En los palcos. [Urian]

Roxanne se encontraba semida en sus pensamientos, mientras deslizaba su vista vampírica entre los presentes de bajo rango que se encontraban en los asientos de nivel básico.
Pobres desdichados que habrían conseguido las entradas en una rifa benéfica o simplemente allí se presentaban, para aparentar ser cultos e inteligentes, además de refinados.

Bobadas. ¿Qué era mejor que una obra de teatro, vista desde los ojos de un vampiro?
Obviamente, una obra de teatro vista desde los ojos de un vampiro... en un palco de alta sociedad.
La vampiresa esbozó un pequeña sonrisa para sí misma.

Si algo se le daba bien, era engañar y manipular, pero sobre todo, etiquetar a las personas.
Las víctimas de sus mordeduras letales eran siempre de alto estándar.
Mientras los demás vampiros se saciaban con simples campesinos que bien podrían haber contraído la peste, ella se alimentaba de sangre azul.
Ella era la causa de esa misteriosa enfermedad que los vulgares humanos habían llamado "La asoladora".

Oh, qué poca imaginación tenían esos humanos, de cerebro frágil, a la par que su cuerpo.
Roxanne no perdonaba una vida, persona que mordía, persona que moría.
Así de simple, no le gustaba dejar testigos, aunque le encantaba dejar los cadáveres de los susodichos en medio de la calle y sin ropa.
Se imaginaba a una pareja de enamorados andando por un callejón, que de pronto se encontraban con el cadáver.
Qué bonita anécdota para contar en un baile de alta sociedad.

Un ruido un tanto chirriante llegó a sus oídos.
Roxanne frunció en ceño levemente, sin mover un solo músculo de su cuerpo.
De repente, la cortina de terciopelo que cerraba el palco a la vista de los demás, se abrió.
La vampiresa alzó una ceja, mirando al frente.

No esperaba que el caballero rico esperase acompañante.
De todos modos, no era un acompañante cualquiera.
Pudo oler la sangre de su aliento, y le parecía casi imposible escuchar el latido de su corazón, cosa que no le pasaba con los humanos.

El vampiro que acababa de entrar se sentó a su lado, mostrando algo más que mala educación.
Se atrevía a entrar allí sin invitación ninguna y además la tachaba de indiscreta.
¡Cuánta razón tenía!

Roxanne movió el cuello grácilemente para mirar al joven que había sentado a su lado.
Pestañeó lentamente y correspondió a su sonrisa, mostrando una pequeña alzada de comisuras, un tanto fría y lobuna. No sabía sonreir de otra manera.
-Buenas noches. No se moleste usted por la intrusión que acaba de hacer. Aunque ya veo que no lo hace.- dijo ladeando la cabeza- Pero si no tengo más opción que compartir este palco robado durante el espectáculo, al menos me gustaría saber con quién tengo el gusto.

Su tono era frío y cortante. Como siempre. El caballero se atrevía a entrar sin aviso previo, a sentarse y, además de insultarla, ni siquiera se había presentado.

-Al contrario que usted, yo sé presentarme. Soy Roxanne Rouge, y yo de usted no me seguiría el rastro. Para nada. Mis descuidos, a drede o no, son asunto mío.
¿No ha pensado usted que a lo mejor me daba igual que me siguieran el rastro?
Ya que es así, no es descuido, si no inteligencia.

Dijo entornando los ojos mientras observaba al vampiro allí presente. Las apariencias engañaban, ya que no parecía mucho mayor que ella. Pero, ¿a quién le importaba la edad cuando alguien era tan desconsiderado? A ella, desde luego, no.

Roxanne alzó las cejas levemente.
Vampiro hablador, poco mordedor. Eso dicen.
Si le gustaba tanto hablar, quizás debía arrancarle la lengua para que dejase de decir sandeces.

Seguramente creería que era la típica vampira tonta que se enorgullecía de sus errores.
Pobre bastardo. No tenía ni idea de lo que se le podía llegar a avecinar si le tocaba la moral demasiado.
En ese momento, el juego estaba divertido, ¿para qué pararle?

Al fín y al cabo, había asistido al teatro para disfrutar con un espectaculo. Todo lo que se podía disfrutar viendo a unos humanos intentando imitar patéticamente un personaje divino, recreado en las hojas de un papel de color crudo.

-Encanta, Urian.
Dudó de sus palabras hasta el último segundo que éstas estuvieron en sus labios. A saber lo que le depararía ese vampiro indigno de su mera presencia.

-Me pertenece ya que así me he esforzado en conseguirlo. No de la manera convencional, pero tengo ésta entrada- Alzó la mano haciéndole ver el papel arrugado que era ahora la entrada sustraída al caballero-, y ésta entrada me concede este pequeño paraíso terrenal, al menos durante ésta noche. ¿Por qué no iba a querer compartirlo? Siempre y cuando la compañía sea buena.

Observó fríamente al joven, que parecía estar analizándola. ¿De verdad tenía el atrevimiento y la osadía de posar sus ojos en ella de aquella forma tan vulgar? Los hombres, ya fuesen vampiros, humanos, licántropos, o simples títeres de un teatro de guiñol, eran asquerosos.

-Al contrario que usted, messieur Kattaria, sé mantener mi lengua atada y mis opiniones selladas por mis labios. No tenga la desconsideración de reirse de mí cuando es usted el que está aquí sin derecho alguno, pensando que puede salirse con la suya fácilmente.
Y no sé de dónde se ha sacado usted que he dejado un rastro de sangre ya que, aunque no lo conciba, sé alimentarme sin desperdiciar una gota de sangre, y sin que ésta toque el suelo.

Señaló al suelo haciendo un amplio gesto con el braazo. La alfombra era de color crema, lisa, pero elegante. No se veía ningún líquido carmesí. Aquél vampiro deliraba.

La dama se alzó majestuosamente y dió una vuelta, mostrándole al vampiro que estaba completamente limpia.

-No suelo dejar que mis vestidos se manchen por una simple gota de sangre humana.

Urian sonrió divertido, mucho tiempo pasó la última vez que se había encontrado con alguien así. Aquella vampira realmente lo consideraba, un ser inferior, un simple insecto que podía ser aplastado facilmente.

Se acomodó en el asiento, mirandola con seriedad pero con un brillo de burla en los ojos.

-Lo de las gotas era una simple...metáfora Mademoise, no se preocupe su vestido esta impecable. Pero, cualquier otro vampiro como yo, pudo seguir el rastro de la sangre, porque es evidente que bebió hace poco y vino directamente.- hizo una pausa - En cuanto a lo que se ganó...mi palco está junto a este precisamente, si gusta puedo compartirlo con usted.

Volvió a mirarla, Urian a pesar de su antiguedad no necesitaba decir ni probar nada a nadie para conservar su orgullo. Era un vampiro antiguo y con clase, así que los juego de arrogancia y desplante no eran su estilo, a no ser que estuviese aburrido.

Aunque Roxanne no parecía opinar lo mismo al respecto, no era porque fuese vampira, sino porque era mujer. Lo de ser vampira era un bonus extra. Eran de las que necesitaban sentir que con su arrogancia y desprecio a cualquier otro, hombre preferiblemente, tenían el control de la situación, las palabras cortantes, el tono despectivo, todo calzaba.

Pero para dar ese tipo de impresión, era necesario estar frente a alguien que fuese impresionable y Urian estaba muy lejos de serlo. Al contrario guardo silencio y observó a la mujer, era de las que necesitaba un "domador" y probablemente encontraría alguno no muy lejos.

Roxanne rió cantarinamente. ¿Por qué no le sorprendía? Esperaba no haber dado con la horma de su zapato, al menos no tan pronto.

El caballero parecía estar agusto sentado en aquella silla aterciopelada. No habría tenido la oportunidad de sentarse en muchas de esas. Si iba a tener que aguantarle toda la noche, más le valía que tuviese algún buen tema de conversación y que mostrase algo de respeto. O de educación.

-Será un placer compartir con usted éste pequeño trozo de museo. Siempre y cuando sepa dejarse de ironías y sarcasmos, junto con sus metáforas y personificaciones, ya que eso me corresponde a mí.

Dijo con tono un tanto cantarín mientras se alisaba el vestido y volvía a arrellanarse en aquella magnífica silla dorada.
Dado que había estado muchas veces en lugares como ese, estaba acostumbrada a ver a criados privados merodeando por los palcos, y se preguntó si el hombre rico al que acababa de asesinar, tendría algún criado que atendiera sus necesidades y caprichos.

Dos minutos depués, un joven con un esmoquin perfectamente planchado y un pelo peinado hacia atrás, apareció por las cortinas rojas, dispuesto a servir a su señor.

Cuál fué su sorpresa al encontrarse con dos desconocidos engalantanados, charlando apaciblemente como si no ocurriese nada.
El chico tartamudeó, intentando decirles que ese lugar estaba reservado.

Roxanne miró de reojo el nombre de las entradas del hombre, ya que habían sido reservadas exclusivamente para él y todavía tenían el nombre del noble caballero.

Se levantó de la silla ornamentada y se dirigió al muchacho.

-Somos unos amigos de confianza del messieur Devuà. El señor estaba indispuesto y nos pidió por favor qu aprovechásemos ésta velada, ya que él no podía hacerlo. Supongo que no tendrá ninguna oposición en servirnos a nosotros por esta noche, ¿no, joven?

Preguntó ladeando la cabeza y pestañeando, estirándose y recreándose en sus propias palabras. El joven asintió como hipnotizado y salió del palco con una bandeja en la mano.

La vampiresa volvió a sentarse, sonriendo a Urian.

-Si le apetece una copa de vino... o hincar el diente, dígamelo. Corre a mi cuenta.

Dijo sonriendo orgullosamente.

Roxanne siguió con la mirada al joven que salía por la puerta.
No le preocupaba en absoluto lo que le pudiera decir a los criados de los demás señores que allí se encontraban.

Siempre había sabido mentir y manipular, y era obvio que un vulgar humano no habría podido descubrir la mentira en su voz, ni la burla en sus ojos. Esas eran pequeñas sutilezas solo visibles a los vampiros, que estaban dotados de una vista aguda.

Aún así, Roxanne tomó la precaución de afinar el oído, intentando escuchar algo que sentenciara la muerte del joven.

Sin embargo, lo único que escuchaba eran las risas de las mujeres cebadas de los nobles, y a dichos nobles intentando llevarse a la cama a alguna joven que allí se encontrase. Vulgares.

Sonrió, satisfecha. Era obvio que el criado no tenía muchos amigos entre los sirvientes de los demás caballeros que allí se encontraban. Roxanne se dió la vuelta con gracia y se volvió a sentar, mirando hacia el escenario.

-Claramente. Se puede decir que tengo... "facilidad" para hacer que los demás hagan lo que yo deseo. Y si son hombres, me es aún más fácil.
No me digas que nunca has mentido a un humano. Es facilísimo.

Dijo bajando la voz hasta un punto casi inaudible. Era obvio que, de esa forma, solo el oído afinado del vampiro con el que se encontraba podría escucharla.

-Pero si alguien más tubiera la genial idea de venir a incordiar, le agradecería que no se delatase y me siguiese el juego. Al fín y al cabo, esto es solo eso, un juego.

Dijo mientras se inclinaba levemente y escudriñaba los demás palcos que habían a su alrededor con disimulo.
Los pequeños balcones dorados estaban lo bastante cerca como para poder visualizar a las personas que allí se encontraban sin problemas, al menos desde el palco central, en el que se encontraban Roxanne y el caballero Urian.

Roxanne escuchó al caballero que tenía al lado sin prestarle demasiada antención.
Cuando se volvió para mirarle, lo sorprendió mirando hacia uno de los palcos.
Miró hacia donde su vista se dirigía y retuvo una sonrisa socarrona.

Una joven, acompañada de un viejo que la agarraba de la cintura, con temor a que se pudiera escapar.
Poco recatada y con más maquillaje que la propia Roxanne. Seguramente echaría de menos compartir cama con alguien joven, y estar con el viejo no le compensaba demasiado.

Volvió a mirar al joven con las cejas alzadas.
Oh, era un buen vampiro. ¿Por qué en esa época la mayorái de lso vampiros no aprovechaban lo que tenían? Vida eterna, belleza inacabable, poderes inalcanzables para unos simples humanos...

El allí presente debía ser el típico vampiro que no aprovechaba nada sus poderes. Oh, qué gasto más horrible.

-Siento que le moleste guardar las apariencias si está conmigo, pero no hay otro remedio. Podría organizar una bonita carnicería si se descubre lo que somos. Y más yo, que soy la responsable oficial del palco del viejo energúmeno.
Quizás le agradaría más una compañía un tanto más.. simple y convencional.

Dijo lanzando una obvia mirada a la joven del palco.

-Creo que tiene una admiradora. Tenga cuidado, o en cuánto se descuide le habrá robado la cartera.

Puso los ojos en blanco mientras se miraba las uñas con coquetería.
Estaba esperando para averiguar cuánto tardaría la joven que escabullirse del "anciano" al que acompañaba y presentarse disimuladamente allí para "hablar" con Urian.
Al fín y al cabo, a ella eso no tenía por qué importarle, a no ser que estubiera lo bastante hambrienta.

-Resido aquí. Me creo eso de que no sea muy dado a los lugares públicos, ya que le habría visto en alguna fiesta de ocasión. Hay una bonita variedad de personas a las que cazar en ese tipo de fiestas. Le recomiendo que valla a alguna.

Roxanne lanzó al aire una carcajada musical. Qué divertido era su acompañante de esa noche.
Le habría encantado que Serena estubiese allí para verlo.

-¿Qué le hace pensar que yo no me ahorro las cacerías fatigosas?
Es un placer alimentarse por medio de la influencia psicológica antes que por la fuerza bruta.
Los hombres son tan sumamente manejables que en menos de 5 minutos puedo tener a un vulgar humano a mis pies, dispuesto a hacer lo que yo quiera. Creo que eso no es muy fatigoso.

Dijo mirando al hombre que acompañaba a la joven amante. Entraba en el esquema de las personas de las que se alimentaba. Hombres ya entrados en años, desesperados por haber compartido media vida con una mujer y que ahora buscaban nuevas aventuras en los brazos de chicas jóvenes a las que comprar con joyas y vestidos.

-Oh, no me digas que nunca has comprobado eso de deja un cadáver en una calle pública y con las marcas bien tapadas. La gente suele escandalizarse al ver un cuerpo desnudo. Suelen pensar que son borrachos que han entrado en coma y no se atreven a tocarlos.
Es muy divertido cuando alguien está aburrido.

Dijo recordando esa vez que se llevó una bonita sorpresa. Dejó el cadáver en medio de la calle, desnudo. Con la marca perfectamente tapada, ya que sus colmillos eran lo bastantes afilados como para no necesitar una herida profunda para alimentarse.

La dejó, con el cuerpo que anteriormente había sido exuberante y hermoso, y se escondió para ver qué reacción provocaba en la gente. Precisamente pasó un hombre, de unos treinta y pocos, miró hacia ambos lados, y se llevó el cadáver a un callejón.
Un necrófilo.
Esa noche Roxanne llegó a su casa con una bonita anécdota que contar a su apreciada Serena.

-Siempre hay diferentes formas para probar. No creo que las haya probado todas.

-Bueno, que tengamos un concepto del poder diferente hace que la conversación sea más entretenida.

Dijo recostándose en la silla mientras miraba al joven que estaba a su lado. Por ella, perfecto.
Podía pensar que era una bruja sin corazón, que le importaba tanto como ese viejo verde que le estaba mirando el escote con los prismáticos de la ópera.

-A mi vista es más un don que una maldición. Al fín y al cabo, lo único que puede llegar a molestar es no poder salir a la luz diurna... Pero es una pequeñez, comparada con los poderes que nos han sido otorgados.

Roxanne le sonrió mientras miraba de reojo al viejo en cuestión.
Alzó una ceja, mirando directamente a los prismáticos, que el viejo bajó, rojo y azorado.
Calado.

-Oh, el ritual del sexo y la sangre... sí, he probado unos cuantos...
Son de lo mejor, sin duda alguna. Me encanta esa forma que tienen algunas jovencitas para entregarse a lo divino.

La pareja vampírica atraía miradas, eso sin duda.
Era un don que habían tenido los vampiros desde tiempos inmemoriables, la belleza y la sutileza necesarias para hacer que todas las miradas se centrasen en ellos.

Éste don era demostrable, ya que a la joven que estaba flirteando desde la lejanía con Urian, se le habían unido otras dos.
Roxanne ya tenía muy visto ese tipo de mujer, daban mucho placer pero solo eran de usar y tirar.

Centró la vista más bien en una joven discreta, con un belleza inconmensurable. No podía sobrepasar los 17 años.
Delicada, viriginal... en la flor de la vida.
Iba ataviada con un recatado vestido blanco de puntillas rosas, y el pelo lleno de tirabuzones dorados que le enmarcaban el rostro.

Alzó una ceja y se la señaló a Urian con la mirada.

-¿No te cansas del mismo tipo de mujer? A veces hay que arriesgarse e ir a por algo más...entretenido.

Dijo comiéndose con los ojos a la bella muchacha.
Sin duda le recodaba a ella misma en su juventud, tan inocente y sin tener ni idea de los terrores que se desenvolvían en su alrededor.

Roxanne alzó las cejas mientras se relamía ante la visión de aquella joven.
Sin duda, su belleza angelical se volvería sublime tras la tranformación en ser inmortal.

Dirijió su vista hasta las demás mujeres del lugar, vulgares y sin modales, acompañadas por viejos pervertidos que en vez de mirarlas a los ojos les miraban a los escotes.

Cada cuál con sus gustos, ese tipo de mujeres te daba el placer pasajero de beber su sangre y dejarla muerta y sin vida, ya que no hacía nada por la sociedad.

Volvió a dirigir la vista hacia la joven muchacha rubia.
Tenía la belleza infantil y la ingenuidad que les faltaba a las demás mujeres del lugar.

-Yo ya estoy servida. Sin duda le acompañaría en otro momento, pero me he saciado antes de entrar. Pero la sangre azul me llama, y dado que es una rosa entre espinas, ¿Quién puede resistirse a intentar cogerla para sí?

Preguntó sin desviar la mirada de la joven, al tiempo que ladeaba la cabeza.

Alan entró en aquél anfiteatro... olía a vampiro... no había olor más repugnante para él.

Se sentía como un chucho entre una manada de lobos. Todas las gentes vestían sus mejores galas y pelucas altas con sus pieles empolvadas, pero él vestía como un campesino y aquello llamaba la atención de los espectadores.

Espera... un olor conocido... no era el típico olor a vampiro asqueroso... si no a... Roxanne...

Alan se iba a ir aquella misma noche a Nueva Orleans y necesitaba verla de nuevo... era su droga.

Oteó los palcos y la vió. Allí estaba, hablando con un vampiro... La rabia le reconcomía por dentro. Náuseas. La quería sólo para él.

Gritó su nombre:
-¡¡Roxanne...!!- las voces de la multitud y la música se tragaron su voz. Volvió a gritar pero ella no lo oía... ¿o quizás no quería oírlo?... se sintió descompuesto y salió conforme había entrado.

Se sentía ridículo... se iría a Nueva Orleans pasara lo que pasara.