| Diario de creaciones |

JOURLNAL DES POUPÈES

ÍNDICE ◆ CREACIONES ESPECIALES

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PÁGINA I

Eleonore ◆ Inexistente Fortaleza

• Piel: Pálida, con mejillas y labios sonrosados.
• Cabello: Blanco, largo y rizado.
• Ojos: No posee, los mantiene siempre cerrados.


• Premortem: Ella era débil, siempre lo fue, desde el momento en que comencé a crecer en su interior. Con la llegada de mi hermana, sus fuerzas prácticamente quedaron agotadas, y ese hombre no fue capaz de pensar en su seguridad, simplemente la volvió a dejar en estado, una vez más. Casi pude sentir en el ambiente su muerte, cuando los chillidos de aquella criatura rompieron el silencio del hogar. Su vida se llevó con él la de mi madre, la preciosa Eleonore. Nunca se negó a complacer el capricho de mi padre de una numerosa familia, nunca lloró y le pidió que parase, que no era lo suficientemente fuerte para poder darle lo que deseaba.

Tuvo que pasar tanto tiempo encerrada, que apenas podía pasear con ella, no pudo disfrutar de Ariadna y de mi mismo, de sus verdaderos hijos. Sentí como una daga ardía en mi pecho, pues ante todo, era la mujer que me había dado la vida. La amé, la amé muchísimo y por eso decidí mantenerla a mi lado, por eso ella fue la primera.

• Postmortem: La primera muñeca que consideré perfecta, fue la que elegí para guardar el alma de mi amada madre. No tenía su mismo color de cabello, pues ella lo tenía de un rubio pálido, pero quise representar la misma muerte al darle ese color. Su textura sin embargo, los rizos, sí eran propios de ella. Recordaba su pálida piel, como pellizcaba sus mejillas para tratar de parecer menos enferma cuando yo y mi hermana queríamos ir a verla. Ella era hermosa, y traté de representarla lo mejor posible. Quedé satisfecho con mi obra.

La pequeña Eleonore, pasa la mayor parte del día durmiendo, con los ojos cerrados, en una hermosa y diminuta cama que preparé para ella. No habla mucho, es casi como si su alma estuviera igual de cansada que como su cuerpo lo estuvo en vida. Su trato con las demás es casi nulo, solo Ariadna y ella mantienen algunas conversaciones en voz baja, las oigo a veces susurrar, sé que hablan de mi, pero no me importa. Las amo tanto...

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PÁGINA II

Ariadna ◆ Eterna Inocencia

• Piel: Clara, de anaranjados y carnosos labios.
• Cabello: Rubio ceniza, largo hasta las caderas, lacio.
• Ojos: Azul intenso, con expresión soñadora.


• Premortem: Tan solo nos faltó compartir vientre para estar más unidos. Desde que nació, me prometí a mi mismo que siempre iba a cuidar a la pequeña Ariadna, mi querida hermana. Su sonrisa era capaz de alegrar toda la casa, y hasta podría jurar que cuando acariciaba una flor, esta crecía aun más fuerte. Fue una pena que esta energía no ayudara a sobrevivir a nuestra madre. Eleonore se habría sentido tan orgullosa de la joven. Pero yo la cuidé, siempre estuve a su lado, las horas de juegos, las confidencias junto al fuego, las travesuras de niños.

La mantuve alejada de la magia, porque no quería que esta la corrompiera, ella debía ser como una princesa, no tocar nada que pudiera dañarla, solo preocuparse de estar siempre bien y feliz. Cuando enfermaba, yo me encargaba de que mejorase rápidamente, aunque me gustaba dedicar mis horas a cuidar de ella, a enseñarla a leer y escribir. Ariadna se hacía mayor, su cuerpo cobraba forma de mujer y comenzó a atraer la mirada de posibles pretendientes, pero yo me encargaba de alejarlos, porque no tenían derecho a disfrutar de su belleza, no permitiría que nadie la mancillara, ni siquiera el hombre que mi padre eligió. ¿Qué derecho tenía él a arrebatarme a mi amada hermana? No tuve remordimiento ni duda al deslizar el veneno por su garganta, no me sentí culpable cuando mis labios le robaron su primer y último beso. Ella sería siempre pura, casta, inocente, y sobretodo, ella sería siempre mía.

• Postmortem: Tardé mucho en lograr una muñeca que le hiciera justicia, una que yo sintiera que guardaba la esencia de lo que era mi hermana. Sus ojos que siempre parecerían los de una niña, su largo y hermoso cabello rubio, que enmarcaba siempre una sonrisa, aun en los peores momentos. El pelo que usé fue el de la propia Ariadna, justo antes de darle un entierro, corté la mayor parte de su larga melena, para usarla en la creación de su miniatura. Así, siempre tendría algo de ella. Usé un vestido de niña para darle ese toque que siempre vi en la muchacha, quedando un resultado satisfactorio.

La pequeña Ariadna, sigue dando fuerzas aun en ese pequeño cuerpo. Oigo sus zapatitos dar pequeños golpes contra el suelo cuando camina por la habitación de las muñecas, para ir a hablar con las demás, para acercarse a nuestra madre, ya que esta siempre se encuentra apartada. Es como una hermana mayor para todas ellas, la que se encarga de dar la bienvenida cuando una nueva pequeña entra en escena. Para mi era a quién debía cuidar, pero ahora que está encerrada en esa proyección de si misma, es la que se encarga de cuidar a las recién llegadas. Habla conmigo, aun tenemos largas conversaciones y le permito siempre decirme con sinceridad lo que piensa. No me guarda rencor, sé que aun me ama. La escucho hablar con madre en susurros, pero no me preocupa.

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PÁGINA III

Ginger ◆ Inesperada Tentación

• Piel: Ligeramente bronceada, con labios oscuros.
• Cabello: Pelirrojo oscuro, a media espalda, lacio.
• Ojos: Verde apagado, grandes y nostálgicos.


• Premortem: Ella llegó como caída del árbol de las manzanas. Con su cabello rojo y sus ojos verdes, una belleza arrebatadora, una mirada perdida y cansada, aun a pesar de ser tan joven. Se presentó como Ginger, y de la mano traía a su hija, Rosalie. Debió tenerla a temprana edad, pero eso es algo que nunca me molesté en preguntar. Se había presentado directamente en la puerta de mi hogar, buscando trabajo para poder mantenerse, ella misma y a la niña.

Podría haberle ofrecido un trabajo en la fábrica de telas, incluso que la niña aprendiera para ser una sirvienta en el hogar, sin embargo, mis planes fueron otros. Su cabello salvaje, su mirada perdida, la pequeña muchacha que era un complemento más. No pude evitar desearla, querer hacerla mía en muchos sentidos. La hice pasar y la llevé a mi habitación privada, las hice trabajar conmigo en la fabricación de dos muñecas preciosas, ellas mismas tomaron parte en lo que sería su futuro, sin siquiera saberlo. Que hermosa tentación.

• Postmortem: Con la ayuda de la propia Ginger y su pequeña hija, la fabricación de las muñecas en las que encerraría sus almas fue bastante más rápida. La menor se mostraba muy interesada, así que a quién primero maté fue a la madre. Elegí usar su propio pelo, una piel que le hiciera justicia por haber trabajado al sol, ligeramente dorada. Y esa expresión de nostalgia que quise poder plasmar. Disfruté enormemente en su preparación, en las ropas; usé las de una dama de clase alta pero sin rozar en la exageración, que fuera sencilla y elegante.

La pequeña Ginger es una muñeca conformista y pensativa. A menudo se dedica tan solo a acariciar el cabello de la pequeña Rosalie, o simplemente a hablar con voz calma con alguna otra de sus compañeras. No suele moverse mucho y es incapaz de mirarme a los ojos, siempre que las miro, ella desvía su rostro a un lado. Sé que me teme, pero que aun recuerda las noches apasionadas que compartimos cuando era una mujer. Sabe que fue su culpa, ella me tentó con su belleza, ella fue la que me hizo desearla. Ariadna dice que ella en el fondo, se siente mucho mejor ahora que no debe luchar más, que no siente hambre o frío.

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PÁGINA IV

Rosalie ◆ Dulce Infancia

• Piel: Clara, de muy rojas mejillas y pecas sobre la nariz.
• Cabello: Pelirrojo claro, por la cintura, lacio.
• Ojos: Avellana suave, casi verdosos. Grandes y vivaces.


• Premortem: Iba de la mano de su madre cuando la vi por primera vez. Rosalie apenas era una niña, obligada a vivir sin descanso por una madre incapaz de mantenerla. Llegó a mi puerta, mientras la mayor pedía trabajo, mientras me tentaba. Yo decidí que quería a Ginger, a su madre, que quería hacerla mi tercera muñeca de colección, pero la pequeña no se quedaba atrás. Era una niña risueña y encantadora, a veces me recordaba un poco a mi amada Ariadna, aunque la pelirroja era más juguetona, en ocasiones hasta un poco hiperactiva, pero era muy simpática. Me ayudó en la preparación de las muñecas que pertenecerían a ella y a su madre, siempre se mostró muy curiosa, queriendo saber cómo se hacían esas muñecas tan bonitas.

Ella llegó a ver hablar a las otras dos (mi madre y mi hermana), pero era una niña, así que se creyó cualquier excusa que le di, como la petición de que no dijera nada a su madre, porque ella era ya mayor y no lo entendería. Dulce inocencia, era algo que había que conservar, sin duda alguna.

• Postmortem: Fue más fácil hacer a Rosalie que a su madre, porque su expresión ya la había trabajado antes, cuando trataba de hacer a Ari. Me encargué de que su rostro fuera infantil, y su cuerpo un poco más pequeño que el de las demás muñecas, que se notara que era una niña en comparación con las demás. Su propio cabello sirvió perfectamente para hacer el pelo, el cual decidí recoger en dos coletas, que le daban un aspecto aun más infantil, más hermoso. Las pequeñas pecas que cubrían su nariz, eran el vivo reflejo de la auténtica niña, era una copia casi perfecta, un cuerpo exclusivo.

La pequeña Rosalie es animada, probablemente es de las muñecas que más juegan y se mueven por la habitación. Alguna vez me he visto en la necesidad de reparar alguna de sus piezas, ya que es de las más antiguas e inquietas, y tiende a golpearse sin querer. Le gusta jugar con las que llegan nuevas y con mi hermana, a menudo cuenta a todas historias que se ha inventado, sobre cómo llegó allí o sobre un príncipe que la salvará algún día y se casarán, imagina como sería poder crecer y ser una hermosa mujer. Me gusta su viveza y su alegría, fue una buena pieza para la colección, no es parecida a su madre más que en pequeños detalles, y eso siempre me ha parecido estupendo.

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PÁGINA V

Javenna ◆ Silenciosa Sumisión

• Piel: Ligeramente amarillenta, sin color pero con labios húmedos.
• Cabello: Rubio oscuro, un tanto rizado, trenzado y largo. Salvaje.
• Ojos: Verde apagado, tristes y cansados.


• Premortem: Fue su mano lo primero que llegué a ver, cuando la extendió hacia mi, esperando una limosna por mi parte. Iba con mi esposa del brazo, así que no pude dedicarle más que una mirada furtiva, no necesité más. Fueron sus ojos, esos ojos tristes y perdidos, que parecían haber pasado tanto. Sus mejillas apenas tenían volumen y el color había desaparecido, era un alma condenada y eso se veía desde lejos. Mi mujer le dejó caer un franco, sintiéndose así mejor con ella misma. Yo, sin embargo, tenía otros planes.

Volví unas horas después, y ella seguía acurrucada en el mismo lugar, con los pies descalzos y sucios. A su lado, un hombre mayor, con pintas también de estar pasando hambre, miraba a todos lados. No dudé que estaba esperando poder vender a la chica. Cubrí mejor mi rostro con la capucha que llevaba, para que no pudiera distinguir mi rostro y me acerqué a ellos. Le pregunté que cuánto quería por la joven, que si me la llevaba, no la volvería a ver. El precio que puso fue tan ridículo que hasta estuve a punto de reír, dándole incluso un poco de más. Solo me dijo como se llamaba la muchacha, Javenna. ella nunca había dicho una palabra, desde su nacimiento. Aquello solo aumentó mi curiosidad. Y sin más, me la llevé. Sin resistencia alguna por su parte. Tan solo una sumisión total.

• Postmortem: Ya tenía una base para la muñeca que me iba a servir, tan solo tuve que arreglar un poco los ojos, para que se asemejaran más a los de la sirvienta, la cual permaneció encerrada conmigo en el taller, sin decir palabra, solo se acurrucaba y esperaba órdenes. Cuando la finalicé, corté el cabello de la muchacha, para que fuera el suyo propio, como el de la mayoría de mis muñecas, exceptuando a mi amada madre, claro. Le mantuve un peinado bastante salvaje y poco elegante. Sus ropas sencillas, porque iba a ser la sirvienta, no cambiaría eso, era lo que me gustaba de ella.

La pequeña Javenna sigue sin decir palabra. Es una muñeca que está completamente a mi servicio. Cuando no está siguiendo mis peticiones, ayudándome en la elaboración de otras como ella, se dedica a sentarse en un rincón de su estantería, sin socializar con las demás. Rosalie y la propia Ariadna han tratado de acercarse a ella en alguna ocasión, pero solo les dedica una mirada triste y luego vuelve a quedarse estática. Si no fuera porque le pido que haga cosas, parecería una simple muñeca sin alma. Pero así es como me gusta.

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PÁGINA VI

Loise ◆ Noble Narcisismo

• Piel: Marfileña, con un maquillaje natural y labios carnosos.
• Cabello: Castaño claro, perfecto semi-recogido y flequillo.
• Ojos: Castaños, pícaros y resabidos.


• Premortem: Quién lo habría dicho, jamás me lo habría podido esperar. Que una de las muñecas fuera quién deseara su propio encierro. Loise era joven, niña de cuna y siempre bien arreglada. La había visto en fiestas y encuentros, sabía que me coqueteaba, que yo le interesaba, pero nunca llamó especialmente mi atención para mantener una relación, aunque sí lo hizo para otras cosas. Su porte elegante, su semblante siempre curioso y perspicaz. Ella era una reina en potencia, tenía la actitud y la personalidad perfectas.

Un día, sin más, se acercó a mi y me pidió que le hiciera una muñeca, que reprodujera su juventud tal y como estaba en ese momento. Me dijo que odiaba la idea de envejecer, que quería verse siempre joven y perfecta, pues así se consideraba. Nunca supe muy bien el por qué fue precisamente a ella, pero decidí compartir mi pequeño secreto. La llevé a mi taller especial, donde estaban todas las demás, todas mis pequeñas. Cual fue mi sorpresa al ver como sus ojos se iluminaban de ilusión. No lo pude creer cuando ella misma me pidió que lo hiciera, que la convirtiera en una perfecta y eterna muñeca, en mi muñeca.

• Postmortem: Hacer a Loise fue verdaderamente complicado. Principalmente porque ella insistió en seguir todo el proceso, y debía dejarla satisfecha. Ya no me guiaba solo de mis propios gustos, también de los suyos. No me supuso un problema, porque era un reto, y los retos a veces estaban bien. La hice preciosa y elegante, ella misma me entregó su pelo y se encargó de peinarlo como deseaba, también de ayudarme con la costura de la ropa que usaría, al parecer, una miniatura de uno de sus verdaderos vestidos.

La pequeña Loise sigue teniendo ese porte elegante, esa mirada pícara de saberlo todo. Es la princesita de la familia, le gusta tratar con todos y a veces da alguna que otra orden, a quién único no se atreve a tratar así es a Ariadna, porque yo no se lo consentiría jamás, evidentemente. Ella es feliz, adora ser muñeca y se pasa muchas horas sentada frente a un pequeño espejo que le regalé, tan solo admirándose, tocándose el cabello y la ropa. También se dedica a coserse vestidos nuevos, así que es la única que se cambia de atuendo a menudo. Socializa con las demás, pero siempre tiene ese aire de superioridad que no puede evitar.

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PÁGINA VII

Saori ◆ Exótica Seducción

• Piel: De suave pálido, apenas un toque de brillo y sonrosado.
• Cabello: Negro azabache, largo hasta las rodillas, totalmente liso.
• Ojos: Celestes, seductores y calmados.


• Premortem: Esa belleza mestiza tenía que ser mía, lo supe en cuanto la vi por primera vez. Volver a llevarme a una muchacha con familia era demasiado arriesgado después de Louise, aunque ella se había encargado de dejar todo preparado para que no la echaran en falta y la dieran por desaparecida o muerta, pero con Saori sería diferente, porque ella no me había pedido ser una de mis preciosas pequeñas. Me aseguré de acercarme lo suficiente a ella, de conocerla. Cada movimiento que hacía, la forma en la que retiraba su cabello, cómo servía las bebidas, la manera en la que se cubría los labios cuando sonreía...toda ella era elegancia pura, era seducción en el más vivo estado. Un aspecto asiático con dos preciosos orbes celestes que me habían robado la razón. La quería en mi colección, lo ansiaba con urgencia.

Me aseguré de mantener contacto con ella, de poder preparar una muñeca que le hiciera justicia, me aseguré de colar en sus comidas dosis de veneno que fueran acabando con su entereza. No era la primera vez que había algo así, y cuando generabas confianza en los demás, la gente no tenía cuidado de revisar lo que tomaban, nunca lo tenían. Ella cayó enferma con apenas un par de dosis, y finalmente falleció. Ya era mía, yo estaba preparado para darle la bienvenida.

• Postmortem: Disfruté verdaderamente trabajando en su miniatura. Quería representarla a la perfección, sus rasgos orientales entremezclados con los occidentales, esa expresión serena que tenía en el rostro, esa elegancia ante cada movimiento de su cuerpo. Para poder vestirla decidí hacer uso de la moda asiática, pedí a un modista que me ayudara, que me enseñara como poder hacer un kimono, solo tuve que decirle que era para un encargo especial de cumpleaños, ya demás, hacerle un pequeño descuento en unas compras de telas que hizo a la empresa. Cuando la tuve lista, solo faltó el cabello. Obviamente yo no iba a hacer algo tan burdo como escarbar para desenterrar su cadáver, así que usé mis contactos para hacer que un sepulturero se encargara de la tarea de conseguirme el cabello, sin revelar mi identidad, por supuesto, a cambio de unos buenos francos.

La pequeña Saori es perfecta. Es la más alta de todas, aun estando en ese pequeño cuerpo, mantiene su elegancia en cada movimiento, su educación al hablar y al tratar con las demás. Mantiene charlas muy maduras con las más mayores, las que abandonaron la vida siendo ya mujeres hechas y derechas, aunque Loise no la trata muy bien, siempre he pensado que le tiene una enorme envidia, aunque la mestiza es demasiado madura como para caer en su juego de envidias banales, por eso la adoro.

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PÁGINA VIII

Keira ◆ Inquietante Indiferencia

• Piel: Pálida, con labios rojo oscuro.
• Cabello: Albino, ondulado, con fleco y natural.
• Ojos: Marrones, con cierto tinte rojizo. Pequeños, inquietantes.


• Premortem: Basta con verla para saber lo que en un primer momento me llamó la atención. Una muchacha albina, con unos inquietantes y fríos ojos de color marrón, casi rojizos. Eso de por sí ya era algo difícil de ver, pero una vez tratabas con ella, era aun más inquietante si cabe. Keira se llamaba, la niña abandonada en el orfanato por sus padres, porque la creyeron un monstruo, o al menos así la tachó su madre, para librarse de las acusaciones falsas de infidelidad que le cayeron por parte del marido. Inútiles, no sabían apreciar las peculiaridades de su pequeña creación. Pero yo sí supe. Era joven y aun así hablaba del mundo como si no pudiera esperar nada más de él, y es que le daba igual. Era casi como hablar con una anciana atrapada en un cuerpo de infante, conseguía hacer que me recorrieran escalofríos.

En un principio hasta me planteé adoptarla, ¿podría tener dotes de bruja y aprender como mi pupila? Sabía que era un diamante en bruto, que tenía la frialdad necesaria para matar sin parpadear, pero por desgracia, no tenía el don. Le pedí que se escapara y no le dijera a nadie a dónde iba, total, no era más que una huérfana que nadie echaría en falta. La puse a prueba pero falló, no podía ayudarme con la magia, pero le prometí que me ayudaría de otra forma. Le dio igual, solo lo aceptaba, todo parecía importarle poco, nunca la vi mostrar entusiasmo por nada. Iba a ser mía.

• Postmortem: Debo reconocer, que no fue fácil hacer a Keira. Lo más parecido que había hecho fue Ginger, con su expresión nostálgica. Pero para la pequeña albina debía reproducir un pequeño monstruo en miniatura, sin sentimientos, sin nada que representara algún tipo de afección, un cascarón vacío. Tras un arduo trabajo, lo conseguí. Elegí ropas simples, que dejaran ver su condición de humilde, pero como todas mis pequeñas, debía ir bien vestida, una cosa no quitaba la otra. El pelo fue el natural, por supuesto, se lo peiné en dos coletas, que le daban ese aspecto infantil que la propia muchacha tenía. Rostro indiferente, que casi podría asustar, que indicaba mucho pesar, y un exterior aniñado. Era una estupenda combinación.

La pequeña Keira tuvo un buen recibimiento, especialmente por Rosalie, ya que eran aproximadamente de edad similar, sin embargo, eso no tardó en quedar atrás. Keira da siempre respuestas cortantes, no quiere jugar con la menor, pero tampoco meterse en las conversaciones de las adultas. Para sorpresa de la mayoría, lo que sí hace a menudo es ir al lado de Eleonore, se pasa horas a su lado, sin decir nada, solo con sus ojos perdidos. Las he visto llegar a cogerse de la mano, no entiendo su actitud, pero mi madre no la rechaza. A las otras pequeñas les inquieta, pero a mi me gusta, es diferente, es perfecta como las demás.

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