AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Los caminos del Señor
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Los caminos del Señor
20 de abril de 1796, Italia. Calles de Roma.
La ciudad imperial se abría paso a la noche, una noche de pecado y herejía, una luna llena que presagiaba otra aparición del Mal, una aparición que se había hecho mas profunda en el corazón de Italia desde hacía siglos, desde que aquella ciudad se fundase entre dos colinas. Entre las sombras de una plaza, dos figuras inmóviles que parecen fundirse con el resto de estatuas del lugar, una es un hombre mayor que se acerca a cierta edad, la otra, la de una joven arrodillada cuya oración rompe el silencio del lugar.
Al poco de citar las palabras sagradas un desgarrador grito inundó las calles circundantes. Satanás había hecho acto de presencia mediante uno de sus siervos y aquel hombre mayor tomó la iniciativa y tendió la mano a la joven.
-Si has terminado de rezar, tenemos que hacer cumplir la voluntad de Dios, y hay que darse prisa - sonrió y ayudó a incorporarse a la joven - Si Maestro Balnassare, no le fallaré.
Aquella era la primera vez que la joven salía de cacería, si bien llevaba varios años entrenándose para ello en la Ciudad del Vaticano nunca había entrado en combate real, ni había podido desafiar a las criaturas del Maligno
Los inquisidores corrieron por las calles apresurados hacía la zona de donde parecía haber venido el grito, encontrándose al final de un callejón al responsable del mismo, uno de los siervos menos humanos del Diablo, un licántropo, y bajo él, el cadáver mutilado y despedazado de una niña pequeña, encharcando en sangre varios metros, incluido el propio pelaje del engendro.
La reacción de la bestia fue rápida, pero no mas rápida que la de la joven, que hinchada por la ira de ver a la pobre niña en ese estado sobre el suelo de Roma desenfundó el revolver y disparó contra su enemigo a la par que lanzaba un grito de rabia e impotencia que resonaba en el silencio de la noche, dañándole en un hombro y haciendo que este saliese corriendo por los callejones oscuros de la ciudad. La joven inquisidora salió corriendo tras él sin que su Maestro tuviese apenas tiempo para reaccionar, sin duda su sabiduría y experiencia eran enormes, pero su físico ya alcanzaba unos limites que no podían competir contra el ímpetu de la joven.
-¡Vuelve aquí maldito engendro! - gritaba la cazadora perdiéndose entre la oscuridad de las calles sin que su maestro pudiese seguirle el paso, tan solo advertirla -¡Le necesitamos vivo, no caigas en la tentación de matarlo!
Ahora a solas continuaba la persecución, disparando cada vez que creía tener la esperanza de poder alcanzar al lobo, perdiéndose los disparos en el cielo nocturno, liberando el sonido del trueno allá por cada barrio que pasase. Inesperadamente, durante la persecución, el licántropo cambió de dirección abalanzandose de frente contra la joven, que pudo descargar un par de disparos en el pecho de su contrincante, pero sin poder darle muerte. Éste, golpeó salvajemente, lanzando a la sierva de Dios contra la ventana de un casa, que cedió y se rompió en mil pedazos. De una fuerte patada contra la puerta salió con paso decidido la ahora magullada inquisidora dispuesta a matar, no habría concesiones, no estaba dispuesta a dejarle vivir.
Las siguientes horas fueron completamente agotadoras, en movimiento continuo con esporádicos combates en lugares aleatorios de la ciudad, evitando a los ciudadanos curiosos por tanto ruido, a las fuerzas del orden y a los empleados de la noche. El cansancio hacia mella en las piernas, los brazos, la mente. Sin munición de ningún tipo, armada solamente con un puñal de plata y su fé la joven encaraba al licántropo en la que parecía que sería la ultima batalla, pues la luna ya se marchaba y la chica no aguantaría mucho mas.
Frente a la Fontana di Trevi comenzó la lucha, con una carga frontal de ambos oponentes, resultando en el puñal de plata clavado en el estomago de la criatura y con Evangeline lanzada contra el mármol de la fuente. La plata había hecho un daño descomunal, mas al no ser letal el golpe la capacidad de regeneración del siervo del Maligno hizo su trabajo y ahora este atacaba dispuesto a terminar la batalla pero la aparición in extremis del maestro de la chica salvó lo que pudo ser un trágico final.
Maestro y bestia cayeron sobre las aguas de la majestuosa fuente, tiñendo sus aguas de rojo, el combate había terminado. La luna ya no hacía acto de presencia sobre el cielo y comenzaba a salir el sol. Cogiendo fuerzas de donde no había Evangeline se levantó entrando en las aguas, sacando de ellas a su maestro, gravemente herido con un mordisco y a un hombre desnudo y ligeramente herido que minutos antes mostraba la cara mas maléfica del Diablo.
Llorando desconsoladamente la joven llevó a su maestro y al hereje a una casa que utilizaba la inquisición en la ciudad, encadenando en una fría y oscura habitación de esta a aquel hombre consumido por el Mal.
Mientras el prisionero aún recobraba la consciencia maestro y discípula dialogaban en una habitación contigua.
-Lo..lo...siento, ha sido todo culpa mía, he fallado, te he fallado, he perdido los nervios...otra vez. - lloraba observando la herida sangrante provocada por el mordisco en la fuente. -Has luchado con fuerza, determinación, fé, has capturado a la bestia, has - la voz de la joven interrumpió la de su maestro - he permitido que te maldigan, te he condenado, he condenado mi alma. - la ultima frase fue susurrada casi desvaneciendose entre los labios conforme salía. - Si ese licántropo me ha mordido es porque Dios quiere que me convierta en uno, has cumplido con la misión, estoy orgulloso.
La ira recorrió a Evangeline, que propinó un fuerte golpe contra un de las sillas, rompiéndola sin piedad contra la pared. -¡Deja de alabar mis fracasos!, ¡deja de decir que estas orgulloso cuando en realidad llevo años decepcionandote!.
Un ruido vino entonces de la habitación del al lado, el prisionero estaba despierto, y el maestro Balnassare indico a su discípula que fuese ella quien le interrogase, que él no estaba en condiciones. Sin mediar palabra se separaron, quedando cada uno en un habitáculo diferente. La importancia de capturar al licántropo consistía en que el era conocedor del paradero de un grupo del cual formaba parte, y siendo suficientemente persuasiva la inquisición podría dar una gran ayuda a Roma.
-¿Quien eres?, donde demonios.... - la frase se vio interrumpida por un corte en la mejilla del hombre con el puñal de plata de la joven. - No oses decir blasfemias y no te atrevas a hablar si no es para responder a una de mis preguntas, ahora vas a decirme donde se encuentran tus compañeros herejes, ¿esta claro?.
-Y una mierda - contestó desafiante el reo antes de que el puñal se clavase en su muslo derecho provocando un grito de dolor inimaginable. - Nadie escoge nunca el camino fácil, no entiendo por qué - Evangeline miraba al techo como si hablase con el mismísimo todopoderoso. - Muy bien, perdiste tu fé al convertirte en una vil criatura y pactaste con el Mal guiado por Satanás, te recomiendo que pongas tu alma en paz, porque yo me voy a encargar de tu cuerpo - la voz cambió a un tono oscuro lleno de odio y agresividad, las cosas se ponían serias y desagradables y el licántropo comenzaba a arrepentirse de sus palabras, no era capaz de concebir que una inquisidora tan joven fuese tan imaginativa a la hora de provocar dolor y doblegar las mentes mediante la tortura.
Apenas media hora después de gritos agónicos el hereje parecía mucho mas dispuesto a colaborar. - ¿Y bien?, puedo ser la que te salve, o la que te condene, tu eliges - comentaba con el puñal clavado sobre una de las costillas del preso. -¡Trastevere!, ¡están en el Trastevere!, ¡el edificio nuevo, la tercera planta! -gritó suplicando para que el dolor terminase.
Con una sonrisa de satisfacción Evangeline regresó con su maestro para dar la noticia, notando que este yacía inconsciente sobre la silla en la que le había dejado un rato antes. Con cara de odio cogió la pistola de su maestro y volvió a la sala de interrogatorios, disparando contra las partes nobles del prisionero, cuyo grito y llanto pudo escucharse en las casas circundantes y a continuación con el puñal que llevaba rato utilizando comenzó a acuchillar una y otra vez el pecho del martirizado hereje.
-¡A través del dolor vencerás a Lucifer!, ¡acepta a Cristo y muere en nombre de Dios! - el enseñamiento fue visceral, la muchacha quedó embadurnada de la sangre de su víctima, y solo ahora ella comenzaba a sentir cierta paz y notaba por primera vez el deber cumplido.
Aquella noche, siguiendo la voluntad de Dios, un grupo de inquisidores entre los que se encontraba Evangeline, asaltaron la Trastevere y mataron a doce herejes, capturando a otros cuatro, mujeres, niños, entre herejes no hay diferencia.
La ciudad imperial se abría paso a la noche, una noche de pecado y herejía, una luna llena que presagiaba otra aparición del Mal, una aparición que se había hecho mas profunda en el corazón de Italia desde hacía siglos, desde que aquella ciudad se fundase entre dos colinas. Entre las sombras de una plaza, dos figuras inmóviles que parecen fundirse con el resto de estatuas del lugar, una es un hombre mayor que se acerca a cierta edad, la otra, la de una joven arrodillada cuya oración rompe el silencio del lugar.
Pater noster qui es in caelis
sanctificetur nomen tuum
adveniat regnum tuum
fiat voluntas tua
sicut in caelo et in terra.
Panem nostrum quotidianum
da nobis hodie
et dimitte nobis debita nostra
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris
et ne nos inducas in tentationem
sed libera nos a malo.
Amen.
sanctificetur nomen tuum
adveniat regnum tuum
fiat voluntas tua
sicut in caelo et in terra.
Panem nostrum quotidianum
da nobis hodie
et dimitte nobis debita nostra
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris
et ne nos inducas in tentationem
sed libera nos a malo.
Amen.
Al poco de citar las palabras sagradas un desgarrador grito inundó las calles circundantes. Satanás había hecho acto de presencia mediante uno de sus siervos y aquel hombre mayor tomó la iniciativa y tendió la mano a la joven.
-Si has terminado de rezar, tenemos que hacer cumplir la voluntad de Dios, y hay que darse prisa - sonrió y ayudó a incorporarse a la joven - Si Maestro Balnassare, no le fallaré.
Aquella era la primera vez que la joven salía de cacería, si bien llevaba varios años entrenándose para ello en la Ciudad del Vaticano nunca había entrado en combate real, ni había podido desafiar a las criaturas del Maligno
Los inquisidores corrieron por las calles apresurados hacía la zona de donde parecía haber venido el grito, encontrándose al final de un callejón al responsable del mismo, uno de los siervos menos humanos del Diablo, un licántropo, y bajo él, el cadáver mutilado y despedazado de una niña pequeña, encharcando en sangre varios metros, incluido el propio pelaje del engendro.
La reacción de la bestia fue rápida, pero no mas rápida que la de la joven, que hinchada por la ira de ver a la pobre niña en ese estado sobre el suelo de Roma desenfundó el revolver y disparó contra su enemigo a la par que lanzaba un grito de rabia e impotencia que resonaba en el silencio de la noche, dañándole en un hombro y haciendo que este saliese corriendo por los callejones oscuros de la ciudad. La joven inquisidora salió corriendo tras él sin que su Maestro tuviese apenas tiempo para reaccionar, sin duda su sabiduría y experiencia eran enormes, pero su físico ya alcanzaba unos limites que no podían competir contra el ímpetu de la joven.
-¡Vuelve aquí maldito engendro! - gritaba la cazadora perdiéndose entre la oscuridad de las calles sin que su maestro pudiese seguirle el paso, tan solo advertirla -¡Le necesitamos vivo, no caigas en la tentación de matarlo!
Ahora a solas continuaba la persecución, disparando cada vez que creía tener la esperanza de poder alcanzar al lobo, perdiéndose los disparos en el cielo nocturno, liberando el sonido del trueno allá por cada barrio que pasase. Inesperadamente, durante la persecución, el licántropo cambió de dirección abalanzandose de frente contra la joven, que pudo descargar un par de disparos en el pecho de su contrincante, pero sin poder darle muerte. Éste, golpeó salvajemente, lanzando a la sierva de Dios contra la ventana de un casa, que cedió y se rompió en mil pedazos. De una fuerte patada contra la puerta salió con paso decidido la ahora magullada inquisidora dispuesta a matar, no habría concesiones, no estaba dispuesta a dejarle vivir.
Las siguientes horas fueron completamente agotadoras, en movimiento continuo con esporádicos combates en lugares aleatorios de la ciudad, evitando a los ciudadanos curiosos por tanto ruido, a las fuerzas del orden y a los empleados de la noche. El cansancio hacia mella en las piernas, los brazos, la mente. Sin munición de ningún tipo, armada solamente con un puñal de plata y su fé la joven encaraba al licántropo en la que parecía que sería la ultima batalla, pues la luna ya se marchaba y la chica no aguantaría mucho mas.
Frente a la Fontana di Trevi comenzó la lucha, con una carga frontal de ambos oponentes, resultando en el puñal de plata clavado en el estomago de la criatura y con Evangeline lanzada contra el mármol de la fuente. La plata había hecho un daño descomunal, mas al no ser letal el golpe la capacidad de regeneración del siervo del Maligno hizo su trabajo y ahora este atacaba dispuesto a terminar la batalla pero la aparición in extremis del maestro de la chica salvó lo que pudo ser un trágico final.
Maestro y bestia cayeron sobre las aguas de la majestuosa fuente, tiñendo sus aguas de rojo, el combate había terminado. La luna ya no hacía acto de presencia sobre el cielo y comenzaba a salir el sol. Cogiendo fuerzas de donde no había Evangeline se levantó entrando en las aguas, sacando de ellas a su maestro, gravemente herido con un mordisco y a un hombre desnudo y ligeramente herido que minutos antes mostraba la cara mas maléfica del Diablo.
Llorando desconsoladamente la joven llevó a su maestro y al hereje a una casa que utilizaba la inquisición en la ciudad, encadenando en una fría y oscura habitación de esta a aquel hombre consumido por el Mal.
Mientras el prisionero aún recobraba la consciencia maestro y discípula dialogaban en una habitación contigua.
-Lo..lo...siento, ha sido todo culpa mía, he fallado, te he fallado, he perdido los nervios...otra vez. - lloraba observando la herida sangrante provocada por el mordisco en la fuente. -Has luchado con fuerza, determinación, fé, has capturado a la bestia, has - la voz de la joven interrumpió la de su maestro - he permitido que te maldigan, te he condenado, he condenado mi alma. - la ultima frase fue susurrada casi desvaneciendose entre los labios conforme salía. - Si ese licántropo me ha mordido es porque Dios quiere que me convierta en uno, has cumplido con la misión, estoy orgulloso.
La ira recorrió a Evangeline, que propinó un fuerte golpe contra un de las sillas, rompiéndola sin piedad contra la pared. -¡Deja de alabar mis fracasos!, ¡deja de decir que estas orgulloso cuando en realidad llevo años decepcionandote!.
Un ruido vino entonces de la habitación del al lado, el prisionero estaba despierto, y el maestro Balnassare indico a su discípula que fuese ella quien le interrogase, que él no estaba en condiciones. Sin mediar palabra se separaron, quedando cada uno en un habitáculo diferente. La importancia de capturar al licántropo consistía en que el era conocedor del paradero de un grupo del cual formaba parte, y siendo suficientemente persuasiva la inquisición podría dar una gran ayuda a Roma.
-¿Quien eres?, donde demonios.... - la frase se vio interrumpida por un corte en la mejilla del hombre con el puñal de plata de la joven. - No oses decir blasfemias y no te atrevas a hablar si no es para responder a una de mis preguntas, ahora vas a decirme donde se encuentran tus compañeros herejes, ¿esta claro?.
-Y una mierda - contestó desafiante el reo antes de que el puñal se clavase en su muslo derecho provocando un grito de dolor inimaginable. - Nadie escoge nunca el camino fácil, no entiendo por qué - Evangeline miraba al techo como si hablase con el mismísimo todopoderoso. - Muy bien, perdiste tu fé al convertirte en una vil criatura y pactaste con el Mal guiado por Satanás, te recomiendo que pongas tu alma en paz, porque yo me voy a encargar de tu cuerpo - la voz cambió a un tono oscuro lleno de odio y agresividad, las cosas se ponían serias y desagradables y el licántropo comenzaba a arrepentirse de sus palabras, no era capaz de concebir que una inquisidora tan joven fuese tan imaginativa a la hora de provocar dolor y doblegar las mentes mediante la tortura.
Apenas media hora después de gritos agónicos el hereje parecía mucho mas dispuesto a colaborar. - ¿Y bien?, puedo ser la que te salve, o la que te condene, tu eliges - comentaba con el puñal clavado sobre una de las costillas del preso. -¡Trastevere!, ¡están en el Trastevere!, ¡el edificio nuevo, la tercera planta! -gritó suplicando para que el dolor terminase.
Con una sonrisa de satisfacción Evangeline regresó con su maestro para dar la noticia, notando que este yacía inconsciente sobre la silla en la que le había dejado un rato antes. Con cara de odio cogió la pistola de su maestro y volvió a la sala de interrogatorios, disparando contra las partes nobles del prisionero, cuyo grito y llanto pudo escucharse en las casas circundantes y a continuación con el puñal que llevaba rato utilizando comenzó a acuchillar una y otra vez el pecho del martirizado hereje.
-¡A través del dolor vencerás a Lucifer!, ¡acepta a Cristo y muere en nombre de Dios! - el enseñamiento fue visceral, la muchacha quedó embadurnada de la sangre de su víctima, y solo ahora ella comenzaba a sentir cierta paz y notaba por primera vez el deber cumplido.
Deo Patri sit glória
Et Fílio, qui a mórtuis
Surréxit, ac Paráclito
In saeculórum saécula.
Amen.
Et Fílio, qui a mórtuis
Surréxit, ac Paráclito
In saeculórum saécula.
Amen.
Aquella noche, siguiendo la voluntad de Dios, un grupo de inquisidores entre los que se encontraba Evangeline, asaltaron la Trastevere y mataron a doce herejes, capturando a otros cuatro, mujeres, niños, entre herejes no hay diferencia.
Evangeline Colette- Inquisidor Clase Media
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 21/02/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
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