AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Enfrentando Pesadillas. (Priv. Massimiliano)
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Enfrentando Pesadillas. (Priv. Massimiliano)
El circo, me preguntaba que significaba esa palabra, de donde provenía pero bueno… algún día lo sabría. Era algo extraño para mí, además de molesto, el tener 17 años pero lucir más joven, a veces me imaginaba con 67 años y el mismo aspecto, no sabía si me gustaba aquello o me espantaba un poco, sin embargo, esto era lo único que tenía, un aspecto joven y en los parámetros de lo declarado hermoso se podía decir que era bello, ahora solo debía saber utilizarlo para atraer las miradas correctas.
Volviendo a lo del circo, no sabía la razón pero siempre le había encontrado algo extremadamente bizarro, además era el lugar en el que yo era el protagonista de mis pesadillas por lo que solo observaba a todos lados pensando “Rostros pintados, sonrisas irreales, magia, un lugar donde el tiempo no pasa y puedes ser un niño por siempre”, sin embargo, sabía que entre más te quedas tus ojos más se cierran a la realidad hasta que ya no querías salir de aquel alucinante lugar. Tal vez para alguien como yo sería bueno el perderme en ese alucinante lugar por un tiempo, hasta que olvidara la felicidad y la amargura estaría bien.
Muchas veces me preguntaba de donde salían tantos niños a esa hora de la noche, sin embargo, veía sus pequeñas y peludas cabecitas pasar a mi alrededor mientras corrían y corrían hacia las maravillas, bizarras a mi parecer, que les ofrecía el circo gitano, decidí volverme un niño nuevamente como el que nunca fui para dejarme llevar y tal vez descubrir si este miedo, algo bizarro, no era más que un profundo deseo de volver al momento exacto en el que tuve que haber disfrutado de aquellos algo infantiles placeres de la vida.
Pero miles de decepciones me he llevado en la vida y el de aquel circo no era la excepción. No podía creer lo que allí se mostraba, chicas que eran capaces de torcer sus cuerpos en formas que nunca había visto o quienes decían ver el futuro, eso intente probarlo pero la predicción solo fue “No veo futuro en ti” ¿se suponía que debía asustarme? Claro que no, ya que no creía esas cosas.
Seguí avanzando cuando note que de un rincón apartado los niños corrían espantados y los adultos se alejaban como si hubieran visto a un asqueroso insecto, decidí acercarme a ver que era y mis ojos se abrieron notoriamente al ver que exhibían en una jaula a un curioso joven de cuerpo deforme… ¿a cuánto llevaba la avaricia y la necesidad? Al parecer a extremos conocidos solo por ellos.
Aquel ser levanto su mirada hacia mí como pidiendo ayuda, como si buscara una mirada piadosa entre quienes observaban como si les pidiera que lo sacaran de allí y no pude evitar el verme a mí mismo, cuando tenía 13 años con solo una mirada llena de tristeza, impotencia y esperanza, que se agotaba al paso de los días, deseaba que alguien notara que yo era solo un niño y me sacara de allí, pero eso nunca paso ya que los ojos de quienes observaba solo estaban llenos de deseo y lujuria.
No podía observarle un segundo más, “entiende con suerte me he salvado, no me pidas salvarte ya que en las calles tu destino será peor a este… mejor quédate en este lugar para vivir tal vez un año más o ¿acaso vale la pena irte para vivir unos segundos de libertad antes de fallecer en las sucias calles de Paris?” Era lo que tenía en mente e intentaba transmitírselo con una mirada pero solo retrocedí… al fin y al cabo yo había tomado esa decisión ¿cómo podría juzgar su deseo siendo que era el mismo que el mío?
No deseaba ver más por lo que solo me aleje de allí llegando a un lugar donde podía ver la luna con solo levantar un poco el rostro, se veía hermosa…. Era un hermoso diamante que no podía ser tocado por manos humanas. Me recargue contra una pared para agachar la mirada intentando recobrar el aire que había perdido al alejarme de aquel rincón, deseaba llorar al no saber qué haría con mi vida pero simplemente me quede calmado con la mirada perdida en el suelo escuchando los pasos de la gente que caminaba por el lugar, pero unos pasos en particular llamaron mi atención, se acercaban a mí pero yo no quería levantar mi mirada.
Volviendo a lo del circo, no sabía la razón pero siempre le había encontrado algo extremadamente bizarro, además era el lugar en el que yo era el protagonista de mis pesadillas por lo que solo observaba a todos lados pensando “Rostros pintados, sonrisas irreales, magia, un lugar donde el tiempo no pasa y puedes ser un niño por siempre”, sin embargo, sabía que entre más te quedas tus ojos más se cierran a la realidad hasta que ya no querías salir de aquel alucinante lugar. Tal vez para alguien como yo sería bueno el perderme en ese alucinante lugar por un tiempo, hasta que olvidara la felicidad y la amargura estaría bien.
Muchas veces me preguntaba de donde salían tantos niños a esa hora de la noche, sin embargo, veía sus pequeñas y peludas cabecitas pasar a mi alrededor mientras corrían y corrían hacia las maravillas, bizarras a mi parecer, que les ofrecía el circo gitano, decidí volverme un niño nuevamente como el que nunca fui para dejarme llevar y tal vez descubrir si este miedo, algo bizarro, no era más que un profundo deseo de volver al momento exacto en el que tuve que haber disfrutado de aquellos algo infantiles placeres de la vida.
Pero miles de decepciones me he llevado en la vida y el de aquel circo no era la excepción. No podía creer lo que allí se mostraba, chicas que eran capaces de torcer sus cuerpos en formas que nunca había visto o quienes decían ver el futuro, eso intente probarlo pero la predicción solo fue “No veo futuro en ti” ¿se suponía que debía asustarme? Claro que no, ya que no creía esas cosas.
Seguí avanzando cuando note que de un rincón apartado los niños corrían espantados y los adultos se alejaban como si hubieran visto a un asqueroso insecto, decidí acercarme a ver que era y mis ojos se abrieron notoriamente al ver que exhibían en una jaula a un curioso joven de cuerpo deforme… ¿a cuánto llevaba la avaricia y la necesidad? Al parecer a extremos conocidos solo por ellos.
Aquel ser levanto su mirada hacia mí como pidiendo ayuda, como si buscara una mirada piadosa entre quienes observaban como si les pidiera que lo sacaran de allí y no pude evitar el verme a mí mismo, cuando tenía 13 años con solo una mirada llena de tristeza, impotencia y esperanza, que se agotaba al paso de los días, deseaba que alguien notara que yo era solo un niño y me sacara de allí, pero eso nunca paso ya que los ojos de quienes observaba solo estaban llenos de deseo y lujuria.
No podía observarle un segundo más, “entiende con suerte me he salvado, no me pidas salvarte ya que en las calles tu destino será peor a este… mejor quédate en este lugar para vivir tal vez un año más o ¿acaso vale la pena irte para vivir unos segundos de libertad antes de fallecer en las sucias calles de Paris?” Era lo que tenía en mente e intentaba transmitírselo con una mirada pero solo retrocedí… al fin y al cabo yo había tomado esa decisión ¿cómo podría juzgar su deseo siendo que era el mismo que el mío?
No deseaba ver más por lo que solo me aleje de allí llegando a un lugar donde podía ver la luna con solo levantar un poco el rostro, se veía hermosa…. Era un hermoso diamante que no podía ser tocado por manos humanas. Me recargue contra una pared para agachar la mirada intentando recobrar el aire que había perdido al alejarme de aquel rincón, deseaba llorar al no saber qué haría con mi vida pero simplemente me quede calmado con la mirada perdida en el suelo escuchando los pasos de la gente que caminaba por el lugar, pero unos pasos en particular llamaron mi atención, se acercaban a mí pero yo no quería levantar mi mirada.
Amadeo VanderHoeven- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/01/2013
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Re: Enfrentando Pesadillas. (Priv. Massimiliano)
El Circo. Un lugar de diversión, risas y festejo continuo para aquellos que vivían una vida humilde pero que no se dejaban vencer por la sociedad. Y que, claro, tenían algún talento especial. No cualquier pobretón podía ingresar en la compañía circense, del mismo modo que no cualquiera estaba echo para el tipo de trabajo que hacía Massimiliano. Sí, todos tienen un cuerpo que vender, la cuestión es ¿Quién está dispuesto a hacerlo, día tras día, sin sufrir? Soportando; acostumbrándose a las consecuencias de tales actos. No, definitivamente, no muchos eran criados de tal manera que llegada una edad nada importaba en lo que tenía que ver con cuidar de uno mismo. Absolutamente nada. Y mientras el cortesano de mirada enojada por naturaleza miraba a la revuelta ocasionada en aquel lugar, el Circo, se decía así mismo que con otra suerte tal vez hubiese acabado allí. Tal vez, desde pequeño, en lugar de en las artes amatorias lo hubiesen entrenado para escupir fuego, caminar sobre una fina cuerda e tropecientos metros de altura o adquirir una elasticidad sobrehumana. Pensaba, que después de todo, sus capacidades para con el sexo si bien no era algo que se podía ver a simple vista, sí que podría compararlo a cualquier artista. Y no precisamente de medio pelo.
Otra diferencia, si es que se puede llamar de tal modo, sería los admiradores. Nada que ver, el uno con el otro. Los Circos siempre están a rebosar de gente. De niños, sobretodo, que adoran ver las locas piruetas que hacen los adultos o adolescentes sobre un trampolín o sobre un animal. O sobre si mismos. Había tantas posibilidades. A un prostituto como él, sin embargo, nadie iba a "verlo". Sus artes, quedaban exclusivamente reservadas para aquel o aquellos que pagaban por ellas, en estricta privacidad. Si algo tenía ese oficio, cuando no se trabajaba en un lugar como una especie de asalariado, era que para conseguir clientes debías hacer todo lo contrario de publicarlo a los cuatro vientos. Cuanto más discreto resultaras, mejor. Y si tenías suerte y te salía bien el trato, conseguirías que tu nombre se pasara de unos a otros. Una vez más, en extrema discreción. El Circo era un entretenimiento público, la prostitución uno privado.
Una pregunta importante sería el por qué de su estadía allí. Maximiliano no es que acostumbrase a "vaguear" propiamente dicho; que estuviera todo el día en la calle no significaba necesariamente que no hiciese nada de provecho. Teniendo en cuenta que la mayoría de veces, tampoco tenía un lugar mejor dónde quedarse que a ras del suelo. Por suerte, era verano; a excepción de las tormentas que era cuando debía obligatoriamente resguardarse, los demás días podía pasarlos a la intemperie sin ningún peligro a morir. Por el momento. Esa noche se presentaba especialmente calurosa, en parte motivo por el que había decidido no buscar clientes ni pasarse por ningún burdel. La otra parte era que en los últimos días había acumulado las suficientes monedas, sin comer a penas (no había tenido hambre), como para pasar unos cuantos días más sin preocupaciones en caso de que se le antojaran según que cosas. El Circo podía ser uno de esos antojos, sin embargo.. pagar cuatro francos por ver a payasos, literalmente, no era exactamente su idea de antojo. Entre sus defectos nunca había estado el de derrochador. Por eso es que simplemente se apartó a un lado del recinto, en un banco solitario en el que se tumbó, y contempló el cielo nocturno estrellado con la paz que le proporcionaba la soledad.
Aunque la gente iba y venía, entrando y saliendo de la carpa, solo alguien llamó la atención de Maximiliano. Un muchacho, de cara ligeramente conocida, que salía en ese mismo instante del lugar. Sus ojos lo siguieron, como alguien que mira algo que si bien no es de su completo interés tampoco se libra de su curiosidad. Fíjandose en el rostro que portaba, le pareció que gritaba cosas de las que posiblemente ni él mismo era consciente; irónico. Le parecía, simplemente, incomprensible. ¿Cómo lo hacían? Se preguntó, fugazmente. Él nunca había sido capaz de poner un rostro que expresara cómo llegaba a sentirse. Y no es que se quejara por ello, simplemente, se preguntaba por qué. O cómo. El muchacho de cara triste, se paró no muy lejos de dónde Maximilano estaba. Recostado contra una pared, mirando al suelo ¿A qué esperaría? Tal vez a alguien. Tal vez a nada, como él mismo, que simplemente se tumbaba en un banco por el simple gusto de disfrutar de su soledad. Bueno, de alguna manera, acabó caminando hacia él. Que era estúpido, lo sabía. Él no estaba echo para empatizar con los demás, ni realmente llegaban a interesarle los problemas ajenos. Que no sería de ayuda, también era probable.
Aún así, se recargó contra la pared a unos centímetros de distancia y no dijo nada. El chico, después de todo, no había levantado la mirada en ningún momento hacia él. Y a veces, las palabras no eran el único medio de comunicación.
Otra diferencia, si es que se puede llamar de tal modo, sería los admiradores. Nada que ver, el uno con el otro. Los Circos siempre están a rebosar de gente. De niños, sobretodo, que adoran ver las locas piruetas que hacen los adultos o adolescentes sobre un trampolín o sobre un animal. O sobre si mismos. Había tantas posibilidades. A un prostituto como él, sin embargo, nadie iba a "verlo". Sus artes, quedaban exclusivamente reservadas para aquel o aquellos que pagaban por ellas, en estricta privacidad. Si algo tenía ese oficio, cuando no se trabajaba en un lugar como una especie de asalariado, era que para conseguir clientes debías hacer todo lo contrario de publicarlo a los cuatro vientos. Cuanto más discreto resultaras, mejor. Y si tenías suerte y te salía bien el trato, conseguirías que tu nombre se pasara de unos a otros. Una vez más, en extrema discreción. El Circo era un entretenimiento público, la prostitución uno privado.
Una pregunta importante sería el por qué de su estadía allí. Maximiliano no es que acostumbrase a "vaguear" propiamente dicho; que estuviera todo el día en la calle no significaba necesariamente que no hiciese nada de provecho. Teniendo en cuenta que la mayoría de veces, tampoco tenía un lugar mejor dónde quedarse que a ras del suelo. Por suerte, era verano; a excepción de las tormentas que era cuando debía obligatoriamente resguardarse, los demás días podía pasarlos a la intemperie sin ningún peligro a morir. Por el momento. Esa noche se presentaba especialmente calurosa, en parte motivo por el que había decidido no buscar clientes ni pasarse por ningún burdel. La otra parte era que en los últimos días había acumulado las suficientes monedas, sin comer a penas (no había tenido hambre), como para pasar unos cuantos días más sin preocupaciones en caso de que se le antojaran según que cosas. El Circo podía ser uno de esos antojos, sin embargo.. pagar cuatro francos por ver a payasos, literalmente, no era exactamente su idea de antojo. Entre sus defectos nunca había estado el de derrochador. Por eso es que simplemente se apartó a un lado del recinto, en un banco solitario en el que se tumbó, y contempló el cielo nocturno estrellado con la paz que le proporcionaba la soledad.
Aunque la gente iba y venía, entrando y saliendo de la carpa, solo alguien llamó la atención de Maximiliano. Un muchacho, de cara ligeramente conocida, que salía en ese mismo instante del lugar. Sus ojos lo siguieron, como alguien que mira algo que si bien no es de su completo interés tampoco se libra de su curiosidad. Fíjandose en el rostro que portaba, le pareció que gritaba cosas de las que posiblemente ni él mismo era consciente; irónico. Le parecía, simplemente, incomprensible. ¿Cómo lo hacían? Se preguntó, fugazmente. Él nunca había sido capaz de poner un rostro que expresara cómo llegaba a sentirse. Y no es que se quejara por ello, simplemente, se preguntaba por qué. O cómo. El muchacho de cara triste, se paró no muy lejos de dónde Maximilano estaba. Recostado contra una pared, mirando al suelo ¿A qué esperaría? Tal vez a alguien. Tal vez a nada, como él mismo, que simplemente se tumbaba en un banco por el simple gusto de disfrutar de su soledad. Bueno, de alguna manera, acabó caminando hacia él. Que era estúpido, lo sabía. Él no estaba echo para empatizar con los demás, ni realmente llegaban a interesarle los problemas ajenos. Que no sería de ayuda, también era probable.
Aún así, se recargó contra la pared a unos centímetros de distancia y no dijo nada. El chico, después de todo, no había levantado la mirada en ningún momento hacia él. Y a veces, las palabras no eran el único medio de comunicación.
Massimiliano Vanni- Prostituta Clase Baja
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