Ezylryb (Kayla Dawkins)

Habilidades: Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana.

Atributos: Longevidad y los atributos propios de las aves.

Transformación: Habilidad de cambiar de forma humana a animal y viceversa. Cuando está en su forma transformada aumenta un 50% su potencia física.

Sanación acelerada: Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento, si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía. Cuando se trata de balas de plata o fuego puede morir si las heridas son muy graves.

Percepción del aura: Habilidad para ver el aura de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también le permite reconocer a otros cambiaformas o licántropos cuando no están transformados e identificar a los vampiros gracias a su aura pálida y su característico olor.

Memoria fotográfica: Capacidad de recordar cosas oídas y vistas con un nivel de detalle perfecto. No olvida nunca escritos, sonidos, imágenes y los recuerda mucho tiempo después como si lo hubiera escuchado/visto apenas unos días antes.

Telepatía y comunicación con los animales: Habilidad para comunicarse con otros cambiaformas por medio de la mente (cuando están transformados) y con otros animales que no sean parte de su raza (incluidos los licántropos). Funciona únicamente a cortas distancias.

Bloqueo mental: Es la habilidad para bloquear su mente y nadie (ni siquiera los vampiros que leen mentes) pueden saber lo que piensa.

Delgada y no demasiado alta, la apariencia de Kayla podría sugerir que se trata de una jovencita delicada y frágil, aunque por dentro es todo lo contrario. De cabellos rubios, delgados y sedosos, la última vez que adoptó su forma humana su pelo le llegaba hasta por debajo de los hombros.

Sus ojos castaños, herencia de su padre, muestran una mirada aparentemente inocente e infantil, algo que le ayuda mucho a encubrir su lado travieso y pícaro. Sus labios bien delineados muestran casi constantemente una mueca con la que parece intentar contener una sonrisa pilla. Cuando ríe se le marcan los hoyuelos.

Su pálida piel es suave y bien humectada gracias a los cuidados que ha aprendido de su madre. Siempre se ha preocupado mucho por su aspecto y al igual que la mayoría de las mujeres se alegra mucho cuando un nuevo vestido o par de zapatos pasan a formar parte de su colección, aunque no se la podría tachar de vanidosa verdaderamente.

Spoiler:

Desde pequeña mostró ser una chica alegre, entusiasta y segura de sí misma. Trata de mantenerse optimista incluso frente a las peores situaciones, y cree que las risas son la mejor medicina para endulzar la vida y olvidarse de las preocupaciones. Aunque fue muy bien educada para convertirse en una verdadera dama de la alta sociedad, Kayla siempre fue intrépida y aventurera, metiéndose en problemas cuando los sirvientes o su institutriz no prestaban atención.

Nunca le gustó que le dieran órdenes o le negaran cosas, aunque también sabía que a veces no quedaba de otra que obedecer. A pesar de que vivió rodeada de lujos y nunca le faltó nada, sus padres le enseñaron a mostrarse humilde con el resto de la gente, así que siempre trató de dejar el egocentrismo y la altanería fuera de su vida. Sin embargo aún quedan vestigios de la niña caprichosa que fue cuando era más joven.

Una de las desventajas de crecer en un pequeño mundo aparentemente perfecto es que con el pasar del tiempo se dio cuenta de que las cosas en el “exterior” no eran como ella se las imaginaba, y por eso a veces su ingenuidad le juega malas pasadas. Debido a su estilo de vida siempre le exigieron estar aquí y allá, hacer esto y aquello, comportarse así y asá, pero lo que ella realmente aprecia y busca es libertad. Le gusta sentirse libre de ataduras y compromisos y saber que no le debe nada a nadie.

Nació en Cardiff, Gales, cuarenta y dos años atrás. Primer hija del matrimonio Dawkins, vivieron en la ciudad hasta que Kayla cumplió diez años (aunque ella aparentaba tener sólo cinco), y entonces por motivos de negocios de su padre, se mudaron a París.

Su padre era un hombre común y corriente; su madre, en cambio, era una cambiaformas igual que ella. Nunca le ocultaron nada y compartieron con su hija toda la información que conocían sobre el tema, pero también le advirtieron que el “don” que ella poseía no sería bien visto por muchas personas, así que lo mejor sería siempre mantenerlo en secreto. A pesar de que Kayla ansiaba enormemente convertirse en un pájaro y salir a surcar los cielos, debía contener esos deseos por el bien de su familia. El tiempo pasaba pero no se hacía notar ni en Kayla ni en su madre; un nuevo integrante llegó a la familia, esta vez un varón, y pocos años después la salud de su padre empezó a decaer. Por recomendación del médico la familia se mudó a un poblado cercano, Cergy, donde compraron una casona antigua y enorme para asentarse y proporcionarle al hombre la paz y tranquilidad que necesitaba para recuperar su salud.

Aquel cambio de ambiente pareció sentarle bien no sólo a él, sino también a los otros 3 integrantes de la familia que ahora podían gozar de una vida lejos de las molestias citadinas. Sin embargo el padre de Kayla seguía siendo un simple humano, y cuando la chica cumplió 35, su enfermedad terminó por consumirlo y falleció.

La madre de Kayla supo entonces que lo mejor para su hija sería buscar un marido y casarse de una buena vez, ya que aparentaba tener unos 17 o 18 años (también parecía tener la mente de una adolescente todavía) y no podían perder más tiempo. Los pretendientes empezaron a llegar a su casa uno tras otro luego del entierro de su padre, y así como se presentaban Kayla los iba rechazando uno a uno como si fuese una niñita quisquillosa que no se contentaba con los juguetes que le ofrecían. En el fondo lo hacía a propósito sólo para molestar a su madre; estaba resentida porque la ofreciera a hombres totalmente desconocidos de esa manera, ella no tenía interés en casarse, quería llevar una vida libre y estaba segura de que lograría ser feliz sin un hombre que mandara en su vida.

El último pretendiente que llegó a casa de los Dawkins era un hombre bastante mayor y también muy enigmático. Fue ese misterio que le rodeaba lo que captó la atención y curiosidad de Kayla. Le invitó a tomar el té en su compañía, cosa que no había hecho con ninguno de los otros hombres que se habían presentado, y cuando el señor le invitó a dar un paseo por los terrenos colindantes, la joven aceptó. Pasearon durante un buen rato y cuando la pregunta inevitable llegó a sus oídos, Kayla tuvo que negar aquella propuesta de matrimonio disculpándose amablemente y explicándole que no tenía interés en casarse. Lo que ella no sabía era que su acompañante era un brujo malvado y desquiciado que aprovechó la lejanía de su hogar y la oscuridad del atardecer para hechizar a Kayla sin darle tiempo de reaccionar, dejándola inconsciente y escapando del lugar con ella.

Cuando despertó se encontraba en un lugar oscuro y cerrado, atada de manos y pies. El brujo se hallaba frente a ella. La amenazó diciendo que si quería salir sana y salva tendría que aceptar sus condiciones y casarse con él, pero la chica naturalmente se negó. Enfurecido, el brujo le dijo que dejaría caer sobre ella una maldición que le borraría la memoria para así lograr su cometido, y justo en el momento en que el hombre se disponía a hacerlo, Kayla se transformó rápidamente en una carraca color turquesa que desplegó sus alas para intentar escapar volando. Pero el hechizo llegó a ella a pesar de su transformación, y aunque la sorpresa de su raptor le permitió huir del lugar, desde ese día olvidó por completo quién era.

Esa noche voló como nunca en su vida lo había hecho; voló hasta que sintió que se quedaba sin aire y que el dolor de sus alas le impediría seguir. Confundida y sin saber qué hacer ni dónde ir, como si aquel fuese su primer día en la tierra, buscó refugio en un árbol para emprender el vuelo nuevamente a la mañana siguiente. ¿Pero cómo continuar? ¿Hacia dónde seguir? No recordaba nada de su vida como humana y por lo tanto había olvidado que podía transformarse. Al mismo tiempo se sentía extraña en ese cuerpo de ave, como si no perteneciera ahí.

Volando y volando finalmente llegó a París, donde su plumaje colorido y exótico llamó la atención de la gente de inmediato. Y fue así como gracias a su confusión y su poca experiencia como ave, fue capturada nuevamente por algún hombre ambicioso que esperaba ganarse algo de dinero a expensas de un pobre animal. Durante varios días pasó de mano en mano y de jaula en jaula hasta que finalmente llegó al hogar de un ornitólogo, un hombrecillo extraño y fanático que pronto le hizo un lugar entre su colección de aves, encerrándola en una enorme jaula de la que no ha vuelto a salir desde entonces, exceptuando las ocasiones en las que intentó escapar fallidamente.

-Su forma animal actual y la única que ha logrado adoptar hasta ahora, es la de una carraca europea.

-A pesar de que se siente extraña como ave no sospecha que su forma verdadera es la de un ser humano, ya que con la pérdida de la memoria ha olvidado todo lo ocurrido en su vida y con ello también su capacidad de transformarse.

-Debido a su cautiverio ha perdido la noción del tiempo, pero han pasado seis años desde que la raptaron y perdió sus recuerdos.

-Memoriza con gran facilidad lo que ve, y siempre está atenta y observando desde su jaula todo lo que ocurre afuera.

-Naturalmente también ha olvidado cuál es su nombre real, pero su nuevo “dueño” le puso el nombre de Ezylryb así que cree que así se llama verdaderamente.