Si quieres brillar como el día, quema la noche de tu propia existencia... [Cosette]

Desnudo y tumbado en aquella cama boca abajo sentía como aquellas manos expertas y con bellas pinturas se deslizaban por su espalda desnuda, las punzadas que al principió les parecía algo desagradables pero que les era conocidas se convirtieron en nada en cuando las horas pasaron. Sintió aquellas gotas de sangre que dibujaban ríos escarlatas mezclada con la oscura tinta china.

La de las bellas manos sentada sobre él continuaba con su trabajo, de vez en cuando pronunciaba entre sonrisa y sonrisa, otra palabra en aquel extraño idioma. Emhyr con fluidez y alzando su rostro escondido entre las sabanas le contestaba.

No se había dado cuenta pero la habitación en la que se encontraba comenzaba a sumirse entre las sombras leves, ¿cuánto tiempo habría transcurrido? La tarde ya estaba bien entraba, y a pesar de ser temprano parecía que en aquella ciudad, la noche llegaba antes de la cuenta. Muy normal en lugares tan al norte.

Las punzadas de las agujas, aliviadas por el alterno masaje de la joven que sobre él se encontraba, él se sentía algo adormilado por haber permanecido demasiado tiempo en aquella postura.
Paños limpios cortaron los fluidos ríos, limpiándoselos.

La noche llegaba de nuevo en un día temprano de invierno, como siempre, nunca faltaba a su cita. De nuevo la noche, el símbolo de la soledad y la melancolía, hacía acordarse a Emhyr que apenas unos cuantos días había creído que su maldición de soledad se había levemente, pero ella había desaparecido sin dejar rastro, solo un puñado de monedas. Si, la verdad no había ocurrido gran cosa, más bien había sido una leve conversación y sus cuidados ante una herida que se estaba curando más rápido de lo normal (unos cuantos hechizos más bien daban su toque veloz), pero no había dejado de pensar en aquella chiquilla ni en uno de aquellos días, se había sentido tan agradable, protegido... Hacía demasiado tiempo que no se sentía acompañado verdaderamente, a pesar de que fuese brevemente. Era una extraña sensación.

En aquellos días había pasado tantas cosas, Emhyr había aceptado gustoso aquellas monedas encontradas en su bolsillo, invirtiendo en acomodar uno de los mausoleos del cementerio donde se refugiaba y en conseguir los suficientes ingredientes para acelerar las curas de su heridas.

Aquellos días de soledad los había pasado eternos, ¿dónde se encontraba ella? ¿Estaría bien? Era extraño en él que no se quitase aquellas preguntas, que se preocupase por otra persona que no fuese el mismo.

La voz femenina en otra lengua, llena de ronroneos y seseos vibrantes fluyendo, interrumpió sus pensamientos haciéndole volver a la realidad.
Colocándose su camisa, salió de aquel establecimientos, y justo en la puerta aquella enorme plaza por la que la gente aun se movía, algunos seguían paseando, aun quedaba tarde a pesar de la penumbra temprana, otros regresaban agotados a sus hogares tras el largo día trabajo, y a muchos un le quedaban más jornada larga por unas pocas monedas.

Salió a la puerta de aquella pequeña casa acompañado por una joven pálida con las manos pintadas, hablo con ella siguiendo aquel fluido y bello idioma, mientras se terminaba de abrochar los botones de su camisa y dejaba sobre el suelo aquel enorme estuche de tela gruesa. Él le dijo algo que la ofendió, ya que no tardo ni un momento en soltarle un bofetada que más que hacerle a él enfadar le hizo reírse con descaro, y con descaro beso los labios la chica, que volvió a abofetearle con tanta fuerza que resonó en su alrededor. Otro beso de él, otra bofetada, otro beso robado, y las mejillas levemente enrojecidas por la dolorosa mano de la mujer que en aquel último beso, al parecer se rindió ante sus labios, con un suspiro lento mientras envolvía el cuello del turco y posaba su leve pensó sobre él.
Tras finalizar Emhyr abrió sus manos y le entrego unas cuantas monedas, ella le sonrió, él poso su mano sobre su cabeza de rizos oscuros y pronunció unas palabras en aquel misterioso idioma, luego de la nada hizo surgir de entre sus manos unas extrañas flores que le entrego a la joven exótica, ella lo acepto y le besó ambas manos agradecida y le dijo unas palabras con una sonrisa divertida.

Emhyr se despidió y comenzó a cruzar la plaza en donde se encontraba el establecimiento con la intención de ir a su siguiente cita, llevaba consigo su nuevo tatuaje incorporado a su piel y su guitarra, aquella noche entre las carretas gitanas seguro que las hogueras llevaban horas alzadas, y la música resonaba, y él debería estar allí desde hacía rato aportando unas cuantas notas a aquella celebración tan importante entre los calé. Emhyr había viajado mucho tiempo con gitanos, a veces le gustaba de su compañía y sin comerlo ni beberlo se había encontrado a uno de aquellos grupos nómadas con los que había estado por este y le había pedido que fuese a una boda y que tocase un poco su guitarra con ellos como en antaño, éste no se negó, nunca negaría un poco de fiesta y diversión.

El área de gitanos se diferenciaba demasiado del resto de las zonas de París. Colores distintos, olores distintos, gente distinta… Un pequeño pueblo dentro de una ciudad enorme y alborotada. Cosette no solía frecuentar esos lugares, no porque no quisiera sino porque simplemente no se daba la oportunidad muy a menudo. Siempre había hecho caso omiso a las palabras de Gaubert, su padrastro; “todos los gitanos son ladrones y brujos, y tú no debes meterte con gente de esa calaña”. Pero él no sabía nada de gitanos realmente, su padre antes de morir había tenido varias amistades gitanas y muy buenas además. A ella no le gustaba desarrollar ese tipo de prejuicios; las ideas que se formarían en su mente nacerían únicamente de sus propias experiencias, no de las palabrerías de otros.

Había llegado cuando el sol aún brillaba en lo alto del cielo, pero las horas pasaban rápido en aquella carpa colorida en la que se encontraba. Se trataba de una familia de gitanos que había conocido años atrás; una pareja amable con muchos hijos y también muchos sueños. Ese día había decidido llevarle a la señora una hermosa tela que había adquirido de la fábrica de tejidos en la que había estado trabajando, aunque ahora ya no contara con ese empleo. Ella le había dado algo a cambio; un pequeño frasco de vidrio que contenía un perfume hecho por ella misma. El olor era intenso pero no abrumador, cítrico y exótico. Era común que hiciera ese tipo de trueques con esa gente, siempre parecían tener algo interesante para ofrecer.

Habían estado intercambiando palabras durante toda la tarde, y toda la familia había pasado ya por aquella carpa saludándola siempre con una sonrisa amplia. Era día de fiesta en el pueblo gitano y eso se notaba en los rostros de todos. Ahora que el sol había caído y la noche se acercaba, sólo la madre y una de sus hijas se encontraban en la carpa. Se trataba de una niña de once años que observaba a Cosette con sus ojos brillantes mientras dejaba escapar comentarios como: “me encanta tu cabello” o “¿cuándo traerás a Julien por aquí?”. Sabía que la chiquilla estaba secretamente enamorada de su hermano, aunque a esa edad dudaba que pudiese llamarse enamoramiento realmente. Pero su hermano sólo tenía ojos para juegos y no para niñas.

Aquel pensamiento le hizo reír mientras la niña le trenzaba el cabello como si fuese una amiga y confidente de toda la vida.
-Sí, dos meses más y partimos de nuevo. Queríamos irnos antes pero no podemos marcharnos antes de que nazca el bebé –la mujer le hablaba mientras acariciaba su prominente barriga con ternura. Tenía un embarazo muy avanzado y Cosette estaba segura de que llegaría a término dentro de las próximas semanas.
Le daba un poco de pena saber que aquella familia volvería a desaparecer. Pero sabía también que estaba en su naturaleza, los gitanos eran nómadas y rara vez se asentaban en un sitio durante mucho tiempo. Por eso tampoco se preocupaban por construir casas sólidas, sino que la mayoría prefería vivir en carpas o casas rodantes.

-No pongas esa cara Cosette, sabes que nos volveremos a ver antes de lo que imaginas –la señora rio mientras se acomodaba los cabellos color azabache por detrás de las orejas.
Ella se limitó a sonreír. El bullicio de afuera parecía incrementarse con cada minuto que pasaba y eso le indicó que lo mejor sería marcharse.
-Ha sido un placer pasar esta tarde con ustedes, pero ya me tengo que ir –les dijo a ambas mientras se levantaba de la silla en la que estaba sentada, escuchando los reclamos de la niña que aún no había acabado con su trenza.
-¿De verdad no quieres quedarte? El festejo va a estar muy bueno, y sabes que eres bienvenida si deseas quedarte a dormir aquí.
-Muchas gracias, pero quizás en otra ocasión –le dijo amablemente mientras se acercaba para despedirse.

Se abrazaron y la mujer le besó la mejilla. Los gitanos siempre le habían parecido más cálidos que el resto de las razas, parecía ser que no rechazaban ningún tipo de contacto físico con la gente en la que confiaban. La niña también se acercó para despedirse y tras unas últimas palabras Cosette salió de la carpa.
Ya había oscurecido casi por completo, pero la luz de las fogatas iluminaba el ambiente de una forma acogedora y agradable. La gente reía, bailaba y bebía, podían escucharse los cánticos animados y el ruido de diferentes instrumentos que se fundían en melodías armoniosas. Vestían sus ropas típicas y las mujeres se adornaban con grandes aros que colgaban de sus orejas y varios collares que cubrían sus cuellos.

Caminando entre las hogueras, las carretas y los niños que correteaban de un lado para otro, Cosette trataba de alejarse para tomar la calle que la llevaría de vuelta a casa. No es que tuviese apuro, y en realidad sí hubiera podido aceptar la invitación de su amiga y quedarse a celebrar con ellos.
Pero se sentía fuera de lugar en aquel sitio, no pertenecía ahí aunque a veces le hubiese gustado. Mientras avanzaba y miraba a su alrededor le pareció distinguir una cara conocida… ¿podría ser? Desviándose de su camino inicial decidió comprobarlo, y a medida que se acercaba al hombre se dio cuenta de que sus sospechas eran ciertas.
-¿Emhyr? –le nombró un tanto sorprendida.
-No creí que nos volveríamos a encontrar –le dijo con sinceridad, pues era lo que había pensado.
-¿Cómo estás? ¿Se ha sanado tu herida?

Las primeras hogueras ya ardían en la penumbra temprana, la música bulliciosa entre las carretas, la fiesta había empezado seguro que hacía rato, aunque dudaba que fuese el primer día de festejo, los hijos del calé hacían festejos de días seguidos y más cuando era una boda. Emhyr nunca se había sentido más cansado y aturdido tras una boda, o al menos era lo poco que podía recordar de ella, ya que en cierto punto del festejo el mundo se volvía confuso y al amanecer no recordaba lo que había bebido o en cama había terminado, ahora si, el sentimiento de haber sido un momento agradable y feliz quedaba latente en su cuerpo.

La calles ya comenzaba a cambiar, y el ambiente también a su alrededor en el paso largo y rápido, seguro que alguno de sus conocidos le sermonearía por no haber llegado antes, pero él sabía que un guiño significativo le haría que comprendieran y le perdonarían su pequeña falta, al fin y al cabo aun no sabía porque le pedían de su guitarra cuando había músicos de sobra, era más excusa para que volviera a compartir un momento con ellos que otra cosa. Aquellos que había estado por España con él, había visto como su tiempo se había vuelto más oscura y su alma más reservada, Emhyr no había cambiado, pero se había obsesionado con algo que ellos tachaban como sacrílego, habían algunos que temían por su vida y riesgo, pero el turco deseaba la inmortalidad a cualquier precio, y eso le había alejado de los nómadas con los que había vivido.

Tirando de aquel saco hecho por distintas telas cosidas entre ellas, viejas y desgastadas, ya se iba a encontrando con caras conocidas que le saludaba, aun era temprano para que la bebida afectase a la razón, pero siempre estaban los adelantados.

Una voz que pudo reconocer al instante le habló, y él no pudo evitar sorprenderse por verla allí.

-¡Ey! ¡Hola preciosa! -Le dedico una cálida sonrisa, la verdad podía sentir como algo en su interior se llenaba de sincera felicidad por haberse reencontrado, era extraño pocas personas podían encender esa pequeña chispa. -¿Encontrado? ¡Oh vaya! Creía que estarías buscándome hace tiempo... Es lo que soléis hacer las mujeres. -Bromeo, fingiendo desilusión e intentando picarla. Su egocentrismo como siempre tan presente sin quererlo. -Estoy bien, la herida aun le queda un poco. ¿Y tú que tal? -¡Qué gran mentira! Pensó en que su herida estaba completamente curada gracias a los usos brujeriles, pero aun debía de continuar fingiendo que estaba en su proceso, era extraño que alguien se curase de aquel modo, además hacer creer a los demás que aun estaba débil le daba cierta ventaja. -Es extraño verte en... -Sus ojos se pasearon en aquel ambiente en que nunca se la había imaginado. -... en estos lares. No te imaginaba. ¿Te marchas? ¿No vienes a la fiesta? Bueno, a la fiesta ya comenzada más bien. -Emhyr tomándose todas las libertadas tomó su mano con una sonrisa en los labios, muy típico de él, el descaro. -Aun es temprano... ¿Podríamos divertimos un rato? Además aun tengo que buscar el modo de agradecerte todo lo que hiciste por mí, aquella noche.

Soltó una suave risita en respuesta al saludo de Emhyr, se le notaba un tanto sorprendido pero también feliz, o al menos eso le parecía a ella. Se le hizo extraño y a la vez agradable, a pesar de que apenas se conocían siempre era placentero encontrarse otra vez con personas que pensabas que no volverías a ver en tu vida.
-Claro, estuve buscándote desesperadamente por todo París –dijo en tono irónico mientras rodaba los ojos y volvía a reír. En otra situación se habría mostrado más reacia a las bromas del extranjero, pero empezaba a acostumbrarse a ese humor suyo y además el ambiente invitaba a unirse a la alegría y las risas de la ocasión.

Sin sospechar que lo que Emhyr decía de su herida no era del todo cierto, Cosette se quedó más tranquila al escuchar que casi se había curado por completo. Uno nunca podía confiarse con ese tipo de cosas, ya que a veces las heridas se infectaban cuando uno menos lo esperaba y si las condiciones empeoraban mucho, incluso un corte pequeño podía llegar a causar estragos. Pero al menos no era ese el caso.
-Estoy bien –respondió sencillamente a su pregunta, alzando un hombro con un movimiento rápido.
-A mí en cambio no se me hace tan extraño verte aquí, parece que estás en tu ambiente –sonrió de lado por un momento.

Sus ojos se posaron en su propia mano cuando Emhyr se la tomó, haciendo que se sorprendiera un poco; luego desvió su mirada hacia él para observarle cuidadosamente, casi de forma analítica. Diversión, aquella era una palabra que podía tener muchos significados diferentes, en especial para un hombre.
-Sí, la verdad es que ya estaba por irme –afirmó aun mirándole a los ojos con cautela. Después de todo no sabía qué clase de hombre era él realmente, aunque debía admitir que quedaría como una verdadera aguafiestas si se marchaba en plena celebración. Además los últimos días los había dedicado únicamente al trabajo y creía que no sólo se merecía un rato de despreocupación, sino que también le vendría muy bien.

-No tienes que agradecer nada –dijo en respuesta a su último comentario.
-Tú también me ayudaste ese día, así que estamos a mano –apoyó su mano libre sobre la de él por un momento, dejándole claro que con ese gesto daba por zanjado ese tema. Luego se soltó de su agarre sutilmente, no porque le incomodara sino porque seguía siendo la chica desconfiada y suspicaz de siempre.
Se percató entonces de la guitarra que Emhyr llevaba consigo y aquello llamó su atención.
-¿Vas a tocar? –preguntó apuntando al instrumento con el dedo.
-Tal vez si tus melodías me convencen, termine quedándome un rato más –dijo sonriendo nuevamente.

No parecía esperar la afirmación entre sus labios, mientras ella hablaba Emhyr ya tiraba de la mano cogida suavemente, iniciando de nuevo el caminar entre las carrozas coloreadas. Pero en cuanto le contesto dando por zanjada la deuda y soltó su mano se detuvo, esperando que algo la convenciera para que se quedase, y al parecer le conveció mas aquella guitarra que le acompañaba más que sus propias palabras.

-¿Puede? Tendrás que quedarte para comprobar si lo hago o no, ¿no crees? –Una mirada de reto, otra sonrisa pero esta vez divertida, no hubo mano que le ofreciera, no hubo insistencia o interés porque ella se quedará, es más comenzó a caminar siguiendo al origen del origen de la música, de la percusión que daba a entender que aquella noche que entraba no iba a ser tranquila, sino todo lo contrario.

Mientras se internaba en la oscuridad, lanzando alguna furtiva mirada a su espalda para asegurase de que Cosette le seguía, podía reconocer las caras de aquel antiguo grupo de gitanos con los que había vivido en Rumanía. Sin casi mediar palabra entre los músicos le dieron un hueco y sacando su guitarra se incorporó a lo que ya sonaba.

La mujeres danzaban alrededor de las hogueras con su curioso canto, sus caderas se movían agitando las faldas voladoras, los dedos y muñecas movidas con la gracia natural, al igual que sus espesas melenas. Las palmas seguía al canto y la percusión de los timbales, las guitarras movían sus cuerdas en la alegre vibración. No solo en aquel lugar estaban aquellos que forman parte del curioso grupo, parejas que furtivamente habían escapado de la ciudad, deseaban disfrutar del festejo, los curiosos y otros más despistados, terminaban allí.

A pesar de aquella variedad de personas, de algún modo Emhyr destacaba por su porte orgulloso y elegante, típico de personas pertencientes a clases más altas, un gesto latente que había quedado reminiscente de su pasado. Y no solo su físico destacaba, también aquel modo de tocar la guitarra.

Un hombre a su lado le sonreía mientras también tocaba la guitarra, Emhyr el respondió del mismo modo, sus dedos se deslizaban ágiles por aquellas cuerdas que vibraban en su cantar alegre y animado, Emhyr parecía más atento a su guitarra que aquello que le rodeaba, a pesar de que su mirada se escapaba de vez en cuando preocupado si estaba por allí aquella muchachita que le había ayudado hacía demasiadas semanas.

Una melodía seguía a otra, y la noche avanzaba poco a poco, una palabras a la novia, otra camisa rota, y parecía como si al turco no le cansase el estar con su guitarra. Era un don innato solo le bastaba con oír el sonido una vez o que alguien se lo tararease simplemente, y él lo tocaba fiel e incluso conseguía mejorarlo. Pero no solo imitaba los sonidos, miles de ellos surgían en su cabeza creados de la nada queriendo expresar aquello que no solía mostrar, su música incluso contaba indirectamente con sus melodías aquella historias ocultas que había quedado atrás en el pasado del turco, aquel temeroso secreto que con mucho cuidado guardaba, por qué... El pasado, pasado era, y Emhyr sabía que no volvería a aquel pasado, era demasiado difícil, demasiado... ¡Puff! Solo el quedaba huir… huir y huir de él, buscar un medio para poder crear una nueva vida, y desarrollar su parte de brujería, la cual, la verdad se le daba bastante regular. Prefería adquirir los conocimientos del mundo y su parte sobrenatural, experimentarlo, ya que a aquellas alturas del mundo era un brujo algo mediocre, conseguía sobrevivir con pequeños trucos de magia barata y magia real, pero sencillos, y si la cosa iba mal, su labia era la mejor salvadora.

Las guitarras y timbales cesaron en su melodía rítmica y alegre, todos aplaudieron y en cuanto vieron a Enmanuel, uno de los gitanos más ancianos levantarse y tomar el centro con su violín, enseguida se sentaron, era una señal para el silencio, y así se hizo éste.
Busco a Cosette entre la gente y le dio un codazo a uno de los gitanos, una palabra en calé, y éste dejo un sitio a su lado. Emhyr le indico a la chica que se acercase y se sentase a su lado, la guitarra se vió descansada a su lado. La gente callaba en su silencio, Emhyr sabía lo que venía ahora, los conocía demasiado.

-¿Puede un “rato más” convertirse en… “hasta el amanecer”? Las bodas duran toda la noche, ¿dime que no quieres divertirte? Niégame que no te quedaron más preguntas la última vez que nos vimos. –Le dijo a Cosette con actitud galante. –Pienso que la curiosidad puede contigo, ¿me equivoco?

El violín no comenzó como se esperaba, tranquilo o silencioso, comenzó enérgico, pero su melodía no era alegre, todo lo contrario, melancólico como si un recuerdo quisiese nacer de entre aquellas enérgicas cuerdas. Aquella anciano movía sin parar sus dedos y aquella cuerda, un anciano que se veía débil, pero sin saber de dónde, derrochaba con aquel violín una increíble energía. Todos enmudecían incluso aquellos que habían estado antes cuchicheando.

De la nada apareció, bailaba de un modo lento alrededor de aquel anciano, de un modo extraño pero melodioso con respecto a al melodía, sus brazos parecían acariciar el aire lento, su cuerpo de ondulaba flexible y sus cabellos ondeaban hermosos, de vez en cuando le lanzaba otra mirada fugaz a Emhyr, él la reconoció enseguida pero la ignoro.

Le devolvió la sonrisa cuando Emhyr dijo que debería quedarse para comprobarlo, y le sostuvo la mirada hasta que él retomó la caminata para empezar a alejarse de ahí. Por un momento Cosette se quedó ahí parada, en silencio y siguiendo al extranjero con la mirada. Se preguntaba si debería seguirlo o si sería mejor continuar con su camino de regreso a casa, pero ahora podía decir con sinceridad que realmente tenía ganas de quedarse.
Así que sin perder otro segundo emprendió la marcha tras de él, apurando un poco el paso para no perderle de vista entre las carretas, las fogatas y la gente que iba y venía de un sitio a otro. El lugar estaba tan lleno y el ambiente tan alborotado, que sentía que podría perderse en cualquier momento. Pero en una situación como esa incluso perderse habría resultado emocionante. Podía escuchar la música cada vez más cerca.

Finalmente vislumbró que Emhyr se detenía y se acercaba a los músicos que lo recibieron como uno más de ellos. Aparentemente la gente del lugar lo conocía bien, al menos algunos. Ella se quedó de pie a cierta distancia observándole con mayor curiosidad cuando sacó su guitarra y empezó a tocar. Parecía ser capaz de reproducir cualquier melodía que surgiera, y además crear las suyas propias.
Cosette siempre había admirado –y envidiado– a las personas capaces de crear algo tan bello como la música. En aquel sitio se escuchaban diferentes instrumentos y también las voces de muchos hombres y mujeres que cantaban animados uniéndose de forma armoniosa a las melodías que sonaban. Todos utilizaban sus propias manos y sus propias bocas para formar parte de aquel festejo, y parecían poner sus propias almas en ello.

Sonrió y aplaudió junto con el resto, deleitándose con la música y el ambiente en general. Se hallaban en lo que parecía ser el centro de la celebración, habían varias fogatas ardiendo aquí y allá y una en el centro que era la más grande de todas. Alrededor del fuego las mujeres bailaban con gracia y destreza, a veces se les unían hombres y niños que mostraban el mismo entusiasmo que las bailarinas.
Tal vez sus vidas eran sencillas, tal vez muchos de ellos tenían problemas que ni ella misma podría imaginar; pero ahí, en ese momento y en ese lugar, todas las preocupaciones parecían desaparecer dando paso a las risas y el júbilo. Ese tipo de felicidad, aunque fuera momentáneo y durara una sola noche, era una de las cosas más preciadas que una persona podía tener, o al menos eso era lo que pensaba ella.

De rato en rato se acercaba alguna cara conocida para saludarle y preguntarle por su familia, pero Cosette no conocía a tantos gitanos como Emhyr parecía hacerlo. Algunos ya se habían pasado de copas y actuaban de forma graciosa y ridícula, sacándole a ella un par de risas. Y en ningún momento dejaba de escucharse aquella animada música en la que claramente podía distinguirse la guitarra de Emhyr.
De pronto los músicos dejaron de tocar y Cosette miró hacia todos lados tratando de enterarse del motivo de aquella pausa. Fijando la mirada en Emhyr se percató de la señal que le hizo para que se acercara, así que hizo lo indicado y se sentó a su lado, sin atreverse a hacer demasiado ruido. Podía presentir que algo importante iba a pasar, y entonces se dio cuenta de que cerca de la fogata central se había ubicado un señor muy anciano junto con su violín.

Escuchó las palabras de Emhyr y sonrió, mirando el suelo por un momento antes de desviar la vista hacia él.
-Es verdad –admitió encogiéndose de hombros y clavando sus ojos en los de él. Era cierto, tenía curiosidad y también ganas de divertirse. ¿Por qué no hacerlo? Estaba en su derecho, después de todo.
-Me quedaré… un rato más –dijo tercamente y sin entrar en detalles, ya vería ella cuánto tiempo en realidad significaban esas palabras. Rió por lo bajo y volvió a centrar su atención en el anciano, quien parecía estar a punto de empezar con su presentación.
-Por cierto, tocas muy bien –le dijo mirándole de reojo mientras se cruzaba de brazos y se inclinaba un poco hacia delante.

El sonido que empezó a formarse desde las cuerdas de aquel instrumento contrastó enormemente con lo que había escuchado hasta el momento. La melodía era triste, y sin embargo el anciano parecía poner en aquella tarea toda la energía que le quedaba. A ratos se le hizo difícil creer que un hombre tan viejo fuese capaz de tocar tan bien, y la música a pesar de la melancolía que transmitía, seguía siendo hermosa.
El ambiente se había sumido en un completo silencio, la gente parecía incluso haber dejado de respirar. Lo único que se escuchaba era el violín. Entonces entró a escena una mujer que parecía haber salido de la nada misma, quien empezó a bailar al ritmo de la música alrededor del anciano. Se movía con elegancia y seguridad, como si hubiese nacido para aquello. La sincronización y armonía entre sus movimientos y la música eran perfectas.

La observaba maravillada por su baile y se percató de que a ratos parecía desviar la mirada hacia Emhyr. Volteó el rostro para mirarlo a él, pero parecía ignorarla. No quería hacer ruido ni interrumpir aquel momento tan intenso y cautivador, pero pensó que si se esforzaba lograría hacer su pregunta sin que nadie la escuchara.
-¿Quiénes son? ¿Los conoces? –le preguntó a Emhyr en un susurro, acercando su rostro a su oído para que le escuchara sin necesidad de subir la voz. En realidad sentía más curiosidad por la mujer que por el anciano, ya que era ella la que miraba a Emhyr fugazmente como si quisiera decirle algo con aquellas miradas.

Aquella escena que hechizaba, ciertamente, como si el violinista con su música complementará a los movimientos de la joven de la gitana, y como si aquella danza fascinantes de la gitana complementase a la melodía de aquel violín hermoso.

El esquema de fragilidad quedaba roto con cada uno de los movimientos extravagantes de aquel anciano violinista, sonidos improbables y rompían el silencio con su extraño llanto, parecía como si fuerzas sobrenaturales fuesen quien llevase cada nota emitida por el instrumento. Tal era la fascinación que creaba que incluso la atención de los ahora convertidos espectadores había olvidado la presencia de la danzarina muchacha.

-No a todos, a un pequeño grupo. -Susurro tras pasar los largos minutos en los que seguro ella espero su respuesta. -Viaje con el grupo de "Reinos" una temporada por Rumanía, y luego los volví a encontrar en el sur de España.

De nuevo calló y puso su oído en aquella pieza cautivadora, no era la primera vez que la escuchaba, es más la había escuchado demasiadas veces, pero no era su música lo que le solía llamar la atención, sino la habilidad inquietante del anciano. Sus oídos atentos a lo que le rodeaban sus ojos, a Cosette con curiosidad innata, analizaba cada uno de sus gesto y reacción ante lo que le rodeaba y pudo ver que quería saber de aquellos que tenían toda la atención captada.

-El violinista es del grupo de "Reinos", edad que le eches, él tendrá más de lo que piensas. -Sonrió divertido. -Y ella... Veo que la miras mucho. Bueno, es la hija de Reinos, si estuviésemos años atrás seguro que ahora ella te odiaría por tener mi casi absoluta atención. -Se puso serio de repente, la música había terminado. -Ella no me habla, y yo, no intento aproximarme demasiado a ella. -Una mirada de nuevo fugaz de la joven gitana, ayudo al violinista que volvía a parecer tan frágil como antes con su ligero temblor, y luego tomó en brazos a un niño de unos 5 o 6 años moreno y de rasgos un tanto orientales. –Ella quería algo conmigo, pero yo no quería nada con ella. Creo que no sirvo para esas cosas…

Al parecer aquello le causaba cierta tristeza al turco, y cierto era que eso de crear lazos fijos y fuertes con las personas le hacía retraerse en su actitud de nómada. Emhyr era un hombre con un pasado que le perseguía atormentándolo, él era como el aire… Tan difícil de atrapar que cuando crees que lo tienes entre tus manos, sientes como escapa entre tus dedos. No era que no desease establecerse, crear una familia o algo similar, era que no podía en su vida permitirse aquello. No quería sufrir y por ello se valía de aquel caparazón de egoísmo.

-¿Quieres dar un paseo? Seguiré contestando a más preguntas, no me importa. –Se encogió de hombros. –Me da la sensación que tu curiosidad es algo insaciable, aunque pueda que yo te haga preguntas a cambio. –Por su gesto malicioso y descarado, significaba que tal vez le preguntase cosas con poco reparo con el hecho de divertirse un poco, ¿Por qué no abrumarla o sacarle los colores un rato?

Esperó pacientemente a su respuesta hasta que esta llegó en un susurro, haciendo que aguzara el oído para poder escuchar sus palabras por sobre la música que surgía del violín. Sonrió también cuando Emhyr mencionó lo de la edad del anciano mientras lo miraba de reojo, de verdad se veía muy viejo y sin embargo parecía poner toda su energía en aquella actividad, algo que sin duda resultaba admirable. Muchos decían que los gitanos sabían algo de magia, quizás era eso lo que había ayudado al hombre a cumplir tantos años y mantenerse en buena forma a pesar del paso del tiempo.

Se extrañó un poco al escuchar lo de la joven, intercambiando miradas entre Emhyr y la bailarina. La anterior vez que se habían visto ya le había quedado claro que Emhyr parecía ser uno de esos hombres vividores, él mismo había dicho que probablemente tendría varios hijos bastardos regados por el mundo. Imaginaba que la muchacha que ahora había cesado su danza, debía de ser sólo una de las muchas mujeres despechadas o rechazadas por su parte, aunque realmente eso a ella no le importaba demasiado.

-Bueno, ya sabes lo que dicen… hay muchos peces en el mar –comentó de forma divertida para tratar de animarlo, pues se había quedado serio y hasta le parecía que aquello entristecía su semblante. Estaba segura de que muchos hombres soñarían con la idea de vivir en plena libertad y meterse con cuantas mujeres les diera la gana sin necesidad de llegar a ningún tipo de compromiso, pero también entendía que uno podría llegar a cansarse de ese estilo de vida en algún momento. Después de todo el ser humano era una criatura social, aunque la monogamia era algo que podía discutirse en muchos casos.

-Sí, vamos –dijo respondiendo a su pregunta mientras se ponía de pie. Le vendría bien estirar las piernas, conocer un poco más de aquellos campamentos y de paso disfrutar de la noche que presentaba una temperatura agradable y además prometía estar llena de bailes, música y todo lo propio de un festejo.
-Pues supongo que si tú respondes a mis preguntas, yo tendré que hacer lo mismo con las tuyas –enarcó una ceja y sonrió de lado, demostrándole que si aquel gesto suyo era alguna especie de reto, estaba dispuesta a aceptarlo.

Empezaron a caminar y ella más bien se dejó guiar por Emhyr, quien parecía estar más familiarizado y conocer mejor la zona.
-Así que has viajado con los gitanos… ¿No has pensado asentarte con ellos por aquí? –le preguntó mientras observaba todas esas carpas de colores, las carretas y las casas rodantes. Las fogatas aún ardían y la gente no parecía estar ni cerca de querer abandonar la celebración todavía.
-Ya me quedó claro que eres un viajero, pero creo que también hay ventajas en tener un lugar al cual regresar. ¿Dónde vives? ¿Tienes una casa o eres de los que prefieren vivir debajo del puente? –rio mientras recordaba que la última vez ni siquiera le había preguntado si tenía un hogar en París.

Se sorprendió ante las palabras de Emhyr, pues la pregunta que le había hecho y la forma en que la había formulado había sido más bien irónica, no esperaba realmente escuchar que viviera debajo de un puente o en un cementerio. Estaba claro que no parecía estar en la mejor situación económica, pero tampoco tenía pinta de vagabundo. Fue por eso que dejó de reír, aunque al escuchar que él lo hacía supuso que no le molestaba tanto, seguramente estaría acostumbrado a vivir de esa forma y no se lo tomaría tan en serio. Sonrió brevemente levantando la vista para mirarlo.
-Y de todos los lugares que existen en París elegiste precisamente un cementerio… ¿por qué? –enarcó una ceja y rio por lo bajo.
-No creo que sea el lugar más acogedor para vivir, siempre me ha parecido frío y oscuro, y además se escuchan ruidos raros por la noche. ¿No te da miedo? –inquirió con cierta duda, pero al segundo siguiente se dio cuenta de que su pregunta sonaba bastante tonta ya que iba dirigida hacia un hombre que no parecía ser de los que tenían muchos temores.

Se quedó pensando en lo que dijo después, nuevamente ese misterio parecía rodear sus palabras y eso de cierta forma le inquietaba y a la vez renovaba su curiosidad. ¿Pronto, decía? ¿Pronto por qué? ¿Estaría esperando algo en específico? ¿Buscando algo en particular?
-Creo que ciertas cosas no ocurren en un tiempo determinado, sino cuando tú quieres que ocurran –dijo sencillamente mientras se encogía de hombros.
-Si realmente quisieras, podrías detener la marcha y asentarte en algún lugar, no creo que sea tan difícil…
Pero sus palabras se vieron opacadas cuando le escuchó decir que su vida era más complicada de lo que parecía. Quizás era cierto, y por eso ella no entendía ciertas cosas.
Desvió la mirada con cierta vergüenza ante la última pregunta de Emhyr, y rodó los ojos pero rio al mismo tiempo, pues no podía negar que algunas de sus actitudes le divertían.

-Para ser sincera, tengo la cabeza puesta en asuntos más importantes por ahora. Quiero sacar adelante a mis hermanos, hacer lo posible por darles una mejor vida, y además he conseguido un trabajo como criada, así que al final no me queda ni tiempo ni energía para pensar en pretendientes –dejó escapar una risita un tanto desganada. No es que no le interesaran los hombres; por el contrario, no podía imaginarse viviendo sola el resto de su vida y como la mayoría de las mujeres ella también soñaba en casarse y formar su propia familia algún día. También era consciente de que a su edad ya podría tener marido y todo, pero realmente debía preocuparse por lo que era realmente significativo en esos momentos.
-A veces pienso en el futuro, sí –continuó al tiempo que asentía con la cabeza.
-Pero luego recuerdo que la vida muchas veces nos pone sorpresas inesperadas en el camino, tanto buenas como malas, así que creo que no tiene mucho sentido hacer planes si uno nunca sabe lo que va a pasar, sobre todo cuando se vive en una situación precaria.

Guardó silencio por un momento, dándose cuenta de que se habían alejado bastante de las carpas y las carretas gitanas. Ahora la música parecía un murmullo que se mezclaba con el siseo de las hojas y las fogatas se veían como luces lejanas entremezcladas con los pequeños arbustos que les rodeaban. Empezó a pensar en la última vez que había visto a Emhyr, ese día en el que habían ocurrido sucesos extraños y peligrosos, y entonces recordó el tatuaje que tanto le había llamado la atención.
-Tengo otra pregunta… –le dijo rompiendo el silencio y hablando en voz baja, como si no estuviese muy segura de lo que iba a decir.
-Ese tatuaje que llevas en el antebrazo, el que tiene forma de cruz, ¿tiene algún significado en particular? –no era eso lo que más le importaba, pero aún no se atrevía a decirle que ella tenía una marca de nacimiento prácticamente idéntica.
-Yo… la he visto en otro lugar –admitió finalmente, apretando los labios al tiempo que desviaba la mirada hacia el suelo.

Fue consciente del gesto de Emhyr, aquella sonrisa maliciosa a la cual empezaba a acostumbrarse y que prefirió ignorar en ese momento, sólo para que no se le subieran los colores. Por lo que le había contado hasta el momento, Cosette sospechaba que sus experiencias vividas eran muy diferentes, y eso de cierta forma le hacía sentir en desventaja.
-Es verdad –afirmó cuando le escuchó decir que era mejor vivir el día a día. Era una frase tan cierta, ella misma ya había constatado que poco ganaba con preocuparse por lo que ocurriría en un año, en un mes o en una semana, pues la vida daba muchas vueltas y nunca sabías dónde ibas a terminar al final del día. Consideraba que era mucho más sabio concentrarse únicamente en el presente y hacer lo posible por superar los obstáculos del ahora.

Esperó en silencio a que Emhyr le respondiera aquello que tanto le inquietaba, sin responder aún a su primera pregunta. Había un motivo por el cual no le había mencionado la cruz la primera vez que la había visto, y es que era idéntica a su marca de nacimiento. Sabía que una cosa así no podía ser una simple coincidencia, aquello no era normal y para Cosette todo lo que no fuera normal representaba un posible peligro. Tampoco había querido vincularse de alguna forma a alguien que ni siquiera conocía, pero tras haber dejado a Emhyr ese día en la casa abandonada, no había podido dejar de pensar en ese extraño símbolo que ambos compartían. Había estado suponiendo que jamás se enteraría del significado de la cruz, pues no contaba con que volvería a encontrarse con el extranjero. Pero ahí estaban, sus caminos nuevamente se habían cruzado y aunque temía un poco por la respuesta que le daría, esta vez no desperdiciaría su oportunidad para preguntar.

Lo escuchó con atención siendo consciente del misterio que parecía rodear sus palabras, algo que empezaba a parecerle muy propio de Emhyr. No había esperado una explicación de ese tipo, aunque en realidad tampoco sabía bien qué pensar de una marca así. Suponía que aquello no sería más que una simple historia, una superstición de esas que suelen rondar en torno a objetos extraños como la cruz que él llevaba tatuada y ella tenía como marca de nacimiento. Empezó a pensar que debería como mínimo contarle a Emhyr que ella era la portadora de la misma marca, pero entonces el extranjero interrumpió sus palabras de repente, haciendo que Cosette alzara la mirada para observarlo con cierta extrañeza.

Debido a la posición en la que ella se encontraba, tardó unos segundos más que Emhyr en recaer en la presencia de la mujer que parecía haber surgido de la nada misma. Su cuerpo se estremeció ante la figura femenina que la había tomado completamente por sorpresa, y la observó con una mezcla de incomprensión e inquietud. Su porte elegante, sus cabellos rubios y sus extraños ojos le daban un aspecto muy fuera de lo común; ya de por sí era raro encontrarse con una mujer sola en un lugar tan alejado. ¿Y cómo había llegado hasta ahí sin que ninguno de los dos la escuchara? Parecía un fantasma. Se percató de que Emhyr la miraba como si estuviese deslumbrado por su presencia, aunque no era de extrañarse pues la mujer era realmente llamativa. Empezó a preguntarse si acaso la conocería, pero sus dudas se desvanecieron en cuanto la escuchó hablar.

Odiaba sentir que se estaba perdiendo de algo y esta era una de esas ocasiones. Las palabras de la extraña mujer no tenían sentido alguno para ella, y sentía que las cosas se estaban escapando de su entendimiento, como si le faltase una pieza al rompecabezas. Cuando se dirigió a ella, Cosette dio un paso hacia atrás por reflejo, frunciendo un poco el ceño a causa de la confusión. ¿Olía bien? ¿A qué se refería? ¿Sería el perfume que le había regalado su amiga gitana?
-Creo que se ha equivocado, madame –se atrevió a decir finalmente, dándose cuenta de que tenía serias dificultades para mirar a la mujer a los ojos.
-Nosotros no la hemos llamado –le dijo incluyendo a Emhyr en aquella negación, ya que realmente no creía que él la hubiese llamado… ¿Cómo? Lo que acababa de contarle respecto a la cruz no podía ser real, era sólo un cuento, él mismo lo había dicho...

Se sentía verdaderamente incómoda, no sólo por la presencia de la extraña sino porque de pronto algo en su interior comenzaba a reclamarle que se retirara. Tenía un mal presentimiento, y Cosette prefería hacerle caso a su intuición que quedarse en ese lugar oscuro con aquella mujer que hablaba de inmortalidad y cosas sin sentido. Se acercó hacia Emhyr para ubicarse a su lado, dedicándole una mirada apremiante y preocupada.
-Emhyr, volvamos al campamento –le dijo con inquietud, esperando que no decidiera quedarse aquí con aquella especie de fantasma.
-Tengo que decirte algo sobre la cruz… –habló en un susurro pues no quería que la mujer la escuchara, pero el lugar estaba tan tranquilo y silencioso que seguramente lo haría de todas formas.
-Y creo que es importante. Te mostraré dónde la vi –le dijo para convencerlo de abandonar el lugar, pues en ese momento lo único que quería era marcharse de ahí.

Emhyr se quedo paralizado donde estaba, su mente se movía en la contradicción: por un lado estaba ante una situación que llevaba demasiado esperando, él usaba su marca para llamar a inmortales y había sido escuchado por así decirlo; luego estaba el que no era el momento más adecuado y más teniendo a Cosette justo a su lado; ella era ignorante de aquel mundo en sombras y la estaba poniendo en peligro innecesariamente.

-¿Cómo has dicho? -Pregunto sorprendido a la Inmortal cuando escucho aquello referente a la sangre de ambos, luego miro a Cosette extrañado y como pidiendo una explicación en cuanto ella nombro algo acerca de la cruz. -Dime que no tienes una marca similar, por favor. -Emhyr puso sus manos sobre los hombros de la chica, le daba la espalda a la mujer, interponiéndose. Su voz era un susurro, no quería que lo escuchará a pesar de que sabía de que aquellas criaturas tenía oídos demasiados sensible. -Dime que me equivoco al pensarlo. -Su voz era seria, incrédula por pensar aquellos y por sus ojos el turco de repente parecía asustado.

-Tengo hambre. -Dijo con impaciencia la mujer de ojos rojos. -¿Quién de los dos es el regalo? Realmente, podría quedarme con ambos. -Una sonrisa y los colmillos quedaron descubiertos descubriendo su naturaleza feroz de diablo.

Emhyr se volvió a la inmortal temiendo que cumpliese con sus palabras, debía de ganar tiempo. Las hogueras había quedado lejos, pero si la distraía lo suficiente tal vez Cosette pudiese reunirse con los demás. No era consciente del peligro al que la estaba poniendo por su estupidez y egoísmo. Tenía que haberse acordado de negar sus llamadas cuando iba a estar rodeado de más personas, de usar la contrariedad del símbolo que portaba. Pero sus ansias por obtener la longevidad le podían.

-Te va a parecer extraño, pero quiero que salgas corriendo cuando comienza a hablar con ella, es una persona muy peligrosa. Por favor confía en mí. -Sus ojos castaños directos a los de la muchacha hablaba muy en serio.

De repente y al volverse a la vampiro el gesto serio de Emhyr cambio por completo, boquiabierto maldijo en voz baja.
Un sonido desagradable y un quejido lamentable, algo o más bien alguien había cercenado la cabeza de la rubia que salido rodando por el suelo junto con el cuerpo ahora inerte.

-¡Reinos! ¡No! ¿Por qué...? -Un gitano que el sacaba un par de cabezas a Emhyr, mucho más mayor que él y con una barba negra y espesa.

-No quiero a ninguno de "ellos" cerca de mi campamento. Ha pasado mucho tiempo Emhyr y creía que en estos años esa idea absurda tuya de convertirte en uno de ellos se te había borrado de la sesera. -Emhyr iba a reprocharle, era la primera vez que veía uno en casi un años, era una oportunidad perdida. -Llevátela al campamento. -Señalo a Cosette. -Se ha puesto pálida, demasiado diría yo. Yo me encargo del cadáver, y luego tu y yo tendremos unas palabras. Os he salvado la vida.

No pudo evitar mostrarse sorprendida cuando Emhyr la miró y mencionó la marca. ¿De verdad era tan malo? ¿Acaso esa supuesta leyenda era real? Cuando sintió el peso de sus manos sobre sus hombros Cosette alzó la mirada clavándola en los ojos del extranjero, como si esperase encontrar en ellos alguna respuesta a todo lo que estaba ocurriendo. Las palabras le hicieron sentirse aún más intranquila, y además de pronto Emhyr ya no parecía tan confiado como antes. En su compañía se había sentido bastante segura, pero ahora era como si ambos estuviesen totalmente desprotegidos.

Apretó los labios con nerviosismo, realmente le hubiese gustado decirle que estaba equivocado, que ella no tenía ninguna marca con la forma de esa extraña cruz… pero aquella era la realidad y en un momento que parecía ser tan crítico como ese, no podía camuflar la verdad con otras palabras. Tragó saliva y se obligó a abrir la boca para responderle en un susurro.
-Tengo una marca de nacimiento con la misma forma de la cruz –le dijo finalmente, sintiendo de pronto que se había sacado un gran peso de encima, aunque no por eso estaba más aliviada.

La voz de la misteriosa mujer hizo que Cosette volviera a centrar su atención en ella, observándola por sobre Emhyr. Cuando sonrió pudo distinguir un par de colmillos blancos y afilados que parecían brillar a la luz de la luna, lo cual hizo que ella abriera los ojos como platos al tiempo que daba un paso hacia atrás, temerosa. Su corazón se aceleró mientras inconscientemente contenía la respiración, como si aquella hubiese sido la última señal que necesitaba para comprender que la situación en la que se encontraban era definitivamente anormal y peligrosa.

Volvió a mirar a Emhyr cuando escuchó sus siguientes palabras, que parecían confirmar lo que ella pensaba respecto a la mujer. Salir corriendo, eso era algo que hubiese hecho gustosa si no fuera porque incluía dejar a Emhyr solo con aquel… monstruo. Y sin embargo sabía que ella tampoco podía hacer mucho, ya lo había comprobado la última vez en aquel callejón. Pero no tuvo más tiempo para sopesar sus opciones pues en ese momento se escuchó un sonido extraño y desagradable que captó la atención de ambos. Horrorizada y sorprendida, Cosette se llevó la mano a la boca para ahogar un grito mientras sentía como si su estómago girara en su interior.

El cuerpo decapitado de la mujer yacía en el suelo y un poco más allá se encontraba su cabeza, aún con los ojos abiertos. Cosette desvió la vista de inmediato, sin atreverse a mirar más, y sólo entonces se percató de la presencia de otra persona. Se trataba de un hombre alto, de barba oscura y que parecía ser mucho mayor que ellos. Lo primero que se le pasó por la mente fue que él también era una amenaza, pero al escuchar a Emhyr se dio cuenta de que lo conocía, a pesar de que el extranjero también se notaba muy sorprendido.

Cuando el recién llegado habló, Cosette sólo retuvo las palabras que más llamaron su atención. Convertirte en uno de ellos. Lo demás parecía llegar desde lejos, como si de pronto sus oídos hubiesen dejado de funcionar correctamente. Convertirte en uno de ellos. Ya no sabía que pensar, y sentía que su cuerpo tampoco le respondería. Sentía que se le había bajado la presión, pues el frío recorría su cuerpo como si se encontraran en un sitio helado y además se le revolvía el estómago cada vez que recordaba la cabeza separada del cuerpo de la mujer.

Finalmente pareció volver en sí y pasó la mirada desde Reinos hacia Emhyr, asintiendo levemente con la cabeza y obligándose a hablar.
-Volvamos, por favor –le dijo con voz débil, inspirando para llenar sus pulmones de aire y emprender el camino de regreso. Probablemente debería haberle agradecido al gitano por salvarlos, pero en ese momento no tenía cabeza para pensar en esos detalles.
-No entiendo nada –confesó mientras sacudía la cabeza con cierta frustración.
-Salgamos de este lugar.

Emhyr había centrado su atención al cadáver que ahora yacía decapitado en medio de la oscuridad, las palabras de Reinos le hizo recordar el por qué los había abandonado hace años en Rumanía, porque se había desentendido de aquella familia de gitanos con la que se había reencontrado, porque se había aislado de todos.
Su demencial idea de la inmortalidad continuaba allí, seguro que Reino había pensando que se le pasaría pero tras vivir aquello comprobaría que se equivocaba. Aquella obsesión, era lo que había hecho que algunos de los gitanos lo echaran del campamento temiendo de que trajera la maldición y desgracia a los suyos.

"Tengo una marca de nacimiento con la misma forma de la cruz.." Fueron las palabras que le despertaron de su pequeño trance, el recuerdo de lo que había dicho Cosette al menos uno minutos. El ceño fruncido en un gesto incompresible hacia la muchacha, las miles de preguntas que se agolpaban en su mente para asaltarla, y el gesto que se suavizada al ver el impacto que había tenido la escena sobre aquella chica, que era ignorante de aquel mundo sobrenatural.

-Ven. -Con precaución y al principio dubitativo, Emhyr le echo el brazo sobre los hombros con suavidad para que comenzarán a caminar. -Tranquila, ya no hay peligro. -Su voz era un susurro cálido y tranquilizador. Sus pasos en la oscuridad eran pacientes, el silencio les seguía a pesar de que se acercaban a las hogueras de nuevo.

Las palabras sobraban, ella debía de tranquilizarse y asimilar lo visto, solamente rompería el silencio para escuchar las preguntas de ella, sería paciente para cuando tocase su turno.

"Si es cierto lo que dijo, ella también esta marcada... ¿Qué he hecho?" Pensó mientras se desviaban de su camino y se dirigían hacia las carrozas, Emhyr buscaba la de Reinos, lo mejor no era mezclarla con los gitanos, al verla sabría lo sucedido y el miedo acudiría al campamento.

En aquel silencio Emhyr se sintió mal y responsable por haberla puesto en aquel peligro, y ahora más con la afirmación. Su madre le había hablado de aquellas marcas y lo que suponía, aquel don y maldición que era mejor vivir en la ignorancia ya que esta condición te aseguraba estar a salvo de las criaturas de la noche, pero ahora Emhyr le había dado consciencia de lo que podía suponer, había abierto aquella caja de Pandora que aquella chica tenía en su interior, le había dado veda a toda la fauna nocturna para sentir apetencia por ella.

-Aquí es. -Le hizo entrar en una de las carrozas decorada con muchos colores y comenzó a exceder las lamparas de aceite, hacía mucho tiempo que no entraba en aquella. -¿Estas bien?

Las palabras de Emhyr lograron tranquilizarla lo suficiente como para que sus piernas volvieran a responderle. Sin embargo Cosette no pronunció palabra alguna, sólo se limitó a caminar dejando que él la guiara de vuelta al campamento, pues suponía que era ahí a donde se dirigirían. Sentía que la cabeza le daba vueltas, y estaba haciendo un gran esfuerzo por que la imagen de la mujer decapitada no volviera a su mente junto con el asco y la impresión. Sin embargo sabía que aquello la marcaría para siempre y que no sería un suceso fácil de olvidar, por mucho que le hubiese gustado. En ese momento se arrepentía enormemente de no haber regresado antes a casa; de haberlo hecho seguramente nada de eso hubiera pasado.

“Ya no hay peligro”, eso era lo que Emhyr le había dicho, ¿pero qué tan cierto era? No podía pretender que todo estaba bien sólo porque se habían salvado el pellejo. Si las historias que solían contar a los niños para que no salieran de casa por la noche eran ciertas, si realmente existían criaturas sobrenaturales, ¿qué tan seguros podrían estar? ¿Y si acaso lo que había visto era tan sólo la superficie, la punta del iceberg? Realmente hubiese preferido ignorar aquello durante toda su vida, pero no podía borrar lo que había presenciado, sólo podía esperar que no se repitiera. Ensimismada y en silencio avanzó junto a Emhyr hasta que por fin la oscuridad empezó a desaparecer gracias al brillo de las hogueras que cada vez parecían estar más cerca.
Recorrieron la zona del campamento hasta llegar a una carroza en la que se adentraron; en otra ocasión Cosette habría estado pendiente de aquel sitio y habría observado su interior con curiosidad, pero en aquel momento no tenía ánimos para nada de eso, así que simplemente buscó un lugar donde sentarse mientras Emhyr se ocupaba de las lámparas. Se llevó una mano a la frente y la deslizó por su cabello mientras suspiraba y clavaba la vista en el suelo, tratando de aclarar sus ideas. Sabía que ese era el instante indicado para hacer las preguntas que quisiera y algo le decía que Emhyr estaría dispuesto a responderle, pero en esos momentos ni siquiera sabía bien por dónde empezar.

La voz de Emhyr rompió el silencio y su pregunta hizo que Cosette alzara la vista nuevamente, mirándole a los ojos mientras alzaba los hombros.
-Estoy confundida –le respondió con sinceridad mientras apoyaba sus manos sobre su regazo. No podía decir que estaba del todo bien, pero tampoco estaba mal pues no había salido dañada.
-Lo que pasó allá… yo nunca pensé que… –no sabía cómo explicarlo, después de todo, ¿cómo podías explicar algo que no entiendes?
-Necesito que me expliques lo que está pasando –dijo finalmente, con un tono más demandante del que estaba acostumbrada a usar.
-No quiero escuchar más leyendas antiguas ni mitos callejeros, quiero que me digas la verdad y que sea lo más clara posible –podía parecer exigente pero creía que tenía derecho a saberlo, no iba a quedarse tranquila hasta que no empezara a entender mejor la situación.
-Tengo que saber cómo va a afectarme esto a mí, yo también llevo esa marca –entrecerró los ojos con cierto disgusto, suponía que tendría que mostrársela.
-¿Es cierto lo que dijo el gitano? ¿Tú quieres convertirte en una de esas… cosas? –preguntó con incredulidad e inquietud.

Aunque las pequeñas luces tintineantes iluminaban la humilde estancia, parecía que la noche había absorbido toda la luz entre aquella brumosa oscuridad. El silencio largo y latente continuaba en aquel momento que a Emhyr le pareció ciertamente tenso e incomodo, sabía de su culpa y sabía de que al descubrir que aquella chica estaba "marcada" las cosas no iban a ser igual, y sobre todo para la vida de ella preveía un vuelco radical.

Como una sombra casi inapreciable se movía por la estancia sin hacer apenas ruído, podrá pensarse que aquel rasgo era algo natural en el turco, pero en sus años como aprendiz de jenízaro le habían enseñado a moverse de aquel modo.
Un suspiro de sus labios, su mirada atenta a ella, y comenzó a hablar. Sus manos entrelazadas se veían tentada en tocarla para proporcionarle calma, pero no sabía si aquello podría alterarla más.

-Es normal, yo también me sentía al principio... confundido, todo lo que me habían enseñado desde niño luego... Resulto ser cierto. -Su voz en la penumbra era un susurro calmante y acariciadora. -No creo que haya demasiado que explicar, ya lo sabes prácticamente todo. Mis historias... Mis "cuentos", esas leyendas, todo es cierto. La mujer de la piel de canela, la de la historia, la que se enamoro de un inmortal, la que tenía un don... Era mi madre, y el hijo deshonrado, el que descubrió su don en tierras lejanas, soy yo. -Pauso un instante debían de ser demasiada información, bueno más bien la información estaba dada pero ahora tocaba asimilar de que no era ficción y de asociar a los personas de los cuentos con la realidad. -Yo nací con el don de mi madre, pero distinto... Lo descubrí tarde... Tendría dos años menos que tu más o menos. Viajábamos... -Si, su viaje había comenzado acompañado pero alguien cayó por el camino. -Bueno viajaba por el desierto, estaba desesperado, creía que no lo contaba y la arena que entre mis manos tome... Se convirtió en agua.

Sus ojos había pasado de estar mirando directamente los de ella a mirar a la nada, sus gesto iban desvelando cada detalle, se había mirado las manos rememorando con fascinación el recuerdo pero de nuevo volvió el semblante serio y calmada, y luego ese pequeño deje de temor. Estaba hablando demasiado, pero él había sido el causante de haberla metido en aquel lió, y a pesar de que estaba revelándole su más ocultos secretos, revelándole su verdadera identidad, ahí estaba la inseguridad. Ella iba a ser la primera persona que en casi más de 10 años supiese quien era realmente, su linaje noble, por qué huía y tal vez... Por qué buscaba la inmortalidad.

-Cosette, no soy un simple mago de calle, ni un vagabundo... Soy de sangre noble, viví sin padecer, era arrogante y malcriado, hasta que me arrojaron a los 7 años a la vida de "jenízaro", mate por primera vez a esa edad y luego "nos" traicionaron... Y me persigue una condena a muerte injusta. Además soy "Brujo", no de los mejores ni los más poderosos  pero tengo el "don" y la "sangre de los marcados", pero no nací con marca como tú. -Emhyr se había centrado en la marca, y había decidido que no era momento de hablar de sus "deseos" de ser inmortal, era un tema que debía de dejar apartado, debía desviarlo, por ahora, iba a ser demasiado información y a lo mejor no comprendía aquella parte de sus objetos. Sus ojos castaños se dirigieron en la oscuridad a la marca de ella, estos pedían de que ella le mostrase. -¿Puedo? -Pregunto con cautela, necesitaba verla para verificarlo, necesitaba tocarla para saber si era de nacimiento o producto de la aleatoriedad de la vida. -Aquellos que hemos nacido con ésta sangre solemos manifestar algún don, pero mostramos una marca al nacer, es extraño, ya que la cruz, el símbolo... Fue creado por la mano del hombre, y yo solo la he visto manifestada en forma de objetos, dibujos, o tatuajes. Ese símbolo fue creado para las personas que tienen nuestra sangre, solo funciona con nosotros porque nuestra sangre atrae a los entes sobrenaturales, dice que les hacen más poderosos, que nos hace atractivos para ellos y que tiene más cualidades que si te soy sincero, desconozco... -Pauso. -El símbolo se creo para protegernos, es como un talisman, pero también tiene un poder adverso, un magnetismo, ya que tiene la capacidad de atraerlos si lo deseamos, es decir, la cruz lo que hace es hacer que el olor de nuestra sangre, si lo puedo llamar olor, su... Aura, se invisible para "ellos", aunque si no somos invisibles ante sus ojos, solo pasamos desapercibidos como cualquiera. Pero también puede hacer todo lo contrario, que es potenciar la atracción de nuestra sangre y eso hace que los llamemos. Es lo que yo llevo meses haciendo... Sin mucho resultado, solo el de esta noche. -Emhyr tomo aire y bajo su mirada, ella era un caso demasiado extraño, su madre nunca le había hablado de casos como éste, de personas nacidas con esa marca de protección, algo no cuadraba... -Cosette, no sé como afectará esto a tu vida... No he conocido a nadie como tú, no tengo los conocimientos suficientes para darte todas las respuestas. Y ahora siento que tu vida es responsabilidad mía, y que nuestros caminos no se han cruzado por casualidad... Maktub