Spokoynoy Nochi [Simone Somerhalder]

por **Lasher** Mar Mar 05, 2013 5:16 pm

** Portentosas se elevaban las lápidas a lo largo y ancho de la escena, prendidas a la suavidad de la tierra, en sus fachadas se mostraban numerosos nombres cincelados, fechas aquí y allá, dedicatorias a aquellos que se habían adentrado en el otro mundo, afortunados que habían vislumbrado la luz que acoge a todo ser que abandona el seno mortal. Se descascarillaban por la humedad, teñidas únicamente con manchas negras que aparecen por el descuido.

El cielo se decoloraba entre las nubes que se paseaban rollizas, coqueteando en momentos con el viento febril que soplaba un perfume siniestro, acarreaba humedad y nostalgia, se sentía una gravidez incontenible en la atmosfera. La escena se aletargaba conforme las horas morían, el joven fantasma descansaba sentado bajo la sombra de un árbol, notó como sus caprichosas ramas crecían a lo alto, desde esa perspectiva pareciera como si estas desgarraran el firmamento, las hojas se dejaban caer en un salto mortal y eran mecidas por la brisa que de vez en cuando soplaban para morir finalmente en la enramada. El fantasma posó sus grisáceos ojos en el cielo mortecino, vio un sinfín de aves pasar de de un extremo a otro, sus cánticos herían la tranquilidad que arrullaba a las criaturas que moraban en los matorrales crecidos.

Veía a los visitantes posar ofrendas coloridas, de momento el recuerdo de sus padres penetró de lleno en sus pensamientos, eran afortunados al recibir una sepultura digna, sencilla pero digna, sus párpados caían de una forma fría, casi mecánica, sumido en estos laberintos evocó los momentos antes de su muerte, las imágenes apenas visibles pasaban por sus ojos, se desprendían de lo más profundo de su alma, se desprendían como aquellas hojas moribundas en el viento, un momento de terror y plenitud lo acogió. Era libre finalmente, con el instrumento amado, pero inaudible aún.

El calor veraniego se desprendía y ahuyentaba a los visitantes que poco a poco se retiraban después de haber hecho los honores correspondientes a sus seres queridos, pensó nuevamente en aquellos dichosos que habían alcanzado el sendero de la luz, sabía que él algún día trascendería pero ¿en qué momento sería? ¿Estaría alguien a su lado en esa hora? Tal como él había despedido a sus progenitores en la fría Rusia. Volvió la mirada al horizonte, el sol moría lentamente ahogando su luz en las fauces de una oscuridad venidera, cogió el violín por el mástil y se erguió sin emitir sonido alguno, alzó el violín y lo llevó lentamente a su mentón, cerró los ojos y se vio de nuevo en la casona, a lado de ellos, tocando para ellos, esta vez, él deleitaría a su madre con las notas aprendidas.

Fluye, fluyen las notas, una por una sus dedos se deslizaban entre las cuerdas, arrancándoles una sonoridad perfecta, las desgranaba con tal maestría. Algunos de los espectros errantes se volvieron para contemplar tal espectáculo. El fantasma no se muto ante ello, apenas percibió las miradas ajenas posadas en él. Se derramaba la música tan deliciosamente, el aire febril estaba perfumado de una humedad intensa, crispaba los sentidos sin duda, en esta venidera noche plutónica muchos destinos estaban por ser definidos, muchos otros eran oscuros y tenebrosos, pero eso no importaba, él tocaba para ellos, se despedía a su manera, un réquiem para poder continuar en su búsqueda. **

por **Simone Somerhalder** Vie Mar 08, 2013 12:03 am

Estaba lista al igual que todas las noches, se había calzado las botas de cuero, pero se había quedado en la cama. Estaba lista para salir, sin embrago no dejaba de mirar hacia el mini retrato frente a su cama, donde toda su familia dibujada, se perdía contemplando cada línea recordando aquel momento, hacía muchos años ya…ella aun era una adolecente y todo aquella había pasado antes de que su familia callera en desgracia. Inspiro hondo. Porque cada noche tenía que mirar aquel retrato?, porque pasar horas y horas, viendo y recordando lo mismo? La respuesta en si era simple, aquel.. Ese simple oleo que era lo más valioso para ella, era el motor que mantenía su débil esperanza viva…aquello que le motivaba a seguir adelante, porque por mas perdida que se encontrara a veces, por más que sus ojos se nublaran de la rabia hasta el punto de quedar ciega, al final encontraba un sendero que la traía de vuelta, así fuera al mismo punto de partida. y de allí comenzaría de nuevo.

-Ellos están vivos lo sé…- murmuro como su vista fija en los dos pequeños a su lado, sus hermanos. Aunque sus padres estaban muertos, ella sabía de algún extraño modo, que aquellos continuaban con vida. Lo que le llenaba de impotencia era que por más que presintiera aquello los años pasaban y no les había encontrado. Y no paraba de pensar en todo aquello que pudieran estar sufriendo. Si ella que vivía ¨libre¨ se sentía de aquella forma, como estarían ellos, que fueron raptados por aquellos vampiros…se froto los ojos evitando aquellas lágrimas que querían salir, pero jamás lo hacían. Hacía mucho desde la última vez que había derramado una lágrima, casi nueve años y aunque ha sentido el dolor de miles de formas físicas y emocionales, de sufrir tantas heridas…desde que se perdió en el bosque… aquellas, habían quedado en aquel lugar de espesa vegetación. En lo más profundo y oscuro.

Salió de la cabaña y atravesó el bosque, aquella noche tendría que hacer un trabajo en las cantinas de parís, al igual que siempre la paga había sido por adelantado, ninguno de sus clientes desconfiaba de su habilidad, empezando por que no sabían que era mujer. Ella todo lo arreglaba atravez de: ¨el intermediario¨, no buscaba vínculos con clientes y menos con las víctimas, por ende solo preguntaba su nombre y una descripción de cómo era, sumada a alguna debilidad o afición para saber por dónde empezar a actuar para llamar su atención y así poco a poco traerlo a su muerte. El trabajo seria sencillo y de hecho lo fue, siempre lo era cuando la rabia se apoderaba de ella, no hubieron palabras, ni mucha pelea, el vampiro estaba resignado a su destino solo bastaba dejarlo inmóvil y quebrar su cuello, no sabía cómo sentirse respecto a ello, no le gustaba que fuera fácil, pero de cierta forma dio gracias al cielo. Aquella noche se sentía muy vulnerable. La fecha estaba cerca…

Camino aparentemente sin rumbo fijo por la ciudad, sumida en sus pensamientos. Digo aparente porque ella sabía hacia qué lugar dirigirse, se detuvo ante las puertas de Montmartre, el lugar estaba abierto las 24 horas, el por qué? Eso no lo sabía importaba, se abrió paso por el sombrío camino de lapidas, sabía exactamente donde estaban las que buscaban, allí…bajo un frondoso sauce llorón, al lado de otras tantas, estaban aquellas, dos lapidas gemelas, enmugrecidas por el olvido y revestidas con las hojas secas…totalmente descuidada.se paro frente a ellas reparando los nombres que poseían, era un reencuentro, allí estaban ellos…8 años después. El ambiente etéreo del lugar más que tenebroso y lúgubre, a su alrededor era melancólico, triste. Sin poder contener más aquello que por muchos años había guardado, aquella nostalgia, aquella tristeza, sus rodillas flaquearon y cayó frente a ellas mientras aquellas lágrimas llenas de amargura, de desesperación y de culpa brotaban sin poder detenerse, acompañadas de una melodía que parecía provenir de otro mundo…un triste violín que lloraba.

Habrían pasado minutos…tal vez horas desde que estuvo postrada allí, pero más consciente de su existencia, y volviendo e si, descubrió que el sonido provenía. En medio del lugar...Alli estaba el... Mas real que nunca

por **Lasher** Miér Mar 27, 2013 3:31 pm

** La dejó que fluyera majestuosa, se imponía en todo el lugar, la melodía a pesar de acarrear consigo mucho dolor, se tornaba intensa, no perdía su belleza por un instante, los ojos del fantasma parecían abrirse pero tan solo era una gesticulación, que hacia juego con su empolvada chaqueta negra, los dedos se deslizaban majestuosos. Se hallaba sumido en esta catarsis. Se divisaba un reducido grupo de oyentes, congregados alrededor de las sepulturas, el cielo se convirtió en una gigantesca bóveda salpicada de estrellas, que relucían como diamantes tapizando una mortaja.

Sin cambio aparente, el fantasma continuó la cadencia, los espectros amotinados se unían en su dolo, lo acompañaban canturreando la melodía, la perfección de este embrujo sonoro los había cautivado, nota por nota se construía una bella canción de amor, de despedida, de gozo, de liberación, el clímax estaba por culminar, los sonidos chocaban entre sí, mezclándose en una orgía fantástica y plena. Ruslan siguió tocando y poco a poco la sonoridad de las cuerdas volvía a descansar en las entrañas del violín. Se hizo el silencio. El aire era gris y húmedo.

Los otros espíritus retrocedieron y eran arrastrados a merced del viento, el fantasma ruso abrió los ojos y de vuelta a la realidad comprendió que de ahora en adelante estaría aislado de cualquier otro ente. Diviso el aire y la enorme parcela del cementerio Monmartre en busca de algún otro espectro con el cual pudiera cruzar palabra, sin embargo no hallo nada. En su búsqueda se topo con una figura peculiar, sin duda no era un fantasma como el resto de sus oyentes, estaba sumergido en la música que no se había percatado de su presencia.

Su cabellera larga y espesa caía lustrosamente en sus hombros, la joven se encontraba frente a un par de modestas sepulturas que descansaban sobre una gruesa capa de tierra y musgo. Ruslan colocó lentamente el violín y el arco dentro de la pequeña bolsa de terciopelo que colgaba en su hombro izquierdo, se dirigió hacia ella, de manera mecánica quiso extenderle la mano en forma de saludo, pero no lo hizo, temía intimidarla y actuar de manera imprudente, no pronunció palabra alguna, solo se limitó a contemplarla, en ese momento el semblante de la chica proyectaba tristeza. De manera súbita su mirada se cruzó con la ajena, los ojos apenas visibles por lo lúgubre del lugar estaban manchados con lagrimas, la oscuridad se cernía tibiamente en cada rincón del cementerio, ella estaba tan solo como el espíritu del violinista. En torno a ambas figuras se entendía un tapiz de hojarasca amarillenta, los árboles alargaban sus débiles ramas hacia un cielo indiferente, ajenos a un encuentro que estaba destinado a darse. **

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