarlo.- El ente se molestaba bastante en intentar desviarlos del camino. Tenía algunas sospechas sobre lo que era pero no era tan atolondrada como para no hacer una pausa e investigar más.

-Vamos con el abad.- Encendió la antorcha y lo observó a los ojos un momento. -Y Jake... no soy tan petit como crees.- No le dió tiempo a responder sino que se adelantó siguiendo ahora el nuevo rumbo hacia el norte. Después del engaño anterior todo parecía estar inusitadamente tranquilo. Pronto alcanzaron el área de los claustros.

-¿Y ahora como sabremos cuál es el del padre Francisco?- Se extendía toda una hilera frente a ellos a ambos lados de un largo pasillo. Abrió la primera puerta y no vió a nadie en su interior. Excepto una pequeña mesa, una silla, una cruz en la pared y una cama. Los monjes se tomaban en serio la vida en austeridad. La visión de la cama le hizo preguntarse que hora sería. El reloj de oro que cargaba en su bolsillo se había detenido y en ese lugar era imposible llegar a definirla.

-¿Por qué "eso" se tomaría la molestia de querer asustarnos con el derrumbe? Será que después de todo nos teme...- dejó la idea en el aire, giró y lo contempló en silencio un momento. -Gracias por... ya sabes, la barrera. No teníamos manera de saber que el derrumbe era falso.-

A pesar de la austeridad de los claustros los azules ojos de la cazadora se detenían con atención en cada uno, repasando los detalles por si acaso hubiese en ellos algo de particular relevancia que no hubiese que pasar por alto. -Nadie está exento de temor, trátese de un mortal o inmortal, siempre habrá un talón de aquiles aunque esté escondido detrás de un poder tan grande que ante los demás pareciese indestructible.- respondió a su vez, encogiéndose ligeramente de hombros.

Su mirada entonces volvió a dirigirse a él, cuando ya entraba en el siguiente claustro y se acariciaba la barbilla sin notar que la rubia ceja femenina acababa de arquearse al oir su respuesta. -No podia dejarte morir de ese modo- eran palabras profundas que no se escuchan a menudo, pero las dijo de forma tan rápida y displicente, que en realidad era como si hubiese dicho - No hay que darle importancia.-  

Estaba a punto de añadir algo al respecto cuando repentinamente Tristán acudió al llamado del hechicero con tanta facilidad que parecía haber estado a tan solo un claustro de distancia. ¿Era en realidad tan fácil invocarle o contaban con más vigilancia de la que intuían? No se podía confiar en los fantasmas, aunque estos deambulasen con hábitos de monjes, tal y como lo había demostrado Armand, y especialmente porque aún no quedaba del todo clara la finalidad por la cual Jean Bautiste les había enviado al presente limbo en el cual se encontraban.

Aunque por el momento el monje parecía tan desconcertado y ávido de obtener respuestas como ellos ya que se decidió a guiarles a pesar de su constante gesto reprobatorio ante la presencia de ambos. -No se moleste padre Tristan. No hay reproche en expresar la verdad y lo cierto es que el abad igualmente tenía derecho a ser recompensado con mayores comodidades teniendo mayores y más importantes ocupaciones que ustedes. ¿No es así?- La joven baronesa ocultó una sonrisa ante la expresión indignada del fantasma que a las claras dió a entender que no consideraba que sus propias ocupaciones fueran menores que las del abad, tras lo cual repasó con una nueva y distinta mirada los mencionados beneficios de su superior.

Su atención se desvió nuevamente hacia Jake que en la recámara del abad se había concentrado en la lectura de un libro. Se acercó a él y se detuvo a su lado para leer a su vez el párrafo que había sido marcado. Después de leído el mismo su expresión se tornó seria, no es que estuviera sorprendida por las reveladoras líneas ya que algo había ya intuido desde la biblioteca de Armand pero ahora se confirmaba su sospecha. -Un demonio inferior pero deseoso de poder que pudo haber encontrado la manera de amplificarlo gracias a la obsesión de Jean Bautiste...- fue lo que dijo y no había ni siquiera terminado de hacerlo cuando el claustro se sacudió violentamente agrietando las paredes.

Una nueva presencia irrumpió frente a ellos y era más ominosa que la de los espectros anteriores aunque no similar. Un hábito oscuro le envolvía y su rostro más bien parecía un profundo pozo negro en el cual en lugar de ojos resplandecían dos terribles y enrojecidas flamas. La piel de Selina se erizó al presentarse en el claustro un frío de muerte, similar al que sintió cuando le atravesó el padre Armand pero mucho más intenso.

El aire se tornó pesado con la llegada de la presencia oscura la cual dirigió el movimiento de su brazo hacia Tristán, quien apenas alcanzó a reconocerle y pronunciar -Jean Ba...- antes de ser lanzado violentamente fuera del dormitorio, como si se tratase de una molesta partícula de polvo que se desintegrase en la nada. Retumbó en los oídos femeninos la voz del recién llegado, siendo similar al siseo de incontables de víboras de cascabel moviéndose al únisono. -SE LES ADVIRTIÓ NO SEGUIR ADELANTEEE PERO OS NEGÁIS A OBEDECEEER. AHORA PAGARÉEEEEIS CON VUESTRAS VIDAS POR ATREVEROS A DESAFIAAARLEEEE!!!!-

La presencia dirigió su brazo hacia ellos por lo que la cazadora empujó rápidamente a Jake, causando que ambos cayesen detrás del escritorio que, para ser honestos, le pareció que era insuficientemente grande para estar a la altura del momento. -Comienzo a hartarme de los entes malhumorados y de sus desatinados delirios.- Apretó los dientes mientras el errado golpe de Jean Bautiste destruía la pared directamente detrás de ellos.

-Diablos.- Selina había caido en el claustro contiguo justo antes que su acompañante. Se incorporó con rapidez y notó que el cóctel del hechicero había funcionado. Efectivamente, no había fantasma a la vista. -Al parecer tu amiga es una mujer de interesantes recursos.- Sonrió de lado observando como los ojos masculinos cambiaban, posiblemente el efecto de la pócima se había disipado, y si bien era cierto que el color verde de sus ojos era bastante atrayente no dejó de llamarle la atención la cotracción del iris. -Y bastante generosa para compartirlos.- La fina ceja rubia se arqueó al mirarlo mientras su sonrisa se acentuaba.

Asintió con un movimiento de cabeza en respuesta a la pregunta de si se encontraba bien, y emprendió la marcha abandonando el claustro observando como él le acompañaba de cerca. -Después de los pequeños inconvenientes acontecidos aún te agrada este lugar turístico? ¿No hubieras preferido un recorrido en Le Château de Versailles?- preguntó con su particular sentido del humor mientras ajustaba las cintas del bolso que llevaba en su espalda.

Avanzó caminando junto a la pared, tocando esta con las yemas de sus dedos para guiarse mientras intentaba ajustar su mirada a la penumbra reinante. Había vuelto a perder la antorcha por lo que mientras avanzaban buscaba otra con la mirada. -Estoy lista para enviar a nuestro generoso anfitrión de vuelta adonde pertenece.- dijo con aire pensativo después de que ambos estuvieran un rato en silencio. -Pero siempre cabe la posibilidad de que se resista a irse solo... podría llevar compañía consigo.- Pareciera que los espectros le oían o al menos algo de frio volvió a sentir como si éstos anduviesen muy cerca de ellos pero eligiesen permanecer en silencio.

Siempre había que estar preparada para lo peor, y no era nada descabellado pensar que había un cincuenta por ciento de posibilidades de que lograsen abandonar la abadía. Aunque aquello no le hacía sentir desanimada, más bien le inquietaba el deseo de encontrar de una vez la confirmación del misterio que se cernía en el lugar y a la que les habían guiado todas las pistas.

En cuanto al hechicero, era como si de la nada hubiese surgido una extraña sociedad temporal entre ellos, aunque Selina nunca era demasiado confiada y en ese momento la regla prevalecía, no confiar completamente más que en ti misma. Sin embargo... los azules ojos se fijaron un instante en los verdes y poniéndose de puntillas, ya que él le aventajaba varios centímetros de estatura, se inclinó hacia él, rozando levemente con su figura el torso ajeno, contacto que... no le pareció desagradable.

-La antorcha.- explicó, tomando una de la pared por encima del hombro masculino y se detuvo un momento en esa posición antes de descender sobre sus talones. La encendió y al hacerlo pudo ver a poca distancia la puerta de metal que guiaba al patio interno adonde debía estar la capilla. -Si tienes un último deseo este sería el momento indicado para expresarlo.- comentó señalando hacia la puerta con un pequeño gesto de su cabeza.  

Deseo. Cuando la cazadora hizo el comentario utilizó esa palabra, dirigiéndolo no solo a él sino también a si misma. Si acaso tenía uno antes de enfrentar lo que fuera que encontrarían en la capilla por qué no considerarlo un último deseo en realidad, sucediese lo que sucediese era un momento definitivo. Cuando los labios de Jake encontraron los suyos por segunda vez a lo largo del accidentado recorrido, no se sobresaltó como cuando le tomó por sorpresa la primera vez. Para entonces ya había apreciado su proximidad un par de veces y ahora el cuerpo masculino le provocó lo mismo, quería acercarse más debido a una atracción muy fuerte, llámese química, llámese simplemente deseo. No importaba el léxico o la definición, deseaba tocarle, y el que ahora sus cuerpos se rozasen de nuevo era la expresión de ese deseo canalizado en un beso que le permitió constatar el sabor de los labios ajenos y que este dejase en los suyos un dulce ardor que perduró después de que ambos cuerpos se separaron.

En otro momento quizás, después de todo esto, volvería a ver al hechicero... y entonces querría saber más... conocer más de por qué le provocaba todo aquello, pero por ahora no lo comentó. Había visto el cambio a una expresión más dura en su rostro y eso era precisamente lo que ahora requerían, determinación y mente fría.

Sonrió de lado, sacó su revólver, y tan pronto entró en la capilla comenzó a disparar hacia los esqueletos que encontraron a su paso. En el interior el caos predominaba en forma de oscuridad, pestilencia y muerte. Los antiguos monjes, hombres religiosos que habían entregado sus almas sin saberlo a aquel demonio que envolvió a Jean Bautiste, ahora intentaban cerrarles el paso. El lugar santo había sido profanado y Siazet se alimentaba de ese sacrificio, aunque Selina intuía que aún necesitaba más poder para lograr expandir a nuevos territorios el hechizo que se cernía sobre la abadía.

La multitud de esqueletos fue cayendo, el hechicero blandía su espada y ella disparaba, por supuesto sin matar lo que ya no tenía vida pero haciéndoles retroceder o logrando que estallasen los huesos. Y al final vió esa cosa, esa masa informe que le miraba desde unas cuencas vacías que hacían las veces de ojos, y cuyo hedor penetró en sus fosas nasales, por lo que tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para reprimir cualquier arcada que le indujera incluso a cierta distancia.

Esa cosa, que en su momento fuera el hermano Tristán y que científicamente era imposible que se moviera, lo hacía, avanzaba hacia ellos gracias a la esencia del demonio. -Tristán... o mejor dicho ¿Siazet? Asumo que no has tenido un buen día... ¿Has pensado en usar maquillaje? Te haría lucir mejor... o quizás no... Si yo luciera así tampoco habría querido salir de acá durante todos estos siglos.- Apretó el gatillo para disparar pero se le habían acabado las balas, en ese preciso momento maldita sea. Sin más, la ofendida criatura le agarró por el cuello y le alzó despegándola del suelo. De inmediato sintió como el aire se le escapaba y los pulmones le quemaban por asfixia.

Buscó a Jake con la mirada pero aunque cerca, algunos esqueletos le mantenían ocupado. Sin embargo... por encima de ellos la vislumbró... su mirada se clavó en ella y le atrajo como nada, como si en lugar de madera estuviera hecha de oro y le estuviese llamando por su nombre...

-Jake...- murmuró pero su voz salió estrangulada. La cruz, aquella cruz que había capturado a Siazet colgaba de la pared a escasos metros del hechicero. Hizo acopio de fuerzas, tiró de un cuchillo que cargaba en su cinto y lo alzó, balancéandose en el aire se impulsó hacia la criatura y con sus manos enterró el arma en el centro de la misma, removiéndola adentro de la mezcla de huesos y carne putrefacta. -Jake... la cruz...- apenas logró articular antes de que el ente aflojara su cuello dejándola caer sobre el suelo.