AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Pequeñas Almas [Privado]
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Pequeñas Almas [Privado]
Los niños son la esperanza del mundo.
José Martí
José Martí
La gente que conocía la historia del Vizconde de Beauharnais gustaba de apelar que su ex mujer, Marie-Josèphe, había sido una joven desfachatada y viperina, sin ningún sentido del decoro y, por supuesto, sin amor a su marido ni a ninguna criatura viviente. Pero, ¿cómo explicaba esa gente el hecho de que la misma Marie-Josèphe visitaba una vez a la semana el orfanato, con la intención de alegrar la vida a los niños abandonados que residían en aquel lugar? ¿Acaso una mujer realmente descorazonada tendría la desfachatez de ir a un orfanato?
Las razones de la mujer para acudir a esa residencia eran simples. Se sentía profundamente conmovida con el hado de aquellas criaturas abandonadas a su suerte. Veía en sus rostros infantiles todas las penurias de la sociedad imperante, le apenaba aquella expresión reflexiva demasiado adulta para ellos. Lo más que podía hacer era aligerarles esa pena, ¿no? Haciendo de madre por un día a la semana, una madre par todos esos niños que estaban privados de una.
A media tarde, la mujer salía a cuidar a sus propios retoños, feliz de la acción realizada. Pero después se entristecía al pensar en el futuro que les deparaba la separación con su marido. Tanto Eugène como Hortense no tenían más patrimonio que parte de la escasa herencia de su madre, y su progenitor no movería un dedo por ellos a menos que fuera estrictamente necesario. Si una de sus tantas amantes no le daba un varón, posiblemente la herencia de los Beauharnais pasaría a manos de Eugène.
Aunque Marie-Josèphe no esperaba nada de eso, no tenía ni la más mínima esperanza. Lo único que le preocupaba ahora era sacar a flote a su pequeña familia y, de paso, hacerle más llevadera su soledad a los demás.
Joséphine de Beauharnais- Humano Clase Alta
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Re: Pequeñas Almas [Privado]
"Quien sólo vive para sí, está muerto para los demás."
Debía de ser masoquista. De otro modo, no había excusa posible que justificase mi presencia en un sitio como este. Era extremadamente doloroso estar aquí, sintiendo como el ver cada uno de esos pequeños rostros infantiles mandaba una puñalada directa a lo más profundo de mi alma, haciéndola pedazos. Sin embargo, y aunque tampoco lo hiciese con demasiada frecuencia, seguía visitando el orfanato de cuando en cuando.
Tenía por costumbre realizar pequeñas donaciones monetarias y aprovechar la visita para pasar parte de mi tiempo con los huérfanos, jugando y escuchando sus ocurrencias. Por suerte, aunque el destino había borrado la sonrisa de mi rostro, también había hecho lo mismo con mis lágrimas, así que aunque fuese doloroso ya no exteriorizaba ese dolor de ninguna manera.
¿Sería mi pequeño como uno de estos niños? ¿Le habrían enseñado ya a leer y a escribir? ¿Se acordaría de mí? Mucho lo dudo, me temo.
Las mismas cuestiones una y otra vez, repitiéndose en mi cabeza sin cesar desde hacía ya ocho largos años. Masoquismo en estado puro, y que por más que lo intentaba no podía evitar.
Tras gestionar los trámites meramente administrativos de mi visita, comencé a caminar por aquellos pasillos tan familiares para mí, encontrándome las primeras caras conocidas y algunas nuevas que no había visto antes. Mi destino era la habitación asignada para alojar a los niños de edades más tempranas. Bebés que habían sido abandonados por sus madres al poco de nacer, mayoritariamente. Este era el lugar más crítico, ya que los pequeños que no conseguían ser adoptados durante este tiempo, se veían prácticamente condenados a vivir en el orfanato hasta su madurez.
Cual fue mi sorpresa al encontrarme allí con otra mujer.
—Cualquiera de estos niños será una magnífica elección—comenté, aún cuando nadie me había preguntado. Ni siquiera sabía si esta dama estaría interesada en adoptar, pero no perdía nada en hacerle algo de promoción a los pequeños—Un mínimo de cariño y se convertirían en los hijos que cualquier mujer desería tener, ¿no creéis?—añadí, acercándome a una de las cunas al azar y tocando la mejilla regordeta de uno de los niños con la punta de mis dedos, consiguiendo a cambio una radiente sonrisa de encías.
Rachel Matheson- Hechicero Clase Baja
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Re: Pequeñas Almas [Privado]
La voz de otra mujer sacó a Marie-Josèphe de sus pensamientos amargos. Una señora un poco mayor que ella, haciendo promoción a aquellos bebés privados de amor y mimos. La verdad, siempre había tenido cierta inclinación a adoptar niños, pero su ex marido nunca lo aprobó, y ahora no contaba con suficiente patrimonio como para mantener a otro hijo, además de los dos propios que tenía. Por lo que, con el dolor de su corazón, tendría que declinar la oferta.
-En verdad serían una magnífica elección, pero me veo escasa de dinero y tengo dos pequeños más a los que alimentar. Lo lamento mucho-añadió, con una sonrisa triste dirigida al bebé que había estado mirando hace un rato. Le recordaba a Hortense, su hija menor, cuando tenía la misma edad. Era en verdad una pena que su propia madre no lo quisiera.
A veces sentía ira contra aquellas mujeres que abandonaban a sus hijos sin más, a la puerta de cualquier casucha de mala muerte. Otras veces sentía pena hacia esas jóvenes que por motivos familiares o económicos se veían obligadas a dejar a sus retoños. Y le partían el corazón aquellas historias sobre mujeres a las que les arrebataban los hijos de los brazos sin miramientos, y los dejaban en cualquier sitio alejado de ellas. Las personas capaces de tamaña atrocidad debían estar desprovistas de corazón. No había otra explicación mejor para eso.
-¿Viene a adoptar? Espero que cualquiera de los pequeños que elija sea feliz. No hay mayor alegría para una madre que la de ver a sus hijos sanos y felices- no sabía a ciencia cierta qué hacía esa mujer allí, pero un detalle no fue pasado por alto: hasta ahora no la había visto sonreir.
-En verdad serían una magnífica elección, pero me veo escasa de dinero y tengo dos pequeños más a los que alimentar. Lo lamento mucho-añadió, con una sonrisa triste dirigida al bebé que había estado mirando hace un rato. Le recordaba a Hortense, su hija menor, cuando tenía la misma edad. Era en verdad una pena que su propia madre no lo quisiera.
A veces sentía ira contra aquellas mujeres que abandonaban a sus hijos sin más, a la puerta de cualquier casucha de mala muerte. Otras veces sentía pena hacia esas jóvenes que por motivos familiares o económicos se veían obligadas a dejar a sus retoños. Y le partían el corazón aquellas historias sobre mujeres a las que les arrebataban los hijos de los brazos sin miramientos, y los dejaban en cualquier sitio alejado de ellas. Las personas capaces de tamaña atrocidad debían estar desprovistas de corazón. No había otra explicación mejor para eso.
-¿Viene a adoptar? Espero que cualquiera de los pequeños que elija sea feliz. No hay mayor alegría para una madre que la de ver a sus hijos sanos y felices- no sabía a ciencia cierta qué hacía esa mujer allí, pero un detalle no fue pasado por alto: hasta ahora no la había visto sonreir.
Joséphine de Beauharnais- Humano Clase Alta
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Re: Pequeñas Almas [Privado]
Sentí la tentación de sonreir amargamente ante tal designio del destino. Dos mujeres visitando el orfanato y ninguna tenía la intención de adoptar a ningún huérfano. Por suerte o por desgracia, lo de sonreir hacía años que no iba conmigo, así que me limité a dirigirle una mirada triste al bebé al que segundos atrás había estado atendiendo. Parece que hoy no será tu día de suerte, pequeño
—Mucho me temo que mi visita no incluye el marcharme hoy a mi hogar con niño entre mis brazos—comenté, dejando que mi mirada volviera a cruzarse con la suya. Me incorporé levemente, dejando que el lenguaje de mi cuerpo indicase que ahora mi completa atención caía sobre ella y no sobre los pobre niños que nos rodeaban, ajenos a todo el mal que había en el mundo.
No era una persona de demasiadas palabras, pero aún así sentí la necesidad de añadir algo más a la conversación, no queriendo que la mujer llegara a sentirse incómoda ante mi habitual falta e interés por conversar. Nadie creería que en el pasado mi madre debía mandarme callar en determinadas ocasiones debido a mi excesivo parloteo.
—La maternidad no está hecha para mí, pero al menos intento hacer lo que está en mi mano para que a estos pequeños no les falta de nada en su estancia aquí—en cierta manera, me gustaba pensar que si yo hacía eso por estos niños, en algún lugar del mundo alguien haría lo mismo por mi pequeño hijo, velando porque creciera sano y fuerte aún estando lejos de su madre.
—Mucho me temo que mi visita no incluye el marcharme hoy a mi hogar con niño entre mis brazos—comenté, dejando que mi mirada volviera a cruzarse con la suya. Me incorporé levemente, dejando que el lenguaje de mi cuerpo indicase que ahora mi completa atención caía sobre ella y no sobre los pobre niños que nos rodeaban, ajenos a todo el mal que había en el mundo.
No era una persona de demasiadas palabras, pero aún así sentí la necesidad de añadir algo más a la conversación, no queriendo que la mujer llegara a sentirse incómoda ante mi habitual falta e interés por conversar. Nadie creería que en el pasado mi madre debía mandarme callar en determinadas ocasiones debido a mi excesivo parloteo.
—La maternidad no está hecha para mí, pero al menos intento hacer lo que está en mi mano para que a estos pequeños no les falta de nada en su estancia aquí—en cierta manera, me gustaba pensar que si yo hacía eso por estos niños, en algún lugar del mundo alguien haría lo mismo por mi pequeño hijo, velando porque creciera sano y fuerte aún estando lejos de su madre.
Rachel Matheson- Hechicero Clase Baja
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Re: Pequeñas Almas [Privado]
La mujer allí presente afirmaba que la maternidad no era para ella como si fuera la mayor verdad del universo. Y Marie-Joséphe no pudo hacer más que mirarla con sorpresa. ¿Podía decir eso con toda aquella neutralidad? No podía creerlo. A decir verdad, ella había pensado lo mismo hace mucho tiempo, pero con la llegada de Eugène, su primogénito, no pudo hacer más que retractarse por aquellos pensamientos tan tristes y sin sentido.
-Tenía entendido que toda mujer está hecha para la maternidad- dijo finalmente, con una nota de curiosidad-, y siendo madre de dos hijos no puedo hacer más que afirmar esa frase. Debió haber pasado un suplicio para no querer ser madre, pero no pediré que me lo diga. Ya es suficiente con autoinflingirse dolor viniendo a un Orfelinato.
Su intuición femenina raras veces le fallaba, y ahora estaba segura de que aquí había pasado algo extraño. No estaba segura de qué, pero también prefería no preguntar. No era su pasatiempo favorito alimentarse con la desgracia ajena, porque sabía lo que se sentía que le sonsacaran información que en verdad le dolía dar. Y de alguna manera comprendía ese masoquismo de venir a ver niños que de cualquier modo no adoptaría. Era como esa secreta esperanza de que Eugène tuviera un mejor pasar, que su padre lo aceptara como primogénito y le diera su parte correspondiente. Una utopía, una pobre ilusión.
-Tenía entendido que toda mujer está hecha para la maternidad- dijo finalmente, con una nota de curiosidad-, y siendo madre de dos hijos no puedo hacer más que afirmar esa frase. Debió haber pasado un suplicio para no querer ser madre, pero no pediré que me lo diga. Ya es suficiente con autoinflingirse dolor viniendo a un Orfelinato.
Su intuición femenina raras veces le fallaba, y ahora estaba segura de que aquí había pasado algo extraño. No estaba segura de qué, pero también prefería no preguntar. No era su pasatiempo favorito alimentarse con la desgracia ajena, porque sabía lo que se sentía que le sonsacaran información que en verdad le dolía dar. Y de alguna manera comprendía ese masoquismo de venir a ver niños que de cualquier modo no adoptaría. Era como esa secreta esperanza de que Eugène tuviera un mejor pasar, que su padre lo aceptara como primogénito y le diera su parte correspondiente. Una utopía, una pobre ilusión.
- off:
- Perdón por la demora tan prolongada y la respuesta tan pobre :c La Universidad me absorbe la inspiración ._.
Joséphine de Beauharnais- Humano Clase Alta
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Re: Pequeñas Almas [Privado]
Como era de esperar, mi respuesta no dejó indiferente a la mujer. Eran pocas las que renegaban de la maternidad, y yo me incluía en ese extraño y pequeño grupo. No por amargura, si no como medio de protección ante los hechos que habían ocurrido en el pasado.
Aunque estaba convencida de que de tener otro hijo nada ni nadie podría separarme de él o ella (ya que yo ya no era la misma niña de hacía ocho años), no sería justo condenar a un alma inocente a llevar una vida al lado de una madre desquiciada. Pero aún así, sigues anhelando recuperar al que te quitaron, ¿no es eso una contradicción?
—Agradezco vuestra comprensión. Nunca es demasiado agradable traer al presente los fantasmas del pasado—comenté, confirmando que efectivamente había un asunto turbio que me hacía opinar de esa manera, pero que no tenía intención de compartir. O al menos no en este momento. Lo cierto era que, eran pocas las personas que verdaderamente conocían todos los detalles de mi pasado, y para la gran mayoría de los conocidos de la familia, ni siquiera había estado embarazada alguna vez. Era más fácil de esa manera—¿Son muy pequeños sus hijos?
De nuevo, mi parte más masoquista salía a la luz, ya que por si no tenía suficiente con venir a ver a los huérfanos, ahora además me interesaba por los pequeños de esta mujer. Esta mujer.
—¡Oh! Perdón por mi desfachatez... Me llamo Gaëlle Briand—me presenté, ya que de no haberlo hecho, todos mis modales y buena educación habrían quedado a la altura del betún. Ya que habíamos roto esa barrera de no cuestionar aspectos de la vida personal de la otra, al menos creí adecuado intercambiar nuestros nombres antes de seguir con la conversación.
Aunque estaba convencida de que de tener otro hijo nada ni nadie podría separarme de él o ella (ya que yo ya no era la misma niña de hacía ocho años), no sería justo condenar a un alma inocente a llevar una vida al lado de una madre desquiciada. Pero aún así, sigues anhelando recuperar al que te quitaron, ¿no es eso una contradicción?
—Agradezco vuestra comprensión. Nunca es demasiado agradable traer al presente los fantasmas del pasado—comenté, confirmando que efectivamente había un asunto turbio que me hacía opinar de esa manera, pero que no tenía intención de compartir. O al menos no en este momento. Lo cierto era que, eran pocas las personas que verdaderamente conocían todos los detalles de mi pasado, y para la gran mayoría de los conocidos de la familia, ni siquiera había estado embarazada alguna vez. Era más fácil de esa manera—¿Son muy pequeños sus hijos?
De nuevo, mi parte más masoquista salía a la luz, ya que por si no tenía suficiente con venir a ver a los huérfanos, ahora además me interesaba por los pequeños de esta mujer. Esta mujer.
—¡Oh! Perdón por mi desfachatez... Me llamo Gaëlle Briand—me presenté, ya que de no haberlo hecho, todos mis modales y buena educación habrían quedado a la altura del betún. Ya que habíamos roto esa barrera de no cuestionar aspectos de la vida personal de la otra, al menos creí adecuado intercambiar nuestros nombres antes de seguir con la conversación.
- OFF:
- No te preocupes, yo estoy igual u__u
Rachel Matheson- Hechicero Clase Baja
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