Pensamientos Profundos (Evangeline)

por **Sara Ascarlani** Jue Ago 05, 2010 12:13 am

La luz tenue de la biblioteca al caer la noche opacaban las letras diminutas de los libros que leía Sara, investigando un poco de cultura general y algunas posturas que le interesaban. La tarde tornaba un poco aburridora, había consumido toda clase de libros, desde los mas antiguos a los más recientes, aún con un poco de sed de conocimiento.
Sus párpados se cansaban, dejó un libro a medio leer y se recostó en el espaldar de su silla, tratando de no emitir el más mínimo sonido.
Le gustaba estár sola en el último piso de la biblioteca, así podría escuchar los susurros melodiosos de las paredes llenas de historias y cuentos de hadas, donde la muerte era amante de la vida y la luna era la esposa del Sol. -La vida en los libros es tán perfecta e irreal, no sé como los humanos pueden vivir de algo que aún no viven, ni que vivirán- Dice entre susurros mientras se coloca las manos en su nuca, estirandose un poco.

-Debería escribir un libro- Se comentó a si misma esbozando una leve carcajada como símbolo de su egocentricidad, -Es solo llenar hojas de mis experiencias para que el humano sueñe con una vida eterna, inmortal, sin saber que existimos, mas cerca de lo que creen- Interrumpiendo su momento a solas, escuchó un ruido a lo lejos, pensando que era la secretaria, pero no le prestó las más mínima atención.

por **Evangeline Collingwood** Jue Ago 05, 2010 12:42 am

Las bibliotecas eran lugares realmente peculiares: a cualquier lugar donde fueses, llámese China, España o Londres, todas eran iguales. Contenían en sus estantes obras magistrales de personas que habían nacido con el talento de impregnar páginas de hermosas palabras, ya sean cuentos, poemas o ensayos. Las Bibliotecas custodiaban envidiosas esas obras de arte en papel y nos ofrecían a los humanos el placer de poder abrir un libro y enriquecerse con el contenido. Muchas mujeres, a la hora de la noche en la que me encontraba precisamente en la biblioteca de París, estarían durmiendo o preparándose para darle una noche de placer carnal a sus maridos, otras, como las cortesanas, seguramente estarían atendiendo a muchos clientes.Yo, ya que no tenía marido y no era una cortesana, preferí escaparme de la finca y adquirir un momento de placer intelectual.

La bibliotecaria me había permitido quedarme de noche debido a que sabía que los libros, para mi, eran una de las cosas mas preciadas en el universo y estaba segura que no maltrataría y mucho menos robaría un ejemplar. Así pues, caminé por la primera planta de la enorme biblioteca que se iluminaba con las flamas incandescentes de las velas. Candelas colocadas cuidadosamente y no tan cerca de los libros para evitar un incendio.
Pasé por la sección de ensayos, pasé mis dedos sobre las hojas de varios pero no me llamaron la atención. Luego, preferí pasearme un poco por la sección de cuento; estaban los de Perrault, pero no estaba de ánimos para leer cuentos de niños. Entonces recordé que alguien me había recomendado leer un ensayo dedicado a la teoría de la composición de un Escritor relativamente famoso en Londres: E. A. Poe.
Caminé a través de los pasillos, subí las escaleras hasta llegar a la última parte de la biblioteca, donde seguro estaría un ejemplar de ese escrito. Y efectivamente, había sólamente uno y parecía que no era un texto popular por el olor a nuevo del papel. Tomé una vela y busqué una mesa dónde sentarme a analizar el texto cuando, a lo lejos, pude distinguir una melena negra o café oscuro. No quise interrumpir a la mujer que se esnontraba en esa mesa, así que preferí pasar de largo y sentarme en una mesa frente a la de la mujer. Dejé mi escrito en la mesa y, por curiosidad, levanté la vista para ver a la mujer. Entonces, el texto se me olvidó por completo.

por **Sara Ascarlani** Jue Ago 05, 2010 10:57 pm

Volteó su cabeza hacia la mesa donde estaba sentada, metiendose en su libro nuevamente para tratar de concentrarse, cuando aquel sonido se convirtió en la sombra de una mujer que se dirigía hacia ella...
Miró de reojo sus pasos, el taconeo silencioso de unas piernas perfectas pasando a su lado, ladea su cabeza al centro de la mesa pero sus ojos la seguian sigilosamente, aun no miraba su rostro, quería hacerse pasar por la indiferente.
Saboreó sus labios resecos, tragando en seco, amagando concentración en los libros solo para escuchar su taconeo mientras buscaba un libro, como rodaba la silla y se sentaba delicadamente en ella, esboza un suspiro y se coloca su esféro en la boca, mordisqueandolos para no pecar en mirar hacia el frente.
El silencio abrumó el salón donde estaba, un silencio sepulcral que la llenaba de desespero, escuchaba los chirridos de sus dientes mordiendo su esféro, con la mirada caída, observando las letras de su libro que a este punto no les encontraba ninguna lógica.

Inquieta, se mira a si misma su vestido y se arregla un poco, el corte en V de su escote y su cabello para dejarlo perfecto, que caigan sus ondas por el hombro y su espalda. Mira hacia el frente y concuerda con la mirada de la extraña. Quedó con las manos en el cabello, abrió sus ojos verdes esmeralizados para observarla mejor, dejó caer su esféro, esbozó una sonrisa coqueta de lado y bajó su mirada nuevamente, retomando su libro para simular leerlo.

por **Evangeline Collingwood** Jue Ago 05, 2010 11:30 pm

La mujer que tenía a una mesa de distancia era la belleza misma: tenía el cabello suelto, en ondas que caían por unas clavículas blancas y aparentemente tersas que desembocaban en unos pechos abultados; sus movimientos eran delicados, seductores e incitaban a no dejar de verla. Lo que captó mi atenció fueron esos ojos verdes, intensos, que me miraban con cierto aire de curiosidad. Yo estaba atónita, pues en Londres no había visto semejante hermosura en una sola mujer.
Mis preferencias siempre habían sido hacia los hombres, pero ésta vez me sentía abrumada por la presencia de aquella misteriosa dama.
Tragué saliva tratando de calmar ese sentimiento de emoción extrema parecida a la que se experimenta al encontrar algo nuevo o magnífico. Parpadéé varias veces tratando de quitar mi atención de ella y pasarla a lo que tenía en la mesa, pero me fué imposible una vez que la mujer alzó su mirada para observarme un minuto, sonreír y volver a su lectura.
No le había sido indiferente del todo, su mirada me lo había dicho, pero aún así las reacciones que ella había provocado en mí podían ser dignas de señalar en la calle, de fabricar rumores alrededor mío. Lo que la gente diría si yo mostraba gustos por las mujeres... No preferí pensar que sólo sentía curiosidad, sólo curiosidad, nada más.
Pestañeé varias veces y suspiré, miré las letras de mi texto pero mi cerebro parecía no entender ni una sóla palabra en torno a las páginas. Varias veces me descubrí a mi misma leyendo la misma línea y no comprender lo que significaban las letras juntas. No me concentraba, la belleza de esos ojos, de esa piel que se asomaba inocente bajo ese corsé de cuello en V, de esa sonrisa que parecía sincera y risueña, todo eso rondó en mi cabeza cada momento que leía. Me mordí un labio tratando de olvidar eso, no era propio de mi pensar así de una mujer. Apreté mi mandíbula y fruncí el ceño con los ojos puestos en las hojas, luego miré a la mujer de soslayo. Me era imposible no mirarla. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué ella tenía ese extraño efecto sobre mi? ¿Sería importante? ¿o se trataba de pura fijación curiosa? No lo sabía, pero estaba segura de una cosa, esa mujer tenía algo.

por **Sara Ascarlani** Sáb Ago 07, 2010 6:58 pm

Forzó su mirada a los libros, de una manera u otra ya estaba aburrida de ellos y sus letras diminutas, el pasar de las páginas se había vuelto tal rutina en ese momento que solo quería tirarlos y mirar a la bella dama. Al cabo de un tiempo, Sara parpadeaba rápidamente, las palabras se entrecruzaban en los párrafos de aquel libro, al punto de entender: -La hermosa dama que se encontraba frente a mi llevaba consigo la belleza de mil lunas, una belleza que podría ser su misma desgracia, tal belleza que me abruma y me dispersa- Dejó de mirar por unos segundos, levantó su rostro, cerró sus ojos y suspiró, esbozando un jadeo de fastidio, frunció el ceño y se mordió la comisura de sus labios, miró hacia el frente y ahi estaba la mujer sin nombre, al parecer molesta, apretó sus dientes contra sus inferiores y frunció su ceño, concentrandose en aquel libro que buscaba específicamente.

Se quedó mirandola por unos segundos, viendo como leía y preguntándose quien éra, sus ojos parecían dagas que apuñaleaban sus movimientos, siguiendola sigilosa como gata, una mirada fría y penetrante, sonríe de lado mostrando un poco su colmillo izquierdo al ver lo concentrada que estaba aquella mujer que sería una falta de respeto interrumpirla con un comentario banal y cortar su viaje al mundo de las lecturas muertas. Sin embargo, Sara no planeaba irse de la biblioteca sin al menos saber su nombre, así que quitó la mirada antes que ella pudiese sentir que la observaban, o bueno, antes que ella la correspondiera, no era lo que buscaba... Tomó su libro y lo cerró, corrió su silla para buscar algo más interesante, se levantó y dejó caer "accidentalmente" el esféro con que escribía sus notas con la intención de que ella la mirara, se agacha lentamente dejándo su libro en la mesa para tomarlo, cuando se levanta, se baja un poco el vestido y se arregla el cabello, quedando las puntas frontales sobre su escote, se coloca de espaldas, se empina un poco y saca un libro cualquiera, sin mirar el título y se coloca frente a ella, abre dicho libro y lo ojea un poco -Creo que un libro de poesía tal vez ayude a compenetrarme con la noche, que por cierto, está mas hermosa que de costumbre- Dijo en un tono muy bajo pero justo para que escuchase, la mira de nuevo y se sienta en su mesa, dispuesta a leer.

por **Evangeline Collingwood** Lun Ago 09, 2010 11:23 pm

Estaba decidida a no ver a la dama. No quería incomodarla y acrecentar mi estúpida e inusual curiosidad a cerca de una mujer, pues no tenía tan claro hasta donde podría llegar con mi impusividad natural. Traté de clavar mis ojos en las letras e intentar buscarle un significado concreto, cuando la dama que tenía enfente tiró un libro. Mi buena educación casi me lleva a alzarlo y dárselo, así servía que comenzaba a entablar una conversación para descubrír quién era esa mujer a la que un velo de misterio cubría. Estaba por hacerlo, levantar ese libro, pero ella actuó más rápido que yo. Ese momento pasó como horas en mi cabeza, pues la luz de las velas se concentraron en su escote, que mostraba la piel de unos pechos de proporción a su esbelto y sensual cuerpo, y lo que lo hizo aún más erótico eran unos mechones de cabello que calleron sobre ellos, rozándolos como si fuesen manos delicadas. Deseé ser ese cabello. Luego, se levantó suavemente tomando un nuevo libro e hizo un comentario al que, por varios segundos, no supe si contestar o dejarlo al aire. Simplemente pensé que sería de mala educación dejarla con esas palabras en la boca.
- Bueno, madame, si me permite decirlo. Si lo que busca es formar parte de la noche, de entender la belleza que la rodea...- y esto lo dije tanto para que cupiese en el ambito de la noche y de la dama.-entonces, tal vez guste de leer a William Wordsworth. Tiene un tono tan melancólico pero hermosamente poético... - comenté con la mirada fija en mis páginas para no perderme en la cara de aquella hermosa mujer.

por **Sara Ascarlani** Vie Ago 13, 2010 12:34 am

Miraba el libro fijamente, buscando algo bueno que leer, entrecerraba su libro cuando la voz de la hermosa mujer contesta el comentario que había dicho anteriormente, mira de reojo a la dama misteriosa que estaba frente a ella, con el rostro enterrado en su libro, comentandole un poco de un autor que ahora no nombraré -Grazie por su consejo Madame, pero en esta instancia no creo que palabras escritas por algún otro escritor descifre lo que percibo esta noche. Sería tomar mi pluma y escribir versos.. Pero le agradecería mejor, si al menos me mirara a los ojos Madame... - Aclara un poco seca y aprovecha para sentarse en su silla, tomando el libro por su portada... Había logrado lo que quería, pero aún estaba curiosa de saber quien era, poco a poco, no quiere demostrar interés alguno. A lo lejos se escuchó un taconeo y el chirrido de una puerta cerrar, la bibliotecaria había cerrado el lugar y no se percató que estaban estas dos mujeres en el último piso.

Sara sonrie levemente, creo que la noche ha estado a su favor y podría convertirse esa noche aburrida en algo muy satisfactorio, voltea su rostro hacia el pasillo, tratando de escuchar taconeos pero solo el silencio del fuego consumiendose en los candelones y el golpe del viento con las ventanas se escuchaba vagamente. El frío de la noche acechaba el lugar, era un lugar exquisito para estar leyendo, aprovecha un poco para estirarse, esbozando un suspiro -Madame, creo que nos hemos quedado solas- Comenta mientras se coloca una mano en el cuello, sobandolo lentamente para despues jugar con una mecha de su cabello -Espero que no le tenga miedo a la oscuridad, las velas se derretirán dentro de poco- Sonrie de lado y sigue mirando su libro.

por **Evangeline Collingwood** Vie Ago 13, 2010 1:19 am

A principios de la esporádica conversación que había comenzado con su comentario, pensé que el responderle había sido un error y que posiblemente -como la mayoría de las mujeres que me topaba a menudo- voltearía a verme con gesto despectivo, no respondería y se dedicaría a seguir en sus asuntos, dejando mi sugerencia de lado, como palabras sueltas en una ventizca que se pierden y nadie hace caso de su existencia. Sin embargo, esta mujer que había captado mi atención desde el primer momento en el último piso de la Biblioteca, decidía seguirme la palabra y no con un simple "hola", sino que entonaba lo que decía para que sonara como poesía, como un gentilhombre se acerca por primera vez a la dama que pretende y dice las palabras correctas para que esta quede encantada y quiera seguirlo siempre. Su voz me sonaba como seda en los oídos, que rozaba mis ojos incitándome a verla. Levanté la cara lentamente, mirando el corsé que apresaba una cintura más estética que la de Afrodita, llegando a unos pechos que la mismísima Juno desearía y finalmente quedando atrapada en una magnífica pieza de arte que era su rostro: blanco, en extemo, que contenía unos ojos en forma de almendra con el iris de un verde tan hermoso como las esmeraldas descanzando bajo unas cejas algo tupidas, y unos labios rosados y medianos. Era una de las creaciones de Nuestro Señor más perfecta que mis ojos tenían el placer de admirar. Simplemente me quedé sin habla hasta que ella decidió tomar asiento frente a mi. Estaba compartiendo la mesa con esa mujer, yo, una simple mortal con esa creación divina.
Ella apuntó que nos habíamos quedado solas en aquella Biblioteca, que ahora me resultaba simple, y que esperaba no fuese miedosa a la oscuridad debido a que las velas se consumirían pronto y la luz nos faltaría, entonces sonreí levemente y mire alrededor. Tenía razón, las velas, en su mayoría, estaban por la mitad o menos, y hacía frío afuera cosa que ayudaba a que la flama se mantuviera pequeña, desplegando sólo una cantidad media de luz.
- Bueno, Milady, la cuestión del miedo viene a ser muy subjetiva para mi pues no son ferviente a creer en espantos o espectros que puedan salir en las penumbras. Digamos que temo más a los vivos que a los muertos, pues ellos deben estar más cómodos descanzando que asustando gente. A lo que si puedo decir que temo es el frío que parece cubrir las calles de París esta noche, pues la temperatura si podría matarme, no los fantasmas.- comenté con algo de timidéz a la bella dama mientras miraba las ventanas que comenzaban a empañarse por el frío de afuera que se cruzaba con el calor de la biblioteca.

por **Sara Ascarlani** Vie Ago 13, 2010 1:49 am

La luz tenue del pequeño salón poco iluminaba su rostro, pero podía ver perfectamente en la oscuridad. Sara la observaba, como su cabello achocolatado cubria su rostro escondiendo la belleza sublime que poseía, una de las mujeres mas hermosas que ha conocido a lo largo de los siglos que ha vivido. La mirada penetrante de aquella mujer misteriosa cautivó a Sara, incitandola a admirarla, mientras experesaba la brevedad de sus palabras. Una vela se apaga, a lo lejos dejando el rastro de humo cerca de su mesa, la cera que corria había creado una imagen interesante, Sara cierra por completo el libro y solo se dispone a observarla, estática, fija, miles de preguntas se formulaban en su mente... ¿Quien es? ¿Que esconden esos ojos? incluso.. ¿Que lee?.

-Asi como lo llama madame, los espectros y penumbras son creencias subjetivas, sobre todo un lugar como este, miles de libros, historias, muertes, lamentos, melancolías... Puedo escuchar los gritos de dolor provenientes de cualquier ejemplar que esté aqui, solo existen si los llamamos, los muertos.... Sonrie un poco y suspira profundamente. Los muertos tienen la facultad de ser los mas "vivos" por decirlo asi. No me preocupo por la temperatura de afuera, se que buscaré algo para mantenerme... "caliente"- Comenta en un tono suave, levantandose lentamente de su silla.
Toma una vela consigo y camina por los al rededores del pequeño salón donde estaban, rozando y sintiendo las pastas y los grosores -Madame, los libros más ocurrentes, pueden darle una razón certera, solo hay que saber interpretar- Se acerca un poco a ella para quedar al lado izquierdo de su silla, mira hacia abajo observando un poco su cuerpo -Mucho gusto, Sara Ascarlani- Tiende su mano reflejando la sombra de el en su libro, mirandola fíjamente, para cuando esta la mire, se unan sus miradas como una sola.

por **Evangeline Collingwood** Vie Ago 13, 2010 2:12 am

Al parecer teníamos puntos de vista bastante distintos, pues a mi las historias de fantasmas y aparecidos sólamente me parecían interesantes, inlcusive podría decir que espectaculares dependiendo del escritor, pero a la dama parecía importarle las leyendas de terror o cuentos de fantasmas que se les contaban a los niños para dormir. Yo había escrito varios relatos que podían erizar la piel, pero nada que creara la superstición en un ser humano. Me encogí un poco de hombros tratando de no parecer grosera, pues lo que menos quería era mostrarme como una mujer hermética o cerrada que sólo creía en su opinión como única y universal. Después de todo, tratar con tanta gente a lo largo de los años me había enseñado a respetar ideas ajenas y prestarles atención para poder aprender algo de ellas.
- Perdone si difiero, madame, pero jamás me he topado con un ser sobrenatural, fantasma o espectro que pudiese asustarme lo suficiente como para no querer leer de ellos por las noches. Creo en la gente que puede llamarlos, pero estoy tan en paz conmigo misma que no encuentro la razón por la que algún ente pudiera seguirme, son un alma marchita, Milady, no tengo nada de interés espiritual que interese a los muertos.- comenté con firmeza. La verdad no tenía idea de lo que era la paz, con la muerte de mi esposo no sabía si su fantasma estaría esperando que yo muriera para cobrarme lo que le había hecho, por tanto, necesitaba creer que no era así la situación y seguir con mi vida como lo habían hecho mis hermanas en sus momentos de crisis.
Miré con detenimiento el atuendo de la señorita, no era muy abrigador pero tampoco era delgado como para pasar frío. Sin embargo, el mío si era un poco desventajoso con el clima, puesto que pensaba sólmante pasar el tiempo necesario en el lugar había salido de mi hogar con las prendas más sencillas de mi guardarropa.
- Usted no pasará frío, eso lo tengo por seguro, pero yo estoy en desventaja con la madre naturaleza. No he traído la ropa adecuada para el frío, así que no tengo planes de salir de aquí hasta que se haga de día aunque parezca un acto bastante salvaje o bajo.- dije mirando a la dama, tratando de no perder el hilo de mis pensamientos con su belleza.
La hermosa mujer se fué de mi lado para buscar algún ejemplar, que a mi distancia, sólo podía observar cómo pasaba sus finos dedos por la cobertura de algunos ejemplares. Dijo algo y no entendí a lo que se refería.
- ¿Los libros más ocurrentes? No entiendo Milady.- dije algo apenada por no saber interpretar lo que sus labios habían querido decirme. Ella regresó a mi lado, ahora más cerca de lo que podía merecer, y sopló su nombre dejándome aturdida por varios momentos. La sombra en el libro que descanzaba en la mesa me informaba que la señorita Sara, como se hacía llamar, deseaba presentarse formalmente. Así que yo emulé su gesto, para luego voltear mi rostro y quedar paralizada por sus ojos. Esos ojos que ni la pluma más acertada, el poeta más sensible o el escultor más talentoso podría reproducir en su obra a tal perfección como el original.
- Evangeline... sólo Evangeline.- solté con una voz casi muda.

por **Sara Ascarlani** Dom Ago 15, 2010 12:32 pm

Mientras Sara se merodeaba por los libros, escuchaba atentamente las palabras de Evangeline, un poco escépticas y sonríe de lado, no tenía idea que con quien hablaba era un vampiro. Cuando se dirige a ella y se presenta formalmente, la mujer que se hace llamar Evangeline cautivó los ojos de Sara, quedando abrumada por su belleza sin poder dejar de mirarla fijamente, su rostro perfecto, sus labios carnosos y tersos... Sara se deleitaba solo con ver su rostro, toma su mano y susurra -Un placer, Evangeline- Para terminar sentada al lado de ella, sin dejar de mirarla y sonreir... Esboza un pequeño suspiro y se pasa los dedos por su rostro,dejándo una uña jugando con su labio inferior. Trata de reaccionar un poco antes de hablar -No todos los entes son espirituales Madame, muchos de.... ellos pueden verse como cualquier humano, de carne y hueso, no crea tanto en lo espiritual, me refiero a cosas que puede palpar.- Extiende su mano hacia la de ella y la coloca suavemente.

Cruza sus piernas y siente como una vela a lo lejos se apaga, dejándo el pequeño lugar el único iluminado en la biblioteca, la cera seguía cayendo lentamente y el frio penetraba por la madera de las ventanas... -Madame no la había visto antes en este lado de la biblioteca, asiduo mucho acá pero... No había tenido la dicha de toparme con su presencia tan fina- Entreabre su boca y sonrie levemente, para no dejár que sus molares sobresalieran. Sara en sus pensamientos no podía estar mas dichosa, su día aburridor tornó en algo... Deleitante.

por **Evangeline Collingwood** Dom Ago 15, 2010 12:57 pm

Sara parecía una sirena, y no lo digo simplemente por la apariencia que de sobra estaba que era más que bella, no, yo lo digo por su voz porque era sobrenaturalmente suave, casi sonaba como el susurro del aire. Clara, tersa, angelical. Al pronunciar mi nombre estuve a punto de poner mis labios cerca de los de ella para ver si mi pobre alma podría encerrar un sonido tan dulce, pero tuve que mantenerme al margen pues ella y yo no éramos iguales sin descontar que a penas eramos unas extrañas, más yo que ella eso era claro, pero desconocidas a fin de cuentas. Miré cómo tomó asiento a mi lado, sintiendo el aire que desplegó y aspirando el olor de su perfume. Una esencia embriagante como el licor más fuerte pero tan dulce como un durazno maduro. Me quedé atontada por ese choque de sensaciones que aumentó cuando ella puso un dedo sobre su labios y lo acarició con deleitosa parsimonía, como invitándome a probarlos. Un acto tan erótico que a penas podía reconocerme a mi misma sintiendo tal pasión en algo tan pequeño.
Tan lento como todo eso pasó, la voz de Sara irrumpió mi momento diciendo que los entes no necesariamente eran espirutuales, sino que podrían ser como el humano mismo, cosa que yo interpreté como un pensamiento profundo a cerca de los monstruos que el ser humano encerra en su propio espíritu. Que nosotros mismos somos nuestros fantasmas y terrores.
- Oh vaya, ya entiendo a lo que usted se refiere. Es usted muy inteligente, madame, si me permite decirlo.- apunté a decir cuando sus manos tomaron las mías al decir "cosas que se pueden palpar". Era un ejemplo muy visual.
Sara miró hacia un lugar fijo donde la luz bajaba su intensidad, probablemente una vela más que moría en esta estancia. Me puse más nerviosa, pues entre más oscuro se ponía, podría significar que ella y yo nos quedásemos a merced de nuestros monstruos internos. El mío deseaba poseer a esa hermosa mujer en esa estancia, tan rápido y delirante como fuese, en un acto que me dejase como una de las personas más bajas y terribles en la historia. ¿La violaría? No, no era así, podía ser impusiva pero no podría lastimar a esa delicadeza de persona, no.
Sara comentó que jamás me había visto en esa sección de la Biblioteca y tenía mucha razón.
- Ah... si, Milady. Esque es la primera vez que vengo. Tengo... tengo una biblioteca privada en mi finca, pero no cuento con todos los libros que uno de estos lugares me puede proveer.- dije mirando nerviosa la vela que se consumía y derramaba la cera sobre el platillo de metal donde estaba colocada. Si se apagaba, posiblemente... posiblemente algo pasaría. Miré afuera, la finca no quedaba demasiado lejos de la Biblioteca, si me había venido a pie eso significaba que me quedaba a unas cuantas cuadras. Miré a la mujer y luego hice una invitación que me hizo sonrojar por completo.
- Madame, sé que esto es algo tal vez inoportuno, pero la biblioteca se queda a oscuras y... no creo que desee quedarse a dormir aquí, así que... ¿Le parece si seguimos esta plática en mi hogar? Ahí estaremos más cómodas.- dije mirando hacia la ventana.

por **Sara Ascarlani** Dom Ago 15, 2010 2:37 pm

Sara se perdia en Evangeline, la miraba y solo podría pensar en las bellas diosas del Olimpo, una belleza tan indescriptible que la dejaba atónita, la seguía sigilosa con la mirada leyendo cada uno de sus movimientos, deleitándose, anhelando tenerla en sus brazos, un deseo feroz de sentir su tibia sangre en sus labios, sumergiéndose en ella, y culminar el frenesí de sensaciones. La provocaba por inersia, incitándola a que la conociera, no estaba consciente de sus actos sabiendo que vagamente se están conociendo, solo unas palabras, los gestos y miradas hablaban individualmente, creando en el ambiente un calor infernal donde ella seria gustosa de consumir en ese mismo instante.

Sara sonríe al cumplido de Evangeline -Grazie Madame, no soy una persona crédula, pero estoy segura de que existen criaturas que nosotros mismos podemos crear, que sea el que se mueva en las sombras, haciendo de las suyas en el silencio- La miraba fijamente a los ojos tratando de descifrar que decía esa mirada penetrante, y si la sensación de deseo era mutua. La oscuridad se apoderaba del lugar, dejándonos casi en la sombra absoluta, y los deseos pecaminosos de Sara la embriagaron por un instante... –Madame sería un placer para mi verla de nuevo en esta vieja biblioteca, solo vienen los mismos seres, con sus rutinas vagas, leyendo el mismo libro, encerrándose en su mundo absurdo, y que suba a este lugar, donde los libros no tienen límites, ni… reglas- Susurró lo último para terminar sonriéndole y acomodarse el vestido cerca sus pechos, siempre fue muy pendiente a su imagen.

Evangeline ladea su cabeza mirando hacia la ventana y le hace una propuesta a Sara que definitivamente no podría rechazar, abrió sus ojos y no disimuló la sonrisa amplia que salian de sus labios, para mirarla con sevicia y pasarse las manos por el cuello, pero quiso seguir jugando, antes de decirle que estaba interesada irse con ella… -No me esperaba esa invitación Madame… Tiene razón que la biblioteca está un poco sola, y que sería un lugar… Interesante para quedarse, pero creame que en esta situación no pegaría un ojo en toda la velada…- Se muerde los labios muy despacio y suave, y asiente a su invitación –Sería un placer Madame, estar en su finca, solo tomemos una vela y vámonos de aquí- Se inclina a su cuerpo estirando su brazo para agarrar la vela que estaba cerca de Evangeline, dejando su rostro muy cerca del suyo, tomándolo y se detiene para mirarla, le sonríe y ligeramente le guiña el ojo.

por **Evangeline Collingwood** Sáb Ago 21, 2010 11:39 pm

Sus palabras eran, para mi, experiencia y sabidurñia pura. Cosas que en una mujer de su calibre no podía ser cierto que existiera. En mi mente sólo podía caber la imagen de la mujer hermosa que se concentra en eso, su apariencia y nada por aprender. Pero Sara.. ella era especial. Deslumbraba con esos ojos tan verdes como los prados de los mismísimos prados del Paraíso. Refulgían misterio y reflejaban completa pasión.
Cada pedazo de filosofía en sus frases me embriagaban completamente. Nunca en mi vida había conocido persona tan interesante, bella y extrañamente misteriosa en mi vida.
Me quedé sin habla por un momento hasta la parte en que ella dijo que sería un placer verme más seguido en aquella Biblioteca.
- para mi sería todo un deleite compartir momentos de lectura con usted, madame. La encontraría como una experiencia enriquecedora.- comenté con evidente entusiasmo.
Me sonrojé un poco y luego esperé unos momentos a que su respuesta sonara en sus labios carmín.
Cuando aceptó mi petición, casi me levanté de la mesa con la rapidéz de un rayo.
- Milady, el tiempo apremia. Pronto estaremos en la calidéz de mi casa disfrutando de lo bello.-

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