Galia Aredhel

por **Galia di Marco** Jue Feb 14, 2013 5:29 pm

DATOS BÁSICOS

-Nombre del Personaje: Galia Aredhel

-Edad: 21 años

-Especie: Humana

-Tipo, Clase Social o Cargo: Clase media

-Orientación Sexual: Homoflexible

-Lugar de Origen: Barcelona, España

DESCRIPCIÓN FÍSICA

Físicamente me encuentro por debajo del montón general de las bellezas más cotidianas que podemos encontrar por las calles. Mi estatura es más bien baja y mi figura dotada con pronunciadas curvas que rompen los esquemas de la estética del momento. Mi rostro es ovalado, enmarcando unas facciones suaves y dulces. De cejas cortas y gruesas, ojos grandes y redondeados de un profundo color café, y pestañas negras no muy extensas. La nariz es un tanto chata y pronunciada. Los labios son desiguales, más grueso el inferior que el superior. La piel de mi cuerpo es blanca aunque cubierta por lunares oscuros de todas las medidas y formas, esparcidos por mi rostro y resto de anatomía. Finalmente, añadir que mis cabellos son castaños oscuros y no muy largos, un poco más allá de los hombros.

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

Muchos destacan de mí una fortaleza que en realidad no poseo. Soy frágil, débil, sensible y aunque pueda negarlo, una romántica empedernida, una soñadora de un mundo mejor, una defensora de las causas consideradas justas, aunque no muy tolerante con algunas ideas con un fuerte deje autoritario, manipulador, crudo o injusto. Soy de las que cree que la sociedad es un cúmulo de seres sedientos de poder y avaricia y que son precisamente esos conceptos los que originaron el declive del pensamiento y bondad humana. De hecho, la verdadera culpable de que existan sentimientos como el odio, el rencor, la venganza, la envidia, la avaricia, la codicia, la maldad y la ausencia de remordimientos es la creación de la propiedad privada ya en tiempos prehistóricos. Si todos tuvieran acceso a los mismos recursos, nada de todo esto existiría hoy y el mundo sería un lugar más acogedor.

Creo en la posibilidad de mejorar este planeta, pero no en las personas que lo habitan. No creo en la bondad de los humanos, ni en su buena voluntad, el interés por terceras personas, ni siquiera en un vínculo real llamado amor o solidaridad. Desconfío porque todos buscan su propia felicidad del modo que sea, a las buenas o a las malas, sin importarles nada más y siempre, con un fin en mente. Nadie hace nada gratuitamente, incluso la solidaridad busca pese al supuesto anonimato, una satisfacción privada a su obra. Por lo tanto, no sabría responder a la cuestión de si a mi parecer, el hombre es bueno o malo por naturaleza. Creo que la respuesta más acertada es que simplemente, es egoísta.

Yo no me considero diferente a este estereotipo del que soy consciente he creado. Es cierto que busco mi propia satisfacción del modo en el que puedo, sin importarme si debo o no debo dañar a alguien por el camino. He hecho daño, mucho, a lo largo de mi vida, pero aunque no me sienta orgullosa, no me arrepiento absolutamente de nada, de ninguna de mis decisiones, ni siquiera de mis tantos errores. Tengo la conciencia tranquila.

En cuanto a la percepción de mi vida -abandonando ya el monólogo sobre la vida de los demás de la que seguro he aburrido a mi lector-, diría que me siento insatisfecha, completamente irrealizada como persona. Siento que me encuentro perdiendo el valioso tiempo de toda una vida; no me encuentro ni en el lugar, ni en el momento, ni en la forma, ni con la compañía ni con la vida que al fin y al cabo, siempre deseé. Aun así, suelo buscar cada día un motivo por el que sonreír y poco a poco, he creado una coraza de optimismo y buen humor que disfraza mi agrio carácter, a menudo tajante y odioso.

HISTORIA

Era una gélida madrugada de febrero cuando nací fruto del deseo de mi madre tras la pérdida de su segunda hija al poco de ver la luz. Mi padre se mostró reticente a mi llegada, probablemente porque me veía quizás como una sustituta de aquella niña que perdió. Sea como fuere, mi madre me legó el cariño que por parte de mi progenitor jamás encontré. Mi hermana mayor, la primogénita, pronto se convirtió en la hija predilecta, aquella que intentaría erguirse como el modelo que yo debía seguir, una vida llena de éxitos y una personalidad fácilmente moldeable al antojo de mis padres y cualquier desconocido. Lo cierto es que cosechó grandes éxitos profesionales y pronto encontró un adinerado marido con el que casarse e independizarse de la familia, aunque la tristeza solía planear por su mirada solitaria, percatándome que ni siquiera la victoria en cada una de sus facetas le aportaba la felicidad.

En cuanto a mi relación con la familia nunca fue fácil o fluida, siempre llena de tensiones desde mi temprana niñez. No puedo decir que creciera con una figura paterna, pero sí bajo las ordenes de un estricto y amargado dictador que pretendía encauzar mi vida según sus cánones, buscando en mi futuro lo que el suyo no le ofreció. Mi padre siempre quiso que me convirtiera en alguien de provecho, olvidándose de lo realmente importante, que era precisamente, aquella vida de la que nunca se interesó; mis miedos infantiles, los cuentos antes de acostarse, preguntarme cómo me fue el día, interesarse por mis amistades, por mis inquietudes, mis ideales, mis preguntas sobre la vida... No. De él sólo obtuve conocimientos sobre matemáticas y letras que me embuchó a base de mano dura.

Mi madre no solía inmiscuirse cuando las cosas se ponían feas entre mi progenitor y yo, prefiriendo guardar silencio y girar la cabeza. Ni siquiera cuando la palma de su mano me ardía en la mejilla ella me defendía, mirándome con ojos tristes e impotentes, removiéndose sin tener el coraje de decir basta. Aun así, nunca la odié ni le recriminé su pésima actuación. Quizás porque en el fondo, podía entenderla. ¿Quién osaría enfrentarse a él? Nadie si era lo suficientemente listo. Claro que yo, nunca fui muy lista.

Mamá siempre intentó mimarme y consentirme durante mi niñez, queriendo así contrarrestar el daño sufrido por parte de mi padre mediante regalos, mimos y atenciones. Lo cierto es que funcionó un tiempo, hasta que crecí y ya no me bastaba aquella cortina de humo. Aun así, ella siempre ha intentado acercarse a mí... pero de mí sólo ha recibido el mismo rechazo que aun hoy no logra aceptar. Y no es por falta de amor hacia ella el motivo de mi hermetismo, pues pese a su nefasta concepción sobre mi persona y ser para mí una auténtica tortura diaria, la adoro, de algún u otro modo. Pero eso no cambia a las personas. Ella pide confianza y precisamente eso, es lo único con lo que no puedo contar con ella. Su mente cerrada y su carácter intolerante hacen que todo cuanto sale de mi boca sea llevado al extremo y manipulado con tal de herirme. Por ello, mi relación con mis padres es fría como hielo, cortante y normalmente, nula, sin apenas roces o palabras que nos relacionen. Lo único que tenemos en común es el techo bajo el que vivimos.

Por otro lado, mi hermana siempre se desentendió de mí y al ser la pequeña, llevándome con ella unos ocho años de edad, nunca me llegó a considerar una amiga o una hermana con la que contar, sólo aquella pulga que vagaba por casa cuando aún permanecía con nosotros. Nada más.

Este clima, sumado a que fui educada por mi abuela -una anciana con serios problemas psicológicos- hicieron de mí una persona callada y reservada, desconfiada, ajena a sentimentalismos. Me convirtieron en un ser sin corazón ni sueños que alcanzar. Simplemente era una cosa sin alma, sin un por qué.

Durante mi adolescencia tuve contacto con otros jóvenes de mi edad que estudiaban conmigo la secundaria, creando con ellos algunos vínculos amistosos. Sin embargo, mi frío carácter me impedía sentir apego alguno por ellos y en realidad, nunca me sentí parte de ese mundo. Bueno, ni de ese ni de ninguno. Por ello me limité a observar mi entorno y cada una de sus personas: sus palabras, sus gestos, sus actos. Escuché sus problemas y poco a poco fui elaborando algo así como un sumario de casos en los que recopilé distintas situaciones, con sus personalidades protagonistas distintas y sus consecuencias según aquello que decidían. Lo cierto es que, sin comerlo ni beberlo, pronto me convertí en una persona reclamada para atender esa clase de necesidades, el escuchar y dar consejos se convirtió en mi mayor virtud y todo aquél que consideraba poseer suficiente confianza conmigo se acercaba en busca de aquellas palabras mías. El interés que en mí despertó la raza humana como ser pensante fue proporcional al recelo y repugnancia que esta empezó a suscitarme, pues empecé a ver una realidad maloliente de las personas que, pese a sus matices, todas terminaban siendo seres egoístas, orgullosos, repelentes, débiles, prepotentes, llenos de avaricia y maldad, sin escrúpulos y realmente... hipócritas.

Sí, odiaba la gente, la sociedad sucia y corrupta, llena de maldad y avaricia por doquier.

La desconfianza y el carácter amargo hizo mella en mí y ni siquiera la aparición de un pretendiente me hizo cambiar o ablandar mi corazón, limitándome a ignorar su existencia durante los años en los que juntos estuvimos. Lo cierto es que aquella turbulenta relación me desgastó hasta tal punto que realmente me lastimó. No por experimentar el desamor o la desilusión de aquél primer amor fallido, sino, de nuevo, por la mano negra del hombre, aquella que todo cuanto toca lo destruye.

Tras poner fin a aquella relación y después de fracasar en los estudios, conocí al que parecía el príncipe azul que toda muchacha soñadora espera. ¡Cuál fue mi sorpresa al descubrir cuán mezquino y manipulador podía llegar a ser! En esa circunstancia, habiendo abierto mi pecho enteramente, caí rendida bajo el embrujo de un amor ilusorio e inexistente, lleno de mentiras que destrozaron el poco corazón que aun palpitaba en mí. Y así, pocas semanas después fui desterrada al más humillante de los olvidos, aquél en el que aun pretenden usarte como algo casual. En mi vida había sentido tanto dolor y decepción como entonces, ciertamente, y caí en un abismo de tristeza del que aun no me he repuesto, prosiguiendo mi vida, vacía y carente de sentido, sin un rumbo fijo mientras trabajo en un local de alterne cuyo sueldo me permite soñar con escapar de éste lugar en el que el día a día me asfixia y nada tiene más sentido que el vacío, todo ello, después de decidir abandonar mi residencia familiar en España y buscar mi lugar en el mundo en la Ciudad de la Luz, París. ¿Encontraré aquí la pieza del rompecabezas que necesito?

DATOS EXTRA

- Me apasiona la literatura dramática y de misterio, la música en general, escribir, y por supuesto, el arte antiguo de civilizaciones tan dispares como la maya, la nórdica o la griega. ¡Me encanta viajar y conocer, pues soy un manojo de curiosidad andante!

- Odio la falta de respeto en todas sus formas -la inpuntualidad, la prepotencia, la humillación...- y la falta de consideración o sensibilidad.

- Me considero una persona activa que busca siempre algo que hacer y una meta hacia donde avanzar, por lo que la falta de ilusiones o de ganas por vivir es algo que nunca entenderé en alguien.

- Mi lema favorito y el que siempre acato es: "Quien no arriesga, no gana". Hasta el momento, me ha permitido no sentir arrepentimiento ni espinas, algo que considero frustrante para cualquiera, pues lo pasado pasado está y no puede modificarse jamás.

gracias a αgusτınα• de sourcecode

por **Nigel Quartermane** Vie Feb 15, 2013 12:51 am

OBSERVACIONES:

Tu ficha está correcta pero debo pedirte que primero pases a registrar un avatar y cuando lo hagas avises posteando aquí para poder darte la aprobación. Gracias.