AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Los sentimientos se perdieron con el paso del tiempo [Privado]
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Los sentimientos se perdieron con el paso del tiempo [Privado]
Viendo al pequeño muchacho en silencio…Mis recuerdos se han ido.
¿Qué piensas de la persona en la que me he convertido?
¿Qué piensas de la persona en la que me he convertido?
Después de un tiempo, aún seguía pensando en la muerte, deseaba terminar con aquello, empezar con algo nuevo, pero siempre era atormentado por sus recuerdos, mismos que había perdido por su estado negativo. Se había visto una y otra vez en la misma situación, en ese callejón inútil, en medio de la suciedad parisina, esa temible ciudad, asquerosa, su olor, sus calles y la pobreza podían entristecer al espíritu. Cada día y noche parecía tener la misma pesadilla. Una sombra negra como la muerte caminaba en aquel callejón, era Eyael, pero a su vez no lo era. Aquel ente maligno dibujaba su rostro con un semblante lleno de ira. Era como tener a dos de él, uno ‘bueno y otro malo’. Aquel ser caminaba en ese callejón susurrando palaras de muerte, desgracias, como si estuviese buscando la provocación de un muchacho, vestido de blanco con los cabellos cortos, sentado sobre unas cajas de cartón, con la mirada gacha y la tristeza sobre toda su aura. Resultaba curioso, porque era el mismo Eyael. Los dos eran él, solo que diferente, solo que macabramente encerrados en el mismo sitio. Pero la figurilla blanca parecía ignorar las palabras de aquel ente maligno, quien le gritaba, le decía cosas y verdades que nadie deseaba escuchar, echaba embrujos sobre él, con fuerza, con ira en la voz. Sin embargó aquella frágil y triste figura blanca no se movía, no se inmutaba y de vez en cuando abría los labios para emitir palabras sumamente tristes. Aquella figura negra como la oscuridad se escondía en el callejón vigilándole, acechándolo, como si estuviera dispuesto a no dejarle en paz. Y esa pesadilla se repetía como un presagio nada agradable.
Estaba dándole vueltas a ello, esa figura invisible de dos metros y medios se encontraba pensativa, hasta que decidió levantarse, hacerse casi corpóreo, hasta que otro espíritu joven apareció, ‘Dylan’, tenía cinco años de muerto y apenas podía entender de qué se trataba la muerte y porque aún estaban, como dirían los mortales ‘en este mundo’. Dylan había interrumpido bruscamente a Eyael, preguntándole cosas vanas, como"¿Qué era la oscuridad?, ¿Puedo tocar la mejilla de una dama?, ¿Qué es un beso?" y la más importante "¿Por qué estamos aquí?", Eyael se negaba a contestarle, estaba demasiado ocupado con sus cosas, como para ayudar al otro. Solo se levantó y le dijo secamente ‘Descúbrelo tú’, era demasiado evidente que el fantasma no estaba de humor, comenzó a caminar por ahí, sin sentir las losetas de piedra que adornaban las calles parisinas, cansado de su existencia. Centrado en sus pensamientos. Buscando que su voz fuera un murmullo en el viento, cuando comenzaba a cantar de una forma casi espectral con ese tono masculino que portaba. –Por un momento escucho el ruido de los frenos. Me pesa el cuerpo, el hermoso cielo siempre está ahí, duele no poder tocarlo y ahora estoy mojado por esta eterna lluvia llamada tristeza. Si tan solo estuvieras aquí, las cosas estarían bien. Estoy meciéndome en este tren, sin destino claro, los sentimientos se perdieron con el paso del tiempo– Su voz solo podían escucharla otros de su misma especie, al final camino por aquel parque, donde la gente solía pasar apresuradamente y al mismo tiempo se desvanecían en el cuadro, como si el pintor hubiese querido destruirlo todo, con solo aventar un poco de agua. Cuido sus movimientos, escondiéndose tras un árbol, donde la luz del día era mínima y su alma comenzó a tomar forma, muchos le llamaban corporeidad, el solo ‘visibilidad’, ese alto muchacho de dos metros y medio se dejó caer al pasto, sentándose y recargando su espalda sobre la sobra del árbol viendo como los rayos de sol se entrometían entre las hojas que formaban la copa, quería distraerse de todo pensamiento vano.
Era tan tremendamente egoísta que se abortaba en las letras que sus labios emitían en forma de canción, y aun disfrutaba del viento, del pasto, del sol, de cada pequeña cosa que estaba en esa esfera donde se había metido, como si de pronto sintiera un coraje enorme, por no estar vivo, por no saber que lo llevo a morir y prevalecer en el mundo. –Recolectando las piezas de mis recuerdos, solo veo un niño, siento la calidez del sol como si el amor fuera cobardía y aun no puedo escuchar tu voz, cierro mis ojos lentamente y mi cuerpo vuelve a ser un eterno durmiente– Se quedó ahí, con los parpados cerrados, con el cabello largo y negro azabache ondeándose con el viento, de forma inmóvil, como si estuviera totalmente muerto a los ojos humanos, escuchando el barullo, siendo interrumpido brutalmente por una voz, no supo distinguir si era femenina, masculina, si seguía siendo de día o de noche.
Invitado- Invitado
Re: Los sentimientos se perdieron con el paso del tiempo [Privado]
Entre la vida y la muerte existe ese limbo, uno en el que ambos habían decidido permanecer, fuese por causas de honor o por egoísmo puro. Los días, transcurrían y un milenio podía ser lo mismo que un segundo. Arthur con su bien establecido sentido de lo que pare él debían ser las cosas, con ese orgullo y esas ideas que respetaban lo que Egyed veía como algo insulso. Eran tan diferentes entre sí, desde la misma esencia de sus seres.
Quien había tenido la ocurrencia de juntarlos, no lo hizo con la intención de que permanecieran salvo en el momento en que fueron invocados, de épocas y lugares distintos, juntos más tiempo del que él pretendía usarlos. Para proteger lo que quería. Y sin embargo, había salido todo mal, invocados en un momento, trayéndolos de aquella paz que habían alcanzado después de sus muertes. Uno asesinado, el otro condenado por sus actos. No importaba la realidad de lo que fue entonces, si hubo o no arrepentimientos. Ellos ya no eran parte de este mundo y ese brujo, de habilidades excepcionales, apenas y llegó a verlos. Fue su hijo, en ese entonces -incluso tal vez ahora- alguien incapaz de comprender el legado que su padre le había dejado no solo por lo que le había transmitido ya en la sangre, sino los pocos -o muchos, como dependiese del caso- conocimientos que había logrado transmitirle acerca de la hechicería. Entre todo, ellos se habían quedado, y Arthur, viendo al niño solo y desprotegido, lo consideró como una cuestión de honor o algo parecido, el quedarse y guiarlo hasta donde le fuese posible. Las razones de aquel que una vez mató a muchos como él, incluso si lo decía en broma, parecía ser que ver el cuerpo y alma joven de quien se quedara a cargo de ambos, le recordaba su vida y a sus víctimas. Si esa era la razón para su estadía, aún era un misterio para el que antiguamente fue un rey.
Ese día, como muchos, habían ido con el brujo a quienes veían como su protegido, por esos rumbos. Pero necio como era, el muchacho se había hartado de su presencia, un comentario y se había vuelto volátil y de un humor que creyeron era mejor dejarle hacer lo que quisiera.
Incluso si se mantuviesen juntos sin la presencia del brujo, era porque habían empezado a acostumbrarse más a ello que a lo contrario. Pero tenían sus ratos lejos uno del otro. Solían discutir a menudo, pues lo que uno veía como faltas a la moral al otro le parecía algo que tenía sentido y era divertido.
-Probablemente, si os hubiese conocido en vida, habría sido yo mismo quien terminase con ella. Un hombre como vos ha cometido demasiadas atrocidades- Dijo el británico mientras se movían por el parque y miraba a su alrededor. Nadie les veía y era lo mejor, menuda escena sería esa.
-Lo dice el hombre que más que otra cosa parece no haber disfrutado del todo los placeres que ha podido otorgarte la vida. Eres un santurrón, eso es lo que sucede. Pero si hubieses vivido lo que tu instinto realmente te dictaba, lo comprenderías- El tono de su voz tenía ese toque oscuro que el del otro no poseía, un timbre que podría causarle escalofríos a más de uno. El rubio le miró con incredulidad por sus palabras -Por supuesto, un asesino ha de venir a decirme eso - dijo con un evidente tono de molestia. Y es que no había sido cualquier asesino, ojalá y solo hubiese provocado un par de muertes, pero la lista era inmensa. Eso además de no haber tenido moral, no tenía humanidad, según lo veía él.
Así solían estar y jamás llegarían a un acuerdo porque sus formas de ver el mundo eran tan opuestas como ellos. Arthur terminó por no decir nada más para no enfrascarse en una discusión sin sentido ni razón. Se acercaron a esa área del parque, vislumbrando la silueta de ese que poseía la misma forma que ellos poseían ahora, incluso si parecía tan humano como las personas que se movían por ahí, podían darse clara cuenta.
-Disculpad si os interrumpimos - el inglés se había acercado después de un rato -Quisiera haceros una pegunta - Porque las horas pasaban y aunque sabían donde estaba el muchacho al que servían como espíritus acompañantes, había otra cosa que habían escuchado. A Egyed le pareció más que su compañero solo buscaba platicar y hacer tiempo. Pero sin duda el hombre era curioso a la vista. Con aquellos cabellos tan largos, esos rasgos y esa altura que no era sino impresionante. En realidad, podría haber preguntado a cualquiera, si bien era cierto que no necesitaban hacerlo y averiguarlo de propia cuenta.
Aún así, Egyed se acercó, manteniéndose detrás de Arthur viendo a ese ente que parecía dormitar. Pero su mirada se desvió por un momento porque aquel no era al único que sentía ahí y fue entonces que prestó atención a lo que había a su alrededor.
Quien había tenido la ocurrencia de juntarlos, no lo hizo con la intención de que permanecieran salvo en el momento en que fueron invocados, de épocas y lugares distintos, juntos más tiempo del que él pretendía usarlos. Para proteger lo que quería. Y sin embargo, había salido todo mal, invocados en un momento, trayéndolos de aquella paz que habían alcanzado después de sus muertes. Uno asesinado, el otro condenado por sus actos. No importaba la realidad de lo que fue entonces, si hubo o no arrepentimientos. Ellos ya no eran parte de este mundo y ese brujo, de habilidades excepcionales, apenas y llegó a verlos. Fue su hijo, en ese entonces -incluso tal vez ahora- alguien incapaz de comprender el legado que su padre le había dejado no solo por lo que le había transmitido ya en la sangre, sino los pocos -o muchos, como dependiese del caso- conocimientos que había logrado transmitirle acerca de la hechicería. Entre todo, ellos se habían quedado, y Arthur, viendo al niño solo y desprotegido, lo consideró como una cuestión de honor o algo parecido, el quedarse y guiarlo hasta donde le fuese posible. Las razones de aquel que una vez mató a muchos como él, incluso si lo decía en broma, parecía ser que ver el cuerpo y alma joven de quien se quedara a cargo de ambos, le recordaba su vida y a sus víctimas. Si esa era la razón para su estadía, aún era un misterio para el que antiguamente fue un rey.
Ese día, como muchos, habían ido con el brujo a quienes veían como su protegido, por esos rumbos. Pero necio como era, el muchacho se había hartado de su presencia, un comentario y se había vuelto volátil y de un humor que creyeron era mejor dejarle hacer lo que quisiera.
Incluso si se mantuviesen juntos sin la presencia del brujo, era porque habían empezado a acostumbrarse más a ello que a lo contrario. Pero tenían sus ratos lejos uno del otro. Solían discutir a menudo, pues lo que uno veía como faltas a la moral al otro le parecía algo que tenía sentido y era divertido.
-Probablemente, si os hubiese conocido en vida, habría sido yo mismo quien terminase con ella. Un hombre como vos ha cometido demasiadas atrocidades- Dijo el británico mientras se movían por el parque y miraba a su alrededor. Nadie les veía y era lo mejor, menuda escena sería esa.
-Lo dice el hombre que más que otra cosa parece no haber disfrutado del todo los placeres que ha podido otorgarte la vida. Eres un santurrón, eso es lo que sucede. Pero si hubieses vivido lo que tu instinto realmente te dictaba, lo comprenderías- El tono de su voz tenía ese toque oscuro que el del otro no poseía, un timbre que podría causarle escalofríos a más de uno. El rubio le miró con incredulidad por sus palabras -Por supuesto, un asesino ha de venir a decirme eso - dijo con un evidente tono de molestia. Y es que no había sido cualquier asesino, ojalá y solo hubiese provocado un par de muertes, pero la lista era inmensa. Eso además de no haber tenido moral, no tenía humanidad, según lo veía él.
Así solían estar y jamás llegarían a un acuerdo porque sus formas de ver el mundo eran tan opuestas como ellos. Arthur terminó por no decir nada más para no enfrascarse en una discusión sin sentido ni razón. Se acercaron a esa área del parque, vislumbrando la silueta de ese que poseía la misma forma que ellos poseían ahora, incluso si parecía tan humano como las personas que se movían por ahí, podían darse clara cuenta.
-Disculpad si os interrumpimos - el inglés se había acercado después de un rato -Quisiera haceros una pegunta - Porque las horas pasaban y aunque sabían donde estaba el muchacho al que servían como espíritus acompañantes, había otra cosa que habían escuchado. A Egyed le pareció más que su compañero solo buscaba platicar y hacer tiempo. Pero sin duda el hombre era curioso a la vista. Con aquellos cabellos tan largos, esos rasgos y esa altura que no era sino impresionante. En realidad, podría haber preguntado a cualquiera, si bien era cierto que no necesitaban hacerlo y averiguarlo de propia cuenta.
Aún así, Egyed se acercó, manteniéndose detrás de Arthur viendo a ese ente que parecía dormitar. Pero su mirada se desvió por un momento porque aquel no era al único que sentía ahí y fue entonces que prestó atención a lo que había a su alrededor.
Última edición por Arthur / Egyed el Vie Mayo 03, 2013 12:37 am, editado 1 vez
Arthur / Egyed- Fantasma
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Fecha de inscripción : 10/04/2012
Re: Los sentimientos se perdieron con el paso del tiempo [Privado]
Sus perfectos cabellos se movían con el viento, con lo que fuera, su silueta simplemente era imponente, divina, pero rodeada de una inmensa soledad, siempre le había visto así, de esa manera tan callada, tan distante del mundo, como si sus ojos estuvieran hechos para contemplar el cielo. Eyael se la pasaba en aquel callejón, sentado sobre unas tristes cajas de cartón que habían perdido valor, empapándose de aquella imagen, sin dejar que el sol tocase su figura delgada y transparente, que otros como él podían ver. Pero el mismo Eyael no se daba cuenta de un par de cosas, eso le hacía atrayente a la vista. Y más cuando solía cantar, Dylan sabía perfectamente que ese ente extraño estaba pasando por un mal momento. Pero adoraba escuchar su voz, era como desgarrarse la garganta, expresaba sentimientos que conocía al derecho y al revés, pero jamás los había experimentado. Dylan era diferente, la inocencia de este espíritu era mayor, había vivido callado y había muerto de la misma manera, pero aun con la desgracia que lo embargaba se preguntaba, porque no podía alcanzar la paz de la que los espíritus murmuraban.
Quería ser libre como nunca antes lo había sido y de la nada ahí estaba, de nuevo ese fantasma esperando por la nada, pensativo, envuelto en un aura fría y demasiado introvertida, se acercó y cuando le ataco simplemente lo hizo con preguntas, que si bien eran tontas, necesitaba hacerlas. Jamás tuvo a alguien que le explicara las cosas y menos la vida cuando le fue arrebatada. Su curiosidad antes ese estado inútil en el que prevalecía era constantemente aplastante. Aquel termino por ignorarle y darle una solución que se definía por si sola como ‘libertad’, pero estaba acostumbrado a ser amarrado, atado y peor aún dominado por alguien más. El temor se apoderaba de él, aunque no estaba seguro del porqué, si ya nadie podía hacerle daño. Llevaba unos cuantos años vagando, así que pensaba, era como el viento, que nadie podría perseguirle –Guarda silencio, pequeño insecto–Susurró a una pequeña hormiga que caminaba en dirección del fantasma ‘mayor’, ya que ahora este parecía su ‘maestro’.
Sin que Eyael se diera cuenta, Dylan comenzaba a seguirle, como si fuera una sombra, misma que no necesitaba al carecer de un cuerpo, se enfrentó a él en más de una ocasión, lo haría ahora, total, no podía matarle, ni golpearlo o algo parecido. Llegó con calma guiado por la voz del mayor hacía aquella extraña parte de la ciudad, hasta que se paralizo, dos más como ellos estaban parados frente a la silueta de Eyael, parecían viejos, fuera de época, sus ropajes, y aquel fantasma conocido suyo, estaba ahí corpóreo, sin jactarse del asunto. Dylan se acercó poco a poco y observó la escena con curiosidad. Como no tenía modales y jamás pensó en necesitarlas paso de las dos figuras desconocidas y se plantó frente a su compañero de penas, tocando o queriendo tocar su cuerpo, claro no podía hacerlo pues como era joven no dominaba ninguna de esas ‘artes’ –Eyael, Eyael…-Murmuró con ese tonó de voz y se quedó viendo a ver si despertaba pues la voz de aquel ser se había silenciado.
Quería ser libre como nunca antes lo había sido y de la nada ahí estaba, de nuevo ese fantasma esperando por la nada, pensativo, envuelto en un aura fría y demasiado introvertida, se acercó y cuando le ataco simplemente lo hizo con preguntas, que si bien eran tontas, necesitaba hacerlas. Jamás tuvo a alguien que le explicara las cosas y menos la vida cuando le fue arrebatada. Su curiosidad antes ese estado inútil en el que prevalecía era constantemente aplastante. Aquel termino por ignorarle y darle una solución que se definía por si sola como ‘libertad’, pero estaba acostumbrado a ser amarrado, atado y peor aún dominado por alguien más. El temor se apoderaba de él, aunque no estaba seguro del porqué, si ya nadie podía hacerle daño. Llevaba unos cuantos años vagando, así que pensaba, era como el viento, que nadie podría perseguirle –Guarda silencio, pequeño insecto–Susurró a una pequeña hormiga que caminaba en dirección del fantasma ‘mayor’, ya que ahora este parecía su ‘maestro’.
Sin que Eyael se diera cuenta, Dylan comenzaba a seguirle, como si fuera una sombra, misma que no necesitaba al carecer de un cuerpo, se enfrentó a él en más de una ocasión, lo haría ahora, total, no podía matarle, ni golpearlo o algo parecido. Llegó con calma guiado por la voz del mayor hacía aquella extraña parte de la ciudad, hasta que se paralizo, dos más como ellos estaban parados frente a la silueta de Eyael, parecían viejos, fuera de época, sus ropajes, y aquel fantasma conocido suyo, estaba ahí corpóreo, sin jactarse del asunto. Dylan se acercó poco a poco y observó la escena con curiosidad. Como no tenía modales y jamás pensó en necesitarlas paso de las dos figuras desconocidas y se plantó frente a su compañero de penas, tocando o queriendo tocar su cuerpo, claro no podía hacerlo pues como era joven no dominaba ninguna de esas ‘artes’ –Eyael, Eyael…-Murmuró con ese tonó de voz y se quedó viendo a ver si despertaba pues la voz de aquel ser se había silenciado.
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Re: Los sentimientos se perdieron con el paso del tiempo [Privado]
Que empiece el espectáculo, que sea el viento quien decida el rumbo de este barco.
No deseaba ser molestado, mucho menos por alguien como Dylan, ese fantasma le traía la cabeza dando vueltas, estaba tan cansado de rendir explicaciones, su alma se desespera con tan solo verlo, parecía un cachorro con esos ojos tristes y siguiéndole a todas partes, no le hacían falta mascotas cuando lo tenía a él. Y ahora disfrutaba de aquel panorama, pero no se imaginó que por muy poco tiempo, pues aquel chiquillo lo había seguido hasta ese lugar. No se había percatado de nada, incluso si la gente pasaba y lo observaba, si alguien le arrojase algo simplemente ignoraría cualquier cosa que impidiera que su desesperada voz saliera de sus cuerdas vocales.–Permíteme perderme en el tiempo–Fue lo último que pronunció antes de fundirse con el panorama y borrarse de aquel cuadro donde era ignorado por el pintor, inclusive si este lo había creado antes que el viento que oscilaba en los cabellos de las damas. Seguramente después de ello terminaría con su corporeidad mucho antes de lo que estaba permitido, se daba la dicha de ser ‘libre’, porque claro no lo era, ya no, y Nill parecía ausente, demasiado distraído para poder pensar con claridad e ir en busca de él. Por fin el fantasma se había rendido con ese brujo testarudo que lograba sacar lo peor de su personalidad.
Cuando escuchó o sintió eso, más bien, entonces sus parpados siguieron igual, pero con una inquietud que pocas veces proyectaba, debatiéndose entre abrirlos, ignorar, hacerse el más muerto, simplemente algo de paz quería, irónico porque era lo que no tenía. Había algo que entre ellos podía ser como señal de reconocimiento y era el cambio en la temperatura, o incluso algo más, pero Eyael tenía sus métodos, mismos que odiaba revelar. Y aquello agudizo su sentido de pronto estaba ahí, escuchando una voz joven, grave, pero demasiada educada, era extraño que alguien tuviese eso aun después de haber muerto, pensaba que no sería más que un ‘espíritu’ que aseguraba estaba vivo, de esos que se mentían habían de amontones. Y odiaba lidiar con ellos, sin embargo cuando sus labios empezaban a abrirse algo lo desconcertó demasiado, tanto que el ceño se le había fruncido como gesto natural a esa presencia. El chiquillo, ese niño que había sido asesinado por quien sabe quién, ya hasta lo había olvidado, se levantó, no trato de hacerlo bruscamente, simplemente se reincorporo sentándose en posición de loto sobre la hierba y sin que nadie observa, se aseguró vigilando con entre sus azabaches cabellos, que nadie podía observarlo, para después entrar a su estado natural. Su vista se fijó en aquellas dos figuras antes de en aquel niño que aun parecía creer en los cuentos de hadas.
-No me han interrumpido–Añadió con la voz un tanto afectada debido a estar ‘cantando’.-Pueden hacer las preguntas que gusten.–Se hubiera levantado, de no ser porque Dylan estaba casi agarrado de él, simplemente lazo una especie de suspiro y el viento soplaba un poco más fuerte, quizás solo era el fastidio de tener a ese niño pisándole los talones.–Lamento la mal educación de este chiquillo, pero es ‘nuevo’ en el oficio –Murmuró casi sarcásticamente, pero claro el muchacho no captaba eso, se hubiese presentado, pero se limitó a ello. Viendo a los otros dos, lucían extraños, de épocas más antiguas, ¿medievales?, si algo así, había leído un poco de ello, por culpa de aquel brujo que ahora estaba desaparecido. -¿Puedo hacer después unas preguntas acerca de ustedes? –Ladeo el rostro, viéndoles fijamente echándose los cabellos hacía atrás mismos con los que el chiquillo a su lado osaba a jugar. Se levantó y se inclinó a modo de reverencia–Eyael a su servicio y este niño que ven aquí se llama Dylan, si les interesa pueden llevárselo–Fastidiado de él, Eyael arrojo al chiquillo en dirección de aquel hombre que parecía mucho mayor y más robusto, fuerte pero imponente. Y su vista no se fijó en nadie en especial, solo en ellos tres. Parecía que tenían cosas interesantes de las cuales ponerse a hablar. Observó a Dylan temblar de forma extraña, como si aquel hombre le recordara algo. Pero no pasó nada, Eyael no iba a acudir a su grito de auxilio, se volvió a sentar y esperar, por aquellas preguntas o lo que fuera que esos hombres buscaran.
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Re: Los sentimientos se perdieron con el paso del tiempo [Privado]
Egyed vio a Arrthur debatirse, si bien había dicho eso, probablemente solo había sido un impulso, raro de ver en él, pero un impulso de hablar con el otro al fin y al cabo. Fue él quien vio al fantasma que merodeaba y parecía tenerle cierta idolatría al que decía llamarse Eyael -Dylan... Dispuesto estaría si pudiese desmembrarlo y torturarlo -Dijo con una sonrisa. Era una broma... a medias...
Arthur le dedicó una mirada reprobatorio y soltó un bufido al acompañante que él no había elegido. Prestó poca atención y cuando quiso darse cuenta el chiquillo se había desvanecido. Ni hablar, había perdido su oportunidad de molestarle.
-En realidad sería algo realmente simple - se escuchó la voz de Erthur quien se había puesto frente a aquel otro espectro, que ofrecía una apariencia bastante peculiar para el gusto de Egyed -¿Me permitís preguntarle sobre vuestras habilidades? –Ah, Egyed empezaba a comprender a dónde iba aquello. Soltó una carcajada. Vaya que el inglés podía ser necio. Habían escuchado y sabían de antemano que podían hacerse visibles. Alexis les había advertido, al menos a él, sobre llamarlo en un momento de necesidad. Pero ambos hasta ese momento no se habían preguntado qué alcance podían tener como fantasmas.
Entre los dos, ninguno había llegado a hacer una posesión, Egyed porque no se había dado la oportunidad, Arthur porque consideraba que quien le prestase su cuerpo temporalmente debía estar de acuerdo. Al fin y al cabo nunca lo habían intentado y al parecer el de apariencia más joven tenía curiosidad de si existía algo que ellos desconocieran. Llevaban algunos años cuidando al brujo, pero no se habían tomado mucho tiempo para otras cosas. Como era un niño, Arthur había insistido en que debían cuidarlo y guiarlo.
Tarea difícil cuando ellos eran la combinación–Lo que el quisiese saber –Y él también ya que veía la oportunidad –Es saber si podemos hacer algo más que volvernos corpóreos o poseer un cuerpo humano –Por una vez no hubo un intento del otro de mirarle y se quedó tranquilo a sus espaldas. No sabía porque el hombre de cabellos rubios había decidido preguntarle justo a él.
Arthur a su vez, solo había pensado que el aura de ese fantasma le decía que era el indicado. Igualmente solo le había atraído. Era como ver algo que no debería estar ahí, pero lo estaba y por ello, fantasma o no, era como si resaltara. Incluso más que el que había huido poco antes. Con buena razón, pensó. Egyed era una persona extraña y con una mirada fría y penetrante.
Podía imaginar como había sido en vida, torturando y matando en su mayoría lo que él hubiese considerado adolescentes o infantes. Nunca demasiado mayores. A veces cuando loveía no sabía si creerlo, pero notaba en él ese algo que le decía que era cierto. Como quien ve sus ojos y bve un abismo del que nadie podría salir si se dejara atrapar por sus manos.
Arthur le dedicó una mirada reprobatorio y soltó un bufido al acompañante que él no había elegido. Prestó poca atención y cuando quiso darse cuenta el chiquillo se había desvanecido. Ni hablar, había perdido su oportunidad de molestarle.
-En realidad sería algo realmente simple - se escuchó la voz de Erthur quien se había puesto frente a aquel otro espectro, que ofrecía una apariencia bastante peculiar para el gusto de Egyed -¿Me permitís preguntarle sobre vuestras habilidades? –Ah, Egyed empezaba a comprender a dónde iba aquello. Soltó una carcajada. Vaya que el inglés podía ser necio. Habían escuchado y sabían de antemano que podían hacerse visibles. Alexis les había advertido, al menos a él, sobre llamarlo en un momento de necesidad. Pero ambos hasta ese momento no se habían preguntado qué alcance podían tener como fantasmas.
Entre los dos, ninguno había llegado a hacer una posesión, Egyed porque no se había dado la oportunidad, Arthur porque consideraba que quien le prestase su cuerpo temporalmente debía estar de acuerdo. Al fin y al cabo nunca lo habían intentado y al parecer el de apariencia más joven tenía curiosidad de si existía algo que ellos desconocieran. Llevaban algunos años cuidando al brujo, pero no se habían tomado mucho tiempo para otras cosas. Como era un niño, Arthur había insistido en que debían cuidarlo y guiarlo.
Tarea difícil cuando ellos eran la combinación–Lo que el quisiese saber –Y él también ya que veía la oportunidad –Es saber si podemos hacer algo más que volvernos corpóreos o poseer un cuerpo humano –Por una vez no hubo un intento del otro de mirarle y se quedó tranquilo a sus espaldas. No sabía porque el hombre de cabellos rubios había decidido preguntarle justo a él.
Arthur a su vez, solo había pensado que el aura de ese fantasma le decía que era el indicado. Igualmente solo le había atraído. Era como ver algo que no debería estar ahí, pero lo estaba y por ello, fantasma o no, era como si resaltara. Incluso más que el que había huido poco antes. Con buena razón, pensó. Egyed era una persona extraña y con una mirada fría y penetrante.
Podía imaginar como había sido en vida, torturando y matando en su mayoría lo que él hubiese considerado adolescentes o infantes. Nunca demasiado mayores. A veces cuando loveía no sabía si creerlo, pero notaba en él ese algo que le decía que era cierto. Como quien ve sus ojos y bve un abismo del que nadie podría salir si se dejara atrapar por sus manos.
Arthur / Egyed- Fantasma
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Fecha de inscripción : 10/04/2012
Re: Los sentimientos se perdieron con el paso del tiempo [Privado]
Su vista se poso en ellos como si no diera crédito a lo que acababa de pasar, veía a la vez como la copa de los árboles se mecían, no dio importancia a que el otro espíritu desapareciera, estaba disfrutando no hace mucho de la tranquilidad de ese lugar, era el mejor, sin gente, sin ruido, calmado, fresco y totalmente sereno, hasta que aquellos dos espíritus se habían presentado, Eyael dejó caer su cuerpo, volvió a esa posición de loto sobre el tronco del árbol y escuchó lo que tenían que preguntarle. Aquellas preguntas y aclaraciones le habían hecho pensar, ¿podían hacer algo más?, quizás eran como todos los demás almas que vagaban sin dueño, sin saber el porqué de su muerte pero a su vez era demasiado ilógico. El aburrimiento era brutal así que tener una plática con aquellos sujetos podría servirle en este caso.-¿Habilidades? –Susurró viendo de nuevo la copa de los árboles y la furia del viento desquitándose con las hojas, desearía sentir ese frescor sobre la piel.
No sabía si contestar o seguir como todo un egoísta, en esa concentración y misterio. Los observó de nuevo –Yo no sé cuánto tiempo llevo así, pero he pasado de un dueño a otro, ahora estoy con una hechicera, a lo largo he aprendido a darle nombre a lo que realizamos, por ejemplo la telepatía, la permanecía o telequinesis, la aparición y corporeidad, yo no sé si se refieran a ello. Estoy seguro que ustedes también lo saben por qué no son almas jóvenes en este estado permanente. – cerró los parados de nuevo, preguntándose que había sido de él y que razones estaban tras su muerte. Cada una de las razones se había perdido con el tiempo, se habían esfumado con las personas bajo un manto gris y oscuro llamado muerte.
Podía sentir la serenidad y la furia combinada en ellos dos, dos almas distintas unidad por algún motivo, resultaba curioso, no se imaginaba compartir su estado con alguien más suponía que de esa forma se aliviaba la soledad, las preguntas, incluso si uno era más viejo que otro, aquello podía ayudar o perjudicar. Eyael era un espíritu aburrido, uno mas, pero silencioso, no le gustaba lo típico de asustar por asustar, era mas de observar, de estar en medio de una conversación en ese estado invisible como le llamaban los vivos. A veces se topaba con espíritus aferrados a una vida que ya no tenía y eso atemorizaba a los mortales. -¿Qué motivo los une?, son como el agua y el aceite y aun así permanecen en el mismo vaso uno bajo otro haciendo que eso se vea diferente pero de alguna manera el vaso los mantiene juntos y separados. –Las palabras en sus labios resultaban un tanto diferentes, distantes extrañas pero deseaba que todo eso fuera entendible.
No sabía si contestar o seguir como todo un egoísta, en esa concentración y misterio. Los observó de nuevo –Yo no sé cuánto tiempo llevo así, pero he pasado de un dueño a otro, ahora estoy con una hechicera, a lo largo he aprendido a darle nombre a lo que realizamos, por ejemplo la telepatía, la permanecía o telequinesis, la aparición y corporeidad, yo no sé si se refieran a ello. Estoy seguro que ustedes también lo saben por qué no son almas jóvenes en este estado permanente. – cerró los parados de nuevo, preguntándose que había sido de él y que razones estaban tras su muerte. Cada una de las razones se había perdido con el tiempo, se habían esfumado con las personas bajo un manto gris y oscuro llamado muerte.
Podía sentir la serenidad y la furia combinada en ellos dos, dos almas distintas unidad por algún motivo, resultaba curioso, no se imaginaba compartir su estado con alguien más suponía que de esa forma se aliviaba la soledad, las preguntas, incluso si uno era más viejo que otro, aquello podía ayudar o perjudicar. Eyael era un espíritu aburrido, uno mas, pero silencioso, no le gustaba lo típico de asustar por asustar, era mas de observar, de estar en medio de una conversación en ese estado invisible como le llamaban los vivos. A veces se topaba con espíritus aferrados a una vida que ya no tenía y eso atemorizaba a los mortales. -¿Qué motivo los une?, son como el agua y el aceite y aun así permanecen en el mismo vaso uno bajo otro haciendo que eso se vea diferente pero de alguna manera el vaso los mantiene juntos y separados. –Las palabras en sus labios resultaban un tanto diferentes, distantes extrañas pero deseaba que todo eso fuera entendible.
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