AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Magdala Đurić
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Magdala Đurić
Magdala Đurić
Nombre completo:
Magdala Đurić
Edad:
18 años
Especie:
Humana
Gitana
Clase social:
Clase baja
Orientación sexual:
Heterosexual
Lugar de origen:
Shimla, Himachal Pradesh, India
Magdala Đurić
Edad:
18 años
Especie:
Humana
Gitana
Clase social:
Clase baja
Orientación sexual:
Heterosexual
Lugar de origen:
Shimla, Himachal Pradesh, India
Poderes
HABILIDADES INNATAS:
Adivinación de futuro: Habilidad para conocer hechos aún antes de que ocurran mediante la lectura de cartas, lectura de manos, etc. Algunos gitanos llegan a tener sueños premonitorios.
Control del humor : Habilidad que consiste en lograr modificar, de una manera relativa y por medio de empatía natural, el humor de otra persona.
Percepción del aura : Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder les permite reconocer a licántropos y cambiantes cuando no están transformados e identificar a los vampiros gracias a su aura pálida.
Adivinación de futuro: Habilidad para conocer hechos aún antes de que ocurran mediante la lectura de cartas, lectura de manos, etc. Algunos gitanos llegan a tener sueños premonitorios.
Control del humor : Habilidad que consiste en lograr modificar, de una manera relativa y por medio de empatía natural, el humor de otra persona.
Percepción del aura : Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder les permite reconocer a licántropos y cambiantes cuando no están transformados e identificar a los vampiros gracias a su aura pálida.
Descripción psicológica
Las personas se forjan en sus dolores, en sus tormentos, en sus padecimientos. Así se trazó la vida de Magdala, desde el principio. A algunos, la tristeza las vuelve resentidos, a otros retraídos, y la pequeña minoría, acepta convivir con ella y resignarse a que, junto a la violencia, es un estado irreversible; en éste último tercio entra la joven gitana, que nació fruto del pecado, su gran estigma, como si fuese una elección de ella. Sometida y abnegada, esclava de las decisiones ajenas y de su propia falta de valor, no se queja de su suerte, no la maldice, aunque tampoco está conforme, sin embargo, conoce su sinfín de limitaciones y es consciente de que el mundo en el que nació es desigual y que ella no tiene el poder suficiente para revertir lo que ya está escrito, ni contradecir mandatos que datan de siglos de tradición. Podría acusársele de mediocre e ignorante, pues lo es, aunque no se siente cómoda sabiéndose inferior intelectualmente. A causa de su falta de instrucción, Magdala es cerrada y temerosa, aunque voluntariosa con su trabajo, el cual realiza por obligación. Es inteligente, si, pero nunca le permitieron desarrollar esa veta, pero analizar a las personas y saber a quién acercarse y a quién no, forma parte de ese aspecto nunca abocado a otras cuestiones. La gitana es una superviviente, sin aspiraciones futuras, pues cree que cualquier día puede ser el último, pero que se esmera en lo cotidiano para pasar desapercibida, aunque, claro, difícilmente lo logre debido al escándalo que significó el affaire de sus padre que culminó en su concepción. El hecho de saberse siempre en la mira, la volvió desconfiada y precavida, actúa con sigilo, y siempre procura que sus pasos sean silenciosos, su ropa discreta, el timbre de su voz bajo y sus movimientos suaves. A pesar de no haber sido educada como una dama, Magdala está dotada de una femineidad natural, y su madre, cuando aún mantenía la cordura, le decía que era por la sangre británica que corre por sus venas, aunque es algo en lo que prefiere no ahondar. Como todo pájaro enjaulado, en ocasiones anhela la libertad, pero, a pesar de desear una vida más digna, teme a los peligros que el exterior puede depararle, miedo alimentado por las historias supersticiosas o por la misma manipulación machista de su comunidad, encargada de recordarles, constantemente, a las mujeres, su condición de desventaja.
Historia
Las lonas que formaban la tienda amenazaban con caer sobre la parturienta y la comadrona que la ayudaba. Los gritos de la mujer se mezclaban con los rayos que partían el firmamento y los truenos que retumbaban en lo alto del cielo. Fue un parto duro, pero sin complicaciones, y Maya dio a luz a una niña que nació con los ojos abiertos y celestes como los de ese padre que nunca llegaría a conocer. La anciana la bañó, la cambió y se retiró tras higienizar a la paciente, que se quedó sola amamantando a su bebé. Se quedaron dormidas, pero un zamarreo y el gimoteo de su hija despertaron a la mujer de cabellos negros, que apretó a su retoña contra su pecho cuando vio frente a ella al jefe del grupo de gitanos al que pertenecía, acompañado de cuatro de sus matones. El hombre, que tenía el rostro cubierto de cicatrices, la piel morena y los ojos negros como brasas, sonrió de lado y su diente de oro brilló. Se acercó a Maya y le preguntó cómo era el nombre de su hija, la joven dudó, pues no le había elegido uno. La impaciencia del traico derivó en que él eligiera como llamar a la bebé. Magdala fue la elección, y a pesar de que Maya había albergado la esperanza de que le dieran el apellido de su esposo, finalmente le pusieron el suyo, Đurić, una verdadera deshonra que pesaría por el resto de la vida de la niña. Rápidamente la obligaron a salir y volver junto a su marido, que la esperaba con un leño entre las manos. Dejó a Magdala en un rincón, cubierta de mantas, y se entregó a la violencia que asaltó su cuerpo, aún dolorido por haber parido a su primer hija. Al día siguiente, amaneció con magulladuras y cortes por todo su cuerpo, sin embargo, debió dedicarse a la limpieza durante una larga jornada. Era el castigo que merecía por haberse entregado a aquel general galés, rubio y de hermosos ojos que le prometió sacarla de esa vida de nómada y sometimiento, para llevarla a su Gales natal y dispensarle el consentimiento que una reina merecía. Maya le entregó su virtud y recibió el abandono. Cuando su embarazo se hizo evidente, la obligaron a contraer nupcias con el hermano menor del jefe, un gitano ebrio, gordo y que la maltrató desde el primer momento.
Magdala creció en un ambiente de violencia y constante tensión. Desde que tuvo uso de razón, fue testigo de las vejaciones, insultos y golpes que su madre recibía por parte de Chenab, su esposo. Su primer hermano nació cuando ella tenía cuatro años, y ella quedó anonadada con ese pequeñito; el segundo llegó tras un año, y durante tres años más nacieron el resto de sus hermanos, todos varones, en un total de cinco. El trato desigual se hizo notar desde un principio, ya que en cuanto desarrolló mínimas capacidades de resistencia, a Magdala la enviaron a trabajar junto a su madre en tareas del hogar y hasta en ocasiones oficiaba de sirvienta del jefe, que la utilizaba para que limpiara su tienda o la de alguna de sus mujeres. A pesar de albergar cariño por sus hermanos, a medida que éstos crecían y recibían órdenes de su padre, al cual le temían y obedecían, ellos también humillaban a Magdala, escupiéndola, insultándola y hasta golpeándola para que se apurara en sus labores. Maya se había convertido en un ente, y tras tantos embarazos y el constante abuso, su cuerpo se fue debilitando, y cada vez más tareas recaían sobre la joven gitana, que no sólo cargaba con el hogar, si no, con atender a su enferma progenitora. Los viajes eran agotadores, detestaba no estar nunca en un solo lugar, y nunca saber cuándo partiría para otro sitio. Sí la ayudó para conocer mucha gente, e interesante, pero le tenían prohibido recibir instrucción, por lo que poco podía intercambiar con alguna persona que no fueran las mujeres de su propia etnia, las cuales, también le tenían resentimiento, por no ser una gitana pura como ellas, porque estaba marcada por el pecado y por sus venas corría sangre traidora y occidental. Muchas veces pensó que no tenía la culpa de que su madre se hubiera enamorado del hombre equivocado y que de esa relación haya nacido ella.
A los trece años comenzó a ser cortejada por otros gitanos, de todas las edades, que creían que podrían darse un revolcón con esa joven tan distinta, de piel blanca y ojos celestes, pero siempre rechazó a cada uno, a veces de forma más educada, en otras, cuando alguno la asaltaba para intentar violarla, salía herido o, mínimamente, golpeado. Eso derivaba en que Chenab luego le diera una tunda, generalmente con una fusta o la tirara al piso a patearla, solía invitar a sus hijos a que lo imitaran. Ella se hacía un ovillo y no intentaba defenderse, pues las veces que lo había hecho, la que recibía el castigo era su madre, y ya estaba muy débil para esa clase de tratos. Cuando estaba a punto de cumplir los dieciséis años fue llamada junto a todos sus hermanos por el jefe, que los puso en hilera frente a ellos. Nadie era testigo de aquella reunión, pues él había pedido privacidad, ni siquiera su hermano, padre de los cinco varones, podía estar allí, y pobre de aquel que se atreviera a pensar algo malo de él o lo cuestionara. Le pidió a Sutlej, el mayor, que desvirgara a su hermana, y lo primero que recibió fue una negativa de parte de ambos. Sutlej no era un chico de mal corazón, a pesar de que se unía a Chenab cuando de maltratar a Magdala o Maya se trataba, pero lo hacía por miedo, y luego se arrepentía y le pedía perdón a la mayor, y ella lo tranquilizaba y lo abrazaba. El traico se enfureció de tal manera, que ató a los cuatro más jóvenes y amenazó con asesinarlos si no hacían lo que les pedía. Magdala temblaba, pero dejó que Sutlej le quitara la ropa con manos inexpertas y sudorosas, apretó los ojos cuando la tumbó en el catre, pero dejó que su hermano, que todavía era muy joven, tenía casi doce años, se ubicara entre sus piernas, pero él se retiró, desafiando al jefe, que lo tomó del cuello y lo asfixió. Magdala observó con horror el asesinato. El traico le dijo que eso quedaría entre ellos, que si alguien se enteraba asesinaría a su madre, pero la joven no tuvo mejor idea que enfrentarlo, y a cambio el hombre tomó un carimbo y le marcó la espalda como si se tratara de ganado. La historia que los habitantes de la tienda contaron fue que el jefe envió a Sutlej a una misión de reconocimiento a otras tierras; una vil mentira, ya que lo enterró y obligó a Magdala que lo ayudara.
Magdala creció en un ambiente de violencia y constante tensión. Desde que tuvo uso de razón, fue testigo de las vejaciones, insultos y golpes que su madre recibía por parte de Chenab, su esposo. Su primer hermano nació cuando ella tenía cuatro años, y ella quedó anonadada con ese pequeñito; el segundo llegó tras un año, y durante tres años más nacieron el resto de sus hermanos, todos varones, en un total de cinco. El trato desigual se hizo notar desde un principio, ya que en cuanto desarrolló mínimas capacidades de resistencia, a Magdala la enviaron a trabajar junto a su madre en tareas del hogar y hasta en ocasiones oficiaba de sirvienta del jefe, que la utilizaba para que limpiara su tienda o la de alguna de sus mujeres. A pesar de albergar cariño por sus hermanos, a medida que éstos crecían y recibían órdenes de su padre, al cual le temían y obedecían, ellos también humillaban a Magdala, escupiéndola, insultándola y hasta golpeándola para que se apurara en sus labores. Maya se había convertido en un ente, y tras tantos embarazos y el constante abuso, su cuerpo se fue debilitando, y cada vez más tareas recaían sobre la joven gitana, que no sólo cargaba con el hogar, si no, con atender a su enferma progenitora. Los viajes eran agotadores, detestaba no estar nunca en un solo lugar, y nunca saber cuándo partiría para otro sitio. Sí la ayudó para conocer mucha gente, e interesante, pero le tenían prohibido recibir instrucción, por lo que poco podía intercambiar con alguna persona que no fueran las mujeres de su propia etnia, las cuales, también le tenían resentimiento, por no ser una gitana pura como ellas, porque estaba marcada por el pecado y por sus venas corría sangre traidora y occidental. Muchas veces pensó que no tenía la culpa de que su madre se hubiera enamorado del hombre equivocado y que de esa relación haya nacido ella.
A los trece años comenzó a ser cortejada por otros gitanos, de todas las edades, que creían que podrían darse un revolcón con esa joven tan distinta, de piel blanca y ojos celestes, pero siempre rechazó a cada uno, a veces de forma más educada, en otras, cuando alguno la asaltaba para intentar violarla, salía herido o, mínimamente, golpeado. Eso derivaba en que Chenab luego le diera una tunda, generalmente con una fusta o la tirara al piso a patearla, solía invitar a sus hijos a que lo imitaran. Ella se hacía un ovillo y no intentaba defenderse, pues las veces que lo había hecho, la que recibía el castigo era su madre, y ya estaba muy débil para esa clase de tratos. Cuando estaba a punto de cumplir los dieciséis años fue llamada junto a todos sus hermanos por el jefe, que los puso en hilera frente a ellos. Nadie era testigo de aquella reunión, pues él había pedido privacidad, ni siquiera su hermano, padre de los cinco varones, podía estar allí, y pobre de aquel que se atreviera a pensar algo malo de él o lo cuestionara. Le pidió a Sutlej, el mayor, que desvirgara a su hermana, y lo primero que recibió fue una negativa de parte de ambos. Sutlej no era un chico de mal corazón, a pesar de que se unía a Chenab cuando de maltratar a Magdala o Maya se trataba, pero lo hacía por miedo, y luego se arrepentía y le pedía perdón a la mayor, y ella lo tranquilizaba y lo abrazaba. El traico se enfureció de tal manera, que ató a los cuatro más jóvenes y amenazó con asesinarlos si no hacían lo que les pedía. Magdala temblaba, pero dejó que Sutlej le quitara la ropa con manos inexpertas y sudorosas, apretó los ojos cuando la tumbó en el catre, pero dejó que su hermano, que todavía era muy joven, tenía casi doce años, se ubicara entre sus piernas, pero él se retiró, desafiando al jefe, que lo tomó del cuello y lo asfixió. Magdala observó con horror el asesinato. El traico le dijo que eso quedaría entre ellos, que si alguien se enteraba asesinaría a su madre, pero la joven no tuvo mejor idea que enfrentarlo, y a cambio el hombre tomó un carimbo y le marcó la espalda como si se tratara de ganado. La historia que los habitantes de la tienda contaron fue que el jefe envió a Sutlej a una misión de reconocimiento a otras tierras; una vil mentira, ya que lo enterró y obligó a Magdala que lo ayudara.
Datos Extra
• Tiene un lobo de nombre Atila
• Es analfabeta
• Aún no tiene control completo sobre sus habilidades
• Su madre padece tisis, pero es la voluntad y el esfuerzo de ella lo que mantienen viva a la mujer.
• Desea huir de su grupo, pero sabe que es imposible; además, nunca abandonaría a su madre
• Sueña con encontrar algún día a su padre y hacerle saber todos sus padecimientos para que les haga pagar a quienes son los autores
• La marca del carimbo se encuentra en la parte baja de su cintura. Aunque es una cicatriz, es algo que llevará marcado para toda su vida, como recuerdo de su esclavitud
• La religión que predica su grupo es el islam, aunque ella poco y nada sabe sobre algo que no sea el dolor y el maltrato
• Es analfabeta
• Aún no tiene control completo sobre sus habilidades
• Su madre padece tisis, pero es la voluntad y el esfuerzo de ella lo que mantienen viva a la mujer.
• Desea huir de su grupo, pero sabe que es imposible; además, nunca abandonaría a su madre
• Sueña con encontrar algún día a su padre y hacerle saber todos sus padecimientos para que les haga pagar a quienes son los autores
• La marca del carimbo se encuentra en la parte baja de su cintura. Aunque es una cicatriz, es algo que llevará marcado para toda su vida, como recuerdo de su esclavitud
• La religión que predica su grupo es el islam, aunque ella poco y nada sabe sobre algo que no sea el dolor y el maltrato
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Última edición por Magdala Đurić/Bronwen Wyn el Vie Oct 11, 2013 11:51 pm, editado 4 veces
Magdala Đurić- Gitano
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DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Magdala Đurić
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Bienvenida a Victorian Vampires
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Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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